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Entrevista
Una lección de solidaridad, por 4 jóvenes de San Agustín
• Rodrigo Cominero, Sara Vargas, Nicolás Arce y Catalina Gallego; estos 4 jóvenes tienen 16 años, son de San Agustín y acaban de vivir una de las experiencias vitales más importantes de sus vidas: han recorrido kilómetros de solidaridad para colaborar en 3 proyectos con ONGs locales en la India. Una elección propia cuya oportunidad les ha brindado sus familias y su centro • Acaban de llegar de la ciudad de Mumbai (el 2 de diciembre) donde han sido testigos del abismal contrate que existe: la extrema riqueza convive con la absoluta pobreza. • Tras 10 intensos días, colaborando en la construcción de viviendas en una aldea donde vivirán cerca de 50 personas, en un centro para enfermos mentales y discapacitados y en un orfanato con niños abandonados, aún se sienten confusos; agradecidos, sí, pero con una mezcla de emociones que ellos mismos no pueden describir. Aún están asimilando todos los sentimientos que les produjo estar allí.
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¿Cómo unos jóvenes pueden tener tan claro que quieren ir a la India a colaborar en proyectos solidarios?
Rodrigo: Yo personalmente quise ir a la India, aparte de porque quería conocer la cultura –que siempre me ha llamado la atención- para ir a ayudar.
Sé que no puedo hacer tanto como me gustaría, pero de este modo, a través de este proyecto, he intentado poner mi granito de arena, hacer lo mínimo que podía hacer para ayudar a quienes más nos necesitan. No podía desperdiciar la oportunidad que me daban.
Catalina: En mi caso, viví 6 años en Egipto, y ya desde 2º de primaria, en el centro escolar en el que estaba nos llevaban a colegios sin recursos para ayudarles con cuadernos, pinturas… hacíamos pulseras para venderlas y conseguir el material
Participar en este proyecto de ir a la India, de ir a un país con una cultura muy parecida a donde yo viví, me pareció una oportunidad de hacer lo que desde pequeña me enseñaron a hacer: ayudar a los que no tienen las mismas oportunidades que nosotros. Mis hermanos también fueron a la India, y yo también tenía que vivir la experiencia. Nicolás: Desde que voy a ayudar a Cottolengo (una institución que da asistencia a personas con necesidades especiales), tenía claro que quiero ayudar a los que más necesidades tienen, que puedo hacer más cosas.
Se me presentó esta oportunidad y no quería dejarla escapar; allí en la India podía hacer más. Podía ayudar a más personas que lo necesitan. Toda ayuda es poca.
Sara: Es una experiencia única que se te presenta una vez en la vida, y dije “sí, tengo que ir”. Yo, de hecho, no podía ir al principio, pero hice todo lo posible para poder ir; y lo conseguí (nos cuenta entusiasmada). No siempre puedes ir a la India a ayudar en proyectos que hacen allí. Ahora me siento como que he dejado una pequeña huella, porque cuando fuimos dos días a una aldea estuvimos ayudándoles a construir sus viviendas. ¡Ayudamos a gente que va a vivir en una casa que yo ayudé a construir! Eso te hace sentir bien, aunque fue una mínima cosa, un poquito de ayuda, pero me siento que he dejado mi huella.
De izqda a dcha, Rodrigo, Catalina, Sara y Nicolas, 4 jóvenes de San Agustín que han pasado 10 días en la India donde han participado en varios proyectos solidarios.
¿En qué sentido os ha cambiado esta experiencia?, ¿cómo afecta un viaje así?
Rodrigo: Yo pensé que al ir allí me ayudaría a responderme preguntas que tengo sobre la vida, pero lo que ha hecho ha sido crearme más dudas: cómo y por qué está distribuido así el mundo; por qué unos sí y otros no; qué objetivos estamos teniendo en nuestras vidas...
Sara: A mí me ha ayudado a recordar que tengo que aprovechar más lo que tengo; darme cuenta de la suerte que tengo y ser más agradecida por el lugar en el que he nacido, por la educación que me están dando…
No todo el mundo tiene lo que nosotros tenemos día a día, y pensamos que eso es lo normal, pero al ver la pobreza que hay más allí, te hace pensar en que tenemos mucha suerte.
Nicolás: Yo todavía estoy procesando lo que acabamos de vivir, de ver… ¡No sé ni qué sentir!
Creo que me faltan 2 ó 3 días para reflexionar y ser conscientes de lo que acabamos de vivir. Pero sí estoy de acuerdo con Sara en que tenemos que estar agradecidos por lo afortunados que somos; por eso tenemos que mejorar nuestra actitud.
Catalina: Yo en Egipto ya veía desde pequeña la pobreza que hay. Ir a la india ha sido un recordatorio de la pobreza que hay en el mundo; ha hecho que me acuerde de que hay gente que vive sin apenas nada.
Como ha dicho Sara, no podemos olvidar lo afortunados que somos por tener la situación que tenemos y vivir donde vivimos.
