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El Otro
su obra más conocida, El Principito. Para realizarlo, el artista utilizó un tronco de casi 500 kilos procedente de los árboles talados en la Alameda, que ha convertido en una obra simbólica e interactiva en la que aparecen representados diversos personajes del libro y varias oquedades. A través de una de ellas, realizada a la altura de un niño, se puede ver la puerta de la Fonda del Sol: representa la imaginación, la aventura. Otro orificio, a la altura de un adulto, refleja el ojo del que mira, en alusión a la mirada «viciada» de los mayores «que todo lo que ven asocian consigo mismos», declara su autor.
Y es que la mirada de Antoine de Saint-Exupèry es amplia, elevada, como el cielo por el que amaba volar; profunda para descubrir la grandeza en lo pequeño. La importancia de la infancia, cuyo recuerdo siempre está presente en el escritor, es el eje de El Principito y nos obliga a ver el mundo con la mirada de un niño, la única capaz de distinguir lo verdaderamente importante.
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En la novela, el zorro le dice al Principito: «No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».
Merece la pena darse una vuelta por Churriana y conocer este rincón en el que el escritor y sus compañeros, intrépidos pioneros de la aviación, descansaban en su peligrosa ruta Toulouse-Casablanca transportando el preciado correo postal.
Maritina Romero Ruiz
Todos, en mayor o menor medida, nos sentimos vulnerables ante lo desconocido. Nos sentimos inseguros ante ese Otro que padece una enfermedad contagiosa, que es drogadicto o enfermo mental, ante el mendigo del metro o el inmigrante; incluso ante el que profesa ideas religiosas o políticas diferentes a las nuestras. Tememos que nos quiten el trabajo, nos contagien, nos roben, se casen con nuestros hijos o nos molesten. Sentir miedo es normal, de hecho es un instinto que ha permitido sobrevivir a la especie y también es cierto que la maldad es implícita al ser humano; pero nos protegemos tanto, que evitamos acercarnos y conocer, prejuzgando injustamente al extraño, por miedo algunas veces y otras porque es más fácil mirar para otro lado. Encerrados en nuestro confortable caparazón, estamos a salvo.
Como sociedad, también nos estamos volviendo cada vez más individualistas. Nos creemos en posesión de la verdad y el centro del mundo. Ahora, debido a las circunstancias, más que nunca nos estamos alejando del Otro, sea diferente o no. Porque solo nos importa lo nuestro, nuestro “pedacito”.
Necesitamos salir de nuestra burbuja de comodidad, conocer para perder el miedo, para enriquecernos como personas, en definitiva, para ser mejores, más humanos.
Maritina Romero Ruiz