Festividad de la Virgen del Rosario
Patrona de Cádiz
PREGÓN
Pregón Virgen del Rosario Patrona de Cádiz Presentación del pregonero a cargo de Don Eduardo Bable Neira Pregonero Don Luis Manuel Rivero Ramos
Cádiz, a 6 de octubre de 2017
Presentación Eduardo Bablé Neira
Excelentísimo y Reverendísimo Obispo Monseñor Rafael Zornoza Ilustrísimo Sr. Alcalde de Cádiz, D. José María González Dignísimas autoridades, religiosas, civiles y militares Reverendo Prior Fray Pascual Saturio Miembros de la comunidad dominica Hermana Mayor de la Archicofradía de la Virgen Hermanos mayores y cofrades Feligreses Vecindad Señoras y señores Pregonero Amigos todos….. Buenas noches. Bueno primero antes de nada decirles que no se asusten por la cantidad de papeles, que yo no doy el pregón. Es que como ya no “endiquelo” bien, me he tenido que poner la letra a tamaño 20. Con el tiempo, nunca dejamos de sorprendernos. Uno que ya va cumpliendo tacos del calendario, avezado en muchísimos micrófonos de tantísimos lugares y eventos a través de los años, no deja de recibir sorpresas de la vida, como reza la canción. Y sorpresa para mí fue que me llamara, un amigo. Para presentar… un acto. Y vaya acto¡¡¡ Presentar al pregonero en el 150 aniversario del Patronazgo Canónico de Nuestra Señora del Rosario. Vaya ¡¡ Y vaya sitio de celebración: En el mismo Boquete¡! Lugar de la Cofradía de los Morenos. Donde estuviese Lady Vulnerata y desde donde salía La Galeona al socorro de la marinería. Y, donde hoy, y ahí es nada, reside para bien de todos los gaditanos, Ella: Nuestra Señora del Rosario Patrona de Cádiz, Patrona del Consejo de Hermandades y Alcaldesa Perpetua de la ciudad, que es mimada por su feligresía y custodiada, cómo no, por los padres dominicos desde los albores del siglo XVII.
Y si esto no tuviera ya de por sí la suficiente responsabilidad y honor, se le añade además la enorme dificultad que me supone primero, estar a la altura de la amistad que me une al pregonero y por otro el poder glosar brevemente, pero con sentidas palabras, su calidad humana. Él, es uno de esos gaditanos que nacen donde les da la gana. Desde la romana Tarraco donde nació curiosamente un mes de Mayo – el mes de María--, atravesó la Cortadura con solo tres meses de vida, y de esto hace ya pues… y tantos años. Esto lo ha aprendido de mí. Bueno, y desde que llegó no ha parado. Es el mayor de cinco hermanos, hijos de Francisco y María –que es otra suegra mía-, ambos naturales de Melilla. Felizmente casado y padre de un niño, Luisito, que ha sacado la seriedad estelada, y padre de una niña, Victoria del Carmen que ha sacado el “age” y “to” lo bonito de su madre, María Jesús Delgado Pavón…. abogada nuestra….. Ejerce una de las más importantes y bellas profesiones como es la docencia, en el colegio Sagrado Corazón del Puerto de Santa María, como profesor de educación musical y en donde, además, es el Jefe de Estudios. Allí, y puedo dar fe de ello, los niños le adoran y a modo de letanía escolar, y en las festividades, siempre le cantan con cariño lo de “profe Luí, profe luí”… Su formación musical la complementó en el Conservatorio Manuel de Falla de Cádiz, donde cursó Solfeo, Coral, Armonía y Guitarra. Los dos o tres acordes que aprendió allí, le sirvieron para meterse en el mundo del Carnaval donde el próximo 2018, cumplirá treinta años concursando. Es autor de destacadas agrupaciones como las comparsas “Guadalupe” (primer premio), “Los hijos de la tierra” (segundo premio) y “La Bella Escondida” (tercer premio). Con los coros, junto a sus hermanos, Carmen, Laura, Fran y Leyi, y junto a sus incondicionales amigos, también es un destacado autor con coros premiados desde que arrancáramos en 2010, destacando “El orfeón” y “Bollywood” (terceros premios) o el reciente coro “El mayor espectáculo del mundo” con su pedazo de primer premio. Amañado todo.
