Palabra Revista Cultural 3ra. No17

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EL INCENDIO QUE HABITAN las

Por Eliz abeth Caze ssús
ABRIL 2023 | NÚMERO 17 Fo to: Archivo Pa labr a
escritoras de Baja California

EL PERIODISMO, UN ARMA PARA SALIR AL MUNDO

Escritor, posee la característica común de argumentar —como periodista— que la Historia la escriben los mentirosos.

Periodista, anuncia que ser un auténtico Escritor es un título de nobleza, y más allá de esa caricia, “un arma para salir al mundo”.

Historiador, emite noticias donde sobresale la obscenidad del mundo, y a pesar de que lo disfruta mucho, tiene muy presente la desigualdad extrema entre ricos y pobres, porque ignorarla es lo que lo haría un canalla.

Puntas en tinta, bigotes al hombro (todo pelos, casi alas).

Ante tanta sobrada belleza, Nietzsche es un insípido figurín en cualquier solitario crepúsculo dado a la tristeza.

Podríamos confundirlo con Gurdjieff en juerga, pero su metafísica es marxista.

Se trata de Martín Caparrós, que ha sido galardonado este 2023 con el Premio de Periodismo Ortega y Gasset a la Trayectoria.

El enfant que ha dejado de ser terrible: dulces ojos de violencia desarmada. Vivo mortal, con elegante bastón —quien recorrió el planeta paso a paso, ahora se desplaza en silla motorizada—, refiere que el periodismo es “una de esas profesiones en las que siempre hay alguien que, cuando haces algo bien, te pone a hacer algo distinto”

¡Enhorabuena, Martín! R.S.

El equipo editorial de Palabra felicita a Martín Caparrós, eminente colaborador de esta revista cultural, por recibir el Premio de Periodismo Ortega y Gasset a la Trayectoria 2023.

El incendio que habitan las escritoras de Baja California / Elizabeth Cazessús págs. 3 a 5

Víctor Bahena y la vitalidad del aforismo / Gabriel Trujillo Muñoz págs. 6 y 7

Cuídate de los Idus de marzo / Daniel Salinas Basave pág. 7

Apuntes sobre el estado actual de la novela / Óscar Ángeles Reyes págs. 8 y 9

¿Habrá algún día una Lydia Tár en México? / Eduardo Cruz Vázquez pág. 9

Sociedad de las singularidades en la Modernidad tardía /

Fernando Mancillas págs. 10 y 11

José Gorostiza / Carlos Mongar pág. 12

Muerte sin fin (fragmento) / José Gorostiza pág. 13

Leer cine / Carlos-Blas Galindo págs. 14 y 15

Armonías de Werckmeister / Rael Salvador págs. 16 y 17

Israel Galván y Olga Gutiérrez: Velocidad del discurso / Iliana Hernández pág. 18

¡El sexto pasajero! / Enrique Botello pág. 19

Alejandra Phelts: Muestra la fuerza de la biculturalidad femenina /

Jeanette Sánchez págs. 20 y 21

Las Confesiones de San Agustín: una lectura teológica desde Umberto Eco /

Eric Rodríguez Ochoa págs. 22 y 23

Ruth Hernández: retrato de una artista pionera / Gabriel Trujillo Muñoz pág. 24

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2 Abril 2023 / Número 17

El incend las escritor

Habría que saber si el incendio se puede habitar y cómo es que expresan esta metáfora las escritoras de Baja California, a sabiendas de que el fuego es el origen del hogar y el primer invento de la humanidad. En la poesía este símbolo está representado como la matrix creadora del deseo, el pensamiento crítico y el arte. En este sentido se podrían hacer del “incendio” varias lecturas debido a sus voces y temas. Será imposible en este texto abordar esta polifonía de voces con distintas miradas del mundo en su dualidad. La flama interna hace vínculos con el sujeto del deseo. Los lectores podrán ver cómo las escritoras con/versan con las páginas, y en ese acto de con/versar, se revela una forma de estar con otras autoras, una manera de mirar el mundo actual, formas de pensarse distintas, encontrar respuesta a sus preguntas y las varias maneras de reinventarse.

Pero en todos los casos, hay un planteamiento imprescindible. ¿Para qué sirve la escritura si no es para volver a una misma, volver al cuerpo, replantearnos un orden y estructura de los aspectos más profundos de nuestra existencia? ¿Para qué sirve la poesía sino para ejercitar el oficio del pensamiento, reconocer a otras voces desde el principio de la humanidad, en una carrera contra el tiempo y las etapas de la propia vida? Y si a esto no se le ve una utilidad para la evolución humana: ¿qué sentido tendría la poesía desde aquella tabla cuneiforme, registro del primer poema de la humanidad escrito por Enheduanna, sacerdotisa sumeria del siglo IV a.C.? Considerando a la poesía, habitante del ser humano que ha realizado sueños antes del psicoanálisis, ha luchado y construido ideales ante las clases sociales, ha transgredido los dogmas de la ciencia y religión para conquistar el espíritu de libertad y replantearse la discriminación de género, racial, económica.

En este libro compilado por Hipérbo-

le frontera y Pinos Alados, encontrarán un mapa que va más allá de lo bajacaliforniano. La poesía irrumpe fronteras, no hay muros, ni distancia, ni tiempo que detengan las voces aquí expresadas, cuando fluyen autores de la literatura universal que han sido semillero de otras voces. Mencionadas y revisitadas autoras como Sor Juana Inés de la Cruz, Anne Carson, Alejandra Pizarnick y William Edward B. Du Bois.

Las poetas como lectoras, observan el mundo, lo desconocen, se levantan con él y aparece un “Poema roto” en la página, y aunque Rosina Conde exprese que es un poema “despojado del ardor de las palabras” esa herida tiene la fuerza de un manifiesto sufragista del siglo XIX que arde desde entonces, por las calles del mundo

pidiendo “el cese al fuego” y un alto a los varios niveles del odio que juega el genocidio.

“Y cómo vamos a responderle al cielo”, le contestaría Mavi Robles, “si tenemos la carne partida/ reseco el espíritu y agrietada el alma” A sabiendas de que estamos viviendo todos los incendios, Johana Jaramillo se pregunta: “¿qué pretenden con la quema del Amazonas, ¿las Californias, Australia y erradicar camellos?” Y se cuestiona el fracking, el cambio climático, la cuarentena del Covid 19 y el mundo gore. Como observadoras, las poetas pactan con la realidad con un No a la guerra y al genocidio; un No al racismo, según Sonia Gutiérrez, porque finalmente estamos “en el mismo espacio, pero en mundos diferentes” de aquellos que “su piel es del color dulce de la leche materna”.

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POR ELIZABETH CAZESSÚS* Mónica Morales, editora de Hipérbole frontera, y Elizabeth Cazessús.

El patriarcado y la violencia es una indefinición por la vida en el joven que describe Paty Blake en el “Retén”: “Es más fácil ver su inocencia fuera de lugar que la mía/ Sus ojos reflejan luz/ no ocasiones para apretar el arma hacia su cuerpo ” ¿La inocencia y la luz no caben en un cuerpo que empuña un arma? ¿O es que el patriarcado se vale de la inocencia para ver quién le hace el trabajo sucio bajo la luna? “Hay que ir perdiendo las conquistas… resistiendo/ con el corazón inocente/ con el corazón niño/ sin la menor idea de lo que sobreviene”, expresa María Edma Gómez en su conseja. Hay interrogantes que tocan la conciencia social en estos poemas.

La memoria viaja con cierta incertidumbre: “del abismo insondable de mi pecho/ ríos de lava en vértigo/ corren por mis venas/ en un tormento de salvación”, nos expresa Eugenia Elizondo. El amor tiene los rostros con un contrato desde el interior por donde se matizan sentimientos como vínculos amorosos, autocríticos, de conciencia de género.

Las poetas se convierten en animal o sujeto haciendo transparente la ironía y el absurdo del amor, utilizando figuras literarias como la prosopopeya de Elizabeth Algrávez con su poema “La perra muerta”: “…nadie quiere a una perra/ que no reconoce más amo/ que aquel/ a quien anda buscando/ y ya ve no se ha perdido nada/ mi corazón/ apenas/de perra añosa y malhe-

rida”. El amor se salva del rincón del sacrificio que nos costó trabajo entender debido al hoyo negro en el pecho a consecuencia de ver el corazón como un aborto en la bañera, descrito de la ficción gore en el cuento “Los restos” de Marcia Ramos.

La infancia devela la cuerda floja cuando Rina dice: “El destino tiene una cita con la incertidumbre/ no hay GPS para el alma”. Una infancia definida por las rarezas que revela Rosa Espinoza, difícil no coincidir con la poeta mexicalense: “Esa niña es rara, dicen,/ se mece y enreda su pelo,/ arrulla la tarde frente a la ventana/ y espera/ con la pasión de los amantes/ con la sabiduría del solsticio y la luna llena/ con la paciencia de una madre”

“¿La inocencia y la luz no caben en un cuerpo que empuña un arma? ¿O es que el patriarcado se vale de la inocencia para ver quién le hace el trabajo sucio bajo la luna?”

Rara y forastera del miedo dice Oralia Rodríguez, cuando niña… “cabía en la caja de cartón/ de los juguetes/ al ritmo de su sangre/ desató tempestades/ lloró duelos, amó los espejismos, quemó miedos/ soltó cadenas. En contraste con la primavera de Carmen Campuzano como “La flor de durazno cubierta de mariposas…”

El sujeto del deseo preside en el desierto con Mónica Ávila como “Carbón encendido”. En Karina Vázquez aparece el cuerpo desnudo como

epifanía: “Una mujer cautiva/ yace sobre tu espalda/lanza conjuros silenciosos/ y procura detener el tiempo”. El “Tiempo enamorado”, que sabe a eternidad en palabras de Julieta Glez. Irigoyen: “Ay, sí, te amaré antes y después de que se acaben los días/ hasta que desaparezcan los lunes/ y no dejaré que el viento de las horas amargas/ rompa la escondida eternidad/ de esta promesa”.

No falta el “Amado dueño mío”, clásico que nos regresa la voz de Sor Juana Inés de la Cruz; Aglae Margalli decanta los abismos del amor al tono del “ muero porque no muero ” cuando dice: “se me deshace el alma entre las venas/ y no deseo descansar de mi agonía” . Así el imaginario de Mónica Morales Rocha: “¿Acaso cierta Juana Inés? Si pudieras asomarte a nuestro tiempo y marchar por las calles”. El remate del “Credo” de Olga García, “creo porque no creo”. Credo que rebasa el tiempo y la crítica al concepto de universalidad del amor al considerar algunas metáforas para los nuevos tiempos: “Creo en la rinoplastía de la vía láctea/ Creo en el priapismo de los pterodáctilos cuando me besas/ Creo en la liposucción del nuevo testamento/ Creo en el sexo sin sexo y sin látex”

Karla Ochoa dice: “Pienso en el amor como si fuera un músculo”, y Ruth Vargas describe esa totalidad como una radiografía “En los días con-

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Escritoras de Baja California. Olga García. Cris na Márquez. Carmen Campuzano. Nadia Dávila Karla Ochoa.

tados”: “Todo se transforma en el infinito orden del cuerpo”. Nada de esto es posible si no se vuelve al cuerpo, como lo ha dicho Marcela Lagarde: “el cuerpo es territorio de experiencia creativa y emancipación”. La urgencia de reconquistar nuestro cuerpo intervenido, como espacio de dominación, se avizora con fuerza en el ritual y el performance que le da a la palabra la fluidez por un territorio concreto, reconocido en el propio palpitar y sudor, al tono de la voz y la energía danzante: “inflorescencia que filtra la sangre” (dixit R.V.L), que rebautiza el propio cuerpo y lo libera, como lo hacen poetas al invocar a las diosas terrestres… en “Luna llena” de Cynthia Franco… “siendo verdad, serpiente enlunada/ Coyoxauhqui, sol suculento entra en mandalas”. Ella hace de su cuerpo un sol nocturno para el conjuro y, pícara, versa “descalza carcajada en medio del desierto”, invoca a las antiguas sacerdotisas, combinando técnicas de danza, poesía y música. Otra poeta multidiciplinaria en completa resiliencia es Karen Márquez, cuando dice: “Ser conífera que fecunda nube de polen/ en los desiertos del tiempo”. El resplandor de Karen, se suma a este círculo ritual: “Con el fulgor de todas las que no danzan/ y por las que vienen/ y que ya no están”. Mientras Adriana Sing vuelve al telar como Penélope: “Mi oficio es hilar el canto y cantar”.

“Fuerza en el ritual y el performance que le da a la palabra la fluidez por un territorio concreto, reconocido en el propio palpitar y sudor, al tono de la voz y la energía danzante”

Es posible reconocer el género con el resplandor salido de la sombra. La violencia de género que antes era tabú, silencio pernicioso, grito soterrado, negación de la sombra se emancipa al darle nombre y lugar en la memoria. En “Anatomía de la manzana” Sofía Garduño expresa: “No supe si aquel hombre/ me creció el miedo de entre piernas/ que conservo desde los 4 años/ o si sólo me dejó un cosquilleo/ muy parecido al morbo”.

Existe la “Mujer Encendida” en la ciudad de Iliana Hernández con una crítica contracultural, al imaginar… “una pira sembrada en la habitación (…) soporta el calor de la inquisición que son los otros, arde para su propio placer, quema a destajo las palabras inútiles”.

