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Fiesta y música

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Hace 100 años

Hace 100 años

FIESTA Y MÚSICA al Loreto y la Esperanza en Segorbe por VICENTE MARTÍNEZ MOLÉS, DAVID MONTOLÍO TORÁN, y RAFAEL SIMÓN ABAD

La devoción a la Virgen del Loreto y a la Virgen de la Esperanza en Segorbe hunde sus raíces en los tiempos históricos. Aparecen por motivaciones diferentes; así, si la del Loreto ha de estar necesariamente relacionada con la difusión de la advocación a finales del siglo XVI y principios del XVII, que ciertos autores la vinculan con una devoción de la casa ducal y la presencia de algunos de sus miembros en tierras italianas, y la construcción de una ermita en la zona del Agua Limpia, la de la Esperanza se vinculará con el manantial de la fuente del mismo nombre, que nutre de aguas a Segorbe, y también con su ermita situada en el término, algo que puede situarse bien a finales del siglo XIV o principios del XV.

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Es curioso que ambas fiestas, surgidas en momentos históricos diferentes, tuviesen fecha de celebración en el mes de diciembre. En lo que respecta a la Esperanza, ya desde el año 650 el X Concilio de Toledo, había decretado fuese el día de la Expectación de la Virgen el 18 de diciembre, bajo la advocación popular de Virgen de la Esperanza o Virgen de la O, así llamado por cuanto las antífonas mayores de las primeras vísperas comienzan en “O”. Por su parte, la fiesta litúrgica de la Virgen de Loreto desde sus orígenes se fijó en la fecha del 10 de diciembre. Ambas advocaciones y celebraciones entran dentro del grupo de festividades marianas del tiempo de Adviento previo a la Navidad, aunque en el caso de Segorbe se producirá, como luego veremos, una bifurcación de caminos que lleva a la dualidad celebrativa, pues aquí no hay una sola fiesta sino dos bajo el amparo de la misma advocación.

Si bien en lo relacionado con el aspecto religioso de las fiestas podremos ir viendo su discurso evolutivo histórico en los respectivos apartados, en su apartado musical nos encontramos que tanto en el canto llano o gregoriano de la liturgia de las Horas como en la polifonía renacentista y barroca, ésta nada tendrá que ver con la belleza melódica que alcanzó la música religiosa en las últimas décadas del siglo XIX. En este sentido, cabe resaltar ya, desde este mismo momento, una característica importante como ha sido el que mientras la música religiosa ha jugado desde todos los tiempos un papel fundamental en la celebración de estas festividades, también hemos de señalar el incremento de actos musicales de carácter profano que se convocaban los días dedicados a las festividades de estas patronas

realizadas por la ciudad de Segorbe. Así, en la última década del siglo XIX sabemos de la presencia de la charanga segorbina del maestro Lorente o los dulzaineros de Tales, y que con la llegada del siglo XX las distintas agrupaciones bandísticas segorbinas hacen presencia en los diferentes actos festivos, dando nuevo aire musical a las celebraciones en la calle como eran por ejemplo pasacalles, veladas musicales, fiestas de la jota, concursos de rondallas, bailes de trajes celebrados en el Círculo Segorbino, serenatas o dianas entre otras.

JUEVES DE LA FUENTE

Al iniciar nuestro recorrido histórico festivo, todo parece indicar que la primera fiesta que surgiría es la que se conoció como “el Jueves de la Fuente”, aunque a lo largo de su historia no siempre se celebró el citado día de la semana, y que alude a la romería anual que se traslada al paraje del Manantial de la Esperanza para celebrar una misa en acción de gracias y proceder a la bendición de las aguas. El origen del Jueves no tiene una fecha conocida, aunque la tradición habla de una ermita construida en la segunda mitad del siglo XIII, previa a lo que más tarde sería el monasterio de jerónimos de la Esperanza, ya en 1410 documentalmente se menciona el camino de la Esperanza.

La información bibliográfica más antigua cita la existencia, ya en 1444, de tres beneficios en la ermita de la Esperanza, según recogía el libro hoy desaparecido de los beneficios

mandado componer a finales del siglo XVI por el obispo Juan Bautista Pérez. Curiosamente, el primero de ellos, con la misma invocación de la ermita, estaba bajo el patronato de los Jurados de la Ciudad. La creación del monasterio, por el infante don Enrique señor de Segorbe, en 1491 aunque se demorase bastantes años la presencia de los monjes, no debió alterar para nada la celebración del jueves, que siguió siendo de la ciudad. De hecho, la información posterior así lo acredita, ya que la participación de los monjes se limita a la cortesía de acogimiento entre sus muros, que albergaban ahora como iglesia conventual la herencia de la antigua capilla dedicada a la Virgen de la Esperanza y Santa Bárbara, y que llegó a estar servida por dos capellanes antes de la presencia jerónima. También en información documental, inexistente en la actualidad, los historiadores nos dicen que las actas capitulares registraban el acuerdo de reunión de fecha 8 de septiembre de 1554, donde los derechos de asistencia por procesiones de votos de los capitulares ya señalaban aquellos que fuesen fuera de la ciudad: «Ittem, si el acto fuese más lexos como Xeldo, Navajas o la Esperanza y otro lugar de poca más distancia». En 1597, en la fecha convencional del 18 de diciembre, el libro Racional de la Catedral anota que a la procesión de la Esperanza acudieron como celebrantes el Vicario, Diácono y Subdiácono, acompañados de varios canónigos y el Chantre, así como diversos capellanes, asistidos del maestro de canto, el organista y el manchador, dos infantes y cuatro ministriles o músicos. En el aspecto

musical, ello viene a decirnos que los cantos serían en gregoriano o canto llano y que en algunos momentos se acompañarían por el toque de los músicos, algo que debió ser la costumbre durante muchos siglos.

