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Harold Pi escr imprescind
POR CARLOS MONGAR*
Apartir del conf la aparición del se propagó, diezmando al mundo entero, desde finales de marzo de 2020, convertí lo que queda de mi biblioteca en refugio para seguir pensando, y desde allí arranco palabras al silencio y las encapsulo en “botellas” para lanzarlas al océano del ciberespacio esperando que alguien las encuentre, y tal vez algo suceda. Pensar no es una ociosidad, sino una necesidad que nos constituye en seres humanos. «Saber pensar no es innato, sino que debe ser engendrado en el pensamiento —señala en “Diferencia y repetición”, Gilles Deleuze—. Sabe que el problema no es dirigir ni aplicar metódicamente un pensamiento preexistente por naturaleza y derecho, sino hacer nacer lo que no existe todavía (no hay otra obra; todo el resto es arbitrario y mero adorno). Pensar es crear, y no hay otra creación sino que crear es, ante todo, engendrar “pensamiento” en el pensamiento». Y ¿en qué pienso? Pienso, entre otras cosas que, sin duda nuestro siglo XXI lleva el mismo estigma de la tragedia que el siglo pasado, en el sentido que lo entendía Hegel: la tragedia es una situación humana en la que es inevitable la muerte. La sustancia de los fines son de tal dimensión que el hombre no podría renunciar a ellos sin renunciar a sí mismo. Las barbaridades cometidas en contra de la naturaleza y la sociedad se presentan tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado. En el primero, las ambiciones consumistas destruyen ese medio y generan angustiosas situaciones sociales, las que sólo pueden controlarse con drogas de otra índole. En el llamado Tercer Mundo la absoluta pobreza obliga a depredar lo circundante para apenas sobrevivir. Al mismo tiempo, la desnuda realidad de la miseria deshace en sus habitantes los lazos familiares, comunitarios, de amistad y de solidaridad. En ambos casos se desintegran el medio natural y el social; se cancela el pasado y se hipoteca el futuro. Con la pandemia se han magnificado los sentimientos de orfandad, indolencia, egoísmo y nostalgia; Y me pregunto: ¿Carecemos los seres humanos de inteligencia suficiente para comprender que hemos equivocado el camino y vivimos sólo de mentiras?
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Los libros se atrincheran en casi todos los rincones de la casa donde actualmente vivo; los libros, son para mí, el espacio donde lo imposible es posible. En la cercanía de los libros recupero el optimismo y la esperanza en nuestra especie. No es cosa de ilusos soñar, no; soñemos en grande, pero seamos consecuentes con nuestros sueños; luchemos por ellos hasta hacerlos realidad. Los libros son abono y carbón; fertilizan la imaginación y la preparan para la creación al mismo tiempo que iluminan el camino del pensar. Pasa el tiempo como ángel en fuga. El silencio es el único testigo del prodigio que emana de los libros. Me detengo. Tomo un libro. Leo el título: Poemas (edición bilingüe) de Harold Pinter. Lo abro al azar y leo: “La muerte está envejeciendo”: “La muerte está envejeciendo.../ Pero la muerte te desarma/ Con su límpida luz/ Y es tan astuta/ Que nunca te enteras.../ Dónde te espera/ Para seducir tu voluntad/ Y dejarte desnudo/ Cuando te preparas para salir.../ Mientras chupa la miel/ De tus flores favoritas.” Sin duda un poeta imprescindible. Murió un 24 de diciembre de hace catorce años, en ese entonces escribí en un periódico de tiraje limitado: “Con la muerte de un poeta se disminuye un poco la vida. Nuestra época, antipoética por naturaleza, ha establecido que la poesía no es necesaria y menos útil; y en verdad, la poesía no sirve para nada pero sin ella, lo más humano de los seres humanos no sería posible. Con la muerte de Harold Pinter la galaxia de las letras se ha oscurecido un poco”
Harold Pinter (1930-2008) poeta inglés, dramaturgo, cineasta e intelectual revulsivo y recalcitrante. Se le otorgó el Nobel de literatura en 2005. Entre sus obras más conocidas pero no necesariamente las mejores se encuentran las del periodo “absurdo”, próximas espiritualmente a Kafka y Beckett: The Caretaker (El portero), The Homecoming (La vuelta a casa), Old times (Viejos tiempos) y Betrayal También escribió para el cine. Destacan sus guiones de las películas The Servant (1963), The Last Tycoon (1974) y The French Lieutenant’s Woman (1981).
Su estilo que incluye largos silencios causó tal impacto en su época que el prestigioso Oxford English Dictionary acuñó el término de “Pinteresque” para referirse a él.