Ella revive, se apropia e incorpora la quema de brujas como un ritual de purificación. La inesperada poesía nombra, no sólo los incendios, sino los meses y las estaciones. La ciudad se reconstruye adentro de una galería de imágenes que Ana Chig versa como “...un bodegón de luz y ruido (…) con sus tibias medusas de asfalto, car-

dúmenes de empleados desplazándose por las calles”. La escriba sumergida en la densidad del caos, apunta su andariega percepción de “diosa de la oscuridad a mitad de la nada”, y paso a paso registra las ausencias de la ciudad frontera. Hay cierto manejo dialéctico que me refiere a la lucha entre lo naciente y lo caduco, un claro discernimiento del pensamiento selectivo. En cada negación poetas se afirman como seres pensantes y autocríticos dentro de una cultura que las oprime. De “Negaciones” de Karla Ruiz: “Me niego, entonces,/ a mi auto-cancelación, a la incertidumbre,/ al desasosiego y a la ceguera;/ a escribir sin manos,/ sin tiempo, /sin meditación/ o con edición” La poesía les permite recrear un laboratorio de transformación. Así como Andrea Latham: “Yo no soy la mujer de las anunciaciones./ Soy la amora desnudándose de las profecías, frente a ti, reconstruyéndote mientras nos besamos, regresando a sí misma, en una serie de ensoñaciones translúcidas”. Las poetas descartan lo que la cultura y los convencionalismos, imponen; la lucha de clases donde la mujer se ve excluida, para hacerse de una identidad propia. Flora Calderón, lejos de concebirse “Aturdida”, es muy clara: “Te lo dije: yo no soy de este mundo, no entiendo las convenciones/ no sé de la confusión del ser, me aturden los prejuicios”.

Con un tono confrontativo, Lucía Villa aborda la “Tristeza”, también llamada bilis negra o mal de Saturno y se deslinda de manera elocuente: “Soy incapaz de rendirte pleitesía u homenajearte/ de someterme a tu régimen de piernas cruzadas/ y café./ Pero te juro mi queja no ha de prolongarse a la segunda cuartilla./ Tan sólo, tan sólo tristeza, quería dejarlo claro”. Con el mantra de la soledad, Cristina Márquez, se despoja de roles sociales y se afirma con: “No es una tragedia estar sola”./ “Dejaré que entre la luz/ aunque afuera siga nublado”. Esto me recuerda los “Fuegos” de Margueritte Yourcenar, al afirmar: “No se trata de un suicidio, se trata de batir un record”. Es así como “Avanzas entre suspiros/ hacia la casa

del tiempo. Caminas por la ausencia que es otra frontera del éxodo”. (E.C. Dixit). Considerando ese gran viaje que le da significado a la vida a través del oficio de la escritura. El amor a las letras nos hace ver las contradicciones y la afirmación como seres humanas, pero solamente a través de la escritura se acorta la distancia entre la vida interior y la vida exterior. Se asume un contrato social como lectoras y un ejercicio de la libertad del pensamiento para hacer de nuestro presente un sol interno, una arquitectura que ilumine el desierto, una constelación contra la crueldad y la indiferencia.

enediana77@yahoo.com.mx

*Poeta y artista de performance, es autora de nueve libros de poesía, entre los que se encuentran Ritual y canto, Hijas de la ira y Enediana

Tijuana, B. C., a 2 de marzo de 2023. El incendio que habitan. Antología de las escritoras de Baja California Primera edición, 2022. Editoras: Hipérbole frontera: Mónica Morales Rocha / Pinos Alados: Rosa Espinoza.

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Fo tos: Cortesía

Víctor Bahena y la vitalidad del aforismo

Oráculo del tedio es un libro publicado por Ediciones Palíndromus, en el puerto de Maracaibo, Venezuela, a finales de 2022. Su autor, Víctor Bahena, nacido en la Ciudad de México en 1993, es un escritor que, a sus treinta años de edad, ya cuenta con una docena de libros en su haber, donde destacan los de aforismos, publicados nacional e internacionalmente, pero Bahena también es un practicante del ensayo, la poesía y el relato igualmente breve. Como poeta su obra también es concisa y trascendente, utilizando el haikú como su caballito de batalla. Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México y se ha dedicado a dar talleres literarios de escritura creativa y a ser editor. Su editorial Libros del Fresno es un proyecto para dar espacio a los géneros menos atendidos por otras editoriales mexicanas.

Ahora Víctor acaba de sacar a la luz Oráculo del tedio, una colección de aforismos donde este autor nos muestra su capacidad de síntesis verbal, sus reflexiones puntillosas, su análisis al filo de la ironía. En un país como el nuestro, el aforismo es un género que funciona perfectamente para revelar los pormenores del alma nacional, como decían los poetas de hace un siglo. En este libro podemos ver la fermentación de las sentencias y pensamientos que hacen de Bahena uno de nuestros mejores aforistas en nuestro medio. Veamos unos cuantos ejemplos de la lucidez que fundamenta su nueva publicación, de la honestidad de sus reflexiones:

Normalizar la desigualdad y quedarse con el mayor trozo del pastel es su verdadero oficio.

Creo que un escritor que se llame crítico de su entorno debe empezar ejerciendo su crítica con su propio gremio creativo. Y Víctor lo hace sin medias tintas. Pero Oráculo del tedio no se circunscribe a la diatriba bien argumentada sino que va más allá. Se atreve a postular sus ideas como prédica, arenga, charla, exhorto o reprimenda. Todo le sirve para edificar su discurso brevísimo pero pertinente para quien lo lee con aprecio por lo que dice de viva voz, sin eufemismos, sin adornos:

“Bahena ha sabido decir las cosas por su nombre, ha elegido la claridad, la lucidez, el ánimo crítico para defender su parcela de verdades desengañadas ante las grandes maquinarias que trituran nuestro tiempo, que se han adueñado de nuestra civilización y nuestra cultura”

“Nos centramos en asuntos terrenales aunque estos no tengan respuesta y escapen de nuestra comprensión. Gastamos reflexiones en entender adónde nos han arrastrado la inercia colectiva y el maquiavelismo de unos pocos que son suficientes como para subestimarlos. Lo humano está plagado de sinsentidos porque su desenvolvimiento es irreconciliable aun con los presupuestos más extremos. La naturaleza humana es veleidosa que a veces vale más aceptar sus cambios si no queremos perder el tiempo desentrañando marañas infinitas. De vez en cuando pienso en los planetas que orbitan alrededor del Sol y el Universo. Necesito distraerme del mundo corto de miras y reparar en otras cosas. Si pudiera me gustaría vivir en Neptuno cuyo hielo sempiterno fue alguna vez una bola de gas ardiente. Si alguna vez quisiéramos escapar de nuestras limitaciones bastaría con poner la vista en el cielo. Siempre hay algo más de lo que a simple vista no se ve”.

en la mente lo hace casi imposible. Vivimos sumidos en una virtualidad apabullante la cual aspira a conectar el mundo pero que sin embargo lo atomiza. La empatía y el respeto por los demás seres se han perdido a causa del individualismo. Trivialización de las relaciones humanas no es igual que desapego. Aunque Buda decía que algún día las rocas alcanzarían el nirvana nosotros estamos lejos de hacerlo”

“Algunas eminencias de la burocracia literaria actúan como aduanas para decidir quién pasa o no a sus territorios. Cuando se vuelven demasiado excluyentes pierde relevancia su papel cultural ya que quienes quedan fuera deciden fundar sus propios gremios restándoles importancia a ellos. Con tal de no perder su autoridad en ocasiones se fingen generosos y permiten la entrada a todo aquel que pueda ser institucionalizado”

En este libro podemos encontrar a un pensador profundo que no requiere de tratados ni de monografías para exponer lo que piensa, para exhibir lo que siente acerca de la condición humana, acerca de la situación del mundo que vive a su real entender:

“Todas las religiones desaparecerán, pero por lo pronto la que más peligra es el budismo. Llevar una vida espiritual que implica desapegarse de un mundo cuyas circunstancias materiales ejercen fuerzas hasta

Como un aforista consumado, Bahena ha sabido decir las cosas por su nombre, ha elegido la claridad, la lucidez, el ánimo crítico para defender su parcela de verdades desengañadas ante las grandes maquinarias que trituran nuestro tiempo, que se han adueñado de nuestra civilización y nuestra cultura. Con el doble escudo de la imaginación y la razón ha construido un ideario donde no hay cabos sueltos, donde la mentira y la impostura saltan bajo el luminoso escrutinio de sus descubrimientos, con la brevedad del venablo que da en el blanco, con el humor que defiende la preciosa certidumbre que ha hecho suya. Pongo unos cuantos ejemplos que permiten

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POR

apreciar su apuesta vital, su jubiloso pesimismo, su socarronería implacable:

Oferta y demanda. Sobran escribidores y faltan escritores

Nuestra herencia cultural, más que un legado, parece una deuda.

Lo más gratificante de ganar un certamen literario es saber que destruyen los demás manuscritos.

Un clásico es una obra que resiste el paso del tiempo en las estanterías llenas de polvo.

Los diarios son las contraportadas del libro que escribe cada nación.

Por último, hay que considerar que Oráculo del tedio provoca en los lectores todo menos tedio. En este libro se lee de una sentada: en cada sentencia ofrece

su complicidad, a cada paso nos otorga un retrato de cuerpo entero de su autor. De ese creador de aforismos que puede decirnos, con la perfecta honestidad de quien hace de su escritura una expresión personal, un manifiesto público:

Las ideas se refutan. Los disparates se ignoran. Los aforismos se sufren.

Lo único que queda por decir es que Víctor Bahena ya ha llegado a la madurez de su estilo aforístico, que desde este libro hay que seguir su trayectoria creativa para ver qué sorpresas habrá de poner a nuestra disposición, qué nuevos pensamientos nos ofrecerá en su búsqueda de hacer del mundo su mesa de disecciones, su plancha de autopsias.

angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx *Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas

Cuídate de los Idus de marzo

POR

SALINAS BASAVE*

Idus de marzo le llaman a este día y el oráculo recomienda andarse con cuidado.

Hace 2 mil 67 años apuñalaron a Julio César en el Senado romano y hace 86 añitos la enfermedad de Bright se llevó al enfermizo Howard Philips Lovecraft.

El guerrero romano transformado en dictador  desoyó las advertencias y acudió aquella mañana del 15 de marzo del 44 a.C. al Senado donde Bruto y Cayo Casio ya afiliaban sus dagas tras las columnas.

Aunque el  invidente  había advertido a Julio César  del grave peligro que le amenazaba en los  Idus  de  marzo, el Conquistador  de  la Galia se permitió un gesto  de  soberbia. Cuando se dirigía confiado a su encuentro con los senadores llamó al ciego y riendo le dijo: “Los  Idus  de  marzo  ya han llegado”; a lo que el invidente contestó compasivamente: “Sí, pero no se han ido”. Las dagas  desenvainadas lo aguardaban adentro.

Si bien  el calendario romano fue

sustituido por los días  de  la semana moderna alrededor  del siglo III, los idus se siguieron usando coloquialmente como referencia durante los siguientes siglos. Shakespeare en su obra Julio César en 1599 los citaba al escribir la famosa frase:  “¡Cuídate de los Idus de marzo!”

A Julio César no lo conocí por Plutarco, por Suetonio o por Shakespeare. Supe de él (como casi todo lo del mundo antiguo) por Astérix y Obélix cuando era niño.

“Los Idus de marzo podrían ser el día internacional de la conspiración y el magnicidio”

De Lovecraft supe (como no podía ser de otra forma) por el “Metal” La primera vez que vi escrito su nombre fue en la portada de Live After Death de Iron Maiden, sobre la lápida de la tumba donde yace Edward: “That is not dead which can eternal lie yet with strange aeons even death may die” Esta misma frase es pronunciada en The Thing That Should Not Be de Metallica (quienes ya habían grabado la instrumental The call of Ktulu), aunque fue Morbid Angel quien me sumergió de lleno a la mitología lovecraftiana.

Ides of March, por cierto, es el título  de  la fenomenal pieza instrumental  que marca la apertura  del célebre álbum Killers, de Iron Maiden.  Los Idus de marzo podrían ser el día internacional de la conspiración y el magnicidio. Quince siglos antes de Shakespeare y dos milenios antes de Colosio y House of Cards, Bruto y Casio inauguraron el arte de la conjura política. Desde entonces no hay monarca, dictador o candidato que no duerma entre sospechas e intuiciones, sabiendo que en su círculo cercano se afilan las dagas. Si le creo al perfil dibujado por Houellebecq en su biografía “Contra el mundo, contra la vida”, Howard Philips sería hoy un perfecto votante de Donald Trump. Las pieles oscuras lo aterraban tanto como la promiscuidad y las multitudes. En sus párrafos apenas aparecen mujeres, no hay pizca de sensualidad y tampoco se menciona nunca alguna cantidad monetaria. Sólo escamas, fauces y tentáculos. Acaso Trump es más bien una criatu-

En fin. Ya llegaron los Idus de marzo. Lo terrible es que aún no se han ido. Escuchemos ese fabuloso intro de Maiden llamado Ides of March y ya que andamos entrados, escuchemos completito el Killers (1981) mientras recordamos a mil y un magnicidas y a los monstruos de las profundidades.

danibasave@hotmail.com

*Ensayista y periodista. Reside en Tijuana desde 1999. Autor de Juglares del Bordo, El lobo en su hora, Bajo la luz de una estrella muerta

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Fo to: Cortesía
El escritor Víctor Bahena

Apuntes sobre el estado actual de la novela

En días pasados, en algún lugar de España, se anunció vía streaming el resultado del Premio Primavera de Novela 2023, auspiciado por Planeta; sólo hizo falta una alfombra roja, sin embargo, no asistió a la premiación sino un reducido grupo de invitados: el representante del Corte Inglés —seguro patrocinador—, la presidenta del jurado y una periodista especializada en temas literarios que conducía mecánicamente entusiasmada el evento.

