101 tragedias. Enrique Metinides

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Se ha movido en mundos que la mayoría de nosotros no podríamos ni imaginar: los puntos peligrosos de la ciudad durante la noche; las calles secundarias, las obras en construcción, los clubes, las prisiones; la luz de neón de la sala de espera del hospital, y los interiores de numerosas ambulancias.

EDICIÓN E INTRODUCCIÓN DE TRISHA ZIFF


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Coleccionista de lo inesperado 6–17

AGEDIAS 18–181

AGRADECIMIENTOS 183


101 tragedias de Enrique Metinides Fotografías y textos de Enrique Metinides Edición e introducción de Trisha Ziff Equipo editorial de Aperture Foundation: Lesley A. Martin, Denise Wolff, Emily Lessard (diseño); Matthew Harvey (producción); Katie Boot, Susan Ciccotti (edición de textos) Traducción: Alfonso Rodríguez Arias; edición de textos y coordinación de la edición en lengua española: Cristina Rodríguez Fischer Compilación (incluye selección, situación y orden del texto e imágenes) © 2012 Aperture Foundation Inc.; fotografías y leyendas © 2012 Enrique Metinides; «Metinides: Coleccionista de lo inesperado» © 2012 Trisha Ziff. Edición en lengua española © 2012 Art Blume, S.L., Barcelona (www.blume.net) Primera edición en lengua española 2012 I.S.B.N.: 978-84-9801-659-8 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor. Preservamos el medio ambiente. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.


EN UNA OCASIÓN LE PREGUNTARON AL INTELECTUAL Y ESCRITOR MEXICANO CARLOS MONSIVÁIS SI CONSIDERABA QUE HABÍA DEMASIADA GENTE EN CIUDAD DE MÉXICO, A LO QUE RESPONDIÓ:

«HAY DEMASIADO DE TODO». Para él, la ciudad era intensa y caótica, su metro, una «batalla humana por el oxígeno». Por ello no resulta sorprendente que Monsiváis se sintiera atraído por el carácter y las fotografías de Enrique Metinides. Ambos han sido dedicados cronistas de su amada Ciudad de México, ambos vivieron en las épocas de esplendor, de crisis, de represión, de terremotos, tanto naturales como políticos, así como el caos contemporáneo de la narcoparanoia. Monsiváis nunca dejó de ensalzar la ingenuidad y el asombroso optimismo de la ciudad, en tanto que la cámara de Metinides registró durante más de cincuenta años, con su ojo cinematográfico, sus accidentes, desgracias, tragedias y supervivencia. Los choques de uno u otro tipo son inevitables en una ciudad con unos 21 millones de habitantes (cifra oficial para el área metropolitana de Ciudad de México, aunque la cifra real se sitúe, probablemente, más cercana a los 30 millones). Se trata de una olla a presión a punto de estallar. Cada día se rompe algo. Hay accidentes prosaicos: un autobús colisiona contra un coche, a un ciclista le roban su bicicleta, un camión vuelca y vierte su carga en la calle. Hay otros accidentes más

dramáticos y menos frecuentes que merecen la atención de las noticias: explosiones de gas, incendios, helicópteros que se desploman, y desastres naturales: terremotos, inundaciones, deslizamientos de tierras y tormentas inesperadas con rayos espectaculares. Metinides los ha fotografiado todos y clasifica sus negativos e impresiones de acuerdo con su tipo. Por último están los accidentes de índole personal: apuñalamientos, palizas, asesinatos y suicidios, planificados o fruto de un impulso repentino, debidos a los celos, la ira, la avaricia o, simplemente, la desesperación. Metinides se ha movido en un mundo que la mayoría de nosotros nunca podría imaginar: los puntos peligrosos de la ciudad durante la noche: las calles secundarias, las obras en construcción, los clubes y las prisiones; las luces de neón de la sala de espera de un hospital; los interiores de numerosas ambulancias. Contemplamos las fotografías de Metinides y pensamos que hay bastante tristeza, tragedia y mala suerte como para agotar las energías y la curiosidad de cualquiera; suficiente para anhelar escapar del caos y la pena y no hacer ninguna fotografía más. Pero Metinides se ha mantenido ahí, en el

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epicentro. Y en lugar de querer olvidar, le apasiona recordar todos los detalles. Le gusta recibir en su casa a nuevos visitantes y disfruta de las oportunidades para contar las historias que subyacen a sus imágenes. Mis visitas a su extraordinario apartamento me han proporcionado una nueva visión de su mundo y de sus recuerdos. También he podido entender mejor algunas fotografías y apreciar de manera renovada la empatía y la humanidad que impregnan esas imágenes a pesar de su contenido. Hace más de una década que Metinides tomó la última fotografía para La Prensa, el diario en el que trabajó durante casi cincuenta años tanto como fotógrafo por cuenta propia como en la plantilla de la empresa. En la actualidad continúa totalmente activo, ocupado en su casa con su archivo, revisando las imágenes que captó en su día y transformándolas con nuevas palabras. Supervisa el positivado de sus fotografías, les añade su firma y las observa partir hacia museos de Europa y el mundo. Y es que las imágenes de Metinides forman ahora parte de un mundo nuevo, han pasado de ser dominio de la nota roja a las salas de las galerías de arte. Él recibe muchas invitaciones para exposiciones y para viajar, pero prefiere quedarse en la Ciudad de México.