Ya en el siglo XVII vemos, en las cuentas de la administración de la Fábrica de la Catedral, que sigue la tradición de lo que podemos denominar fiesta del voto, acudiendo procesionalmente a la Esperanza en romería o procesión desde la localidad, siendo la Ciudad, es decir la autoridad municipal, quien en 1656 sufraga el gasto «de la procesión de la Esperanza». Lo mismo encontramos en 1680 donde también las autoridades municipales pagan «el Jueves de la Fuente». En 1790 el Cabildo dotaba de nuevo la vieja fundación, la Antigua según se dice, con el objeto de seguir haciendo el voto de acudir al santuario para función litúrgica y posterior bendición del manantial. Pero es a partir de 1799 cuando, bajo el auspicio del entonces obispo Lorenzo Gómez de Ahedo, se asiste a una nueva fundación vinculada a la fiesta del jueves.

El 16 de diciembre de 1799, vísperas de la fiesta, el cabildo trata todo lo relacionado con la festividad de la Esperanza, incluida la romería. Enterados de que el obispo ha fundado y dotado una misa solemne «con sermón y procesión claustral en la festividad de Nuestra Señora de la Esperanza», es decir, fiesta y música

celebración en la catedral, ésta se hará siguiendo el ritual prescrito para semejantes actos litúrgicos en el tiempo del Adviento, función eclesiástica a la que interesando asista particularmente «el cuerpo de Ayuntamiento, se le participará por el señor Síndico capitular al de éste para la concurrencia, con la explicación del objeto de esta función».

La celebración catedralicia de fundación episcopal, se acompañaba también de la procesión a la Esperanza, aunque con algunas interesantes puntualizaciones. Así, se nos indica en las actas capitulares de 1801 que deseoso el obispo «que llegase el momento de cumplir uno de los objetos que tubo presente en la dotación de la rogativa al convento de Jerónimos el día de la Expectación, mirando por la conservación de la Fuente y beneficio de esta ciudad», dio aviso al Deán para que convocase al Cabildo y se acordase cómo debía hacerse la rogativa, «y si parecía a éste para evitar quejas y cortar toda disputa, se podía hacer procesionalmente la asistencia con igual número de señores capitulares y residentes que en lo antiguo, y sin pasar oficio a la ciudad por ahora». El dejar de momento de participárselo al Ayuntamiento debía estar motivado por la disputa que ambas corporaciones, la eclesiástica y la municipal, mantenían por estas fechas sobre temas protocolarios durante el sermón en la fiesta, en concreto sobre el lugar en el que ha de sentarse en el templo para escucharlo el canónigo que presidía la representación capitular. El cabildo, vista la convocatoria, dispuso cómo debía hacerse la romería, acordando asistiesen por turno dos canónigos, el primero de ellos sería el Deán, para cantar la misa, mientras que los beneficiados acudirán por tanda comenzando los oficios y que se advirtiera al Prior del monasterio la presencia catedralicia. La comunicación del Deán al Prior se remitió inmediatamente:

«Mi ilustrísimo Cabildo, de acuerdo con nuestro dignísimo Prelado, ha determinado que el día de la Expectación 18 del actual, siguiendo en lo posible la antigua costumbre, concurran a ese monasterio, si el tiempo lo permite y si fuere contrario se avisará a Vuestra Paternidad, dos señores capitulares, siendo el uno el celebrante, y el número competente de residentes, con el designio de celebrar una misa cantada sin sermón y acto continuo hacer la bendición de la fuente, en obsequio de María Santísima bajo el título de la Esperanza, para la conservación de la Fuente y logro de muchas gracias espirituales y temporales para este pueblo…», de tal manera que la comunidad regule sus oficios en el monasterio sin entorpecer la función catedralicia, teniendo en cuenta «que a las nueve menos cuarto de la mañana de dicho día partirán de aquí procesionalmente los señores residentes, sin mezcla de otras personas que las citadas», debiendo ser recibidos según se ha hecho tradicionalmente.

A la vista de las informaciones, nos encontramos pues que en la transición del siglo XVIII al XIX, la fiesta de la bendición de la fuente ya

Ritual de la Procesión litúrgica a la Esperanza, 1816 (ACS)

no queda fijado en jueves, sino que será el coincidente con la fecha de la festividad el día 18 de diciembre, y que la romería no es tanto una rogativa como una acción de gracias. De la misma manera que, todo parece indicar, ha dejado de ser una fiesta de patronato municipal y se pasa totalmente al eclesiástico, en concreto, a una fundación episcopal. El ritual de la función litúrgica lo vemos rigurosamente recogido en el libro que ha de usar el Sochantre de la catedral, que dirigirá el ceremonial, copiado en 1816 con el título Procesión al Colegio de la Esperanza, en el día 18 de diciembre, según la fundación del Ilustrísimo Señor don Lorenzo Gómez de Haedo, obispo que fue de esta Diócesis de Segobe.