Después de las presentaciones y la risa diplomática, se expusieron los detalles de las obras concursantes: se inscribieron 1335 novelas, de las cuales 665 fueron de España, 210 de Argentina, 90 de México, 87 de Colombia, y las demás repartidas entre Venezuela, Cuba, Chile, Perú, Canadá, Estados Unidos y algunos otros países. Las temáticas, en lo que me parece un resumen —más o menos válido— sobre las formas que adopta la novela contemporánea, son muy variadas. En España y sus comunidades autónomas, la literatura pandémica y post pandémica va en descenso y se evidencia una preocupación transgénero, se presentan diversos tipos de novelas: negra/histórica (sobre todo el género bíblico y andalusí), costumbristas de sagas familiares “con un marcado sabor erótico”, sobre vidas de pintores, de carácter voluptuoso, thrillers negros, tradicionales y antiguos; novelas históricas, contemporáneas y de tintes clásicos; novelas actuales “más femeninas, de gran altura literaria”, género andalusí y mozárabe “con personajes históricos femeninos potentes”; novelas de carácter femenino e intimista “de poder evocador muy literario”; narraciones “en donde Barcelona aparece en todo su esplendor, como un fenómeno literario en sí mismo”; más novelas de carácter histórico “sobre la guerra civil y el exilio como motivo y género”, y de carácter más medieval, “en donde se mezcla lo histórico con el género de novela negra” Una variedad consonante con los números de

participantes que registran. En el panorama latinoamericano los temas son menos variados: En Argentina destaca la novela femenina y el thriller negro “de marcado carácter psicológico”; en Colombia algo que llaman “Actualidad del país”, en donde presentan “novelas muy centradas en la propia idiosincrasia de la nación, la guerra contra los narcos, las FARC”; Bolivia destaca con novelas del Nuevo Mundo, y en México los “autores jóvenes que presentan novelas negras violentas, con un marcado argot lingüístico”.

“Parece haber una pobre diversidad de temas en Latinoamérica, para las 593 novelas que participaron Premio Primavera de Novela 2023”

Parece haber una pobre diversidad de temas en Latinoamérica, para las 593 novelas que participaron. Habría que preguntarnos sobre el método y el rigor que aplicaron los jueces en sus reportes, probablemente empeñándose más en el país del que es originario el concurso. En todo caso, no deja de resultar fascinante el rumbo que toman los novelistas en sus inquietudes o ineptitudes intelectuales, y los recursos que utilizan para resolver aquello que la novela tiene por razón: el cuestionamiento de los grandes problemas de la existencia. Por supuesto que hay trazas de la naturaleza y la historia de los pueblos, de sus lecturas y los fenómenos literarios: ¿no es evidente la búsqueda del tema ideal para lanzarse al estrellato —los de la editorial Planeta le llaman “consagración literaria”—, para entrar en los terrenos de las grandes ventas? Mal pensado, encuentro en España los restos de Ruiz Zafón (al que soy intolerante y que sin embargo vende millones de libros a pesar de su fallecimiento en el 2020), y a Dan Brown (al que no he leído ni leeré), pero también de Umberto Eco (El nombre de la rosa), que por supuesto no es un mal vendedor. Es evidente el gusto por la novela negra y sus variaciones, y me atrevería a decir que es un género que está en boga, lo mismo que la literatura femenina y aquello que tenga que ver con la comunidad LGTB. Analizando lo correspondiente a Latinoamérica, Argentina luce por naturaleza traje a la europea, con el género negro —que le queda muy bien, y que se remonta a los 80 del siglo pasado, aunque Borges ya publicaba cuentos detectivescos—; singular Bolivia pensando en el Nuevo

Mundo, en los tiempos en los que escupimos al pasado de los colonizadores —habrá que ver el tratamiento del tema—, y triste, a mi parecer, Colombia y México, sin salir del espiral del tema del narco y la violencia —la violencia, ¿cómo atuendo de nuestra vivencia cotidiana, cómo un análisis de la descomposición social, cómo apología?—, no obstante México en el plan de novela negra y haciendo gala de un idioma que se enriquece con el argot de todas nuestras regiones.

El Premio Primavera lo ganó una historiadora malagueña con su primera novela: Las brujas y el inquisidor —que versa sobre un evento relacionado con la hechicería y la Santa Inquisición—, lo que me trae nuevamente un montón de cuestionamientos, la mayoría de los cuales no puedo responder sin leer el libro mismo; pero, nuevamente mal pensado, me acomodo en la idea de que ganan los temas que atrapan por el morbo, y que por su naturaleza tienen mucho de televisivos y vendibles. La profesora Elvira Roca Barea, ganadora por una-

POR ÓSCAR ÁNGELES REYES*
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nimidad —qué más podrían decir—, agrega que la novela está escrita bajo la premisa de divertir y enseñar, y que lo que divierte “no tiene que ser de mala calidad”, estamos de acuerdo.

Me parece acertado que Planeta —convertida en grupo, al apropiarse de otras editoriales en 1980—, capaz de anunciar un ganador de libro en febrero y publicarlo un mes después, nos dé la imagen del quehacer literario en lo tocante a la novela, relación que probablemente no sirva como un referente para la investigación, pero sí como un esbozo de las tendencias creativas de la época. En abril de este año, a propósito, se darán los resultados —con suerte— de los Premios Estatales de Literatura 2022, lo que mantiene en ascuas a más de algún compañero de letras. ¿No sería deseable saber el derrotero de la novela bajacaliforniana? Por el conocimiento de la literatura que se hace en la localidad, por la comprensión de nuestras inquietudes existenciales, por saber si los caminos que decidimos son los mejores para expresar las ideas. ¿Cuántas novelas participan?, ¿de qué tipo?, ¿cuál es su calidad?, ¿qué herramientas manejamos los novelistas asentados en el Estado?, ¿en qué municipios se produce más y mejor narrativa? A veces parece que preferimos el anonimato, o sencillamente no tenemos la idea de cómo utilizar la información. ¿Qué otro proyecto aglutina a más creadores asentados en la localidad? A las anteriores preguntas podríamos sumar: ¿Qué vías tomamos para publicar?, ¿cuántos nos autopublicamos?, ¿qué editoriales ofertan su espacio a los escritores del Norte? Como en muchas cosas, parece que vamos solos y a ciegas, y lo cierto es que el conocimiento de nuestra realidad es lo único que nos posibilita entender. ¿Qué mejor oportunidad? Las instituciones pueden decidir sobre la opacidad de sus resultados, llamémosle secrecía, pero lo mismo darnos de manera profesional el estado que guarda la literatura que hacemos; ¿el Instituto de Cultura de Baja California tiene la capacidad intelectual de realizar dicho análisis?, no me cabe duda, las mejores mentes en el área cultural deben estar ahí.

Para cerrar, hubo al menos una obra mandada desde Baja California al Premio Primavera de Novela 2023, una novela de corte erótico e intimista, que aborda la naturaleza de las relaciones amorosas mal vistas en nuestra sociedad —y sin embargo muy extendidas—, es decir, aquellas en donde prevalece la infidelidad. Es evidente que no pintó ni para ser tomada en cuenta en los reportes.

todoestodo@gmail.com

*Escritor y biólogo por la UAM

ESTAR NEPANTLA

POR EDUARDO CRUZ VÁ ZQUEZ*

No recuerdo la película que vi en una sala de cine antes del encierro por la pandemia. Desde entonces me instalé en el reino de Netflix y demás de su especie, por ahora sin la menor intención de alejarme del mismo.

Tres han sido las excepciones entre marzo del 2020 y lo que va del 2023. En dos de esas visitas a una sala vi las películas solo: primero La casa Gucci (2021, Ridley Scott) y hace unos días Tár (2022, Todd Field). Con mi amiga Juanita Mosqueda y tres gentes más de Mexicali vimos Bardo (2022, González Iñárritu).

Cosa curiosa, en los tres largometrajes hay figurones de cepas diferentes, pero al fin genios en lo suyo. Un diseñador de modas al que su exesposa manda asesinar. Un afamado director de cine acosado por sus demonios y una concertadora alemana que es suma extraordinaria de virtudes y excesos.

Con ser medianamente melómano, sales enloquecido de admiración por Lydia Tár, dispuesto a perdonarle todas sus faltas a cambio de verla dirigir, escuchar su música, saborear sus palabras e intentar comprender su extraterrestre vida. Dirán que así han sido y son las celebridades que dirigen orquestas de abolengo.

Un amplio catálogo de mitologías envuelve a estos personajes. Los críticos señalan que la idealización del cineasta Todd Field, férreamente interpretada por Cate Blanchett, se inspira en la directora norteamericana Marin Alsop. Ella ya se desmarcó e incluso se dijo insultada como música y como lesbiana, pues la Tár lo es, imponente e impecable.

Dirigir los intereses de una orquesta es tan difícil como los de una familia, sobre todo si el concertino es tu mujer y tienes una hija adoptada que en la escuela es estigmatizada. Por si fuera poco, tu asistente se desvive por ti y cuando podrías recompensarla, la mandas por un tubo.

Los poderes de Lydia son para ejercerlos en el hogar (bellísimo), en el estudio (chingonsísimo), en la sala de conciertos (seduciendo con privilegios a una joven chelista) y ante los abogados (para lidiar con una demanda de acoso tras el

suicidio de una alumna).

Tanto y más encontrarán en Tár por casi tres horas. Mientras se suceden las escenas, es inevitable escurrirse a lo que uno sabe de sus pares mexicanos, es decir, nada. Sin duda hay magníficas mujeres en la dirección orquestal, pero salvo Alondra de la Parra, me temo que ninguna otra ronda ciertas excentricidades de la fama.

Otro de los renglones es el que tiene que ver con las disciplinas y grillas de la comunidad de músicos y estudiantes bajo la batuta de Lydia. Inevitable pensar en lo que sucede por nuestros rumbos. Como estos ambientes ya son más del dominio público, la síntesis es implacable.

En efecto, entre la ficción y la realidad de lo que cuenta Todd Field, si eso ocurre en tan altos vuelos de las instituciones musicales, imagine cómo se las gastan en la Orquesta de Minería, en la Sinfónica Nacional o en el Conservatorio de las Rosas. Algún día un cineasta nacional hará una película para contarlo.

angol97@yahoo.com.mx

*Periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante todo arqueólogo del sector cultural

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¿Habrá algún día una Lydia Tár en México?

Sociedad de las sing ularidades en la Modernidad tardía

Nos creemos libres, mientras nuestras vidas están sometidas a toda una protocolización para el control de la conducta psicopolítica. En el régimen neoliberal de la información, no es la conciencia de la vigilancia permanente, sino la libertad sentida, lo que asegura el funcionamiento del poder Byung-Chul Han, Infocracia.

Con poca antelación de tiempo —febrero de 2023— (cuando se publicó en noviembre de 2022) y lejana constelación de espacio —Salamanca, España— recibimos la obra impresa del sociólogo y filósofo alemán Andreas Reckwitz: El fin de las ilusiones. Política, Economía y Cultura en la Modernidad tardía. Escrito pletórico de ideas y conceptos provocativos para comprender —como su homólogo, el sociólogo Hartmut Rosa (1965)— e iluminar las características de fundamentales de nuestra existencia en la contemporánea Modernidad tardía.

Andreas Reckwitz observa un extenso proceso de culturalización de lo social expresado en dos grandes vertientes. En primer lugar, una culturalización de los modos de vida donde los individuos sujetos a la autorrealización configuran dispositivos de la cultura obtenidos en un mercado global de bienes y servicios culturales. Se reconoce como tal una cultura cosmopolita denominada hipercultura. Asimismo, existe una vertiente opuesta de una culturalización dirigida a lo colectivo basadas en comunidades homogéneas de identidades, de corte esencialista, que se manifiesta de distintas maneras. El autor detecta un profundo conflicto entre ambas tendencias en la Modernidad tardía.

En una perspectiva histórica, se señala que desde la década de 1980: “la forma de culturalización de la hipercultura se ha establecido como bajo continuo de la Modernidad tardía, impulsada por una nueva clase media cosmopolita que se concentra principalmente en los centros urbanos de las sociedades occidentales, aunque también está conquistando cada vez más las ciuda-

des florecientes del sur global”. En este sentido, “la esfera cultural de la hipercultura constituye, en cierto modo, un mercado en el que se compite por la visibilidad, la capacidad de atracción y el ennoblecimiento como factores de valor. Este mercado es sumamente dinámico e impredecible. Suele orientarse a la novedad, la innovación y lo creativo, a lo que promete sorpresas, pero también aprecia aquellos bienes culturales que con el tiempo han alcanzado estatus de clásicos. El pilar central de los mercados de la hipercultura es el capitalismo cultural globalizado, la siempre creciente creative economy (economía creativa), que abarca desde la informática e internet, pasando por el diseño y la arquitectura, hasta el turismo. Esta economía es el fundamento de la sociedad posindustrial, en cuyas metrópolis se aglutinan objetos y espacios culturales, estilos, modas, escenas, siempre disponibles como reserva de la hipercultura”

Por otro lado, desde las décadas de 1980 y 1990 se ha ido constituyendo una contracorriente de esencialismo cultural, sustentada en las religiones fundamentalistas, de corte monoteísta, tendencias de nacionalismo cultural y movimientos populistas identitarios de derecha, en Estados Unidos y los países europeos, que se oponen tajantemente al cosmopolitismo global de la hipercultura. En esta contraposición irresoluble entre ambas tendencias de la Modernidad tardía, el autor plantea la posibilidad de una cultura de lo universal o universalismo cultural (doing universality) como alternativa factible donde: “Lo valioso de la cultura se refiere en ambos casos a lo particular y único, a lo singular: por un lado, la particularidad de las comunidades; por el otro, el carácter único de los bienes culturales y la individualidad enfática del sujeto que se realiza a sí mismo”.