«No hay ningún otro lugar en el que quiera estar», dice. «Este es mi mundo».

Nota roja es el término que hace referencia a un tipo de prensa mexicana que incluye fotografías sangrientas y voyeuristas que acompañan a historias sensacionalistas de crimen y violencia. Aunque su etimología es poco clara, el género parece haberse desarrollado entre la novela negra y el periodismo. Lo que resultaría inadecuado en las primeras páginas de los periódicos en otras culturas es un modo aceptable en algunas formas de periodismo en México. Cruel y repetitiva, la nota roja combina el sensacionalismo con la tragedia. En las dos últimas décadas las imágenes se han venido

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haciendo más morbosas (como lo han sido los crímenes en muchos de los casos), y lo que era inaceptable en el tiempo en que Metinides fotografiaba es común en el México actual. El fotógrafo y productor de cine irlandés Ross McDonell, en su viaje a propósito para entender la naturaleza de la nota roja, escribió recientemente en su blog: «Sin embargo, en los tabloides de la Ciudad de México, la víctima de un accidente automovilístico puede merecer ocupar toda una primera página con el titular “MALA SUERTE”. En otras palabras, es la violencia por la violencia. En lugar de reforzar la idea moral del bien contra el mal, parece sugerir que la vida es corta y que la mala suerte puede acechar a cualquiera, por lo que, hay que tener cuidado». Durante los últimos cincuenta años, la vida de Metinides en la ciudad giró alrededor de lo inesperado, de esta mala suerte. «Podría seguir indefinidamente, sin un día de descanso. Algo ocurrirá, recibiré una llamada, a cualquier hora del día o de la noche, y contestaré, me vestiré y partiré. Nunca pude planificar unas vacaciones, ni un fin de semana fuera. Ni dedicar tiempo a mi familia. Trabajar para La Prensa no era una tarea que pudieras dejar a las seis de la tarde e irte a casa a cenar. Raramente dormí una noche entera». Posiblemente esta extenuante forma de vida, siempre dependiente de acontecimientos fuera de control, sea la clave para entender la incesante actividad de Metinides en su casa. Su trabajo estaba determinado por el azar. En su casa, por el contrario, encontró el lugar donde lo contrario era posible, donde podía mantener un sentido del orden. La casa de Metinides es, de hecho, el sueño de un coleccionista. Al igual que en la ciudad, no hay ningún espacio libre. Cada estantería y cada mesa rebosa de objetos, todos organizados temáticamente y, cada uno de ellos, con un relato propio: máscaras venecianas y ranas chinas, carteles y personajes de cómic y una gran colección de DVD de películas antiguas. Hay chucherías y recuerdos que otros le han traído por encargo de sus viajes: numerosas torres Eiffel, reproducciones de porcelana azul y blanca de casas holandesas (que estuvieron llenas de licor), restos romanos de plástico, Empire States, una torre inclinada de Pisa… Una colección extraordinariamente ecléctica de artefactos y objetos sin valor intrínseco. Cada año, Metinides convierte su mesa de comedor en un paisaje navideño con casas urbanas al estilo dickensiano junto a chalés suizos, en los que simultáneamente suenan sus propias músicas, como si los sonidos del caos de la ciudad se hubieran deslizado en su interior. Es una extraña combinación, la alegría infantil de sus colecciones y juguetes y la intensidad de las imágenes de los hechos que ha presenciado y que están


