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mayores
¿Botellón inocente? ¿Está Vd. de acuerdo en que la ley es el fundamento del Estado de Derecho y que éste es condición necesaria para la democracia? Si no lo está, no siga leyendo… le voy a decepcionar. Los fundamentos de los gobiernos democráticos modernos están basados en un concepto filosófico de justicia que incluye igualdad legal, representación, redistribución y libertades civiles. Por supuesto, el Estado de Derecho no se completa con la mera aceptación de este concepto teórico de justicia, necesita el desarrollo de todo un sistema legal compatible con aquél. Sistema legal que admite, porque sus elementos están sujetos a un proceso continuo de revisión y ampliación, una gran cantidad de variaciones locales y temporales. Abusar de esta adaptabilidad supone un riesgo para la convivencia democrática. Se abusa de ella llevando al esperpento la reclamación de nuevos derechos; no atendiendo a su posible choque con derechos anteriores; o pretendiendo disfrutar de lo reclamado sin esperar su sanción por la ley. Un ejemplo muy actual es la reclamación del “derecho” a emborracharse. ¿No es un hecho que cualquier adulto puede beber en nuestra sociedad, incluso en exceso? Eso sí, siempre que respete las normas vigentes: no hacerlo en
grupo en el espacio público sin permiso expreso. Parece obvio que el botellón contraviene estas limitaciones. ¿Por qué, entonces, se permite? Un aspecto indispensable de la ley democrática es que su cumplimiento sea garantizado por aquél que tiene la exclusividad de la coerción: el Estado. ¿Por qué no se aplica la ley en este caso? ¿Por qué la mayoría de la sociedad tiene que aguantar la tiranía de unos ilegales? La edad de los participantes y la proporcionalidad de la acción represiva respecto a la infracción cometida es sólo una excusa para la inacción. Que los jóvenes no tienen alternativas para su ocio es una falacia. No vale, como hacen ciertos representantes políticos, con constatar, o rechazar. Muchos lo consideramos una dejación flagrante de la obligación de hacer cumplir la ley… ¡a todos! ¿Por qué habremos de confiar en que en otros casos se haga? ¿Quién puede convencer al ciudadano que hoy respeta la ley de que lo siga haciendo? En realidad, podría parecer que a algunos no les molesta que cunda en el ciudadano la desconfianza en las instituciones y la sensación de inseguridad ante la ley. Juan A. Suárez (suarcas.juan@gmail.com) Asistente al Taller de Pensamiento Filosófico de Servicios Sociales