El autor también señala que desde la década de 1980 se ha venido generando una economización expansiva de lo social, en el marco de un capitalismo posindustrial y cognitivo-cultural, donde “los patrones y las normas que caracterizan el ámbito económico colonizan ámbitos sociales ajenos a la economía: las instituciones culturales y sociales, el área educativa, la vida social de las ciudades, la religión y la política,

la comunicación mediática, e incluso las relaciones de pareja y personales, y aspiran a regir estos ámbitos” En este sentido, economización implica mercantilización, es decir, “la lógica del mercado irrumpe en ámbitos de la sociedad que antes no estaban organizados de esta manera”. Por consiguiente, los mercados: “compiten entre sí en materia de precio, utilidad, valor, etc., para captar el favor de los compradores, consumidores, receptores etc., que a su vez se hallan en un contexto de comparación y de elección. La lógica del mercado es, por tanto, una lógica de competencia que no necesariamente debe estar organizada en torno al dinero. La competencia entre potenciales parejas en una plataforma de citas o la que existe entre colegios en el marco de un sistema de educación pública ilustran cómo la lógica del mercado penetra también en ámbitos no comerciales”

Otro elemento que se destaca es la elevada psicologización de lo social en la Modernidad

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tardía, que lleva a los individuos constantemente a la autorreflexión y a la autotransformación, partiendo de la premisa de que la “vida buena” se logra a través de su autorrealización. En ese sentido, “las emociones y los afectos adoptan un papel central. La cultura del sujeto tardomoderno es, en cierto punto, una cultura radicalmente emocionalizada. Siguiendo la línea de la llamada ‘piscología positiva’, por la que está influida, alienta la producción de emociones positivas como objetivo central de vida: satisfacción, alegría, plenitud, vivencias, placer, deseo, entusiasmo, expectación, levedad, armonía social, lo lúdico, ‘intensidad’, ‘resonancia’, el desarrollo del yo en todas sus facetas y posibilidades (agradables)”.

En consecuencia, en la cultura y la psicología de la Modernidad tardía la autorrealización va indisolublemente ligada con una aspiración de autenticidad, de un ser auténtico, en una vida auténtica. Por eso, en su “búsqueda de autorrealización y autenticidad, el sujeto tardomoderno practica una constante valorización y singularización de todos los posibles elementos de su vida. Y es que el sujeto sólo puede realizarse y sentirse auténtico en la medida en que realiza prácticas y actividades en las que puede ‘desarrollarse’ según su propia percepción. Siempre se trata de incorporar a la vida componentes que el individuo percibe como valiosos y que son experimentados como únicos, esto es, que al menos sean verdaderos

“Desde las décadas de 1980 y 1990 se ha ido constituyendo una contracorriente de esencialismo cultural, sustentada en las religiones fundamentalistas, de corte monoteísta, tendencias de nacionalismo cultural y movimientos populistas identitarios de derecha”

‘para mí’. La valorización designa ese proceso en que los individuos, más allá de la racionalidad de los fines (de lo útil y eficiente), buscan lo valioso, eso que tiene ‘valor’ y que por ello puede perseguirse como un fin en sí mismo, especialmente en el ámbito estético (ejemplo: retiro de yoga) y ético (ejemplo: escuelas infantiles Montessori). La singularización designa ese proceso en el que los individuos no aspiran a lo uniforme y estandarizado, sino a lo individual, lo particular y único: desde el barrio prestigioso hasta la actividad profesional hecha a la medida. El sujeto tardomoderno sólo se desarrolla en lo singular, en eso que se experimenta como tal. Y sólo aquello que se vive como singular (y no como masificado y estandarizado) parece auténtico”

En ese sentido, Andreas Reckwitz concluye en su última obra: “El individuo no es una unidad autónoma sino un producto social. Sólo en la sociedad surge un sujeto de la amalgama de sus atributos físicos y psicológicos básicos. Se trata de un ser plenamente social que, en el caso ideal, interioriza las competencias, estructuras de deseos y mentalidades que da por supuestos la forma social correspondiente. Por eso, la estructura psíquica es siempre también una estructura psicosocial”

Andreas Reckwitz nació el 18 de marzo de 1970 (53 años), en Witten, Alemania. Estudió Filosofía, Ciencia Política y Sociología en las Universidades de Bonn, Hamburgo y Cambri-

dge, donde se graduó en 1994, bajo la dirección del célebre sociólogo británico Anthony Giddens (1938, Londres, Inglaterra). En 2005 fue profesor titular de Sociología General y Sociología de la Cultura en la Universidad de Constanza. Entre 2010 y 2014 ofreció una cátedra en las Universidades de Maguncia y Dresde. De 2010 a 2020 fue profesor de Sociología de la Cultura en la Universidad Europea Viadrina, en Frankfurt (Oder). En 2020 obtiene las cátedras de Sociología General y Sociología de la Cultura en la Universidad Humboldt de Berlín. Ha sido invitado a estancias de investigación en las universidades de Berkeley, Viena, Heidelberg, Bielefeld, Friburgo, Libre de Berlín y Londres (LSE).

A partir de 2011, Reckwitz es miembro del Consejo Asesor de “Ciencia y Actualidad” del Instituto Goethe. En 2015 obtuvo la beca “Opus Magnum” de la Fundación Volkswagen. En 2019, recibió el Premio Gottfried Wilhelm Leibniz de la Fundación Alemana de Investigación, En 2019 fue becario Thomas Mann de la Casa Thomas Mann, en Los Ángeles, beca otorgada por el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania y el Comisionado del Gobierno Federal para la Cultura y los Medios de Alemania. En 2021 se le otorgó la Medalla de la Academia de Ciencias de Heidelberg. Reckwitz también es autor invitado en el principal semanario nacional alemán Die Zeit

De su prolífica obra Andreas Reckwitz ha publicado: Estructura: Sobre el análisis científico social de las reglas y regularidades (1997), La transformación de las teorías culturales. Desarrollo de un programa teórico (2000). El Sujeto híbrido. Una teoría de las culturas del sujeto desde la modernidad burguesa hasta la posmodernidad (2006), Fronteras difusas: perspectivas sobre la Sociología Cultural (2008), La invención de la creatividad. Sociedad moderna y la cultura de lo nuevo, Polity, Cambridge (2017), La Sociedad de las Singularidades. Sobre el cambio estructural de la modernidad, Polity, Cambridge (2020).

En 2022 se publicó en español su libro en coautoría, con Hartmut Rosa, Tardomodernidad en Crisis. Por un horizonte social alternativo, Madrid, 2022, 301 páginas.

Andreas Reckwitz, El fin de las ilusiones. Política, Economía y Cultura en la Modernidad tardía, Salamanca, Ed. Nola, 2022, 268 páginas.

fernamancillas@yahoo.com
*Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora
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Andreas Reckwitz recibe el premio Leibniz de Alemania

José Gorostiza

El pasado 16 de marzo se cumplieron 50 años del fallecimiento del poeta mexicano José Gorostiza (19011973), autor de uno de los poemas más prodigiosos de nuestro idioma: Muerte sin fin. Lo leí por primera vez en mi época de preparatoriano; quedé encantado como la cobra por la hipnótica música y ritmos cadenciosos de la flauta metafísica. Desde entonces ese poema “indefinible”, de polisémica seducción y líquido temple de ánimo, es uno de mis poemas favoritos.

Un día de invierno de 1970, tuve el privilegio de escuchar a José Gorostiza leer algunos fragmentos de Muerte sin fin, en casa de otro gran poeta, maestro y amigo en la Ciudad de México. Sin duda, aquella experiencia fue una revelación. La emoción e impresión que me provocó, fue indescriptible; algo nació o se despertó dentro de mí. Una voz de niño cavernoso, de anciano jovial, iluminó todo el recinto de la biblioteca donde nos encontrábamos; como si el tiempo se hubiera detenido a la vez de sentirme proyectado, en el mismo instante, en un viaje interminable y vertiginoso a la esencia de la poesía. Todo surgía de nuevo pero con una mayor limpidez, como si las palabras proferidas por el poeta “hicieran” más real lo real. Quienes escuchábamos, fascinados por el fluir seductor de un océano de palabras danzarinas, ceñidas por un ritmo misterioso como si estuviéramos experimentando el amanecer primigenio de la existencia, vivíamos extáticos el ritual de la soledad en llamas.

acceso a textos inéditos del poeta, y mostrarme el rincón de la biblioteca del poeta malistac (CDMX) donde se refugiaba y escribir Me obsequió la primera edición Muerte sin fin en la colección “Letras nas” (1964), del Fondo de Cultura Económica.

“La poesía de Gorostiza requiere de buenos lectores que interpreten y se apropien de la obsesión del poeta al decir el mundo”

Más tarde, tuve la suerte de adquirir un disco de 33 revoluciones (grabado en 1960), con la voz del poeta en aquella legendaria colección: Voz Viva de México, producida por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Pasaron los años y mi profesión de editor me permitió conocer en 1994, a María Gorostiza, editora de Kromathos Ediciones y nieta de José Gorostiza, quien además de permitirme tener

La poesía de Gorostiza requiere de lectores que interpreten y se apropien sesión del poeta al decir el mundo. El de su poesía se “encuentra” en la lucha tosa de nombrar lo innombrable, de develar palabra “justa” del reloj silencioso de la y lograr “tatuar” palabras en aquello que “no” ha podido decirse. Gorostiza señaló en su prólogo a Muerte sin fin que, “la poesía es una especulación, un juego de espejos, en el que las palabras, puestas una frente a otras, se reflejan, unas en otras hasta lo infinito y se recomponen en un mundo de puras imágenes donde el poeta se adueña de los poderes escondidos del hombre y establece contacto con aquel o aquellos que está más allá”. Para el poeta el lenguaje no es un simple instrumento que lo acerque al mundo, es algo más que eso. Sin duda con el lenguaje nombramos el mundo, pero el poeta no se conforma con nominarlo, sino que mediante la poesía, el poeta quiere “hacer” posible que al nombrarlo como praxis “primigenia”, nombre el ser de las cosas logrando la luminosidad de la poesía por la palabra. Sin embargo, ya el Romanticismo nos había señalado que el lenguaje está muy lejos de nombrar lo que “real”, y Friedrich Nietzsche al igual que Ludwig Wittgenstein, lo subrayaron respectivamente en su tiempo. Gorostiza es consciente de la crisis del lenguaje de la Modernidad, crisis que se expresa en dudar que se pueda conocer “verdaderamente” algo mediante él. Los instrumentos, herramientas o armas con las que cuenta el poeta para transmitir su experiencia poética del mundo, “irónicamente”, sólo son las palabras; que no son más que humildes y pálidas traducciones de la realidad.

Muerte sin fin, es el resultado de años de trabajo en las cavernas del lenguaje y de infinitos asedios en los insomnes pantanos silenciosos de hechos, cosas, sensaciones y experiencias aún no nombradas pero percibidas y “traídas a

permanecer” por el poeta; por lo mismo, Muerte sin fin es de una originalidad inaudita: “Porque el hombre descubre en sus silencios/ que su hermoso lenguaje se le agosta.../ ... Y todo lo que vuela o nada, todo,/ se encoge en un crujir de mariposas,/ regresa a sus orígenes/ y al origen fatal de sus orígenes,/ hasta que su eco mismo se reinstala/ en el primer silencio tenebroso” Estoy convencido de que hay muchas formas de leer este poema, pero después de haberlo leído durante muchos años, he descubierto algunas conexiones, una de ellas es bajo la mirada de basilisco filosófico de Maurice Blanchot, a su vez iluminado por Heráclito de Efeso, El Oscuro: “El logos, esta palabra singular en la que se sostiene el origen no hablante de lo que incita al habla y que, a su nivel más alto, allí donde todo es silencio no habla, ni oculta, sino que hace señales” ¿Y acaso no es eso entre muchas interpretaciones Muerte sin fin? ¿Poética que, en su tránsito por la cuerda intangible e invisible entre la escritura y el silencio, nos hace señales e incita a develar su misterio? En cada lectura me conecto a una polisemia de significación vital. Qué exquisito manejo del lenguaje, de ritmo hipnótico y metáforas propias de un mago.

José Gorostiza como poeta fue un torbellino de silencios, no de silencios mudos y estériles sino de silencios elocuentes y elementales, primigenios. Mucho se ha escrito sobre este gran poeta y mucho queda aún por escribirse; aquí queda este homenaje mínimo y la invitación a su lectura.

mongar66@hotmail.com

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*Poeta y ensayista, autor de Fragmentos sin fondo

MUERTE SIN FIN

JOSÉ GOROSTIZA

Conmigo está el consejo y el ser: yo soy la inteligencia; mía es la fortaleza.

PROVERBIOS, 8, 14

Con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo.

PROVERBIOS, 8, 30

Mas el que peca contra mí defrauda su alma; todos los que me aborrecen aman la muerte.

PROVERBIOS, 8, 36

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentido acaso por su radiante atmósfera de luces que oculta mi conciencia derramada, mis alas rotas en esquirlas de aire, mi torpe andar a tientas por el lodo; lleno de mí —ahíto— me descubro en la imagen atónita del agua, que tan sólo es un tumbo inmarcesible, un desplome de ángeles caídos a la delicia intacta de su peso, que nada tiene sino la cara en blanco hundida a medias ya, como una risa agónica, en las tenues holandas de la nube y en los funestos cánticos del mar —más resabio de sal o albor de cúmulo que sola prisa de acosada espuma. No obstante —oh paradoja— constreñida por el rigor del vaso que la aclara, el agua toma forma.

