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Los cultos de la Cuaresma: Vía Crucis

EJERCICIO DEL SANTO VÍA CRUCIS. POR LA SEÑAL…

Al llegar la Cuaresma, retomamos de nuevo el ejercicio penitencial del Vía Crucis. El devoto rezo de las Estaciones de la Cruz ayuda a renovar nuestro recuerdo de los sufrimientos de Cristo en su camino desde el praetorium de Pilato, donde fue condenado a muerte, hasta el Monte Calvario, donde por nuestra salvación murió en la cruz.

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El origen del Vía Crucis se remonta a Jerusalén, en los primeros siglos del cristianismo, y como consecuencia natural e inmediata de la Pasión de Cristo. El Camino de la Cruz se convirtió en la meta de numerosos peregrinos, que acudían a vivir en primera persona la meditación bíblica, mientras recorrían los verdaderos escenarios de la Pasión del Señor en la Vía Dolorosa.

El Vía Crucis, es la oración meditada sobre los acontecimientos ocurridos en ese camino de Cristo, al que se añaden el hecho de su muerte en la cruz, el descendimiento de la misma y su sepultura. Esta oración de penitencia y arrepentimiento, se van intercalando catorce meditaciones, que se llaman «estaciones», porque los que hacen este ejercicio de piedad se «estacionan» o detienen unos momentos para meditar en cada uno de los siguientes acontecimientos o escenas. La finalidad de las Estaciones es ayudarnos a unirnos a Nuestro Señor haciendo una peregrinación espiritual a la Tierra Santa, a los momentos más señalados de su Pasión y muerte redentora.

Esta devoción es de gran importancia para la vida cristiana. Nos da la oportunidad de recorrer la Vía dolorosa contemplando la pasión y muerte de Jesús, nuestro Salvador.

No sabemos cuándo surgieron las Estaciones según las conocemos hoy, ni cuando se les comenzó a conceder indulgencias pero fueron los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis, con el número de catorce estaciones, ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados de Tierra Santa.

La cantidad y el contenido de las Estaciones oscilaron entre siete, que conmemoraban las caídas del Señor en el camino del Calvario, como símbolo (no olvidemos que el siete es número de plenitud) del sufrimiento de Cristo y del cristiano; doce, dieciocho, como era costumbre en Polonia; diecinueve, veinticinco, veintisiete, como se señalan en Perú en 1659, y hasta treinta y siete.

De las siete caídas sólo se conservan tres (tercera, séptima y novena estaciones), porque las otras cuatro coinciden con el encuentro con su Madre, Simón de Cirene, la Verónica y las mujeres de Jerusalén (cuarta, quinta, sexta y octava estaciones respectivamente).

Se concede indulgencia plenaria a los fieles cristianos que devotamente hacen las Estaciones de la Cruz. Ya sea públicamente o en privado, siempre que se hagan de corazón y con sincera intención de conversión.

No podemos olvidar que el viacrucis es ejercicio devocional contemplativo que los fieles utilizan para orar a Dios, para adorarlo, para darle gracias y para incrementar su amor hacia Él en su imitación.

El vía crucis bien hecho nos ayuda: a meditar en la Pasión de Cristo, valorando la seriedad de su entrega redentora, a interpretar la historia contemporánea de la Humanidad como participación en este camino doloroso de Cristo, a solidarizarnos personalmente cada uno de nosotros tanto con el camino de Cristo como con el de la Humanidad sufriente.

El Viernes Santo de 1991, el Papa San Juan Pablo II, creó un nuevo viacrucis con 15 estaciones basadas en momentos del Nuevo Testamento, ya que el primigenio se basa en pasajes recogidos de la Tradición cristiana, algunos recogidos en los evangelios apócrifos, entre los que se encontraban el encuentro de Jesús con María, su madre y el acto en el que la Santa Mujer Verónica le enjuga el rostro a Jesús. Este nuevo viacrucis comienza con la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní y finaliza con la Resurrección de Cristo. Fue un intento de acercar ecuménicamente a todas las confesiones cristianas, y aunque se usa alternativamente al tradicional, en ningún caso lo ha sustituido.

Para meditar a solas en la pasión de Jesús, ¿cómo se realiza este ejercicio cuaresmal y penitencial?

Comenzamos el Santo Vía Crucis de rodillas, haciendo la señal de la cruz. Rezamos el Acto de Contrición. Nos ponemos en la presencia del Señor, para acompañarlo en el camino del Calvario y para ganar las indulgencias bien para nosotros, o para las almas en el Purgatorio.

En cada estación hay una invocación, reconociéndonos pecadores e implorando

el perdón y la misericordia de Dios; 1ª ESTACIÓN: «Jesús es condenado a muerte». Y se contesta: Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador. Amén.

Sigue la lectura de una cita bíblica; después una reflexión para meditar en cada momento y una súplica para nuestra vida diaria.

Se acaba con esta aclamación: Señor, pequé, (se golpea en el pecho) tened piedad y misericordia de mí. ¡Bendita y alabada sea la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los dolores y angustias de su Santísima Madre, triste y afligida al pie de la Cruz. Amén!

Y se reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria, mientras caminamos física o espiritualmente hacia la estación siguiente. Puede incluirse algún breve canto de perdón y arrepentimiento entre cada estación.

Tras la última estación se rezan por las intenciones del Santo Padre y para ganar las indulgencias del Vía Crucis, y se hace un canto final. En el seguimiento de Cristo, él no invita a negarnos a nosotros mismos y a cargar con nuestra cruz de cada día. Pidámosle al Señor que sea nuestro cirineo, que nos ayude a subir al calvario y, morir allí a nuestro hombre viejo (pecado) y revestirnos del hombre nuevo (Cristo Resucitado). Amén. •••

Jesús Gonzalo Conesa Rosique

Sacerdote

La procesión

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