64 minute read
Semana Santa
“Es Sábado. Y el sábado es de un Cautivo que, sobre hombros descalzos, camina al son de raseos y suspiros. Es sábado de rosarios de Esperanza entre las manos, de cirios en el alma que no se apagan y bambalinas y palio vencidos por el peso de unos pétalos caídos. Es sábado de abrazo inerte a una Madre que sostiene a su Hijo por última vez, como lo sostuvo la primera , de lágrimas y de un dolor... que no hay como su dolor. Es sábado. Y en León, nos vestimos de azul, de emoción y de Esperanza”.
Vanesa Trascasas Sobrín
Advertisement
PREGÓN DEL Sacramentado2020
Máximo Cayón Diéguez
Cronista Oficial de la ciudad de León 11 de julio de 2020
• Hermano Mayor, Junta de Gobierno, hermanos y hermanas de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús
Sacramentado y María Santísima de la Piedad,
Amparo de los leoneses. • Sres. Canónigos representantes del Cabildo Colegial de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, [D. Teodomiro Álvarez y D. José Luis Olivares], • Dignísimas Autoridades, • Señoras y señores:
Buenas tardes. Reciban ustedes mi más cordial bienvenida y mi gratitud personal por su asistencia a este acto.
Mi presencia en esta tribuna obedece a una amable invitación de los responsables de la Sacramental y Penitencial Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los leoneses, a los que expreso mi más sincero agradecimiento por hacerme depositario de su confianza, sentimiento que personalizo en el Hermano Mayor, Javier Fernández Llamas, y que hago extensivo a Enrique Máximo Val Mayado, Juez de Penas de dicha cofradía, por sus afectuosas palabras de presentación.
El DRAE define el término “pregón” como la “promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de una cosa que conviene que todos sepan”. En consonancia con dicha acepción, este pregón mío, cimentado en los pilares de la fe y el sentimiento, no pretende ser otra cosa que un sucinto recorrido por los cuadrantes de la evocación, un ejercicio de recuerdo, a letra descubierta, en resumen, un repaso conciso por las latitudes del fervor y la devoción, orlado de acentos familiares, justamente, cuando concluyen los actos conmemorativos del vigésimo quinto aniversario de la fundación de la cofradía organizadora de esta convocatoria.
En feliz expresión de D. Antonio Viñayo1, “la ciudad de León, sede regia e imperial, tuvo como escenario la Colegiata de San Isidoro, monasterio de la nobleza, cabeza del Infantado, panteón de reyes y palacio
1 VIÑAYO GONZÁLEZ, Antonio: “San Isidoro y León como Urbe Regia”. El Gallo de la Torre de San Isidoro. León, 2002. Pg. 15. real…”. Y, en otro capítulo, concreta2: “El cuerpo del más sabio de todos los españoles y pedagogo de Europa, Isidoro, es la peana del Santísimo Sacramento, perennemente expuesto, desde siglos inmemoriales, en el altar mayor de la Basílica. A su lado, Martino, el doctor de la Eucaristía, perfila sus argumentos teológicos. A los pies del templo, arropados en piedra, veinte reyes hacen la vela permanente”.
El grupo de piadosos leoneses que fundó la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los leoneses, titulares ambos de dicha cofradía, tal como lo recoge el artículo 4º de sus Estatutos, no pudo hallar lugar más singular y propicio donde levantar la tienda espiritual de su fe, de sus creencias y de sus convicciones, que en esta Real Colegiata Basílica de San Isidoro, tan íntimamente unida a la historia del antiguo reino de León, a esta capital del Viejo Reino, y, por ende, a su Semana Santa. Y es que aquellos hermanos fundadores descubrieron aquí la fuerza misionera que atesora el amor fraterno y, además, comprobaron que las puertas de la confraternidad se les abrían de par en par, lo que dicho sin rodeos ni veladuras pone de relieve que en esta comunidad de canónigos regulares de San Agustín, establecida en 1148 por el emperador Alfonso VII, a instancias de su hermana doña Sancha, encontraron ayuda y estímulo para dar cima a sus anhelos y aspiraciones.
Y así, con el apoyo plenario, la tutela y el asesoramiento del Cabildo Isidoriano, con su abad a la cabeza, a la sazón, el citado D. Antonio Viñayo, aquellos papones leoneses vieron cómo cristalizaba el noble proyecto que anegaba su ánimo de ilusión y de entusiasmo en una nueva asociación de fieles cristianos, que eso es toda cofradía, en una nueva agrupación tanto de carácter penitencial como sacramental.
Y esa tutela es avalada cada Sábado de Pasión con hechos específicos, tales como la colaboración activa de la Coral Isidoriana y de la sección de la Adoración Nocturna de León. Y, por añadidura, con símbolos conocidos y reconocidos mediante la presencia del tintinábulo y la umbela en el cortejo procesional que organiza esta cofradía.
El tintinábulo es un campanario portátil. La umbela, conopeo o umbráculo, es un pabellón, semiabierto, rojo y amarillo, que son los colores tradicionales del Romano Pontífice. Ambos protegen a los fieles, simbólicamente, de las asperezas espirituales y llaman a la escucha de la Palabra. Son un privilegio que la Santa Sede concede a las iglesias que tienen dignidad de basílica. Y San Isidoro fue elevada a la categoría de Basílica Menor el 4 de abril de 1942, tal como consta en una lápida en el transepto sur del templo. Era obispo de Roma, Pío XII. Y prelado legionense, Mons. Carmelo Ballester Nieto, quien, al año siguiente, en 1943, instauró la procesión de las Palmas en nuestra ciudad, en sus propias palabras, “para todos, pequeños y mayores, pero de una manera
especial para las criaturinas, que comienzan a abrir los ojos al conocimiento…”.
En el año 2002, a raíz de ser declarada la Semana Santa de León de “Interés Turístico Internacional”, Mons. Antonio Vilaplana Molina, entonces obispo legionense, en la revista PASIÓN, [pg. 7], publicación anual que pone en escena, desde hace más de cuatro lustros, Editorial MIC, firmaba el siguiente texto: “Sois, pues, queridos amigos papones, los oficiantes en estas ceremonias. Y os pido, os suplico que la Semana Santa se desarrolle con tal devoción que todos aquellos que nos visiten con talante de turista, retornen a sus casas con alma de peregrinos. Ya sabéis la diferencia que hay entre un turista y un peregrino, por tanto no hace falta que os recomiende un comportamiento capaz de producir esa conversión”.
Fundada el 8 de marzo de 1994, siendo obispo de León, precisamente, Mons. Antonio Vilaplana Molina, cuatro puntales sustentan el espíritu de esta cofradía del Sacramentado: disciplina, silencio, penitencia y esperanza, que son una imagen fidedigna de las predichas palabras del mencionado prelado. Porque son como cuatro arbotantes que refuerzan y consolidan los fines cardinales de esta agrupación penitencial y sacramental, recogidos en el artículo 3º de su regla estatutaria, esto es, “la adoración al Santísimo Sacramento y la devoción a su bendita Madre en su dolor junto a la Cruz del Hijo, dar testimonio de la fe, religiosidad, servicio a Dios Nuestro Señor y ayuda a los hermanos, así como revitalizar la religiosidad popular y la devoción cristiana en el mundo”.
La religiosidad popular es un ejercicio externo de piedad, producto de un conjunto de actos litúrgicos y extralitúrgicos, donde vivencias y experiencias, tradiciones y costumbres influyen de manera rotunda en las manifestaciones visibles de todo creyente. El Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Mons. Carlos Amigo Vallejo, arzobispo emérito de Sevilla, en el acto de clausura del “I Congreso Internacional de Hermandades y Religiosidad Popular”, celebrado en la ciudad hispalense entre el 27 y el 31 de octubre de 1999, en los puntos 9 y 10 de su “Carta de Hermandad”, dirigida a todos los asistentes, decía al respecto:
“Entendemos por religiosidad popular, la expresión de la fe con las formas culturales propias de cada pueblo. La piedad popular ofrece la oportunidad de encontrar a Cristo viviente y lleva un compromiso sincero de conversión y la práctica concreta de la caridad. Atentos a la palabra de Dios, tendremos que realizar un trabajo constante de purificación, para que todas las expresiones de la religiosidad popular respondan a un sincero deseo de acercamiento a Dios”. Manifiestamente, todo cuanto va dicho es constatable cada Sábado de Pasión, cuando los miembros de la Cofradía dúplice, dicho sea a la vieja usanza, de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los leoneses, con su túnica azul marino, sencilla, sin tablas ni adornos, con manga ancha y cíngulo de colores dorado y azul marino entrelazados, hacen suya la escenografía urbana legionense, así que, a las seis en punto de la tarde, se pone en marcha la procesión de “Jesús de la Esperanza”, una efigie tallada en poliéster por Melchor Gutiérrez San Martín en 1995, policromada, como el citado cíngulo, en tonalidades doradas y azules, que representa a Cristo a punto de resucitar, y que, hace ya unos años, movió mi ánimo para escribir este soneto:
Tú eres Pan de Vida y Sacramento. Pan de vida, porque nos diste entero en el suplicio infame del madero el trigo de tu cuerpo por sustento.
Sacramento, porque en aquel momento, ¡Jesús mío¡ ¡Mansísimo Cordero¡ nos entregaste el vino verdadero: tu sangre que es deleite y alimento.