Es creador junto a Germán García del programa: “Carnaval en la escuela”, desarrollado desde el año 2006 en Cádiz, en todos los colegios de la ciudad, organizado por el ayuntamiento y subvencionado por la Asociación de autores del Carnaval de Cádiz. Ha pregonado los Carnavales de Sanlúcar de Barrameda, Ceuta, Paterna de Rivera, La Cabezas de San Juan, Alcalá de Guadaira, San Fernando y El Puerto de Santa María. Y además es Antifaz de Oro. Hombre de profundas convicciones cristianas que lleva con total discreción, pero con integridad, está totalmente volcado con la Iglesia. Es ex Hermano Mayor de la joven Hermandad salesiana de Nuestro Padre Jesús del Amor despojado de sus vestiduras y María Santísima de la Concepción, de la que es uno de sus fundadores, y de la que ha sido su primer Hermano Mayor. Además, es hermano de las cofradías gaditanas de Jesús en su Prendimiento, Nuestra Señora del Carmen Coronada y María Auxiliadora Coronada. Pero no es de la Palma, ejem, ejem. Es director del Coro Virgen del Carmen de Cádiz, con 21 años de historia en la ciudad gaditana, habiendo grabado un disco y habiendo tenido actuaciones tan destacadas como en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, en la misa de Cuatro Vientos. También formó parte de la cuerda de bajos del Coro Polifónico Medea de Cádiz. Ha compuesto varios himnos y salves: Himno del cincuentenario del Trofeo Carranza, Himno de las bodas de Oro de la Archicofradía del Pilar y Jesús de las Penas de Cádiz, Himno de la Coronación de la Virgen del Carmen de Cádiz, Himno de la Coronación de María Auxiliadora de Cádiz, Salve a la Virgen del Auxilio, Madre de la Iglesia de la cofradía de las Penas de Málaga, Salve a la Virgen de la Salud de Barbate, y el Himno de Coronación de la Virgen de la Amargura de Granada, así como hace dos años, el Himno dedicado a nuestra Patrona: “Rosario de los gaditanos”. Ha sido pregonero de la Virgen del Patrocinio de Cádiz, María Auxiliadora de Cádiz, La Virgen de la Salud de Barbate, de la Virgen de las Penas de Cádiz (olé) y de María Auxiliadora de Mérida.
En lo estrictamente personal, lamentablemente es aficionado culé, pero le salva su amor (como pone en todo lo que hace) al Cádiz C.F. como no podía ser menos, del que es como el primero de los cadistas, socio desde muy pequeño. Y equipo al que ha seguido por buena parte de la geografía española. Comparte la pasión por la música con la del deporte. Terreno este en el que va desde grandes maratones por Cádiz para rebajar los kilos que le produce el buen apetito que siempre tiene, hasta haciendo de Messi chungo en el estadio Carranza, en los partidos que organiza la Asociación de Reyes Magos de Cádiz, de la que forma parte, y en donde encarnó a Melchor en la cabalgata de reyes del año pasado. Está totalmente comprometido de lleno en la operación Ningún Niño sin Juguetes que organiza dicha asociación. En fin, como habrán podido comprobar, es para decirle: “…Tate quietecito ya hijo…que no paras chiquillo…” Este hombre polifacético, dialogante, amigo de sus amigos, y enemigo del reloj, es un gaditano por los cuatro costados. Es un apasionado por su tierra y vinculado a cuantos proyectos en la misma, necesiten de su ayuda. Y siempre tiende su mano al que lo necesita. Y aunque tenga poca gracia haciendo cuplés, seguro que su pregón lo bordará y nos hará vibrar, estremecer y gozar una vez más, con su sentida vocación mariana de siempre. Podría estar hablando hasta mañana de las cualidades del pregonero, pero no hay tiempo y además no tengo ni el verbo preciso y precioso del Padre Pascual, ni mucho menos la pluma grácil y delicada del pregonero, y gracias por este honor de presentarte, Luis Manuel Rivero Ramos.
