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Relatos, recuperando nuestras señas de identidad

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Saluda del Alcalde

Saluda del Alcalde

La riqueza del lenguaje a través de la palabra ESPONTÁNEO PREGÓN

A VERA Y SUS FIESTAS DE SAN CLEOFÁS

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Ilmo. Sr. Alcalde, D. Félix M. López; dilecta Primera Dama de esta villa, Dña. Elisabet Ricart; Primera Teniente de Alcalde, Dña. Isabel de Haro; dignas Autoridades y Concejales; queridos/as veratenses y estimados/as visitantes. Disculpad que me haya lanzado al “ruedo” como antaño hacían los “maletillas”, pero sin la pretensión de darme a conocer; sino, más bien, para hacer un elogio a esta villa y sus fiestas, tal y como yo concibo un pregón: Vera, gran villa bendecida por el suave y cálido sol invernal del Mediterráneo. A veces compleja y con laberínticas y estrechas calles en su casco antiguo que ciñen su alegre carácter y que es promesa de unas escenas eclécticas: singular diseño de su rectangular Plaza Mayor y el armonioso edificio de su Excmo. Ayuntamiento en ángulo recto con la original Iglesia de la Encarnación que preside dicha plaza; sus bares, cafeterías, restaurantes y hoteles; teatro, danza, música y deportes; jardines y glorietas exuberantes, y paseos de ensueño como el Paseo Marítimo, por poner un ejemplo; sol, playas y arena. Su grandeza y sublime elegancia. Pero la belleza de Vera explota en los últimos días del caluroso estío cuando los ígneos rayos del sol metamorfosean los colores ocres, amarillos, rojos y verdes, con el azul del cielo, decorando con vibrantes matices el incipiente otoño, convirtiendo el paisaje en un maravilloso y esplendoroso edén quedando impresionado en la retina de todos los que habitamos este bello lugar y de aquellos que lo visitan. Donde estar presenciando esa panorámica sin igual es un privilegio, sin duda alguna, que impregnará y embelesará nuestra memoria consciente, con un atractivo aire de majestuosidad, paz y tranquilidad. Ahora bien, el encumbramiento de todo eso se plasma en las Fiestas de San Cleofás que, como siempre, se vienen celebrando en un enclave privilegiado y señorial, en un entorno sublime e idílico lleno de esbeltas, majestuosas, elegantes y magníficas palmeras; y que no podría llamarse de otra manera: El Palmeral de Vera que saluda y acoge a los que lo visitan todos los días del año, pero sobre todo en estos esplendorosos días de la celebración de su santo Patrón, invitando a “digerir” con placidez las numerosas atracciones de feria, sus atractivas casetas y puestos feriales que con su particular y bello entorno, embelesa todos nuestros sentidos. Todo lo que pueda ornar la más risueña perspectiva y crear el punto de vista más agradable está en estas Fiestas, en su entorno idílico, en su oasis de placidez absoluta, como he referido en el párrafo anterior, y suntuoso tapiz de vivaces colores que es escenario de intensas emociones para nostálgicos fiesteros y para los que no lo son tanto, también. Insisto: es el Palmeral de Vera, que es una bella y magnífica cotidianidad de la filosofía de vida de los veratenses y los foráneos que vivimos en armonía con ellos. Tiene algo de particular, algo tónico, algo vigorizante por cuanto nos llena con ese candor de la felicidad del momento. La simple felicidad que brota como una parte más de nuestras vidas en un centenar de latidos, dejando al descubierto todo lo que ha sido importante para nosotros. Vivimos intensamente esos momentos porque, aunque muchos seamos mayores, nuestro espíritu aún no se ha percatado de ello y se siente todavía joven y libre; y, porque lo más seguro es que la felicidad sea, o mejor dicho, es una abstracción mental que depende de cada uno de nosotros y, por ende, cada uno es feliz a su manera; por supuesto. Pocos acontecimientos fiesteros son tan espectaculares como estas Fiestas de San Cleofás. Son deslumbrantes, pues reflejan el sentir del pueblo, donde se participa con alegría y te dejas llevar por lo maravilloso de su magnífico ambiente y la sincera emoción de sus ciudadanos: alegría, celebración, música, luces multicolores, paseos con un toque poético-romántico por el recinto ferial,… dentro de un embrujo mágico que nos hechiza y maravilla. Y como un valor añadido a sus inmejorables actos fiesteros (elección de mises juveniles e infantiles, festejos taurinos, pasacalles con la Banda de Música Municipal, tracas anunciadoras y final de fiestas, actividades infantiles y para la tercera edad, etc.), está la rica y variada cocina tradicional que desde sus fogones se elabora de forma artesanal en los bares y restaurantes de esta estupenda localidad, donde poder degustar unas exquisiteces sin parangón alguno, deleitando a todos aquellos que las prueban. Es un momento ideal para relajarse con familiares y amigos, y para todos aquellos que quieran y deseen disfrutar de ese ambiente divertido, distendido y ameno, que permite que las tardes soleadas y las noches estrelladas, con su argente luz de luna, inunde nuestra imaginación constantemente. Una admiración total que llena de placer y satisfacción nuestro ser. La Feria del Mediodía nos “enharina” como calamares y boquerones fritos. Nos “aliña” con aceites y vinagre para ensalada. Nos convertimos en helados y dulces glaseados. Todo se suma, se aglutina, se apila: los sentimientos, el calor, la refrigeración del aire acondicionado o climatizado en los bares y cafeterías, o el frescor natural del aire de los ventiladores; o, incluso, el alivio pasajero, intermitente y secuenciado de un abanico abierto y cerrado, con grácil delicadeza etérea, por cautivadoras manos expertas, como gorgonia de mar. El sombrero, la pamela o la gorra; la ropa ligera, sutil y

