ALEX NOGUÉS · ASIA ORLANDO
PLANTAS QUE HABLAN,
ANIMALES QUE CANTAN
Seguro que habrás oído muchas veces esta frase: «Cada vez estamos más conectados». ¿Qué quiere decir exactamente? Tenemos internet, smartphones, máquinas y ordenadores con inteligencia artificial, sistemas de transporte que nos trasladan miles de kilómetros en pocas horas…
Conectar es comunicar. Comunicar es traspasar información. Como animales sociales, los seres humanos lo hemos hecho siempre. Nuestro éxito, individual, tribal o como civilización, se basa en comunicarnos. Tan solo han cambiado las tecnologías que usamos para ello.
Inventamos el libro, por ejemplo. Y ahora mismo estamos comunicándonos sin estar presentes. Y lo podremos hacer con el mismo artefacto, de aquí a cien años o quizá más, con personas que ni siquiera han nacido. Qué prodigio, ¿no crees?
Primero aprendimos a dibujar en las paredes de las cuevas con tintes naturales, con la esperanza de comunicarnos con las fuerzas de la naturaleza. Nos hemos comunicado con señales de humo, silbidos, e imitando los sonidos de los animales. Hemos utilizado palomas mensajeras, códigos de luces, de colores, de formas… Más tarde inventamos la escritura. Escribíamos mensajes en cortezas de árbol, en planchas de cera, en piedras, en papiros. Encontramos el modo de fabricar papel y creamos el servicio postal.
Hace mucho tiempo inventamos la palabra, o quizá la palabra nos inventó a nosotros. Porque si algo hacemos los seres humanos, es juntar palabras. Hablamos, a veces demasiado, a veces demasiado poco. Pero hablar nos mantiene permanentemente conectados.
También habrás oído decir que en la naturaleza todo está conectado. Y que, de hecho, uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es que los seres humanos nos hemos desconectado de ella.
Si conectar es comunicar, si comunicar es traspasar información… ¿Cómo sucede entre todos los seres vivos del planeta? ¿Cómo se conecta todo? ¿Hablan entre ellas las plantas? ¿Usan palabras los animales? ¿Existen códigos de luz, de color, de formas que nos pasen desapercibidos?
Vamos a empezar preguntándoles a estos antílopes… A finales de los años ochenta, se investigó en Sudáfrica el extraño caso de un rebaño de kudús criado en cautividad. Tenían multitud de acacias a su alcance y acabaron todos muertos. ¿Por qué? ¿Qué había ocurrido?
FÍJATE BIEN. UN KUDÚ SE ACERCA A UNA ACACIA CAFFRA Y EMPIEZA A RAMONEAR.
EL KUDÚ MUERDE LAS HOJAS Y EL ÁRBOL INICIA SU DEFENSA. FABRICA SUSTANCIAS DESAGRADABLES Y TÓXICAS QUE CAMBIAN SU SABOR Y LAS HACEN INDIGERIBLES.
AL CABO DE UNOS MINUTOS, LAS HOJAS SE VUELVEN TÓXICAS Y LO SERÁN DURANTE LAS SIGUIENTES VEINTICUATRO HORAS. EL ANIMAL SE DESPLAZA Y BUSCA UN NUEVO ÁRBOL.
PERO OCURRE ALGO SORPRENDENTE: LA ACACIA, AL SER MORDISQUEADA, TAMBIÉN LANZA AL AIRE UNA SUSTANCIA GASEOSA QUE PREVIENE A LOS ÁRBOLES DE SU ALREDEDOR.
EL RESTO DE LAS ACACIAS TAMBIÉN SE PREPARAN E INICIAN SUS DEFENSAS PARA PROTEGERSE DEL DEPREDADOR.
EL KUDÚ DEBERÁ SER MÁS RÁPIDO QUE EL VIENTO Y COMER DE ÁRBOLES QUE TODAVÍA NO HAYAN FABRICADO LAS SUSTANCIAS.
El problema para el rebaño de kudús en cautividad de Sudáfrica fue que vivían en un terreno vallado y, pronto, todos los árboles se volvieron tóxicos. Los antílopes no tuvieron nada que comer. Las plantas habían hablado.
En la naturaleza todo está conectado. Entre plantas, hongos y animales, la comunicación fluye de mil maneras distintas. Destellos de luz, aromas, sonidos. Danzas, palabras y cantos. Un libro sobre la inteligencia que nos rodea.
Proyecto de sostenibilidad LIBROS LIBRES DE CO2
ISBN: 978-84-19401-84-7