Eduardo Bablé Neira Octubre 2017
Pregón Luís Manuel Rivero Ramos
Era una mañana fresca, de esas que nos evidencian el final del verano y nos meten de lleno en el otoño que tanto se teme en edades tempranas. No llovía, al menos así lo recuerdo. Y la luz no sé en qué punto se encontraría pero, sin duda, sería una luz distinta, diferente, pintada por las olas que bañan a la ciudad y que nos hace llenarnos de la energía necesaria y dependiente de ti, de Cádiz. El bullicio llenaba las calles con cientos de niños hablando, jugando y paseando de la mano de sus maestros que se acercaban a no sé qué lugar que nos habían contado, a llevar un pequeño ramillete de no sé qué tipo de flor que nuestras madres se habían encargado de comprar el día antes. Llegué al templo, me senté junto a mis compañeros con otros muchos niños del colegio y escuchamos las explicaciones que se nos daban desde un altar en el que estabas tú, si, allí estabas tú. Yo, probablemente no era consciente de que este primer encentro marcaría un recorrido vital. Probablemente aquel chiquillo que sabía al mirar a la Virgen que algo sentía, que algo le llamaba, que algo le llenaba en su interior, no daba mayor importancia a lo que ocurría y que se vendría repitiendo ante distintas imágenes y advocaciones de la Virgen. Poco a poco, conforme vas creciendo, te vas dando cuenta de que ella está presente en el centro de tantas ocasiones cotidianas e imprescindibles. Te das cuenta y entiendes al niño que buscaba en la mirada de cada imagen mariana la correspondencia justa a lo que sentía. Y llegas a convencerte de que has sido elegido por ella, de que tienes esa Estrella en el cielo que te guía, te protege y te elige para que la honres, la veneres y te llenes de ella en cada ocasión que la necesites.
Y este pregón, es solo una muestra más de ello. Es una prueba innegable de la llamada que tantos recibimos para dignificar con nuestras actitudes, más que con nuestras palabras, la devoción inmensa por la madre de Dios… Unos treinta años después, la mañana fresca de principios de otoño, se tornó en una tarde calurosa de comienzos del verano. El bullicio de las calles se había convertido en la paz que en determinadas horas en las que el Lorenzo aprieta, la ciudad se duerme acompasada junto a la orilla. Y en mis manos, el ramito de nardos para ofrecerte tenía piel de incertidumbre, no traía más que mi disposición a escuchar aquello tan importante que el Padre Pascual ya me había dicho que tenía que comentarme. De nuevo, llego al templo, casi vacío, y de nuevo contigo en el altar Mayor, aquellas explicaciones de la infancia se vistieron en una sola frase: -“A la Virgen no puedes decirle que no”-, y aquí me veo. Yo, que difícilmente digo que no a alguien, no podía dudar ni tan siquiera unos instantes que responder para verme ante ti, Señora. Yo, que implico a tantas personas en cada uno de los proyectos en los que me embarco, y que tengo la fortuna de contar siempre con gente buena y maravillosa para sacarlos adelante… No podía dejar de contar con ellos para verme ante ti, Señora. Yo, que tantas veces te canté, te canto y te seguiré cantando, con la satisfacción inmensa de contribuir con mi voz y mis sencillas composiciones en aquellos momentos en los que estabas presente…No podía dejar que la música faltara para verme hoy ante ti, Señora. Yo, el autor de coros, el niño que escribió aquello de que a Guadalupe la llaman Rosario, Luisito (como cariñosamente me llama Pascual), el del “Despojao”. El Director del Coro del Carmen, el maestro de música, el Jefe de Estudios, el cofrade, el gaditano que no nació en Cádiz, el que dicen que no saben de dónde saca tiempo para todo…No podía dejar de dedicar parte del mismo para verme hoy ante ti, Señora.
Yo, que disfruto de la dicha de la paternidad de dos niños maravillosos, Luís Manuel y Victoria del Carmen. Que lo daría todo por evitarles ni el más mínimo momento de dolor en la vida que tienen por delante. Y que dejé de pedir por mí para tenerlos a ellos en cada una de mis oraciones…Como iba a perder la oportunidad de rezarte a mi manera y verme hoy ante ti, Señora. Yo, un imperfecto marido de una perfecta esposa en la que encuentro la compañía imprescindible para la vida, el alma que complementa a la mía porque así lo dicen nuestros corazones, los ojos que hacen que brillen los míos en cada cruce de miradas. Como iba a dejar de compartir con ella un momento como este, para verme hoy ante ti, Señora. Yo, el amigo de tantos que entregaron su devoción a tu hechura, y consuelan su desasosiego ante tu imagen o buscan esperanza cuando tan sólo te nombran… Como iba a dejar de ser uno más de ellos para verme hoy ante ti, Señora. Yo, el mayor de cinco hermanos que hacen honor a esa palabra. El hijo de Francisco y María, dos melillenses sencillos que encontraron en Cádiz su casa. Que tengo la fortuna incalculable de disfrutar de una familia que sabe vivir como lo que es y que sabe crecer sin desperdiciar ni un segundo compartido…Como iba a dejar de seguir haciéndoles sentir orgullosos en esta ocasión por verme hoy ante ti, Señora. Yo, un gaditano apasionado por su ciudad, que sufre por ella, que siente por ella, que se alegra por ella, que vive en ella. Como iba a dejar de seguir sintiéndola y viviéndola llegando a verme hoy ante ti, Señora.
