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Espiritualidad y formación

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Santo Rosario

Santo Rosario

Cuaresma: tiempo de Gracia, tiempo bautismal

Volved a mí de todo corazón: con ayuno, con llanto, con luto (...). Convertíos al Señor Dios vuestro1, afirma el profeta Joel. La invitación que hace el Señor para la Cuaresma es una invitación a la conversión, es un tiempo de gracia, es un tiempo para fortalecer la unión personal con Jesucristo. La Cuaresma en el tiempo privilegiado para realizar una peregrinación hacia el interior, pero no hacia nuestro interior, sino hacia lo más profundo del Corazón de Dios. Es un peregrinar que tiene como guía al mismo Señor Jesús, Yo soy el Buen Pastor, y que nos va haciendo salir desde nuestra mortalidad, desde este valle de lágrimas, hasta la alegría de la Pascua. Cabe, por tanto, plantearnos: ¿Queremos aceptar la invitación que nos hace Jesús a peregrinar? Aceptar iniciar una peregrinación, acompañados por Jesús, tiene una serie de características que no podemos obviar. Por un lado, la misma propuesta que Jesús nos realiza, pues es realizada desde su Corazón Misericordioso, que conmovido se detiene ante cada persona, para ayudarnos a llevar a plenitud el proyecto de Dios. Dios tiene mucho interés en que iniciemos este tiempo cuaresmal, como un peregrinar, para subir al Monte do Gozo y poder contemplar nuestro destino final: El cielo. Por otro lado, tenemos que ser plenamente conscientes que para realizar una peregrinación es necesario equiparse y prepararse. Una preparación que consiste en sanar todas las heridas de nuestra alma. ¡Qué necesario es acudir al sacramento de la confesión! Sólo de esa manera, podemos iniciar este peregrinar cuaresmal, pues necesitamos estar unidos a Jesús. No se puede iniciar este proyecto de salvación guardando distancia con nuestro guía. Por ello, no podemos esperar más tiempo para poner nuestro corazón en plena comunión con Dios. acerquémonos al sacramento de la confesión para recibir el perdón y la bondad de Dios. ¿O es que no queremos vivir por Cristo, con Él y en Él? Por eso, uno de los salmos que más se repite en el Tiempo de Cuaresma es el Salmo 50: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mi toda culpa. Es un salmo que no se reduce a una confesión de culpas, sino principalmente, a esperar en la bondad y en la misericordia de Dios. El creyente espera la actuación de Dios en su vida, pues quien obra el milagro de reconstruir y sanar el corazón es la gracia de Dios que se derrama en nuestros corazones. Frente al pecado, que desfigura el corazón del hombre, el Señor se inclina para volver a establecer un diálogo personal e íntimo con cada persona, por ello, la Cuaresma

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1- Joel 2, 12-13.

