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Textos: Roberto Carro Fernández Fotografías José Manuel Olmos Velázquez José Manuel Pérez Madrid Diseño, maquetación y arte final: Verónica Fernández Simón CD grabado durante la primavera de 2017 en los Estudios ruido de León. Mezclado y masterización: Pablo Vega Otero. D.L.: LE194-2017 4
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(…) Volvía de ese modo al pueblo lo que surgió de él en una voz que es tierra y tiempo. Verdad antigua. Emoción y arte LUIS DÍAZ VIANA Cancionero de Romances de Joaquín Díaz
“El filandón leonés era en las aldeas el centro de estudios filosóficos, jurídicos, económicos, teológicos y medicinales: la cátedra de lo que necesitaban saber los hombres y las mujeres para desenvolverse en el tiempo y en la eternidad” Padre CÉSAR MORÁN
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AGRADECIMIENTOS
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ste trabajo no es un anhelo exclusivo. Hay muchos –cientos- que quieren lo mismo: preservar, blindar la tradición. Pretender otra cosa sería presuntuoso. Es, tan sólo, un apunte más, un eslabón que sigue uniendo esa rica cadena que trata de poner a buen recaudo la costumbre heredada. Hay cuestiones básicas que un día sirvieron para fabricar muros de adobe, para labrar la piedra, para fabricar arados o yugos, para organizar los ritmos y los pormenores de las tareas del campo, para manejarse con las artesanías de los materiales humildes… Y todo ello mientras se entonaban romances medievales, coplas, tonadas y refranes, canciones de boda, adivinanzas, rogativas y aleluyas…. La vida misma a través de una cátedra de cotidianidad sencilla. Es cierto que las redes de información han cambiado; el boca a boca, la tradición oral ha sido desplazada cuando no olvidada. La economía industrial, la matraca tecnológica, las nuevas formas de ocio que llegan de la mano de una sociedad globalizada -pertinaz hasta la extenuación- han provocado un abismo intergeneracional y anómico que por momentos se hace insalvable. Ya no se educa en las
emociones de antaño – dudo que también en las de hogaño-, y eso puede que lo paguemos en tiempo no lejano. Así que, gracias a todos los que aún albergáis la esperanza humilde de convertir en relatos la propia existencia. Y gracias, también, a todos los que habéis querido sentaros en torno al llar de la tradición para seguir cantando y contando historias. Entre todos habremos conseguido que la palabra desnuda, pero bella, resista la dura prueba del paso del tiempo.
Roberto Carro Fernández
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PRÓLOGO
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ara que esta obra pueda ser bien comprendida, es necesario haber conocido el paisaje del Páramo durante un tiempo. Este paisaje espiritual y de sentimientos, paisaje interior que sólo se puede ver en lo más íntimo del alma. Luz transparente, planicies inundadas de sol y de calma, diáfanas…; y casas de viejas familias que ocultan unos sentimientos de rezos y ayunos. Así es el filandón: luz bañada por una luz de atmósfera angular, nocturna…. Quedan desiertas las plazas, en ocaso…, calladas y enmudecidas; a las casas llegan los labrantines a la tertulia, a los decires, a los quehaceres… Se habla de surcos, de campos siruendos, de vides, de cenizas..., de ausencias. Se canta, se narra, se ríe y se llora…. Me traslado en el tiempo y rememoro mi infancia en casa de mis abuelos de San Pedro Bercianos, y recuerdo y recuerdo…., y me emociono. Emoción grande y sentida, tan íntimamente…… Emociones que deben de ser revividas y recontadas como las que Roberto Carro nos trae en esta obra de emotivos gritos y susurros, con el rito del sentido y el valor de la conciencia. Gracias por tus anhelos, Roberto. Javier Emperador
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Despliegue de formas de intercambio y comunicación, que sentaron los cimientos de la literatura oral y tradicional.