corta. Las espumeantes cervezas, la roja sangría y los pálidos u oscuros refrescos encuentran rápidamente nuestros esófagos, se precipitan sobre ellos mismos con afán de obstruir. La esencia y el glamur de su mítica Plaza Mayor y sus calles aledañas, entre tantas otras, están surcadas de personas que van y vienen sin parar y cuyas sombras alargadas, trazadas en el suelo en largos tramos, delimitan las siluetas estilizadas o repletas, según la hora, pero siempre inseparables de los viandantes. Al mediodía hay como una quietud, como una laxitud de ti mismo. Las Fiestas de San Cleofás nos ponen a prueba, pero nos envuelven y nos protegen como si todo lo peor del año estuviera desapareciendo, dispersándose, difuminándose en la inmensidad de lo etéreo del universo, como así es; como siempre ha sido así, ¿verdad? Todas las tribulaciones se desvanecen suavemente en el recuerdo de los sueños y, como la luz de la luna a través de las nubes translúcidas, flotando en nuestras mentes y nuestra imaginación para llenar de júbilo nuestro interior y nuestros emocionados corazones. ¡Sin duda alguna estamos en Vera! Sus Fiestas Taurinas, celebradas en su mítica y singular plaza, nos sumergen en unos eventos únicos en los que la luminosidad y la fiesta taurina, amenizada por la Banda de Música Local, marcan un ritmo acompasado, alegre y melodioso de pasodobles en estas tardes veratenses. Un espectáculo visual, emotivo y sonoro que rompe dimensiones y sensaciones a través de actuaciones de calidad, diseño de luces y pases uniformemente templados de capote y de muleta en un sofisticado arte de Cúchares que se transmite de la mente y el corazón del torero a sus manos y de éstas al capote o la muleta, según se tercie, y que hace que cada momento álgido adquiera belleza y vida propia dentro del estilismo propio de cada uno de ellos. Un plan perfecto para disfrutar y deleitarse con esa armonía secuencialmente sinuosa, esa templanza y arrojo del torero o del rejoneador con las cabriolas de sus caballos derrochando valentía y emoción delante del imponente y bravío astado. Es como si el tiempo se fundiera en el espacio circular de la arenosa ocreidad del coso y las ovaciones, lanzadas a la inmensidad de lo etéreo, se difuminaran en un clamoroso susurro estelar. Es una experiencia única, a veces insólita, que transmite sensaciones de euforia, de alegría y otras de tensión extrema; mientras la plaza se va sumergiendo en un bello e increíble decorado dorado crepuscular que hechiza nuestros sentidos. Llega el día de la sublime culminación de las Fiestas con la fastuosa y suntuosa Procesión del Santo Patrón en post de ensueños en el mandamiento espiritual y místico de loa y alabanza de San Cleofás con la contemplación etérea de su insigne halo protector para con esta villa. La presencia de su inconfundible imagen y las plegarias se unen en una arrolladora expresión de anhelo espiritual que se eleva a lo infinito del cielo; mientras el aire transporta, además del olor dulce y pesado a incienso, sutiles aromas de sazón, proyectando la belleza comedida, desde su cénit, de un radiante sol de mediodía dibujando preciosos reflejos irisados que confieren a la imagen una infinidad de matices que resaltan el aspecto inmaculado de la talla de San Cleofás; arrancando más hermosura, si cabe, a susodicha imagen.