no se puede reducir, únicamente, a un tiempo de penitencia, sino a descubrir que es un tiempo de gracia, que es una nueva oportunidad para llevar a plenitud el gran don de nuestra condición de hijos de Dios. ¡Cuánto bien nos hace meditar y ser conscientes de la gran dignidad de ser hijos de Dios! Es verdad que, para los cristianos, como afirma uno de los himnos de Laudes, este es el día del Señor, este es el Tiempo de la Misericordia, cada momento, cada día es tiempo favorable, es tiempo de salvación. El tiempo de la Cuaresma se convierte en una ocasión privilegiada para fortalecer, consolidar y unir la vida humana con la vida divina acogiendo la gracia que Dios, siempre rico en Misericordia, está deseando derramar en cada corazón, en cada persona. Por eso, los profetas anunciaban que el Mesías establecería el verdadero año jubilar, tiempo de gracia y de perdón. Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret un texto del profeta Isaías que habla de esto, exclamó: Hoy se cumple está Escritura que acabáis de oír2 . La plenitud de gracia que nos viene por mediación de Cristo otorga la salvación a la humanidad, abre las puertas del cielo, lleva a las personas a su máxima dignidad, por eso, san León Magno en uno de sus sermones invitaba a hacer las mismas cosas de siempre, pero con una atención mayor: En estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo3 . Así pues, la Cuaresma es una oportunidad maravillosa, sobre todo en este tiempo de pandemia, que asola a toda la humanidad, para centrarnos en lo reamente importante como es el Encuentro Personal con Jesucristo en los sacramentos, las obras de caridad concretas fruto del Amor de Dios y la consolidación de la oración como diálogo de amistad con Dios. En la Cuaresma hay personas que se proponen cosas como dejar de fumar, no comer dulces y esta bien, pero cabe preguntarse ¿Eso es lo que realmente Dios quiere? ¿No le hará más feliz al Señor contemplar un alma limpia? ¿No se alegrará de ver crecer la calidad de nuestro corazón? ¿No le agradará más la participación frecuente en los sacramentos? Conviene recordar las palabras que el Papa San Juan Pablo II tenía prevista dirigir el Domingo de la Misericordia del mismo año en que falleció: A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor Resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz4 . Este es el motivo, por el cual, desde el miércoles de ceniza, la liturgia de la Iglesia pone su mirada en la celebración del Triduo Pascual: Oh Dios, [...] derrama la gracia de tu bendición sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza para que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar con el corazón limpio a la celebración del misterio pascual de tu Hijo5 . La Cuaresma es un tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua. Es

2- Is 4, 21. 3- OFICIO DE LECTURA, Jueves después de la Ceniza, Segunda Lectura San León Magno, Sermón Sobre la Cuaresma 1-2. 4- SAN JUAN PABLO II, Regina Coeli, número 2, 8 de Abril de 2005. 5- MISAL ROMANO, Bendición de la ceniza, Miércoles de Ceniza.

un tiempo privilegiado para afinar nuestro oído a la voz dulce de Dios que se expresa en la Escritura, para volver a fijar nuestra mirada sólo en Cristo. El Papa San Juan Pablo II invitó a desarrollar durante el tiempo de la Cuaresma una profundización en el gran don del Bautismo para captar la grandeza y la dignidad del Bautismo. De la misma manera, el Papa Benedicto XVI insistió en varias ocasiones que la Cuaresma es un tiempo especial de catecumenado renovado, en el que salimos de nuevo al encuentro de Dios siendo plenamente conscientes de la dignidad bautismal que nos ha otorgado el ser hijos en el Hijo. Fruto de esa renovación bautismal surgen las obras de conversión manifestadas en la oración, en las obras de caridad y en una amistad personal con el Señor Jesús. Se trata de cambiar la vida tomando a Jesús no sólo como modelo de vida, sino más aún, dejando que el Señor tome posesión de nuestra vida. De esta manera, la plenitud de la vida bautismal comienza a ser guiada por el Espíritu Santo, así se atestigua lo que afirma San Pablo: La señal de que ya sois hijos es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo6 . La vida cristiana, se torna, de esa manera, en vida espiritual. No es una simple decisión moral, sino una elección de fe, que nos lleva a unirnos a Jesús, a vivir como él vivió. Esta cuaresma ha de ser un gran regalo que Dios nos ofrece para crecer humana y espiritualmente, para crecer en virtudes humanas y en virtudes teologales. La vida espiritual se convierte en un descentrarnos de nosotros mismos para colocar a Dios en el centro de nuestra vida. Así, el Bautismo nos sitúa en las manos amorosas de Dios Padre con el único deseo de hacer siempre la voluntad de Dios. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor no endurezcáis vuestro corazón.

Sacerdotes de la Basílica

Domingo de Ramos:

¡Bendito el que viene en Nombre del Señor!