Si soy yo, aquel niño, con sus flores para María El que desde entonces tantas veces vino El que te cantó tanguillos y tocó por alegrías Y el que sigue a tu estrella por su camino
El que da gracias por verse hoy ante ti, Señora Porque en las olas busco el abrazo de tu manto Porque en la luz siento tu guía sin demora Soy yo, quien simplemente te debe tanto
Resuena Cádiz, al compás flamenco y portuario Que hoy ante ti, mi corazón pongo en mis manos Patrona nuestra, Virgencita del Rosario Rosario de nuestras vidas, Rosario de los gaditanos r
Excelentísimo y reverendísimo Sr. Obispo Excelentísimo. Sr. Alcalde Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades Sr. Presidente del Consejo local de Hermandades y Cofradías Fray Pascual, Guardián del Convento que nos acoge Señora Hermana Mayor de la Archicofradía de la Virgen Señoras y Señores gaditanos Devotos de la Virgen del Rosario y amigos todos. Debo y quiero comenzar agradeciéndole a Eduardo Bablé las palabras con las que ha tenido a bien presentarme. Pero lo que realmente te agradezco por encima de ellas, es el cariño que has demostrado en su contenido y el que cada día sigues mostrando hacia mi familia y mi persona, gracias de verdad, para un gaditano, de verdad. Llegar a esta tierra siendo un bebé, con unos padres muy jóvenes y forasteros, me hizo crecer y vivir lejos del cariño diario y necesario de una abuela. Y digo bien, de una abuela, en singular, porque en mi casa hablar de las abuelas siempre ha sido hablar de una, que nombraba a las dos: la abuela Rosario. Ninguna de ellas era de Cádiz, ninguna de ellas tenían más relación con Cádiz que la de sus descendientes que vinieron a parar por aquí, ninguna de ellas quiso nunca que se les llamara ni tan siquiera Charo, porque las dos fueron siempre: la abuela Rosario. No me pregunten cómo, porque realmente no sabría explicarlo, pero simplemente al nombrarla, sabíamos a cuál de las dos nos referíamos: - ¿Quién ha llamado mamá? - La abuela. - ¿Qué abuela? - La abuela Rosario.
Y en esta conversación escueta, sin gestos que evidenciaran más detalles, los dos teníamos claro a qué abuela nos referíamos, como si hubiera algún tipo de intuición, o algo en nuestras miradas que nos hiciera ver si de una o de otra se trataba. Hoy, en la actualidad, desgraciadamente no es difícil saber a qué abuela nos referimos si repetimos la misma conversación. Una abuela Rosario vive con casi 90 años y tuvimos la suerte de verla, besarla y acompañarla hace muy poco en su visita por Cádiz. La otra abuela Rosario, nos dejó hace 10 años, y fue en Cádiz precisamente, cuando se marchó a la vida eterna para siempre. Este nombre tan gaditano, este nombre tan bonito, este nombre que tanta fuerza tiene, el de Rosario; de un tiempo a esta parte, nos suena cada vez más, solamente al nombre de nuestras abuelas. Las modas de las que pocos escapan llegan también a la nomenclatura de la ciudadanía y pocos parecen decantarse por el nombre que sus antepasados llevaron con tanta dignidad. Y me van a permitir que este pregón esté dedicado a ellas, a las abuelas. A la abuela Rosario concretamente. Porque son muchas las que la representan y las que lucharon y siguen luchando cada día en nuestra tierra. Las abuelas