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LOS COMIENZOS
El historiador griego Plutarco, escribió sobre una costumbre nupcial de la antigua Roma que consistía en poner una rueca en el umbral de la puerta de la casa donde la esposa iba a convivir con el esposo. Este era el modo de simbolizar cuál iba a ser su estatus y la laboriosidad que de ella se esperaba. Una adaptación mucho más tardía de esta costumbre se vino realizando durante el siglo pasado en algunas comarcas leonesas cuando, por ejemplo, la madrina de boda solicitaba dinero a los invitados para la rueca y el huso. Quiere decir que rueca y huso siempre estuvieron muy ligados a la figura femenina, de tal modo que el hilado del lino y la lana, mientras se pastoreaban las vacas o a la par que se echaba una parlada en torno al fuego, aparte de la importantísima labor de autoabastecimiento de tejidos básicos, constituyó en sí mismo un auténtico legado de patrimonio inmaterial. Los encuentros propiciaban, por lo tanto, en torno al hilado, todo un despliegue de formas de intercambio y comunicación, socialización al fin, que sentaron los cimientos de la literatura oral y tradicional. 9
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LA HOJA DE RUTA DE LA TRADICIÓN Según el Diccionario de la Real Academia Española, el término Filandón se define como: “reunión vecinal, invernal y nocturna, en la que las mujeres hilaban y los hombres hacían trabajos manuales, y donde se contaban historias”.
populares. Toca honrarlos con este pequeño libreto preñado de imágenes, texturas y sonidos que busca, abnegado, sumar impulsos en ese noble propósito de seguir construyendo y transmitiendo nuestro doméstico relato histórico.
Una definición sencilla, cargada de significado y provista de todos los elementos que ponen sobre la mesa las esencias de una tradición ancestral -hoy declarada Patrimonio Cultural Inmaterial-, auténtico instrumento socializador, primitivo reflejo de la oralidad y los géneros literarios
Hay estructuras primigenias, que definen con meridiana claridad, casi fotográfica, cómo eran los filandones a los que hoy les hemos dado un sentido más de recuperación, de transmisión de la cultura rural y los saberes tradicionales. 10
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“ (...) auténtico instrumento socializador, primitivo reflejo de la oralidad y los géneros literarios populares (...)”
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Así, es curioso leer cómo lo describe la Academia de la Lingua Asturiana en su libro Costumbres de Asturias (1938): “…. En un lugar, bajo techo, alumbrado con luz de saín, aparecen hilando, sentadas en banquillos y tayuelas casi todas las mujeres de la aldea. Un poco apartadas agrúpanse las jóvenes, ocupadas en la misma labor. Es noche de sábado y en tales noches acuden al filandón los mozos de la aldea y algunos de los vecinos. Las jóvenes cuchichean; las viejas conversan….”
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Lo que está claro es que todas la acepciones sobre el filandón dibujan un escenario cálido, donde se fomenta la conversación, se trajinan artesanías, se cantan y cuentan historias, se crean mitos, leyendas… Donde se infunde a la comunidad, al grupo, un sentimiento de pertenencia, de identidad y continuidad porque la oralidad lo ensambla todo hasta crear su propio reservorio cultural.
Otras más actuales desgranan cada elemento de la definición que hace el diccionario de la RAE, diciendo que: “Antiguamente, cuando llegaban estos fríos invernales y los días se acortaban, era costumbre reunirse a la noche en casa de un familiar a velar. Al calor de la lumbre, las mujeres hilaban la lana o el lino, los hombres reparaban aperos y enseres y los muchachos aprendían y escuchaban. Era un espacio para la conversación, para contar historias, cuentos y también para cantar canciones y recitar romances.
La tradición de este encuentro al que genéricamente le llamamos filandón, tiene otras acepcio12
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dedicaba iba en aumento de primavera a verano, para descender progresivamente de éste a otoño, alcanzándose un mínimo de otoño a invierno, situación que se mantenía hasta llegar la primavera, momento en que retornaba nuevamente a la actividad.