Al inicio de la hora litúrgica de Prima, sale la procesión de la sacristía, y por los sochantres se entona el himno Creator alme siderum, que se continua hasta fuera de la ciudad, siguiéndole los himnos y antífonas de Prima y Tercia. Una vez llegados junto a un pilar, que está a la falda del monte, se entona el himno Creator alme a dos coros, los clérigos por un lado y los ministriles, situados en los balcones del edificio, el segundo coro tañendo los instrumentos, y ya dentro del claustro se entona el himno Ave maris stella, también alternado con los ministriles, a lo que sigue la celebración de la misa. Antes de retornar a la ciudad, se forma de nuevo la procesión y se entona el Te Deum mientras se dirigen a la fuente, que es bendecida por el Vicario, prosiguiendo la vuelta por el camino real, con el canto de Sexta y Nona. Entrando en Segorbe se vuelve a cantar el Creator alme siderum que finaliza en el interior de la catedral.

En ésta fecha, en el ritual se anota también la parada y el canto de un responso de difuntos, a la ida y a la vuelta, en la falda del monte San Blas, por los vecinos de la localidad fallecidos durante el enfrentamiento con las tropas napoleónicas habido en aquel paraje. En 1848, el obispo Domingo Canubio pedía al cabildo se reformase el ritual, a lo que se accedió con algunas variaciones, siendo las más significativas el canto de la Letanía que se hará al salir de la ciudad hasta llegar a la cuesta del Sacramento, el responso

por el alma del obispo Gómez de Ahedo que se ha de hacer antes de entrar en la localidad al regreso, o el protagonismo que en la parte de cantos adquiere el himno Ave maris stella.

El uso de esta pieza musical litúrgica inicia el recorrido con la obra de Juan Ginés Pérez, versión polifónica de un himno gregoriano de vísperas, que durante los siglos XVI al XVIII se interpretaba alternando la parte en gregoriano con el Sumens Illud polifónico, que ejecutaba la capilla de Ministriles catedralicia como respuesta. Ya en el siglo XIX, el maestro Valeriano Lacruz hizo una adaptación para órgano y contrabajo de esta obra, lo que permitirá la interpretación de estos instrumentos junto a un coro de siete voces, destacando en la particella de órgano que éste ha de sonar con el registro flautado, con flauta travesera y en la cadireta violín por lo que suponemos lo pensó para su ejecución en el órgano de la catedral. A comienzos del siglo XX, Vicente Perpiñán Górriz hará una adaptación de la pieza inicial de Ginés Pérez a modo de reducción. También en este siglo, conocemos el uso en la festividad de estas antífonas a través de diferentes obras, como es el caso por ejemplo de la del maestro de Capilla de la Catedral de Zaragoza Vicente Igual, que trascribe la renacentista de Melchor Robledo, obra original del siglo XVI.

A mediados del siglo XIX, el monasterio ha sido arruinado por las guerras carlistas, y las noticias son confusas en torno a si, no obstante, proseguía la celebración de la fuente. Todo parece indicar que sí, aunque el lugar no contase con un espacio en condiciones para el culto. Ello, llevaría que a partir de 1858 se iniciase la reconstrucción de la ermita de Nuestra Señora de la Esperanza, siendo bendecida la misma en 1860 y pidiendo el Ayuntamiento al cabildo se trasladase la antigua imagen de la Virgen ahora en la catedral, a lo que no se accedió. En el boletín del obispado, de 1881, se nos da noticia de la celebración aquel año: «Se celebró la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza, visitando su santuario a

Sumens illud de Ginés Pérez, siglo XVII e Himno Ave maris Stela de Valeriano Lacruz, 1853 (ACS)

media legua de la ciudad en procesión presidida por Su Señoría Ilustrísima, una comisión del Cabildo catedral, otra del Muy Ilustre Ayuntamiento, clero y fieles. Los de la calle de la Esperanza acudieron con el pendón de la cofradía, colgaron las ventanas y dispararon al paso varios fuegos artificiales. En la ermita se cantó una Misa, se bendijo la fuente, perpetuo venero de riqueza para esta comarca, y la procesión volvió a Segorbe».

De nuevo, en 1899, sabemos de la lamentable situación que presentaba la capilla o ermita de la Virgen de la Esperanza, de tal forma que el boletín eclesiástico señala: «Debido a que la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza está en una situación que no puede servir al objeto para que fue edificado, ni celebrarse dentro de él ninguna función del culto religioso, se prohíbe que se celebre misa en su portal o alrededores hasta que la dicha iglesia haya sido reparada. Las parroquias que acostumbran ir en procesión a aquel santuario para la bendición de los términos, pueden continuar tan piadosa costumbre y hacer la bendición de los términos, como lo prescribe el ritual, pero no celebrar allí la Santa Misa». La situación proseguía en 1903, donde la misa en el paraje hubo de ser «misa de campaña».

En 1906 la ermita había sido reconstruida a expensas del canónigo Lamberto Perpiñán Almela, lo que facilitó se pudiesen celebrar en la misma los cultos tradicionales, que proseguirán en años sucesivos, si bien ahora aparecen fusionadas en el tiempo de celebración tanto la fiesta en la ciudad como la de la fuente, ambas en los primeros días de septiembre, guardándose la imagen de la Virgen en la parroquia de San Pedro, donde en 1866 se trasladaba el altar de la catedral que la albergaba tras el abandono de la ermita, siendo llevada en su momento a los diferentes templos en los que había celebración festiva a tal invocación.

