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¿Alguna vez has comprado algo que sabes que no existe?

Dr. Raúl García Miranda

M.V.Z. Luis Arturo García Domínguez

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M.V.Z. Beatriz Figueroa Andrade

Realmente estaba muy concurrido el auditorio. Los participantes en la mesa redonda eran personas de mucho prestigio. La Universidad había invitado a dos ponentes distinguidos que no fueran universitarios propios y a dos ponentes distinguidos de la propia Universidad. La moderadora era una autoridad universitaria experta en llevar a buen fin las mesas redondas. Se había tenido cuidado en la equidad de género, así que dos ponentes eran mujeres y dos hombres. Una de fuera y una local, al igual los hombres. La mujer ponente que no era miembro de la comunidad universitaria es una religiosa católica misionera. La mujer que sí es miembro de la comunidad universitaria tiene doctorado en Filosofía. El hombre que no pertenece a la comunidad universitaria posee doctorado en Matemáticas. Y el que pertenece a la comunidad universitaria es experto en computación y sistemas electrónicos. El común en ellos es que su tema de interés en el cual eran expertos era la “Realidad virtual”. Habían escrito artículos, libros, dado conferencias, disertaciones, etc., sobre realidad virtual. La moderadora daba la palabra en forma alternada y hacía que en cada intervención los expositores respetaran su tiempo.

Todo iba bien, muy interesante y aleccionador hasta que uno de ellos dijo: «Me supongo que todos estamos de acuerdo en que en la realidad virtual, todo lo que sucede ahí es virtual y basta que seamos capaces de distinguir lo que no existe de lo que sí existe».

Tocó el turno de hablar a la religiosa y le dijo con mucho respeto: «Claro que no es así. En la realidad virtual suceden cosas reales, y continuó, voy a hacer una pregunta al auditorio. El auditorio estaba lleno a su capacidad total, así es que éramos 800 personas. ¿Quién ha comprado alguna vez algo que sabe que no existe? Rápidamente agregó: Antes de contestar piensen: ¿Quién tiene una aplicación de metaverso? ¿Quién tiene un avatar en su metaverso? Ahora sí, por favor levanten la mano quienes alguna vez han comprado con dinero real, algo que saben que no existe». Muchos, tal vez la mayoría del auditorio volteamos a nuestro alrededor, pensando que nadie levantaría la mano. ¿Cómo vas a gastar dinero real, en algo que tienes la conciencia de que no existe?, pero ¡cerca de cincuenta personas levantaron la mano!

Yo, ya viejo y reumático, ignorante de la realidad virtual, considerado analfabeta tipo IV (y eso que soy médico, con una maestría y un doctorado), me quedé admirado de que cincuenta personas compraran con dinero real cosas que saben que no existen. Sin embargo, me preguntaba: «¿Cómo compran eso?, ¿para qué compran eso?, ¿dónde compran eso?»

Continuó la religiosa: «¿Me ayudas?», le dijo a una estudiante de la universidad de las que habían levantado la mano. Ella dijo: sí. Le preguntó la religiosa: «¿Tienes un avatar en realidad virtual?», sí, contestó ella. «¿Qué has comprado que sabes que no existe?» Preguntó la religiosa, a lo que contestó la alumna: «Tengo un avatar caro porque vive en un nivel socioeconómico muy alto. Así es que sólo le compro ropa de marcas de élite. Sólo usa zapatos italianos de prestigio. Mi avatar es mujer, así es que los perfumes que usa son muy caros. Gasto mucho en ella». Preguntó la religiosa «¿Gastas dinero real o virtual?, ¿pesos de verdad o pesos de mentira?, ¿tienes conciencia de que lo que compras no existe?», contestó la chica, «sí, ¡claro que es dinero real!, ¡pesos de verdad! De hecho, cuando compro en dólares, tengo que pagar al tipo de cambio del día. Y claro sé que mi avatar no existe y lo que le compro tampoco existe, pero es un mundo donde yo diseño la realidad que quiero que mi avatar tenga y eso me da satisfacción».

¡Caramba! dije yo, ahora sí me siento analfabeta tipo mil, no nada más cuatro. El tiempo de la religiosa estaba por terminar y le tocaba a otro ponente, sin embargo a quien le tocaba, dijo en voz alta por el micrófono: «Madre Susana, continúe, le cedo mi tiempo». Susana se llamaba la religiosa. Así es que la religiosa continuó.

