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¿QUE OPINAN LOS LECTORES? “¡Me encantan el buen rollo, el humor y los consejos de Syed! Cambiará vuestra manera de ver el mundo y os dejará con una sonrisa en los labios... ¡Palabra de Mixa!”. Mixa, 20 años “Me encantó este libro. Eres genial realmente te ayuda a tener más confianza en ti mismo y te demuestra que una mentalidad adecuada puede ayudarte a hacer realidad tus sueños”. Ella, 13 años “Con este libro he aprendido que todo lo que hacemos podemos hacerlo aún mejor”. Àfrica, 13 años “Cuando acabas de leer Eres genial, te invade una fuerte sensación de ser capaz de conseguir todo lo que te propongas”. Lluc, 15 años “He aprendido que nadie tiene un don, todo es práctica”. Arnau, 11 años
“El libro me hizo sentir más seguro de mí mismo en todo lo que hago; creo que puede ayudar a otros niños. Nos cuenta que trabajar mucho te ayuda a conseguir tus objetivos y te motiva. ¡Me encanta!”. Toby, 10 años “Aunque no lo hagamos todo bien, eso no significa que no seamos personas magníficas e incomparables. Sin duda alguna, toda persona es genial tal y como es, con sus virtudes y sus defectos”. Carla, 13 años “Pienso que este libro es genial. Es fácil de leer y muy adictivo. Te enseña grandes herramientas para la vida y pueden aplicarse a casi todo”. William, 12 años “Empecé el libro pensando que sería un rollo de esos para adolescentes, pero, cuando lo leí, me encantó. Lo regalaría a muchos de mis amigos para que se pongan las pilas y hagan lo que les gusta”. Lola, 15 años “Si eres un poco nervioso o dudas respecto de probar cosas nuevas, creo que deberías leer este libro. ¡Te ayudará a ser genial!”. Ethan, 10 años “Yo también he puesto en práctica algunos de los consejos del libro y creo que me ayudarán tanto a mí como a mi hijo. ¡Animo a todos los padres y madres a leer esta obra y a aprender que cualquiera puede ser genial!”. Ian (padre de Ethan)
Para Evie y Teddy. ยกSois geniales!
ILUSTRADO POR
Toby Triumph Traducciรณn de Blanca Gago
CONTENIDOS Capítulo 1
12
DE CHICO CORRIENTE A CHICO GENIAL
Capítulo 2
34
¿QUE ME DETIENE?
Capítulo 3
64
TU FANTASTICO, ELASTICO (Y PLASTICO) CEREBRO
Capítulo 4 LA PRACTICA TE HACE PERFECTO GENIAL
76
Capítulo 5
94
¿GENIO O QUE?
Capítulo 6
118
PASOS PEQUENOS Y SALTOS GIGANTES
Capítulo 7
136
BAJO PRESION
Capítulo 8 NO ME DETENGAS AHORA
146
TODO SOBRE LA
GE I L A I N D A D
Ser bueno en algo no es tan difícil como puedas pensar. De hecho, todo el mundo es capaz de mejorar (mucho) en casi cualquier cosa.
PERO ESTAS OCUPADO, ¿VERDA
D?
Qué me vas a contar. Hay tanto que hacer: deberes, deporte, pasar el rato con los amigos, estar al día en Instagram... Encontrar tiempo para hacerlo todo puede ser un reto. Intentar ser bueno en todo puede ser incluso más difícil. Ahí es donde entra este libro. Te va a dar el secreto para ser genial, y va a decirte cosas que aquellos que han triunfado saben sobre el éxito. Si tienes un amigo que parece que clava los exámenes sin esfuerzo, o un hermano que juega al fútbol asquerosamente mejor que tú, o incluso si sientes que no estás muy seguro de qué es lo que mejor se te da, entonces este libro es para ti.