nos guían en el camino de nuestras devociones y su recuerdo, nos evocan a tiempos de niñez, que en Cádiz siempre traen consigo un nardo como ofrenda y un 7 de octubre en la calle para ver la procesión. Las abuelas, nos legaron el rezo hermoso, profundo y tan necesario que se desgrana en las cuentas de un Rosario valioso. Valioso por quién lo portaba, valioso por quién rezaba con él, valioso porque solo verlo nos lleva a los besos eternos de hace años y la mirada atemporal de la madre de Dios. Las abuelas siguen marcándonos el camino hasta la iglesia, el recorrido semanal de la sabatina, el compensar por todos nosotros con su presencia ante la Virgen, la ausencia de quienes tanto tenemos que hacer, que no encontramos el camino que ellas nunca han dejado de hacer. La abuela Rosario es también esa vecina que el cariño diario convirtió en familia y ocupó el lugar de la abuela que tan lejos vivía. Es nuestra madre, nuestra tía, es la mujer que nos marcó de tal forma que sostiene la gaditanía de nuestra
memoria y es el origen de tantas costumbres y tradiciones que forman parte de nuestro presente y que nacieron con ellas en nuestro pasado. Cuando veo a mis hijos con su abuela, por cierto, una de ellas María y la otra: Rosario (no creo en las casualidades). Contemplo como nace el vínculo eterno que hará que ellos crezcan marcados por estas dos mujeres, que sin ellas saberlo, son el punto de partida de los mejores recuerdos que tendrán de su niñez. La luz en la mirada de cada uno de ellos cuando miran a sus abuelas, los abrazos más sinceros que jamás podré presenciar, los gestos, la actitud de aquellas mujeres que recordamos fuertes e inflexibles como madres y que se convierten en permisivas, excesivamente comprensivas y siempre dispuestas a cumplir los deseos de quienes le llaman abuela. Cuando los veo, entiendo que todo vuelve a empezar. Entiendo que la vida continúa en un bucle interminable y adaptándose a los tiempos, que no deja de cumplir con su ritual atemporal de amor y cariño. Entiendo que me encuentro justo entre dos generaciones que se están dejando llevar una por la otra y que todo discurre por el cauce adecuado hacia adelante. Por todo lo dicho, hoy, ante ti, Patrona y Reina, ROSARIO de los gaditanos, quiero que este pregón sirva de homenaje a ellas, a ella. A la abuela Rosario que sigues recibiendo casi a diario en los templos de Cádiz. A la que reza por toda su familia, a la que sostiene la bandera de la tradición cristiana y las costumbres gaditanas. Tu que eres la mujer de las mujeres, tu que eres la madre de las madres, sigue cuidando de ellas. Sigue siendo la guía que las hace sentir protegidas, sigue siendo el faro que ilumine sus vidas, sigue siendo la excusa perfecta para que vuelvan a nacer los recuerdos entre generaciones y no perdamos la esencia de lo nuestro. La abuela Rosario que se asomó a verte en el barrio de Santa María, en Botica, en Sopranis, en La Cuesta de Jaboneria o en la calle de Jesús de la Sentencia. La abuela Rosario que vive en la Viña, en La Palma, En Pericón, en Patrocinio, en San Félix. Vive en Bendición de Dios, Enrique de las Marinas, y en el Mentidero. En la calle del Mesón, y en la plaza de Fray Félix y cerquita del Arco del Pópulo.
