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a la carrera!
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SWAPNA HADDOW Ilustrado por Sheena Dempsey
1 La perra de tres patas en la ventana
¿Alguna vez te has sentado en una caja de zapatos? Seguro que sí. Pero ¿alguna vez te has sentado en una mientras tu mejor amigo David se ha despatarrado tanto que tiene sus patas con olor a queso junto a tu pico, y además hay un plátano viejo en un rincón que ocupa el resto del espacio? Ya me suponía yo que no. 1
Aquí es donde comienza esta historia. La señora humana nos había sacado esa tarde de nuestra casa en el cobertizo y nos había metido a David y a mí en una caja de zapatos, en la parte delantera de su bici. Y ahí estábamos, traqueteando en la cesta de su bici mientras ella pedaleaba, preguntándonos adónde iríamos. Lo bueno de las patas con olor a queso de David era que estaban cubiertas de migas de cuando había pisado un montón de ganchitos. Cada vez que la señora humana pasaba por un bache,
la caja de zapatos se agitaba en su cesta y me caían migas rancias en la boca. ¡Ñam! Cuando al fin la señora humana dejó de pedalear y David apartó los pies, conseguí darme la vuelta y subirme al plátano mohoso. Al mirar a través de un agujero de la caja de zapatos, vi que nos habíamos detenido fuera de una tienda. Las paredes estaban pintadas de blanco y había un cartel en forma de hueso con las palabras «VETERINARIO VILLAPATAS». Entonces fue cuando me fijé en una perra de tres patas marrón y blanca que saltaba en el escaparate.
Y entonces fue cuando supe que íbamos a meternos en un buen lío con un loro malvado y mentiroso.
Ni siquiera habíamos conocido al loro todavía, David. Además, aún es un poco pronto para hablar de esa bola de plumas con cerebro de gato…
La señora humana nos sacó de la bici y nos llevó a la tienda. Una campanita sobre la puerta tintineó para anunciar nuestra llegada. —¿Qué es este sitio? —arrulló David. 4
Yo no tenía ni idea. La sala estaba llena de juguetes chirriantes y olía a pelo de perro recién lavado. Había cómodas camas de mascota y correas de colores para perros apiladas en los estantes. Los murales tenían pintados unos pájaros jugando juntos que me hicieron sonreír. —Este es David y este es su amigo Capi —dijo la señora humana, y nos puso sobre un mostrador. Me senté en la caja y miré a mi alrededor. Un señor humano con bata blanca estaba hablando con nuestra señora humana. La perra de tres patas de la ventana se encontraba ahora junto a nuestra señora humana, olisqueándole el pie igual que hacía yo cuando quería un sándwich de sardinas y patatas saladas. O cuando me picaba el trasero. 5
Fue entonces cuando un hámster dentro de una bola rodó por el estante que había sobre nosotros, porque eso es lo que hacen los hámsteres cuando no están ocupados atascándose en los cajones de calcetines o en los retretes. Había una puerta al final del estante y, a través de los paneles de cristal, pude ver la mesa de un doctor rodeada de casitas para mascotas y cuencos de comida. —¿Dónde estamos? —preguntó David mientras saltábamos de la caja al mostrador blanco. —Estáis en el veterinario —dijo una voz. Me di la vuelta y la perra de tres patas me devolvió la mirada con unos cálidos ojos castaños—. Bienvenidos al Veterinario Villapatas —dijo. Estaba meneando la cola, y sus ojos eran amables y brillantes mientras nos sonreía. 7
—¿Hablas palomés? —le pregunté. —Y también perro, hámster y pez —respondió, asintiendo orgullosa con la cabeza—. Soy Trufa, por cierto. —Yo soy Capi —dije, saludándola con el ala—. Y este es David. Me di la vuelta para presentarle a mi amigo, pero ya no estaba junto a mí. —Parece que le están arreglando el ala a David —me explicó Trufa, y se acercó cojeando. David estaba inmóvil entre las manos de nuestra señora humana, que le acariciaba la cabeza con suavidad mientras el hombre humano de la bata blanca le miraba el ala que le había destrozado la Gata Mala. Entonces, el hombre sacó una cajita y le quitó la tapa. Con cuidado, apartó el papel de su interior y metió la mano. 8
El señor humano le había hecho un ala nueva a David. Me acerqué correteando. El ala estaba ahora sobre el mostrador. De cerca, pude ver que había cosido plumas de un gris oscuro en forma de ala. En la parte de arriba había un arnés de cuero marrón, hecho de dos cintas pegadas a las plumas. —Es un ala prostética hecha con plumas que encontré en el parque —le dijo el señor humano a nuestra señora humana, señalando el ala—. Es la primera que hago. Ella ahogó un grito. —¿David podrá volver a volar? —Sí —respondió él con una sonrisa. Me giré hacia David, que estaba picoabierto por el asombro. —Un ala nueva, Capi —arrulló—. Me van a poner un ala nueva. 9
La señora humana dejó a David sobre el mostrador y el señor humano le quitó el cabestrillo. Metió el ala rota de David a través del arnés y tiró de las correas de cuero para que el ala nueva se quedara encima de la dañada. David arqueó el lomo y extendió ambas alas. La prostética hizo un clic y se desplegó como si fuera la auténtica.
Tienes que leer este libro. Trata de mí. Y de la MAYOR carrera de la historia de las carreras. Y trata de mí. ¿He dicho que trata de mí?
Es verdad.
Y tiene un montón de palabras escritas por mí.
¡Por fin van a curarle el ala a David Pichón! Todo es pichontástico... hasta que un loro malvado lo reta a una carrera. David necesitará a su mejor amigo, Capi, y toda la ayuda que pueda conseguir para enfrentarse al desafío de su vida... y para encontrarse pico a pico con un pájaro de su pasado. De la misma colección:
Proyecto de sostenibilidad LIBROS LIBRES DE CO2
ISBN: 978-84-19401-86-1