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Lábrido limpiador azul
Labroides dimidiatus
Si alguna vez siente la tentación de creerse las historias de que los peces solo tienen una memoria de siete segundos o son incapaces de sentir dolor o alegría, piense en el lábrido limpiador. En los arrecifes de coral que recorren los trópicos se desarrollan escenas de gran actividad en los territorios de los lábridos limpiadores. Otros peces llegan y esperan con paciencia su turno para que les quiten de la piel los parásitos chupadores de sangre. Cada día, los lábridos limpiadores atienden a cientos de clientes, a los que recuerdan y a los que se adaptan para darles servicio. Es esto lo que mantiene a la empresa de limpieza en el negocio y, sobre todo, lo que permite que siga viva.
En cada estación de limpieza, todo el mundo observa una estricta etiqueta y se desarrolla una intrincada coreografía. En primer lugar, los lábridos limpiadores, que actúan solos o en parejas, anuncian sus servicios realizando bailes y moviendo la cola rítmicamente. Después, cuando comienzan a limpiar, su cliente se mantiene inmóvil, como en estado de trance. Aunque muchos de estos clientes son depredadores que podrían comerse sin problema a los pequeños limpiadores, que son del tamaño de un cigarro, una vez que terminan sus tareas de limpieza, se hace una tregua y nadie se come a nadie. El lábrido limpiador nada con valentía hacia las bocas abiertas de morenas, meros y otros cazadores de afilados dientes. Es como si un domador de leones no solo metiera la cabeza en las fauces del animal, sino que se metiera entero dentro. Para esos clientes, el lábrido limpiador siempre se comporta de la mejor manera, sobre todo para los depredadores que llevan un tiempo sin comer, cosa que de algún modo puede percibir este pez. Cuando su cliente es peligroso o está hambriento, el lábrido limpiador se limita a quitarle parásitos y pieles muertas. Pero los herbívoros inofensivos, como el sigano y el pez cirujano, no siempre reciben tan buen trato: hay veces en las que el lábrido limpiador engaña a estos clientes y se come trozos de piel viva. Lo hace para conseguir un poco de la mucosidad que recubre la piel de los peces, lo que le ayuda a prevenir los daños causados por los rayos UV que sufre por vivir en aguas tropicales bañadas por el sol. Los peces no generan el protector solar por sí mismos, sino que lo obtienen a través de la dieta, de ahí que el lábrido limpiador a veces muerda más fuerte, pero siempre lo enmienda después dándole al cliente un masaje por toda la aleta. Es obvio que los clientes disfrutan de este contacto físico, ya que se les ponen los ojos en blanco y parecen entrar en un dichoso trance. Los científicos han observado el descenso de las hormonas del estrés en la sangre de los peces tras recibir un buen masaje. Es probable que estos sigan visitando las estaciones de limpieza, en ocasiones cientos de veces al día, no porque tengan parásitos, sino simplemente porque les hace sentirse bien.
El lábrido limpiador también aprende qué peces viven en territorios pequeños y no disponen de otras estaciones de limpieza a su alcance. Tal vez estos se vayan molestos cuando los muerden, pero el lábrido sabe que volverán porque no tienen otra opción. Además de su impresionante memoria a largo plazo y su capacidad para percibir la motivación de otros peces, el lábrido limpiador muestra otros indicios de capacidades cognitivas avanzadas. Incluso es posible que tenga autoconsciencia. En 2019, un grupo de científicos de Alemania publicó un estudio en el que tuvieron a diez lábridos limpiadores en acuarios individuales equipados con un espejo. Al principio, los peces se lanzaron hacia su reflejo, al que confundieron con un intruso no deseado. Un día después se calmaron y comenzaron a mirarse en el espejo. A continuación, los científicos pusieron gel de color a cada pez en la cabeza, y nueve de cada diez de ellos observaron su reflejo, quizás por ser conscientes de que su aspecto había cambiado. Algunos se frotaron la cabeza contra el tanque como si trataran de quitarse el punto de color. Los peces a los que se les había aplicado un gel incoloro no hicieron nada parecido.
El estudio suscitó controversia, si bien se han realizado pruebas similares en delfines, chimpancés, cuervos y elefantes que sí se han considerado concluyentes.