Esa honda herida en el costado abierta, que mana amor, Señor, que es una puerta, es el pozo de Agua Viva que afianza
en mi pecho una corriente. Un torrente que me conduce a Ti, calladamente, ¡Dulcísimo Jesús de la Esperanza!
Sin duda alguna, desde el 8 de abril de 1995, la tarde del Sábado de Pasión los acendrados latidos de la espiritualidad convierten el sentimiento personal en vivencia íntima. Hablo ahora de la “Petalada” a la Virgen de la Esperanza, en los dos últimos años ofrecida en acción de gracias por una hermana de la cofradía tras haber recuperado la salud. Como de todos es sabido, esta ofrenda se lleva a cabo al comienzo de la procesión, en la antigua calle de la Trinidad, actual calle del Sacramento, una vía urbana que durante unos minutos se torna remedo de la calle Pureza de Sevilla, una arteria de trazado anguloso que discurre paralela al “Guadalquivir de las estrellas”, el río subrayado así por Federico García Lorca, donde la Esperanza de Triana recibe un ofrecimiento análogo, conocido allí como “La Petalá”, a los sones solemnes y sinfónicos de la marcha “Siempre la Esperanza”, compuesta, en el año 2012, por José Joaquín Espinosa de los Monteros Pérez, un virtuoso del clarinete y un magnífico compositor musical que apenas cuenta 30 años.
Este acto que refiero, lo mismo que el que se lleva a término ante la capilla del Santo Cristo de la Victoria, residencia, según la tradición, de San Marcelo, patrón de la ciudad de León, y la ofrenda floral al Cristo de fuera de San Martín, en la capilla de Ánimas, sita de la calle Ramiro III, en idéntico grado, alfombran de fervor y penitencia la orografía legionense.
Porque es allí, en el escenario urbano, donde destaca como un heraldo, el capirote azul marino, de un metro de largo, caído sobre la espalda, que recoge visiblemente el emblema de la Cofradía, compuesto por un óvalo partido en dos campos, que en su parte superior reproduce el Cordero Eucarístico amparado por dos ángeles, y en la inferior, una imagen del descendimiento de Cristo, tomada del tímpano pasionario de la puerta del Perdón de la real basílica isidoriana, obra de finales del siglo XI, del maestro Esteban. De igual forma allí tiene singular protagonismo el “Libro del ‘Memento” o “Libro de Difuntos”, un volumen que, a modo de registro, recoge la identidad de todos los hermanos y hermanas que ya descansan a la diestra del Padre.
Cuando se habla de la cofradía del Sacramentado, como es popularmente conocida entre los leone-
ses, debe hablarse necesariamente de Nuestra Señora de la Piedad, imagen de las postrimerías del siglo XVI o principios del XVII, que recibe culto en el ábside de la epístola del templo basilical. Eduardo Álvarez Aller3, licenciado en Historia del Arte, estima que su autor, anónimo, sigue el modelo de la imagen de Nuestra Señora del Mercado, la Antigua del Camino, basándose en la disposición del cuerpo de Cristo y en otros detalles de la talla.
Como es de dominio popular, esta Piedad de San Isidoro es la Virgen del Milagro. Y tal como recoge el Códice XCIV, (94), que “contiene la historia de los cien primeros años de la Colegiata, o sea del siglo XII”, ante esta sagrada imagen, siguiendo la tradición iniciada por el mencionado Santo Martino de cantarle sus glorias todos los sábados del año, a la finalización de la Misa Capitular se lleva a cabo el rezo coral de la Salve, en el que un considerable número de miembros de la cofradía, vestidos de túnica y capelina blanca, acompaña al Cabildo Isidoriano. Se trata, como tiene referido D. Francisco Rodríguez Llamazares4, actual Abad Presidente del Cabildo Colegial de San Isidoro, de un “canto en el que participa toda la comunidad cristiana”, puntualizando que “siempre acompaña a la imagen de la Virgen un ramo de flores frescas que recuerda la necesidad de renovar y refrescar cada día el fervor filial a la Virgen”.
Corría el año 1196. Dicha advocación mariana se veneraba entonces en una ermita de titularidad isidoriana, sita extramuros, en el barrio de San Esteban. La imagen lloró sangre. Santo Martino vislumbró este milagro como signo premonitorio de un enfrentamiento armado a las puertas de nuestra ciudad. Entonces, el clero y el pueblo de León “fueron descalzos” a dicha ermita y trasladaron la Sagrada Imagen hasta el templo de San Isidoro “sobre cuyo altar estuvo tres días arrojando sangre sin cesar”, como dice el P. Flórez, en el Tomo XXXV de su España Sagrada, [pg. 258], tomando la referencia del Cronicón Mundi de Lucas de Tuy. Eran tiempos del rey Alfonso IX, monarca leonés convocante de la famosa Curia Regia de 1188, celebrada en el claustro de San Isidoro, reconocida por la UNESCO el 18 de junio de 2013, con el título de “Memoria del Mundo” y que ha supuesto a la ciudad de León ser refrendada como “Cuna del Parlamentarismo”.
La citada batalla no llegó a celebrarse. Sin embargo, la aljama judía de Puente Castro fue destruida por Alfonso VIII, de Castilla, y Pedro II, de Aragón. El asedio comenzó el 23 de julio de dicho año y finalizó, dos días más tarde, el 25, festividad del Apóstol Santiago. Al año siguiente, el 13 de julio de 1197, el
3 ÁLVAREZ ALLER, Eduardo: “Vía Crucis de la Pasión. Guía de la Imaginería II”. León, 2009. Pg. 62. 4 RODRÍGUEZ LLAMAZARES, Francisco: “La Basílica de San Isidoro: Hogar Eucarístico”. ABBA. León, 2008, pg. 5. precitado monarca, Alfonso IX, “en remedio de su alma y de la de sus padres”5, donó este lugar a la S. I. Catedral de León.
En el referido cortejo penitencial del Sábado de Pasión, la piedad mariana encuentra otro remanso de paz en “Nuestra Señora la Virgen de la Esperanza”, talla citada anteriormente, obra del imaginero sevillano Miguel Bejarano Moreno, bendecida en el trascoro de la S. I. Catedral de León el 21 de marzo de 2004. De tamaño natural, está realizada en madera de cedro policromada al óleo. Donación de una hermana de la cofradía, dado su rostro sereno, exento de dramatismo alguno, y la expresividad de su dulzura, a esta bellísima imagen, de rasgos inmaculistas, es perfectamente aplicable este “Retrato de María”, de Lope de Vega. Se trata de un soneto cargado de tintes teológicos:
Poco más que mediana su estatura, como el trigo el color, rubios cabellos, vivos los ojos, y las niñas de ellos de verde y rojo con igual dulzura.
Las cejas lindas, de color oscura, bien formada nariz, de labios bellos, tan hermosos que hablaba el sol por ellos por celosías de su rosa pura.
La mano larga, para siempre darla saliendo a los peligros al encuentro de quien para vivir fuese a buscarla. Ésta es María, sin llegar al centro, que el alma sólo puede retratarla pintor que tuvo nueve meses dentro.
César González Ruano6, legendario maestro de periodistas, consignó en su momento que “la memoria es el patrimonio de la vida interior”. Y en virtud de este aserto debe subrayarse que a Nuestro Padre Jesús de la Esperanza, Cautivo ante Anás, lo acompaña la Banda de cornetas y tambores del Santísimo Cristo de la Victoria, constituida el 22 de abril de 1994. Su primer director fue Carlos Javier Blanco Rodríguez, hijo de mi buen amigo Eulogio
5 FERNÁNDEZ CATÓN, José María: “Colección documental del archivo de la Catedral de León”. VI. (1188-1230). León. 1991. Pg. 83. 6 GONZÁLEZ RUANO, César: “Obra periodística”. [19431965]. Tomo II. Madrid. 2003. Pg. 2102. 66 Blanco Fernández, primer Hermano Mayor de la cofradía del Sacramentado. Desde aquel 8 de abril de 1995, Sábado de Pasión, esta unidad musical participa ininterrumpidamente en este cortejo penitencial, motivo por el cual, en el año 2007, todos sus componentes fueron nombrados “Hermanos Honorarios de la Cofradía”. Este mismo nombramiento de “Hermanos Honorarios” ostenta desde el año 2010 el Cuerpo Nacional de Policía, que presta escolta a la mencionada Virgen del Milagro, es decir, a la Virgen de la Piedad.
La referida efigie del Cautivo mide 1,78 metros. Realizada por el imaginero sevillano, Jaime Babío Núñez, también en madera de cedro real policromada al óleo, se bendijo en la Pulchra Leonina, el 19 de marzo de 2011. La talla del sumo sacerdote es del mismo autor. Está fechada un año después. En este pasaje, Cristo, maltratado, despreciado, esclavizado, es imagen de los excluidos de este mundo, paradigma de la injusticia humana, espejo de nuestra propia fragilidad. Esta bellísima décima del poeta navarro José María Zandueta Munárriz, así lo refleja:
El cordel que ata tus manos es la ignominiosa cuerda, que a todas horas recuerda nuestros errores humanos. Arrodillaos, hermanos. Que el dolor de contrición abra nuestro corazón y alumbre nuestra conciencia, postrados en su presencia en demanda de perdón.
