7 minute read

Google Maps y los macrodatos de los romanos Pasión por la geografía, ¿u otra cosa?

pasión por la geografía, ¿u otra cosa?

GOOGLE MAPS Y LOS MACRODATOS DE LOS ROMANOS

Advertisement

Hoy en día, ¿quién no ha entrado en la página de Google Maps? Resulta fascinante poder visitar lugares de prácticamente todo el mundo y, especialmente, que sea posible medir automáticamente las distancias entre puntos de una calle, una plaza, o entre dos ciudades . Además de sorprendernos, toda esta información cartográfica posee unas finalidades prácticas que van desde vender publicidad de establecimientos de todo tipo hasta calcular la superficie de un campo de olivos o guiar misiles militares . Como veremos, no hemos cambiado mucho .

En Mesopotamia se han encontrado planos de ciudades y mapas de territorios que datan del tercer milenio antes de Cristo . Del antiguo Egipto nos ha llegado el primer mapa topográfico de un sector minero entre Tebas y el mar Rojo . Babilonios y persas también elaboraban mapas y la cultura griega fue en gran parte cartográfica . Ahora bien, la pasión de los romanos por la confección de mapas fue enorme, una pasión interesada . Los romanos aprendieron cartografía, algunas veces, robando literalmente los mapas griegos . Uno de los primeros que fueron vistos en Roma fue fruto del pillaje de Siracusa en el 212 a . C . Durante el saqueo de esta ciudad siciliana, el general Marco Claudio Marcelo se llevó un par de globos terráqueos donde figuraban también las constelaciones . Estos tesoros habían sido fabricados por el gran sabio Arquímedes . Uno de los globos fue expuesto como botín de guerra en el templo de la Virtud y el otro se lo quedó el mismo general .

Precisamente fueron los ingenieros de las legiones romanas quienes promovieron las técnicas para elaborar mapas de los territorios que Roma iba conquistando . La redacción de informes militares y la exploración de áreas potencialmente interesantes para ser conquistadas eran el paso previo a una futura ocupación militar . Pero los romanos sabían que después de una victoria militar había que gobernar y administrar los territorios conquistados . La geografía estaba al servicio de la política . De cada plano hecho por las legiones se guardaba una copia que iba a los archivos estatales en Roma . Poco a poco, la ciudad imperial se fue llenando de mapas de todo el mundo conocido: primero de la península itálica, como el que Publio Sempronio Sofo mandó hacer y colgar en el templo de Tellus; otro, por ejemplo, fue el que representaba Cerdeña y estaba en el templo de Mater Matuta . También se cartografió el Mare Nostrum y, posteriormente, incluso se llegó a representar la India y la China .

Uno de los impulsores de esta «fiebre cartográfica» fue Julio César . El futuro dictador de la República tenía la costumbre de consultar muchos mapas cada vez que conseguía un mando militar, y sabía cuán

PRAEFECTURA ANNONARIA. Una semilla del estado del bienestar

Projecte Phoenix (Tarragona)

importantes eran . El mismo año que fue asesinado (44 a . C .), Cayo Julio César, cónsul y dictador de la República romana, seleccionó a sabios griegos con el cometido de recorrer la totalidad del mundo conocido y recopilar información . Cada uno fue dirigido a un punto cardinal . A Teódoto le tocó Grecia, Macedonia, Tracia y Asia Menor y tardó veintinueve años en recorrer estos territorios . Policleto tardó treinta y dos años en recorrer los parajes de África . Nicodemo marchó hacia todas las regiones al este de Anatolia y regresó después de veintiún años . Y, finalmente, Dídimo visitó Europa sin Grecia y tardó veintiséis años . No sabemos nada más de la expedición ni de sus frutos, como tampoco si la información que reunieron los expedicionarios sirvió para algo más que para confeccionar una guía de viajes .

Aun así, pocos años después de la muerte de Julio César, su heredero, el emperador Augusto, retomó la idea de su antecesor y encargó un gran mapa . De nuevo, el reto no era solo representar el Imperio romano, sino todo el mundo conocido . El responsable de este encargo fue Marco Vipsanio Agripa, la mano derecha del emperador y un personaje absolutamente fascinante . Era un gran militar, astuto político, tenía nociones de arquitectura y urbanismo y resultó un magnífico planificador de obras públicas, así como gestor del alcantarillado y de las calles públicas de Roma . Viajero infatigable, Agripa conocía de primera mano el territorio del Imperio y, con la ayuda de agrimensores, se puso a la obra .