Volvió a preguntarle a la chica: «¿En qué más gastas en tu avatar, sabiendo que no existe, en la realidad física o sólo en la virtual?». La chica contestó: «Reina, mi avatar mujer, tiene un perro que se llama rey. El perro era el más caro del mercado en el momento que lo compré, ahora hay más caros. Sin embargo, como es un perro muy fino, come comida especializada, va a la estética dos veces por semana, va al veterinario cada tres meses a revisión, usa suplementos y complementos alimenticios y tiene una estancia acojinada y climatizada. El perro, rey, me cuesta casi lo mismo que Reina». «Gracias, contestó la religiosa. Con esto termino: En la realidad virtual no sólo suceden cosas virtuales, hay cosas como los gastos que son del mundo real y se usan en el mundo virtual. Se compran cosas con dinero real que se sabe que no existen. Y para terminar agregó: ¡No hemos tocado la parte psicológica, emocional y espiritual del dueño del avatar ni del avatar! ¿Qué nos depara el futuro?».

Después de un rato se terminó la mesa redonda sobre realidad virtual y un poquitito antes de que terminara me salí rápidamente para colocarme en la puerta y hablar con la chica del avatar. Estaba conmocionado. ¡Un avatar con un perro virtual, que es muy caro de mantener! Quería hablar con la chica sobre esto. En cuanto la vi que salía con un grupo de amigos, me acerqué y le dije: Hola, me presenté como profesor de la universidad, para generar confianza y le pedí hablar ahí con ella, en presencia de sus amigos un momento. Amablemente me dijo que sí. Mi interés era el perro virtual que generaba tantos gastos y la relación con el avatar. Mi relación con mis perros es excelente. En la realidad real, como le llamaban los expositores, mis perros son felices y yo también. Pero ambos existimos. Somos buenos amigos, ellos lo saben y yo también, pero nos lo manifestamos en forma evidente.

Le dije a la chica: «Estoy choqueado, si no se dice así, entonces estoy en shock, ¡qué barbaridad! Una humana que no existe, tiene un perro que tampoco existe, cuya manutención es carísima, pero hace “feliz” a la avatar y el perro también es “feliz”.Interactúan para todo y siempre andan juntos, pero no existen, se aman uno al otro, pero no existen en la realidad real, pero sí existen en la realidad virtual». La chica me contestó: «Para eso existe el metaverso, para hacer realidad, lo que en realidad no existe, pero como la realidad tú la manipulas, ahí todos pueden ser felices, sin una tristeza jamás, hasta un perro también». Le agradecí, me disculpé por mi ignorancia y me fui a mi casa, hecho bolas, ¡Realmente hecho bolas! ¡¿Un metaverso?!

Regresé a mi casa para acariciar a mis perros e ir a pensar en mi sillón favorito, donde frecuentemente pienso y doy rienda suelta a mis pensamientos y razonamientos y emociones y oraciones, etc. Y también frecuentemente me quedo dormido.

Este tema deberá ser un asunto discutido en la Academia de la Lengua Humana y Canina de Pénjamo con sede en León. Los perros en los metaversos, porque son en plural, porque cada quien puede tener su propio metarverso. No es como el universo donde sólo existe uno y es el mismo para todos, cada quien con su historia y su realidad, pero no hay otro universo, sólo este. Sin embargo, existe un problema importante para discutir este tema con los perros en la Academia, van a pensar que estoy loco. Cuando piensan que los temas a tratar son importantes o interesantes no me hacen caso, menos me van a hacer con un tema que ni siquiera sé cómo se los voy a explicar.

Otra vez, viene a mi mente una pregunta que no he podido contestar del todo en los últimos años. ¿Cómo será la canofilia del futuro? Cuando pienso en mi preparatoria, ciertamente hace tanto tiempo que había dinosaurios, me inquieto más. Porque en la preparatoria leí en la clase de literatura, varias obras de Julio Verne. Cuando las escribió eran ciencia ficción, es decir no eran posibles ni el viaje a la luna, ni las veinte mil leguas de viaje submarino, ni la vuelta al mundo en globo, etc. Ahora todas ellas son realidad. ¿Será que nuestros perros en un futuro próximo estarán en nuestro metaverso en lugar de en nuestra casa?

Pensemos, otra vez pensemos y de nuevo pensemos…

Foto: Unsplash

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