nes que tienen que ver con la ubicación territorial; normalmente en las tierras del cuadrante noroccidental hispánico, en territorios de Galicia, Asturias, León Zamora y Salamanca; a saber: Filandón, Filoriu, Filandero, Felandal, Filandeiru, Filandera, Fiandón, Hilandón, Fiadeiro, Fiada, Filangueiro, Hilandero, Serano (del latín, serum: la tarde), Calecho… Quizás, por estar nuestros orígenes enraizados al Páramo Leonés, y por su prolija descripción sobre el filandón, convenga transcribir unas cuantas notas de Cándido Santiago Álvarez, publicación hecha en el año 1987, en la revista de Folklore número 77 de la Fundación Joaquín Díaz. “La vida en los pueblos parameses, hasta no hace mucho tiempo, se regía por un calendario impuesto principalmente por la naturaleza. La atención a la agricultura y ganadería, actividades básicas, estaba sujeta al ritmo estacional que sigue la vegetación de las plantas. El esfuerzo humano que a ellas se
Verdadero vehículo de transmisión cultural en el que la convivencia reforzaba los lazos de unión entre los vecinos
Al aflojar los trabajos del campo había más tiempo para labores de tipo artesanal en la casa y se propiciaba la convivencia y la diversión. El acortamiento de los días y el alargamiento de las noches, así como el frío reinante, eran otros elementos impulsores de las tareas hogareñas y de las reuniones.
En el Páramo, al igual que en otras muchas comarcas leonesas, eran corrientes las reuniones nocturnas de hombres, mujeres y jóvenes que se denominaban con el genérico nombre de filandón, hilandón o velorio; verdadero vehículo de transmisión cultural en el que la convivencia reforzaba los lazos de unión entre los vecinos. Aquí se hilaba, se tejía, se hacía o arreglaba calzado, se relataban cuentos e historias, se cantaba, se bailaba, etc.
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Resaltaremos algunos detalles relacionadas con el filandón, en la comarca del Páramo leonés, que creemos de interés para el estudio de este hecho folklórico. El filandón en tierras paramesas daba comienzo ya entrado el otoño, prolongándose por un espacio de tiempo más o menos variable, desde noviembre hasta la cuaresma, que por ser época penitencial, los días más largos y estar en los albores de la primavera, se hacía imposible continuar con este tipo de reuniones.
Se les denominaba con un nombre propio, el nombre o apodo de la anfitriona o anfitrión, precedido del “tía”o “tío”
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Sólo era necesaria la coincidencia con el carácter general del filandón y ser un miembro que aportase algo de lo que la reunión exigía A partir de las ocho o nueve de la noche, horario solar, comenzaban a llegar los contertulios de cada filandón, y a eso de la media noche se deshacía la reunión, regresando las familias a sus casas. Esta desbandada ponía una nota curiosa en el pueblo por el ir y venir de luminarias de aceite de linaza, abundante siglos atrás por estas tierras.
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Dependiendo del tamaño del pueblo, había uno o varios filandones que se reunían cada año en las mismas casas, teniendo a gala sus dueños continuar la tradición, que en muchos casos les venía por herencia. Se les denominaba con un nombre propio, el nombre o apodo de la anfitriona o anfitrión, precedido del «tía» o «tío», tratamiento corriente por tierras paramesas, que sólo era sustituido por «señora o señor» si la persona correspondiente gozaba de especial consideración por su educación, modales o caudales. Claro está que cuando a la casa en que se reunía el filandón llegaba el luto, aquél se trasladaba a otro lugar.
Cada filandón tenía su propio carácter; unos eran serios, sin que esto quiera decir que carecieran en absoluto de alegría, más bien diríamos tranquilos; otros, por el contrario, eran bulliciosos y alegres, sin que esto supusiera desmadre o desenfreno. Tanto en uno como en otro tipo de filandones se daban agrupaciones de personas pertenecientes a los distintos estratos sociales del pueblo. Si el filandón se reunía en una casa de posibles, allí acudían gentes que no los tenían e incluso aquellas personas reputadas por pobres, y viceversa. Sólo era necesaria la coincidencia con el carácter general del filandón y ser un miembro que aportase algo de lo que la reunión exigía: gracia para relatar cosas; 18
ingenio para dichos, adivinanzas, bromas de buen género o gracia para cantar y garbo para bailar. En los filandones tranquilos, una vez que todos sus miembros se hallaban dentro, resultaba difícil franquear sus puertas; no así en los bulliciosos, donde esta dificultad no existía y era corriente la presencia de elementos ajenos que venían a divertir y a divertirse. Estos eran jóvenes que no se avenían a la quietud que imponía la permanencia en el filandón, y cuando el frío no era muy intenso, se desplazaban por el pueblo de filandón en filandón, para mayor diversión de todos, concurrentes habituales y visitantes. Generalmente, recalaban
A partir de las ocho o nueve de la noche, horario solar, comenzaban a llegar los contertulios de cada filandón 19
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El filandón desempeñó un importante papel en la pervivencia, generación tras generación, de las diversas formas del saber popular, que pasaban de unas a otras por transmisión oral
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en algún filandón bullicioso, no sin antes pretender su entrada en los tranquilos, utilizando diversas mañas, que en más de una ocasión tenían el efecto deseado, bien porque lograban el engaño, bien porque había un deseo de romper la monotonía cotidiana. También con este deambular de jóvenes, amparados en el anonimato de la oscuridad, se cometían acciones desagradables, que merecían la desaprobación del vecindario e incluso, en alguna ocasión, tenía que tomar cartas en el asunto el concejo, para dar la correspondiente amonestación, reprimenda o castigo.