Un gran significado, musicalmente hablando, lo tuvieron las fiestas del año 1916. En el periódico de Valencia Las Provincias, en la crónica que detalla los actos que conforman las mismas, se nos dice: «El día 8 [de septiembre], a las 7’30, la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza será llevada en procesión a la ermita de su nombre, en la cual se interpretará por vez primera una misa dedicada a la Virgen de la Esperanza, por el profesor del Seminario don Vicente Igual Ferrer». La obra musical puede ser una Misa, conservada en el archivo catedralicio, si bien catalogada hasta hoy como de autor anónimo. Compuesta para voces solistas (Tiple 1º, Tiple 2º y/o TipleBajo) y coro (Tiples 2º, Tenores 2º y Bajos 2º), junto a los instrumentos de Fagot, Violoncello, Contrabajo y Órgano, se ajusta a la tipología de voces e instrumental con que contaría la capilla catedralicia en esos momentos.

La desaparición de la imagen, en los sucesos de la última guerra civil, hizo que en 1941 el Ayuntamiento decidiera adquirir una imagen nueva de Nuestra Señora de la Esperanza, para ubicarla en la ermita, restableciéndose la costumbre de celebrar en el paraje la festividad, si bien en las fechas de septiembre,

Plano de la fachada e imagen de la ermita, 1906 (AMS)

algo que permaneció hasta que, posteriormente, ha sido recuperada además la romería del jueves de la Fuente de nuevo en el día de la fiesta de la Expectación el 18 de diciembre.

Misa a la Virgen de la Esperanza de Vicente Igual, 1916 (ACS)

A LA ESPERANZA

La celebración festiva comentada, la de la fuente, ha convivido históricamente con otra fiesta o celebración en la ciudad y que, con el tiempo, ha dado origen a la que hoy podemos denominar patronal, integrada en la semana de fiestas religiosas de Segorbe. En el ámbito de cultos de la catedral, tenemos noticias bibliográficas de que ya desde principios del siglo XV se solemnizaba la festividad de la Esperanza. Era conocida como fiesta de la Expectación del Parto y en el Breviario de Segorbe, impreso en 1566, se la clasifica como solemnidad menor, celebrándose en diciembre. Tal auge adquirió la advocación que se le construyó en el claustro capilla propia, en el lugar que hoy ocupa en parte la nueva puerta de Santa María de principios del siglo XIX, siendo un espacio muy solicitado a la hora de establecer su sepultura por muchos clérigos y otros personajes de Segorbe. Es conocido que Bernat Fort, deán de la catedral de Segorbe, en su momento hizo un retablo para la capilla, que puede corresponderse con el descrito por el obispo Gavaldá en su visita pastoral: «Asi mesmo visitó la capilla dicha de la Esperança, la qual halló dos altares, el uno de la dicha invocación de pintura antigua».

Dicho retablo se cambió, ya a finales del siglo XVIII o primeros años del XIX, por uno nuevo de estilo rococó, en cuya parte central se ubicaba una pintura al óleo, obra del artista local Manuel Camarón, en la que la Virgen de la Esperanza en pie y con las habituales características de la

iconografía mariana del momento, se destaca sobre un fondo de paisaje en el que es fácil contemplar la imagen del manantial, rodeada de ángeles y querubines, obra actualmente conservada en el Museo Catedralicio. También en éste, encontramos otra pintura de la misma época con imagen tradicional de la Virgen de la Esperanza coronada en pie de cuerpo entero, sobre nube, con una mano sobre el pecho y en la otra un cetro, y en el vientre un sol de justicia simbolizando a Cristo. A los pies, ángeles niños a ambos lados con vara de azucenas y corona de rosas, y por arriba un rompimiento de gloria con querubines.

La fiesta catedralicia fue una fundación eclesial hasta que, ya en el siglo XVIII, junto a la cofradía vinculada a la Cueva Santa aparecería

Imágenes de los cuadros y retablo antiguo de la Virgen de la Esperanza (MCS)

otra para la Esperanza. Sus integrantes eran los vecinos de la calle y, además de participar en los actos religiosos que la ciudad realizaba en honor de su titular, participaban en otras conmemoraciones patrióticoreligiosas, como cuando se celebró la liberación del rey Fernando VII, donde en «el portal de Teruel había otro altar dedicado a Nuestra Señora de la Esperanza y costeado por sus cofrades, formado de colgaduras muy preciosas, en cuyo centro estaba colocada Nuestra Señora de la Esperanza, y además formaron una alameda desde dicho Portal hasta cerca de Santo Domingo».

La identidad de titular, tanto en la fiesta del Jueves de la Fuente como en la festividad de la Expectación, hizo que la devoción a la Esperanza mantuviese un cierto arraigo entre los vecinos de la ciudad, compartido posteriormente con la devoción a la Cueva Santa, si bien en el primero de los casos la fiesta de la Fuente era un patronazgo municipal y la segunda quedó cada vez más en manos de la cofradía. Como hemos visto anteriormente, la decadencia del patrocinio municipal en lo relacionado a la romería a la Esperanza, llevó a la dotación de la fundación de Gómez de Ahedo, y ello hizo que también fuese la cofradía la que aportaba participación ciudadana a los actos, tanto catedralicios como en el ermitorio del manantial, durante el siglo XIX y primeros años del XX.