Por el testimonio que recoge la Escritura conocemos que, a la edad de doce años, Jesús fue, junto a sus padres, al Templo y que allí permaneció tres días, pues identifica el Templo como la casa de su Padre7 . La costumbre de volver al Templo se repite año tras año, para cumplir las prescripciones religiosas, para poner en valor la realidad del Templo, como Casa de Dios. Su última peregrinación a Jerusalén, al Templo, tiene lugar con ocasión de las Fiestas de la Pascua, pero ahora su recorrido va más allá del Templo, la última meta de su subida es la cruz. La subida hasta la presencia de Dios pasa por la cruz. Es la subida hacia el amor extremo, hacia una donación completa, que permite el acceso al Santuario Celestial por medio del Corazón Traspasado de Cristo. Jesús entra en la ciudad montado en un asno, es decir, en el animal de la gente sencilla, y

además, es un animal que se lo han prestado, no le pertenece. Jesús no llega imponiéndose con su divinidad ni con grandes suntuosidades, sino que va manifestándose cumpliendo los anuncios de los profetas. Jesús va revelándose como rey de los pobres. La pobreza se entiende en el sentido de los anawin, es decir, de las almas creyentes y humildes que se ponen en las manos de Dios. Durante la entrada en Jerusalén, la gente aclama a Jesús como el Bendito el que viene en nombre del Señor8. Estas palabras forman parte del rito de la fiesta de las tiendas, durante el cual los fieles dan vueltas en torno al altar llevando en las manos ramos de palma, mirto y sauce. Ahora la gente grita eso mismo, con palmas en las manos, delante de Jesús, en quien se reconoce como el que viene en Nombre del Señor, es decir, como el Mesías que trae la presencia de Dios. La progresión en la fe de muchos judíos va en aumento, ya le están aclamando como enviado de Dios, y posteriormente, el centurión romano aclamará: ¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!9 . Este grito de esperanza de Israel ha sido recogido en la liturgia creyente como paso previo a la consagración. Es la voz de la Iglesia, que unida a la de los ángeles, los santos, los mártires proclama: Santo, Santo, Santo es el Señor, (…), ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor!, reconociendo, de esta manera, a Jesucristo Eucaristía no sólo como el Enviado de Dios, sino como el Tres Veces Santo, es decir, confesando su divinidad. Al llegar al Templo, en la explanada, Jesús se encuentra con los vendedores y cambistas. Ciertamente, los animales que se vendían allí estaban destinados a los sacrificios del

8- Mt 21, 9 9- Mt 27, 54 10- Cf. 2Co 8, 9 Templo, y puesto que en el Templo no se podían usar las monedas en las que estaban representados los emperadores romanos, por considerarse idolátricas, y necesitaban usar monedas sin ese rasgo. Ese tipo de negocios entraba dentro de lo consideraba correcto y no era la causa del dolor de Jesús. La causa que mueve el dolor de Jesús es la codicia que provoca la idolatría. No era adoración a otros dioses, sino adoración al dinero. La pobreza, en el sentido que le da Jesús y toda la Escritura, presupone estar libres de todo deseo de posesión, y del afán de poder. Se trata de una realidad mayor que una simple repartición de bienes, antes bien, se trataría de la purificación del corazón, gracias a la cual se reconoce la posesión como responsabilidad, poniéndose bajo la mirada de Dios y dejándose guiar por Cristo que siendo rico se hizo pobre por nosotros10 . Es lo que el profeta Jeremías11 había denunciado como el Templo se había convertido, no en un lugar para la oración, sino en una cueva de ladrones, por eso, Jesús reclama que se devuelva al Templo la dignidad que se merece: Mi casa será llamada casa de oración12 . Todo esto nos debe hacer pensar a los cristianos de hoy en qué estamos convirtiendo nuestros Templos, y lo que puede ser objeto de mayor consideración es examinar si en el fondo de nuestro corazón existen ídolos. En la purificación del Templo se trata de algo más que de la lucha contra los abusos. Se anuncia una nueva hora de la historia, pues Jesús está invitando a una adoración a Dios en espíritu y en verdad13. Ha terminado el tiempo en el que a Dios se inmolaban animales. Desde siempre los sacrificios de los animales habían