La misma que te vió pasar por la plaza de Loreto,por las calles de Puntales, por las calles Goya y Zurbarán, la Avenida de Andalucía, la avenida de María Auxiliadora y García de Sola. La misma que te esperaba en la Barriada de la Paz, en Bahía Blanca, y en las calles Sagasta, Hospital de Mujeres o Compañía por el centro de nuestra Ciudad. La que regresó contigo un 8 de septiembre glorioso, pasando por San Francisco, por el Rosario y San Agustín. Madre Mía, Patrona de los gaditanos, tú que bien sabes que son el pilar firme de nuestra fe. Deja que este pregón se lo dedique a ellas, de las que en tan pocas ocasiones nos acordamos y que tanto nos aportaron y nos seguirán enseñando. Deja que el beso que quisiera haberle dado antes de marcharse, desde lo más profundo de mi alma, llegue hasta el cielo para posarse en la mejilla de todas ellas, para posarse en la mejilla de ella. Que este pregón va por ellas, que este pregón va por ti: por mi abuela Rosario. Ser pregonero en este año tan especial para La devoción a la Virgen del Rosario de Cádiz, es sin duda una responsabilidad que se suma a la que trae por si solo el hecho de pregonar a la Patrona de nuestra ciudad. Ciento cincuenta años de patronazgo no es algo insustancial, no es una efeméride relativa que queramos hacer importante sin sustancia alguna. Un siglo y medio que llega a nuestros tiempos con la necesidad de hacerse presente, de anunciar y de celebrar sin duda con la intensidad necesaria. Pero, no sé si les habrá pasado igual que a mí, porque desde que supe de la conmemoración en este año de 2017 de tal distinción, me pareció realmente poco tiempo. Me pareció que el arraigo que tiene en las tradiciones, en las costumbres, en el devocionario de nuestra gente es demasiado fuerte y grande como para que la Virgen del Rosario fuera Patrona de la ciudad desde hace sólo 150 años. Por eso, con mi pregón, me gustaría aclarar algunos aspectos relacionados con todo esto que les hablo. Una ciudad como Cádiz, con tantos siglos de historia, llega al Renacimiento dispuesta a vivir los mejores tiempos que vivirá nunca a partir del descubrimiento de América. Comienza el comercio, el intercambio y la conquista real de aquellas tierras, lo que trae consigo la llegada también de órdenes religiosas que encuentran en nuestra ciudad el lugar idóneo para preparar sudesembarco en tierras americanas y llevar la palabra de Dios hasta todos los confines de la tierra.
De esta forma, los Dominicos llegan a Cádiz y fundan el Convento de Santo Domingo en 1.635, que con la llegada al templo de la imagen de la Virgen del Rosario (imagen titular hasta entonces de los morenos) pasaría a llamarse Convento de Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo. Y desde entonces, la devoción a la Virgen crece de forma exponencial, con una rapidez y una fuerza asombrosas. Una advocación que se asentó con mayor solera si cabe con la llegada de las compañías espirituales del Santo Rosario, siendo en Cádiz, la primera ciudad donde este rezo se hizo de forma pública por las calles. La Virgen ya ocupaba el corazón de los gaditanos. Pasamos por momentos terribles como el maremoto de Lisboa y décadas de gloria, como las relacionadas con la Casa de Contratación en la ciudad. Así, llegamos a 1.867, año en el que el Obispo Don Félix María Arriate y Llano, recibe el encargo del alcalde de entonces para que aprovechara su presencia en El Vaticano para traerse a la ciudad la proclamación de la Virgen del Rosario como Patrona canónica de Cádiz. En un siglo realmente apasionante de la historia de España, y después de siglos de una devoción asentada, y suficientemente arraigada, el nombramiento canónico oficializa lo que ya de hecho el pueblo vivía y sentía con naturalidad. En muchos casos, surgen los patronazgos de conquistas, de batallas, de fundaciones de villas y pueblos que atribuyen a la intervención maternal de la Virgen en la advocación que fuere el mérito de tal logro. Teniendo en cuenta que esta ciudad, surge miles de años antes de la llegada de Cristo al mundo, y que con luces y sombras soportó el devenir de los años hasta nuestros días, no era una circunstancia sencilla atribuir un patronazgo como en la mayoría de lugares se hace a través de la reconquista y de la fundación de ciudades por todo nuestro país. Todo ello, hace que el nombramiento de la Virgen del Rosario fuera realmente una decisión madurada, ya de hecho aceptada y sentida por los gaditanos, que no necesitaban más nombramiento que el de tantos años al lado del Rosario de la Virgen.
