Vale un potosí

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AR T EM CE T

ERA

Leopoldo Blume Cristina Rodriguez Fischer Miquel Dewever-Plana Isabelle Fougère María Teresa Lema Garrett Anna Valls Torres

Dirección editorial Coordinación editorial Fotografías, edición fotográfica, concepto gráfico y maqueta, recopilación y transcripción de testimonios Novela negra Traducción al castellano de la novela de Isabelle Fougère Maqueta

Primera edición en lengua española 2020 © 2020 Naturart S.A., Editado por BLUME Carrer de les Alberes, 52, 2.°, Vallvidrera 08017 Barcelona - España Tel. 93 205 40 00 email: info@blume.net © 2020 Artem&Cetera Association Culturelle 25 rue des Bezines 16000 Angoulême - Francia © 2020 Miquel Dewever-Plana © 2020 Isabelle Fougère © 2020 de los textos, sus autores © 2020 INTERFOTO / Alamy Foto (grabado de las páginas 2-3) I.S.B.N.: 978-84-17757-85-4 I.S.B.N.: 978-84-18459-13-9 (edición gratuita) Depósito legal: B.16795-2020 Impreso en Tallers Gràfics Soler, Esplugues de Llobregat (Barcelona) www.blume.net www.artem-cetera.org www.miquel-dewever-plana.com Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito de los editores y de sus autores. Preservamos el medio ambiente. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.


VALE UN

POTOSÍ


En memoria de Antoni Traveria (1957 - 2018)

Gervasio Sánchez

PRÓLOGO— RECUPERAR UN TIEMPO QUE PARECE PERDIDO —P10

Pascale Absi

1— FORTUNA E INFORTUNIO DE POTOSÍ —P14 2— EN EL FONDO —P22 3— EN LAS FALDAS DE LA PACHAMAMA —P70 4— CIELO Y TIERRA —P122 5— EN EL DÍA A DÍA —P190

Miquel Dewever-Plana TESTIMONIOS:

— ELLOS —P44 — ELLAS —P96 — ELLOS —P164 LO QUE LES DEBEMOS —P220 PIES DE FOTOGRAFÍA —P224 GLOSARIO —P241 AGRADECIMIENTOS —P244



Llegué a llorar de cansancio Soy del campo y allí solo hablamos quechua. Salí de la escuela a los 13 años para trabajar en el campo. Somos nueve hermanos y mi papá partió su terreno y nos dio un pedazo a cada uno. Pero no era suficiente para mantener a la familia. Uno de mis hermanos trabajaba de minero en Potosí y me convenció de ir a vivir allí con mi esposa. Así me volví minero. No ha sido fácil porque yo no creo en el Tío, pero lo respeto. Tengo otra fe, otra creencia, soy evangélico y mi iglesia no me permite challar el Tío, tampoco tomar alcohol, pichear coca o hacer deporte. Al principio mis compañeros me molestaban, diciéndome que si hubiera hecho ofrendas al Tío mi veta hubiera sido mucho mejor, y que en cualquier momento puedo sufrir un accidente porque el Tío no me protege. Pero hasta la fecha todo tranquilo, no me ha pasado nada. Trabajaba de peón con un socio y luego empecé a excavar solito mi propio callejón. 400 metros en dos años sin ganar nada. Llegué a llorar de cansancio. Nos quedamos económicamente bien jodidos. Eso es lo que me tocó hacer para sobrevivir. Finalmente encontré una veta que me da más o menos plata, pero actualmente la cotización está demasiado baja. Sin embargo, no quiero dejar mi paraje por todo el sufrimiento que me dio para conseguirlo, aunque me siento agotado, mi cuerpo me duele demasiado, ya no aguanta. A menudo recuerdo lo que mi abuelo me contaba con tristeza cuando yo era chiquito. Él vivió todavía el tiempo de los patrones y tuvo que trabajar como esclavo recibiendo chicotes en lugar de un pago justo. Igual fueron tratados por los españoles los que trabajaban en las minas. Se quedaban semanas dentro del cerro sin salir nunca, muchos morían dentro y muchos de los que salían vivos se quedaban ciegos por haber pasado demasiado tiempo en la oscuridad. Tengo la esperanza de poder dejar algún día la mina e irme a buscar trabajo en Cochabamba y, si no, me iré de nuevo a trabajar la tierra en mi pueblo. Todo lo que hago es por mi esposa y mis hijas, para que no sufran como yo.


Justino Beltrán López

37 AÑOS


Somos como los guardianes del templo Nací en el campo. Mis padres eran agricultores y muy pobres. Solo dos añitos he ido a la escuela. Cuando conocí a mi primer esposo, no me enamoré, pero mi mamá a la fuerza me obligó a casarme. Nos fuimos a vivir a Potosí, al cerro. Pensé que tal vez con este hombre podría ser un poco feliz, dedicándome a cuidar a mis wawas y sirviendo a mi marido. Pero eso fue en mis sueños. Porque la realidad no fue un cuento de hadas. Salió flojo, no trabajaba y nunca me daba plata para dar de comer a sus hijos. Era bueno solo para beber, pegarme y para dejarme embarazada. Con él tuve once hijos. Dos de ellos murieron a causa de sus golpes y yo tuve cuatro abortos por sus maltratos. Así que solo tengo cinco hijos vivos con él. Aquí los hombres son muy machistas… las mujeres golpeadas hacen cola en el Centro de salud o en la oficina del defensor del pueblo. Como me hacía un wawa al año, lo tuve que aguantar más de trece años. El día que me quebró la nariz, los mineros salieron en mi defensa y la policía se lo llevo. Nunca ha vuelto. Es cuando decidí trabajar como peona en el interior de la mina, como los hombres, para ganar más dinero. Muy pocas de nosotras nos atrevemos a meternos dentro del cerro, y no somos muy bien vistas por los mineros. Pero se gana bien, aunque es duro porque es trabajo de hombre. Ahora trabajo de serena, como muchas mujeres viudas o solas. Somos como los guardianes del templo... Pero nadie nos respeta ni tampoco nos valora como nos merecemos. También fui a La Paz para manifestarme y pedir viviendas para los pobres como yo. Pero nada. El gobierno solo está allí para robar, no para compartir con el pueblo. Pocas cosas me dan alegría en esta vida. A veces un poco mis wawas o cuando nos reunimos con las mujeres del cerro… con ellas sí me río un poco. Porque si no, solo son problemas y angustias. Espero que por lo menos uno de mis hijos llegue a ser profesional para así poder salir del cerro. De lo contrario, solo cuando muera podré salir de allí para llegar directamente al cementerio y, aunque solo sea un hoyo, por fin tendré un techo propio.


Lucía Armijo

45 AÑOS





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