11- Cf Jr 7, 11 12- Mt 21, 13 13- Cf Jn 4, 23

sido sustituidos como un gesto de nostalgia del verdadero modo de adorar a Dios. Es lo que la Carta a los Hebreos expresa con una frase del salmo 40: No quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has dado un cuerpo. En lugar de sacrificios cruentos y de las ofrendas de alimentos se pone el Cuerpo de Cristo. Sólo el amor hasta el extremo, sólo el amor que por los hombres se entrega totalmente a Dios es el verdadero culto, agradable a Dios Padre. Adorar en espíritu y en verdad es adorar en comunión con Aquel (Dios), que es la Verdad. Los evangelistas nos dicen que en el proceso contra Jesús se presentaron testigos falsos y afirmaron que Jesús había dicho: Destruir este Templo y en tres días lo reconstruiré14. San Juan añade que, al resucitar Jesús, recordaron las palabras que había pronunciado Jesús y que se refería al Templo de su Cuerpo. La hora del templo de piedra, la hora de los sacrificios ha sido superada. Si el Señor expulsa a los mercaderes no es sólo para impedir un abuso, sino para indicar el modo nuevo de actuar de Dios. El nuevo Templo es Jesucristo en el que el amor de Dios se derrama sobre los hombres. Así la purificación del templo, como culmen de la entrada solemne de Jesús en Jerusalén, es al mismo tiempo el signo de la ruina inminente del edificio y de la promesa del nuevo Templo que en Cristo se instaura más allá de toda frontera. Al comercio de animales y a los negocios con dinero Jesús contrapone su bondad sanadora. Es la verdadera purificación del templo. Él no viene para destruir, viene a curar, a sanar, a integrar a todas aquellas personas que son excluidas. Así nos dice en qué es lo que consistirá el verdadero culto a Dios: curar, servir e integrar. En la antigua liturgia del Domingo de Ramos, el sacerdote, al llegar ante el templo, llamaba fuertemente con el asta de la cruz de la procesión al portón aún cerrado, que a continuación se abría. Era una hermosa imagen para ilustrar el misterio de Jesucristo mismo que, con el madero de su cruz, con la fuerza de su amor que se entrega, ha llamado desde el lado del mundo a la puerta de Dios. Con la cruz, Jesús ha abierto de par en par la puerta de Dios, la puerta entre Dios y los hombres ahora ya está abierta, y el acceso es por medio del crucificado y el resucitado.

Sacerdotes de la Basílica

Jueves Santo: Día de la Eucaristía

el sacerdocio y el amor fraterno

El Papa Francisco en una Audiencia General (12-XI-2014) pedía "que en cada Comunidad Cristiana haya coherencia entre liturgia y vida". El Jueves Santo se presta al recuerdo, a la vivencia y actualización de la Cena de Jesús, "pero una celebración que no lleve al encuentro con Jesús corre el riesgo de no alimentar nuestro corazón y nuestra vida". "¿La Eucaristía me lleva a considerar a todos como hermanos? ¿Aumenta mi capacidad de alegrarme con los alegres y llorar con los que lloran? ¿Me empuja a acercarme a los pobres, los enfermos y marginados? ¿A reconocer en ellos el rostro de Jesús?" La Eucaristía da la gracia de sentirse perdonado y de perdonar. La

Misa comienza con un 'Yo confieso' que es un verdadero acto de penitencia.

'Es importante sentirse perdonados, pero también, saber perdonar a los

demás'. Por segunda vez, las Cofradías de nuestro pueblo de Aspe, por la pandemia del coronavirus no sacarán sus imágenes animando y viviendo en la calle un mensaje de Amor de un Dios que da la vida por todos. Tenemos todos los cristianos y todos los Cofrades, una oportunidad precisa para entrar en nuestro interior y vivir en las acciones litúrgicas del Jueves Santo, bien presencial en el templo o por medios audiovisuales, un sintonizar y escuchar el Mensaje que ese día, en estas circunstancias concretas, Jesús, quiere comunicarnos. San Juan Pablo II escribió la gran Encíclica "La Iglesia vive de la Eucaristía". Esta verdad encierra el núcleo de la Iglesia a la que pertenecemos. En Ella, Jesús realiza su promesa 'Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo' (Mt. 28, 20). Lo realiza 'En la Sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Desde que en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la Patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días llenándolos de confiada esperanza". Con razón el Concilio Vaticano II ha proclamado que "el sacrificio

Eucarístico es fuente y cima de toda la vida cristiana".

