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Granada de compras

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Así se ofrece el caminante que puede elegir alternativas en las que algo tienen que ver la hora del día y la estación del año. En épocas cálidas, la vida de la ciudad vuelve sus ojos hacia plaza Nueva y su entorno, Calderería, calle Elvira y, sobre todo, el más hermoso de los paseos, el que sigue la ribera del río Darro hasta el puente de los Tristes con el que coincide en el nombre. Allí, bajo la colina de la Alhambra, una pequeña plaza se llena, durante el día y hasta altas horas de la noche, de mesas y veladores donde se puede hacer casi de todo, pero más que nada, huir del calor de la ciudad en las noches de verano o buscar el sol del mediodía en el invierno. Ya viniendo desde Plaza Nueva, conviene detenerse en algunos puntos de interés: en la propia plaza, la Real Chancillería de Granada, una de las pocas estructuras del incipiente estado que intentan crear los Reyes Católicos y que en la actualidad es sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. El edificio, de la primera mitad del siglo XVI y de claro acento clasicista, se integra en la línea de fachadas que dan al río sin romper en exceso los contornos visuales del Albaicín que queda a sus espaldas. El uso de la teja en las cubiertas refuerza ese sentido de integración visual que sólo se interrumpe en su fachada, más claramente representativa de su función política, y en los muros laterales que mediante sólidos sillares adquieren un cierto aire de fortaleza. También en la plaza, donde el rio se oculta, una de las más hermosas iglesias de Granada, la de Santa Ana, que acentúa su carácter mudéjar en contraposición al clasicismo de la Chancillería y, desde allí hacia el paseo de los Tristes, el Bañuelo, el convento de Santa Catalina de Zafra, la iglesia de San Pedro, la casa de Castril, los puentes sobre el río y, sobre todo, el puente del Cadí, que la imaginación nos permite reconstruir sobre sus restos. Un salto, no demasiado largo para el paseante, nos lleva a otro paseo irrenunciable; el que, desde la plaza Romanilla o desde plaza Bibarrambla, en los aledaños de la Catedral, nos conduce por la calle San Jerónimo hasta la plaza de la Universidad, aunque también se pueda llegar a ella desde la plaza de la Trinidad por el Jardín Botánico. Ya en la plaza, la facultad de Derecho y la iglesia de los Santos Justo y Pastor, forman el antiguo núcleo de intervención urbana de la compañía de Jesús en el siglo XVII. La calle de San Jerónimo, que continúa hasta el hospital de San Juan de Dios, se ennoblece con edificios de enclaustrados patios como los de San Bartolomé y Santiago, el Conservatorio o el Colegio de Notarios, y va dejando a su izquierda el antiguo barrio de la Duquesa, al que dio nombre la muy digna esposa del Gran Capitán que allí vivió mientras veía crecer el convento de San Jerónimo que mandó construir como humilde sepultura para su marido y que, como otros edificios de la ciudad, aúna partes góticas con otras de renacimiento. Sus claustros y su capilla merecen una visita detenida. Del conjunto que forman el hospital y la iglesia de San Juan de Dios, casi colindantes con el compás de San

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Jerónimo, lo más interesante son los patios. Aunque hay que tener en cuenta que en la actualidad sigue desarrollando funciones ASÍStenciales y el acceso al público está limitado. Para finalizar este paseo hay que subir por la misma calle de San Juan de Dios y llegar hasta los jardines del Triunfo desde donde ya se ve, en sus espaldas, uno de los edificios más importantes de la Granada de los Reyes Católicos: el Hospital Real. Lo ordenaron construir los reyes, extramuros y muy cerca de la puerta de Elvira, para dar ASÍStencia a los muchos heridos de la guerra de Granada. En la actualidad reúne la doble función de ser el rectorado de la Universidad de Granda y sede de su biblioteca central que se ubica en la planta superior. Desde aquí se inicia también el camino que lleva a la Cartuja. Aunque atemorice un poco su lejanía del centro de la ciudad, todo el esfuerzo queda recompensado ante los alardes decorativos de su sacristía. Terminando este paseo es hasta posible que el visitante se encuentre harto de contemplar iglesias, claustros y fachadas góticas, manieristas o barrocas. Entonces es el momento en que el deseo se convierte en simple necesidad de mezclarse con la gente y es también el momento de acercarse a la plaza de Isabel la Católica. Desde allí el paseo se vuelve más suave y sólo hay que dejarse deslizar por la calle que antiguamente fue la ribera del Darro, hasta Puerta Real. En ese corto tramo, no hay que olvidar que la zona que queda a la izquierda de la calle, constituye parte del viejo barrio de San Matías y es ineludible acercarse al Corral del Carbón y a una pequeña plaza que queda junto a él y que adorna la fachada del palacio de Abrantes. El nombre de Corral del Carbón puede llevarnos a engaño ya que en realidad este edificio no es ni ha sido nunca una corrala de vecinos como muchas otras que hay en ciudades españolas y en la misma Granada. En realidad es un fondac, como otros que en la actualidad existen en el mundo islámico y que en la fecha de su construcción tenía la doble función de dar hospedaje a las caravanas de mercancías que llegaban a la ciudad y, al mismo tiempo, controlar los productos para el pago de los impuestos que exigía el mercado. Tras su visita, hasta el autor es capaz de entender que el visitante definitivamente no pueda más. La ocasión exige, con sólo algunos pasos, plantarse en Puerta Real, notablemente recuperada en estos tiempos, y quizás dejarse arrebatar por el afán consumista que tanto placer provoca a los visitantes, pues en su entorno se encuentran los mejores comercios de la ciudad normalmente ubicados en calles donde ya no hay tráfico de automóviles. Tampoco hay que olvidar, por supuesto, los bares y tabernas que llenan plaza Nueva, plaza de la Pescadería, plaza Bibarrambla, o la calle Navas junto al Ayuntamiento. Si aún subsiste alguna resistencia a dejarse arrastrar hacia el consumo, quedan dos últimos paseos que son además un premio a la constancia. Para el primero, sólo hay que bajar desde Puerta Real en dirección a la fuente de las Batallas y desde allí, por la Carrera de la Virgen de las Angustias, llegar a los bulevares que recorren el río Genil por sus dos orillas. El Violón, el Salón y la Bomba, paseos de inspiración francesa que en su día fueron límite de la ciudad donde el Genil y el Darro se encuentran en su viaje hasta el Guadalquivir. Para el otro, la dirección es la calle Recogidas que baja en suave pendiente hasta la vega y hacia el parque Federico García Lorca, nuevo entorno de la huerta de San Vicente, la casa que habitó el poeta en sus años granadinos y que, en la actualidad convertida en museo, recoge el esfuerzo de los que, con respeto, intentan recuperar su memoria para la ciudad.

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