Murcia Semana Santa 2020

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Literatura en nuestra Semana Santa

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE MURCIA (EVOCACIÓN LÍRICA) Pbtro. Enrique Antolínez Pastrana (Primavera de Murcia, hacia 1956)

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a ciudad de Murcia ha sido a través de los siglos, toda una fuente de inspiración para versados literatos, trovadores o poetas. Quizá, en primavera, cuando se adorna con perfumes y flores cada rincón, plaza o jardín, cuando las calles quedan repletas de efigies barrocas de los más grandes escultores; de nazarenos de austeras túnicas recogidas a la cintura, enaguas con encaje y medias bordadas; cuando suenan los tambores destemplados, se iluminan los cirios rojos y relucen las mantillas negras; Murcia se transforma en una musa literaria irresistible. Existen un sinfín de ejemplos, pero en este número de nuestra revista publicamos un hermoso texto, un bello pregón redactado en la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando aquellos se emitían a través de las ondas de una emisora de radio, y el número de procesiones de la Semana Santa de Murcia no alcanzaba a la decena. Su autor fue un hombre muy querido en Murcia, don Enrique Antolínez Pastrana, que fue, entre otras cosas, Capellán del Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, excelso poeta y apasionado auroro. Deseamos agradecer desde estas líneas a la familia García-Aldeguer que nos ha permitido recuperar el texto original para esta revista. PREGÓNDE LASEMANASANTADE MURCIA(Evocación lírica) Ninguna ciudad como la de Murcia, tan rica, tan pródiga, tan henchida de fervores en la conmemoración de la Pasión y Muerte augusta del Redentor del Mundo, Jesucristo. No es ya, la devoción íntima, religiosa, manando en lo hondo del alma creyente; no ya la compunción dolorosa, tremante de pena, del espíritu amante de Cristo; no ya el éxtasis místico del “No me mueve Señor...” que hace llorar al poeta un amor que no cabe en el Cielo. Murcia suma a estos días de Semana Santa una serie de símbolos, de conmemoraciones, de devociones, de imágenes, de procesiones y hasta de derroches y encantos de la tierra –ya en primavera– que hacen de su Semana Santa el acontecimiento más transcendente, más humano, más religioso y hasta el más bello. Murcia en abril, más que una ciudad, parece una metáfora del paisaje. Hay enredaderas de perfumes, músicas tristes, mitin de frondas... en las cúpulas esmeraldinas de los naranjos las brisas de la tarde repican las campanas blancas del azahar. El clavel, ya fragante, sueña en el costado de Cristo y la rosa –siempre virginal- en la mejilla de la Dolorosa. La naturaleza se viste de colores brillantes como las túnicas de los nazarenos y las flores se deshojan como crepúsculos sobre la plataforma de los “pasos”. Se abrillantan joyas, despierta la mantilla y la noche de Murcia, clavada al corazón del cielo, se llena de cirios, de alfileres, de estrellas y de ojos de mujer. Semana Santa... Semana Santa de Murcia... Toda la ciudad está de rodillas, anda de rodillas hacia Dios que la espera con sus brazos abiertos, en caminos de luz para estrecharla dulcemente. Y amanece el Domingo de Ramos en su dorada evocación de aurora. El árbol de la paz y la palmera, que enclaustrada, quedó encanecida, ofrendan su gracia al Señor, evocado en el aniversario celeste. Paralelas filas de palmas con sus lazos multicolores..., paralelos ríos de fervor, rumbo a la Catedral, puerto de las almas creyentes, isla terrenal de los Cielos.

Semana Santa Murcia 2020

San Juan (Cofradía de Jesús) © Fco Nortes

Ya de noche, la procesión del Cristo de la Esperanza, que abre una teoría de procesiones invitante a la divinización de Murcia por la gracia divina del arte. Después el lunes, saldrá de San Antolín el Cristo del Perdón, cuando la noche empieza lentamente a descender sus escalas de seda y las horas se derriten como un aroma. Sus manos son de lirio, su nariz perfilada perfecta, sus labios dando una emoción de sollozo, sus ojos cristalizados en oración de última hora, sus brazos como holocausto a los vientos de los cuatro ángulos, su carne con enajenación de hueso de tanta palidez infinita... Y un silencio que se hace carne en nuestro propio corazón y en el que avanza con dolor mi poesía:

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