Contácnos, ¿en qué proyectos habéis participado exactamente?
Catalina: Al día siguiente de llegar, fuimos a una aldea que se estaba construyendo en las afueras de Mumbai. La ONG local les está proporcionando el material y los fondos, y ellos mismos están construyendo las viviendas. Nosotros estuvimos dos días allí y les ayudamos a transportar material, a hacer ladrillos…
Nicolás: Les ayudábamos a lo que ellos te pedían.
Sara: Estuvimos dos días conviviendo con ellos en un hostal con agua fría (nos cuenta Sara, provocando las risas de sus compañeros, reviviendo alguna anécdota que no nos cuentan), y les ayudábamos a trasladar materiales, pero también jugábamos con los niños de allí.
Rodrigo: Sí, pero el grupo de niñas con las que jugábamos eran más pequeñas que nosotros, porque las de nuestra edad ya estaban casadas.
Hablan el Marati, su dialecto, pero aún así nos entendíamos con ellos, jugando al fútbol, ellos nos enseñaban juegos de la aldea… Era un intercambio cultural. En el segundo proyecto estuvimos en un centro con personas mayores de 18 años con enfermedades mentales y discapacitados. ¡Era como un pequeño trozo de cielo!
Sara: Sí, fue aquí donde creo que sentimos más emoción. Cuando estábamos con ellos jugando a pasarnos un juguete mientras sonaba la música, y cuando ésta paraba el que tenía el juguete tenía que salir al centro y bailar o contar. De repente salieron a bailar don chicas de unos 20 años y al verlas cómo reían, los felices que estaban jugando con nosotros, me hizo llorar de emoción; no de tristeza, de emoción al ver con que poco eran tan felices.
Nicolás: Sí, era increíble. Algunas chicas se pusieron a cantar ’somewhere over the rainbow’ y nos emocionó. ¡¡Estaban tan felices, que nos llenó a todos!
En el tercer proyecto estuvisteis con niños y niñas huérfanos que habían sido abandonados, imagino que también tuvo que ser muy emocionante, ¿qué hicisteis con ellos?
Catalina: Creo que este proyecto fue el más difícil. Eran niños que habían carecido de amor fraternal, y nos dijeron que no podíamos tocarles mucho, porque habían carecido de muestras de afecto, y eso podría confundirles. Rodrigo: Lo que más me emocionó es que desde que entramos, me cogió de la mano un niño de unos 5 años, que no me soltó en ningún momento. Me iba llevando a todos los sitios, como si fuese su hermano mayor. Yo estaba intentando no llorar.
Sara: A mí me pasó eso también, intentaba no llorar, porque ya nos habían dicho que no estaban acostumbrados a muchas muestras de afecto. Entonces te daban la mano y sentías como… no sé, una emoción muy fuerte.
Nicolás: Sí, fue algo muy fuerte, muy bonito… no se puede explicar con palabras. Cuando jugabas con ellos, chocabas la mano… no sé. Nos tocó mucho porque te sentías como su familia.
Sara: De hecho, una chica que se llamaba Kira se encariñó con una niña, y cuando nos íbamos, no paró de llorar; fue la niña la que se acercó a ella corriendo para quitarle las lágrimas y abrazarla.
Cuando llegó el momento, al final no nos queríamos volver. De hecho, hacíamos reflexiones de lo que vivíamos, y había gente que se sentía que no había hecho lo suficiente.
Momento de distensión de nuestros jóvenes, y del grupo de la ONG con la que iban, con algunos niños y jóvenes de la aldea. En un centro para personsas con enfermedades mentales y discapacidad, los jóvenes estuvieron acompañándolos y realizando diversas actividades.
Sara: Sí, claro, porque puede ser que no todo el mundo se dé cuenta de las circunstancias que pueden tener otras personas. Hay gente que no se da cuenta que tiene cosas básicas que otros no tienen. Si hablamos de la juventud en concreto, puede ser que se aíslen, no creo que vean las noticias y lo que pasa alrededor. Creo que hay que informarse más e interesarse por lo que pasa a nuestro alrededor. Este viaje nos ha servido para darnos cuenta de que otros no tienen las mismas posibilidades que nosotros.
Catalina: La juventud, y la sociedad en general pueden ver la realidad de los refugiados, de África… como muy lejano a su propia realidad. No les afecta directamente y siguen con sus vidas. Debemos abrir los ojos y mirar a nuestro alrededor
Rodrigo: La vida cambia, y podemos ser nosotros los que mañana suframos. Nos parece muy lejano, pero tan solo hay que asomarse y mirar a nuestro alrededor, no ser indiferentes porque mañana nos puede pasar a nosotros.
Sara: la ignorancia no lleva a ningún sitio. Un pequeño gesto nuestro para alguien puede ser mucho. Solo con eso digo todo
Nicolás. No nos metamos en una burbuja ni nos comparemos con quienes más tienen, hay que abrir la mente y los ojos para darnos cuenta de que a nuestro alrededor hay gente que sufre.