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El filandón desempeñó un importante papel en la pervivencia, generación tras generación, de las diversas facetas del saber popular, que pasaban de unas a otras por transmisión oral. Cuentos, romances, historias, canciones, etc., se mantenían en los pueblos, en gran medida, gracias a estas reuniones que tanto se prodigan por el Páramo y la geografía leonesa en general. En el aspecto etnomusical es donde más se ha dejado sentir la desaparición del filandón. Los romances, con su música, estaban en la memoria de gran número de personas de todos los grupos de edad; ahora se han olvidado. Con dificultad podríamos oírlos a personas de mediana edad o a jóvenes. Idéntico camino han seguido las tonadas bailables, las rondas, las canciones de oficios, etc., que se repetían una y otra vez, incorporando en más de una ocasión nuevas estrofas y estribillos, nacidos de la espontaneidad o traídos de otros lugares”. 23
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LA CENSURA Concilio de Trento (1545-1563), la iglesia católica aprovechó para corregir y disciplinar determinadas costumbres, prácticas populares o conductas de los fieles que bien podrían ser amorales, deshonestas y poco saludables para sus almas de pretendida aspiración pía.
El espíritu festivo de estas pequeñas celebraciones cotidianas donde se aunaba trabajo y diversión, y donde la presencia de la mujer era crucial para el buen fin del hilado, fue motivo de desaprobación por parte de la iglesia. Pero vayamos al origen del asunto. Con el espíritu reformista impulsado por el 24
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Hay varios ejemplos a modo de constituciones sinodales, edictos y en último caso mandamientos directos a los párrocos, que ilustran este rechazo. En términos generales, en lo que se refiere a los filandones, se insta a evitar el encuentro que inevitablemente conduce a la chanza, y de ahí al pensamiento y práctica lujuriosos; pozo inmundo “donde reina el pestilente y abominable abuso de juntarse muchas mozas solteras a hilar, permaneciendo desde el principio de la noche y hasta fines de ella; a los que igualmente asisten los mozos de cuyas fuerzas se originan gravísimos pecados y ofensas a Dios de las que en especial serán responsables los padres de familia”. Así, en el libro de fábrica de Estébanez de la Calzada, en el año 1649, el sacerdote local dejaba constancia de lo siguiente: “Habiéndose informado que todavía se mantiene el abuso de los filandones, juntándose en ellos hombres y mujeres, sin embargo de las continuas providencias (….) que el dueño de la casa donde se hicieren se multe con 4 ducados de vellón para la luminaria del Santísimo”. Otro testimonio igualmente curioso es el que deja el Obispo Astorgano Bermúdez y Mandiá en un auto de visita al pueblo cepedano de Tabladas en el año 1729, donde decretaba: “Manda su Ilustrísima al cura evite el pernicioso abuso de los filandones en los que concurren mozos y mozas de este lugar y demás barrios de su feligresía, pena de excomunión mayor”. 25
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“ENCERRAR EL ESPACIO”, UN ARTE ARCANO La cestería es una de las artesanías más antiguas que se conocen y, aunque el paso del tiempo ha ido variando las interpretaciones del propio arte, en cuanto a las necesidades y la propia técnica, el enfoque básico y sus propósitos se han mantenido esencialmente iguales. Sería difícil poner una fecha que marque el comienzo, pues la propia composición de su materia prima,