Fue en el primer Jueves Santo, cuando Jesús empezó esta donación y aventura maravillosa para toda la humanidad. Por eso, el Jueves Santo es uno de los días más bellos del año litúrgico. Celebramos la Cena de Jesús en la que se desgarra en palabras, gestos y sentimientos. Lo queremos recordar, celebrar y vivir, es el día del gran amor:

"Como hubiese amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta

el extremo". (Jn. 13,1) Queremos descubrir la fuerza del mensaje de Jesús y su amor a los hombres. Toda la vida de Jesús fue un servicio a los demás, y en especial a los pobres, marginados y despreciados. Jesús reunió en el primer Jueves Santo a sus amigos para cenar, y en aquella cena, Jesús hizo dos gestos que nos enseña cómo tenemos que vivir: a) el lavatorio, en el que nos enseñó que el amor consiste en ponerse al servicio de los demás, a sus pies b) el partir el pan y dar de beber el cáliz, para que aprendiéramos a compartir el pan y el vino de nuestro sustento con los más necesitados. Se hace presente para recordarnos su enseñanza y para alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre. Jesús anticipa al Jueves, lo que realizará el viernes, "este es mi cuerpo entregado, mi sangre derramada", es el sacrificio que va a consumar el día siguiente en el Calvario. Hasta ahora la Alianza de Dios con su pueblo estaba representada con el cordero pascual sacrificado en el altar del holocausto, en el banquete de toda la familia en la cena de Pascua. Ahora, el Cordero inmolado es el mismo Cristo: "Esta es la nueva Alianza en

mi sangre". El cuerpo de Cristo es el nuevo banquete que congrega a

todos los hermanos. Jesús se nos da en la Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad, acompañar nuestra soledad y como un anticipo del cielo. Jesús,

aquella noche memorable dio a sus

apóstoles y sucesores, los obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el prodigio de su presencia, hasta el

final de los tiempos. "Haced esto en conmemoración mía." (Lc. 22,19) Así

da continuidad a su sacerdocio, con

el sacerdocio ministerial. Jesús junto con el alimento de su cuerpo y sangre,

nos da un mandamiento: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado".

(Jn. 13, 34) Nadie puede participar del banquete de Cristo, si no se deja lavar los pies, la cabeza y el corazón, y si no está dispuesto a lavar a los demás. Según afirman los geólogos, el mundo se está desertizando paulatinamente. En el Chad, el desierto avanza diez kilómetros por año. La lluvia no acude a la cita con la tierra, y esta, falta de humedad, se va resecando, desertizando, negando a los hombres la fertilidad de sus entrañas. Algo parecido sucede

con el ser humano. Cuando falta el

Amor, el hombre se desmorona, en embrutece y no da lo que Dios quiere de él, el Amor. "La humanidad de hoy

está en peligro de ser destruida por su propia decadencia moral".

Se oye: hacer el amor. Por favor, no confundamos el Amor, con mayúsculas, con el placer carnal. El AMOR está hecho de siempre (Dios es eterno), es anterior al ser humano, a la aparición del hombre sobre la tierra.

El AMOR es ALGO DIVINO, por eso es fácil de definir: DIOS ES AMOR.

"Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". (Jn. 4, 7-8) Como decía la gran Santa y Mística Santa Teresa de Jesús: "Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor". Con mis mejores deseos, pido a Dios para todo aspense, vivan este mensaje del Jueves Santo: El AMOR- El Sacerdocio-

La Eucaristía.

• San Juan de Ávila: "Relicarios somos de Dios, casa de Dios, y a modo de decir, criadores de Dios, a los cuales nombras, conviene gran santidad.” • San Manuel González: "¡Si viviéramos nuestras misas! Misa conocida a fondo, estimada en su valor e imitando lo que

Jesús hace en ella” • Cura de Ars: "Todas las buenas obras juntas no son comparables al Sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres, mientras la Santa Misa es obra de Dios. Si el hombre conociera bien este misterio, moriría de amor". "¿De qué nos serviría una casa llena de oro, si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es que abre la puerta; es el administrador del buen Dios, el administrador de sus bienes. Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote, y adorarán a las bestias. El sacerdote, no es sacerdote para sí mismo, sino, para vosotros".