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Nos las vamos a ver cara a cara con el éxito, vamos a hurgar en nuestros cerebros para entender cómo aprendemos nuevas habilidades y a equiparte con estrategias para construir tu confianza y maximizar tu potencial. Por el camino vamos a destrozar mitos sobre qué nos lleva a destacar, compartiremos historias acerca de cómo los supertriunfadores llegaron a la cima y te daremos el apoyo y los consejos que necesitas para conseguir tu genialidad personal. Así que, si estás preparado para el reto, vamos allá... No hay tiempo que perder si quieres ser un blogger genial, pianista, físico, as del tenis, maestro ajedrecista, buceador de gran profundidad, cirujano cardiovascular, presidente del Gobierno, pirata informático, agente del servicio de inteligencia, matemático, arqueólogo, profesor, fontanero, abogado, camarero, chef, escritor de viajes, peluquero de perros, presentador de televisión, jugador de baloncesto, estrella de rock, astronauta o cortador de queso genial (yo esto tampoco lo veo, pero se ve que es algo, y también puedes ser genial en eso). Ah, y por cierto, el del selfie perfecto, el que sacó buenas notas en mates o el de la increíble actuación de piano te mintieron si dijeron que no habían practicado...
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1 Imagina a un chico muy corriente. Viviendo en una calle completamente corriente. En las afueras de una ciudad totalmente corriente. ¿Ves por dónde voy? Este chico (vamos a llamarlo chico A) probablemente pase los fines de semana vagando por un centro comercial corriente, y luego regrese a la hora de la cena corriente a su casa corriente. Lo has pillado. Todo bastante, hmmm, corriente... En cuanto a los hijos e hijas predilectos de la ciudad –ya sabes, esa gente nacida en la zona que se fue a hacer grandes cosas y cambiar el mundo–, bueno, realmente no hay tantos. Aparte de un hombre del tiempo de la tele y un tipo que podría –nadie está muy seguro– haber inventado una pieza crucial de la secadora en los ochenta. Pero eso es todo. En serio, un lugar más rollo que un día rollo en Villarollo. Así que te estarás preguntando: ¿por qué empezamos aquí el libro? ¿Qué sentido tiene acercarse al chico A en su litera corriente de su dormitorio corriente? Bueno, pues justo ahí está el sentido. El chico A ES corriente. Exactamente como cualquier otro chico. ¿Quizás exactamente como tú? Pero algo increíble está a punto de ocurrir.
LA VIDA DEL CHICO A ESTA A PUNTO DE CAMBIAR. PARA SIEMPRE. 15
Bueno, no le va a comer una araña radioactiva ni le va a golpear un rayo para darle...
En lugar de eso, resulta que un día, al volver del colegio, la madre y el padre del chico A están fuera de casa esperándolo. Algo se traen entre manos. De eso, el chico A está seguro. Su madre está dando saltitos adelante y atrás como una rana histérica y su padre está sonriendo. Sí, sonriendo. Y el chico A sabe que eso solo quiere decir una cosa. Tienen alguna clase de sorpresa en la recámara. “Cierra los ojos”, chilla su madre en pleno vuelo. El chico A obedece, pero por dentro espera con fervor que no pase nada parecido a la última vez que se sacaron de la manga una “sorpresa”. La del trampolín, que acabó con una vergonzosa llamada a los bomberos... Muy nervioso, el padre tira de la puerta del garaje para abrirla. “Vale, ya puedes mirar”. Por un momento, el chico A cree que se ha perdido algo.
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Sus padres están a su lado, radiantes de orgullo. “Ah, una mesa”, dice el chico A desconcertado. “¡Ya sé que parece una mesa vieja! —dice su padre dando un brinco—, pero MIRA, ¡es una mesa de pimpón!”. Antes de que el chico A pueda contestar, su madre toma una pala y una pelota, y antes de decir “pimpón” ya se encuentra frente a su padre al otro lado de la red. “¿A qué esperas?”, chilla su madre, que ya se acerca a un estado de leve frenesí. Su padre también parece bastante peligroso. Como si fuera capaz de dañarse a sí mismo o a otros en las distancias cortas. Está haciendo estiramientos de piernas y doblándose en posturas que el chico A no ha visto en su vida (excepto quizás en algunos contorsionistas). “¡Venga, vamos a probar”, grita su padre desde el otro lado de la mesa. El chico A contempla a su padre a través de la red. La tarde ha dado un giro totalmente insospechado. Pero, a pesar de todo, sostiene preparado la raqueta y aguarda a que su padre saque... Y aquí es donde apretamos el botón de pausa en la historia. ¿Por qué? Porque al chico A le han pinchado bien.
