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Recuerdos del Puerto Chico y la segunda guerra mundial
Lo que yo recuerdo del Puerto Chico de los primeros años 40, es que era un lugar pobre, desaliñado y que en la cara de buena parte de sus gentes se reflejaban los efectos del racionamiento y de las heridas de la posguerra. Aquel Puerto Chico delimitado por la calle de Tetuán, el cine popular Victoria, la Venta del pescado o Almotacenía, la gasolinera de Colás y que por el este llegaba hasta la Comandancia de Marina frente a las escalerillas de Santos Gandarillas, las que unen Castelar con Juan de la Cosa. En aquellos años, los alemanes aún avanzaban victoriosos por Europa y la percepción que, a nuestra edad, teníamos de aquella guerra, nos llegaba a través de los documentales de la UFA (principal estudio de cine alemán durante la República de Weimar y el Tercer Reich) que en el colegio de los Escolapios nos ponían, antes de la película, los jueves y domingos. Supongo que dichos documentales se los regalaba el consulado alemán al igual que aquella revista Der Adler que recuerdo haber ojeado en la sala de espera del dentista al que me llevaban mis padres. Para nosotros los niños, los nazis eran los buenos y Alemania ganaría indefectiblemente la guerra. He dicho para nosotros, pero no para todos, Manolín opinaba lo contrario. Su profesor particular le había convencido de que los nazis eran mala gente y que Alemania iba a perder la guerra ¡cosa increíble! Un día, mientras jugábamos a la pelota, descubrimos que en el dique de Gamazo había un submarino alemán al que estaban reparando. A partir de aquel momento la curiosidad se desató. Averiguamos que la tripulación estaba “internada“ en el hotel Roma del Sardinero y que todos los días era transportada al submarino en el autobús del Colegio de la Salle. Otro día observamos cómo además de la tripulación, llegaba un camión con avituallamientos: cajas de naranjas, de plátanos… y al día siguiente de aquello y creo recordar que hacia el mediodía, oímos una música que alguien identificó como el himno alemán y vimos al submarino que salía de la bahía a toda máquina con la bandera de la esvástica izada y la tripulación perfectamente formada, en cubierta y saludando. Detrás, a unos cientos de metros, iba el Bou armado Wad Martil haciendo como que le perseguía pues en lugar de usar su cañoncito de proa, pitaba y pitaba reiteradamente. Otro acontecimiento que tengo bien grabado en la memoria ocurrió, creo que en 1945. Vimos entrar en la dársena de Puerto Chico una lancha motora de las que suelen llevar los acorazados y cruceros, con signos de haber sido ametrallada y con militares alemanes a bordo .Al parecer procedían de un puerto francés que había sido tomado por los aliados. La tripulación, herida y ensangrentada se entregó a la Comandancia de Marina, donde nadie hablaba alemán. Hizo de intérprete entre lágrimas y sollozos, fräulein Marie que cuidaba de Alvarito, hoy en día reputado novelista y académico y por ella supimos lo que había pasado. Finalmente resultó que Manolín tenía razón, los nazis no eran buena gente y Alemania perdió la guerra. Nosotros fuimos creciendo y Puerto Chico cambiando.
JOTACE
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