Que el Rosario de la Virgen nos acoge Nos guía con firmeza, por siglos de historia Y el pueblo, en sus corazones, recoge La devoción que guarda en su memoria
Que el Rosario de la Virgen nos bendice Nos lleva a viajes oceánicos de ida y vuelta A siglos que curan cicatrices Con misterios que tanto alimentan
Que el Rosario de la Virgen aquí se canta y se siente que a “Cai” no le llaman “Cai”, que le llaman Relicario
y es que por Patrona tiene A la Virgen del Rosario r
Una medalla, es un Honor, una distinción, un reconocimiento a un mérito. Es una puesta en valor, es un acto de justicia en la mayoría de las ocasiones. Una medalla es una condecoración que reconoce una labor, una situación, unas circunstancias. Es un premio habitualmente tardío, que instituciones entregan tras peticiones populares siempre adelantadas a sus gobernantes. Una medalla es un símbolo que nos une en la búsqueda de nuestras semejanzas y aleja nuestras diferencias. Debe tener y de hecho, tiene la capacidad de hacernos ver lo bueno y lo valioso más allá de nuestras ideas y creencias. Una medalla trasciende lo científico, lo técnico, lo religioso, lo cultural incluso…es un hecho popular. Es la mínima acción para el máximo merecedor de ella, y es la máxima entrega que los representantes de un pueblo y de sus gentes, tienen la obligación de llevar a cabo. Una medalla va directamente al pecho, al corazón, al alma de quien la porta. Es el recuerdo que mantiene la llama del alma de quien va en ella, y es el cariño inmenso recíproco de entregador y entregado. Una medalla es paz, porque llega después de circunstancias que nos hacen sentirla sin enfrentamientos que la vulneren. Es necesaria siempre, porque siempre llega tarde. Una medalla es honra, para quien la porta y para quien la entrega. Es deshonra para quien la niega por convicciones personales y no ve más allá de lo privado. Un medalla lleva grabada la libertad, porque hace libres a quienes saben ver en ella un símbolo que trasciende lo propio para ser únicamente del pueblo. ¿Todavía quedan dudas? ¿Todavía hay quién se encierra en sus anhelos personales y quiere hacernos ver que la representación de un pueblo debe ser ajena a los hechos culturales del mismo, a las costumbres de sus gentes, a las creencias más sentidas y extendidas de sus ciudadanos? Todos los que en su día firmamos la petición de la entrega de la Medalla de Oro de la ciudad a la Patrona de los gaditanos, no buscábamos ningún enfrentamiento político. No pretendíamos crear polémicas con quienes defienden la laicidad de lo público. No queríamos que un símbolo de concordia
pudiera convertirse en arma arrojadiza en una guerra mucho más ficticia de lo que pudiera parecer. Simplemente, consideramos como gaditanos que el Rosario de la Virgen, que la Virgen del Rosario, representa sin fisuras las circunstancias de un hecho histórico que se ha tatuado en las entrañas de nuestra tierra, más allá de imposiciones, más allá de momentos determinados, más allá de diagnósticos extemporáneos que no saben lejos del hoy, el ahora, y el yo. Como gaditano, me alegró la altura de miras de quienes sin importarles lo que ellos personalmente sintieran o creyeran que debemos sentir los demás, supieron ver la justicia de la entrega de la Medalla a la Virgen dominica. Como gaditano, esa alegría incluso, debo reconocer, que también fue asombro porque no creí que algunos llegaran a ver con naturalidad un hecho que en sí lo es, sin más. Sencillo, como las gentes que lo pidieron, como las personas que lo pedimos. Como gaditano, soy capaz de reconocer la valía en muchas facetas distintas de personas, instituciones, símbolos, monumentos, lugares…que no son indiferentes a nuestra historia, porque nuestra historia sería diferente sin ellos. Como gaditano, me apena que algunos aprovecharan la situación para sacar a relucir el excesivamente exaltado sentido del humor gaditano para encontrar en la entrega de la Medalla un motivo de mofa, de cuplé chungo de chirigota mala, de sainete retrógrado protagonista de los medios de comunicación nacionales que hablan de lo particular de una tierra que no conocen más allá de los tópicos típicos que tanto daño nos hacen en tantas ocasiones. Como gaditano, me entristece que muchos de nosotros nos dejemos llevar por la corriente arrastrados a debates estériles que se quieren hacer ver como trascendentales en la ciudad del paro y la necesidad. Como gaditano, soy capaz de entender también a quienes piensan que este tipo de distinciones debe cambiar su protocolo, adaptarse a los tiempos, e incluso debaten con argumentos que entienden de peso, sin odio en sus palabras, sin resentimiento en sus acciones, sin sed de venganza en sus actitudes.
