3 minute read

Miserere mei, Deus

Cuando en la noche del tercer viernes de Cuaresma el Capellán de la Cofradía dé la entrada al canto del salmo 50 del salterio o libro de los salmos del Antiguo Testamento el acto central de la semana de cultos de los marrajos en el tiempo cuaresmal, el Solemne Miserere a Nuestro Padre Jesús Nazareno, alcanzará el momento más significativo y el más esperado en cada nueva celebración de esta ceremonia cuyo origen y tradición se pierde en el tiempo pero que sin duda deviene consustancial a la existencia misma de la Cofradía y a las liturgias y cultos llevados a cabo desde hace siglos en honor a su Titular. Presidiendo la Imagen el altar de la iglesia, imponente altar que deslumbra revestido con la majestad de su presencia, una sencilla procesión de hermanos y cofrades formando tercio de penitentes con hachotes de cera seguirán en el inicio de la ceremonia al sudario de la Cofradía que saliendo de la Capilla Marraja, acompañado por las notas y el canto del Coro de Peregrinos del Tannhäuser de Wagner, guiará el cortejo para entrar en Santo Domingo y dirigirse al encuentro del Nazareno. Y una tenue luz de vela iluminará a su compás el recinto a la manera de aquellas primitivas procesiones marrajas y aquellos antiguos misereres que viera en otras épocas la iglesia del antiguo convento de los dominicos y que guardan, en el fondo y en la forma, una clara identidad inmune al paso del tiempo con esa misma ceremonia penitencial de los marrajos que anualmente en ese viernes de la Cuaresma tiene lugar.

El recogimiento, un halo especial y emotivo, y el respeto si cabe aún mayor que el que acompaña desde su inicio la solemnidad de la celebración envolverá la atmosfera del templo, y de la misma forma a todos los allí reunidos esa noche, cuando las voces de la Masa Coral Tomas Luis de Victoria interpreten uno a uno tras el inicial “Misericordia, Dios mío”, el conjunto de los 20 versos y el Gloria final del salmo de una obra polifónica de “factura e inspiración geniales”. Y tal vez al decir de muchos el Miserere más importante de las composiciones musicales dedicadas al sentido lamento de arrepentimiento y penitencia brotado del corazón del Rey David después de haber ofendido a Dios, el Miserere de Orlando di Lasso.

Advertisement

Han sido en este sentido infinidad los misereres debidos a los más ilustres creadores musicales del renacimiento, el clasicismo, el periodo romántico, o los más cercanos de otros tantos compositores del pasado siglo XX, algunos de ellos obras realizadas ex profeso para la Cofradía Marraja, los que han enriquecido llegada la Cuaresma el acto penitencial de los marrajos ante la imagen del Nazareno. Y desde que en el año 1967 interviniera por primera vez en este acto interpretando precisamente el Miserere del célebre polifonista del Renacimiento español del que tomaron su nombre, de nuevo la Masa Coral Tomás Luis de Victoria invitará a la reflexión serena, llegado este momento de la ceremonia, al escuchar en sus voces la genial partitura de Orlando di Lasso. La extraordinaria creación de uno de los más grandes músicos del siglo XVI

que desde 1970, viniendo a sustituir a otras obras como el recordado por los más antiguos Miserere de Giménez Puertas, y salvo en dos ocasiones, ha enmarcado esa noche con su maravillosa categoría artística el Miserere Marrajo. “Música para la oración” que se convierte en el contrapunto perfecto a la lectura del evangelio y a la prédica de nuestro Capellán que en el Miserere, como antaño hicieran cuantos le precedieran, ofrece a los hermanos de la Cofradía, desde la Fe, razones y argumentos para dirigirnos a Nuestro Padre Jesús e implorar su perdón y su misericordia. Pero ese día, llegada la noche al tercer viernes de Cuaresma, para los marrajos es también de alguna forma Semana Santa. Y al finalizar la ceremonia y el Solemne Miserere, bendecido el romero santo, el mismo cortejo marrajo, cortejo de devoción y penitencia en una noche como pocas puede vivir la Cofradía durante el año, regresará a la Capilla Marraja. Regresará a su Casa y al lugar desde donde se puede comprender, contemplándolo, todo el caudal de sentimientos que alberga el corazón de un procesionista marrajo fiel seguidor del Nazareno. Mientras el sonido familiar y entrañable de las notas de Nuestro Padre Jesús que acompaña nos traerá el recuerdo, con el pensamiento y la emoción, de otras noches y de otras madrugadas en las que Cartagena no duerme, porque Jesús Nazareno ha salido, y el Señor está de nuevo en la calle camino del Encuentro. •

Pedro María Ferrández García Cronista de la Cofradía Marraja

Fotografía: Moisés Ruiz Cantero

This article is from: