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La muralla romana de Astorga

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Reviver no tempo

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Emilio Campomanes Alvaredo

las ciudades romanas del Noroeste y en particular las tres ciudades augusteas (Lucus, Asturica y Bracara) no se amurallaron en sus primeros siglos de vida. Se sabe que Asturica contó con una cerca de piedra aparecida en el Paseo Blanco de Cela pocos metros detrás de la muralla actual, pero no llegó a completarse del todo y acabó demolida décadas después de su construcción. De hecho aparecía bajo una vivienda romana que ocupó su lugar.

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Solo tras el periodo de crisis del siglo III d.C. muchas de estas ciudades se fortificaron. Las dificultades afectaron a todo el Imperio a nivel económico, político, militar y político y la población sufrió hambrunas y epidemias. En Astorga hay que sumar el final de la minería del oro con la consecuente retirada de recursos y población. Nuestra tierra conoce bien los efectos de la desaparición de la actividad minera, así que me ahorro describirlos. El resultado fue la reducción del tamaño de Asturica tras el abandono de muchas viviendas que no volverían a habitarse, efecto común a muchas ciudades hispanas. Solo al final del siglo III d.C. varios emperadores lograron estabilizar la situación económica y volvieron a obtener victorias militares que revertieron la crisis.

ENTRE LA OSTENTACIÓN Y EL MIEDO

Entre las últimas décadas del siglo III y principios del IV d.C. se produjo un proceso de fortificación de ciudades hispanas. En la provincia de León tenemos la mayor concentración de murallas bajoimperiales y además de Asturica contamos con Legio y Castro Ventosa (Bergidum). Pero la nómina de ciudades es más larga y se extiende a Lucus, Bracara, Gijón, Veleia (en Vitoria) o Zaragoza. Lo más peculiar es que todas responden a un mismo diseño. Cortinas más gruesas y altas que en el pasado y multiplicación torres semicirculares o cubos que es su elemento distintivo. Dado su gran parecido es posible que respondan a un mismo impulso, tal vez promovidas por el poder central e incluso se las ha calificado de “estilo legionario”, tratando de atribuir la autoría de este diseño.

Las circunstancias en que se levantaron permiten buscar la motivación, aunque abanico entre

finales del siglo III e inicios del siglo IV las implicaciones cambian.

De haberse erigido en la segunda mitad del siglo III d.C., se habrían levantado en medio del pánico creado tras el saqueo de Tarraco del año 260 d.C. Imagínense el panorama cuando unas bandas de francos cruzaron la frontera germana, atravesaron medio Imperio sin casi oposición y llegaron a hasta Hispania, donde saquearon a placer la capital provincial. El miedo y la sensación de inseguridad sería motivo de sobra para protegerse, lo que se barajaba hace varias décadas como lo más probable, aunque en la actualidad se ha desechado. Hoy se piensa que las murallas debieron erigirse en la etapa posterior de recuperación de la crisis, en el cambio del siglo III al IV d.C. Solo en ese contexto sería posible el esfuerzo económico que supone levantar murallas de dimensiones colosales y en gran número de ciudades, lo que difícilmente podría abordarse décadas antes con las arcas vacías.

DETRÁS DE LOS MUROS

La muralla no solo supuso una defensa para Asturica, sino que trasformó su fisonomía. Pasó de ser una ciudad abierta a cerrada; dejó algunos barrios fuera y cortó inmuebles abandonados, como se ha constatado en las excavaciones de la calle de la Cruz e incluso hubo que reformar muchas calles al modificarse los desniveles.

La muralla se adaptó al cerro donde se asienta la ciudad, construida en el borde del escarpe para incrementar la sensación de altura que se advierte desde el exterior. En planta tiene una peculiar forma trapezoidal, con un extremo apuntado, como la proa de un barco encajada sobre los escarpes naturales del Jardín de la Sinagoga, mientras que hacia el Sur se trató de acomodar a la planta regular de la ciudad romana.

Sus puertas han desaparecido y solo queda el recuerdo en el callejero, como Puerta Obispo o Puerta de Rey en la línea del kardo y el decumano, Puerta Sol y El Postigo. La única bien atestiguada gracias a las excavaciones es la llamada Puerta de Hierro hoy Puerta Romana. Tuvo dos torres semicirculares o cubos de dimensiones muy superiores a los que hoy se conservan en pie, de 8,20 m y debió contar con un único arco de acceso.

La estructura de las cortinas es muy potente y duplica a los recintos de siglos atrás, con muros macizos de hormigón romano que superan los 5 m de espesor y más de 10 m de altura cuyo efecto se aumenta al disponerse sobre los escarpes naturales. Otro elemento que incrementa la defensa es la multiplicación de las torres, que pasaron de situarse cada 60-80 m de distancia a disponerse cada 15-20 mts en este nuevo recinto. Su función era hostigar la aproximación enemiga mediante la conocida como “artillería” de torsión (ballista, scorpio, onagro). El hecho de incrementar las torres y hacerlas de planta semicircular evita ángulos, puntos muertos y multiplica la capacidad de los ingenios instalados en las torres.

En último lugar, los cubos estaban macizados con hormigón romano y muchos contaron con plantas por encima del adarve. En Lugo se conserva en un cubo restos de dos plantas superiores con grandes ventanas para la artillería y las imágenes de época romana acostumbran a mostrar este tipo de elementos. Es el motivo por el que en las reconstrucciones, personalmente suelo incluir una o dos plantas sobre los adarves, a veces exageradamente en todas las torres, lo que contribuye a ofrecer un aspecto muy diferente al que hemos conservado en nuestros días.

El resultado es una muralla de difícil asalto incluso para un ejército bien entrenado y pertrechado con máquinas de asedio. No es extraño que en los siglos posteriores la conquista de Astorga no se hiciese tras un asalto directo o un asedio. Así, en el año 456 un ejército visigodo logró entrar engañando a la población. O bien las fuentes musulmanas señalan que la ciudad pactó con los ejércitos de Tarik. Incluso en la Edad Media

muchos ejércitos se lo pensaron dos veces. Solo 1.500 años después de construirse, la artillería napoleónica con piezas especiales para asedios, logró abatir los muros romanos tras someter a la ciudad a un duro bombardeo.

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