En él se asienta, ahonda y edifica, cumple una edad amarga de silencios y un reposo gentil de muerte niña, sonriente, que desflora un más allá de pájaros en desbandada.

En la red de cristal que la estrangula, allí, como en el agua de un espejo, se reconoce;

atada allí, gota con gota, marchito el tropo de espuma en la garganta ¡qué desnudez de agua tan intensa, qué agua tan agua, está en su orbe tornasol soñando, cantando ya una sed de hielo justo! ¡Mas qué vaso —también— más providente!

éste que así se hinche como una estrella en grano, que así, en heroica promisión, se enciende como un seno habitado por la dicha, y rinde así, puntual, una rotunda flor de transparencia al agua, un ojo proyectil que cobra alturas y una ventana a gritos luminosos sobre esa libertad enardecida que se agobia de cándidas prisiones! ¡MAS QUÉ vaso —también— más providente! Tal vez esta oquedad que nos estrecha en islas de monólogos sin eco, aunque se llama Dios, no sea sino un vaso que nos amolda el alma perdidiza, pero que acaso el alma sólo advierte en una transparencia acumulada que tiñe la noción de Él, de azul. El mismo Dios, en sus presencias tímidas, ha de gastar la tez azul y una clara inocencia imponderable, oculta al ojo, pero fresca al tacto, como este mar fantasma en que respiran —peces del aire altísimo— los hombres.

¡Sí, es azul! ¡Tiene que ser azul! Un coagulado azul de lontananza, un circulante amor de la criatura, en donde el ojo de agua de su cuerpo que mana en lentas ondas de estatura entre fiebres y llagas;

en donde el río hostil de su conciencia ¡agua fofa, mordiente, que se tira, ay, incapaz de cohesión al suelo! en donde el brusco andar de la criatura amortigua su enojo, se redondea como una cifra generosa, se pone en pie, veraz, como una estatua. ¿Qué puede ser —si no— si un vaso no? Un minuto quizá que se enardece hasta la incandescencia, que alarga el arrebato de su brasa, ay, tanto más hacia lo eterno mínimo cuanto es más hondo el tiempo que lo colma. Un cóncavo minuto del espíritu que una noche impensada, al azar y en cualquier escenario irrelevante —en el terco repaso de la acera, en el bar, entre dos amargas copas o en las cumbres peladas del insomnio— ocurre, nada más, madura, cae sencillamente, como la edad, el fruto y la catástrofe. ¿También —mejor que un lecho— para el agua no es un vaso el minuto incandescente de su maduración?

Es el tiempo de Dios que aflora un día, que cae, nada más, madura, ocurre, para tornar mañana por sorpresa en un estéril repetirse inédito, como el de esas eléctricas palabras —nunca aprehendidas, siempre nuestras— que aluden el amor de la memoria, pero que a cada instante nos sonríen desde sus claros huecos en nuestras propias frases despobladas. Es un vaso de tiempo que nos iza en sus azules botareles de aire y nos pone su máscara grandiosa ay, tan perfecta, que no difiere un rasgo de nosotros. Pero en las zonas ínfimas del ojo, en su nimio saber, no ocurre nada, no, sólo esta luz, esta febril diafanidad tirante, hecha toda de pura exaltación, que a través de su nítida substancia nos permite mirar, sin verlo a Él, a Dios, lo que detrás de Él anda escondido: el tintero, la silla, el calendario —¡todo a voces azules el secreto de su infantil mécanica— en el instante mismo que se empeña en el tortuoso afán del universo.

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LEER CINE

Fue hasta hace muy poco tiempo que tuve noticia —y, sobre todo, conciencia— de lo que implica la expresión “leer cine” Esto aconteció cuando Rael Salvador, quien es nuestro puntual editor aquí en Palabra, me la reveló tal vez en cierto momento durante alguno de nuestros intercambios epistolares que a veces son breves y, otras, no tanto. O, posiblemente, cuando él la publicó en alguno de sus escritos para El Vigía o para algún otro medio. Lo cierto es que yo no me había percatado, sino hasta aquella reciente ocasión, de que yo había sido lector de cine, sobre todo durante la década de los años 70 del siglo pasado. No es que entonces no acudiera a ver películas “no comerciales” a las grandes o pequeñas salas donde éstas se proyectaban, en la Ciudad de México (desde 1970 fui indoblegable espectador, abono en mano, de la Muestra Internacional de Cine en México, en el cine Roble del entonces Distrito Federal —no en el de Tijuana—, así como cliente frecuente en las salas llamadas de arte, propiedad de Gustavo Alatriste, en la Zona Rosa), o que incluso las viera una y otra vez en horarios ya casi de madrugada en algún canal televisivo donde en aquella época se transmitieron cintas de la llamada nueva ola francesa (probablemente XHGC, entonces canal 5. No lo recuerdo), sino que fui asiduo lector de cine, particularmente en el mencionado decenio. Esto tiene una explicación, digamos que “objetiva”, en el contexto de la innegable intersubjetividad en la que nos desenvolvemos: cuando fui estudiante de bachillerato en el plantel dos de la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y me correspondió elegir cuál licenciatura cursar después de mi formación media-superior, me interesé vivamente por aprender cómo hacer cine “independiente”, aun cuando entonces no se impartían carreras de esta disciplina multidisciplinar (la cinematográfica, no la de la independencia) a nivel superior De haber optado por aquella vía, sin duda me habría inscrito en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, de la UNAM, antecesor de lo que ahora es la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de esa Universidad. Pese a la enorme atracción que sobre mí ejercía la posibilidad de dedicarme al cine, opté por estudiar la licenciatura y la maestría en Artes Visuales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, que también formaba parte de la UNAM, institución que ahora es su Facultad de Artes y Diseño. Fue en aquella época

En cuanto me adentré en los multiversos de las artes plásticas, visuales y conceptuales (y no me refiero de manera exclusiva a la acepción del término multiverso en la cinematografía comercial de la actualidad), me alejé cada vez más, aunque paulatinamente, de la lectura de cine. Sin embargo, ahora que soy consciente de que me he dedicado a “leer cine”, le adjudico a esa gozosa actividad el desarrollo de una gran parte de mi capacidad presente para la prefiguración. “Leer cine” propicia imaginar vivamente, de manera instantánea y muchas veces sin interrumpir la lectura y (o) hasta sin cerrar los ojos, aquello que corresponde, en imágenes en movimiento, a eso que se está leyendo; a eso mismo, ni más ni menos, lo cual es formidable. Tal capacidad no siempre es experimentada por todas las personas lectoras de cine de manera instantánea, sino que cada una, en la medida de sus posibilidades e intereses, la va desarrollando y, en su caso, afinando. Tanto es así que, para la gente experta, el abrir al azar o por razones de trabajo un guion cinematográfico —ya sea que se trat e de un escrito técnico o de otro literario— le posibilita imaginar con plena nitidez y detalles la toma de que se trate y, si continúa leyendo, visualizar mentalmente hasta la escena y la secuencia correspondientes. Todo esto, en una versión personalísima que, quie-

dad una imagen, misma que ha de ser “transferida” al plano de la realidad tangible. Quienes cuenten con un repertorio técnico de suficiente a amplio y tengan control de sus procesos productivos, “transcribirán” con absoluto éxito o con el mayor posible esa imagen, mientras que aquellas personas que no hayan desarrollado esas capacidades lo conseguirán parcialmente o no lograrán hacerlo. Todo esto está vinculado con eso que denominamos creatividad, asunto sobre el que por ahora no abundaré.

El concepto de “leer cine” me remitió de inmediato al de “leer música”. Una mayoría de la gente del medio de la música de concierto (ámbito con el que estoy vinculado) es capaz de leer —a primera vista, según su léxico— desde una particella hasta una partitura orquestal y, al hacerlo, “escuchar” en su interior los sonidos de aquello que leen (algo mucho más complejo que solfear, pero que tiene su base en el solfeo). En ocasiones lo hacen tarareando en voz baja o media —sobre todo si están en compañía de personas que también saben “leer música” —, siempre marcando el compás, y en otras, en un inigualable solipsismo. Entre esa gente hay quienes, amén de haber desarrollado tal destreza, se solazan escuchando grabaciones de obras musicales y com-

Fo tos: Carlos-Blas Galindo

parando unas versiones con otras, en tanto que bastantes de entre ellas que no leen partituras, pero son escuchas de la música de concierto, pueden devenir experta gente melómana (una muy recomendable lectura al respecto lo constituye el libro de Haruki Murakami y Seiji Ozawa Música, solo música, editado en nuestro país por Tusquets en 2020). Muchas personas han supuesto que mi padre, el compositor, docente y director de orquesta Blas Galindo (1910-1993), contaba con un extenso acervo de discos fonográficos y con un muy avanzado equipo para tocarlo y escucharlo. Empero, no fue así. En los años 60 de la pasada centuria hizo remodelar la casa donde vivía con mi mamá, con mi hermano y conmigo, para ubicar su estudio-biblioteca. No sé si anteriormente tuvo dónde reproducir sus pocos discos. Sí recuerdo, en cambio, que en el amplio librero que mandó hacer en su entonces nuevo espacio había una gran bocina (sólo una), un amplificador muy básico (de bulbos, por supuesto) y un tocadiscos monoaural, equipo que adquirió, de segunda mano, con la asesoría del tío Miguel Mendoza, hermano mayor de Ernestina, mi mamá. Y ahí escuchaba, muy esporádicamente, alguna grabación, sobre todo de obras de su autoría, ya fuese monoaural, estereofónica o cuadrafónica. A mediados de los 80 del citado siglo, mi madre y mi padre hicieron construir una

«“Leer cine” propicia imaginar vivamente, de manera instantánea y muchas veces sin interrumpir la lectura y (o) hasta sin cerrar los ojos, aquello que corresponde, en imágenes en movimiento, a eso que se está leyendo»

casa más amplia que la anterior, misma que tiene una extensa área con funciones de estudio-biblioteca (casa donde viví durante poco tiempo pues pronto me “independicé” definitivamente o, más bien, devine dependiente de la vida en pareja). A insistencia de mi hermano y mía, Blas Galindo aceptó que sus hijos adquiriéramos y montáramos en ese espacio una tornamesa, reproductores de audiocasetes y discos compactos, así como una grabadora-reproductora de cintas magnetofónicas de carrete abierto (con la que sustituyó una, usadísima, que le había comprado al etnomusicólogo Raoul Hellmer (1913-1971) en los 60 del siglo XX) y desde luego que bocinas, equipo que utilizó en escasas ocasiones. Nunca tuvo una gran cantidad de fonogramas. Su acervo sonoro está en proceso de ser resguardado en comodato en la Fonoteca Nacional, donde se realiza el inventario correspondiente, para con posterioridad dar paso a su clasificación y etapas subsecuentes. Lo que sí adquirió, estudió, anotó y, por supuesto que escuchó al interior de su mente, fueron partituras en formato de bolsillo (18.5 por 13.5 centímetros) de la autoría de mucha de la gente destacada en la composición musical de concierto en el ámbito occidental.

“Leer música” fue, para Galindo, algo primordial. Resulta claro que, dada su formación y su carrera

en la composición musical, en la enseñanza y en la dirección de orquesta, la lectura de partituras fue para él algo cotidiano. Y que, muy probablemente, al inicio y en la fase de consolidación de su trayectoria, no contó con los recursos indispensables para conformar un acervo discográfico y para hacerse de un equipo de sonido medianamente aceptable. Pero llama poderosamente la atención que, una vez que tuvo la posibilidad de adquirir acetatos, tornamesas, amplificadores, bocinas y demás, haya preferido incrementar su colección de partituras en formato de bolsillo y haya optado por escuchar mentalmente, cada vez que así lo decidía, las obras de sus colegas de los periodos barroco, clásico, romántico, moderno y contemporáneo. Por escucharlas para él, absorto. En silencio para quienes le rodeábamos. Con una inusitada intensidad en su interior; en su muy desarrollada imaginación creadora. A instancias de mi mamá y de mi papá estudié música durante unos pocos años y soy capaz de “leer música”; empero, lo hago de manera restringida. En cambio, me precio de ser capaz de “leer cine” y de gozar de los muy favorables efectos que tal destreza ha tenido en mi formación profesional como artista visual y conceptual. Y me ufano de contar con esta conexión con mi padre. Una, entre varias, que tanto atesoro y disfruto. Gracias, Blas. Te agradezco, amigo Rael.

carlosblasgalindo@yahoo.com

*Profesor-investigador de arte, crítico de arte, curador independiente, artista visual y conceptual

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Armonías deWerckmeister

LIas parrafadas László Krasznahorkai (Hungría, 1954) son oleajes de una bravura germinal, como esos arrebatos que, en apariencia, se discursan interminablemente en la ebriedad onírica de una pasión traicionada: un puñado de ideas heridas que danzan —en mutuo auxilio mágico— para formar la armonía agónica de un Sistema Solar

De la novela “Melancolía de la resistencia” (Editorial Acantilado, 1989), el cineasta formidable que es Béla Tarr (Hungría, 1955) rehace desde una óptica newtoniana una parcela del océano de palabras de Krasznahorkai y crea la belleza insondable de “Armonías de Werckmeister”.

Podría aventurar que “Armonías de Werckmeister” (estrenada en 2000) es una gradual y paulatina película donde la velocidad de la luz genera un entusiasmo primigenio que revitaliza las oscuridades más abisales del subconsciente, lugar donde “la pérdida de las ilusiones —como sentencia Jacques Rancière— ya no dice gran cosa sobre nuestro mundo”

János Valuska, el cartero protagonista —soñador de silencios y ojos de Dionysos—, reinaugura todas las noches su teatro de alcohol en el bar rural, lugar comunitario donde los borrachos se convierten en astros, lunas, planetas…

El film está compuesto de una ballena disecada y revueltas inciviles —fomentadas por el Príncipe, falso profeta que incita el rumor del miedo— un hospital-manicomio y lo valioso de la amistad antigua… ¡Pero qué diablos importan estas palabras!

¡Espinas de luz en las tinieblas del deseo! ¡Misterio total en las cosas doblemente tontas! ¡Perplejidad en esa capacidad que poseen los seres más mediocres de recuperar su dignidad!

Uno, por más que lo desee, lo quiera o lo pretenda, lo demande o lo exija, no sale indemne de esa paz turbulenta que es encontrarse con la epifanía cinematográfica por excelencia...

Sí, es el ritual del tiempo en su templo: la comunión pagana a la que arrastra el séptimo arte; y después de ello, tiene uno que acariciar al gato, asomarse a la ventana, abrir cualquier diccionario, mirar a los ojos del perro, intentar una llamada que no se hace, alzar la mirada hacia Orión, tomar un bombón —panza de araña— entre las yemas, equilibrar el lápiz por un momento, apretar los labios, entrecerrar los párpados, pasar el trago con dificultad, maldecir con lágrimas la alegría que en ese instante inunda la sonrisa y nos hace pensar seriamente en los tristes despojos de la existencia…

“János Valuska, el cartero protagonista —soñador de silencios y ojos de Dionysos—, reinaugura todas las noches su teatro de alcohol en el bar rural, lugar comunitario donde los borrachos se convierten en astros, lunas, planetas…”

¿En qué consiste esta extraña maravilla fílmica? ¿En la poderosa facha de János, mitad príncipe de las ilusiones y mitad tonelero de tres centavos? ¿Es la música de Víg Mihály, esa partitura de tersura monótona, tan deliciosa como unos senos de seda y esperanza?

Por partes iguales, punk y ángel, János instaura entre campesinos, cazadores e idiotas de rincón— la embriaguez del origen humano y nos arrulla con un vals de piedras girando en la nada filosófica, logrando el milagro de equilibrar emociones y pulir diamantes, como si el Universo se encontrara en el bolsillo del elogio y la gloria a la vuelta de la esquina…

Luego, cuando los corren después de armar el barullo cósmico, vemos a János Valuska caminar —en la acción del blanco y negro, que es el característico e hipnótico plano secuencia de Béla Tarr— y la música de Víg Mihály cae como nieve en el incendio metafísico que acaba de provocar y lo que hemos visto o creímos es sólo la “armonía” del deseo que dibuja lo divino con dedos frágiles.

II

ESCENA DE ARMONÍAS DE TARR

Cantinero: ¡Las diez! ¡Hora de cerrar! ¡Señores, por favor!

Parroquiano Sol: Espera un poco a que Valuska nos haga una demostración.

Cantinero: ¡Que lo haga afuera!

Valuska: Tú serás el Sol. El Sol no se mueve. Esto es lo que hace…

Valuska (a otro parroquiano): Tú serás la Tierra… La Tierra empieza aquí… y se va moviendo alrededor del Sol. Y ahora… veremos una explicación sencilla que nos ayudará a comprender por completo el significado de la inmortalidad… Únicamente les pido que caminen conmigo a través del infinito… en el que constancia, quietud y paz forman un reinado de infinito en el vacío. Imaginen esto en ese infinito sonoro: si-len-cio… Todo en una oscuridad impenetrable. Aquí sólo experimentamos el movimiento general… y al principio no notamos los acontecimientos de los que somos testigos… La luz brillante del Sol siempre tira su calor y su luz sobre este lado de la Tierra… que es empujada a girar hacia allí. Y estamos de pie, aquí, en su esplendor… Esta es la Luna. La Luna gira alrededor de la Tierra… ¿Qué pasa? De repente vemos que el disco de la Luna, el disco de la Luna sobre la esfera ardiente del Sol hace una mella, y esta mella, la sombra oscura, se hace más grande… y más grande. Y como ésta cubre al Sol cada vez más… poco a poco sólo una media Luna del Sol permanece… una media Luna deslumbrante. Y en el momento siguiente… en el momento siguiente, digamos a la una de la tarde, el más dramático giro de los acontecimientos ocurre. En este momento, el aire se torna frío. ¿Pueden sentirlo? El cielo se os-

POR RAEL SALVADOR*
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curece… y después todo se torna oscuro. Los perros aúllan, los conejos se encorvan, el ciervo corre con pánico… asustado… corre en estampida. Y en este espantoso, incomprensible crepúsculo incluso los pájaros, los pájaros también están confusos y van a posarse. Y después, completo silencio. Todo lo que vive está quieto… ¿Las colinas se irán apagando? ¿El cielo caerá sobre nosotros? ¿La tierra se abrirá bajo nuestros pies? No sabemos. No sabemos. Un eclipse total se ha encontrado con nosotros.

Valuska (después de una pausa larga): Pero, pero no necesitamos temerlos, esto no es el final… Ya que a través de la esfera encendida que es el Sol, lentamente… la Luna nada alejándose. Y el Sol estalla de nuevo hacia fuera, y hacia la Tierra, despacio viene la luz otra vez y el calor inunda la Tierra. Una emoción profunda se apodera de cada uno. Hemos escapado del peso de la oscuridad…

Cantinero a János Valuska: ¡Se acabó! ¡Fuera de

aquí, has bebido demasiada cerveza!

Valuska (encarando al cantinero, antes de abandonar el bar,): Pero Señor Hagelmayer, aún no he terminado.

Música: Víg Mihály (Armonías de Werckmeister).

raelart@hotmail.com *Escritor y editor 17

Israel Galván y Olga Gutiérrez: Velocidad del discurso

Israel se mueve a partir de una sica que le va creciendo, desde historia que contar, pero es oculta que desde afuera sólo vemos movimiento de su delgado cuerpo que poco a poco comienza a escribir discurso nuevo, una poética del taconeo y la extensión de los brazos.

Cuerpo de 49 años, con todos los signos de una madurez vuelta venas prominentes, unas piernas largas y nerviosas, el cabello despidiéndose poco a poco de la cabeza, los ojos negros puestos en un baile que no termina, aunque termine. ¿Qué es el ritmo dentro de un cuerpo que en lugar de bailar cuenta historias sobre ataúdes o carnicerías?

Criado dentro de un ambiente flamenco, de padres bailaores; José Galván y Eugenia de los Reyes, quienes pasaron de la emoción de ver a su hijo en el tablado, bailando con gracia a la manera tradicional, a verlo después, decepcionados, experimentar con otras maneras de desbaratar el flamenco para reconstruirlo poco a poco, con nuevas temáticas, materiales, escenarios, distintos atuendos para contar su arte de otras maneras. Israel ingresó en 1994 a la Compañía Andaluza de Danza y con ello dio inicio a una de las carreras dancísticas más interesantes de la actualidad.

Me interesa su lenguaje corporal y ese narrar que cuenta a borbotones golpeando el tablado, produciendo sonidos con sus palmas sobre su pecho, sus costados, sobre sus piernas y repiqueteando los dedos entre sus dientes. Pareciera que en Galván se cumple una máxima de contarlo todo con todo el cuerpo. Representa el misterio del decir, de extravagante diálogo con el espectador. Al contemplarlo sabemos que entramos en modo poético, nos domina su canto corporal, convence la manera en la que remata sus frases, vencen sus silencios y desenfreno a destiempo.

Nunca antes el flamenco y la poesía experimental vueltas cuerpo, las historias que transmite son de gitanos, de entretenedores de circo, de meseros trasnochados, de muertos vueltos a la vida danzando sobre su propio ataúd (o somos nosotros mismos, dentro de un ataúd en un llanto que es movimiento, en este caso, y no escritura como lloraba José Revueltas).

Israel Galván conversa en agitación rápida con manos, tacón y punta, ojos fijos en un punto al que no alcanza a llegar, pero se esfuerza en ese ir, destraba con-

juros siguiendo el canto profundo o la propia música que le nace, crea música, la empalma con los gritos y palmas del público, se pasea igual sobre un ruedo empolvado o un escenario en Nueva York, no se detiene en debilidad, suda o llora por alcanzar esos acordes de guitarra con los cuales entabla romance o despedida. Galván es uno de los mejores bailarines del mundo.

Baila en público, escucha los murmullos, pero conversa hacia adentro. Experimenta en contorsiones y texturas de pisos y suelos de todos los materiales porque de ahí surgirá nueva música para los otros, una constante retahíla de fórmulas para no dejar caer el mundo, lo observo y sigo uniendo su danza con la poesía, recupero el son constante de los poemas de la físico-matemática Olga Gutiérrez García:

Porque la antiderivada

Porque la antiderivada pesa más que cien millones de estadios de fútbol y la comezón por la vida no se acaba con la teoría del campo unificado ni con el más olímpico deseo por desintegrarnos del Gran Ausente porque esto es lo que nunca nos enseñaron porque este es la verdadera Dark Matter porque el canto de los transfinitos explota dentro de una lata de cocaína y decimos salud estrellas mientras se esfuman los pulmones en pos del vellocino de oro y la piedra filosofal y palpamos como si la tinta pulpara la pulpa del purulento pulpo enloquecido en la escritura que no es más que la leche de un Dios ionizado por letras sin sentido cdkielaieulaihekkeeñgt aquí en la bóveda del cuarto testículo y en la rigidez de un tubo de Falopio como dientes de leche expulsados por un pentagrama de dioses inexistentes lamidos por ovnis que conocen los más íntimos secretos de  los quarks y demás pequeñuelos que nos parieron después del Big Bang y a los cuales volveremos como patos salados en un platillo chino

salirnos de nosotros mismos y volamos volamos para estrellarnos con la fuerza que sostiene a la Vía Láctea y a pesar de esto no logramos escapar de esto que llamamos cuerpo y sólo sólo sólo la Nada aparece redentora para aquietarnos del horror del horroroso ojo de Aquel o Aquello que conoce nuestra composición exacta y del caldo en equilibrio del que estamos hechos para sostener la vida bajo la regla de cálculo y adentrarnos en la trinidad de números normales que fenecen como reses sobre las brasas de cualquier domingo del purgatorio amén.

Olga Gutiérrez lee con la misma musicalidad que Galván baila, pone sus ojos en el público, los domina con un ritmo desenfrenado, desata fórmulas concebidas para las ciencias duras y las restriega en un armado que transforma la realidad: somos materia, pero materia poética y también polvo cósmico, pero polvo enamorado.

Porque la antiderivada y los misterios de la Dark Matter en Gutiérrez son verdades como versos, movimiento de esos dioses y quarks que evolucionan para ser fijados en un texto poético para destrozarse así mismo. Propongo una danza de Galván con los versos de Olga, un tránsito de composiciones transfonterizas, música y palabras para medir los deseos, una celebración del querer decir en infinito con un baile fuera de lo antes visto.

Poesía y danza, ciencia y danza. Los discursos se unen en el arte de lo improbable para gozo del lector que ve, degusta, abraza y baila poesía. El arte en Galván y Gutiérrez se ha cumplido.

premoniciones@hotmail.com

*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía

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Olga Gu érrez.Israel Galván Fo tos: Archivo P alab ra

¡EL SEXTO PASAJERO!

EIn mis recuerdos de infancia están insertos dos personajes particulares (entre muchos otros): “Robot”, de la serie Perdidos en el espacio, que era coprotagónico y poco a poco se hizo muy popular, al grado de ser la figura icónica de la serie, y “Robotina”, de la caricatura Los súper sónicos que, por su carácter de dibujo animado en un contexto muy familiar, no me sorprendía tanto como “Robot”. Los dos compartían características similares, eran creaciones humanas, generaban razonamientos autónomos y tenían sentimientos.

Apenas cumplidos diez años, acompañé a mi papá al cine; era costumbre que fuéramos de manera regular los dos solos, pues mis hermanas, Chayo y Mela, trabajaban y mi mamá no era mucho de ver películas. Fuimos a ver 2001: odisea del espacio (Kubrick, 1968), yo no tenía idea de qué trataba, pero al verla terminé pensando que era de terror, que HAL —el sexto pasajero de la nave Discovery con destino a Júpiter— era una creación del mismo demonio.

Este pasajero era una súper computadora: la HAL 9000, su nombre tiene origen de “Heuristically programmed ALgorithmic computer”, que significa algo así como Computadora algorítmica programada heurísticamente, donde el término “heurístico” tiene que ver con la generación de conocimiento.

Ya en la universidad, vi otra que me causó impacto en varios sentidos, y que todavía está en algunos de mis procesos creativos: Blade Runner (Scott, 1982) Y luego, en algún cine club me topé con Metrópolis (1927) de Fritz Lang, que vino a confirmar que la temática era importante y que se volvería en algo más cotidiano y asequible. Enseguida apareció Terminator (Cameron, 1984) y otras similares, hasta que llegó Matrix (Wachowski, 1999) y me volvió a sacudir la cabeza.

Los ingredientes básicos de las historias de las películas relacionadas con la Inteligencia Artificial (IA), son los mismos que la historia del doctor Frankenstein: el creador es atacado y dominado por su propia creación. El dilema de la IA, de volverse sensible, es una posibilidad real.