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grabadas en su memoria; de alguna manera, ambas cosas no se conjugan del todo. Estamos en su sala de estar, rodeados de objetos de interés. Enrique se levanta y va a su dormitorio de donde vuelve con uno de sus muchos álbumes marrones acolchados de piel sintética. Está lleno de sus retratos (en general, instantáneas tomadas por otros), con cada una de las páginas protegidas por una hoja de película adhesiva: Metinides trabajando con cámara en mano; Metinides vestido con un traje; Metinides en el atuendo propio del periodista con innumerables bolsillos; Metinides con prendas protectoras y casco. Después vienen las fotografías de acción: Metinides corriendo en una explosión de gas; Metinides con el agua hasta las rodillas en una inundación o haciendo frente a una súbita tormenta de nieve; inspeccionando cadáveres de un autobús accidentado, rodeado por otros periodistas en un tiroteo; saltando de un vagón a otro en un tren accidentado, siempre en búsqueda del mejor ángulo, de la mejor toma. También tiene catalogadas sus innumerables credenciales de prensa, identificaciones de la policía, permisos de estacionamiento y tarjetas de visita; lo que sorprende es no ver ningún viejo pasaporte. Me dice: «Nunca pedí uno. Nunca tomaré un avión». Este es el hombre que ha visto más tragedias que la mayoría de los mortales, y, con seguridad, más accidentes de aviación, pero insiste en que esa no es la razón. Me cuenta que desde niño quedo traumatizado cuando un grupo de jóvenes lo colgó de un edificio. Por ello, y a pesar de las muchas fotografías que ha tomado desde alturas que aterrarían a la mayoría, Enrique Metinides nunca subirá a un avión. «Es diferente», nos dice. «Cuando estaba absorto en mi trabajo, ¡nunca se me ocurrió mirar hacia abajo! Simplemente trabajaba. Era después cuando pensaba en ello». Si una exposición implica un viaje en avión, no asiste a ella. Algunas veces lo representa su hija Mónica. Los armarios con la ropa de Metinides están ordenados con cuidado; las corbatas disponibles, con un nudo ya hecho para poder partir con rapidez; los zapatos lustrados y a punto. Como un bombero listo para deslizarse por la barra, Metinides está siempre preparado, incluso hoy. Dentro del hacinamiento existe una disciplina. Parece como si hubiera creado su propia versión de la ciudad que, a pesar de su intensidad, continúa funcionando. El mundo de Metinides funciona meticulosamente. Sabe dónde está cada cosa, del mismo modo que sabe dónde está cada calle. Entrar a lo que habría sido un segundo dormitorio solo puede hacerse por invitación. Recuerdo las palabras de Monsiváis, «demasiado de todo». Cuidadosamente dispuestos en ese pequeño espacio hay más de cuatro mil juguetes. El visitante entra con cuidado; un solo movimiento torpe y, por un efecto dominó, se


destruirían dioramas enteros. Hay automóviles en miniatura, camiones, ambulancias y coches de bomberos, y, junto a ellos, un ejército de socorristas y fuerzas de seguridad: policías, bomberos y personal sanitario de ambulancias. Son sueños de niño y el paraíso de un socorrista. Metinides los cuida con cariño; toma uno y recuerda quién se lo regaló o dónde lo compró y cuándo. En la actualidad, las fronteras entre lo relativo a su trabajo y su colección de juguetes se difuminan, y los dos mundos se unen en su trabajo más reciente, la «serie de los juguetes», un híbrido de fantasías y desastres del pasado. Las fotografías originales de Metinides de un incendio o una colisión vuelven a fotografiarse como telón de fondo de un nuevo relato, protagonizado por equipos de rescate de Lego colocados en primer plano. De este modo, los juguetes se convierten en protagonistas en nuevas versiones de dramas antiguos. Estos trabajos, que aparecieron por primera vez en la revista Picnic en 2008, han ido evolucionando a lo largo de varios años mediante el diálogo y la colaboración de Metinides con la editora de Picnic, Véronique Ricardoni. Fue una idea que gustó a Metinides. Sonríe cuando ve sus nuevos trabajos. Impresos en Costco, los colores son exuberantes y vivos; el rojo de un coche de bomberos parece sangrar sobre el papel brillante. Le divierte y alegra la atención que despiertan estas fotografías. Hemos trabajado en este libro en el dormitorio. La cama es el único espacio disponible para poner las fotografías; todo lo demás está cubierto por objetos. Hay dos pantallas planas al pie de la cama y numerosos controles remotos. Metinides ve, y graba a veces, las noticias en varios canales al mismo tiempo. Ha conservado la transmisión del 11-S y del tsunami de 2011, tanto por las emisoras internacionales como por la televisión mexicana. También dispone de una radio bidireccional conectada a la frecuencia utilizada por los equipos de rescate que se mueven por la ciudad. Día y noche, Metinides controla todavía, si quiere, lo que ocurre. Pero hay una diferencia: las comunicaciones que en su día servían para alertarlo, son hoy un sonido informativo de fondo ocasional, el eco de la época en la que hubiera dejado de lado lo que estuviera haciendo para correr allí con sus cámaras. En otra pared están las instantáneas familiares, junto con su colección de imágenes de la Virgen de Guadalupe. La Virgen lo protege. La ha visto en medio de una explosión en la que las llamas lo abrasaron todo excepto su retrato, que se salvó milagrosamente. Para millones de mexicanos, su basílica es el santuario más sagrado, y su poder protector, incuestionable. La lealtad de Metinides a su imagen es inquebrantable. Siempre caballeroso y correcto, Enrique insiste en acompañarme hasta mi automóvil al terminar nuestras

