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FRANCISCO MEDINA TROYA

EL ASEDIO

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Ibrahim-ibn utmín alcaide de Calcena(1) miraba azaroso el horizonte desde la torre del homenaje, oteando con sus ojos negros las lejanas montañas que parecían confundirse con la calígine de aquel caluroso mes de Julio del año del profeta 705, año 1327 para los infieles que cada vez se acercaban más con sus ansías de reconquista. Había llegado a sus oídos por las levas que regresaban de Ishbiliya(2) derrotados por los nobles castellanos en un fatídico ataque en aguas del Guadalquivir, que los más grandes señores del norte se habían unido al Rey cristiano Alfonso XI, y que junto a una hueste de soldados de infantería iban cargados con artefactos e ingenios bélicos, asesorados por un archimaestre lucho en esas lides. Hacía un par de días había ordenado la partida de mujeres, ancianos y niños hacia la ciudad fortaleza de Izna Rand Onda(3) porque el golpe iba ser allí más contundente que en cualquier otro lugar, puesto que su Villa estaba enclavada en la mismísima frontera del Reino Nazarí de Garnatah(4). Mirando al cielo oraba en silencio, rogándole a Alá que amparara a su gente hasta que estuvieran a salvo detrás de las murallas de Izna Rand Onda. Aunque en sus fueros internos sabía que en breve ningún lugar del califato iba a ser seguro. Casi setecientos años llevaba su gente habitando aquellas tierras y ahora los barbaros del norte venían con sangre y honor a reclamar unas lindes que otrora les perteneció. Tres noches atrás había subido con su esposa Amira a lo más alto del castillo después de orar en la mezquita. Observaba la villa amurallada, las escarpadas pendientes rocosas, pero sabía que no iba ser suficiente para parar a los cristianos. − Sabes que junto a mis hijos eres lo que más adoro en este mundo amada mía-comenzó con un hilo de voz, que más bien parecía un susurro en el viento-que juré protegeros por encima de todas las cosas… − ¿Qué cuita invade el corazón de mi esposo en esta noche serena? − ¡No me interrumpas querida Amira-dijo alzando la voz entre las almenaras-fuerza y valor necesito en esta hora. Mensajeros de las levas de Ishbiliya me han informado que las tropas del Rey cristiano se dirigen hacia aquí, el ataque frustrado de hace un año de Don Juan Manuel, su suegro, sólo me afirmado el interés de esta villa. Calcena es un punto estratégico y por eso es muy importante su conquista para las hordas de infieles. Dentro de dos días partirás en una comitiva hacia Izna Rand Onda, junto a nuestros hijos y las demás mujeres, ancianos y niños. Allí estaréis seguros. Rezo al profeta de que estas murallas les hagan desistir y marchen en retirada. Mi deber es proteger la villa, resistir. Si Dios quiere pronto nos reuniremos otra vez. La mujer miró profundamente los ojos de su marido. Parecía vulnerable en aquellos instantes. No dijo nada, solo retiró su niqab y depositó un leve beso en sus labios. Ibrahim-ibn utmín atrajo a su esposa hacia él y fundidos en un fuerte abrazo contemplaron las estrellas en silencio. Habían partido aquella mañana antes del alba, el olor a pasto mojado invadió las fosas nasales de Amira, que junto al resto de los que partían, miraba con una profunda tristeza las almenas desde donde contemplaban los hombres que se habían quedado para repeler el inminente ataque. Desde el torreón del este Ibrahim-ibn utmín parecía una figura solemne. Amira sintió las lágrimas cálidas empapar su niqab y ya no volvió la vista atrás. Aún le quedaban más de ocho horas de una dura caminata. Transcurridas más de dos horas desde el paso por la atalaya de Alhaquime(5) ya avistaban la villa de Septem nihil(6) cuando un gran estruendo de caballería presidió el horror. A lo lejos ondeaban en el viento cálido los pendones de los

Texto: Francisco Medina Troya

A mi amada Lucia y a toda mi familia

Señores de Ishbiliya, Pérez de Guzmán y Ponce de León. Los cristianos cercaron la comitiva y con mortales mandobles que llenaron de escarlata el polvo del camino redujeron a los seis soldados que escoltaban la caravana. Amira agarró fuertemente a sus dos hijos en un intento torpe de ocultarlos de la horda de infieles. En ese preciso instante desde el castillo Prunna(7) les hacían señales con espejos. −Ya están aquí-murmuró-Alá apiádate de nosotros. La campana comenzó a sonar, con un constante repiqueteo que hizo volver en tromba a los hombres que laboraban los campos. Todas las puertas de la villa se abrieron y el miedo y el estupor se veía en los rostros curtidos por el sol. El alcaide daba órdenes directas y calmaba a sus subordinados. La guerra se acercaba con la violencia del tiempo, que tumba imperios y entierra épocas. La armería se abrió de par en par y los hombres cambiaron las azadas y los arados por armaduras y arcos. En las fraguas se calentaba aceite con melaza para combatir a los infieles. Al alba del siguiente día desde la torre del homenaje se veían las lanzas de humo del campamento cristiano en la alameda, en las faldas de la villa. Una gran guarnición se extendía por el escarpado terreno. El pendón del mismísimo Rey Alfonso XI ondeaba en el aire. Una gran humareda al este indicaba a Ibrahim-ibn utmín que la atalaya de Ayamonte y la de Alhaquime apenas habían resistido el ataque de un pequeño destacamento de cristianos. Con el ceño triste solo esperaba terribles acontecimientos. Pero los malos augurios solo habían empezado. Desde su posición podía ver las siluetas de los ingenios bélicos y la marabunta de hombres preparándose para el ataque. Advirtió a los hombres. − ¡Hermanos, fuerza y honor en la lucha! El asalto es ineludible, en esta hora gris se muestra, si la muerte nos alcanza, el sendero al paraíso. Horas después el sonido de las trompetas fue el anticipo de la primera batida de los soldados cristianos. El criterio era ensordecedor mientras subían la cuesta desde la alameda. Iban protegidos con brillantes armaduras, yelmos y escudos robustos. El alcaide esperó a que estuvieran a tiro y ordenó la tanda de flechas. El cielo se oscureció en un tercio y las saetas cayeron como púas de espino sobre la carne y el metal. Un fuerte zumbido surcó el cielo y una bola inmensa de piedra se estrelló sobre la muralla de la torre del pan. Resistió el impacto, pero aquel sería el primero de muchos. Las catapultas lanzaban aquellas moles mientras los soldados con grandes escaleras intentaban escalar las murallas. El aceite hirviendo impregnó de un repugnante olor a quemado el aire de verano. Los gritos se propagaban en eco por toda la peña. Pronto el Rey cristiano supo que no sería fácil la conquista de Calcena, y no quería desperdiciar vidas humanas inútilmente. Mandó la retirada de sus tropas. En las murallas se veían las consecuencias de los impactos. Pero habían resistido la primera acometida. El asedio ya duraba varios días. Y los artefactos bélicos habían cambiado las rocas por bolas de fuego y el daño sobre las murallas y el interior de la villa era evidente. Tuvieron que sofocar varios fuegos en algunas casas, cuyos tejados ardían vivamente. Cada vez estaban más agotados, no tenían muchos hombres para defenderse y al unísono extinguir los fuegos provocados por los bólidos lanzados por las catapultas. Resistían a pesar de todo pero en la cara de los hombres se veía el sufrimiento y la angustia. Ibrahim-ibn utmín se mostraba sobrio, no po-

El asedio ya duraba varios días. Y los artefactos bélicos habían cambiado las rocas por bolas de fuego y el daño sobre las murallas y el interior de la villa era evidente"

día mostrar la más mínima debilidad. Pero el alcaide y sus hombres no estaban preparados para lo que les deparaba el destino. Al amanecer del quinto día la campana comenzó a tañer y los vigías advirtieron al alcaide que se acercaba una comitiva con el estandarte de parlamento. Se acercaron hasta la puerta sur de la villa y el embajador comenzó a hablar con una voz firme. − ¡Alcaide de Calcena, vuestro valor ha sido más que demostrado. Habéis luchado con bravura y vuestro califa se sentirá orgulloso por ello! Por ello os interesará saber que hemos interceptado la caravana que se dirigía a Izna Rand Onda. Mi Rey le pide que negocie y rinda la villa o se verá obligado a proceder con acero y sangre. Ibrahim-ibn utmín palideció al escuchar las palabras del emisario, la imagen de su esposa e hijos le vino a la mente. Miró a sus súbditos y luego con firmeza se dirigió al cristiano. − ¡Sea pues! − ¡Al ocaso bajaras hasta la tienda de nuestro Rey y negociaras la rendición! Ibrahim-ibn utmín hablo largo y tendido con cada uno de sus hombres. Todos comprendieron que si querían volver a ver a sus seres queridos no quedaba otra salida que aceptar la rendición. Corría finales de Julio, cuando Ibrahim-ibn utmín entró en la tienda donde le esperaba imponente el Rey Alfonso XI. Era un hombre alto, de barba morena y rostro enjuto. Su corona brillaba sobre su cabeza y la capa grana parecía a un mar rojo. Estuvieron varias horas parlamentando e Ibrahim-ibn utmín aceptó que Calcena, Olvera para los cristianos, pasara a ser una villa del Dios de la cruz. A cambio el Rey Alfonso XI dejaría que todos los habitantes que no fueron soldados se quedaran en la villa conservando sus viviendas y bienes. El alcaide y todos los soldados partirían hacia Granada, no regresando jamás. Aquella mañana de finales de Julio, del año de nuestro señor 1327, Ibrahim-ibn utmín bajo con toda la comitiva castrense hasta la alameda, junto a su mujer y sus hijos y todas la familias del resto de militares que quisieron dejar Calcena. El Rey esperaba a pies de su tienda. El alcaide descabalgó y postrándose de rodillas entregó la llave dorada de la villa. Un sentimiento de honda pena le recorrió todo el cuerpo. El monarca le reincorporó y mirándole a los ojos le dijo. − ¡Ve con Dios! Solo volvió la cabeza una vez, mientras iban al trote de la alameda hacia el camino del este. La imponente figura de la fortaleza se recortaba en el horizonte. El castillo parecía tocar el cielo. Aún quedaban restos de humo negro en las murallas y sobre las rocas los últimos ecos de la batalla, impregnando de historia cada porción de aquella tierra, como un rumor que viajara en el tiempo para ser recordado para siempre…

NOTAS

1. Calcena: Olvera 2. Ishbilliya: Sevilla 3. Izna Rand Onda: Ronda 4. Garnatah: Granada 5. Alhaquime: Torre Alhaquime 6. Septem Nihil: Setenil de las Bodegas 7. Prunna: Pruna

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