RIOJA FRAGMENTOS Nº11

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Imagen de portada:

Jesús López-Araquistain: Gerardo Cuadra en su estudio de la calle República Argentina (1993)

Coordinación y edición: Javier Peña

Diseño y maquetación: Estudio Casao–Terrazas

Depósito legal: LR 411-2021

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Editorial MIC

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Las joyas de nuestro Archivo Histórico 2

Las joyas de nuestro Archivo Histórico

Don Gerardo Cuadra

Me presentaron a Gerardo Cuadra en el año 1987. Ya entonces era una persona muy apreciada y respetada en Logroño, su ciudad natal. Yo sabía quién era y le conocía de vista, tanto por su vinculación como arquitecto al mundo de la construcción como por su compromiso sacerdotal, al haber compartido con él diversas celebraciones comunitarias. Recuerdo perfectamente cómo algunos amigos comunes se afanaron en presentarme, siendo un joven recién colegiado, al arquitecto consagrado. Me impresionó la fortaleza que transmitía su sola presencia, su elegancia, en el sentido más amplio de la palabra, y también su cordialidad. Ahora soy consciente de que entonces Gerardo tenía algo más de sesenta años, mi edad hoy, pero, sinceramente, no los aparentaba.

El caso es que, poco después, nos encargaron, a mi compañero José Ignacio Amat y a mí, ampliar la nave de la Iglesia del Buen Pastor en Logroño, proyectada y dirigida por Gerardo, y conectarla con un nuevo complejo parroquial adosado a la misma, reformando para ello un pabellón anexo. Fue la primera vez que nos reunimos con él para abordar una cuestión profesional. Con absoluta generosidad, no puso ningún reparo a que modificásemos su diseño en lo relacionado con la ampliación lateral de la nave, demoliendo una serie de dependencias adosadas a la misma, y nos agradeció que, en vez de plantear una fachada claramente diferente para el centro parroquial respecto la de la Iglesia, la diseñáramos de modo que fuese una clara prolongación del diseño de la original, utilizando un dimensionado de huecos, ritmo compositivo, carpinterías y el aplacado modular de hormigón prefabricado idénticos y en armonía con lo existente. De ese modo, la presencia del conjunto en la plaza de Luis Braille tendría un carácter unitario. Nos prestó ya enton-

ces toda la ayuda que pudimos necesitar y comenzamos a tomar conciencia de su impecable método proyectual, basado en la reflexión sistemática, en el dominio de los materiales y los oficios constructivos, así como en la necesidad interior de transparentar sus convicciones. Descubrimos también la importancia simbólica, material y espiritual que otorgaba a la luz, manejada con una maestría impresionante. Quién nos iba a decir entonces que aquella relación profesional y personal no había hecho más que empezar y habría de extenderse varias décadas más.

Recuerdo especialmente, a finales de los noventa, la experiencia que supuso para nosotros que nos incluyera en los equipos técnicos de redacción de los Planes Directores de la Catedral de Santo Domingo de La Calzada y del Monasterio de Vico. Pudimos trabajar, bajo su coordinación, con historiadores, arqueólogos y abogados, entender de primera mano el proceso reflexivo que le llevó a trasladar el retablo mayor de Damian Forment al brazo norte del crucero, una de sus decisiones más polémicas, intervenir cuidadosamente en la cubierta de piedra de la girola catedralicia, comprender cómo una actitud de vanguardia no está reñida con el respeto por la traza original de un monumento y puede enfatizar su esencia. Pudimos disfrutar de su capacidad de liderazgo y en definitiva, aunque muy probablemente nunca lo pretendió, fue para nosotros el mejor maestro, y además también mentor, porque nos confió gradualmente numerosos encargos, sobre todo de restauración monumental, y nos abrió todas las puertas que pudo.

Con el paso de los años, cercana ya su postergada jubilación, fueron muchas las ocasiones en que tuvimos que intervenir en el patrimonio monumental y religioso de La Rioja y pudimos comprobar, de

DON GERARDO CUADRA

↑ Página anterior Parroquia el Buen Pastor (1980). Planos originales a tinta

Página izquierda Cubiertas capillas absidiales Santo Domingo de la Calzada (1999). Planos en papel vegetal.

“...en cada nueva localidad visitada, siempre se repetía la misma anécdota. (...) Era evidente la satisfacción que les producía [a los constructores] poder afirmar que Don Gerardo había aprobado su trabajo y el cuidado de cada detalle constructivo”

primera mano, la gran calidad de sus intervenciones, en muchos casos llevadas a cabo con un planteamiento artístico global, que comprendía no solo lo arquitectónico, sino también lo ornamental, el mobiliario y el equipamiento. Y el caso es que, en cada nueva localidad visitada, siempre se repetía la misma anécdota. Al contactar con los constructores que llevaron a cabo sus proyectos, a fin de entender mejor lo ya hecho y afinar el diagnóstico de las patologías que encontrábamos en el conjunto del monumento, siempre nos decían con orgullo que ellos habían trabajado con Don Gerardo y que éste había ponderado muy bien el resultado. Era evidente la satisfacción que les producía poder afirmar que Don Gerardo había aprobado su trabajo y el cuidado de cada detalle constructivo, muy especialmente en todo lo relacionado con el uso del hormigón visto y el aparejo del ladrillo. Y una vez jubilado, metidos ya en este siglo XXI, pude disfrutar de muchas

conversaciones sobre el oficio de arquitecto y el colectivo, sobre la sociedad y su transformación, algo que nunca le fue ajeno, como demostraba su fuerte compromiso social, siempre solícito, siempre disponible. Y hoy, tomando conciencia, poco a poco, de que ha fallecido, tras tantos trabajos profesionales y tanta Vida y celebración comunitaria compartida, soy yo, como todos esos contratistas de primera, el que agradezco profundamente poder decir que tuve la gran suerte de conocer a Don Gerardo Cuadra, que trabajé con él, que aprendí de él, y que para mí será, ya por siempre, Gerardo: maestro, compañero y amigo.

Iñaki Gómez

MEMORIA SENTIMENTAL

DOMINGO GARCÍA POZUELO

Gerardo Cuadra en su estudio de la calle República Argentina. Fotografía: Jesús López-Araquistain (1993).

Me parece innecesario tratar de profundizar en algún matiz diferente, sobre la arquitectura de Gerardo Cuadra. Afortunadamente para él, pudo recibir en vida, y en plenitud física y mental, el reconocimiento a su trabajo como arquitecto. Y desde luego su obra construida ha sido glosada, mucho y bien, por los que con devoción fueron desgranando lo mejor de sus proyectos. Sin embargo sí que puedo aprovechar estas breves líneas para recuperar algunas de las muchas vivencias que compartimos, desde el inicio de mi pertenencia a nuestro Colegio y a esta tierra, como compañeros, y también como amigos.

El azar es parte indisoluble de la vida. Cuando hace más de cincuenta años llegué por primera vez a La Rioja, no fue sino para visitar San Millán de la Cogolla. Pero aquella excursión arquitectónica mutó en viaje sentimental, cambiando el rumbo de un destino que apuntaba a seguir viviendo

en Madrid, donde inicié mi vida profesional. A finales de la década de los setenta tuve que colegiarme en el Colegio de Aragón y Rioja, por un pequeño proyecto en una localidad de la entonces provincia de Logroño. Mi primera asistencia a la Junta General, en diciembre del setenta y siete, frente a un número exiguo de colegiados reunidos en las oficinas de Gran Vía, —dos pisos unidos, siendo el salón de uno de ellos la Sala de Juntas—, permitió que Gerardo, como presidente de la misma, me presentara ante los asistentes: un individuo de luengas barbas y desconocido por estos lares, que era el arquitecto que vivía en Canales de la Sierra; una rara avis para un colectivo profesional, que en su mayoría, tenía el despacho en Logroño, salvo cuatro gatos mal contados con residencia en Calahorra, Haro o Arnedo. Y pare usted de contar.

Ese fue mi bautismo colegial (nunca mejor dicho) con Gerardo. Me presentó

“Su homilía, indefectiblemente, era crítica con la concentrada promoción inmobiliaria y los pingües honorarios repartidos entre unos pocos, y la necesidad de extender ese ‘bienestar’ profesional a otros.”

con su natural bonhomía, y los allí asistentes, me fiscalizaron con la curiosidad de los que observan a un personaje que extrañamente, residía fuera de los círculos del “poder” inmobiliario.

Mi posterior compromiso con el embrión de lo que, poco después, sería el COAR, como Coordinador de Cultura, hizo que mi imbricación en la vida colegial fuera muy intensa. Y ello me llevo inevitablemente a participar en todas las áreas de una organización que actuaba por delegación de la de Aragón, y que en diciembre de 1980 pasó a ser Colegio independiente de tutela alguna. En todo aquel proceso, Gerardo, estuvo al frente de ese tránsito legal y administrativo, siendo finalmente elegido como primer Decano del COAR.

Me pidió que preparara una ponencia para ser presentada en el Congreso Nacional de Arquitectos de Granada, celebrado en noviembre de 1981. Y allí acudimos unos cuantos con nuestro exiguo bagaje, para darnos a conocer como colegiados de la corporación profesional arquitectónica más pequeña de España; honor y record que ostentamos hasta que Ceuta y Melilla – que pertenecieron largos años a los COA de Andalucía oriental y occidental- se constituyeron como colegios independientes. Gerardo asistió a aquel Congreso Nacional arropando a nuestra representación, aportando su rigor, su experiencia y su sensatez.

