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EL DÚO DE ARTISTAS INTERPRETARÁ EN MONZÓN UNA DE SUS ACCIONES MÁS DESTACADAS CON MOTIVO DE LA CLAUSURA DE LA EXPOSICIÓN ‘PICNIC’

Por Javier Rodríguez Casado

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Veinte años han pasado desde que Rafael Lamata y Jaime Vallaure decidieron formar Los Torreznos, un nombre que hoy por hoy es un referente de la performance en nuestro país –forma de arte que desarrollan con un estilo muy característico, con el cual llegaron a representar a España en la Bienal de Venecia de 2007, la cita artística más importante a nivel internacional.

La exposición inaugural de Nexo990, el espacio que acogerá una programación estable de propuestas artísticas contemporáneas en Monzón de Campos, ha aglutinado obras en formatos muy diversos, que ahora se amplían con la performance que este dúo realizará el 7 de septiembre.

Hablamos con Rafael Lamata, quien también participa en ‘Picnic’ a título individual con una serie de pinturas, sobre su trabajo como integrante de Los Torreznos.

En vuestras acciones os preguntáis sobre lo humano o sobre el mundo, lo ponéis a prueba y os ponéis a prueba porque eso os afecta a vosotros también

Sí. Los trabajos de Los Torreznos trabajan con materiales muy básicos, cotidianos y accesibles a cualquiera. Pero por el tratamiento, la energía o el tono se van convirtiendo en cosas que ponen en cuestión nuestra propia forma de vida.

Trabajamos temas muy generales, como la cultura, el dinero o la memoria, tan abiertos que dan pie a lo que quieras. Cualquiera puede opinar sobre ellos o entenderlos, y a nosotros nos da una libertad máxima para jugar como nos apetezca.

¿Puede haber comodidad en el arte de acción?

Nosotros siempre hemos sido muy críticos con el arte de acción a pesar de que formamos parte de él. A la par que nos hemos enriquecido con todo ello, hemos visto que el terreno de la performance se hace muy tópico, repetitivo; hay muchos lugares comunes. Un territorio que debería ser de pura experimentación se convierte en algo codificado.

Por ser autocrítico, nosotros, en esta trayectoria de veinte años, de alguna manera también nos hemos acomodado o hemos generado un lenguaje propio, ciertos criterios de construcción de nuestras piezas que, evidentemente, nos resultan cómodos. Siempre intentamos que haya elementos que nos pongan a prueba y pensar sobre las cosas de manera distinta, pero también hay que reconocer que tenemos herramientas que nos son muy fáciles de manejar en el momento. Creo que nosotros, dentro del ámbito de la performance siempre nos hemos colocado en un lugar muy fronterizo, donde nos identifican más con el teatro contemporáneo porque repetimos nuestras piezas. Creo que ahí nos hemos salido un poco de la idea de performance.

En esta ocasión, traéis a Monzón vuestra pieza La cultura

Es un trabajo que tiene más de diez años. Es el primero que hicimos que duraba una hora, y juega mucho con el lenguaje, con lo que se podría llamar poesía fonética, pero a la vez se mezcla con un comentario de clown o histriónico, digamos. No deja de ser una análisis de la cultura desde el punto de vista de los que hacen la cultura. Es un trabajo divertido, que hemos hecho en lugares muy diferentes.

¿Qué se le podría decir para atraer a quien que no os haya visto en acción? Al principio pensé en un titular tipo «Torreznada en el matadero de Monzón»

(Ríe.) La verdad es que nuestra relación con los torreznos de verdad, los de comer, no es que sea muy especial. Los conocemos a fondo y nos gustan, pero como cualquier otro alimento.

Yo creo que este tipo de espacios como Nexo990, o las experiencias que se están trabajando desde Néxodos en espacios rurales, juegan un poco en esta misma tesitura: ¿cómo explicas estas propuestas a cualquiera que no esté vinculado al arte contemporáneo? Hay asideros, agarraderas, y en ese sentido, el tema del humor, sin ser humoristas, siempre nos ha servido mucho como herramienta de acercamiento a todo tipo de públicos. Hemos hecho obras donde se mezcla todo tipo de público, y a veces funciona y otras no tanto: hay gente que se va porque no son narrativas convencionales. Se podría decir que la clave está en atreverse a reírse de uno mismo o de los propios que vamos a hacer eso ahí. El humor como consecuencia de ver lo patético de nuestros roles, de nuestras repeticiones, de nuestros tópicos o formas de entender las cosas.

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