¡No, no con un tenedor! Me refiero al pinchazo que te hace reaccionar ante un estímulo y afrontar una encrucijada. Un camino lo llevará a una vida normal y corriente; el otro, hacia un viaje increíble y genial. Y todo dependerá de lo que ocurra a continuación.
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Vamos a dejar lo mejor para el final y empezar por el camino que lleva al chico A a convertirse en un...
CHICO
CORRIENTE 18
Volvamos a la historia. El chico corriente se concentra mientras espera (un poco más de lo previsto porque... su padre tenía que ir a por su cinta deportiva de la suerte). Lo siguiente que ve es la bola atravesando la red, zumbando como una bala. Y al chico corriente se le escapa. Completamente. Bueno, mala suerte, piensa. Parece que papá es bueno en esto. Pero quizá solo ha tenido suerte. O han sido esos estiramientos (o la cinta). El chico corriente lo intenta de nuevo. Esta vez, la bola corta por un lado, rebota y acaba fuera del garaje. “No pasa nada —dice su padre—. Vuelve a intentarlo”. La cara del chico corriente se empieza a poner color remolacha y no está lo que se dice pasándolo bien. Hace otro intento de saque. Esta vez, la bola raspa la red solo para que su padre le devuelva el servicio con tanta fuerza que la bola regresa hacia él como un misil. Pega en el extremo de su lado de la mesa y le golpea en el codo. “Venga, chaval —grita su padre, que sigue saltando con aires de sobrado—. Puedes hacerlo mejor”. El chico corriente recoge la bola del suelo del garaje y considera la posibilidad de pedir la cinta para usarla como venda. Arrastra los pies hacia la mesa sin ningún entusiasmo. Por lo que se ve, tiene dos posibilidades: afrontar la humillación de su padre (que parece haber encontrado su yo olímpico) o largarse a su habitación con la consola de juegos. De momento, gana la consola. “Ya he tenido bastante —dice dejando la raqueta en la mesa—. Pero gracias de todos modos”.
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Durante un tiempo, sus padres se echan la culpa entre sí. La madre acusa al padre de ser demasiado competitivo, pero rápidamente queda claro que el chico corriente no tiene la garra necesaria para aceptar el reto. “No se me da bien”, protesta el chico corriente cuando su padre le propone otro partido a la semana siguiente. Además, para ser justos, hay que decir que los moratones solo se han atenuado un poquito desde la última vez... “¿Por qué no practicas con Andrew?”, sugiere su madre. La peor pesadilla del chico corriente. Su hermano es más competitivo que Marc Márquez cuando se enfrenta Valentino Rossi. Ni hablar de recibir una paliza de ese tarado, que, además, seguro que se lo dice a todo el colegio. “No, gracias —suspira el chico corriente, y se encierra en su habitación—. Seguro que también es mejor que yo”.
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Pasa el tiempo. Su padre empieza a interesarse por el golf y la mesa del garaje comienza a coger polvo. Su madre se harta de la falta de espacio, aparta la mesa, la arrincona junto a la pared y la acaba vendiendo al vecino de al lado a precio de saldo. Mientras tanto, el chico corriente sigue arrastrando los pies por la vida. Los informes del colegio sugieren que podría esforzarse más, pero eso no ocurre nunca. Para él, los retos son obstáculos, y lo mejor es, decididamente, evitarlos. Así que no hace caso a las súplicas de sus padres de salir más y rara vez abandona su habitación. Allí, agarrado a los mandos de la consola y con algo de picoteo a mano, se pone a, en fin...