No sin pocas vicisitudes lideró el inevitable y necesario cambio a una nueva sede, propiciando la compra del edificio de nuestro actual colegio. Se convocó un concurso a nivel nacional para la rehabilitación y adaptación de la casa Palacio del Marqués de Legarda, con un jurado

presidido por él mismo y compuesto por, Rafael Moneo, Luis Peña Ganchegui, y actuando como secretario quien esto escribe. Como anécdota recuerdo que Moneo, tras conocer el caserón objeto del concurso, describió la corta escalera convexa que sube de la sala de exposiciones hasta el zaguán del edificio, como “laurenciana”, refiriéndose seguramente a la de la biblioteca de Lorenzo de Médici en Florencia; lo que no dejaba de ser una generosa (y exagerada) aportación al valor arquitectónico de lo que iba a ser nuestro nueva casa profesional. Ya en el nuevo edificio y para la fiesta de la patrona de los arquitectos, Nuestra Señora de Belén en su huida a Egipto, —que coincidía con la cena colegial en algún restaurante de postín de Logroño—, me encargaba de montar un altar improvisado en uno de los calados, reconvertido en capilla ocasional, para celebrar una misa, que inevitablemente la celebraba Gerardo —aunque ya no fuera nuestro decano— por su doble condición de arquitecto y sacerdote. Su homilía, indefectiblemente, era crítica con la concentrada promoción inmobiliaria y los pingües honorarios repartidos entre unos pocos, y la necesidad de extender ese “bienestar” profesional a otros. Los corrillos con las quejas a sus palabras eran la rutina de cada año, porque las mismas hacían vibrar las conciencias de los mejor situados, casi todos presentes en ese acto, aunque como en un torpe remedo del Gato Pardo, casi nada cambiaba y casi todo seguía igual.

Con él, y un nutrido grupo de compañeros, desarrollamos el proyecto de las 116 viviendas de Rúa Vieja–San Gregorio, del centro histórico. Un encargo del Ayun-

tamiento que no pocos sinsabores nos produjo a más de uno. Todo el desarrollo del proyecto se centralizó en su estudio de Avenida de Portugal, que compartía con Fidel Ruiz Río. Gerardo templó gaitas, redujo fricciones y apaciguó la juventud desbocada que algunos atesorábamos, siendo su madurez la que propició que llegara a buen puerto aquella nave de numerosa y compleja tripulación. Para dicho proyecto elegimos a Rafael Moneo como coordinador. Hay numerosas anécdotas de ese tiempo pero no cabe aquí tanto. Fueron sus años de decanato tiempos de efervescencia política y de ideas renovadoras, que ponían a las nuevas generaciones que nos incorporábamos a la profesión, frente al establishment asentado en una forma de ejercer la arquitectura con tics elitistas, elitismos que iban a terminar diluyéndose en la ingente cantidad de reformas legales, códigos y normativas técnicas profusas, que la democracia iba a promover. Y también por el ingente número de titulados que iban a transformar un pequeño colegio profesional, en algo no ya tan pequeño. Pero su actitud contestataria se adelantó a esos cambios, prendiendo su semilla en muchos de nosotros, motivando nuestras conciencias sobre cómo llevar a cabo nuestro trabajo, con la ética y la deontología propias de una profesión, que asume enormes responsabilidades, no sólo constructivas, sino también sociales. Y que además debe procurar hacer buena arquitectura, que es lo que él hizo a lo largo de su dilatada trayectoria profesional.

EL TRABAJO DEL ARQUITECTO A LO LARGO DE UNA VIDA PROFESIONAL

Revista El hall, No 104. Diciembre de 2009.

Hace creo que dos años me preocupaban y, a decir verdad, me asustaban los comentarios de mis compañeros sobre el nuevo Código Técnico de la Edificación. Pero pensaba que, como ya comenzaba a cerrar mi actividad profesional, a mí ya no me alcanzarían los ”terrores” del tan temido C. T. E. Pero al final me cogió el toro con motivo de dos pequeños proyectos a los que me había comprometido por amistad. No hace falta decir los auténticos quebraderos de cabeza que me ocasionó el correspondiente y complicado C.T.E.. Y me venía a la memoria el recuerdo de un comentario que creo que hizo en su tiempo nuestro compañero D. Agapito del Valle. Él, que había podido desarrollar su trabajo como arquitecto a lo largo de los años prácticamente con la misma tecnología y normativa con las que comenzó, al final vió alterada su vida profesional con lo que entonces parecía muy complicado: el “papeleo” de las viviendas de Protección Oficial.

Pues en mi caso como en el de tantos compañeros, el nuevo C.T.E. ha sido la culminación de un constante proceso interminable de cambios y de multiplicación de nuevas normativas, que en más de una ocasión, quizá por nuestra escasa afición por los temas administrativos, nos pillaba por sorpresa al presentar un proyecto. Un ejemplo, entre muchos de esos cambios de normativa, fue el de la C.P.I. (Protección contra Incendios). De ella hemos conocido tres versiones (1981,1991,1996) Y cuando ya creíamos dominar el tema, nos encontramos con un planteamiento distinto en el C.T.E. Y lo mismo podríamos decir de tantas otras normativas, (Aislamiento del ruido...). Y no olvidemos las no escasas contradicciones dentro del mismo tema entre normativas de distinto rango.

El resultado ha sido que a lo largo de mi vida profesional el volumen de un proyecto (memoria con sus anexos, planos de todo tipo, instalaciones...) ha aumentado de manera alarmante.

Personalmente hecho la mirada atrás y recuerdo, es posible que con asombro pero seguro con una cierta sonrisa, aquellos primeros proyectos difícilmente imaginables por su simplicidad para cualquiera de nuestros compañeros jóvenes, que se componían de una elemental memoria , presupuesto y de los planos

← Fotografía

actual del Archivo de Gerardo Cuadra

más generales; careciendo al principio, con frecuencia, de la estructura que se iba resolviendo a lo largo de la propia construcción. En aquel tiempo pensaba, ingenuo de mí, que ya aportaba algo con algunos dibujos de detalles constructivos. Ciertamente con la puesta en marcha de las citadas viviendas de Protección Oficial, hubo que mejorar notablemente la presentación de los proyectos, llegando a producirse hechos un tanto pintorescos. Recuerdo que en aquel tiempo había que presentar todos los proyectos V.P.O. prácticamente en las mismas fechas, lo que ocasionaba una acumulación de trabajo que llegaba a desbordar a los colaboradores con los que se contaba en el entorno profesional (José y Pepín). Y en esta situación hubo compañero que decidió salir del paso presentando varios proyectos con sus memorias y planos correspondientes, pero adjuntándoles a todos copias del mismo presupuesto, variando eso sí, la hoja final de resumen, y copias también de una misma estructura. Pero junto a este tema del aumento de la normativa, otra realidad que ha venido a hacer más complejo nuestro trabajo ha sido el de un constante aumento y cambio de materiales y técnicas constructivas. Desde la multiplicidad de materiales y soluciones constructivas que hoy tenemos para resolver cualquier tipo de cubierta; por ejemplo, qué lejano nos resulta aquel tiempo en el que, al comienzo de mi trabajo, apenas contábamos mas que con las tradicionales tejas cerámicas y la, en nuestra tierra tan poco aconsejable, terraza “a la catalana”.

El hecho es que por unas y otras razones la elaboración de un proyecto, y por supuesto la misma dirección de una obra, se ha complicado extraordinariamente. En concreto un proyecto actual no tiene nada que ver con otro sobre el mismo tema de hace unas pocas décadas. La documentación de un proyecto actual es tan extensa y técnicamente compleja que resulta muy difícil que, por mucho que se estudie, no sea devuelto con reparos por las distintas instancias oficiales por las que tiene que ser controlado.

Ahora bien, este proceso de multiplicación de todo tipo de normativas junto con todos los otros cambios aludidos, ¿cómo ha incidido en el resultado de

nuestro trabajo como arquitectos? Creo que estaremos de acuerdo en que, de modo general la calidad de cualquier edificio ha mejorado notablemente. Otro tema que querría comentar es el que dada mi edad, he podido contemplar mis propias obras décadas después de construidas. Años en los que, aparte del paso del tiempo con sus inclemencias, tantos factores nuevos les han podido afectar: desde nuevas normativas hasta el avance urbanístico con el consiguiente, a veces necesario derribo de edificios. Aunque ciertamente que en nosotros este último proceso no ha tenido en absoluto el disparatado alcance que tubo en Japón con motivo de su burbuja inmobiliaria.

Personalmente ya he visto derribar en Logroño por razones urbanísticas dos edificios. Y fuera de nuestra ciudad existe la posibilidad de que tenga que ver, no sin dolor, derribar por razones geotécnicas un edificio singular. ¿Qué puedo decir del resto? Pues en general los que tienen una cierta importancia parece que van envejeciendo bien, incluso asumiendo correctamente alguna remodelación o ampliación. Otro problema es el de algunas intervenciones puntuales por parte de la propiedad o de la Institución correspondiente, a mi juicio muy desacertadas, y que lógicamente me han disgustado.

También tengo que reconocer que hay edificios ante los que me siento incómodo como autor de ellos. ¿Fallo del proyecto? ¿Errores del constructor? ¿Intervenciones de la propiedad?. En todo caso no quiero eludir mi propia responsabilidad.

Una última cuestión dentro de esta reflexión es la de la jardinería, es decir, la de las plantaciones tanto en el entorno de viviendas privadas, como en espacios públicos. En este punto la experiencia es en general positiva, pues con el paso del tiempo he podido ver hecho realidad aquel dibujo original. Ahora la vegetación ya adulta, en unos casos se integra en el paisaje, y en otros acompaña y dialoga correctamente con la arquitectura.

RE–EDIT:

EL HALL, GERARDO

CUADRA & EL III CONGRESO NACIONAL PIONEROS DE LA

ARQUITECTURA MODERNA

ESPAÑOLA

INÉS CABALLERO

El artículo a continuación

¡¡Mírala!! es un texto sobre el Templo de Santiago en La Unión (1965) de Gerardo Cuadra escrito por Pepe Garrido para el número 63 (año 2002) de la Revista El hall —antiguo boletín informativo del Colegio Oficial de Arquitectos de La Rioja—. Presentamos el artículo en diálogo con imágenes del archivo profesional del arquitecto Gerardo Cuadra (Logroño 1926) que custodia la Fundación de los arquitectos de la Rioja desde el año 2005 cuya segunda fase de digitalización acaba de comenzar.

