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Ebony, las peripecias de una perra que no puede ser guía

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Triaca

Triaca

Por: Olivita de México

“Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro”

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(Dicho popular)

Hola amigos lectores. Les saludo con mucho cariño y agradeciéndoles su tiempo para leer el presente artículo. En esta ocasión me corresponde ser la voz de Ebony, esa hermosa Cobrador de Labrador negra que me ha pedido ser el personaje central de esta breve historia. Quién mejor que una perra guía para expresar su sentir al venir de tan lejos y adaptarse a la agitada vida de la Ciudad de México, su nueva patria desde el 21 de diciembre de 2016. Es mi deseo que estas líneas sirvan para conocer más sobre tan excepcionales, cariñosos, leales, inteligentes, nobles y todo adjetivo que sirva para reconocer el loable trabajo de estos asombrosos canes. Y sin más preámbulo, les dejo con la interesante vida de quien, considero, es el único ser capaz de brindar amor incondicional en todo el Universo.

Hola, me llamo Ebony, una hermosa Labrador negra. Nací lejos de aquí, el 28 de junio del 2015. Tengo cinco años de edad y peso 30 kilogramos aproximadamente. Me encanta comer, -según dicen por ahí-, devoro las croquetas a una velocidad impresionante. Disfruto me acaricien todo el tiempo, así como llamar la atención de toda persona que me mira. Sí señor, un poco vanidosa soy, ¿verdad?

Mientras descanso echada en mi camita, les cuento un poco de mi intensa historia. Recuerdo que vivía muy feliz en Leader Dog for the Blind, escuela de entrenamiento de perros lazarillos que se localiza al norte de Estados Unidos.

Foto: Pixabay

Jugaba y comía al lado de mi familia. Todo era alegría, pasaron semanas y yo seguía gozando de las caricias de mi mami. De pronto, un día como cualquiera vinieron por mí y me llevaron a Memphis, Tennessee, una ciudad muy hermosa, en donde viviría durante largos meses, conviviendo con la familia de Cathy, quienes me acogieron cariñosamente y educaron para comportarme en sociedad. Lo principal es que me amaron de forma incondicional, pues esta generosa familia sabía que después de enseñarme tendrían que devolverme a la escuela para iniciar de manera formal mi instrucción como Perra Guía.

Por fin llegó el día, pero ¡oh, qué tristeza! separarme de ellos cuando más los quería. Sin duda alguna los extrañaré, pero tengo que cumplir mi misión: “ser los ojos de quienes no ven”. Regresé a la escuela con una mezcla de sentimientos y con la incertidumbre de conocer mi futuro (como sucede con todos los humanos y animales). Comenzó mi adiestramiento en la escuela, por lo que seguí atentamente las instrucciones de mi mentor, Randy, que se mostró un poco rudo, seguramente porque es de los entrenadores más veteranos de esta prestigiosa escuela, algo así como una “vaca sagrada” en experiencia, pero generoso igual que el resto de instructores de Leader Dogs, de lo contrario, no trabajaría en beneficio de las personas ciegas del mundo.

Transcurrieron algunos meses en los cuales tuve que aprender cantidad de instrucciones: siéntate, échate, busca

Foto: Olivita de México

escaleras, puertas, bordillos, así como despacio, rápido, recto, izquierda, derecha, entre otras más, mismas que se convirtieron en una constante en el entrenamiento. Puse lo mejor de mí. He sido una perrita sobresaliente en mi clase. Bueno, aunque también debo decir que de vez en cuando hubo uno que otro regaño y llamada de atención, pero sopesando unos y otros, fueron más las caricias y premios por mi excelente trabajo.

Así acontecía mi vida en Rochester, entre venados, patos, pájaros y ardillas. Bajo un hermoso paisaje verde lleno de bosques, lagos y un intenso cielo azul. Y cómo olvidar ese color blanco espectacular de la nieve en el invierno que iluminaba por las noches el firmamento, haciendo de la vida una fiesta de colores. Ahora sí ¡quiénes se atreverán a afirmar que los perros solamente miramos en blanco y negro! No importaba la estricta disciplina, tenía de los mejores cuidados: comida, agua, medicamentos, baños y todo lo necesario para sentirme y verme bien.

Cierro mis ojos como queriendo ya dormir, sin embargo, sigo con mis recuerdos. Llegaban las postrimerías de aquel otoño de 2016, ya dominaba las rutinas del entrenamiento cuando noté un cambio. Era el 30 de noviembre, día que no olvidaré, vino Randy y me llevó a donde ella me esperaba, el reloj marcaba las 10 de la mañana, entré a su habitación, ella estaba sentada y me recibía con una gran y sincera sonrisa. Randy me soltó y me abracé a ella, y sin aún conocerla la llené de lengüetazos. ¡Guau, qué gran conexión! Enseguida me di cuenta de que no me veía, pero me buscaba con su dulce voz para darme premios. No entendía su idioma, pero eso no importaba; desde un principio nos quisimos, siendo lo esencial en esta bella relación.

Debo confesar que la primera noche que dormí en su compañía me sentí extraña y con cierta ansiedad, pues sabía que era buena y me trataría bien, pero existe la incertidumbre, ¿no? Bueno, pasaron 26 días de trabajo en equipo, de adaptación y gran convivencia. Ella nunca me dejó sola en la habitación de la escuela —como otros sí lo hicieron con sus perritos—, siempre me llevaba a todas partes, incluyendo los ratos de descanso durante el entrenamiento, motivo por el cual cada día la amaba más.