reuniones. Su vivienda se encuentra en un edificio de vecindad de tres plantas con una fachada de azulejos brillantes de color teja, que podría ser el telón de fondo de una gran parte de sus fotografías. Está situada en la Avenida Revolución, una de las calles más largas y concurridas de la ciudad. A su lado hay una tienda de podología que vende también equipo médico, incluidas muletas y sillas de ruedas. En el escaparate hay truculentas fotografías de dedos de los pies en diversos estados de descomposición fúngica. Proporciona un aspecto surrealista a la entrada a su edificio desde la concurrida calle. Aunque Metinides vive solo, está rodeado por su familia que ocupa distintos apartamentos. Es un ejemplo perfecto de la gran familia: cada una con su espacio propio pero lo suficientemente cerca para ayudarse. Los valores familiares constituyen una gran parte del mundo de Metinides. Es griego mexicano de segunda generación, nacido en 1934. Su familia llegó a México en la década de 1920, parte de una pequeña comunidad muy unida que dejó Atenas cuando estalló la guerra con los turcos en 1919. Él sabe muy poco del griego que hablaban sus padres entre ellos y con sus amigos, pero lo entiende. Su sentido de la familia y la comunidad tiene sus raíces en su experiencia infantil. Los padres de Metinides regentaron varios negocios, entre ellos un restaurante en Guadalajara, donde su madre cocinaba una combinación de platos griegos y mexicanos. Pero sus recuerdos más vívidos son los de la Bolería Regis, la tienda de la familia en el centro de la Ciudad de México. Estaba situada junto al Hotel Regis, que más tarde aparecería en una de sus fotografías más famosas, tomadas inmediatamente después del terremoto de 1985. El establecimiento estaba dirigido especialmente a los turistas y vendía postales, cigarrillos, dulces, baratijas y cámaras, aunque también ofrecía el servicio de revelado de fotografías. A los diez años, su padre le regaló su primera cámara, una Brownie, con varios rollos de película procedentes de la tienda que acababa de cerrar. Metinides conserva algunas de las primeras fotografías que tomó con esa cámara, la vida callejera del Centro Histórico, cerca de donde vivía, en San Cosme, y de la pantalla de los cines.

¡Iba a las sesiones matinales con su cámara y fotografiaba las escenas de acción! 11


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T RAGEDIA 1 Carretera a Cuernavaca, 1948 Siempre me gustó esta fotografía. La tomé en la antigua carretera a Cuernavaca inmediatamente antes de Tres Marías, donde había una parada de taxis. Un coche viejo había sido abandonado tras un accidente. Me encanta el paisaje del valle una vez que se sale de la ciudad. Si estuviéramos de nuevo en este lugar solo veríamos casas; hace tiempo que el paisaje ya no es como éste. Tenía catorce años cuando tomé esta fotografía.


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TRAGEDIA 23 Ciudad de México, hacia principios de la década de 1960 Un policía resultó muerto al acudir al lugar en el que se producía el atraco en una fábrica. Seguí la historia hasta su entierro, y al pie de la tumba tomé esta fotografía de su hija cuando le daba el último adiós. En su mano lleva un puñado de tierra para echarlo sobre el ataúd.

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es la selección que hace Enrique Metinides de las 101 imágenes clave de su vida como fotógrafo de escenas de crimen y accidentes en México para diarios locales y nota roja. Sus textos acompañan cada una de las imágenes, y a través de ellos describe la situación, los personajes y la vida en las calles, la tristeza de las familias, los criminales y el heroísmo de los equipos de rescate, lo que deja entrever una gran parte de su propia persona. Sus imágenes, que también se hallan en colecciones museísticas de todo el mundo, son convincentes, inmediatas, en ocasiones llegan a producir conmoción, y siempre auténticas. Algunas de las fotografías también van acompañadas de las páginas en las que aparecieron publicadas en prensa, recopiladas por Metinides. A modo de introducción se presenta un ensayo informativo de Trisha Ziff, productora de películas y documentales así como comisaria, que ha colaborado con Metinides en este proyecto durante más de cinco años.

ISBN 978-84-9801-659-8

Preservamos el medio ambiente • Reciclamos y reutilizamos. • Usamos papel de bosques gestionados de manera responsable. • Pedimos a nuestros impresores que reduzcan el consumo de agua y energía. • Verificamos que nuestros proveedores jamás empleen mano de obra infantil.

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