así es... Van Gogh

«Aunque estoy a menudo en las profundidades de la miseria, todavía hay tranquilidad, armonía pura y música dentro de mí».

así es…

Van Gogh

GEORGE RODDAM

Ilustraciones DE SŁAWA HARASYMOWICZ

Título original: This is Van Gogh Edición Catherine Ingram Diseño de cubierta Pentagram Design, basado en el concepto original de Melanie Mues. Ilustración de Agnès Decourchelle Traducción Cristóbal Barber Casasnovas Revisión de la edición en lengua española Llorenç Esteve de Udaeta Historiador de Arte

Coordinación de la edición en lengua española Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2015 © 2015 Art Blume, S. L. Av. Mare de Déu de Lorda, 20 08034 Barcelona Tel. 93 205 40 00 Fax 93 205 14 41 E-mail: info@blume.net © 2015 del texto George Roddam © 2015 de las ilustraciones Sława Harasymowicz I.S.B.N.: 978-84-9801-821-9 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

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Van Gogh GEORGE RODDAM

Ilustraciones DE SŁAWA HARASYMOWICZ

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En septiembre/octubre de 1886, Van Gogh escribió una carta a su amigo de Amberes Horace Livens. A pesar de que todavía no era «uno del club», admiraba la obra de los impresionist as Monet y Degas.

Van Gogh imitó su uso del color en estudios florales pintados con contrastes de azul/ naranja, rojo/verde y amarillo/violeta.

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A pesa r de la soled ad que expe rimentaba en Arlés, Van Gogh . encontraba consuelo en la naturaleza Mient ras que en Holan da había mostrado las dura s vidas de las a, personas que trabajaba n la tierr el en en la Provenza se concentró poder redentor de la naturaleza, y su belleza se convi rtió en un antídoto de su mela ncolía.

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El psiquiátrico de Saint Rémy A pesar de su deseo de seguir trabajando, Van Gogh no conseguía recuperar el equilibrio y se pasó los primeros meses de 1889 yendo y viniendo del hospital a la Casa Amarilla. En marzo, durante una visita de su viejo amigo Signac, trató de beberse una botella de aguarrás.

Perturbada por el extraño comportamiento de Van Gogh, la gente del pueblo presentó una petición al jefe de la policía para que internara al pintor en un centro psiquiátrico. En un primer momento fue ingresado en el hospital de Arlés, pero en mayo entró voluntariamente en el psiquiátrico de Saint Rémy, una pequeña ciudad provenzal a 25 km al noreste de Arlés. Fue el propio Van Gogh quien lo decidió: las autoridades no pensaban que supusiera un peligro para nadie.

Podía irse cuando quisiera, pero pasó todo el siguiente año allí con la esperanza de curarse.

Cuando llegó a Saint Rémy, Van Gogh tenía la esperanza de que su médico, Théophile Peyron, fuera el hombre adecuado para ayudarle. Pero continuó sufriendo ataques durante los meses siguientes, y cada vez se sentía más desalentado. A fi finales de 1889 trató de envenenarse de nuevo, esta vez comiendo pintura. Durante sus repetidos períodos de inestabilidad no se le permitía salir al exterior, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo dentro de las claustrofóbicas paredes del psiquiátrico.

Momentos de lucidez Sin embargo, durante esa época, Van Gogh también tuvo etapas de relativa estabilidad. En esos momentos su deseo de pintar volvía, y Theo consiguió que dispusiera de dos pequeñas habitaciones en el psiquiátrico, una que hacía las veces de dormitorio y otra que servía de taller, donde sus materiales para pintar podían guardarse con seguridad. El doctor Peyron lo dejaba pintar con supervisión, ya que creía que esa actividad podía contribuir a su recuperación.

Como apenas tenía contacto con el mundo exterior, Van Gogh empezó a basarse cada vez más en sus recuerdos y en la obra de otros artistas.

Produjo una serie de pinturas en las que reinterpretaba la obra de Millet. También creó una escalofriante imagen inspirada en la pintura de Gustave Doré de unos prisioneros que hacen ejercicio en un patio.

En su reclusión, Van Gogh se identificaba fi con los hombres que están condenados a andar en un círculo eterno, acorralados por los altos y oscuros muros que los rodean.

Durante los períodos de lucidez prolongada, Van Gogh podía salir al aire libre para pasear, aunque siempre con vigilancia. Como en Arlés, quedó cautivado por los vivos colores del paisaje local y le gustaron en especial los campos de olivos que rodeaban el psiquiátrico; a menudo, durante sus salidas, dibujaba los troncos retorcidos de los viejos árboles. Cuando volvía al taller creaba vibrantes pinturas que captaban el color verde-plata de sus hojas y el celeste del cielo de la Provenza. El trazo enérgico de las imágenes sugiere que él veía la robusta vitalidad de los árboles como un símbolo de esperanza.

Maltratados por el mistral y el calor del sol del sur, los olivos se aferran tenazmente a la vida, lo mismo que trataba de hacer Van Gogh.

Regreso al norte En la primavera de 1890, tras pasar casi un año en el psiquiátrico de Saint Rémy, el estado mental de Van Gogh no había mejorado.

Hacía poco había sufrido las crisis más graves hasta la fecha, y su cabeza estaba llena de abrumadores recuerdos de su vida en el norte.

Su sueño de establecer una colonia de artistas en la Provenza se había esfumado tiempo atrás, y se consagró a una serie de pequeñas pinturas y dibujos que mostraban a los campesinos y las cabañas holandesas que había pintado ya casi una década atrás. En mayo de 1890 cedió a la nostalgia y tomó un tren hacia París. El doctor Peyron completó el último informe sobre su paciente con una única palabra: «Curado».

Pero se trataba de una forma de lavarse las manos: sabía que Van Gogh estaba lejos de la curación.

En París, Van Gogh tuvo un feliz encuentro con Theo, ya entonces casado y orgulloso padre de un niño llamado Vincent Willem. La esposa de Theo, Jo, explicó que cuando su marido le enseñó a su sobrino tocayo, ambos hombres lloraron de alegría. Pero Jo y Theo estaban muy preocupados por el estado mental de Vincent.

Auvers-sur-Oise El feliz encuentro solo fue una parada en el camino. Van Gogh pasó tres días en París antes de proseguir hacia Auvers-sur-Oise, donde Theo había preparado un lugar para que su hermano viviera y pintara bajo el cuidado del doctor Paul Gachet. Este último había tratado a otros artistas, y él mismo era un pintor afi ficionado, por lo que Theo esperaba que tuviera más éxito que el doctor Peyron ayudando a su hermano.

Auvers tenía conexiones artísticas que sin duda atrajeron a Van Gogh.

Daubigny se había instalado allí en 1861, y Pissarro, Cézanne y Gauguin habían vivido en la vecina Pontoise. El 20 de mayo de 1890, Van Gogh recorrió el corto trayecto en tren de París a Auvers. Desde la estación, subió la colina, pasó por la antigua casa de Daubigny y llegó a la consulta de Gachet. Este sería el último viaje que haría en su vida, pero en Auvers creó algunos de sus cuadros más sobrecogedores.

Autor de algunos de los cuadros emocionalmente más expresivos de la historia, Van Gogh utilizó el arte para mostrar su propia reacción al mundo que le rodeaba.

El artista conocía las innovaciones de su época, que aplicó en su obra para dotarla de una nueva expresividad.

Al mismo tiempo, hablaba con la máxima lucidez sobre cómo el color y las líneas le ayudaban a alcanzar el objetivo que se había impuesto como artista: transmitir el éxtasis y la desesperación de la vida.

ISBN 978-84-9801-821-9

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