NO HACER NADA. Es justo decir que el chico corriente está haciendo honor a su nombre. Un día, mientras mira vídeos en Internet para entretenerse, se topa con una retransmisión en directo de la final del Campeonato Nacional de tenis de mesa. Le viene a la mente su no muy sonado estreno en este deporte. El partido se celebra dentro de una sala con cientos de espectadores. La cámara enfoca al jugador que tiene la bola en la mano. Está concentrado y tranquilo, como si hubiera estado trabajando para ese momento durante mucho tiempo. El chico corriente se pone recto en su silla, con la mirada pegada a la pantalla. Porque el jugador que tiene delante, y que se prepara para sacar y conseguir el título de campeón, le resulta MUY familiar...
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¡Es que soy
genial!
CHICO
GENIAL
Ahora vamos a rebobinar al punto en que la historia del chico A llegó a esa encrucijada en el camino. Está mirando a su padre al otro lado de la red, ¿recuerdas? El primer intento del chico A de golpear la bola resultó terriblemente malo. El segundo fue aún peor y el tercero se saldó con un moratón del tamaño de una pelota de pimpón en el codo. Pero al revés que el chico corriente, él no se rinde.
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En lugar de eso, siente una especie de nudo en el estómago. Al principio piensa que pueden ser las dos chocolatinas que se ha merendado. Pero no es eso. Se da cuenta de que tiene ganas de librar una lucha, mejorar un poco y demostrar a su padre que puede ganarle al menos un punto. Muy bien, así que sabe que tiene que mejorar un poco. De hecho, sabe que eso es quedarse muy corto. Tiene que mejorar la tira, pero, en vez de dejar la raqueta y volver a enterrar la cabeza en el ordenador, se dice que, si lo intenta, puede que la próxima vez le salga mejor. Después de todo, ¿qué sería lo peor que podría pasar? Como mínimo, su madre se cortaría un poco de hacer esos movimientos de rana histérica. Así que, en lugar de abandonar aquí y ahora, recoge la bola y lo intenta una vez más.
Y otra, Y otra, Y otra, Y otra, Y otra, Y otra, YYotra... otra... Y otra... (Vale... ¿lo pillas?) Una hora más tarde, todavía no le ha ganado ni un punto a su padre. Pero lo está haciendo bastante mejor, el pimpón no le ha provocado más heridas y está aprendiendo de la experiencia. De vez en cuando, incluso se sorprende a sí mismo con un saque bastante decente, y hay
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un momento en que su golpe casi rebasa a su padre... Estamos de acuerdo en que el chico A no va a ganar ningún premio (por ahora), pero está mejorando algo y ya se sitúa un poco por encima del nivel “completamente inútil”. Y lo que es más importante, está disfrutando. Resulta que la sorpresa ha sido una de las mejores ideas que sus padres han tenido nunca. Mientras que el chico corriente ha decidido que no se le da bien, se ha rendido por completo y se ha ido a la cama, el chico genial sigue decidido y aguanta. Quiere mejorar de verdad. No solo un poquito, sino lo máximo que pueda. El chico genial está destinado a convertirse en el mejor jugador de tenis de mesa posible, y se da cuenta de que eso se resume en la frecuencia con la que baje al garaje para practicar. Empieza a amar el juego. Tanto que incluso está pensando en pedir a su hermano que lo ayude a practicar. Por extraño que parezca, al chico genial ha dejado de importarle que su hermano pueda ser mejor que él. Bueno, eso no es totalmente cierto. Le importa (un poco) menos. Porque el hecho de que su hermano sea mejor obliga al chico genial a esforzarse aún más en el juego. Juntos echan tantas horas en la mesa que su padre baja a verlos para asegurarse de que aún están enteros. Pero gracias a que pasa tanto tiempo con una pala en la mano, el chico genial empieza a aprender de sus errores y a ganar habilidades que, por muchos estiramientos que hagan su padre y su hermano, ni siquiera tendrán la esperanza de alcanzar.
