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ASOCIACIÓN ANDALUZA VÍCTIMAS DEL TERRORISMO
LOS PEQUEÑOS, A LA NATURALEZA; LOS ADULTOS, ENTRE LA TRISTEZA Y LA INDIGNACIÓN
Cada vez más niños se suman al campamento de verano de la Asociación Andaluza Víctimas del Terrorismo (AAVT), celebrado este año en la localidad sevillana de El Ronquillo, del 11 al 15 de julio, con la cifra récord de 41 participantes, comprendidos entre los 5 y los 17 años.
Entre otras actividades, los más aventureros de la gran familia AAVT disfrutaron del cuidado de los animales de la granja, talleres medioambientales, de creatividad y gymkana, senderismo, tirolina, rocódromo, rappel, tiro con arco, parque de multiaventura aéreo, circuito de mini quads, competencias deportivas y tiempo de recreo en la piscina. La duración del campamento fue menor que la de otros años, por insuficiencia de recursos ante la amplia demanda de participación y la creciente carestía de las instalaciones, pero se aprovechó al máximo para fomentar el amor por la naturaleza y valores como la convivencia, la resolución de conflictos de forma dialogada y la autonomía personal.
Por su parte, los adultos de la asociación tuvieron un cierre de verano duro, por la noticia del acercamiento a finales de agosto de otros 13 presos de ETA a cárceles del País Vasco, entre ellos, algunos de los asesinos más sanguinarios de la banda, carentes, todavía hoy, de un átomo de arrepentimiento.
Como bien subrayó un comunicado publicado por la AAVT en su web y medios sociales, “no importan los argumentos legales, de doctrina penitenciaria europea e internacional, ni siquiera los rifirrafes entre los partidos políticos (absolutamente TODOS, una vez en el poder, han seguido exactamente la misma política penitenciaria con los etarras, para olvidarlo convenientemente en cuanto pasan a la oposición). Lo que importa, en realidad, es la dolorosa ironía: unos despiadados asesinos se aprovechan de la misma democracia que intentaron derribar asesinando”.
Más allá de cualquier argumento, lo que de verdad hiere e indigna a los miembros de la Asociación Andaluza es el marcado contraste entre esa urgente preocupación por los derechos humanos de los asesinos y la desesperante lentitud con que se responde desde las instituciones a las necesidades de las víctimas, cuyo más flagrante ejemplo es que la tantas veces reclamada modificación de la Ley 29/2011, de protección integral a las víctimas, duerme el sueño eterno en los cauces ministeriales y parlamentarios durante, como mínimo, las cuatro últimas legislaturas.
Mientras los asesinos y su entorno siguen imponiendo y divulgando (desde las calles y las fiestas vascas hasta los predios internacionales) su relato tergiversado e incluso irónicamente victimista, las verdaderas víctimas (sobre todo las más modestas y menos mediáticas) tienen cada vez más dificultades materiales y de todo tipo para emprender proyectos de deslegitimación social del terrorismo, asistir a eventos internacionales o solucionar problemas cotidianos de funcionamiento de las asociaciones y de la vida diaria de sus miembros. La Asociación Andaluza ha sido siempre dialogante, respetuosa, comprensiva y paciente en sus formas, incluso frente a agravios comparativos evidentes, pero toda paciencia tiene un límite. •