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Siempre será Semana Santa . Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
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¿Por qué salimos con nuestros pasos y nuestras imágenes a la calle? Porque los cristianos no podemos separar el altar del templo de la mesa de la sociedad en la que vivimos todos los días.
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Ofrecemos lo que tenemos, sin imponer nada a nadie, pero sería una actitud imperdonable el que no invitamos a participar en nuestra mesa a todos los que con nosotros componen la misma familia humana. ¿Y por qué tenemos que salir al encuentro de Jesucristo? ¿Por qué estar en la calle aclamando al que viene en el nombre del Señor? ¿Es que la fe y la religión no son asunto estrictamente privado? La fe, sin obras, está muerta. Porque la fe es vida. Y la vida se expresa en las acciones de cada día, en el amor a las personas, en el honor a Dios en el que se cree. Ni se puede honrar con los labios y negar con el corazón, que sería hipocresía, ni pensar en dar culto a Dios solamente en el interior del sentimiento de cada uno, sin expresar ese amor en gestos y acciones que signifiquen una incondicional fidelidad al evangelio de Jesucristo.
Hemos salido a ver a Cristo. Que nada nos lo impida. Que todos los signos e imágenes nos lo faciliten. Lo impiden: la desnaturalización de la fiesta religiosa con los pretendidos reduccionismos culturalistas y el olvido de lo religioso para convertirlo en simple fiesta de primavera; la superficialidad, que se queda en el adorno, ciertamente bello, pero sin ahondar en la fe, que es el único motivo que lo explica todo; la separación entre la liturgia del templo y la celebración en la calle, entre la buena noticia de Jesucristo y los quehaceres de cada día.
La Semana Santa se convierte, para muchos cristianos, en un providente aliento de Dios que hace soplar las cenizas de olvidos y de indiferencias, para dejar al descubierto un rescoldo que conserva el fuego y el calor de una fe y de unos sentimientos religiosos quizás un tanto olvidados. Esta Semana Santa puede ser el momento de Dios para reencontrarse con lo mejor de nuestra condición de creyentes.
Debido a las circunstancias, sabidas y padecidas por todos, este año no habrá estación de penitencia, ni procesiones, pero no por ello la Semana Santa puede caer en el olvido y falta de celebración, pues es memoria intemporal, vigente y actual del misterio más grande de nuestra fe cristiana.
Podrá hacerse en espacios diferentes, sin asambleas litúrgicas con Iglesias repletas de fieles, sin representaciones externas, pero seguiremos a Cristo entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (Rm 4, 25). Y lo que no verán los ojos lo hará patente la fidelidad del cristiano a su Señor.
Carlos Amigo Vallejo
Cardenal arzobispo emérito de Sevilla