Las noches en el Recinto Ferial del Palmeral:

Pasan las tardes y el sol decae detrás del fabuloso Cerro del Espíritu Santo, sin remisión, una y otra vez en los sucesivos días de estas maravillosas Fiestas y, las sombras, tímidas, se van deslizando a medida que van haciendo desaparecer sus rayos, difuminando y oscureciendo los ocres y sienas que componen la árida paleta de este maravilloso Cerro, dando lugar a los pálidos velos lilas de los nacientes crepúsculos de esos anocheceres. Y nos engalanamos todas las veces para asistir a esas bonitas tendencias, suaves, dulces y particularmente divertidas a su vez; donde nos esperan desafiantes, con sus intensos mantos púrpuras, las noches en el Recinto Ferial del Palmeral, cuya iluminación encendida, lo transforma en un mágico paraíso nocturno. La simplicidad de romper con las rutinas cotidianas, diarias que, a veces, si no nos agobian, nos aturullan. Salir, disfrutar de algo de diversión para romper y ahogar las melancolías, si alguien las tuviera. Nadie se refugia en la soledad y en la frugalidad. Nadie recorta en los momentos excepcionales con familiares y amigos, y eso es loable. Somos conscientes que no estamos ahí como pasmarotes para entretenernos en qué pasar el tiempo. Somos conscientes que ésas no son unas noches más dentro de una ropa ligera. El candor de unos nocturnos instantes netos. Unas perspectivas radiantes se nos abren: las conversaciones sinceras, amenas y dilatadas; la simplicidad prosaica, la ligereza; las recatadas coqueterías de las jóvenes, esos bonitos maquillajes que acentúan los suaves encantos de las miradas de las mujeres veratenses, aunque algunas no los necesiten; las promesas de esas miradas francas y límpidas de infinita duración… Olvidarse de todo es como deslizarse por un satinado y sedoso lienzo plisado. Suficiente para meterse por uno de sus pliegues, arroparse en él. Ahí hay como un maravilloso halo protector. La simplicidad de las cosas: delicados perfumes, elegantes vestidos vaporosos, vistosas flores, ropa ceñida al talle, la sencillez de la elegancia; el sonido grato y ameno de unas risas cristalinas; esas cautivadoras sonrisas, esas divertidas y dicharacheras charlas,… Todo es encantadoramente sencillo, simple. En ese caso, tanto da igual que nos descorchen un vino blanco: - ¿Vosotros preferís el tinto? Sea pues, nosotros también tinto entonces. ¡Sea así por vuestro gusto, por Vera y sus Fiestas en honor de su santo Patrón, San Cleofás! ¡¡VIVA VERA!! ¡¡VIVA SAN CLEOFÁS!!

Andrés Molina Ruiz

Maestro jubilado del CEIP “Ángel de Haro”.

CONMEMORACIÓN DEL 500 ANIVERSARIO DEL TERREMOTO DE VERA (1518-2018) Vera, ciudad de la Cultura

LA CIUDAD MEDIEVAL DE BAYRA ANTES Y DESPUES DE LA CONQUISTA A PARTIR DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS

En estas fechas clave de 9 de noviembre de 2018, conmemoramos el 500 Aniversario del terremoto de Vera, acaecidao el 9 de noviembre de 1518, el ayuntamiento, a través de las actividades programadas, presenta diversos actos como celebración de aquella efeméride a partir de una serie de conferencias temáticas alrededor de la Historia de Vera antigua.