a diferencia de la piedra o la arcilla, condiciona mucho su durabilidad. Por lo tanto no son muy abundantes los estudios arqueológicos que puedan datar su origen, pues la hierba, la madera, las palmas o los restos de animales tienen una descomposición constante que está sujeta a las condiciones del medio ambiente donde se encuentran. No obstante, algunos arqueólogos 26
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hayan conservado y tengan la friolera de 4000 años de antigüedad. Bignia Kuoni, estudiosa del tema y autora del libro La cestería tradicional Ibérica, va más allá y mantiene, amparándose en estudios arqueológicos, que el arte es más antiguo que el descubrimiento del fuego, y por ende más antiguo que la cerámica. Y esto es así
mantienen la teoría de que los pueblos primitivos ya hacían cestas hace miles de años. Un dato que vendría a confirmar esta teoría es que el aire seco y la temperatura constante que había en las cámaras de las grandes pirámides, sería la razón de que las cestas y canastos que allí se hallaron que contenían ajuar funerario y otros enseres, se
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porque las piezas de cestería se revestían de barro, luego se cocían al fuego y entonces era cuando el vegetal se quemaba dejando su sello en el barro.
papiro…), materiales que desde los tiempos más remotos han estado en la naturaleza a disposición del hombre. Con lo cual, si a la abundante variedad botánica que permite moldear el arte, le sumamos la relativa simplicidad del propio arte, nos encontramos con que la cestería es un claro ejemplo de manifestación del hombre en busca de cubrir algunas de sus necesidades. Crea algo que
Pensemos que para su manufactura, primordialmente, se utilizan tiras o fibras de origen vegetal (mimbre, negrillo, caña, junco, 28
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“(...) mimbre, negrillo, caña, junco, papiro.., materiales que desde los tiempos más remotos han estado en la naturaleza a disposición del hombre necesita y por lo tanto es funcional (recolección de semillas, frutas y vegetales), pero con el paso del tiempo también será creativo y/o decorativo. Pero hablemos del material que quizá sea el más demandando y el que más se menciona cuando nos referimos a este arte. El mimbre es, por lo tanto, el material básico que da forma a esta actividad. Es una fibra vegetal perteneciente al género del sauce, árbol originario de las regiones frías de Asia y Europa. Crece en las orillas de los ríos y su tronco se rodea de ramillas flexibles y largas. Su recolección se realiza entre los meses de diciembre a febrero, y se debe cortar en la fase lunar de menguante. De este modo se evita que fermente y se produzca el temido polvo, de lo contrario se apolilla y se rompe. 29
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Una vez cortadas se dejan secar durante veinte días, apoyadas y tiesas. Al término de ese período ya las podemos almacenar para su posterior uso. Hay que tener la precaución de volver a “hidratar” la mimbre durante quince días antes de su uso, de este modo conseguiremos recuperar la elasticidad necesaria que facilita su trenzado. Para que el proceso sea cíclico es recomendable hacer un adecentamiento, limpieza del arbusto que nos provee de varas, de tal modo que un corte o poda anual la haga fortalecer y brotar de nuevo.