Los acercamientos a las nuevas plataformas de IA para generar textos e imágenes es la parte que

menos nos debe preocupar; las directrices de la creación se están cimbrando, pues es un momento de euforia por el uso de las nuevas herramientas, que dicho por expertos ayudarán a los menos hábiles intelectualmente. Las versiones circulantes son, básicamente, versiones beta de lo que se aproxima. Las características de las imágenes y textos todavía tienen una impronta robótica muy marcada, aún así no dejan de sorprender a incautos.

El 1 de marzo de este año, el diario El País publicó una columna de Javier Sampedro titulada “Armas con cerebro”; en ella, plantea que el riesgo más preocupante es la utilización de armas con IA y se cumplan los pronósticos de algunos: “La tendencia conducirá inevitablemente a la pesadilla de Guterres, secretario de la ONU: máquinas que localicen, seleccionen y maten a sus objetivos sin la menor supervisión humana”. Un futuro tenebroso en verdad.

En el año 2001, el doctor Davor Pavisic, del Instituto de Investigación en Informática Aplicada de la Universidad Católica Boliviana, escribió un ensayo sobre HAL 9000 que concluye de la siguiente manera: “Nuestra definición de las diferencias básicas entre las mentes de los hombres y las posibles mentes de las máquinas no están suficientemente claras. Quizá ya no sea posible establecer el límite donde la mente humana deja paso a la máquina. Quizá sea necesario que ellas nos den su opinión”.

Me siento como al salir del cine de la mano de mi papá: con la incertidumbre de lo que está por aparecer.

II

El sábado 18 de marzo de 2023, por la mañana —a través de su página Truth Social— el expresidente Donald Trump hizo el anuncio que en los próximos días sería arrestado. El motivo, pago de dinero secreto a la estrella de cine porno Stormy Daniels, para comprar su silencio y enterrar un presunto affaire antes de las elecciones de 2016 que lo llevaron a la Casa Blanca.

El martes 20 de marzo, Eliot Higgins, director de la plataforma Bellingcat —un colectivo independiente de investigadores y periodistas—, publicó en su cuenta de Twitter fotos del supuesto arresto de Donald Trump a manos de policías de Nueva York. Las fotos rápidamente se difundieron en otras plataformas y muchos las tomaron como

reales, a pesar de que fueron creadas por la IA. El miércoles 21, un par de reconocidos fotógrafos mexicanos cuestionan el uso de estas imágenes. Francisco Mata Rosas escribe: “Sorprendente serie (de fotos) que nos obliga a pensar en el presente y futuro del fotoperiodismo” Mientras Ulises Castellanos dice: “El primer golpe a la credibilidad del fotoperiodismo” En lo que suscribe Mata Rosas, agrego que el fotoperiodismo se ha reconstruido a partir de la digitalización y la aparición de los teléfonos inteligentes, lo interesante será la credibilidad de las imágenes respecto a su origen y veracidad. Respecto a Castellanos, la fotografía nace golpeando a la credibilidad del mundo, por eso no es nada nuevo. Hace unos números atrás, en este misma Revista Cultural, escribí sobre una foto de la luna que hice con mi celular con imágenes descargadas de internet y que la gran mayoría de mis seguidores en Facebook la dieron como real.

Ahora, estamos hablando de texto e imágenes, lenguajes con los que convivimos cotidianamente y que ¡damos por hecho que son “verdades” inquebrantables! Tendremos que aprender a convivir con estas nuevas realidades que, dicho sea de paso, rondan alrededor de nosotros desde hace mucho tiempo; un ejemplo inminente son los filtros embellecedores que usamos al tomarnos fotos, sólo por no señalar muchas otras herramientas para engañar.

Serán entonces, textos e imágenes el bastión lúdico de la IA para fines de distracción y de aplicaciones más importantes y maquiavélicas.

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POR ENRIQUE BOTELLO*
chocorrol_@hotmail.com *Fotógrafo y docente de la Facultad de Artes (UABC)
«¡Damos por hecho que son “verdades” inquebrantables!»
Fo to: Bellingcat, IA

ALEJANDRA PHELTS

Muestra la fuerza de la biculturalidad femenina

Con el objetivo de visibilizar y fortalecer la identidad de la mujer que vive en frontera la artista visual Alejandra Phelts ha realizado un proyecto de arte con el título de “Mujeres Pájaro” que consta de una exposición en la Galería de la UABC, una intervención urbana en el muro que divide a Tijuana con Estados Unidos, y un proyecto de arte relacional con mujeres fronterizas.

“Somos mexicanas y fronterizas. Hablamos español y entendemos el inglés. Somos libres, fuertes y solidarias. Cualidades que compartimos con las aves, por eso el título de Mujeres Pájaro”, comentó la artista de origen cachanilla y radicada en Tijuana.

Las voces fuertes, las voces transfronterizas

En el marco de la conmemoración del Día In-

ternacional de la Mujer, Alejandra elaboró un discurso mediante su obra, en el que visibiliza la otra realidad de la mujer que vive en esta región fronteriza, de esa mujer que vive y se fortalece a través de la biculturalidad, del entendimiento de dos idiomas, más allá de las palabras, entiende los signos, los significados, las emociones de ser parte de dos culturas, de una región única que se conforma de manera orgánica en este contexto de la fusión geográfica.

“Mi intención es mostrar el rostro, la realidad de las mujeres transfronterizas, hablar de las mujeres que vivimos aquí, las narrativas siempre son sobre la violencia, la migración y eso es muy válido, son asuntos que existen y que no busco negar ni mucho menos minimizar, pero creo que caemos en la generalización de la victimización”.

“Las mujeres que vivimos aquí somos fuertes, somos mujeres libres, hemos desarrollado habilidades increíbles, únicas, por ser mujeres biculturales, fronterizas, podemos hablar dos

idiomas, los entendemos, le echamos muchas ganas, por las mismas problemáticas sociales que enfrentamos somos muy solidarias, somos las que les damos apoyo a muchísima gente que ha llegado aquí, desde siempre llega aquí”.

“El Día de la Mujer me inspiró para plasmar este mensaje en este muro, un muro cuya carga simbólica implica violencia, sesgo, discriminación, pero también hay otras narrativas, por eso yo vine y puse aquí mujeres libres, fuertes, solidarias que van en grupo, por la característica los barrotes que son como un triángulo, pude hacer un mural bidimensional, de un lado se aprecia a La Amazonas que son tres mujeres, que van corriendo, van por lo suyo, van descalzas y, en el otro sentido, se aprecia a las Birdsisters que son dos bailarinas que representan esta metáfora de que las bailarinas son mujeres físicamente muy fuertes, es maravilloso lo que logran con su cuerpo, parecen volar, son bailarinas en movimiento, pienso que vine a poner en

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POR JEANETT E SÁNCHEZ*

la frontera algo en sentido contrario y a través de estas metáforas”.

Esta intervención en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, se ubica a un lado del puente CBX del Aeropuerto Internacional de Tijuana.

Adicional a esta expresión de arte urbano, la creadora bajacaliforniana inauguró la muestra “Mujeres Pájaro” en la Sala de Arte Álvaro Blancarte de la Universidad Autónoma de Baja California, Campus Tijuana, donde se muestran 32 piezas de prácticas multidisciplinarias entre las que se encuentran pintura, instalación, arte objeto, fotografía y performance, y que muestran la convivialidad con mujeres que viven en diferentes contextos tijuanenses.

Diferentes realidades bajo el mismo cielo, sobre el mismo mar

El proyecto Mujeres Pájaro se basa en el tema de la condición de vida cotidiana de las mujeres transfronterizas de Tijuana.

“El Día de la Mujer me inspiró para plasmar este mensaje en este muro, un muro cuya carga simbólica implica violencia, sesgo, discriminación, pero también hay otras narrativas, por eso yo vine y puse aquí mujeres libres, fuertes, solidarias que van en grupo ”

Finalmente, diferentes mujeres se reunirán con Alejandra Phelts en una actividad donde realizarán una práctica procesual en la que intervendrán una figura de mujer pájaro y con las piezas que resulten se realizará un Arte

La artista plantea que “cada frontera tiene características sociales, políticas y económicas diferentes que impactan la cotidianidad de sus habitantes, por ello, vivir en una ciudad fronteriza como Tijuana es una circunstancia heterogénea, se encuentra en el norte del territorio mexicano, en el estado de Baja California, y comparte el límite fronterizo con la ciudad norteamericana de San Diego. A pesar de compartir el mismo cielo y el mismo mar, la diferencia entre ambas es enorme. Por el lado mexicano, se ha catalogado a la ciudad como una de las más violentas del país y por el lado americano, la suya ha sido catalogada como “The America’s Finest City” (la mejor ciudad de Estados Unidos)”.

sólo es una situación cotidiana”.

Phelts analiza su planteamiento a partir de la interrogante ¿cómo viven la frontera las mujeres tijuanenses?, y se responde: “los estereotipos culturales señalan una cotidianidad agresiva que no siempre responde a la realidad total de la ciudad. Las mujeres de Tijuana lejos estamos de sentirnos víctimas o débiles. Somos fuertes, solidarias, sabemos disfrutar y somos capaces de conmovernos con la violencia de las diferencias sociales que existen en nuestra ciudad”.

Su objetivo es “crear una narrativa luminosa de aspecto tijuanense a través de metáforas sustentadas y la representación de poéticas amables, a partir de mi obra pictórica, como el núcleo narrativo, que permita expandirme hacia otras prácticas visuales y relacionales que definan el imaginario de las mujeres que viven en Tijuana; con sus conflictos, sus deseos personales y sus fortalezas… con la libertad de las aves, la fuerza corporal de las bailarinas y la convivencia solidaria”.

periodistajsg@gmail.com

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Fo tos: Cortesía

Las Confesiones de San Ag ustín: una lectura teológ ica desde Umberto Eco

a interpretación económica es mejor en cuanto a una interpretación breve sin cabos sueltos” Son palabras de Umberto Eco en su libro Los límites de la interpretación, y es que, en la cuestión de la interpretación, como camino, resulta importante ver los límites de nuestro propio alcance a la hor a de confrontar la comprensión de lo que leemos. El mundo obedece a su propia lectura como lo obedece a un texto. En la presente reflexión se abordará un ejercicio hermenéutico que dejará un camino abierto, para que el lector se deje decir algo, permitr que el texto hable. Advirtiendo desde luego, en este campo isotópico existen significados diversos tratando de cuidar la interpretación fidedigna del fragmento teológico que se utilizará para dicha interpretación, San Agustín.

Conversio: hacer algo diferente en San Agustín

La conversión no es sólo asunto teológico, ni religioso en general; la palabra en turno tiene una raíz del latín conversio y significa hacer algo diferente. Pensando en San Agustín; antes de comenzar con la vida devota, se sabe que nació en lo que hoy se conoce como Argelia y, más allá de dedicar su vida al ámbito religioso, le interesaba encontrar la verdad y la felicidad. En su camino de aprendizaje es notable su “desplazamiento de la razón hacia la sabiduría, entendida como conocimiento de lo divino, y [encaminada] hacia la experiencia mística” (Encuentra, 8), de ahí que las Confesiones se conviertan en un texto autobiográfico que da cuenta de todos aquellos mo-

“Lmentos determinantes para su vida religiosa. Es relevante tomar en cuenta que durante la época en que San Agustín vivió se estaba gestando un cambio en las creencias religiosas o divinas, en el sentido de que se estaba dejando de lado el politeísmo, esto implicó que la ideología cambiara: “Ya no se fragmenta en la pluralidad de seres con rasgos humanos que pueblan los poemas homéricos, sino que en su concepción pesa, por un lado, la idea estoica del destino, providencia que se oculta detrás de la causalidad y que da a ésta un sentido apenas perceptible para el efímero ser humano” (Encuentra, 9).

La fecha de su ordenación está situada entre mayo del 395 y agosto del 397; en cambio, lo que se sabe sobre las Confesiones es que fueron redactadas, aproximadamente, diez años después de haberse convertido al cristianismo y que se trata de una obra de corte autobiográfico en la que la memoria adquiere un papel fundamental ya que encuentra en ella “la impronta dejada por la vida feliz y hace el balance de los logros espirituales obtenidos tras dicha conversión” (Encuentra, 15).

Pese a mirar el texto como una autobiografía, es importante aclarar que en la época dicho género no existía como tal, de ahí que haya muchos momentos de autoanálisis, exégesis y lirismo laudatorio según comenta Alfredo Encuentra en el prólogo. De esta forma, si pudiéramos aventurar una definición sería la siguiente: “las Confesiones trascienden la vida individual y particular al ofrecer en la persona de Agustín una completa reflexión antropológica de aplicación universal basada en la Biblia” (Encuentra, 20).

Ahora bien, para San Agustín queda claro que en las Confesiones Dios hace uso de la voz de un intermediario para transmitir su mensaje, “es el

caso de Mónica cuando una sierva le reprendió por su pasión infantil hacia el vino puro (IX 8, 18), las palabras de Vindiciano sobre la afición de Agustín por la astrología (IV 3, 6) […]. En todos estos casos hubo un predicador (praedicator), y la única diferencia que mantienen con las Confesiones radica en el carácter voluntario y oblativo de la predicación de Agustín en ellas” (Encuentra, 50). Aunado a todo lo anterior, es evidente la influencia del libro de los Salmos en el texto agustiniano.