El curso terminó y llegó el momento de irnos a la que sería mi nueva casa, me entristecí al presentir que viajaríamos muy, pero muy lejos de mi entorno. Vienen a mi memoria las casi cuatro horas de viaje en el avión, y cómo olvidarlo si me porté muy mal, no sé qué me sucedió, estaba muy nerviosa e inquieta, no quería sentarme y estuve llorando todo el viaje; ni sus abrazos y caricias lograron calmar mi angustia, ella comprendió mis emociones y todo el viaje me estuvo acariciando y mimando.

Por fin llegamos a la compleja y majestuosa Ciudad de México. Ahora aquí viviría estos años. Conocí al resto de nuestra familia. Todos me recibieron bien y con una sonrisa. Sin embargo, aquí todo es diferente: las calles, los bordillos. Hay mucha gente y obstáculos por todas partes. Guau, voy a trabajar mucho por estos lares, donde el agua sabe diferente y hay muchos congéneres míos que encuentro a cada rato por la calle, unos me quieren saludar, en cambio otros se muestran hostiles hacia mí. Yo quiero jugar con ellos, pero sus miradas me invitan a alejarme rápidamente.

Todo iba súper bien hasta que de pronto me sentí mal, mi estomaguito me dolió mucho, aunque el hambre no se me quitaba. Así duré aproximadamente un mes. Ella me llevó al veterinario para que me hicieran diversos estudios y,

Foto: Pixabay

Foto: Pixabay

finalmente, el diagnóstico fue una terrible alergia atípica, por lo que, desde entonces, como croquetas especiales, tomo tabletas para calmar la comezón, utilizan un shampoo especial para bañarme, me dan vitaminas y, por si esto fuera poco, también mi desparasitante interno y externo —son especiales—. Todo es carísimo, pero no me quejo porque tengo las mejores atenciones.

Les confieso que por un tiempo estuve muy triste porque la escuché hablar con un tal señor Carlos Gallusser, paré oreja y la vi angustiada pues le aconsejó regresarme a Leader Dogs e ir por otro perro que estuviera sano. Ella dice que soy el sinónimo de tener una hija con discapacidad y que le duele cuando la gente me rechaza por mi fuerte olor o porque tiro mucho pelo.

Y aun cuando tiene vasta experiencia como usuaria, ya que soy su quinto perro lazarillo, se entristece al darse cuenta de la insensibilidad de la gente. Y yo, Ebony, sin poder hacer más por apoyarla, lo siento en el alma porque sé que esperó por mí casi cuatro años, tiempo en que batalló por no tener unos ojos que guiaran su andar por las calles de México. Cuando la llevo a su oficina y vamos en el metro (sistema de transporte colectivo) de la gran Ciudad, me da una comezón insoportable, me lloran mis ojos y hasta me ha dado temperatura. Le tengo alergia a la mugre y a todo. En fin, soy una perrita muy delicada.

Guau, casi amanece y como les iba diciendo, quisiera hacer más, guiarla como Olivia, Rokki y su tan mencionada Fern, pero mi salud me lo impide. De ahí que he temido me separe de su lado. Siento su desesperación y el acoso de la gente cuando, sintiéndose expertos, le afirman una y otra vez: esa perra no es como Olivia ni como Fern, ¿verdad? Pero afortunadamente ella los ignora y su respuesta la manifiesta cuando me cepilla, besa y acaricia todos los días, demostrando lo importante que soy en su vida.

Han pasado ya casi 4 años que estamos juntas. Ahora tengo la seguridad que nunca me abandonará porque hemos vivido hermosos y también difíciles momentos como aquel día 19 de septiembre de 2017, cuando, estando en su oficina de trabajo, ambas sentimos cómo la tierra se movía sin piedad. Fue tan rápido y por más que tratamos de salir, el movimiento tan brusco echaba nuestros pasos hacia atrás. Todo se movía de un lado para otro. Fue horrible escuchar los gritos de la gente.

Pasamos momentos de angustia y desesperación, los minutos se hicieron eternos y ella gritaba y nos abrazamos fuertemente hasta que dejó de temblar. De repente alguien gritó: “¡salgan pronto, quítale el arnés y la correa para que la perrita se salve!”, aconsejaban algunos, pues el edificio se seguía moviendo. Recuerdo bien, siguió el consejo y con desesperación me soltó y, llorando, me suplicó corriera para salvar mi vida.

¿Y como irme sin ella? jamás pasó por mi mente separarme de lo que más amo en la vida. Entonces, para tranquilizarla me acerqué y con mi hocico le toqué la pierna para que supiera que estaba allí y no me iría nunca de su lado. Afortunadamente terminó de moverse la tierra y ese día llegamos hasta las ocho de la noche a casa, todo porque ningún transporte nos quiso subir. La gente iba de un lado a otro, pero nosotras juntas, agradeciendo al Universo la bendición de continuar unidas. Somos un binomio sui generis, pues trabajamos a nuestro ritmo, según nuestro estado de salud y así somos felices.

En la actualidad nos ha tocado vivir lo que casi a toda la humanidad: el terrible coronavirus: confinadas en casa, un poco aburridas, engordando por la falta de actividad. Yo estoy bien porque sigo, como siempre, a su lado; sin embargo, la he visto sufrir y con cierta desconfianza hacia el futuro que le espera a la humanidad. Cada que la veo así me le acerco y la lleno de caricias. Me gusta porque ella corresponde al sentir mi pelito, su atención se vuelca hacia mí y comienza un nuevo día: muy temprano me lleva al baño, me cepilla y me muestra amor.

Gracias amigos. Espero les haya gustado la historia de mi Ebony, mi amada perrita negra.

Redes sociales: facebook: @olivitaenlibertad; página web: www.perrosdeasistenciamx.org

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