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Por toda la calle se va corriendo la voz de que el tenis de mesa mola mucho. ¿Y qué pasa en un barrio corriente cuando alguien tiene algo nuevo? Pues sí, lo has adivinado. Antes de que el chico genial se dé cuenta, todo el barrio está loco por el tenis de mesa. El equipo de tenis de mesa del colegio se ve inundado de nuevos miembros. Con mucha práctica (después del colegio, los fines de semana y en vacaciones), el chico genial es mucho más que bueno. Se une al equipo regional en una racha ganadora, y entonces, para deleite de sus padres (ahora parece que la idea de comprar una mesa de pimpón fue una idea genial), su hermano y todos los que han tenido su papel en este largo viaje, consigue llegar a la final del Campeonato Nacional... El partido se retransmite en directo. El chico genial se encuentra bajo los focos y bajo presión, pero está preparado para este momento. Ha entrenado mucho y toda su preparación marcha según lo planeado. Es un partido complicado, su mayor reto hasta ahora. El oponente del chico genial se muestra hábil y astuto, pero él mantiene la calma. Pelea duramente y de pronto se encuentra ante el punto de partido. Entonces, mientras la audiencia contiene la respiración, se da cuenta de lo lejos que ha llegado. Durante años ha madrugado para practicar y le ha encantado el reto de mejorar su juego. Con todo eso en la mente sirve el punto de partido y...
¡GANA! 25
EL CHICO GENIAL da un puñetazo en el aire. Es un...
SUENO HECHO
REALIDAD.
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Es lo que tienen los sueños, que pueden hacerse realidad. Pero, al revés que en todos esos cuentos de hadas de los que oímos hablar, eso no pasa por casualidad. Ahí es donde entra el libro que tienes en tus manos. Va de cómo transformamos nuestros sueños en algo que realmente podemos conseguir. Ojo, no estamos hablando de esa clase de sueños fantásticos en los que tu colegio se ve invadido por un apocalipsis zombi. Ni siquiera estamos hablando de sueños mayores, ya sabes, como ese en el que recibes un Óscar por dirigir un taquillazo, o cuando te dan el Premio Nobel de la Paz por tus servicios a la diplomacia internacional. NO, ESTAMOS HABLANDO DE ESE SUEÑO QUE TIENES DE CONSEGUIR UN PAPEL EN LA OBRA DEL COLEGIO, O ENTRAR (POR FIN) EN EL EQUIPO DE ATLETISMO, O AFINAR EN EL ENSAYO DEL CORO O INCLUSO MEJORAR SIGNIFICATIVAMENTE EN EL PRÓXIMO EXAMEN DE MATES. Da igual cuál sea tu ambición, incluso si ahora mismo parece fuera de tu alcance; este libro va de cómo descubrir tu potencial y conseguir la meta que te propongas. Esto puede sonar un poco a timo, pero hay una cosa más que debes saber sobre el chico genial. Ese chico que eligió el camino de convertirse en un campeón...
ERA YO. 27
¿QUÉ PASARÍA SI PUDIERAS SER GENIAL EN (CASI) CUALQUIER COSA? No es tan imposible como tal vez imagines. Si eres de esas personas que piensa… • Necesito un tipo de cerebro especial para las mates. • O eres bueno en los deportes o no lo eres. • Nací sin ningún ritmo en el cuerpo. … entonces he escrito este libro para ti, para desafiar esas creencias que te detienen. La mentalidad adecuada puede ayudarte a conseguir tu sueño de ser bueno en cualquier cosa que desees. SÉ que puedes hacerlo. ¿Cómo? Yo no nací deportista, pero fui dos veces olímpico. ¿Sabes cómo sé que puedes?
PORQUE ERES GENIAL.
Este libro está hecho por un EQUIPO GENIAL: MATTHEW SYED, campeón de tenis de mesa y autor de libros superventas para adultos, MATT WHYMAN, tío agonías y autor de libros infantiles, KATHY WEEKS, transformadora de mentalidades, y TOBY TRIUMPH, ilustrador genial.
ISBN 978-84-17749-08-8
9 788417 749088
#EresGenial
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