Desafortunadamente, murió durante los trabajos, pero, en su testamento, dejó estipulado que el mapa del mundo tenía que ser expuesto en un pórtico, en el Campo de Marte . Su hermana Vipsania Pola lo llevó a cabo . Finalmente, hacia el año 2 a . C ., el gran mapa del mundo fue instalado en el denominado Pórtico de Vipsania . Este Orbis pictus terrarum seguramente sirvió de base para el conocido mapa medieval llamado Tabula Peutingeriana . La carta mostraba las principales ciudades del Imperio romano, con las vías que las comunicaban y las distancias, además de los ríos y montañas, ¡hasta llegar a la India! Era una especie de guía de carreteras de hace dos mil años . Y ¿por qué esta obsesión de los romanos por hacer mapas? Por un lado, la cartografía formaba parte de la propaganda ideológica de un imperio que quería que sus miembros conocieran cuán grande era su mundo . Por otro lado, el arte de medir la tierra (agrimensura) y confeccionar mapas tenía una finalidad más prosaica: el control de la población y de sus bienes . A cada plano que se elaboraba, lo acompañaban informes, listas y comentarios . Cada cinco años se elaboraban censos de la población . Estos censos contenían información precisa y cuidadosa de los habitantes, sus estatus sociales y culturales, y sus propiedades .

De esta información se elaboraban copias para cada nivel de la Administración; una para el pueblo o ciudad, otra para la capital conventual, otra para la capital provincial y finalmente otra para los archivos imperiales en Roma . Total, el emperador y el Senado de Roma podían saber quién vivía, y qué propiedades tenía cada ciudadano, en cada ciudad de todo el Imperio, con una precisión que ya quisieran muchos estados actuales . La información que contenían los archivos romanos, tanto los de las ciudades como los de la capital de Roma, era colosal:

· Títulos de propiedad · Actas hipotecarias o de venta · Testamentos · Garantías judiciales y económicas · Empréstitos · Dotes que regulaban la vida de los ayuntamientos de la época · Actas de todas las reuniones de los gobiernos locales y provinciales · Decretos del ordo decurionum (lo equivalente a los edictos de alcaldía actuales) · Registro de propiedades municipales, rústicas (agri, silvae) y urbanas (loca, aedificia publica) . · Toda la contabilidad municipal (pecunia communis) · Arrendamientos municipales a privados de los bienes públicos · Deuda pública · Registro de multas · Listas de ciudadanos · Juramentos de magistrados al acceder a los cargos

· Relación de decuriones (regidores municipales) · Relación de magistrados y sacerdotes locales · Relación de personal municipal (funcionarios) y sus sueldos · Catastros municipales · Formae (mapas catastrales que partían de la infor mación censal) · Documentación de relaciones exteriores de las ciu- dades · Calendarios de días festivos, laborales y actas ofi ciales · Documentación del gobierno imperial (edicta, mandata) · Documentación judicial

Toda esta ingente cantidad de información, auténticos macrodatos, exigía profesionales muy formados y un control constante de esta información . Sobre este control, Roma ejerció su gobierno, su administración, procurando la securitas, la libertas, la felicitas de sus súbditos; eso sí, ¡cobrando todo tipo de impuestos!

La primera diferencia con el tiempo actual es, de forma evidente, la gran capacidad informática que permite confeccionar algoritmos y analizar inmensas cantidades de datos en busca de patrones de comportamiento . La segunda —y quizás más sorprendente— es que hoy en día hemos decidido regalar a los poderosos —no solo a la Administración pública— mucha más información de la necesaria para la gestión del bien común . De hecho, prácticamente tienen al alcance toda nuestra intimidad . Tal y como alerta el historiador Yuval Noah Harari, la tecnología empieza a ofrecer la posibilidad de «controlar» las decisiones de las personas y, por lo tanto, la libertad humana . ¿Hemos ido demasiado lejos?

PRINCIPIA. El corazón del campamento romano

Projecte Phoenix (Tarragona)

Magí Seritjol

Director del festival Tarraco Viva

This article is from: