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JULIA AROCA CABEZA
OLVERA, MI ABUELO Y YO
Imaginase perdida en el mar, es lo que tienen sus ojos azules, llenos de luz, inundando de sabiduría los rincones y los corazones que mira. Una espalda cada vez más cansada de sostener tanto peso que poco a poco, va decidiendo acomodarse de la derechas que ha debido mantener años tras años. El tiempo no solo se ha llevado su juventud, pues un brillito reluciente asoma por su cabeza, rodeado de un blanco manto tan claro como la nieve. La oscuridad de su piel no refleja en absoluto el color de su alma. Aún sin dentadura, con años y daños, sigue comiéndose el mundo. A bocados, cada día, sin importarle lo duro que esté. A pesar de ello, solo le engorda el corazón. Un ser humano, sobre todo humano, como los de las películas. Y cómo le gustan cada día después de la comida. Aunque eso también lo hace bien. Ninguna persona conoce el verdadero placer de la comida hasta probar una de las suyas. Supongo que es el resultado de poner amor en todo lo que haces. Si existiera la perfección no dudaría una milésima de segundo en señalarle. Pero vivimos aquí abajo. Parar un segundo y respirar nunca entra en sus planes. Limpiar lo limpio y comprar lo comprado, impecable, impoluto. El primero en ver el sol aparecer cada mañana. Y el primero en respirar, entre tantos olivos, el aire puro, al cruzar el escalón que separa su guarida del resto del mundo. Ahí fuera no hay más que peligros y maldades. Tantos años de retos y desafíos ensanchan tu paciencia. No solo eso. Tantos escalones le han hecho llegar a lo más alto con una fuerza admirable. Sin una pizca de crueldad. Es envidiable la bondad que desprende. Hace mucho tiempo que además de ordenar su casa ordena vidas: las vidas de los que se cruzan con él. Porque él se encarga de todo y de todos. Él se hace responsable, además de su capacidad de regalar felicidad. La mejor virtud del mundo. Un soldadito de guerra. Ninguna persona, ni yo misma, conoce bien su batalla. Nunca se pone como primera persona. Nos tiene a muchos por delante. Recibe con los brazos abiertos los avatares de la vida. Se da a los suyos y sin embargo nunca recibe tanto. No existe mejor persona en el mundo, y no es porque yo no la conozca. Libra combates que no le tocan porque la vida es injusta. Se adapta. Desde hace diecisiete años ha tenido una nueva labor en su vida, yo. A jornada completa y sin fallar ni un día. Nunca se ha cogido unas vacaciones, siempre al pie del cañón. Sin quejarse una sola vez. Dando la vida porque el viento no me rozara. Lo mejor de todo es que casi diez años después, eso no ha cambiado. Y es que reafirmo eso que dicen que con quien mejor estar que con tu abuelo. Aunque con mi juventud, el mundo se le hizo tarde, llego a casa y me da la mano, pero esta vez me toca hablar a mí. Hay personas que no son importantes para tu vida porque son tu vida. Soy tu amor y soy tu valentía. Soy tus palmaditas en la espalda y tus empujoncitos. Soy lo que he visto que tu eres. Soy levantarme del mayor golpe sin rechistar. Soy cuidar hasta no poder más. Soy lo que me has hecho ser. Y algo más importante que la sangre, nos unen los ángeles de la guarda. Sí, supongo que es el resultado de poner amor en todo lo que haces. El mundo que contigo quise imaginar es hoy el nuestro, abuelo.
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