Que el Jueves Santo 2021, sirva para descubrir su grandeza y que su mensaje transforme nuestra vida cristiana.

Feliz Jueves Santo 2021

Fernando Navarro Cremades

Sacerdote

Espiritualidad y formación ¡No está aquí, ha resucitado! ¡¡

¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¡No está aquí, ha resucitado!15 La muerte no tiene la última palabra. La última Palabra es siempre de Dios. Es una Palabra de Vida, de Resurrección. El tiempo del Triduo Pascual pasa de ser un tiempo sombrío, agónico, doloroso, a convertirse en un tiempo de vida y de esperanza. En Pascua nos alegramos porque Cristo no se ha quedado en el sepulcro, su cuerpo no ha conocido la corrupción del sepulcro. En la Carta a los Efesios se lee que el que bajó es el mismo que subió por encima de los cielos16. El descenso hasta lo más profundo de la tierra, hasta la muerte fue para llevar luz, para iluminar toda realidad Él es el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega y existe, por tanto, no sólo ayer, sino también hoy y siempre. Su resurrección ha abierto a la humanidad las puertas del cielo y de la eternidad. La resurrección de Jesús no es un acto aislado de la propia persona de Cristo. Él es uno con el Dios Vivo y Verdadero, unido totalmente al Padre formando, por así decirlo, en un mismo abrazo. ¡Miraos siempre, Padre y Hijo; miraos siempre sin cesar, porque así se obre mi salud!17 La vida de Jesús no es solamente suya, es una comunión existencial con el Padre y un estar insertado en Dios y, por eso, no se le podía quitar la vida realmente. Él pudo dejarse matar por amor, pero justamente, así destruyó el carácter definitivo de la muerte porque en Él estaba presente el carácter definitivo de la vida. Su muerte fue un acto de amor. En la Última Cena, Jesús anticipo la muerte y la transformó en don de sí mismo. Su comunión existencial con el Padre es una comunión existencial con el Amor existente en las Tres Divinas Personas. La resurrección de Jesús fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del morir. Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrado todo lo creado. Esta nueva vida que Jesús nos ofrece se hace realidad en el Bautismo. Por eso, el Bautismo es parte de la Vigilia Pascual, el Bautismo significa que no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que inserta a cada persona en el proyecto de salvación. El Bautismo es algo muy diverso de un acto de socialización eclesial, es mucho más que una simple limpieza, una especie de purificación. Es realmente muerte y resurrección, es nueva vida divina. Para comprender mejor el don del Bautismo nos viene muy bien recordar las palabras de San Pablo: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí18. El yo mismo es la identidad esencial del hombre. Pablo ha sido transformado. Él todavía existe y ya no existe. Esta liberación de nuestro yo de su aislamiento, este encontrarse en un nuevo sujeto es un encontrarse en la inmensidad de Dios y ser trasladados a una vida que ha salido ahora ya del contexto del morir. El gran estallido de la resurrección nos ha

15- Mc 16, 6 16- Cf. Ef 4, 9 17- SAN JUAN DE ÁVILA, Tratado sobre el amor de

Dios, número 12 18- Ga 2, 20

alcanzado en el Bautismo. En el Bautismo nos abandonamos a nosotros mismos, depositamos nuestra vida en las manos de Dios. Vivir la propia vida como un continuo entrar en este espacio abierto: éste es el sentido del ser bautizado, del ser cristiano. Esta es la alegría de la Vigilia Pascual. La resurrección es un acontecimiento histórico y a la vez eterno que nos ha alcanzado e impregnado. La resurrección del Señor nos sostiene con su mano y así nos damos la mano unos a otros., nos convertimos en un sujeto único. Cristo, como Cabeza y la Iglesia como Cuerpo de Cristo19. La resurrección es presencia continua de Cristo en la vida de cada persona que extiende su mano para acompañar, consolar, proteger, unir. La vida eterna no la tenemos por nosotros mismos, ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existencial con Jesús, que es Camino, Verdad y Vida. La vida nos llega por ser amados por quien es la Vida, nos viene por vivir en la Vida y permanecer en ella. Cristo nos toma consigo, nos inserta en su vida divina. Él nos toma consigo para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino gracias a Él, con Él y en Él; para que vivamos con Él y así para los demás. Sólo Cristo resucitado puede llevarnos hacia arriba, hasta la unión con Dios, hasta donde no pueden llegar nuestras fuerzas. Él es el Buen Pastor que carga con la oveja perdida y nos lleva hasta pastos de tierra buena20 . Nosotros vivimos agarrados a su Cuerpo, y en comunión con su Cuerpo llegamos hasta el Corazón de Dios, y sólo así se vence la muerte, somos liberados de la esclavitud y disfrutamos de la vida eterna que Dios nos regala como expresión de su Amor.

Sacerdotes de la Basílica

Vivir la Pascua con María

Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección. La espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas. Los evangelios refieren varias apariciones del Resucitado, pero no hablan del encuentro de Jesús con su madre. Este silencio no debe llevarnos a concluir que, después de su resurrección, Cristo no se apareció a María; al contrario, nos invita a tratar de descubrir los motivos por los cuales los evangelistas no lo refieren. Suponiendo que se trata de una “omisión”, se podría atribuir al hecho de que todo lo que es necesario para nuestro conocimiento salvífico se encomendó a la palabra de testigos escogidos por Dios (Hch 10, 41), es decir, a los Apóstoles, los cuales con gran poder (Hch 4, 33) dieron testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Antes que a ellos el Resucitado se apareció a algunas mujeres fieles, por su función eclesial: Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán (Mt 28, 10).

19- Cf. 1Co 12, 12-27 20- Cf Jn 10.

Si los autores del Nuevo Testamento no hablan del encuentro de Jesús resucitado con su madre, tal vez se debe atribuir al hecho de que los que negaban la resurrección del Señor podrían haber considerado ese testimonio demasiado interesado y, por consiguiente, no digno de fe. Los evangelios, además, refieren sólo unas cuantas apariciones de Jesús resucitado, y ciertamente no pretenden hacer una crónica completa de todo lo que sucedió durante los cuarenta días después de la Pascua. San Pablo recuerda una aparición “a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Co 15, 6). ¿Cómo justificar que un hecho conocido por muchos no sea referido por los evangelistas, a pesar de su carácter excepcional? Es signo evidente de que otras apariciones del Resucitado, aun siendo consideradas hechos reales y notorios, no quedaron recogidas. ¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hch 1, 14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos? Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe. En efecto, a una de ellas, María Magdalena, el Resucitado le encomienda el mensaje que debía transmitir a los Apóstoles (cf. Jn 20, 17-18). Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su madre, pues ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe. Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección. Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el “resplandor” de la Iglesia (cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s). Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también ella de la plenitud de la alegría pascual. La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19, 25) y en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), fue probablemente testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos. En el tiempo pascual la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse: “Regina caeli, laetare. Alleluia”. “¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!”. Así recuerda el gozo de María por la resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el “¡Alégrate!” que le dirigió el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en “causa de alegría” para la humanidad entera.

San Juan Pablo II

Catequesis durante la audiencia general del 3 de abril de 1996

Espiritualidad y formación momentoscon Jesús Gracia Torres Rodríguez Como parte del itinerario de preparación para acercarnos más en este tiempo a Jesús, y acompañarlo en los días en que rememoramos su Pasión, Muerte y Resurrección nos puede ayudar, y mucho, leer los escritos de santos y autores espirituales que con sus palabras nos adentran en los misterios de la Semana Santa. Reflexiones que nacen de su encuentro personal en la oración, de su piedad y de sus estudios. Dedicar cada día unos minutos a la lectura espiritual nos ayudará a crecer hacía dentro. Qué suerte poder escoger un buen libro para formarnos, para poder enseñar, para dar respuesta a tantos interrogantes que el mundo de hoy nos plantea.