Como gaditano, firmaré cualquier petición de entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad, siempre que me parezca que las circunstancias la hacen justa. Más allá de lo que yo sienta, de lo que a mí me transmita, o incluso de lo que yo crea. Porque en esto estamos hablando de Cádiz, y por tanto de los que aquí vivimos, que somos muchos y diferentes. Y como gaditano, como cofrade, como creyente y como devoto de María, me van a permitir que me enorgullezca de ver esa medalla en el pecho de la Virgen. Me van a permitir que exalte la gratitud de un pueblo al sentimiento que durante siglos se ha mantenido vivo, encendido en los corazones de sus ciudadanos creyentes. Me van a permitir que hoy, pregone, exalte, grite sin complejos la grandeza de nuestra Patrona. Y que me emocione ver hecha realidad la petición que firmara sin vacilar ni un instante. Que si ella está presente en el pecho de tantos que la queremos y la amamos, en su pecho luce la medalla en la que está Cádiz, en la que estamos los gaditanos.
Hoy me voy lleno de ti. Como si de un lunes o un sábado se tratara, con el gozo de unos misterios que nos llevan a la Encarnación de la Virgen. Contemplo a tu hijo, nacido de tu vientre bendito, y entiendo y encuentro el fin último que da sentido a mi vida: Jesús. Porque Jesús se puede perder de vista, se puede perder como se perdió en el templo, y como ya le ocurriera al mismo niño de la Virgen tras una misa del Gallo en 1.891. Pero nunca debemos perder la esperanza de encontrarlo. Como encontró al niño de la Virgen Doña Pilar Escribano casi un año y medio después en el baratillo que ya entonces se colocaba junto a la plaza de abastos. Y como ella, Doña Pilar, encontró de nuevo a sus hijos, tras pedirle a la Virgen por volver a abrazarlos después de años sin verlos, justo en el momento de colocar en manos de la Virgen, su bendito niño. Me voy lleno de ti, porque entiendo el dolor como forma de regenerar y curar, como vía para llegar a los misterios de la pasión y muerte de tu Hijo Jesús. Hoy, que es viernes. El dolor de tus misterios ha cicatrizado y van endureciendo la piel de nuestras almas, para enfrentarnos al futuro con la plenitud que la fe nos entrega. Me voy lleno de ti, como el rezo luminoso de los jueves. –“Yo soy la luz del mundo”- eso nos dice Jesús, y eso nos enseña en su vida pública. Él nos ilumina y nos hace de faro salvador que lleva a la costa de su Reino a cuantos navegamos perdidos en la inmensidad de la nada. Me voy lleno de ti, porque he podido proclamar tu gloria, la de cada domingo, previa a la Eucaristía. La Gloria de una Mujer que sentimos como Reina, que en Cádiz es Patrona pero que fundamentalmente es madre. No hace demasiado, en una de las encuestas inservibles que se realizan para estudios no sé si menos útiles aún. Se nos destacaba como titular que la palabra más bella que existía es la palabra: amor. Y aunque es realmente una palabra que bien pudiera merecer tal mérito, yo no lo comparto. Sin duda alguna creo que por encima de todas, destaca la palabra: madre.
Una madre es mucho más que amor: es dolor, es el gozo, es la luz, es la gloria misma que nos abraza cada mañana. Es la fuente inagotable de nuestras referencias. Es la sencillez que no entiende de cansancio ni desfallece jamás. Es la fuerza sobrenatural, es la esencia misma de la vida. Y hoy, me voy lleno de ti, de mi madre. ¡Qué no me toquen a mi madre! Que en la tierra me cuida la mía y en el cielo está la de todos para devolvernos la esperanza del amor. Hoy, tuve la suerte de disfrutarte, de ser la voz de cuantos te hablan a su manera en voz baja, y le he puesto un altavoz al sentimiento de un pueblo que entrega a tus pies la devoción de sus oraciones.
Hoy me llené de ti, con valentía Desgrané mis palabras, una a una Mi estrella y la causa de mi alegría Mi Fe, que siempre es respuesta oportuna
Mi mar, mi sal, mi viento, mi bahía mi luz, mi arena, mi plata, mi luna mi aurora que nace en la noche fría mi orilla que mece y que peina dunas
mi tierra, mi gente, mi gran fortuna mi puerto, mi faro, mi norte y guía mi fuerza que nace de la osadía
Mi estrella en los mares, inmaculada y pura Mi Patrocinio y mi auxilio de noche y día Mi Virgen del Rosario, la madre mía He dicho r
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