Sin embargo la constancia no solía ser algo habitual. Si la cofradía, a través de sus clavarios, estaba detrás de la fiesta catedralicia, como nos dice la documentación en los años 1879, 1917, 1920 o 1922, algún año, por ejemplo en 1905, no hubo celebración catedralicia, y en otros, como en 1893, fue el Ayuntamiento quien asumió la gestión de la fiesta: «El Muy Ilustre Ayuntamiento atendiendo a los deseos expuestos por muchos fieles y patrióticos católicos de la Ciudad, de que se constituya bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza una festividad, que a su carácter católico una el no menos amor patrio y testimonio de agradecimiento a la venerada virgen, bajo cuyos auspicios y protección se halla el abundoso manantial de las aguas de su nombre, fuente fecunda y de incalculables bienes para esta población y pueblos de Altura y Navajas, con cuyas aguas se riegan y fertilizan sus campos, acordó: Adherirse al deseo general de la población e instituir, bajo el Patronato del Muy Ilustre Ayuntamiento y advocación de la Virgen de la Esperanza, una festividad cívico-religiosa de la mayor importancia y esplendor posible, en la cual se manifiesten los sentimientos católico y patriótico de este vecindario, al cual se deberá invitar por los mejores medios a cooperar y contribuir al desarrollo y realización de la idea».

Es este citado año de 1893, el que podemos denominar como de singular significado en la presencia municipal vinculada a la festividad de la Esperanza. Para costear los gastos, el Ayuntamiento autorizaba saliesen las antiguas cajas de la extinguida cofradía haciendo la colecta que costease los gastos y, además, tomaba la decisión de fusionar las

ferias de la ciudad, que tenían cierta decadencia por no ser diciembre un mes propicio para su celebración, en una sola «que deberá celebrarse en el mes de septiembre, coincidiendo con las fiestas de Nuestra Señora de la Esperanza, y procurando con festejos y anuncio llamar la mayor afluencia de concurrentes». Se podría decir que este año es el punto de partida de las actuales fiestas patronales al hacer coincidir, en el mismo mes de septiembre, la celebración del Loreto, la Cueva Santa y la Esperanza en lo que se conocerá como feria y fiestas de Segorbe.

La festividad siguió contando con la gestión municipal, que solicitó en 1894 se hiciese la misma en la catedral «con la solemnidad que venía haciéndose anteriormente», siendo una muestra de ello las del siguiente año 1895, según la crónica aparecida en las páginas del Boletín diocesano: «Fiestas de Nuestra Señora de la Esperanza. Estas fiestas que por el celo y diligencia del Muy Ilustre Ayuntamiento comenzaron a celebrarse el año pasado con desusada solemnidad, se han celebrado de la misma manera este año. El día 1 se celebró la Misa conventual en la Santa Iglesia Catedral conforme al rito de la Iglesia, pero muy solemnemente, asistiendo Su Señoría Ilustrísima con mitra y capa, la corporación municipal y demás autoridades, y numeroso concurso de fieles. Celebró la Misa el Muy Ilustre señor don Joaquín Debón, dignidad de

Chantre, y predicó el Muy Ilustre señor don Manuel Izquierdo, dignidad de Arcipreste. Por la tarde la santa Imagen de Nuestra Señora de la Esperanza fue llevada en procesión de curso general, asistiendo también Su Señoría Ilustrísima vestido de capa magna. El día 2 se celebró solemnemente oficio de difuntos, asistiendo el obispo con capa magna, y predicando oración fúnebre el mismo Muy Ilustre Señor Arcipreste. Al toque de oraciones la Imagen fue vuelta a llevar a la Iglesia de San Pedro, con acompañamiento de música y con disparos de cohetes voladores, y de una traca al terminarse».

Pese a ello, nuevamente, en los años de principios del siglo XX, se pasó por momentos que nada recordaban la antaño celebración con gran protagonismo del clavario, en cuya casa el balcón se adornaba formando un trono para la imagen, se encargaba de hacer estampas que se repartían en la fiesta o obsequiaba a los cofrades necesitados, además de otros actos lúdicos que se organizaban como festejos taurinos, a la total inexistencia de celebración en la ciudad, como en el año 1903, lo que motivó la actuación del obispo Cerero para intentar su reactivación. Lo cierto es que, por aquellas fechas fue el momento en el que, deseando mantener esa vinculación de Segorbe con la advocación de la Esperanza, supuso la restauración en 1906 de la ermita costeada por el canónigo Lamberto Perpiñán en el paraje de la Fuente, colaborando fiesta y música

el ayuntamiento adecentando los alrededores de la misma. También, en 1907, se creaba el patronato de las Escuelas de la Esperanza y en ellas habría festividad a la patrona.