Cabe introducir el artículo con palabras del propio Gerardo Cuadra sobre el Templo de Santiago en La Unión, extraídas de una conversación mantenida con los arquitectos Juan Hevia Ochoa de Echagüen e Irene Fernández Bayo en una visita con Gerardo Cuadra a su obra, tal y como recogen en el acta Contenedor terrenal, contenido espiritual. Una aproximación al Templo de La Unión de Gerardo Cuadra del III Congreso Nacional Pioneros de la Arquitectura Moderna Española que se celebró en Madrid en Mayo de 2016.

↑ Templo de Santiago, en La Unión. Fotografías: Gerardo Cuadra.

Se puede leer el acta completa sobre el Templo de Santiago en La Unión en https://dialnet.unirioja.es

Y consultar el archivo de la Fundación y el archivo de la revista el Hall en www.fundacioncoar. com/revista-elhall y en www. fundacioncoar.com/archivo-abierto

«Siempre me ha preocupado el saber dónde construyes. Usé el canto rodado al exterior porque es un material con un lenguaje muy popular. De niño recuerdo haber jugado mucho, cerca de aquí en el río Iregua, con los cantos rodados. Lo que ocurre es que habitualmente en la construcción se ha utilizado revistiéndolo, pero yo preferí que exteriormente se viera para que dialogara con el entorno. Además utilicé cubiertas inclinadas, características del caserío de la zona, con un gran faldón de cubierta que cubre la nave central. Ésta solución ha sido muy utilizada en la arquitectura popular en construcciones como los almacenes agrícolas.

Creo que es importante aprenderse y memorizar los órdenes clásicos de la arquitectura. En ellos las anchuras son distintas, no suelen darse dos curvas juntas, etc. Los órdenes me han ayudado a proyectar instintivamente.

Las inquietudes e intenciones fundamentales que tuve para realizar el proyecto fueron; En planta, crear un espacio litúrgico en forma de sector circular para que el interés del presbiterio converja en él. En sección, que el espacio fuera ascendiendo, que lo que en planta converge (en dirección al presbiterio) en la sección se va elevando. En el presbiterio, la iluminación cenital blanca que se acentúa con un lucernario cilíndrico.

Litúrgicamente yo recordaba al diseñar la iglesia que, en algunas ocasiones, el altar suele esta subrayado con un palio. En aquellos momentos recuerdo que pensaba en aquellos tipos, en aquella solución. Entonces a mí lo que se me ocurrió fue hacer esto: hacerlo con luz.»

Gerardo Cuadra

¡¡MÍRALA!!

Revista El hall, No 63. Octubre de 2002.

Pepe Garrido.

Hace mucho tiempo que no subo a verla, porque esta carretera no es de paso para ninguna parte, la empleas para subir y te obliga a bajar por el mismo trazado aunque en sentido inverso. Y esto a mí particularmente me revienta. No me gusta repetirme.

Sí recuerdo la primera vez que lo hice, hace más de veinticinco años; e iba a una boda. Aquella pareja ha celebrado ya sus bodas de plata.

El paisaje no ha cambiado apenas. En un momento de la subida, al final de una recta se ve la silueta del pueblo y las casas parecen todas iguales. A medida que te vas aproximando los colores se vuelven más nítidos y se comienzan a percibir las texturas de los materiales. Un poco más arriba la peña de Clavijo.

Ahora ya se distingue la pequeña iglesia, su mayor altura hace que sobresalga, un poco, sobre los tejados de las casas que la rodean. Pero sólo la vemos los que la conocemos, porque ni su mayor altura la convierte en un hito del lugar, ni sus materiales son distintos de los dominantes en su entorno, ni sus colores reclaman la atención del visitante.

Estamos entrando en el pueblo, seguimos por la carretera entre un caserío casi diseminado y como mínimo disperso. Un zigzagueo, derecha, la vemos de perfil, izquierda y habremos llegado.

¡¡Mírala!! ¡Qué discreta! Ni tan siquiera sus formas responden a rasgos de singularidad.

Paramos muy cerca de su entrada, que se nos ofrece de frente, a contraluz. El sol otoñal, a estas horas de la mañana, nos da de frente y al tiempo que sólo nos permite ver su silueta en negro, nos augura un espléndido efecto luminoso en el interior. El porche previo al interior, apenas levanta del nivel del terreno anterior a él. ¿No es un templo? Entonces, ¿por qué no se eleva como dándose importancia, como levitando? Por el contrario está a nuestro nivel, nos invita a entrar.

El autor de la obra, el arquitecto, es un amigo admirado, si bien aquella primera vez aún no le conocía. Es cura, quizá por esto dispuso la cabecera como mirando a oriente, hacia Tierra Santa, o quizá sólo buscó la complicidad de la luz para la gradación de espacios que nos espera dentro. Sin tanta duda se puede asegurar que conoce bien la arquitectura religiosa italiana, no en vano el campanario, como algunos campaniles, está escindido del núcleo principal del templo y tiene

↓ → Templo de Santiago en su contexto.

entidad propia. Se genera extrusionando una curva de difícil adscripción, de modo que el monolito resultante guarda semejanza con el tronco de los robles centenarios que en el Camero inmediato se pueden encontrar y más con su corteza torturada, con su piel. También nos hace pensar en las coincidencias con Alvar Aalto, pero bien sabemos que éste bebió en las fuentes italianas, por lo que no nos permitiremos suspicacias.

No se pierde la relación entre campanario y templo, y no sólo por proximidad. El pilar que ayuda a delimitar el atrio, no es sino una maqueta de aquel.

Ya dentro el escenario es excepcional, un techo ejecutado con materiales tan pesantes como el ladrillo y el hormigón, adquiere la ligereza de una tela que a modo de dosel cubre el espacio. El faldón sobre nosotros asciende marcando las costillas que lo soporta y dibuja una doble curvatura, la correspondiente a las cerchas ocultas y la transversal de cada una de las bóvedas cerámicas que en ellas descansan, bajo él se sitúa el espacio reservado a los fieles. El otro faldón, el que baja de la cumbrera, está taladrado por un cilindro de hormigón, que cual ojo de Dios proyecta un foco de luz natural sobre el altar de la celebración.

En la primera de las zonas de la nave principal, la de los fieles, podemos apreciar dos estratos: el más ajo queda definido por los muros de ladrillo pajizo visto, el empleado en tantas casas del pueblo, es el del contacto con la tierra; mientras que la parte alta, de esos mismos muros, se termina con hormigón visto, el mismo material del altar y la zona del presidente de la asamblea, así que lo adscribimos al contacto con el cielo, al espíritu.

En el muro derecho, el estrato de ladrillo está perforado por pequeñas ventanas, que mantienen la escala propia del lugar, la escala doméstica acorde con las gentes que allí acuden. Y a la izquierda la nave en cierto sentido se convierte en capilla, el techo baja para señalar un uso específico, en su

cabecera se aloja el misterio del cuerpo de cristo. Una pequeña luces refuerza ese punto local, y ayuda. La llama permanente y su simbolismo. Los muros laterales de la nave convergen hacia la cabecera, reforzando, más si cabe, la focalización del espacio y concentrando la atención de cualquier observador en la actuación del presidente. El lenguaje de esta arquitectura es claro y sincero, como el de su autor, lo que vemos nos enseña con claridad cómo se construyó y cada material ha sido elegido cuidadosamente para la función que se le encomienda. En ese sentido es un clásico, también lo es por el orden introducido. Por el manejo desenvuelto de los volúmenes, sus maclas, y el empleo de la planta libre, renunciando a la academia, es un moderno. Y el conjunto de este mestizaje clásico-moderno, queda resuelto por las referencias al lugar y el rigor del proyectista. Nos va a resultar que estamos ante un librepensador riguroso.

Recuerdo que en aquella pequeña boda, ya tan lejana, unos amigos de los novios cantaron sin apenas acompañamiento, y qué bien sonaron. Quizá el recuerdo idealice la realidad pasada, pero da pie a traer un nuevo paralelismo entre la cubierta panzuda, de hormigón, que Le Corbusier proyectó para Ronchamp con preocupaciones acústicas, y el dosel de hormigón que Gerardo empleó en ésta su Iglesia de Santiago.

Aquella pequeña celebración, a la que sólo asistieron los amigos y familiares imprescindibles, fue doble, un matrimonio según el rito de la iglesia y un matrimonio con la arquitectura.

De éste último le estaré siempre agradecido a Gerardo, por proporcionarnos un marco tan sencillo y tan cargado de significado.

NO MÁS CHAPITELES

Revista El hall, No 63. Octubre de 2002.

Gerardo Cuadra.

Originalmente publicado en la revista Signo, en 1953.

Queremos una arquitectura religiosa viva, no encerrada en fórmulas inútiles y viejas.

Sí, no más chapiteles; porque el chapitel más o menos barroco, coronando una torre junto al farol de la esquina, aparece desde nuestro mirador de Madrid como el símbolo de la anodina arquitectura de los últimos años.

No más chapiteles y no más frontones coronando puertas y hastiales. No más columnas salomónicas en los retablos. Basta ya de arquitectura religiosa mezquina, pobre, anquilosada entre copias frías e imitaciones sin gracia.

Queremos una arquitectura religiosa nuestra, actual, enraizada, sí, en la segura roca de la tradición, pero no encerrada en unas fórmulas viejas, inútiles para cualquier auténtica creación.

Arquitectura religiosa nuestra, viva, en la que aliente una nueva estética, por la que sintamos fluir la corriente fresca de la inspiración y el pálpito de un impulso creador. Arquitectura nuestra, sincera, no de guardarropía, que sea la fiel expresión plástica de nuestra manera de ser y de pensar; que refleje nuestra religiosidad con todas sus virtudes y todos sus defectos.

Arquitectura religiosa de nuestros días, inserta en el momento presente, proyectada hacia el futuro sin nostálgicas miradas hacia atrás que se pagan con la petrificación en inservibles estatuas de sal.

Arquitectura religiosa que si se hace con lógica, honradamente, vendrá determinada por una serie de factores.