Dentro de unos momentos se procederá a la presentación de la revista “ABBA”, órgano de expresión de esta cofradía sacramental y penitencial. ABBA aporta al Misterio Pascual del Verbo una visión sensible y expresiva, que tiene como horizonte litúrgico la solemnidad de la Dominica de Resurrección, que es la apoteosis gloriosa del pueblo cristiano. El anuncio del Misterio de la Fe.
El pasado año 2019, a la conclusión de la Vigilia Pascual, esplendente oficio litúrgico en cuyo desarrollo el rito de la luz, la liturgia de la palabra, la renovación de los votos bautismales y la adminis-
tración de la Eucaristía componen un admirable himno a la esperanza, la cofradía del Sacramentado, en colaboración con el Cabildo Isidoriano, llevó a término un piadoso “Vía Lucis”, “Camino de la luz”, compuesto por catorce estaciones.
Poco después de la medianoche, el cortejo recorrió el exterior de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro. Se portó a hombros “Nuestro Padre Jesús de la Esperanza”, pujado a golpe de horqueta, que es la manera más leonesa de pujar un “paso”, en medio de un elocuente silencio. Era la primera vez que una agrupación penitencial ponía en escena este emotivo ejercicio de piedad popular en la Semana Santa de León.
El Vía Lucis es una práctica piadosa muy reciente. Apenas tiene treinta años de vigencia. Si en el transcurso del rezo del tradicional “Vía Crucis”, cuyo día por antonomasia son los viernes de cuaresma, se porta procesionalmente una cruz, símbolo de la Pasión de Nuestro Señor, durante el rezo del “Vía Lucis”, cuyo día por excelencia son los domingos de Pascua, se porta el cirio pascual o un icono de la resurrección de Cristo, tal como lo hizo esta cofradía del Sacramentado. La estructura de uno y otro son muy similares. La antífona que se repite antes de cada estación es la siguiente: “Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos. Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo”.
Rezar, pues, el “Vía Lucis” es compartir comunitariamente la desbordante alegría que representa para un cristiano la Resurrección de Cristo. Sus catorce estaciones, todas ellas gozosas, extraídas de los cuatro evangelios canónicos y de los Hechos de los Apóstoles, comprenden desde la Resurrección de Cristo hasta la Pascua de Pentecostés.
La primera estación del Vía Lucis está tomada del Evangelio de Mateo (28, 6): “¡Cristo vive! ¡Ha resucitado!”. José Luis Martín Descalzo, sacerdote y poeta, en su obra “Razones para la alegría”, publicada en 1986, para la citada estación escribió, entre otros, unos sentidos versos, que componen una bellísima plegaria que comienza de este modo:
El día 1 de noviembre de 1964, festividad de Todos los Santos, en el cementerio romano de Prima Porta, el Papa san Pablo VI pronunció una reconfortante homilía, donde dijo: “No estamos acostumbrados a volver hacia atrás nuestros ojos, y preferimos dirigir la mirada a las aspiraciones e intereses del presente y el futuro. Sin embargo, como hombres y como cristianos, debemos a quienes han vivido antes que nosotros y han construido para nosotros todo lo que tenemos, un tributo de gratitud, de oración y de honor”.
En consecuencia, mis palabras se tornan ahora corona de homenaje y recuerdo emocionado para todos los hermanos y hermanas de la cofradía, cuyas almas ya descansan en las praderas celestes del Reino invisible de Dios. Su ausencia constituye para todos un enorme vacío. Y una profunda tristeza. Y en mi caso, con particular incidencia en cuatro personas muy queridas y entrañables para mí: D. Antonio Viñayo, (+ 13.12.2012), Eulogio Blanco Fernández, (+ 29.12.2012), como dije antes, primer Hermano Mayor de esta cofradía, Francisco Trascasas Rubín, (+ 07.11.2019), y, por supuesto, mi primo, a quien yo quería como a un hermano, Enrique Antonio Val Cayón, (+ 16.02.2019).
Comencé con una cita de D. Antonio Viñayo, Hermano Mayor Honorario de esta cofradía del Sacramentado y Medalla de Oro de la misma concedida en 2003. Con otra cita de D. Antonio concluyo también. Es ésta: “Con los mejores deseos de que todo salga bien para gloria del Señor y prestigio de León”7, lo que expresado de otro modo equivale a decir: que todos los actos que esta cofradía del Sacramentado programe en el futuro alcancen la solemnidad acostumbrada. Éste es mi ferviente deseo. Y, a modo de coda, así lo manifiesto.
Aquí hallan, pues, destino mis palabras. ¡Feliz vigésimo quinto aniversario a todos los componentes de la Sacramental y Penitencial Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los leoneses! Y a todos ustedes, muchas gracias por su atención.
7 CAYÓN WALDALISO, Máximo: “Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno”. León. 1982. Pg. 229.
Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro nos trajiste en las manos la vida verdadera, no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida, sino la inextinguible, la zarza ardiendo que no se consume, la misma vida que vive Dios.
Los disciplinantes – Francisco de Goya
Una PasionEnsonada
Julio Cayón
Papón y columnista de La Nueva Crónica de León
Los historiadores y expertos de la Semana Santa de León –que no son tantos como pudiera parecer, esa es la verdad- se inclinan por una fecha concreta como hipotética matriz de la Pasión urbana en la ciudad. Por otra parte, la data a que se refieren estos estudiosos y analistas es la del 28 de marzo de 1521, si bien, consultado el calendario de la época, podría tratarse del 3 de abril siguiente. Es una posibilidad. En cualquier caso lo que sí está acreditado es la existencia, en una u otra fecha, de una procesión de marcado carácter penitencial nominada como de ‘Los Disciplinantes’, cuya titulatura ya indica por sí misma cuál era la mortificación a la que se sometían quienes participaban en aquel acto público de fe.
A mayor abundamiento –escrito está y así se recoge-, la citada procesión de ’Los Disciplinantes’ “era un espejo de austeridad. Los penitentes, que llevaban una soga al cuello, sin miramiento alguno, golpeábanse con zumbeles de cuero brazos y espaldas, y en su carne florecían, como morados lirios pasionales, los estigmas que les producía tan cruento ejercicio”. Hasta aquí y con los matices correspondientes a la jornada -que los hubo por un suceso paralelo de espadas y sangre- en el epílogo estacional de la manifestación religiosa (“en acabándose de decir las tinieblas”) dentro de la Catedral, lo cierto es que la semilla de la Semana Santa de la capital leonesa es probable que germinara en aquella añada del siglo XVI.
De esta manera, con esa línea primaria de la bárbara recordación del Vía Crucis del Nazareno -previa a su ajusticiamiento- se propicia, en sí misma, la ceremonia final del drama. El cuerpo martirizado del hijo de José y de María debe descansar en el sepulcro horadado en la roca. Jesús, vejado y torturado, había vivido momentos inhumanos según refieren los textos evangéli-
El enclavamiento inferior resultó más doloroso. Colocados los pies del sentenciado, el verdugo rebuscó otro clavo de mayor longitud. El golpe del martillo semejó a un lamento. Sin embargo, no le tembló el pulso al que lo manejaba. Uno, dos, tres, seis golpes… quizá diez dieron paso a que la cruz fuera izándola la soldadesca que participaba en el crimen.
cos. Sin embargo, un testigo anónimo –con voz grave- podría haberlo descrito de esta manera para explicar el último capítulo del Calvario: “No fue necesario que nadie le colocara en el lugar señalado para el martirio. El que iba a ser crucificado cerró los ojos y consintió que los brazos y las piernas descansaran sobre la cruz. Aquellas hermosas manos que tanto habían dado, y aquellos peregrinos pies, cansados de recorrer los caminos, estaban a punto de abrirse en cascada.
El soldado romano tentó la palma derecha de Jesús, acercó el clavo y, con un golpe seco, la taladró. Luego, cargado de odio, asestó varios martillazos más hasta que el leño también quedó herido por la asesina punta. Saltando en cuclillas sobre el torso del reo, repitió la acción en la mano izquierda. Para entonces, la sangre, fluyendo a borbotones, regaba la desagradecida tierra.
El enclavamiento inferior resultó más doloroso. Colocados los pies del sentenciado, el verdugo rebuscó otro clavo de mayor longitud. El golpe del martillo semejó a un lamento. Sin embargo, no le tembló el pulso al que lo manejaba. Uno, dos, tres, seis golpes… quizá diez dieron paso a que la cruz fuera izándola la soldadesca que participaba en el crimen. A Jesús, con el cuerpo vencido, se le desgarraban las carnes por momentos. Pero ni un solo quejido salió de su boca. Atrás quedaba la borriquilla y las palmas, los interrogatorios de Pilatos, los insultos en el patio del gobernador, las burlas y los salivazos de la zafia, ignorante e insolente guarnición romana. Atrás quedaba todo. Y, como estaba escrito, Jesús de Nazaret agonizaba en la cruz. Su crucifixión, para los creyentes, era el horizonte y la esperanza”.
No obstante, dejando a un lado el citado siglo XVI, que coincide con la fundación de la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad el 9 de febrero de 1578, conviene esponjar y recolocar el intelecto, abrir las puertas de la imaginación, romper sus ataduras y volar en libertad ensoñada. Y, volviendo la vista, fantaseemos que en aquel minúsculo y retorcido mapa de calles y callejuelas del León medieval de la centuria undécima, donde cohabitaban casas de desdibujados tapiales con otras de rica piedra labrada, no sería difícil asegurar que el instinto secular de las indoctas y piadosas gentes se ciñera a la conmemoración funeraria de la tragedia del Calvario, superada la hora nona del viernes.
De manera que tómese como referencia, para este mágico sueño secular, la noche del Viernes Santo de la época y admitamos que la iglesia de San Martín (siglo XI), concebida en la calle de la Plegaria, junto a la Plaza Mayor –también conocida en su tiempo como Plaza del Pan-, es el punto de referencia, sobre todo, de los devotos apartados de la vida y de los desheredados por el infortunio, dichosos todos ellos por perpetuar a la vista de los demás y en libertad devota su testimonio inequívoco. Y allí, en la severa y pétrea parroquial ‘sanmartinera’, se concentran arracimados. Unidos. Declina la tarde y la oscuridad propaga sus dominios. Son gente con vestimentas tan raídas como repasadas, tan toscas como misérrimas, y tan austeras que parecen extraídas de los rancios baúles del más franciscano de los cenobios.
Parpadean las primeras estrellas, y la luna, como un velo de seda sobre el firmamento, recuesta su primera palidez sobre el tejadillo de la iglesia que honra la memoria del obispo de la francesa Tours. Acude la noche y se aproxima el recuerdo de dar sepultura al Hijo del Hombre. No hay imágenes que portar. Solo cruces mínimas de asimétrica compostura confeccionadas con cuerdas, y hachas de esparto y cera, impregnadas con viejos aceites del amoroso lar doméstico para iluminar los impenetrables rostros y el camino. Y el silencio. Ese silencio que solo se escucha cuando se reza con seducida piedad. Los penitentes oran y, desordenada, se inicia la democrática procesión del Santo Entierro. Arrebujados unos con otros, mezclados, oliéndose la piel y las ropas, avanzan con lentitud. La ciudad, en esos momentos, es un bálsamo para el alma de aquellos cristianos leoneses.
Delante, un sacerdote revestido con ropajes talares y acompañado de tres acólitos marca el recorrido. Mirando al cielo, ensimismado, porta, cual imperecedero signo sacramental, una recia y espigada cruz, ensamblada con dos irregulares maderos que aún conservan parte de la corteza de cuando, con una afilada azuela y un machado de leña, se les arrancó de la tierra y se les privó de vida. Y detrás, epilogando la manifestación piadosa, los descalzos, los tullidos, los imposibilitados… los desfavorecidos. Pero están todos. La tenebrosidad de las calles se dulcifica con la luz de fuego. Aquellos humildes y primeros cofrades, sin hábito ni túnica, no abandonarán los rezos ni el decoro que exige la conmemoración del enterramiento de Jesús de Nazaret.
Cumplido el recorrido por intramuros de la ciudad concluye –y de igual forma es verosímil aceptarlo desde un punto emocional- una de las primeras procesiones de los tiempos, ajenas al cilicio temerario. Las gentes de corazón sencillo vuelven sobre sus pasos y regresan a los húmedos y grises hogares que les cobijan. El preámbulo de la Semana Santa está escrito. Esa posible huella, esa simiente que florecería al discurrir de los siglos, quizá también fuese el fundamento de la actual Pasión leonesa, de sus procesiones y de sus inquietudes. Al fin y al cabo, el sabio, que permutó su cómoda existencia por una humilde filosofía de vida, dejó escrito “¿Y por qué no?” Tal vez por eso ¿y por qué no? León sea cuna de papones, papones a la leonesa, que bien lo son estas tierras nuestras dos veces milenarias en las que el Camino de Santiago medita su tránsito antes de proseguir la andadura hasta alcanzar Compostela. Papón… ¡Qué palabra tan hermosa!
Cautivos Ante Anas
Manuel Jáñez Gallego
Pregonero de la Semana Santa de León 2016
Cautivo ante Anás, así te sacan de Santo Martino y así te devuelven a tu capilla de San Marcos, con la mejilla amoratada y las manos atadas, pero sin perder la presencia divina que nos emociona cada vez que nos perdemos en tu mirada, vidriosa y triste, con las lágrimas a punto de brotar y el dolor contenido en el escorzo de tu torso inclinado hacia adelante. Cautivo, triste y solo, pero sin perder la esperanza. Qué gran ejemplo nos has dado durante todo este tiempo y qué tarde nos hemos dado cuenta de que nada de lo que Tú haces es en vano, que siempre eres el cómo y el porqué, el ayer, el hoy y el mañana. Cautivo, como estamos nosotros ahora ante ese Anás que dictó sentencia un sábado de marzo de hace más de un año y nos condenó, sin misericordia alguna, a la soledad y al miedo. Nos ató las manos con una soga de tristeza y nos abofeteó el rostro con la saña y el dolor que dejan las ausencias y los vacíos de aquéllos que se fueron en silencio. Silencio, como el de esas calles vacías la tarde de aquel Sábado de Pasión que, como este próximo, se quedarán otra vez huérfanas de Esperanza.
No sé si alguna vez llegamos a imaginar siquiera que, algún día, sentiríamos en nuestra alma cofrade el escozor lacerante de la angustia. No sé si alguna vez llegamos a imaginar siquiera que seríamos nosotros los que rendiríamos cuentas ante un Anás que nos lleva abofeteando tanto tiempo, que ya no sentimos ni los golpes. No sé si alguna vez llegamos a imaginar siquiera que te añoraríamos tanto, Señor, que por verte de nuevo sobre tu altar de hombros doloridos, sobre ese mar azul de túnicas ceñidas y capillos desmayados, seríamos capaces de hacer cualquier cosa que nos pidieses. Que necesitamos verte de nuevo, libre de ese cautiverio que ha sido también el nuestro y que se nos ha hecho eterno e insoportable. Tú, que todo lo puedes, que sabes mejor que nadie cuánto amor se puede transmitir en una mecida, intercede por nosotros. Comparte con tus hijos lo más que amas por encima de todo, el desvelo de esa madre que encierra en su advocación el anhelo de un pueblo que pide a gritos unas migajas de esa hermosa palabra, Esperanza…
Ya nunca te veremos igual, porque cuando todo esto pase y podamos recuperar la vida que teníamos y que, quizás, nunca valoramos lo suficiente, cuando salgamos a conquistar las aceras desnudas, a llenar la brisa de la primavera más papona de las que nunca hemos vivido con el aroma del incienso y las flores frescas, entenderemos mejor que nunca por qué se te empaña la mirada cada Sábado de Pasión, Señor.
Y todo será nuevo y especial. No nos sonarán igual las marchas de La Victoria y tendrá otro furor el pábilo de los cirios y hasta la cera lagrimeará con otra cadencia más festiva. Será más inmaculada la blancura de los roquetes de los monaguillos y en el azul de las túnicas la Luna de Parasceve bordará roleos de ternura para que nadie pierda el compás de la mecida y todo sea aún más lento, más pausado, porque necesitaremos demorar tu regreso a San Marcos, no vaya a ser que Anás vuelva a dejarnos otra vez cautivos y solos. Se abrirán de par en par los portones y sus goznes susurrarán una oración al oído de las piedras de un arco que se pone de puntillas para dejarle más espacio a la emoción. Hasta tu bendita Madre, que te mira cada día desde su altar frente al tuyo, se conmoverá al presentir la devoción y el amor que llevamos tanto tiempo acumulando en nuestros corazones para arrojarlos a tu paso, como una petalada de sentimiento. Ella, que allá por donde pasa va regalando esperanza, que te sigue con la mirada perdida y la pena colgando de las bambalinas de su palio, nos regalará una sonrisa tímida cuando, al mirarnos, entienda cuánto necesitábamos volver a extender mantos de devoción sobre los adoquines inertes.
Así que, hasta que llegue ese soñado momento, nos encomendamos a tu divina presencia, Nuestro Padre Jesús de la Esperanza Cautivo ante Anás, para pedirte que nos enseñes a soportar las consecuencias de este cautiverio y nos bendigas desde tu altar. Y a quienes has decidido llevar contigo durante esta terrible pandemia, les recibas en tu reino de vida eterna y les dejes disfrutar de ese día en el que todo vuelva a ser como antes, como cuando ellos estaban junto a nosotros, esperando impacientes el momento de poner su túnica azul y cubrir su rostro con el capirote para, en silencio, salir contigo a buscar lo único que nunca pedimos y más necesitamos, esperanza.
Sacramentado
María Aurora García Martín
Pregonera de la Semana Santa de León 2017
El asfalto ha mutado los grises por blancos, alfombrando de embriagadores aromas los peregrinos pasos de anónimos caminantes que, a hurtadillas, inspiran robadas bocanadas de azahar tras la mascarilla que les camufla.
Vivimos un tiempo en el que solo los recuerdos marcan los pulsos que nos mantienen hilados al calendario de la vida. Solo podemos soñar con aquello que da sentido al trabajo constante del cofrade. Solo podemos escuchar el redoble que marca el latido de nuestros corazones a través del auricular que hemos cosido a los oídos. Solo podemos sentir el repeluco al mirar la imagen una y mil veces repetida en aquel reproductor que nos acompaña a cada instante. Tengo tatuado en la piel el escalofrío de los sentimientos para no olvidar ni uno solo de mis recuerdos. La nostalgia se apodera, hoy más que nunca, de las letras que derrama mi lapicero, pues solo en tonos grisáceos brotan con fuerza los ecos del pasado.
En esa ensoñación de olores que traspasan los blancos antifaces que hoy cubren a medias nuestro rostro, florece la memoria de una juventud añorada que vio como cobraban vida varias Cofradías de mi querido León. De lo más profundo del ser, de lo más puro de las entrañas, nació María del Dulce Nombre y a su luz, a su reflejo, otras penitenciales pidieron la venia para convertirse en refugio de corazones ávidos de penitenciar sus penas.
Una de esas corporaciones fue Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad Amparo de los leoneses. Su historia oficial comienza en 1993, septiembre según cuentan las crónicas, bajo la atenta mirada de D. Antonio Viñayo. Todo está bien relatado desde aquel momento, pero en mi memoria golpean hoy los recuerdos de sus vísperas postreras, los nombres que pusieron su germen, aunque no recolectasen el fruto.
Viene a mi mente el pasado, como blanco sudario que envuelve los sueños y los dulcifica haciendo desaparecer los sin sabores y rescatando del olvido nombres que hoy casi nadie recuerda sin los que no habría existido futuro. Cierro los ojos para que fluyan con intensidad los sentimientos sin que las antenas de la vida puedan causar interferencias o distorsiones, aunque no hay nada más distorsionado que los recuerdos que se visten de nostalgia.
Una cerveza a deshora, un toquecito en el hombro a destiempo en tardes de estudio, un dibujo, una palabra, una imagen, un capirote, una cruz, una corneta, un amigo Ricardo Somoza.
Richi venía algunas tardes a romper la concentrada desconcentración que respiraban las paredes de la biblioteca de Derecho, entre las que, por aquel entonces, se fundían los cerebros de jóvenes abades. Corría el año 1992. La primavera de aquel año nos había regalado sueños bordados en hilos verdes y negros. A la sombra de La Expo, Sevilla organizó un Santo Entierro Magno que marcaría para siempre nuestros pulsos. Al alba, la Aurora nos descubrió formas de sentir hasta entonces desconocidas. ¿Por qué no sentir de esa misma manera entre callejones llenos de la historia del Viejo Reino de León?
El ímpetu de Richi se equilibraba con la templanza de Javi. Javier y Chus Luque, Eugenio Morchón, Emilio Beltrán, Cesar Diaz…. Jóvenes papones con muchas ganas de tatuar su impronta, de favorecer una evolución involucionada de una semana Santa, la nuestra, que vivía por aquellos años un auténtico cataclismo. Ellos sembraron las semillas de una nueva corporación. Aun eran solo semillas. Para que la floración fuese posible hacía falta agua, abono, y sobre todo jardineros capaces de guiar sus ramas cuando el tallo comenzase a mostrar sus primeros brotes.
El abono llegó en forma de mazazo emocional. La muerte nos miró por primera vez cara a cara, estremeciendo nuestras entrañas y enmudeciendo nuestras gargantas. El 14 de marzo de 1993 Richi se fue sin avisar, sin golpecito en el hombro para decir un hasta luego, dejándonos el alma hecha girones. Las notas que escaparon de las cornetas en Santa Marina se convirtieron en homenaje postrero al tiempo que inocularon en nuestras venas el veneno de Triana.
César entonces coge las riendas de aquel maravilloso proyecto. César Díaz Feo, el “Babayo”, es la persona más perseverante que he conocido nunca. Perfecto hacedor de sueños. Capaz de hacer magia y convertir en oro la nada. César, junto con los que persistieron, visionó una Hermandad potente y, para ello, sabía que necesitaba nuevas manos que remaran hacia el mismo rumbo. Aparece entonces la figura fundamental de Eulogio Blanco, capaz de captar el interés de D. Antonio Viñayo.
De la mano de César, Javi, Chus, Genín, José o Milín llega mi padre Ricardo García Laborda, y se unen también Manuel Pérez Vega, Enrique Val Cayón o Jesús García, entre otros. A partir de aquí las semillas comienzan a dar sus frutos entre los muros de San Isidoro, pero esa historia corresponde contarla a los cronistas. A mí la nostalgia de los recuerdos, el olor de los naranjos que se mezclan con el incienso que emana de la pobre chimenea que coloco en mi ventana, dirige los trazos de mi lapicero hacia el principio del principio. Me lleva a esa juventud llena de ilusión, que sentía que tenía toda la vida por delante. Una vida, una historia tatuada a fuego en la memoria para no olvidar nunca a los que se fueron habiendo sembrado la semilla, pues el fututo no existe sin pasado.
Vivimos un tiempo en el que solo los recuerdos marcan los pulsos que nos mantienen hilados al calendario de la vida.
Alejandro Borrero Moreno OrfebreEL ARTE DE LA ORFEBRERÍA COMO FORMA DE VIDA
Alejandro Borrero en su taller.
En su taller se perciben todo tipo de sensaciones, desde el sonido constante del golpeo de los cinceles contra la plata hasta el calor de los baños donde se calienta la pez; el corte de la madera para realizar el alma de las piezas; los destellos de la plata recién pulida. El taller es el corazón y el alma que alumbran el pausado nacimiento de las obras en sus distintas fases, desde sencillos apuntes preliminares a lápiz y papel, hasta el ensamblaje final de la obra y su terminación.
Por ello, queremos conocer con más detalle este mundo tan apasionante y los orígenes de Alejandro como orfebre: cómo es su día a día en el taller, el proceso para la concepción de cada una de las obras, su proceso de elaboración….En definitiva, adentrarnos en el arte de la orfebrería de la mano de uno de los maestros con mayor tradición familiar en este bello arte.
Corona Virgen del Gran Perdón de Málaga. Diseño: Eloy Téllez.
Cuéntanos tus inicios en la orfebrería Alejandro.
Mis inicios comienzan tras varias visitas al taller Orfebrería Triana de mi tío Juan Antonio Borrero, dónde empiezo a fijarme en todo lo relacionado con este oficio y en cómo se crean las piezas que van formando, a modo de puzzle, los trabajos allí realizados. Es a raíz de ahí y tras hablar con mi tío que empiezo a cursar estudios en la escuela de Artes aplicadas y Oficios Artísticos de Sevilla, siendo mi primer contacto a nivel práctico con esta profesión. Tras dos años en la escuela, empiezo a trabajar en el taller de orfebrería maestrante como aprendiz, siendo habituales las visitas al taller de mi tío como asesoramiento y reforzamiento en mi aprendizaje.
Varios años después entro a trabajar en los talleres sturmio pertenecientes a los hijos de Seco Velasco, dónde experimento también la restauración en obras de patrimonio. Después de crecer en experiencia me traslado a Málaga para montar mi taller en esta ciudad y seguir mi crecimiento en esta profesión ya creando piezas propias. En esos años me incorporo para participar en un proyecto de Talleres de Empleo y casas de oficios de la Junta de Andalucía, en el que participo durante 6 años como monitor de orfebrería del taller de empleo para la Hermandad del Prendimiento de Málaga. Después de 10 años en Málaga me traslado a Sevilla y monto mi taller propio, con el que sigo en la actualidad.
Detalle de pieza de ciria.
¿Quiénes han sido tus maestros?:
Entre mis maestros, por supuesto mi tío Juan Antonio, del cual he aprendido a amar esta profesión desde la humildad y el respeto, el dibujo, fundamental y base para la creación de obras y cincelar acariciando el metal. Otro maestro ha sido Rafael Marín de orfebrería maestrante y, a su vez, también he aprendido de los trabajadores del propio taller, del cual aprendí no sólo a cincelar y diferentes aspectos del tratamiento de los metales, sino la parte de lampistería y montaje. Después he ido adquiriendo conocimientos de forma autodidacta haciendo trabajos de diferentes envergaduras y dificultades, experimentando con cada uno de ellos los retos que me exigían. De los últimos maestros que he tenido Javier García, lo conocí en Ciudad Real y me abrió una nueva forma y perspectiva de ver el trabajo y cómo tratar las chapas con distintas técnicas.
Todos los días sigo aprendiendo, fijándome en los grandes trabajos que ejecutan otros orfebres y no orfebres, de otras técnicas, de otras profesiones, de cómo adaptar a tu profesión tu forma de trabajar y aplicar a tu estilo.
Cómo ha ido evolucionando la orfebrería desde que tú empezaste.
La evolución de la orfebrería desde que yo empecé hasta hoy noto cambios claro, ya son casi 30 años desde que me inicié en la orfebrería. Cuando empecé tenía la sensación de que era todo más artesanal o será que ya me estoy volviendo viejo. Era todo más manual e implicaba más mano de obra. Hoy en día parece que se usan más las nuevas tecnologías y para eso están, como el caso de la impresión 3d.
Detalle de moldura para moldurón.
Detalle corona Virgen del Carmen del Rincón de la Victoria (Málaga). Diseño: Eloy Téllez.
Descríbenos el proceso completo para la ejecución de una obra y cuál es, a tu entender, la parte clave o que tiene más importancia. ¿Suele haber muchos cambios durante su ejecución hasta el resultado final? Desde la idea original hasta el proyecto final siempre hay modificaciones, porque a medida que se van realizando las piezas y se van encajando, la obra está viva y va cambiando para acabar viendo que no es la misma que cuándo empezaste. Ocurre incluso en el diseño, antes de empezar a ejecutar la pieza con los materiales hay cambios y, para mi, la obra siempre está viva y la vas cambiando y adaptando a tus sentimientos. Lo que al principio te gustaba después no te encaja porque ves que pueden ir a mejor con otro detalle o material. Tal vez sea lo que te atrae de esta profesión o una de las que más te atraen. Estás ejecutando una pieza y ésta va transformándose contigo a la misma vez.
¿Cómo ha sido la evolución de tu obra desde tus inicios? Descríbela.
Mi obra ha ido evolucionando tal vez hacia atrás. Hacia los inicios de la artesanía antigua, el buscar lo más posible que la obra esté hecha a mano, el intentar usar cuánta menos tecnología posible. Y esa lucha es de la persona, del artesano contra el material que al final se convierten en uno, dejan de luchar para crear una obra en la que dejas tu personalidad.
¿Podrías decirnos el número aproximado de obras que has realizado hasta la fecha y los lugares por las que las tienes repartidas?
Realmente no sé el número de obras que habré realizado, sé que tengo algunas que me han marcado pero no tengo conciencia del número de obras que he realizado.
¿De qué obras te sientes más orgulloso y cuáles, si es que las hay, enfocarías de otra manera si tuvieras que volver a ejecutarlas?
Te contesto primero la segunda parte de la pregunta. Siempre te queda el cambiar cuando terminas una obra. El decir esto lo haría de otra manera, aquí le pondría otra ornamentación, ésto quedaría mejor con este otro detalle. Supongo que al ir aprendiendo de la realización de la propia obra, al acabar quieres plasmar lo aprendido en la misma obra.
De las que más orgulloso estoy, en las que más me reflejo son la corona del Mayor Dolor de Málaga y la corona de la Virgen del gran perdón de Málaga. Son dos obras en las cuales me tuve que emplear en todos los sentidos. En aquella época, en la cual visto a día de hoy estaba empezando, tenía más ganas que profesión.
¿Hay alguna obra o proyecto que te haría especial ilusión realizar o que, teniéndolo diseñado, todavía no hayas podido materializarlo?
Pues me haría ilusión hacer un proyecto de sagrario que es algo que aún no he hecho. He visto hacer en el taller de mi tío alguno y me atraía la mezcla de arquitectura con metales y otros materiales. La complejidad arquitectónica y las posibilidades que te ofrece en la ornamentación.
Corazón de siete puñales. Diseño propio.
A día de hoy, ¿cómo ves el mundo de la orfebrería y hacia dónde crees que puede evolucionar en el futuro?
La orfebrería a día de hoy creo que está en un resurgir y que hay trabajos muy, muy bellos y muy complejos, si bien es verdad que se están usando las nuevas técnicas en demasía, te ayudan bastante a eso. Creo que se están haciendo unos proyectos de gran calado que, con el paso del tiempo, tendrán un valor artístico bastante importante.
Imaginamos que, como buen amante de la Semana Santa, tendrás tus hermandades y tus devociones. Háblanos un poco de ellas y de tu trayectoria cofrade.
Bueno yo nací en Triana y me he criado en Triana. Es lo que he vivido. Soy devoto de la Esperanza de Triana y para mí es lo que he llevado siempre conmigo. También tengo un especial cariño y devoción con todas las hermandades que he trabajado y las llevo conmigo.
Relieve de rostro de Jesús.
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Hoy en día estoy trabajando con hermandades tanto de Almería, un proyecto de varios años, respiradero, peana, faroles y demás enseres, como también con distintas hermandades en pueblos de Sevilla, Cádiz y Málaga, así como con particulares.
¿Dónde se puede contemplar tu obra? ¿Hay alguna exposición?
Mi obra se puede contemplar en la calle, en Semana Santa, aunque por desgracia llevamos dos años que no salen las Hermandades por la pandemia, pero creo que es donde mejor se presta a ser vista la obra, y que la gente la vea en procesión.
¿Qué sueños o aspiraciones te quedan por cumplir?
Aspiraciones que me quedan: todas. Yo me levanto todos los días con ganas de trabajar y de que me salga algún trabajo con nuevos retos, porque cada día son nuevos retos a los que me enfrento y eso me hace sentir que no hay fin.
Pieza con diseño de rocalla para cruz de guía.
EL LARGO RECORRIDO DE LAS BANDAS DE CORNETAS: TREINTA AÑOS BRILLANTES EN DO-RE:
(DE OCTUBRE DE 1991 A OCTUBRE DE 2021).
Miguel Ángel Morán González
Doctor en Filología Hispánica y profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Legio VII
A la memoria de FEDERICO FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, tambor insigne del Dulce Nombre de Jesús Nazareno.
Festividad del Corpus Christi. León, 1990: La banda de cornetas y tambores de la cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno subiendo por la calle Ancha. El Jefe de banda alza la corneta en señal de comienzo de marcha.
Cuando actualmente en León se escucha una banda de cornetas y tambores, sea en procesiones o en conciertos, uno tiene la sensación de que siempre ha existido tal cual las conocemos ahora. No obstante, todo es cambiante, pues el peso de la evolución trasciende al de la tradición. Aunque la Semana Santa perdura en el tiempo por una tradición de siglos, su puesta en escena, el enfoque del presente y la influencia que recibe de otros lugares han dado lugar a que la celebración de la Pascua sea diferente.
Este año de 2021 la banda de los Bomberos de Málaga cumple 110 años de vida. Es la única formación que, por cierto, ha sobrevivido a dos pandemias: la gripe española de 1918 y al actual Coronavirus. Ellos forjaron un modelo de banda que, con el paso del tiempo, terminaría por
aclimatarse en la geografía española. Las bandas norteñas, aferradas a las bandas y toques militares, finalmente adoptaron el sonido de las formaciones del Sur.
Precisamente fue la banda de cornetas y tambores de la cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno la primera en adoptar el nuevo estilo en Castilla y León.
Llegado el mes de octubre de 2021 se cumplirán treinta años desde la incorporación de las cornetas en Do-Re de tono brillante. Octubre de 1991 significó el inicio de una nueva era que, indudablemente, cambió el curso de la música cofrade leonesa y, por extensión, del Norte peninsular.
Anterior a esa fecha primaba la música militar en los desfiles penitenciales. Su esquema musical eran cornetas afinadas en Do-Si bemol; pero para los músicos cofrades, ajenos a conocimientos musicales, eran simplemente “cornetas”. Tampoco se hablaba de grupos de voces, pero habría que subrayar que existían dos grupos: las denominadas cornetas llaves y los bajos. Sobre los primeros se sustentaba una simple melodía reforzada a veces con un requinto. Los tambores, más numerosos que el grupo de viento, marchaban sobre el compás de cuatro por cuatro bajo el ritmo onomatopéyico del rau-tau-tarau-plau. El inicio de una marcha quedaba supeditado al aviso del corneta y a varios giros de su instrumento en mano.
El Corpus Christi de junio de 1991 marcó el final de una era, siendo la marcha La Expiración, de Alberto Escámez López, con la que paradójicamente culminó esta prolongada etapa.
Algunos de los presentes fundadores de la banda del Santísimo Cristo de la Victoria tomaron la iniciativa de aclimatar la nueva corneta y el esquema musical de las bandas andaluzas.
Las diferencias entre estos dos tipos de cornetas son notables: Al cambiar el transpositor de la llave de Do a Re aumentamos un semitono mientras que desciende con la afinación en Si. Además se adaptó la división de los instrumentos por voces, simulando un coro polifónico. Es lo que se denomina “estilo de la Policía Armada de Sevilla”. Las marchas se comenzarían a montar a partir de este momento a cuatro voces de corneta rigiéndonos por su partitura original. Este fenómeno se incorporó a partir del año siguiente, no solo en el resto de bandas leonesas, sino también en las de Zamora, Palencia, Valladolid, Salamanca, etc.
Con el cambio de las cornetas en octubre de 1991 surgieron también los primeros segundas, terceras y cuartas voces. Las antiguas marchas militares se fueron eliminando del repertorio, dando entrada a composiciones clásicas y modernas de corte religioso. Desaparecieron piezas arcaicas como San Pedro, Saeta, Ave María… Es importante reseñar que en León, la primera marcha en acoger el nuevo estilo fue Cristo de las Siete Palabras (1985), del gaditano Luis Alfonso Miraut Lago. Acto seguido se montó Cristo del Amor (1944), de Alberto Escámez, que sonó por vez primera en León en la Semana Santa de 1992. Concretamente, esta es una de esas marchas que llevan sonado ininterrumpidamente desde hace casi treinta años.
Sin embargo, el estilo sigue evolucionando y las marchas deben adaptarse a los nuevos tiempos. Posteriormente, la banda de la Victoria incorporó otro grupo de primeras voces, denominado primera quinto o melodía. Hay que añadir que la cuarta voz de corneta terminó desapareciendo porque fue sustituida en principio por trompetas. Son muchos los cambios experimentados hasta llegar a la actualidad puesto que, en tan solo dos décadas, las trompetas serían sustituidas por fiscornos de válvulas. Con esta instrumentación la banda graba su primer trabajo discográfico. Después terminaron siendo sustituidos por cornetines ingleses, instrumento ya obsoleto que fue reemplazado nuevamente por trompetas Stomvi. Junto a esta instrumentación se incorporaron fiscornos bajos, que también con el tiempo fueron suplantados por trombones tanto de varas como de pistones y por bombardinos, por ser estos más cómodos de manejar. Finalmente, las últimas incorporaciones en cuanto a instrumentación se refiere han sido las tubas y las trompas, dotando de mayor ornamentación instrumental el antiguo estilo de la Policía Armada. En este vertiginoso ir y venir de instrumentos, la cuarta voz es sobre la que recae el mayor peso musical, aunque sin olvidar que es la voz de las cornetas la que define el estilo frente a otros.
En el terreno de la percusión también ha habido notables cambios en estos treinta años. Así, el paso lento tradicional llegó a su fin en el Corpus Christi de 1991, siendo sustituido por el de la banda de la Policía Armada de Sevilla a partir de la Semana Santa de 1992. Es a partir de ese año cuando se busca un sonido más bronco, acorde al acompañamiento fúnebre que conllevan las sagradas imágenes. Por su parte, también se acoplan de manera general en los tambores las cajas chinas o palilleras, desarrollando un contrapunto entre ambos instrumentos. Tampoco se detiene la evolución en el apartado de la percusión; de hecho, las últimas incorporaciones para desfiles procesionales y conciertos han sido las campanas tubulares y los platillos. Es el caso del estreno de la marcha Aquella Virgen de la calle, de Nicolás Turienzo Robles, dedicada a la Dolorosa del Mercado con motivo de la restauración del tejado de su parroquia.
Silencio
Así como del fondo de la música brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen.
Octavio Paz
Carlos Javier Blanco Rodríguez
Subdirector Banda De Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Victoria
Has llegado, ya estás aquí de nuevo, fiel a tu cita con la primavera vuelves año tras año con paso firme y ligero, pero en esta ocasión envuelta en silencio.
En esta extraña cuaresma no habrá cornetas pregoneras que anuncien que por fin has vuelto. El eco de los timbales no marcará el compás de tu regreso. Los tambores han enmudecido y su bronco sonido ha sido silenciado por la tragedia de todos aquellos que se han ido, arrastrados por esta plaga que ha recordado a los hombres la fragilidad de la que están hechos.
Los pasos dormirán un año más sumidos en este extraño letargo en el que se han visto inmersos, y los tronos no dejarán su encierro para recorrer los rincones y plazas portando la imagen de Dios hecho hombre.
Una Semana Santa nos espera cargada de fe y, sobre todo, de silencio. Silencio sí, pero no de un silencio penitente, sino de un silencio impuesto por la tragedia que nos envuelve y que tanto nos ha robado en tan poco tiempo.
Cartel Semana Santa 2021
Puerta de acceso Patio de Santo Martino (Basílica de San Isidoro)
Detalle sede social Banda Victoria
Este año todo será distinto, y cuando llegue nuestro Sábado de Pasión no será un sábado de ilusiones, reencuentros y, por encima de todo, nervios. No habrá levitas ni gorras blancas; tampoco túnicas azules ni capirotes que pellizcan el cielo. Será un sábado extraño, vacío, marcado por el silencio y los sueños rotos, truncados por esta maldita enfermedad que tanto daño ha hecho.
Llegada la hora no se abrirá el portón en la recoleta Plaza para que podamos ver de nuevo la silueta de Cristo humillado ante la mirada inquisitoria de Anás. La Marcha Real no sonará de nuevo, y la túnica blanca del Señor no se mecerá al son del peculiar paso que marcan sus braceros.
Sacramento no sentirá la algarabía de los que, expectantes, esperan el paso del cortejo y la Plaza de San Isidoro se sentirá sola y vacía, invadida por este maldito silencio. La estrechez de la Rúa no se verá envuelta de una nube de incienso y San Martín no será escenario de la devoción de un pueblo.
De vuelta, frente a la pequeña capilla, teatro donde el telón de la emoción se abre y da rienda suelta a la ilusión del momento, no habrá pleitesía al Cristo de las Batallas y las emociones serán prisioneras de este insoportable silencio.
Cristo, como sucede todos los años, volverá a morir en la Cruz, pero nuevamente lo hará en el más absoluto silencio. Las calles estarán vacías de papones nazarenos; la cera no se habrá encendido y no se percibirá el aroma del incienso.
No seremos sorprendidos en la esquina de una calle por la imagen dulce de María siguiendo los pasos de su hijo que, llevando la cruz a cuestas, camina lentamente hacia el altar de su sacrificio. La música se hará silencio, impotencia ante la desolación de la enfermedad, y sólo quedará el deseo de que pase cuanto antes esta pesadilla para que una nueva primavera venga cargada de todo aquello que nos ha sido robado, los papones inunden las calles y plazas, las imágenes venerandas impartan su catequesis de fe y la luna de Parasceve ilumine con más fuerza que nunca la trágica noche del Jueves Santo.
Por delante un año de incertidumbre sí, pero de anhelo por una próxima Semana Santa libre de este silencio en la que la ilusión vuelva de nuevo. Un año de esfuerzo para que, llegado el momento en que se abra de nuevo la puerta de los sueños, la música de la Victoria brote de nuevo y acompañe a Jesús Cautivo en el caminar junto a su pueblo.
“Sacramental y Penitencial Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los leoneses”
OFRENDA FLORAL A LA COFRADÍA DE ÁNIMAS Y SANTO CRISTO DE FUERA DE SAN MARTÍN REALIZADA EL SÁBADO DE PASIÓN DE ESTE AÑO 2021
José Manuel Rubio Sotillo
Hermano mayor
Nuestra Hermandad, que nace en 1605 y se fusiona en 1975 con la Sacramental (fundada en el siglo XVI) que radicaba en el templo parroquial de San Isidoro, una de las primitivas iglesias de la ciudad de Sevilla, erigida por Don Remondo, el primer obispo de Sevilla tras la conquista de ésta por el Rey San Fernando en el siglo XIII, es una asociación pública de fieles católicos bautizados que tiene como fines: el culto a Jesús Sacramentado y a sus Sagrados Titulares, que son el Misterio de las Tres Caídas (pasaje fundamentado en el Evangelio pero que procede del Vía Crucis) y los Dolores de Nuestra Señora bajo la advocación de Loreto; la formación de sus hermanos y la práctica de la caridad.
Los hermanos de las Tres Caídas efectuamos, como el acto de culto público más importante, la Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral en la tarde del Viernes Santo, acompañando a sus Sagrados Titulares por las calles de Sevilla, revestidos con sus hábitos nazarenos negros de cola y cinturón de esparto, en silencio, mientras meditamos los misterios de la Pasión del Señor.
La Hermandad, con más de cuatro siglos de historia, ha sabido adaptarse a las distintas épocas sin perder su espiritualidad, con clasicismo, que se traduce en austeridad y seriedad, con naturalidad y sin afectación.
Ahora, en un mundo en que se ponen en tela de juicio los fundamentos morales y religiosos de nuestras sociedades, la Hermandad de las Tres Caídas de San Isidoro sigue fiel a los fines fundacionales reseñados, dentro de la Iglesia Católica y al servicio de la misma, ayudándola a ser la continuadora en la tierra de la misión de Cristo. Toda esta realidad actual, transmitida desde el pasado por la tradición, es la que os invito a que conozcáis, en esta sencilla reseña histórica que os envío a petición de vuestro Hermano Mayor.
La actual cofradía, cuyo título completo es “Antigua e Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento, María Santísima de las Nieves y Ánimas Benditas del Purgatorio y Pontificia y Real Archicofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, Nuestra Señora de Loreto y Señor San Isidoro” es, como antes comentaba,
LA HERMANDAD San Isidoro DE EN SEVILLA
el resultado de la unión, mediante Concordia otorgada en 1975 y confirmada en 2009 con la fusión definitiva, de dos antiguas corporaciones existentes en la Parroquia de San Isidoro.
La primera de ellas, conocida de antiguo como la Hermandad Sacramental de San Isidoro es, a su vez, producto de la fusión de otras dos, denominadas: Ilustres y Antiguas Cofradías Unidas del Santísimo Sacramento, María Santísima de las Nieves y Ánimas Benditas del Purgatorio, aprobándose sus Ordenanzas por el Real y Supremo Consejo de Castilla en 26 de mayo de 1788. De un lado nos encontramos pues, en su origen primigenio y derivada de la consideración Parroquial del templo donde se erigió, la primitiva Hermandad Sacramental, cuya fundación data de 1526, por la dama toledana y Sierva de Dios Dª. Teresa Enríquez, cuyo celo infatigable en la devoción eucarística le valió el sobrenombre de “La Loca del Sacramento” (actualmente ya en la Diócesis de Toledo se ha iniciado su proceso de beatificación). A la misma, se agregaría en razón de la coincidencia del doble carácter de muchos de sus hermanos, la Hermandad de las Ánimas Benditas, fundada en 1528.
La Hermandad Sacramental goza de un exquisito patrimonio artístico tanto en objetos de culto (Custodia litúrgica, Manifestador para exponer la Custodia, Custodia de asiento o procesional, Guión, estandarte, cálices, copones, etc…) así como en obras de arte pictóricas o escultóricas, entre las que brilla con luz propia el barroquísimo retablo de su Capilla, atribuido a Jerónimo Balbás y Duque Cornejo, considerado la mejor pieza de su género de las existentes en la ciudad hispalense.
De otro lado, figura la Hermandad penitencial de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, cuyos orígenes históricos tenemos que buscarlos casi con toda certeza en el convento de San Benito de la Calzada a comienzos del siglo XVII. Corre el año de 1605 cuando un grupo de fieles sevillanos se acoge bajo las advocaciones de las Tres Humillaciones y Madre de Dios del Arco con el fin de fomentar las obras de caridad en nuestra ciudad. De aquí pasa en poco tiempo a la iglesia de San Roque donde se pone bajo el patronazgo del gremio de “los fieles montados de las casas grandes”, convirtiéndose así en una de las tantas hermandades gremiales que florecieron durante la decimoséptima centuria. Viendo la Hermandad de los Cocheros su pronto crecimiento, en 1632 asumió la necesidad de adquirir una imagen titular que correspondiera iconográficamente al título de las Tres Humillaciones. Pedro Nieto Montañés fue el encargado de llevar a cabo la hechura de la primera imagen que veneraran los Cocheros, en pasta de madera, y con la túnica pintada de púrpura, costando el trabajo 600 reales. En 1638, la Hermandad vive un nuevo traslado de templo, esta vez a la iglesia de Santiago, donde una serie de circunstancias marcarían el devenir histórico de la corporación.
Con el cambio de sede de 1638, la imagen del Señor comienza a arraigar fuertemente en la devoción popular de la feligresía de Santiago. Años después, en 1668, y con el objeto de mejorar las condiciones del culto y la autonomía con respecto a la Parroquia, la Hermandad decide trasladarse a la Parroquia de San Isidoro. Se narra el curioso hecho de que el párroco de Santiago, viendo como su templo se quedaba sin tan devota imagen, la sujetó a la reja de la capilla que ocupaba mediante unas cade-
nas, impidiendo el traslado de la misma junto con la hermandad a su nueva sede, que a la postre sería la definitiva. En el último tercio del siglo XX, bajo el pontificado del cardenal Bueno Monreal, la Hermandad consiguió le fuese devuelta la primitiva imagen, que hoy preside la Sala Capitular de la Casa de Hermandad ya oportunamente restaurada.
El hecho narrado, junto al mal estado en que se encontraba la que se quedó en Santiago, provocó la decisión de la junta de gobierno de encargar la hechura de una nueva imagen de Nuestro Señor al escultor Alonso Martínez por el precio de 1550 reales, en el mismo año de 1668. Alonso Martínez muere poco después, siendo opinable que llevara a cabo su último encargo, aunque la mención en su testamento de unas cantidades que debía cobrar de la hermandad por la talla que hizo parece abonar la tesis de la conclusión total de la imagen. En 1687 se concierta con el escultor Francisco Antonio Gijón la hechura de un paso completo con el Señor caído en tierra y Simón de Cirene, aunque documentalmente solo consta como obras ejecutadas dichas andas (desaparecidas durante la invasión francesa) y la imagen de Simón Cirineo. La desaparición de las andas de Gijón afortunadamente no fue total. En el año 2009 se decide bajar una pareja de ángeles que se encontraban a gran altura en el ático del retablo de la Capilla de la Cofradía, vislumbrándose desde ese mismo instante su indiscutible calidad. El profesor Roda Peña los atribuyó de inmediato a la mano de Francisco Antonio Gijón, afirmando su procedencia del desaparecido paso ejecutado por el maestro utrerano.
El traslado a la Parroquia de San Isidoro significó para la Hermandad el comienzo de una época dorada donde creció en devoción y patrimonio, obteniendo en 1717 la propiedad de la Capilla que hasta hoy ocupa.
Durante todo el siglo XVIII continúa la labor de engrandecimiento de la Hermandad. Es en esta época donde pierde el carácter gremial que, hasta entonces, poseía. Curiosamente, son ahora los señores de aquellos cocheros los que se hacen con el gobierno y dirección de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, que decide cambiar el título de su dolorosa de Madre de Dios del Arco por la advocación de origen italiano de Nuestra Señora de Loreto, basada en la tradición piadosa de que la Casa de la Virgen en Nazaret fue trasladada por ángeles a Loreto (Italia). Su fiesta litúrgica se celebra el 10 de diciembre. Posiblemente con el cambio de título viniera también el cambio de talla, que sería ejecutada en el año 1717, según consta en el Libro de caja, por los pagos hechos al “maestro que hizo la Virgen”, sin que aparezca la autoría. En el año 2015 ha sido restaurada por D. Pedro Manzano.
Fue sin duda el XVIII un siglo de esplendor porque es más que probable que en esa época -en la que la Estación Penitencial anual dependía exclusivamente de los recursos económicos propios- fuera la cofradía sevillana que salió consecutivamente durante más años, lo que da idea del florecimiento de la Hermandad en dicha centuria.
No ocurriría lo mismo en el siguiente siglo XIX. La invasión napoleónica supone la desaparición del paso tallado por Ruiz Gijón, si bien la Hermandad consigue salvar las imágenes. Al renacimiento de la hermandad tras la Guerra de la Independencia contribuyó, de manera altamente significativa, el celo de un gran Hermano Mayor, D. Diego Tixe. En 1850 ingresaron como hermanas la reina regente María Cristina y su hija, la futura Isabel II. También fueron significados hermanos en esta época los Duques de Montpensier. Vestían los nazarenos por entonces túnica y antifaz de merino blanco con capa morada. En 1872 el hábito nazareno, del que se conservan algunos testimonios fotográficos, fue sustituido por túnica y antifaz negros con capa de raso del mismo color.
Llegado el siglo XX, en 1902, la cofradía adopta el hábito nazareno actual, túnica negra de cola y antifaz del mismo color con cinturón ancho de esparto. En 1920 S.S. Benedicto XV nombra a la Santísima Virgen en su advocación de Loreto patrona de la Aviación Mundial, confirmándose en España poco después. En 1926 el vuelo trasatlántico del Plus Ultra entre Palos de la Frontera y Buenos Aires (pilotado por Ramón Franco, Pablo Rada y Julio Ruiz de Alda) fue el desencadenante de un feliz acontecimiento: la donación a la Virgen de la silueta en oro del hidroavión “Plus Ultra” por la dama argentina Dª. María Gonzalo Cabot, que desde entonces porta en su mano. Nuestra Señora de Loreto fue el punto de mira hacia donde fueron todas las muestras de agradecimiento por tan venturoso vuelo. Fue en ese mismo año cuando la Virgen, en su advocación de Loreto, fue nombrada patrona de la Aviación Española. Desde entonces nuestra Hermandad está profundamente vinculada con el Ejército del Aire, y éste con su Patrona, a la que ha ofrendado en numerosas ocasiones diferentes enseres de uso personal de la Santísima Virgen como reconocimiento de su patronazgo (sobre todo la espléndida Corona de salida solemnemente impuesta en febrero de 1950).
Precisamente, desde finales de la década de los veinte hasta, aproximadamente, la de los cincuenta, la Hermandad realiza una renovación completa de sus pasos procesionales, tomando la Cofradía el aspecto fastuoso que hoy conocemos. El paso del Señor fue tallado y dorado por Francisco Ruiz Rodríguez “Curro el dorador” (destacado cofrade de nuestra hermandad) entre 1940 y 1941. Desde 1929 el mismo artista y cofrade intervino en el diseño del paso de Nuestra Señora de Loreto, cuyos bordados y orfebrería son de inspiración oriental y sin figuras humanas.
En la década de los ochenta, nuestra hermandad ha pasado por circunstancias difíciles, motivadas por el hecho de la necesaria labor de restauración de la fábrica de la Parroquia, viéndose forzada a trasladarse, siempre junto con ésta, a un local en la calle San Isidoro, y a realizar la Función Principal de Instituto en la Iglesia de San Alberto de Sicilia (Padres Filipenses), y la Estación de Penitencia del Viernes Santo desde la iglesia de la Anunciación. Finalmente pudo regresar a su templo en diciembre de 1990, felizmente terminadas las obras pertinentes gracias al celo de su entonces Párroco y Director Espiritual D. José Luis Peinado Merchante.
Desde entonces y hasta nuestros días, la Hermandad pudo retomar de nuevo el esplendor de sus cultos, con el montaje de altares efímeros, sobre todo para la Novena del Señor, recuperar los Besamanos y Traslados, así como añadir más realce a los cultos al Santísimo Sacramento, destacando el montaje del Monumento del Jueves Santo en la magnífica Capilla del Sagrario o Sacramental y la Procesión Eucarística.
Este es un breve recorrido por las vicisitudes más importantes que ha sufrido nuestra corporación a lo largo de sus más de cuatro siglos de existencia. Nos une con vosotros la devoción y admiración por la insigne figura de san Isidoro. A su mediación encomiendo a ambas instituciones, para que sigan siendo eficaces instrumentos para la Iglesia en las diócesis de León y Sevilla, respectivamente.