1914 es, de nuevo, un año significativo en la festividad de la Esperanza, toda vez que se reanuda la fiesta tras una década sin celebración. Las páginas del Boletín diocesano nos informan que habrá cuatro días de festejos. En el primero de ellos, a mediodía se efectuará volteo general de campanas, se dispararán petardos y una banda de música de la ciudad recorrerá la población. Por la tarde, se hará el traslado de la imagen de la Virgen en procesión desde la Parroquia de San Pedro a la Catedral y por la noche una artística retreta paseará las vías principales acompañada de una banda de música. Al día siguiente, al amanecer y tras el disparo de petardos la banda ejecutará alegres dianas y a las 7 de la mañana habrá Misa de comunión en la Iglesia del Seminario. A media mañana la Comisión de festejos, desde la plaza de Alfonso XII se dirigirá, seguida de la banda de música, a la Catedral, para oír misa cantada. La capilla de música de la Catedral, dirigida por don José Perpiñán, interpretará a gran orquesta la Misa de Perossi, siendo sin duda alguna una de las dos Misas pontificalis conservadas en el archivo catedralicio, toda vez que era liturgia celebrada por el prelado diocesano; ya por la tarde tendrá lugar la procesión general a la que acudirá una banda de música de esta población y por la noche, en la calle Colón, serenata por la banda de música. El tercero de los días se celebrará por la mañana una misa por los difuntos devotos de la Virgen de la Esperanza, y a mediodía la Fiesta de la Caridad, con reparto de bonos a los pobres en la plaza del Obispo Ahedo, amenizando el acto la banda de música; la tarde de ese día acogerá una hermosa cabalgata artística con las colaboración de distinguidas entidades de la ciudad y de nuevo en la noche serenata en la calle Colón por la banda de música. La última jornada festiva se dedicará a la romería a la Fuente; así, a las siete y media de la mañana, a los acordes de la banda de música, la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza será llevada en procesión a la Ermita, celebrándose después misa; por la tarde, después de cantado un Trisagio en su honor, la imagen será conducida procesionalmente desde la Ermita a la Iglesia de San Pedro, y en el trayecto se dispararán voladores y variadísimos fuegos japoneses, concluyendo las fiestas por la noche en la calle Colón con un ramillete de fuegos artificiales. Celebraciones similares, con cuatro días festivos, las hubo también en 1916 o 1917, destacando en ellas la realización del concurso de la Jota, que parece se vinculó desde siempre a esta festividad.

En lo que a música específicamente segorbina se refiere, nos encontramos que en 1914 con letra de Pedro Morro y música de Juan Frasnedo, se compuso un himno a la Virgen de la Esperanza. Se plantea desde sus orígenes como obra para ser interpreta por el pueblo acompañado por banda de música, como vemos actualmente cuando se detiene el recorrido procesional en la plaza del Almudín y se escuchan sus

Himno a Nª Sª de la Esperanza, 1914 y Gozos a Nª Sª de la Esperanza, 1916 (ACS) acordes y melodías, entonando una letra que en su estribillo inicial dice así: «Segorbinos corred jubilosos, a la cumbre de excelsa colina, do su trono la Virgen divina, colocó con amor maternal». Unos años después, en 1916, Vicente Igual componía unos gozos a la Virgen de la Esperanza venerada en Segorbe, por haberse perdido el recuerdo de los anteriores del maestro José Valenciano, que aluden a la imagen en su ubicación en el monasterio Jerónimo, en los que se canta «Corredentora del Orbe, Iris de paz y bonanza, proteged siempre a Segorbe, ¡Oh, Virgen de la Esperanza!». fiesta y música

Partitura del Himno a Nª Sª de la Esperanza, versión para banda de Luis Miguel Marín, 2006.

Por estos años, encontramos otras obras musicales vinculadas a la festividad de la Esperanza, que con cierta relación con las viejas antífonas de la “O”, ahora se han transformado en motetes marianos con el título ¡Oh! Bella esperanza mía, cuya autoría además del citado Vicente Igual son de los compositores Eugenio Amorós Sirvent y José Jordá, y que se usarían en las celebraciones litúrgicas.

En 1929, la festividad se une a las otras dos hoy patronales, de tal manera que los anteriores cuatro días quedan reducidos a la celebración del día correspondiente. Tras la guerra civil última, en 1954 la fiesta de la Esperanza la hará la Comunidad de Regantes y, finalmente, se engarzará dentro de la semana religiosa de las fiestas patronales, confluyendo en el día de la Virgen de la Esperanza la matutina romería al ermitorio, donde tendrá lugar la misa y bendición del manantial, con la vespertina procesión en la que la Comunidad de Regantes y la cofradía reconstruida de la Esperanza adquieren un protagonismo participativo, sin menoscabo de la representación institucional de la Reina y Damas de la Ciudad, la Comisión de Fiestas y la propia Corporación Municipal, tal y como ahora lo vemos.de Regantes y, finalmente, se engarzará dentro de la semana religiosa de las fiestas patronales, confluyendo en el día de la Virgen de la Esperanza la matutina romería al ermitorio, donde tendrá lugar la misa y bendición del manantial, con la vespertina procesión en la que la Comunidad de Regantes y la cofradía reconstruida de la Esperanza adquieren un protagonismo participativo, sin menoscabo de la representación institucional de la Reina y Damas de la Ciudad, la Comisión de Fiestas y la propia Corporación Municipal, tal y como ahora lo vemos.

AL LORETO

La festividad en Segorbe a la Virgen del Loreto tiene, a diferencia de las anteriores comentadas, una partida de nacimiento concreto y un año, 1702, como primera celebración. Es verdad cabe el pensar que, desde que se construyese la ermita en el arrabal del Agua Limpia en el siglo XVII, donde ya era un elemento de referencia significativo cuando, por ejemplo, se la cita en 1608 como ubicada en dicha zona dentro del barrio de San Antón, siendo visitada como tal iglesia en las visitas pastorales del obispo Diego Serrano de 1640 o 16481651, presumiblemente se realizaría festividad el día de la titular de la ermita.