Técnica y materiales nuevos

Vendrá determinada por el empleo de una técnica constructiva y de unos materiales nuevos. Si a lo largo de la historia las formas arquitectónicas han sido tan varias, sin apenas variar de materiales ¿cuántas

posibilidades de formas nuevas no habrá con la aparición de nuevos materiales? ¿es que no vamos a aprovecharlas? ¿es que no vamos a llevar a la casa de Dios los adelantos de una técnica que permite cubrir grandes espacios sin molestas columnas que limiten el campo de visión? ¿vamos a seguir haciendo iglesias en las que el problema acústico no esté resuelto o se arregle mediante unos altavoces que acaban siendo un parche que desentona por no haberlos incluido en el orden general del proyecto?

El arte actual ha de ser reflejo de un catolicismo que, eterno en sus dogmas y fundamentos, se nos presenta hoy con unos perfiles bien distintos a los de otras épocas. Perfiles que acusan el afán de una religiosidad honda y seria, muy lejos de un formulismo más o menos vacío, que se traducirá en unos interiores limpios de todo enmascaramiento, evitando la dispersión, la atención concentrada en lo fundamental, interiores claros sin rincones tenebrosos...

Perfiles que señalan un afán de unidad que se traducirá en unos espacios únicos, concentrados; que señalan una participación activa del laico en las tareas de la Iglesia, con la consiguiente complicación de los programas de las parroquias, ofreciendo la posibilidad de jugar con variedad de volúmenes convenientemente jerarquizados y enlazados.

Mostrará también esta arquitectura religiosa las consecuencias lógicas de un estudio honrado de la liturgia que, sin más, llevará a soluciones en apariencia revolucionarias y siempre interesantes.

Será expresión, en fin, de una nueva sensibilidad artística que gusta del juego claro de volúmenes, de la limpia apariencia de una estructura de las asimetrías compensadas, inquietas, dinámicas; sensibilidad que gusta con frecuencia de los paños lisos ayunos de ornamentación y en todo caso de una decoración parca, conseguida en gran parte con la combinación adecuada de distintos materiales empleados sin enmascarar, procurando obtener el máximo partido a su color y textura naturales.

La casa de Dios

Todo esto sin perder de vista que la iglesia, además de lugar de asamblea de fieles y como tal edificio a usar por el hombre con todas las exigencias que esto lleva consigo, además, y por encima de todo, es la casa de Dios y hay que concebirla con la grandeza y dignidad que a tan altísimo destino corresponde.

Pero sin que ésto sea causa de escrúpulos estúpidos, desgraciadamente muy extendidos, que impiden llevar a la iglesia estupendas y audaces soluciones constructivas por el solo hecho de que hayan nacido en campos arquitectónicos bien alejados del religioso; porque en boca de tales escrupulosos estos edificios parecen más que iglesias, hangar, cierre o garaje, porque tales edificios no tendrán “aire” de iglesia. Estos escrúpulos no existían en periodos de una fe colectiva bien recia; ¡épocas en las que no había inconveniente en llevar a la iglesia la estructura (y por tanto en gran parte las formas) de las casas de contratación y de las termas romanas! ¡y en los siglos medios del gótico, las de las construcciones industriales como las de las Atarazanas! Y en cuanto a eso del “aire” de iglesia, yo pediría a esos mismos escrupulosos que no tuvieran la sensibilidad artística embotada, que dijeran con honradez qué carácter de profunda religiosidad encuentran, dejando a un lado consideraciones sentimentales y afinando las exigencias, en edificios (por ellos mismos aceptados como buenos) como los de las catedrales de Jaén, Murcia, Cádiz, en la basílica del Pilar y, ¿por qué no?, en la basílica de Roma. Y, sin embargo, en estos edificios, a pesar de la poca religiosidad que trascienden, la gente, el pueblo, reza. Y es que, en definitiva, el carácter, el ambiente de religiosidad se lo dan a una construcción varios factores, uno de los cuales, pero no el único, es la arquitectura.

Así pues, hace falta una arquitectura religiosa hecha, sí, con dignidad, procurando darle un sello de elevación religiosa, pero dentro de las auténticas corrientes artísticas contemporáneas y sin olvidar poner al servicio de Dios todas las conquistas de la técnica.

Y si después de todo esto la arquitectura creada no tuviera esa impronta religiosa con la profundidad que nosotros deseamos, buscaríamos la causa no en los artistas sino en el pueblo que los rodea, en la sociedad actual, que se retrataba en su arquitectura como otras sociedades lo hicieron en todo tiempo. Pero dejaríamos un retrato de calidad artística de valor, no una copia fría muerta. Pues como dice el padre Regamey: «jamás los pastiches que se han hecho valen lo que una obra de los artistas verdaderamente creadores del presente».

Ya lo dice el Eclesiastes: «más vale perro vivo (para el oriental el perro es el más despreciable de los animales) que león muerto».

↑ Iglesia de Sabaudia (Italia): arquitectura funcionalista de los tiempos de Mussolini. Se ve muy claro su enlace con las formas del pasado, estilizadas, esquematizadas, eso sí; sin embargo nos atrae esa geometría pura, ese limpio cilindro del baptisterio que se alza aislado.

Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de L. Laorga Ara. Ejemplo de dignidad artística conseguida con medios muy escasos: unos ladrillos de mala calidad y en su interior planchas de corcho y adornos de hojalata, si mal no recuerdo. Pero ahí tenemos un alzado simple, elemental en sus formas, seguro de proporciones, valorado por unas cerámicas según diseño del gran dibujante Lara.

Iglesia aprobada por el Obispo de Coro en Venezuela. Típica arquitectura de estos países sudamericanos en estos momentos. Campanario de formas nuevas, limpias, hijas del uso de nuevos materiales; baptisterio con una ubicación, a nuestro juicio, desacertada, en la entrada de la iglesia, con cesión excesiva al símbolo. Forma de cubierta quizá demasiado tendida, aplastada.

Revista El hall, No 63. Octubre de 2002.

J. Diez del Corral

ENTREVISTA: A GERARDO CUADRA

Las fotografías del artículo pertenecen al archivo personal de Gerardo Cuadra.

El mismo día de la inauguración de la exposición de su obra en la Sala Amós Salvador, y en respuesta a mi saludo y felicitación, Gerardo Cuadra me comentó que le debería hacer una crítica. Jesús López Araquistain que lo oyó dijo a modo de exclamación: «¡andá, no sabe donde se mete!»

Durante unos días estuve rumiando ambos comentarios y como por aquellos días tomé la iniciativa de coger una vez más las riendas de elhAll y de ampliarlo con un cuadernillo monográfico, pensé que el primer número podría muy bien dedicárselo a él, y que en vez de una crítica, arte de comunicación para el que ni los medios ni los protagonistas estamos aún lo suficientemente preparados, le haría una larga entrevista en la que pusiéramos en juego nuestras distintas percepciones del mundo y de la arquitectura.

Pero la entrevista es un género periodístico, que como casi todo lo periodístico, está putrefacto. Poner por escrito la palabra hablada es una simpleza de tal calibre que raya en la memez. Pero, si por el contrario, la entrevista consta de un cuestionario y unas respuestas escritas, adolece de rigidez. Los periodistas suelen obviar ambos problemas poniendo mucho de su cosecha con lo que el entrevistado queda en segundo plano y acaba por llevarse las manos a la cabeza diciendo: ¿pero eso he dicho yo?

A fin de cuentas resolví mandarle un cuestionario de preguntas a Gerardo y luego tener una entrevista personal para flexibilizar en lo posible el intercambio de palabras. Gerardo respondió con rapidez al cuestionario escrito, y a los pocos días me llamó para darme unas correcciones a sus primeras respuestas. Con ocasión de recibir el texto definitivo, tuvimos en su despacho y a magnetofón abierto, una larga entrevista, tan cálida, interesante, comunicativa y divertida que la verdad es que sentí que los folios del cuestionario y sus respuestas se me caían de las manos. No había comparación entre lo uno y lo otro.

Como por necesidades de espacio y tiempo no puedo ofrecer en este ejemplar otra cosa que el texto de mi cuestionario y las respuestas escritas de Gerardo, quisiera advertir al lector que el desencuentro que pudiera advertirse en ellas tuvo un contrapunto comunicativo de tan alta intensidad que acaso lo invalide todo.

Enmarcan nuestro especial duelo dialéctico un bello artículo de Pepe Garrido y uno de los primeros textos combativos de Gerardo Cuadra, publicado en la revista Signo en el año 1953 —o sea, hace casi cincuenta años. Y lo ilustran unas pocas pero hermosas fotos del álbum personal de Gerardo.

Sea todo ello palabra en diálogo y comunicación, que no homenaje...

P: Entiéndeme Gerardo, si elhAll te dedica este primer cuadernillo central de esta nueva etapa, no es para sumarse al reconocimiento general que se te acaba de hacer a tu obra y a tu persona, sino justamente para todo lo contrario. Cuando a alguien se le dice que pase “hasta la cocina” ya sabes que es porque a uno se le toma por un vecino y no por un personaje importante. Dime entonces con toda confianza ¿te sientes más cómodo aquí en la cocina, o prefieres ese lugar en la Historia de la Arquitectura al que parece que te ha llamado la exposición en la Sala Amós Salvador?

R: No creo que la exposición me haya situado en ningún lugar de la Historia de la Arquitectura. Como mucho, en un modesto lugar de la pequeña historia de la arquitectura logroñesa. Desde esta realidad no tengo inconveniente en acompañarte “hasta la cocina”. aunque he de confesarte que lo hago gustoso sí, pero no sin cierto temblorcillo porque mucho me temo que en la cocina no me recibas con ningún producto de repostería, sino con tu agudo e inteligente sentido crítico.

P: Rafael Moneo ha accedido desde su “gloria” a escribir (y hasta a adornar con su divina firma) el texto que abre el catálogo de tu obra, bendiciéndote por una virtud cuya llama mantienes viva —dice textualmente— y que denomina “autenticidad” ¿Tú te crees eso? ¿Qué crees que quiere decir Moneo con autenticidad? ¿Crees que quiere decir algo entendible con ello o que es una palabra cortés y vacía?

R: En primer lugar quiero dejar constancia de mi agradecimiento a Rafael Moneo, a quien admiro profesionalmente, por haber tenido a bien prologar el catálogo de la exposición.

Dicho esto, he de reconocer que su análisis de mi arquitectura desde el prisma de la autenticidad me sorprendió, por inesperado, pero valorándolo en el sentido que fácilmente se deduce de su propio escrito, es decir que más allá de exquisiteces estilísticas se trata de una arquitectura, a su entender, caracterizada por el respeto a los programas, a los que sirve y por la sinceridad constructiva, de modo que “los materiales y sistemas de construcción hablen por si solos”.

¡Ah! también quiero aclararte que el incluir la firma de Rafael Moneo al pie de su escrito creo que fue decisión no de él, que no intervino para nada, sino de los realizadores del Catálogo.

P: Bueno, vamos aparcar de momento esas vanidades y vamos a hablar de arquitectura. Cuando comienzas los estudios de arquitectura a mediados de los cuarenta vives el cambio entre una arquitectura con una significancia política muy concreta por una arquitectura que se da en llamar “moderna”. Queda claro que no sólo tú sino toda tu generación e incluso la de cinco años antes (por ejemplo José Miguel menciona ya a Rafael Gil Albarellos desde comienzos de los cincuenta en Logroño) rompisteis con el así llamado clasicismo imperialista. Si se trata de un cambio generacional no debería entonces de calificarse de muy meritorio ¿no?, o ¿quizás el mérito radicaba en la poca claridad de los significados y consecuencias de esa modernidad a la que os adscribíais?

R: Yo no me plantearía si nuestra adhesión al movimiento moderno fue o no meritorio por el hecho de que viniese a coincidir con un cambio generacional, lo que, en definitiva

no deja de ser lógico, pues los cambios de orientación de la sociedad suelen coincidir con los generacionales Pero, además, aún existiendo coincidencia entre nosotros en una serie de tomas de postura, en el manejo de un cierto lenguaje arquitectónico semejante, también existían diferencias. Recuerdo, por ejemplo, mi asombro por la descalificación de una obra que yo admiraba y admiro de Le Corbusier por parte del mismo Rafael Gil Albarellos, con el que podía coincidir en tantas cosas como compañero de generación.

Por lo que a mi hace después de una etapa de dudas y de desconcierto, ya en la misma Escuela, tuve la impresión de que las referencias que de los arquitectos como Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Frank Lloyd Wright,... etc. encontrábamos en viejas revistas me seducían por, en unos casos, su fuerza expresiva, en otros por la sinceridad estructural y, en todos, por la novedad de sus propuestas; a lo que se vino enseguida a añadir el interés por el trabajo de arquitectos españoles como Coderch, de la Sota, Fisac, Fernández del Amo... A través de estos ejemplos, tan lejanos a la orientación de la arquitectura oficial de estos años, a mí se me abrió un camino que me ilusionaba profesionalmente. Y añadiría que no acierto a comprender esa “poca claridad de los significados y consecuencias de la modernidad” a la que tú aludes.

P: Una vez instalados en la modernidad allá en los sesenta, me interesa hablar contigo de dos arquitecturas completamente diferentes. Por un lado la comercial, y por otro la religiosa. Respecto a la primera, la pregunta que cabe haceros como generación, —casi casi como una acusación—, es la siguiente: ¿cómo no os disteis cuenta, por lo menos los más “auténticos”, “conscientes” o “comprometidos” de que las simplificaciones de la modernidad eran la antesala de la vulgaridad e inanidad de esas construcciones en masa de viviendas que os iban a encargar los promotores de pisos arruinando para siempre la ciudad como escenario de urbanidad? Te lo pregunto de otra manera: ejerciendo la profesión durante

estos años desde el lenguaje de la modernidad, ¿cuántas veces has sido consciente de que no podías lograr con tus edificios dignificar las calles y la vida de las gentes? o dicho de otro modo quizás más duro: ¿cuál es el porcentaje de tu obra que sin salirse de la modernidad pero por estar sobre todo al servicio de los promotores no puede figurar en las páginas del catálogo de tu obra?

R: Pienso en primer lugar que no tienen porqué ser las simplificaciones de la modernidad antesalas de la vulgaridad. Es cierto que la arquitectura, por ejemplo racionalista, ayuna de elementos decorativos, exige un exquisito cuidado tanto en el diseño de los distintos elementos, (proporciones, etc..) como en la calidad de las terminaciones. Y que, si no se cuenta con una actitud responsable, y con la sensibilidad adecuada, es cuando se da el paso a la vulgaridad.

Hay que reconocer que es dentro del movimiento moderno, tanto en arquitectura como en las otras artes plásticas, donde más fácil es caer en la banalización y en algunos casos, llegando, no infrecuentemente, (arte informalista, la corriente de las “instalaciones”) a propuestas carentes de la mínima seriedad.

Ahora bien, dicho esto, creo que si se produjo ese paso de la antesala a la sala que tú dices, más de lo que hubiera sido deseable, o admisible, en buena parte se debió al auténtico desbarajuste en la construcción en esos años del “desarrollismo”, con proyectos hechos precipitadamente, promotores sin más sensibilidad que la del beneficio económico, no pocos constructores llegados, al olor de las ganancias, de otros ámbitos (a veces del mismo campo de la agricultura o la ganadería), sin ninguna experiencia. El resultado fue que sólo algunas obras de esa época tienen la suficiente dignidad arquitectónica. Personalmente, dadas mis circunstancias, no tuve que padecer mucho esa situación. Pero no me faltaron ocasiones para “sufrir”. Te confieso que hay construcciones, sobre todo en algunos enclaves de la provincia, de las cuales fui responsable y que me avergüenzan si paso delante de ellas. ¿En qué proporción? No sabría decirte. Sinceramente creo que no muy alta dado que tampoco yo trabajé mucho para ese mundo de los “promotores de vivienda”.

“Es

cierto que la arquitectura, por ejemplo racionalista, ayuna de elementos decorativos, exige un exquisito cuidado tanto en el diseño de los distintos elementos, (proporciones, etc..) como en la calidad de las terminaciones. Y que, si no se cuenta con una actitud responsable, y con la sensibilidad adecuada, es cuando se da el paso a la vulgaridad.”

P: Por otra parte, en la modernidad de la arquitectura religiosa parece darse una contradicción histórica.

Me explico. Mientras que el Concilio Vaticano trata de acercar los misterios, la oración y los ritos del catolicismo a los fieles mediante el abandono del incomprensible latín, la arquitectura religiosa moderna de tu generación parece que va en sentido contrario, esto es, abandona las leyes compositivas clásicas y el mundo figurativo comprensible para todo el mundo, por una modernidad abstracta que sólo los muy iniciados atisban a entender (y de ahí la polémica de tus intervenciones en Cenicero o en la Iglesia de Santiago).

Lamento de veras que en el catálogo de tu obra no se incluyan esos artículos y ponencias tuyas —de las que sólo se dan sus títulos—, en las que al parecer defendías el uso de esa nueva estética moderna para los nuevos tiempos postconciliares. ¿Podrías recordarnos algo de lo que decías en ellos, o si lo prefieres, volver a comentarlos con la tranquilidad y la perspectiva de los años transcurridos?

R: Yo creo que no existe contradicción entre la postura que muchos arquitectos hemos adoptado a la hora de proyectar templos, aplicando no sólo un lenguaje más abstracto sino la misma tecnología actual, y esa voluntad del Concilio Vaticano II de “acercar los misterios, la oración y los ritos... a los fieles”. Pues el uso de ese lenguaje obedece al espíritu y la voluntad de dicho Concilio, de intentar la simplificación del lenguaje religioso, limpiándolo de tanta hojarasca como se había acumulado en él, y poniendo el acento en lo fundamental. Y ello en sintonía con lo que consideramos que debiera ser la sensibilidad tanto estética como religiosa del hombre de esta nueva época. Pues la religión no puede existir al margen de la vida de la sociedad como en una burbuja aislada, sino

inmerso en ella, participando de todo lo positivo de sus estructuras culturales y, por lo tanto, de su lenguaje estético. Pero decía, “debería ser” porque claro, en la realidad nos encontramos con que en el hombre de nuestros días se da, con frecuencia, una auténtica contradicción. Mientras que en muchos órdenes de la vida (electrodomésticos, coches...) está familiarizado con una estética totalmente actual, en otros campos de la vida, busca y disfruta con formas que le recuerden el pasado, aunque sean falsas. Pero, además, los fieles, es decir los usuarios de los templos, en su gran mayoría tienen un talante conservador sobre todo en temas religiosos, y les resulta difícil aceptar lo que consideran “novedades”.

P: Llegando a los años noventa tienes un par de edificios mucho menos modernos que tus edificios anteriores, —me refiero al Centro Social de Cantabria y a la Biblioteca Universitaria—, donde la seriación de huecos, la planeidad o incluso ciertas composiciones simétricas tienen un aspecto algo más clásico y sosegado. También puede verse en el catálogo que en el año noventa y siete levantas un chapitel en la torre de la iglesia de San Adrián en Autol traicionando ese viejo artículo que escribiste en el año 53 titulado No más chapiteles en nuestras iglesias Mi intención parece que va por buscarte contradicciones o autotraiciones para quitarte la medalla esa de “autenticidad” que ha querido colgarte Moneo, pero en realidad mi verdadera intención va por considerar que eso que te han colgado no es una medalla sino un “sambenito”. Hay una buena parte de la crítica y la historiografía arquitectónica que se escandaliza en cuanto dices que la arquitectura está tan sujeta a las modas como cualquier otro hacer humano, pero yo estoy convencido de que es así. Habrá que buscar pues otras verdades más profundas y más interesantes que la de las formas externas y perecederas de la arquitectura ¿no lo crees así?

R: Permíteme que te diga que no entienda bien eso de que tanto el edificio social de Cantabria como la Biblioteca Universitaria, ambas proyectadas muy próximas en el tiempo (y en el espacio) no sean modernas. Quizá al responder a programas más sencillos no presenten la complejidad volumétrica ni la variedad en la tipología de los huecos, de otras obras mías. Es posible también que,

“...la religión no puede existir al margen de la vida de la sociedad como en una burbuja aislada, sino inmerso en ella, participando de todo lo positivo de sus estructuras culturales y, por lo tanto, de su lenguaje estético.”

al haber prescindido en gran medida del hormigón visto, y al haber introducido dentro del lenguaje las grandes superficies curvas, el resultado son edificios sin la fuerza y la riqueza volumétrica de otras obras anteriores. ¿Qué en la utilización de este lenguaje haya podido influir la moda del momento? Pues es posible, pues quiero recordar que pasé una etapa de cierto desconcierto ante la presión de lo que llamaríamos movimiento postmodernista. Y pienso, como tú, que sí hay modas en la arquitectura. Aunque sería preciso, en este tema, distinguir lo que es moda, en el sentido de pasajero, o frívolo, y lo que supone una corriente estética de más calado. Con todo, si estudias ambos edificios, verás que hay elementos que creo han sido bastante constantes en mi hacer. La seriación de huecos está presente de modo rotundo en edificios de la primera época como el del Rasillo. Además los volúmenes, no sólo reflejan áreas distintas del programa que se desarrolla en el interior sino que están tratados aritméticamente, buscando crear una tensión entre ellos dentro de cada edificio. Así, en el de Cantabria, rompí lo que tenia que ser planta rectangular, dado el espacio con que contaba, mediante una traza inclinada, definiendo dos volúmenes de base trapezoidal. Por último, el tratamiento de las escaleras, repite una, si quieres, modesta constante mía, con vacíos en su testero iluminado lateral y cenitalmente.

P: Como puedes deducir del sentido de mis preguntas, está bastante claro que mi aprecio por tu persona y por la honestidad de tu trabajo es muy superior al aprecio por tu obra. Yo creo que Josemi siente lo mismo que yo pero que él te lo dice de una forma completamente opuesta a la mía, esto es, apreciando tu obra y tratando de colocarla en la Historia de la Arquitectura. Como no me es lícito ponerte en el aprieto de preguntarte cuál de las dos formas prefieres, vamos a volver a la arquitectura religiosa. Con Woytila la iglesia católica ha vuelto a una religión que celebra las congregaciones de masas de fieles. Fruto de ello son un buen número de templos gigantes como los recientemente inaugurados en Cracovia o en Los Angeles. Los beatos de los santos de la arquitectura del papel couché me dirán que hay una enorme diferencia entre la catedral de Moneo y el santuario de Lagiewniki en Cracovia, pero yo veo en todos ellos

“Siempre he procurado que en los templos se integren con normalidad en la trama urbanística, dominando en ellos las dimensiones horizontales, expresión de un entender la vida religiosa como necesariamente ligada a las necesidades de este mundo. Quizá únicamente juego con un cierto dinamismo ascendente en los techos que avanzan, elevándose directamente hacia el presbiterio, focalizando la atención de la comunidad, pero procurando siempre una cercanía entre la comunidad de fieles y quien preside la asamblea.”

un gigantismo muy arcaico y a la vez muy ajeno a esa religión del recogimiento y la oración personal por la que probablemente tu apostabas con tu lenguaje moderno y abstracto. ¿Qué opinión te merecen estos templos gigantes y de formas casi galácticas que tratan de atraer a las masas, como en su día lo hicieran las escenografías barrocas de la Contrarreforma?

R: Me alegra saber que tu aprecio por mi persona es superior al que sientes por mi obra. Pues sin duda, aquella es siempre más importante que toda la producción profesional. Y, entre paréntesis, yo en tu lugar no entraría a interpretar los sentimientos de Josemi. Pero pasemos al tema de la arquitectura religiosa. Y aquí quiero comenzar por una confesión que, con ocasión de alguna conferencia, ya he hecho pública. Y es que vivo como persona religiosa y como arquitecto una clara contradicción. Como sacerdote perteneciente a una pequeña comunidad cristiana presido la celebración de la eucaristía, normalmente sin casulla, con una mesita baja y rodeado de la comunidad que participa con toda normalidad con sus comentarios y oraciones.

Como ves se trata de un entorno que podríamos decir familiar. Pero cuando, como arquitecto, he de proyectar un espacio capaz para 150 o 250 personas que puedan participar en una celebración litúrgica, soy consciente de que termino construyendo un ámbito más solemne, incluso si se me entiende bien el sentido de lo que quiero decir, más teatral. Pero, ¿es posible otra solución?; ese espacio de necesaria amplitud ¿no tiene no sólo que ser funcional, en el sentido material, sino poseer cierto carácter, ciertas cualidades, ordenación dinámica del espacio, sobriedad y solidez de los materiales, utilización de la luz natural para jerarquizar y aún dramatizar los espacios?

Pero aún dentro de ese criterio, por lo que a mí hace, siempre he procurado que en los templos se integren con normalidad en la trama urbanística, dominando en ellos las dimensiones horizontales, expresión de un entender la vida religiosa como necesariamente ligada a las necesidades de este mundo. Quizá únicamente juego con un cierto dinamismo ascendente en los techos que avanzan, elevándose directamente hacia el presbiterio, focalizando la atención de la comunidad, pero procurando siempre una cercanía entre la comunidad de fieles y quien preside la asamblea. (Sobre ésto un buen conocedor de esta materia ha escrito para una revista especializada un artículo a propósito de esa preocupación mía por esa cercanía).

Y creo sinceramente que este planteamiento es el que domina en la mayoría de los templos nuevos, incluso se han construido muchos, yo también los he hecho, utilizando “bajeras”, es decir, totalmente vinculados a la vivienda del hombre, como expresión de una espiritualidad solidaria con la sociedad y sus problemas.

Qué aparte de esto también se hagan grandes templos con otro carácter? Pues efectivamente, sí. Unos con grandes cualidades arquitectónicas, y pienso por lo que conozco que el de la catedral de Los Angeles es uno de ellos; otros incluso sin ningún interés, y aún poco acordes con una sensibilidad cristiana.

Pero hay que tener en cuenta que no es lo mismo proyectar una catedral, una pequeña parroquia o una ermita. Son necesidades totalmente distintas. Y no sólo eso: dentro de la Iglesia católica (lo mismo ocurre en otras Iglesias cristianas) existen sensibilidades religiosas muy diferentes. De varias de ellas me siento lejano aunque, las respeto. Y las distintas sensibilidades dan origen a planteamientos arquitectónicos muy diversos. Lógicamente mi reacción ante ellos es también muy diversa. Incluso puede ocurrir que admire un templo por su arquitectura que puede ser extraordinaria, aunque no me siente en absoluto atraído por la religiosidad que representa.

P: Los homenajes son como entierros anticipados y por ello ya te he dicho que esta conversación en la cocina no quiere saber nada de reconocimiento sino de conocimiento, y nada de puntual homenaje sino de manifestación de afecto sincero. Mi pregunta final es por lo tanto: ¿vas a seguir trabajando en la arquitectura (igual que en las almas) hasta el fin de tus días, o lo vas a dejar antes?

¿te cambiará algo en tu modo de trabajar y pensar el reconocimiento que ha recibido tu obra arquitectónica con la exposición en la Amós Salvador?

R: ¿Qué si voy a continuar?

La arquitectura, y la pintura también, me interesa muchísimo, a veces me encanta pensar en nuevas soluciones, en nuevos desafíos, pero soy consciente de los años que tengo, y estoy decidido a ir cortando rápidamente mi actividad profesional. Para mi el ideal sería, si Dios me da salud, el centrarme tan sólo en alguna obra o trabajo al que me pueda dedicar, con ilusión pero sin agobios. Pues además soy sacerdote y tengo otros campos de actividad, podríamos decir en cierto sentido, más importantes que la arquitectura.

Por cierto, que lo que no me has preguntado es qué influencia ha podido tener el ser sacerdote en mi trabajo como arquitecto, o cómo he podido vivir a la vez a caballo de dos mundos o actividades tan distintas....

Ya fuera del cuestionario le contesté a Gerardo que a mí no me preocupaba mucho la compatibilidad del sacerdocio y la arquitectura, igual que nadie se plantea la influencia entre ser padre de familia y arquitecto.

Si hay algo que si que me interesaba y que acaso esta entrevista haya ayudado a dilucidar, es la compatibilidad entre la divinidad o humanidad de la arquitectura, la divinidad o humanidad de las artes, y la divinidad o humanidad de la historia. Y me interesa, o me interesaba saber también, si el servicio a un sólo Dios podía admitir el culto politeísta de esas otras religiones llamadas Arte e Historia nacidas en el ateísmo ilustrado; o saber, en fin, si la única manera de acabar con esos nuevos dioses era practicar el culto al Único

Como imagino que el lector que ha llegado hasta aquí está igualmente interesado en estas cosas creo que tanto Gerardo como yo le agradeceríamos mucho que nos hiciese su aportación.

TEXTO: INÉS CABALLERO

DIBUJOS: GERARDO CUADRA

EL LEGADO

EL LEGADO

ESTÉTICO DE GERARDO CUADRA

ESTÉTICO DE GERARDO CUADRA FOTORRELATO:

“...el dibujo pertenece a la especie más rara de las cosas: a aquellas que apenas tienen presencia. Que si son sonido, lindan con el silencio, si son palabras, con el mutismo, presencia que de tan pura lindan con la ausencia.

El dibujo se va definiendo atravesando los contrarios y uniéndolos. El dibujo mani-

fiesta lo primero y lo último de la presencia material de las cosas. Es lo invisible que muestra a lo visible y lo hace aparecer, y es la luz que se esconde para que se manifieste la sombra; es la línea, mediadora entre el puro peso oscuro, ese secreto vibrante de la vida.”

← Templo parroquial de San Juan Bautista

El dibujo es una herramienta fundamental de expresión y representación de la arquitectura. A través del dibujo, lo arquitectos no solo comunicamos ideas, sino que también exploramos y desarrollamos la creatividad, logrando una conexión íntima con los proyectos desde que los concebimos hasta acompañarlos al momento que se empiezan a construir. Por eso la arquitectura tienen en el dibujo un instrumento tan esencial como la propia construcción. El acto de dibujar permite una comprensión más profunda de la forma, el espacio y la materialidad, posibilitando una relación directa y sensorial con el proceso creativo y constructivo de la obra.

Centro parroquial de San Ignacio

En la obra de Gerardo Cuadra la dedicación al dibujo juega un papel muy importante, en sus planos hay mucho de atención, espiritualidad y vocación. Y esta dedicación muestra la capacidad de concreción poética de sus ideas y se manifiesta en su obra construida. Al visitar su archivo profesional, depositado desde el año 2015 en la Fundación de Arquitectos de la Rioja, nos encontramos un acervo documental minuciosamente producido en el que el propio dibujo es protagonista. Su archivo consta de 2.540 planos originales en papel vegetal y 449 carpetas de expedientes numerados. El trabajo de digitalización de su archivo que se ha empezado desde la Fundación ha permitido establecer un acercamiento más íntimo a sus dibujos con el propósito de preservar y dar conocer el legado de Gerardo Cuadra. Sus dibujos son la herramienta de concreción y comunicación del proyecto, y además en ellos se aprecia la importancia que le da al lugar, su interés por el tratamiento de los materiales y por el diseño de los pequeños detalles. Podemos observar un continuo protagonismo en el tratamiento de los ritmos y en la toma de decisiones formales de representación gráfica que son de gran delicadeza. Como alzados en los que los muros de mampostería y las cubiertas de teja árabe toman especial importancia o secciones constructivas en las que aparecen detalles del ámbito de lo espiritual. Sus dibujos muestran

la presencia de una esencia que va más allá de lo material y de lo arquitectónico que dotan el proceso creativo una carga de intencionalidad.

Una intencionalidad que Gerardo Cuadra traslada incluso al formato de los planos de los proyectos. Planos en papel vegetal, dibujados a tinta, que no tienen medidas normalizadas sino que se ajustan a las proporciones de la arquitectura que representan. Encontrándonos en su archivo planos de muy diferentes medidas desde 30 cms hasta 2 metros de largo. Dentro de las carpetas de los expedientes, junto a la copia de los planos y las memorias de los proyectos, encontramos una gran variedad de dibujos que revelan la gran capacidad de representación gráfica y la amplia cultura visual de Gerardo Cuadra; croquis, axonométricas, apuntes, levantamientos… reunidos de forma natural, donde cada proyecto se apoya en todo lo que le es necesario para expresarse con firmeza.

Así, este fotorrelato celebra la obra de Gerardo Cuadra desde la estética inmaterial de donde surge y se define a sí misma. La estética de su dibujo. Hagamos, de su mano, un recorrido visual por el trazado de su pensamiento.

↙ Claustro del Monasterio de Vico
← Esculturas para el Centro Parroquial San Ignacio
Convento MM. Carmelitas Descalzas
↓ Templo parroquial de San Juan Bautista

Casa de Descanso en El Rasillo para las Reverendas Madres Teresianas

Centro Parroquial de San Pablo Apóstol en Logroño

↓ Reconstrucción de la iglesia del Monasterio de Nuestra Señora de Vico

↓ Hogar sacerdotal Logroño

↓ Cooperativa de viviendas Virgen de Valvanera

↓ Monasterio de Vico

↓ Reconstrucción de cubiertas del templo parroquial de Santa Catalina

→ Restauración Cabecera y girola de la catedral Santo Domingo de

↘ Sala Capitular, Santo Domingo de la Calzada
la Calzada
Claustro Santa María de Palacio

Centro Parroquial de San Pablo Apóstol, Logroño

→ Chalet en Lardero

↓ Cooperativa San Hermenegildo

↓ Chalet en Lardero

↘ Cooperativa de viviendas Virgen de Valvanera

Centro Parroquial de San Pablo Apóstol, Logroño

Retablo

Remodelación

Catedral

Intervención en el templo Parroquial de

Centro

Damian Forment.
Caec. y crucero
de Santo Domingo
Santa María en Villavelayo
Parroquial de San Pablo Apóstol, Logroño
Templo parroquial San Juan
Bautista
Templo de Santiago en La Unión
Reforma de la capilla mayor del ábside de la catedral de Segovia

Centro social Cantabria

Colegio de E.G.B. Sagrado Corazón de Jesús

Proyecto Parroquia Ciriñuela

↓ Sala Capitular. Santo Domingo de la Calzada ↓

116 viviendas locales

P.O. Rua Vieja

Convento Hermanas Carmelitas Descalzas

Santiago el Real Logroño

Templo Santiago en La Unión

Santiago el Real Logroño

Otra mirada Calle Santiago, 4

A unos quince kilómetros en dirección sur desde Logroño podemos divisar, entre colinas encrespadas y valles estrechos, los restos de una fortaleza del siglo IX, se trata del Castillo de Clavijo. Situado en una pequeña población que convive entre ermitas, basílicas, monasterios e iglesias de entre los siglos XII y XVIII. Y aunque, aparentemente el entorno parece de otra época, en el vecino núcleo de La Unión de los Tres Ejércitos emerge una pequeña construcción de oficio religioso construida en 1965 proyectada por el arquitecto y religioso Gerardo Cuadra (Logroño 1926).

El edificio dialoga con el entorno ya que toma prestadas escalas domésticas, materiales locales y las cubiertas de grandes faldones a dos aguas, acentuando así la expresividad de su arquitectura.

Esta iglesia rural, donde tanto la jerarquización de los espacios y volúmenes como el estudio de la luz y la integración de la arquitectura moderna en el entorno rural han sido especialmente cuidados, consta de un espacio principal ligeramente trapezoidal, al que se le adosa un pequeño cuerpo para usos complementarios. En el interior de una sola nave de techo ascendente construido con bóvedas de ladrillo y nervios de hormigón en abanico, desciende en el presbiterio donde una gran linterna cilíndrica de hormigón visto baña con su luz blanca el altar para los oficios. En el exterior, cobra especial protagonismo el campanario exento, también de hormigón visto, el cual acentúa su verticalidad a través de su silueta con influencia organicista.

El viaje para su visita merece la pena, ya que su autor a través de este lenguaje sencillo contribuye a construir paisaje. Relacionando lo vernáculo con una obra moderna y vanguardista de gran valor, sin olvidar los pequeños volúmenes tan característicos de los pueblos riojanos.

Vanesa Marauri

Ilustración

Carlos López @mr_legaz

La mirada de Gerardo

La arquitectura siempre se ha valido de la fotografía y el dibujo para construir una narrativa. En el caso de Gerardo, su habilidad es destacada en ambos formatos, aquí lo vemos en el Templo de Santiago, en La Unión.

↓ →

Proceso de construcción del templo.

Alzado Este (1965).

Alzados templo.

↖ Detalle escultura en fachada
↖ Campanario
↑ Vista exterior
↖ Baptisterio ↑ Interior del templo

«DON GERARDO ES UN ARQUITECTO UN POCO RARO, PERO ES TODO UN SEÑOR»

Estas palabras pronunciadas por mi padre hace 58 años, en 1966, me animaron a conocer a Gerardo Cuadra, arquitecto y, para mi sorpresa, sacerdote.

A los pocos días, ya habíamos quedado en encontrarnos delante de la puerta de la Iglesia de Santiago, al finalizar la celebración de su temprana misa matutina. La primera imagen que de él recuerdo es la de un sacerdote que salía de la Iglesia un poco apresurado quitándose la sotana, debajo de la cual llevaba, como él decía, “el traje de civil”.

Directamente me propuso acompañarle a una visita de obra. Seguramente la ocasión más idónea para conocer a este arquitecto “un poco raro”. En aquel momento yo estaba en segundo curso de carrera. Aprovechando que la empresa de mi padre estaba construyendo la Casa de descanso para las MM. Teresianas en El Rasillo, según proyecto suyo, íbamos a ver el desarrollo de las obras.

Superado el primer momento de presentación, el viaje a El Rasillo en su sempiterno Seat 850 nos permitió, gracias a su interés por todo y por todos, hablar mucho y variado. Lógicamente, más y con mucho más conocimiento él que yo.

La Casa de descanso estaba en plena construcción, y con los planos en mano, Gerardo iba repasando lo ejecutado, señalando algún error y como corregirlo, mientras me explicaba la concepción del proyecto, sus referencias y sistemas constructivos, preguntándome, para mi sorpresa y susto, qué opinaba de todo aquello.

A partir de esta visita se fue creando una relación que se mantuvo a través de la correspondencia por correo. Y, cuando ocasionalmente volvía a Logroño, acompañándole a las visitas de obra, charlando en su estudio y en alguna ocasión trabajando y aprendiendo de él.

Así fui conociendo el desarrollo de muchos de sus proyectos y obras, sus dificultades e ilusiones, a la par que hablábamos, nunca mejor dicho, de lo divino y lo humano.

Eran años de cambios. Y contrastábamos nuestras ideas sobre la sociedad en la que vivíamos y a la que aspirábamos, sobre el compromiso social desde planteamientos bien diferentes, que nunca nos distanciaron, y siempre sobre arquitectura, en mi caso sólo desde lo estudiado y leído.

Casi 40 años después, a comienzos de este siglo, Gerardo Cuadra y su obra tuvieron su reconocimiento institucional y social en nuestra tierra.

Gerardo Cuadra en la inauguración de la exposición sobre su obra en la Sala Amós Salvador (2002).

En el año 2002, Cultural Rioja, a través de Francisco Gestal, en ese momento Director de Cultura del Ayuntamiento de Logroño y Coordinador del citado programa cultural, promovió una exposición en la Sala Amós Salvador, cuyo diseño y contenido así como los del catálogo que la acompañó me encargaron.

Dos años más tarde, En el año 2004, el Gobierno de La Rioja concedió a Gerardo el Galardón a las Bellas Artes Riojanas, ocupándome igualmente de la nueva exposición y publicación.

Para mí, especialmente la primera, constituyeron todo un regalo.

Su gestación me permitió conocer en detalle, ordenar y poner en valor el conjunto de la obra de Gerardo, aisladamente publicada. Tuve la oportunidad de constatar la presencia constante de ciertas cualidades proyectuales y constructivas, ya percibidas en ocasiones anteriores, que me ayudaron a entender la razón de ser de sus proyectos y de qué sustancia estaba hecha su arquitectura.

Pero no sólo eso. La exhaustiva consulta de sus archivos, guiada por sus recuerdos y con la ayuda de Julia García, su atenta colaboradora, hizo aparecer, para nuestra sorpresa, numerosos testimonios de su prolífica y variada actividad, siempre relacionada con la arquitectura, el arte y el diseño.

Entre otros, el boceto de la moderna casulla por él diseñada y que le hizo su madre, algunas páginas sobre interiorismo fruto de su colaboración en una revista, diversos artículos periodísticos reivindicando una arquitectura moderna en los templos, sus acuarelas y dibujos a tinta china de su época de estudiante, sus diseños gráficos y de mobiliario religioso o doméstico y muchos trabajos más, completan de alguna forma su personalidad y abundante obra arquitectónica.

Obra en la que se reconoce la influencia del organicismo de Alvar Aalto, del funcionalismo y expresividad arquitectónica de Le Corbusier o de la nueva arquitectura italiana, más aferrada al lugar, y que bajo su atenta mirada y reflexión contribuyeron a crear su personal forma de entender la arquitectura.

En ella se hace patente “la atención al lugar”, tanto en el mundo rural, de cuya arquitectura toma prestados materiales y técnicas constructivas que utiliza desde una actitud contemporánea (Casa de descanso en El Rasillo, Templo de Santiago en La Unión-Clavijo) o escalas, creando un nuevo “lugar” para un nuevo barrio (Conjunto de viviendas San Miguel Arcángel en Cuzcurrita del Río Tirón), como en el espacio urbano, mejorando la calidad del

entorno en el que se sitúa (edificios de viviendas en esquina en la C/. Pérez Galdós de Logroño y en el Paseo de la Constitución en Arnedo).

“El interés por la construcción”, entendida ésta no sólo como un recurso técnico, también y especialmente, como protagonista de su arquitectura, entendiéndose ésta a través de aquella y viceversa. Muros de ladrillo en los que sus formatos y aparejos, replanteados sobre el módulo de 30 cm y los números impares, dibujan sutiles tapices cerámicos y elementos de hormigón visto, en los que el veteado de la madera de los encofrados queda impreso sobre el hormigón, o el diseño geométrico de unos paneles prefabricados cuyos vibrantes relieves y texturas dan vida al duro material (Hogar Sacerdotal y Centros Parroquiales San Pablo y del Espíritu Santo en Logroño).

Todo ello le servirá como soporte para la materialización de los planteamientos claramente funcionalistas con los que trata de resolver las necesidades y usos inherentes a la complejidad de cada proyecto y que manifiesta a través de un compensado y expresivo juego de volúmenes y formas.

“El diálogo entre diferentes” será el punto de partida de sus actuaciones en el patrimonio histórico, generalmente religioso, muchas veces incomprendidas y criticadas agriamente (la reforma de los presbiterios de las Iglesias de Santiago en Logroño y San Martín en Cenicero y otros muchos). Actitud que será reflejo de su vinculación a los planteamientos del Concilio Vaticano II, que siguió de cerca, y que tomó partido en sus conclusiones a favor de incorporación del arte moderno en los templos. Para Gerardo siempre ha habido un modo ”moderno” de hacer, basado en la sinceridad artística de cada momento, recordando que la arquitectura además de espacio es tiempo.

Y por último “la luz”. Su presencia es fundamental en su arquitectura religiosa a través de hermosos lucernarios que ordenan el espacio, focalizando la atención de los fieles hacia el altar, pero sobre todo sugiriendo con su entrada desde lo alto el lugar de “la iluminación”. Según L. I. Kahn «el silencio tiende a expresar algo, la luz lo crea, le da forma», expresión que Gerardo materializará con nitidez en sus templos.

(Templos de Santiago en La Unión-Clavijo y de San Juan en Vitoria, Hogar sacerdotal y diversos Centros Parroquiales en Logroño).

Decía Rafael Moneo, en el bello artículo que sirvió de introducción al Catálogo sobre la obra de Gerardo, «…La arquitectura de Gerardo Cuadra hubiera tenido que ser indefectiblemente auténtica, ya que para él no hay otro modo de estar en la vida: el compromiso ético a que lleva la autenticidad ha sido la razón de su vida. Y de su trabajo…»

Una autenticidad, cada vez más “rara” en nuestra sociedad, calificativo cuyo significado de “original, poco usual o frecuente”, me permitiría adjudicar a Gerardo, y haciendo un guiño a las palabras de mi padre, con las que he comenzado estos recuerdos y reflexiones, decir que, Gerardo Cuadra era una persona un poco “rara”, pero era un señor, un señor arquitecto.

Hasta siempre amigo,

RECALCE DE SOLERAS INDUSTRIALES MEDIANTE INYECCIONES DE RESINAS EXPANSIVAS

El suelo industrial es aquel que se hace pensado para ser la superficie de una fábrica o almacén, contando con las actividades que se van a realizar sobre él. Por ello este tipo de suelos requiere de unas características propias. Deben ser unos pavimentos continuos, que eviten que se acumule la suciedad sobre ellos y que facilite los movimientos de maquinaria pesada.

Gracias a los suelos industriales, el mantenimiento y reparación será a largo plazo, lo que permite un ahorro de la inversión en estos servicios. Si se escoge un suelo poco apropiado para una fábrica, requerirá de un mayor mantenimiento y habrá que enfrentarse a reparaciones mucho más a menudo. El pavimento tal y como lo hemos definido debe considerarse por tanto como una estructura y su comportamiento será función de las solicitaciones a las que se encuentre sometido y de la respuesta del medio en que se apoya.

Las patologías que este puede sufrir, en función de las modificaciones del terreno que las sustenta, son variadas. Fisuración longitudinal, y transversal, fisuras y roturas en esquinas, levantamiento de losas, efectos “pumping”, asentamiento de losas aisladas. Perturbaciones del hormigón con disgregación y pérdida de árido grueso (efecto “spalling”), escalonamiento de losas en zonas contiguas a juntas, pérdidas de regularidad superficial: peladas, piel de cocodrilo, pérdida de regularidad superficial: baches, defectos en textura del acabado (pérdida de adherencia superficial).En las juntas podemos enumerar las roturas de junta transversales, las excesivas aperturas de junta, los defectos de sellado de juntas o los defectos en alineación o de trabajo en pasadores.

COMO REAPARAR SIN INTERRUMPIR LA ACTIVIDAD PRODUCTIVA

EEn el caso que detallamos a continuación se lleva a cabo una consolidación y estabilización en superficie del terreno bajo pavimento mediante el proceso SOIL STABILIZATION ™ a través de inyecciones de resina expansiva MAXIMA

Plano de intervención señalando juntas tratadas

En este caso se trata de una nave almacén logístico. El suelo de la nave está ejecutado con una solera de hormigón armado y acabado superficial mediante pulido. La extensión de la actuación solicitada es de 179,20 m lineales a lo largo de las juntas.

La solera descansa sobre un terreno de soporte que se presume esté constituido por una base granular y una sub-base previamente compactadas a la ejecución de la solera.

Entre los problemas existentes, se detecta la movilidad o tableteo de placas a lo largo de las juntas. Esta patología puede afectar seriamente al funcionamiento del almacén además de acelerar el envejecimiento de la solera por desgaste de los bordes.

El origen de la patología es mixto, achacado, por un lado, a defectos inherentes al propio elemento constructivo, solera, por alabeo de los extremos de las placas y, por otro lado, agravado por irregularidades o defectos en la base granular de soporte en su nivelación y compactación, así como por presencia de humedad excesiva previamente al hormigonado de la solera.

Dentro de las actuaciones de mantenimiento programadas estaba previsto realizar una reparación, cajeando y rehaciendo de nuevo las juntas con morteros especiales, pero previamente, es imprescindible, para que estas reparaciones puedan ser duraderas, atajar los problemas de raíz, y por ello dentro de las actuaciones previstas se debe realizar la estabilización de las placas que presentaban movilidad o tableteo, mediante inyecciones.

Para la estabilización de las placas, GEOSEC® realiza una intervención mediante su método SOIL STABILIZATION™ con inyecciones de resinas expansivas y así resolver los problemas de movilidad entre placas (tableteo) rellenando los espacios existentes entre el elemento constructivo (solera) y la base, compactando y eliminando las irregularidades de la propia base granular de soporte.

Replanteo tipo de perforaciones inyecciones en encuentro de 2 placas (juntas)

Las inyecciones se hacen a tresbolillo a ambos lados de las placas que presentan movilidad, con el fin de evitar movimientos diferenciales de una placa con respecto a las contiguas. En un pavimento industrial con uso almacén logístico las exigencias son altas, esto que los desniveles entre bordes deban limitarse a un máximo de 3 mm para poder asegurar una óptima y eficiente actividad.

La separación entre perforaciones/inyecciones está comprendida entre 1,10-1,30 m. En todo momento el proceso de inyección está controlado mediante sensores y receptores laser de alta precisión posicionados sobre la superficie para evitar tanto movimientos o desniveles en placas como deformaciones de la propia solera

Con todo ello, se logró consolidar el estrato superficial del terreno en contacto con las losas asentadas obteniendo un levantamiento gradual hasta alcanzar el mismo nivel que las no asentadas actuando de manera PRECISA, ya que en un pavimento industrial con uso almacén logístico las exigencias son altas, por lo que los desniveles entre bordes deben ser mínimos para poder asegurar una óptima, eficiente y segura actividad, con una MÍNIMA INVASIVIDAD, gracias a los taladros realizados con un diámetro de apenas 8 mm donde ya no será necesario grandes excavaciones ni demoliciones y sin entorpecer la normal actividad productiva de la nave, dando así solución al temor, por parte de los propietarios, de tener que atajar una obra de consolidación de pavimento paralizando la producción, RAPIDEZ, ya que en solo dos día de trabajo se finalizó la intervención con un solo equipo de trabajadores, y AUTONOMÍA a la hora de realizar nuestros trabajos usando energía y medios propios en todo momento.

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