Este vínculo con el entorno natural, respetándolo, acondicionándolo, crea una relación de subsistencia mutua que permite crear formas sencillas donde se encierra el espacio
Este vínculo con el entorno natural, respetándolo, acondicionándolo, crea una relación de subsistencia mutua que permite crear formas sencillas donde se encierra el espacio. Utiliza para ello escasos rudimentos (buje para asentar la mimbre, caña de bambú para coser el vero, navaja...), pero sobre todo destreza, oficio, secretos de poda, tratamiento, almacenaje, fases lunares…., todo influye. Pero son las manos ágiles, doctas, la herramienta más preciada. 31
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Quizá la manufactura y su pedagogía sea la parte más dificultosa, ya que la velocidad que se imprime a los dedos, sumado a los peligrosos e imprevistos cimbreos de las mimbres, obliga al aprendiz y al curioso a observar con precaución y distancia. Un verdascazo se puede escapar en cualquier momento. Luego está la liturgia propia de la manufactura, el momento culmen donde se despliega todo el buen hacer del artesano, su maña, su firma personal. Arrodillado sobre el culo (base) o pisando ésta, sujeta dos cruces de cuatro mimbres superpuestas entre sí. Estas dos cruces forman a su vez ocho columnas que, separadas dos a dos, darán lugar a 16 pilares. Éstos serán las vigas, los mamparos que perfectamente entrelazados y reforzados darán consistencia al cesto. Y mientras ocurre todo esto, seremos testigos de excepción de un ritual que entremezcla los quejidos del material, el sonido de corte de la tijera, el silbar de las mimbres yendo y viniendo, el olor de la naturaleza hilvanado por una caña de bambú….; hasta concluir, resuelto el artesano, con aquella expresión, axioma que resume un arte milenario: “quien hace el culo y el vero, ya se le puede llamar cestero”. 32
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UN COMPROMISO CON LA TRADICIÓN Llega el momento de la presentación. Luis Hueto (San Adrián del Valle) y Roberto Carro (Valcabado del Páramo), han decidido “juntar sus artes” para recuperar lo más fidedignamente posible el espíritu de los filandones viejos; aquéllos que acontecían en torno al fuego en las largas noches del invierno leonés. Ya hemos dicho que la velía era una mezcla de romanzas, artesanía y palabra, siendo esta última la razón sobre la que giraba todo el encuentro. Y eso es lo que ofrecen estos dos leoneses comprometidos con las tradiciones, con el folk, con nuestra intrahistoria más doméstica; un ejercicio de retroalimentación que engrana a la perfección y que, con el apoyo coral -tan necesario- de la gente que “vela” la salvaguarda de este recurso cultural, se conviertan en testigos de excepción de un acto cálido cuya plástica y toque de originalidad radica precisamente en esa mezcla de historias arpegiadas con la guitarra, mientras que el artesano de la mimbre se adentra en la recóndita trama de un arte arcano. Y es que esta suma de artes sencillas que nos pertenecen, se deben compartir sin complejos; porque en ellas también se reflejan los valores y las señas de identidad que nos hacen libres.
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Y es que esta suma de artes sencillas que nos pertenecen, se deben compartir sin complejos; porque en ellas también se reflejan los valores y las señas de identidad que nos hacen libres
Juntémonos, pues, en ese lugar sagrado donde se cuentan historias tejidas con el filum de la tradición, de cálidos encuentros en torno al fuego que da luz y calor al invierno. Sin olvidar que hace falta la presencia para que surja el calor humano, la dimensión más modesta donde, al crepitar de los leños, se templan las emociones y se reconstruye la morada espiritual del alma vieja. 34
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ALGUNOS MELINDRES PARA EL VIAJE REPERTORIO PARA UN FILORIO • La vaquera de la Finojosa • Esta noche ha llovido • En casa del tío Vicente • Que se nos va la Pascua, mozas • La Reina Isabel • Manolo mío • Ay, linda amiga ! • La esposa infiel • Tres de la noche • Baile del país • Pequeño vals vienés (homenaje a Leonard Cohen)
Roberto Carro Voz y guitarra española. Luis Fernando Sanz Dirección musical y arreglos. Voz, guitarra española y guitarra acústica. Manuel Sanz Bajo eléctrico, acordeón y guitarra eléctrica. Luis Hueto Maestro artesano
El otoño, aún esquinado y tímido, esboza una luz de almíbar que lo inunda todo. Y a la postre deja tras de sí un relente que humedece la sedosa columna de humo que sobrevuela, a la tardecina, los tejados de las casas. Adentro, en la cocinona, se trajina con los tarros de pimientos asados, las tomatinas y el dulce de membrillo. El latir de las cosas sencillas tiene luz y música propia. LA OBERTURA DEL OTOÑO.