Por lo que respecta a la imagen de aquel momento, nada conocemos de la misma salvo que la que aparece en el retablo de la plaza del Agua Limpia sea reproducción de la misma, como tampoco conocemos cómo era la ermita y el retablo de su presbiterio, más allá de las descripciones que vemos en textos de las visitas pastorales: «En dicha hermita ay solamente un altar con retablo de maçoneria en diferentes misterio de Christo y su madre, en el nicho de en medio esta la Virgen de el Oreto de bulto dorada y encarnada con unos ángeles que tienen en las manos la casa de Loreto». fiesta y música Las cuentas de la administración de la Fábrica de la Catedral recogen anotaciones que mencionan tal celebración, por ejemplo en los años 1661, 1680 o 1682, siendo un lugar que además acogía otras liturgias como la misa en el día de San José del año 1688. Pero como ya hemos señalado, fue a principios del siglo XVIII, cuando se daría origen a la festividad en el templo catedralicio, alcanzando un rango festivo que la llevará hasta

Retablo cerámico a la Virgen del Loreto en la Plaza del Agua Limpia, 1854 (AMS).

convertirse en una de las patronales. En concreto, todo se debe a la voluntad del licenciado Josep Aguilar de la Mata, canónigo Tesorero de la catedral, quien presenta en la reunión capitular del 15 de septiembre de 1701 su voluntad de crear una fundación para honrar a la Virgen de Loreto que, al aprobarse, hizo que el 8 de septiembre de 1702 tuviese lugar la primera de las celebraciones:

«El licenciado Josep Aguilar de la Mata, presbítero Tesorero de esta Santa Iglesia, deseando sumamente que la festividad del día del nacimiento de Nuestra Señora, que cae en 8 de setiembre, se celebrase en esta Santa Iglesia con las demostraciones más festivas y solemnes que se pudiese, y que la imagen de Nuestra Señora de Loreto que se venera en la ermita, situada en el barrio del Agua Limpia de esta ciudad, fuese también con especial culto venerada, para que de cada día crezca y se aumente la devota veneración de esta santa imagen, a quien reconoce deber especialísimos favores y misericordias desde su niñez, pidió y suplicó al muy Ilustre Cabildo que, condescendiendo con su decisión, le permitiesen fundar y dotar la celebridad de ese día, para que en adelante se celebrase con la solemnidad de primera clase, música a 12, Tercia con barillas y en las completas primeras y segundas cantados el responsorio y cántico Nunc dimitis, y después de Completas la Salve a 12, y que así mismo el día de la Natividad por la mañana después de Tercia, se traiga en procesión la imagen de Nuestra Señora de Loreto a la Iglesia con asistencia del Ilustre Cabildo, y se coloque al lado del altar mayor, con su vela hasta las tres de la tarde, y después con procesión general que saldrá por la puerta principal de la Iglesia, plaza del Olmo esquina del Baile, a la plaza de la Ciudad, calle al lado de la carnicería, casa del señor Tesorero y San Martín, en donde entrará la procesión y se cantará un motete o responsorio, calle del Señor Ribanegra, cárcel, calle al lado de San Pablo y de ahí a Loreto, donde se dejará la santa imagen, y dicha la oración se tomará la imagen de plata del Arcediano Ocaña y se cantará la letanía hasta la Iglesia, para lo cual ofrecía dotar con la distribución».

Salve Regina de Mateo Peñalba, siglo XVIII (ACS).

Muestra de la importancia que se le dio a la fiesta, entre las liturgias catedralicias, es que la misma ya la encontramos recogida en los libros cantorales del Coro, en concreto en uno escrito y miniado por el afamado copista e iluminador mosén Eliseo Boronat en la primera mitad del siglo XVIII, en el que aparece «Todo el Oficio con himno y Misa de la Traslación de la Santa Casa del Loreto; antes de él una estampa de toda una plana, con la Virgen sentada sobre el tejado, y en la que sigue da principio a dicho oficio por el himno, sus márgenes de primoroso adorno de aguada, y su primera letra de la misma y colores». Es posible que el dibujo aludido como estampa pueda ser el que aparece en la impresión de los Gozos a Nuestra Señora de Loreto, venerada en Segorbe, edición de finales del siglo XVIII. Como puede verse, en la imagen la Virgen sedente, llevando al niño Jesús sentado en su regazo, aparece sobre el tejado de una iglesia. Fue impresa en Valencia, obra del xilógrafo Miguel Montes, y a los pies contiene la leyenda «Congregationes aquarum apellavit Maria» inspirada en el capítulo 1 del Génesis. La frase se debe a santo Tomás de Aquino, y viene a significar, como nos apunta el catecismo de Antonio Marçal, editado en 1727, «porque el Señor a las referidas aguas congregadas y unidas no las llamó María», puesto que el nombre significa mar y «más se dilata María en favores y gracias, que el mar en aguas y espumas», siendo muy utilizada como tema en sermones del siglo XVIII en festividades del Dulcísimo nombre de María o sobre las excelencias de San José, sobre todo por padres jesuitas.