Si nos centramos en la “Conversación mística entre Agustín y Mónica

en Ostia” podemos ver que hay tres momentos hermenéuticos definidos Durante la primera parte, San Agustín toma la palabra y hace memoria del momento en que se encontraba dialogando con su madre. Desde el inicio menciona: “se acercaba ya el día en que había de dejar esta vida” (Agustín, 451), esto resulta importante ya que, en efecto, algunos meses después ella moriría en ese lugar y, aunado a ello, el contenido de su conversación versa sobre la muerte; pero, más allá de tal cuestión, abordan una gran reflexión en torno a la vida eterna, ¿por qué aborda la vida eterna? Porque si

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Ilus tr ación: Ar chivo Pa labr a

la muerte para San Agustín no es más que pasar a la habitación de a lado, la vida siempre será eterna, quien muere no pierde si siempre está En la muerte, está la reflexión de la vida eterna, porque se recuerda a quien no está, una defensa psicológica en donde pretende San Agustín, refugiarse, ante la ausencia que deja su madre.

Posterior a esto, se encamina la descripción del espacio en el que se encuentran y da inició lo que ellos llaman proyección: “Olvidándonos de lo pasado, proyectados a lo que está por delante, nos preguntábamos entre nosotros, hallándose presente la Verdad, que eres Tú, cómo sería la vida eterna de los santos, la que ni ojo ha visto ni oído ha oído ni ha ascendido a corazón humano”1 (Agustín, 451). Destaca que aquí el santo le llama a Dios Verdad y Tú, dando la impresión de que hay cercanía y confianza entre ellos. Es pues dentro de esta primera parte en donde la pregunta que ocupa la mente del hijo y la madre tiene que ver con la vida eterna, la vida después de la muerte terrena. Y ahí mismo se dan cuenta de que para alcanzar dicho momento o espacio es necesario escuchar al “manantial de vida” que es la voz divina y, por ende, la Verdad, aquello que San Agustín ha estado buscando que en realidad es una metáfora hacia la vida misma.

Dentro del segundo momento de este análisis no existe un comparativo entre la dicha de la vida de los santos al encontrarse junto a Dios, la Verdad, y lo que experimentamos a través del “deleite de los sentidos de la carne” (Agustín, 451). Es aquí donde da inicio lo que podemos entender como el éxtasis causado por la comunión con lo divino. La manera en que lo alcanzan es a través del diálogo que los lleva a recorrer los pasajes de la memoria; pero también al reflexionar en torno a las obras de Dios. Más adelante expresa: “y llegamos a nuestras mentes..., y las superamos […]. Y allí la vida es la sabiduría por medio de la que se produce todo lo que ha sido y lo que va a ser. Y ella no se va

creando, sino que es así como fue, y así ha de ser siempre” (Agustín, 452), dando una idea de un lugar sin temporalidad o, mejor dicho, de lo eterno. Lo que acontece es que la eternidad y nos interesa especular sobre ello. Umberto Eco nos refiere que un lector responsable no tiene que especular sobre lo que pasa en la cabeza de un escritor, pero sí tener presente el sistema léxico en los tiempos del autor. Hablar de eternidad tiene sentido para alguien que se convierte al cristianismo porque el léxico, campo semántico, no les son ajenos, sino que le son propios. Es dentro del final de esta segunda parte en donde viene el momento climático, la llegada del encuentro con lo divino: “y mientras seguíamos hablando y abriendo la boca hacia ella, la tocamos un poco con un golpe completo de nuestro corazón.

Y suspiramos... Y ahí dejamos prendidas las primicias del espíritu” (Agustín, 452). La voz, en este caso, viene a ser ese canal de conexión con el otro que es nuestro igual (en este caso San Agustín y Mónica) y, también, con el ser supremo. Pero el alma que aún está dentro de un cuerpo terreno no puede permanecer dentro del éxtasis divino (no todavía) por ello viene el regreso al mundo. Agustín lo describe de la siguiente manera: “Y regresamos al estrépito de nuestra boca, donde comienza y donde termina la palabra. ¿Y qué hay semejante a tu Palabra, señora nuestra, que permanece en sí misma sin vetustez y renovando todas las cosas?”2

Para el cierre, en la tercera parte, deja de ser una rememoración de lo que pasó (no se sabe realmente hace cuánto, pero el texto había venido enunciándose en pasado). Ahora sí, aparece su carácter de conversación y hay un diálogo como tal: “así pues, decíamos: –Si para alguien callase el tumulto de la carne, callasen los espejismos de

la tierra, y de las aguas, y del aire, callasen también los polos, y se callase la propia alma y trascendiese por no pensarse a sí misma” (Agustín, 452–453). Dentro de este fragmento parece quedar claro que es importante dejar lo terreno para alcanzar lo divino, es decir: conversión; la muerte de Santa Mónica, su madre, es desvincularse de toda conexión con aquello material, para así, finalmente, alcanzar la verdad que es el encuentro con Dios.

Pese a lo anterior, tampoco podemos mirar el texto agustiniano sólo desde esa lectura desprovista de interpretaciones propuesta por Eco, pues “en cuanto a la técnica de interpretación alegórica, Agustín procede de dos maneras: o bien interpreta un texto resumiendo su contenido con las palabras del texto bíblico, o bien entrelaza citas del Antiguo y el Nuevo Testamento —para mostrar a los maniqueos y sostengo la idea, la coherencia interna de la Escritura— (Encuentra, 63). Y claro que la “Conversación mística…” no es la excepción, pues abunda en referencias bíblicas e incluso otras más de corte literario y filosófico. Además, la forma en que está construido el texto deja en evidencia un manejo de los paralelismos (felicidad terrena y felicidad divina), el oxímoron (vida terrena y vida de los santos), la paradoja (lo que ha sido y lo que va a ser), entre otras figuras retóricas. Por ello, “la interpretación metafórica, en la medida en que debe elaborar modelos hipotéticos de descripciones enciclopédicas y volver pertinentes algunas propiedades, no descubre la similitud, sino que la construye” (Eco, 163–164). A pesar de tratarse de una metáfora, lo que se busca es decir algo verdadero sobre el objeto, individuo o experiencia de la que se habla. No se trata, entonces, de abarcar la totalidad a través del uso retórico de las palabras, al contrario, lo que hay es la

comparación de un solo elemento o característica.

A manera de conclusión

Queda claro que dentro del terreno de lo interpretativo “cualquier” hipótesis es válida, si se la justifica; sin embargo, es pertinente nunca olvidar el contexto del autor y la época en que dicha obra se escribió. Dicho de otra forma, “cada palabra y cada imagen tienen el significado de muchas otras” (Eco, 85), logrando así una amplia gama de lecturas posibles. En el caso de la “Conversación mística…”, bien podemos mirarla como una postal en la que madre e hijo conversan sobre la vida y la muerte, paradójicamente, justo antes de que Mónica parta. Pero también, puede mirarse como una breve, pero completa reflexión en torno a la vida eterna y la vida terrenal. Dice, para cerrar, Agustín: “¿Puede ser otra cosa que esto: entra en el gozo de tu señor? ¿Y esto cuándo? ¿Acaso cuando todos resucitemos, pero no todos seamos transformados?” (Agustín, 453).

Así también como hemos revisado la obra de San Agustín: 1.- La importancia de su madre, su pérdida, supuso el fin de un vínculo terrenal. 2- Utiliza citas del Antiguo y Nuevo Testamento para reforzar la idea de su amor a Dios y 3.- Muestra una defensa contra el maniqueísmo.

Bibliografía

Eco, U. (1992). Los límites de la interpretación México, Lumen. San Agustín. (2010). Confesiones. México, Gredos.

profesorericrodriguezochoa@ outlook.com

*Profesor-Investigador, teólogo y filósofo especializado en teoría psicoanalítica y criminología

1 y 2 Las cursivas son del original 23
“San Agustín toma la palabra y hace memoria del momento en que se encontraba dialogando con su madre…”

Ruth Hernández: retrato de una artista pionera

El 26 de febrero de 2023, un día domingo, falleció Ruth Hernández (Hermosillo, Sonora, 1933-Mexicali, Baja California, 2023), artista plástica que residió desde joven, en Mexicali. Formó parte de la generación pionera en la ciudad capital del estado. En mi libro Retratos personales desde la frontera (ICBC, 2019) escribí un pequeño retrato de su persona que aquí comparto con los lectores:

Pequeña de cuerpo, grande de espíritu, incansable, siempre activa y con proyectos por hacer Ruth Hernández es, desde que la conozco, una trabajadora para sí y para todos. Pintora de rupestres realidades. Promotora de artistas a los que les brindó casa, comida y sustento. Sin ella la historia de las artes plásticas en Baja California sería otra: más pobre, más mezquina, más tradicional, menos vinculada al arte contemporáneo. Hoy sigue de pie haciendo camino sin presupuesto de por medio. Ruth sabe que pintar es cosa de talento y trabajo, de esfuerzo y tenacidad. Su obra es una ventana abierta a nuestro propio entorno, una mirada que no pinta de cuerpo entero. La recuerdo platicando, discutiendo con Raquel Tibol, la crítica de arte, que parecía una gigante frente a ella y verla ganar las discusiones con argumentos sólidos, con la sabiduría de la experiencia: “Esto es la frontera, Raquel: entiéndela por lo que es y no por lo que tú quieres que sea”. Ruth Hernández: tan clara como eso. Pero más que en sus palabras es en su obra plástica donde están las mejores declaraciones de esta artista hormiga, trabajadora incansable en pro de nuestras artes. Ruth es, desde los años sesenta, cuando aparece como una de las figuras más destacadas de la plástica bajacaliforniana, nunca ha dejado de estar presente en el medio cultural y artístico de nuestra entidad. Pintora, escultora, ceramista, serigrafista y promotora cultural, nuestra creado-

ra siempre ha estado en la primera fila, en la vanguardia de nuestro desarrollo artístico. En la obra de Ruth H ernández el espacio del cuadro adquiere un sentido geológico, se vuelve un inventario de la argamasa del mundo, de sus elementos básicos constitutivos: agua, tierra, luz y viento. Lo ancestral. Lo telúrico. Mientras otros artistas quieren vivir el sueño de la Ciudad de México o de París, Ruth interioriza su camino, pule sus percepciones creativas, estudia un arte más lejano en el tiempo que no en el espacio: las pinturas rupestres de los nativos bajacalifornianos. Como en los paisajes de Rubén García Benavides o en las pinturas de Esther Aldaco y Manuel Aguilar, la obra de Ruth se vuelve una captación de un horizonte real y de un discurso paralelo sobre lo que ese horizonte dice sobre nosotros, sus testigos. Por eso para ella son tan importantes las puertas y ventanas: porque son umbrales para acceder a otros espacios, a otras vidas más allá del tiempo en que vivimos, del mundo que habitamos. Pero Ruth no es una artista que se contenta con sólo mirar hacia el pasado. En sus trabajos, desde los primerizos hasta los actuales, hay una mirada cien por ciento contemporánea, una sensibilidad capaz de traducir lo rupestre y a la vez convertirlo en algo nuevo, en algo que hable al espectador de sus pinturas, esculturas y serigrafías con todos los guiños de nuestra época, con todos los discursos de la modernidad a su alcance. Hernández ha sabido, desde sus primeras obras, tejer lo antiguo y lo vanguardista hasta crear objetos que son fronteras descarnadas, tapices maravillosos, símbolos vivos de nuestro paso por el mundo, relatos de la vida en la tierra.

“Pequeña de cuerpo, grande de espíritu, incansable, siempre activa y con proyectos por hacer”

pamos desde su fundación, hace ya varias décadas. ¿Cómo estás?, le pregunté. “Trabajando”, me contestó en su inconfundible estilo lacónico. Así era Ruth: una artista laboriosa que no se dormía en sus laureles. Con su ausencia se resiente la generación de los pioneros de la plástica mexicalense: ya se han marchado Rodrigo Muñoz, Manuel Aguilar, Arturo Esquivias y tantos otros. Lo bueno es que todavía siguen dándole al arte Rubén García Benavides, Juanita Valdez, Carlos Coronado y Francisco Arias. Es necesario hacer una retrospectiva de este grupo de creadores cuyo punto de origen fue la Escuela de Artes José Clemente Orozco en la escuela Cuauhtémoc, hoy Casa de la Cultura, allá por 1955. Se está por cumplir los 70 años de aquel momento seminal de las artes visuales en nuestra entidad. Espero que las instituciones culturales —desde la Secretaría de la Cultura-ICBC hasta el Centro Cultural Tijuana y el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Mexicali— se pongan las pilas y actúen en consecuencia: celebrando a los pintores, escultores, dibujantes y fotógrafos que hicieron historia por estos rumbos. Es, sin duda, una generación estelar que requiere no sólo un reconocimiento local sino nacional. Lástima que Ruth no lo verá. Pero su obra y la de los artistas de su generación queda para que las nuevas generaciones la conozcan, la aquilaten y la disfruten.

Trato de ubicar la última vez que la vi en persona. Creo que fue en la sección de libros de Sanborns. Iba de prisa y pasó a mi lado como una exhalación. Apenas nos saludamos. Pero la última vez que platiqué con ella fue por teléfono. Me avisó que debía firmar unos papeles de la Cooperativa José García Arroyo en que ambos partici-

Por mientras, desde aquí doy el pésame al curador y museógrafo Alejandro Márquez y a sus familiares. En su dolor los acompaño. Y me quedo pensando en las tantas veces que coincidí con ella en inauguraciones, conferencias y presentaciones de libros, en las conversaciones que tuvimos bajo la luz de la crítica y la sensibilidad. Ruth era la anfitriona ejemplar, la promotora que supo organizar exposiciones, bienales de artes, talleres creativos, agrupaciones de artistas. Pero también fue la escultora que hizo de sus obras la otra piel, su vínculo vital con el mundo tal como ella lo veía y experimentaba. Una creadora profesional en todo el sentido de la palabra. Una pintora talentosa e imaginativa que convirtió su arte en prueba de amistad.

angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx

*Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas

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