...el rumor de la naturaleza, el crepitar de los leños, el sístole de las cuerdas, el pulso de los mimbres... EL LATIDO DE LA TRADICIÓN. La tarde prometía. Gris, plomiza...., con la niebla haciendo guardia entre los planteles de chopos y a la espera de salir para cubrirlo todo con su espesura húmeda. Dentro estaríamos calentitos. Y entre cantares, mimbres, aromas de tortilla guisada y orejuelas de cuaresma fue transcurriendo el filorio. Cómo agradecer al programa “CON LA MÚSICA A TODAS PARTES” (Mil gracias a Víctor y a Daniel Peces) que hayan velado con nosotros la tradición. Y de nuestro fotógrafo de cámara, José Manuel Olmos, qué decir..., nuestra gratitud inmensa por querer tomar parte de estos desvelos. Saber mirar es privilegio de unos pocos. 35
La tarde prometía. Gris, plomiza..., con la niebla haciendo guardia entre los planteles de chopos y a la espera de salir para cubrirlo todo con su espesura húmeda. Dentro estaríamos calentitos
El patio de las antiguas escuelas de Cebrones, hoy sede de la Asociación Cultural Los Cébridos, fue la “cocinona al raso” donde paramos durante un rato la vorágine de los días; la luz mortecina de una bombilla, el fuego de las noches de agosto, la romanza y la mimbre...., y el gesto cómplice de todos los asistentes, pusieron ritmo a la velía. Sea por ellos este agradecimiento que se hace extensivo a nuestros vecinos de Alija, los que perfectamente ataviados, cerraron el cuadro de tradición que allí se orquestaba.
.....En la cocinona de Zotes borboteaba un pote que desprendía aromas de romanza y mimbre. Un buen tentempié para el alma y los sentidos. Quisieron los hacedores que el sencillo bocado saciase el apetito cultural de todos los que se reunieron en torno a la mesa que, con tempranero desvelo, había preparado la Junta Directiva de la Asociación Cultural “El Jardín”. Gracias, pues, a Juan, a Víctor..., y a todos los que con vuestra presencia quisisteis degustar una tarde-noche de “gastronomía” secular y propia. 36
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El lugar era el adecuado, a orillas del Tuerto y con un público agradecido, cómplice del oficio que tocaba: remendar una tradición arcana como la de los filandones viejos. Teníamos todos los ingredientes para que el fin de fiesta resultase sencillamente bello. Gracias a Jorge y a todos los que decidisteis pasar a limpio con nosotros unas cuantas resmas de nuestro pasado que ayer se hizo, una vez más, nuestro presente. Y claro que sí, fue prestosa la velía.
PALABRA EN EL TIEMPO (Serano en Truchillas) Preciosa tarde en Truchillas que rematamos con un serano intimista, acariciado por el sonido del agua que discurre adosado al viejo edificio de las escuelas. Sirva, pues, para poner en valor lo que unas horas antes oímos en el bar/tienda de Juanma: “Lo internacional es lo local sin fronteras”. Pues siendo así, ahí queda nuestro compromiso en forma de romanza y mimbre. Gracias a Juanma, Irene, Paloma y a todos los que fuisteis testigos de que la palabra vuelve a ser palabra en el tiempo; palabra que no pasa. Así lo diría Antonio Machado.
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Estar arropados por un paño de seda adamascada del s XVII, en un recinto al más puro estilo casa concejil, con un público entregado, el de San Pedro Bercianos..., hizo que todos juntos fluyésemos; reencontrándonos en el punto meridiano donde estamos un poco más a salvo; en ese plácido lugar donde se blinda la tradición.
LA BELLEZA DE LO SENCILLO A ESCENA La tarde/noche de hoy en Garaño, de diez. Dos chopos centenarios de telón de fondo seducen el cauce del río Luna a su paso por “el regacho”. El público se agolpa frente a nosotros esperando, cómplice, ese regusto que a veces dejan las cosas sencillas. El fluir natural de lo auténtico gracias a gente como Patricia, Luis, Juan, Pepe, Mari José, Pili...., y todos los que quisisteis tomar parte de nuestro compromiso, ahora vuestro, con el latir de la tradición: GRACIAS !
La noche de reyes llevamos el filandón leonés (teatralizado) a la localidad palentina de Amusco. Villa con fuertes resonancias medievales donde dimos buena cuenta de la hospitalidad de nuestros vecinos y amigos. Donde la neblina húmeda emboscaba “el pajarón de campos”, la sinagoga...., y en las Nueve Villas nos juntábamos en torno al calor de la tradición... Nos vemos en los filandones!!!
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