En 1995, ya bien fundada su fama, recibió el premio literario David Cohen como reconocimiento a toda su trayectoria literaria y resumió así su carrera: “En pocas palabras, mi vida como escritor ha sido un placer, un reto y una excitación”. En marzo de 2005, a los 74 años, Pinter reapareció para anunciar que, “he dejado de escribir para el teatro, pero no de escribir poemas. He escrito 29 obras. ¿Acaso no es bastante? Para mí sí lo es. Ahora he encontrado otras maneras de expresarme”
Se le otorgó el Premio Nobel de Literatura en 2005; y, el día de la recepción, leyó un discurso titulado: Arte, verdad y política, discurso de honestidad ejemplar y permítaseme la expresión, de dignificación de la dignidad humana. Mismo que por su importancia citaré in extenso. Inició recordando un escrito de 1958: “No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente verdadera o falsa; puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa”. Continuó asegurando que como escritor aún sostenía esas afirmaciones pero no como ciudadano, y se preguntó “¿Qué es la verdad y qué es la mentira?” Aseguró que la verdad en el arte es un tanto esquiva, huidiza. El artista la busca y a veces se topa con ella, “pero la auténtica verdad es que en el arte dramático no hay tal cosa como una verdad única. Hay muchas” Luego realizó una reflexión sobre el origen de sus obras de teatro, y reconoció que, “el lenguaje en el arte es una ambiciosa transacción, unas arenas movedizas, un trampolín, un estanque helado que se puede abrir bajo tus pies, los del autor, en cualquier momento” Sostuvo que, “el lenguaje político, tal como lo usan... la mayoría de los políticos, según las evidencias de que disponemos, no están interesados en la verdad sino en el poder y en conservar ese poder. Para conservar ese poder es necesario mantener al pueblo en la ignorancia, que las gentes vivan sin conocer la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas. Lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, de las cuales nos alimentamos.
“[...] Como todo el mundo aquí sabe, la justificación de la invasión de Irak era que Sadam Hussein tenía en su posesión un peligrosísimo arsenal de armas de destrucción masiva, algunas de las cuales podían ser lanzadas en 45 minutos y provocar una espeluznante destrucción. Nos aseguraron que eso era cierto. No era cierto. Nos contaron que Irak mantenía una relación con Al Qaeda y que era en parte responsable de la atrocidad que ocurrió en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Nos aseguraron que esto era cierto. No era cierto. Nos contaron que Irak era una amenaza para la seguridad del mundo. Nos aseguraron que era cierto. No era cierto”... “Todo el mundo sabe lo que ocurrió en la Unión Soviética y por toda la Europa del Este durante el periodo de posguerra: la brutalidad sistemática, las múltiples atrocidades, la persecución sin piedad del pensamiento independiente. Todo ello ha sido ampliamente documentado y verificado”.
“[...] Pero lo que yo pretendo mostrar es que los crímenes de los EEUU en la misma época sólo han sido registrados de forma superficial, no digamos ya documentados, o admitidos, o reconocidos siquiera como crímenes. Creo que esto hay que solucionarlo y que la verdad sobre este asunto tiene mucho que ver con la situación en la que se encuentra el mundo actualmente. Aunque limitadas, hasta cierto punto, por la existencia de la Unión Soviética, las acciones de los Estados Unidos a lo ancho y largo del mundo dejaron claro que habían decidido que tenían carta blanca para hacer lo que quisieran”. Luego, Harold Pinter, señala el origen y costos de la invasión a Nicaragua en la época del presidente Reagan, y confirma: “Los Estados Unidos apoyaron y en algunos casos crearon todas las dictaduras militares de derechas en el mundo tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Me refiero a Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador, y, por supuesto, Chile. El horror que los Estados Unidos infligieron a Chile en 1973 no podrá ser nunca purgado ni olvidado...”
“Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos mirando un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que destrozar el espejo —porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros. Creo que, a pesar de las enormes dificultades que existen, una firme determinación, inquebrantable, sin vuelta atrás, como ciudadanos, para definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una necesidad crucial que nos afecta a todos. Es, de hecho, una obligación. Si una determinación como ésta no forma parte de nuestra visión política, no tenemos esperanza de restituir lo que casi hemos perdido— la dignidad como personas”.
Con ese discurso, al recibir el Nobel, Harold Pinter jugaba con el fuego original de donde proceden las palabras que destruyen cuerpos gangrenados de barbarie y corrosivas pesadillas. Por eso, algunos no lo querían ni presente a la hora de su muerte, y menos a la hora de su nacimiento, porque pesaba lo que pesa la vida sin mentiras. mongar66@hotmail.com