LA PASIÓN DEL SEÑOR

Luis de la Palma Ediciones Palabra Se ha dicho de este libro, conocido también como Historia de la Sagrada Pasión, que es una joya inestimable, tan llena de sólida doctrina como jugosa devoción, porque es mucho más que la exposición narrativa de unos hechos sucedidos hace dos mil años. En él el autor consigue pasar al interior del Corazón de Cristo y considerar sus tristezas y las causas y motivos de ellas. Ayuda al lector a conocer y tratar con más profundidad a Jesucristo, y a crecer en espíritu de mortificación, contrición y desagravio. A pesar de los más de cuatro siglos que han pasado desde que fue escrito, ha resistido el paso del tiempo sin perder frescura y originalidad.

VIA CRUCIS

Josemaría Escrivá de Balaguer Ediciones Rialp Via Crucis consta de breves comentarios a las catorce estaciones del Via Crucis, nacidos de la oración personal de Josemaría Escrivá. El Vía Crucis no es un ejercicio triste -comenta Mons. Álvaro del Portillo en el prólogo-. Muchas veces enseñó mons. Escrivá de Balaguer que la alegría tiene sus raíces en forma de cruz. Si la Pasión de Cristo es camino de dolor, también es la ruta de la esperanza y de la victoria segura. Esta obra, que se publicó de forma póstuma, fue preparada para ayudar a hacer oración y, con la gracia de Dios, para crecer en espíritu de compunción -dolor de amor- y de agradecimiento al Señor, que nos ha rescatado con el precio de su sangre.

HABLAR CON DIOS. Tomo II

Cuaresma, Semana Santa y Pascua Francisco Fernández-Carvajal Ediciones Palabra En el tomo II de la colección, el autor nos invita a realizar la oración diaria con meditaciones concretas y dirigidas al tiempo litúrgico de Cuaresma, Semana Santa y Pascua. Cristo tiene siempre algo que decirnos, a cada uno en particular, personalmente: en el Evangelio, en la doctrina de la Iglesia, en la liturgia. El lector se siente ayudado a conversar con Dios de la vida misma: de sus situaciones reales cotidianas, de sus penas y afanes concretos. Por eso Hablar con Dios no es un tratado para "especialistas", sino para la gente que encontramos cada día por la vida: para la madre de familia, para el empleado, para el oficinista, para el sacerdote, para el profesor. El libro no encorseta la oración; es, más bien, un manantial de sugerencias abiertas, para cualquier circunstancia vital, pero que apunta a la vez a la concreción, a una aplicación efectiva. El libro está lleno de sugerencias para adelantar en el amor a Dios, en la convivencia diaria, en la mejora del carácter y en la perfección del trabajo habitual.

EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO

Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt Henri J.M. Nouwen PPC Editorial El recorrido de un hombre en busca del significado de la vida. Este libro es un comentario sobre la parábola del hijo pródigo, a partir de un cuadro de Rembrandt sobre el mismo tema y de la propia experiencia personal del autor. En él, Nouwen analiza tres fases de su vida espiritual a partir de esa parábola. La obra consta de tres grandes bloques, que van acompañados por un prólogo, una introducción, una conclusión y un epílogo. Cada uno de los tres grandes bloques aborda la visión de un personaje: el hijo menor, el hijo mayor y el padre.

LA FELICIDAD DONDE NO SE ESPERA

Jacques Philippe Ediciones Rialp “El mundo de hoy está enfermo de su orgullo, de su avidez insaciable de riqueza y poder, y no puede curarse sino acogiendo el mensaje de las Bienaventuranzas”. La pobreza de espíritu, la primera de ellas, es según el autor la clave de la vida espiritual, de todo camino de santidad y de toda fecundidad. Todas ellas contienen una sabiduría luminosa y libertadora, pero cuesta comprenderlas y practicarlas. En este libro, Jacques Philippe ofrece una sugerente reflexión sobre cada una de ellas, y ayuda a entender cómo contienen toda la novedad del Evangelio, toda su sabiduría y su fuerza para transformar el corazón del hombre y renovar el mundo.

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