Imagen en el papel de Gozos a la Virgen de Loreto, siglo XVIII (ACS).

Entre las obras que se citan en la celebración original, cabe sospechar que la Salve Regina podría tratarse de la conservada en el archivo musical catedralicio con autoría del maestro Peñalva Ramos para tres coros. Nada podemos deducir sobre el motete que se interpretaba en el convento de las Agustinas, si bien serviría cualquiera de las piezas de tema mariano que hay en el fondo del archivo, compuestas en estos años iniciales del siglo XVIII.

A partir de este momento, y con las rentas de la fundación creada por el canónigo Aguilar de la Mata, vino celebrándose como festividad capitular el día de la Virgen del Loreto en la catedral, en la fecha del 8 de septiembre, hasta que la desamortización y los agobios económicos surgidos en el siglo XIX por falta de rentas, hicieron que la misma evolucionase en otro sentido hasta convertirla en una fiesta bajo el patronato del Ayuntamiento por una parte y de los vecinos del templo de San Pedro por otra.

En 1837, problemas derivados de la fortificación de la ciudad por las guerras carlistas hacen que se decida el derribo de la ermita en el Agua Limpia, trasladándose la imagen y todos los objetos allí existentes a la catedral. Unos años después se realizaba un retablo cerámico que

se ubicó en la zona donde estuvo la primitiva ermita, y en 1854 el obispo Canubio concedió indulgencias a quienes rezaran un Ave María frente al mismo, mientras la fiesta proseguía realizándose en el templo catedralicio, como vemos en las actas capitulares de 1859. El acuerdo capitular de 1865, de trasladar los dos altares dedicados a la Virgen de la Esperanza y a la Virgen de Loreto a la recientemente reabierta al culto iglesia de San Pedro, no modificó para nada que fuese la catedral el lugar de celebración de la festividad, trasladándose la imagen hasta este templo cuando llegaba el día, siguiendo en cierta manera el ritual aprobado en su fundación. Así lo vemos en documentación de los años 1879, 1917 o 1920.

En el citado año de 1879 sabemos de la existencia de una cofradía del Loreto, entidad que es la solicitante al cabildo de autorización para la celebración en la catedral. Formada por vecinos de Segorbe, singularmente del entorno de la Iglesia de San Pedro, se encargaba de toda la celebración festiva aunque debió tener bastantes altibajos en su funcionamiento en las décadas iniciales del siglo XX.

Ese carácter de celebración exclusivamente religiosa en dicha fecha, en el tiempo se va completando con otras actividades lúdicas, como vemos en los actos «que tendrán lugar en la ciudad con motivo de la feria y fiestas a celebrar entre el 3 y el 14 de septiembre próximo [1903]», cuando se indica que el día 8, habrá funciones religiosas en honor a Nuestra Señora de Loreto, si bien ya se cita que a las doce tendrá lugar la denominada fiesta de la Caridad, precedente de la hoy conocida como Tómbola de la semana festiva religiosa, o a las diez de la noche el baile de trajes en el Círculo Segorbino. En 1913 es de nuevo la cofradía la solicitante de la festividad, algo que se repite en 1917 o 1920, pero no hubo siempre fiesta pues en 1903 o en 1922 dicha celebración no tuvo lugar. El hecho puede estar motivado bien sea por el protagonismo que en el ciclo festivo iba adquiriendo el Ayuntamiento, o bien por la inconsistencia en su permanencia de las cofradías festivas, entendidas como tales las que solamente se dedican a una fiesta de calle, frente a la pujanza de los nuevos movimientos y entidades religiosas de la época. En 1929 la fiesta del Loreto aparece citada junto a las otras dos patronales organizadas todas por el Ayuntamiento, en unos actos que ya cuentan con la participación de la sociedad a través de entidades comerciales y gremiales integradas en la comisión de festejos junto a concejales. Si en un principio parece que ésta mantenía el día 8 de septiembre como día de la celebración, vemos que en 1955 quedaba fijado como día festivo el jueves de la llamada “semana religiosa”, algo que posteriormente en 1974 se modificó pasándose al viernes.

El año 2000 José Blasco Aguilar armonizaba la melodía de los Gozos a Nuestra Señora del Loreto, en base a una letra del impreso de finales del siglo XVIII ya mencionado, que nos

remite a su utilización en la ciudad cuando indica «venerada en la ciudad de Segorbe».

Sobre la base de una melodía popular, el maestro Blasco Aguilar hizo una adaptación para coro popular acompañado de órgano, gozos en cuya letra no hay ninguna referencia expresa a Segorbe y se canta en el estribillo: «Pues por Divino Decreto, fuisteis de Dios ensalzada; sed siempre nuestra Abogada, Virgen Santa de Loreto». La obra, además de dotar de acompañamiento musical la celebración festiva, tiene que ver con la recuperación de la fiesta de cofradía, resurgiendo ésta en San Pedro impulsada por un grupo de feligreses, que se celebra el 10 de diciembre, de tal forma que, en la actualidad, la fiesta a la Virgen del Loreto en Segorbe es doble: por un lado, tiene lugar la que forma parte del triduo festivo de las patronales en los primeros días de septiembre y, por otra, la de la parroquia en su fecha litúrgica.

Gozos a Nª Sª de Loreto, siglo XVIII (ACS) Imagen actual de la Virgen de Loreto, en la Iglesia de San Pedro.

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