Uno de los objetivos primordiales, aprovechando esta conmemoración es servir como motivador para recobrar la Historia de nuestra ciudad y comarca, acercando al ciudadano para que les pueda servir de comprensión y acercamiento a cuales fueron sus raíces históricas. La finalidad básica de estas conferencias no es tanto la de ofrecer datos nuevos como la de reflexionar y aportar nuevas ideas sobre temas claves en aquellos tiempos antes y después de la conquista de este territorio, ofreciendo una nueva visión de la historiografía de Vera, a fin de lograr una mayor comprensión de los mismos, desde la visión histórica y arqueológica. Y con esta comunicación, exponemos el resultado de un largo proceso de investigaciones sobre los orígenes medievales y romanos de Vera y su desarrollo después de la conquista. El título de nuestra conferencia “La

Ciudad de Vira, un territorio fron-

terizo a lo largo de la Edad Media”, es ya un ejemplo de los datos que vamos a aportar, desde que con nuestro Grupo de Investigación integrado por Lorenzo Cara y yo mismo, iniciamos ya en 1984 a partir del desarrollo de un Campo de Trabajo Internacional de Arqueología, promovido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, en el Cerro del Espíritu Santo. Es obvio, sin embargo, que con las nuevas investigaciones que venimos desarrollando en este yacimiento arqueológico de envergadura, conseguiremos aportaciones lo más numerosas y clarificadores posibles. Y en ello estamos…; y el Museo continuará de modo estable la tarea de recuperación de la Historia de Vera. Y, aquí, no clausuramos estas investigaciones, sino que las dejamos abiertas para seguir trabajando en estos reencuentros con la Historia de Vera, durante este año, en que se conmemora la efeméride del V Centenario del Terremoto que destruyó la Vera antigua medieval y que dio paso a la creación de la nueva ciudad de Vera renacentista, por orden de Carlos V. La comunicación se ha dividido en cinco partes: una primera, en la que vamos a comentar de una manera muy breve sobre “Algunas referencias históricas de la Vera musulmano-cristiana”. En la segunda parte, comentaremos otro apartado específico de la “Historia de Vera hispano-musulmana y su comarca durante el proceso de reconquista como datos para la historia de la ciudad”. En otro apartado constaremos “Las últimas referencias a la Vera del Espíritu Santo vista por el viajero Münzer”. A continuación “La historiografía del Cerro y sus últimos trabajos de investigación”. Y, para terminar, expondremos la “Puesta en valor sociocultural y turística del Cerro del Espíritu Santo. Desarrollo del proyecto de adecuación del cerro como mirador turístico”, que a nuestra manera de ver argumentan el potencial que tiene este enclave histórico en el desarrollo económico y social de una ciudad litoral turística como Vera. Y para abrir y cerrar el desarrollo de esta comunicación que mejor manera que con la lectura poética de unos poemas escritos por nuestro poeta local Francisco Flores, tema escogido sobre la Vera antigua, como un pequeño homenaje de agradecimiento a este poeta veratense, que después de Garcilaso de la Vega, hijo de Garcilaso primer alcalde cristiano de esta ciudad, escribió sobre la conquista de Vera por los Reyes Católicos:

VERA

Tras las épocas de Baria y Bayra ya lejanas, con Vera la luz y la paz quedan hermanas, las dos brotaron del inmenso cielo, y bajaron al terruño con raudo vuelo; por gracia del reino vinieron los honores, quedando sembradas flores, espléndidas, alegres, fragantes, con dulcísimos dones en ecos palpitantes, por noble y leal soberana teniendo la palabra también por hermana, de pasos eternos conserva sus huellas bajo un firmamento lleno de estrellas, y mientras Jesús desde su atalaya teje su alfombra la Virgen de las Angustias embellece su sombra.

Francisco Flores Pérez

ALGUNAS REFERENCIAS HISTÓRICAS DE LA VERA MUSULMANOCRISTIANA

El tratar de aproximarse a la historia de Vera y su comarca,

no es fácil, especialmente por falta de referencias históricas claras y datos arqueológicos fehacientes... Y lo que hay escrito sobre ella están mal interpretados; pero a veces, sin embargo, hemos de contar con ellas y tratar de discernir lo que tienen de aprovechables. En muchas de las fuentes hay períodos a medias contados por antiguos cronistas, pero de otros más antiguo sabemos muy poco o nada, por falta de excavaciones arqueológicas y otras investigaciones de campo... Vera tiene en su comarca las distintas culturas primitivas e históricas, y la musulmana de África y Oriente Medio que se asentó en estas tierras pobladas por visigodos (y bizantinos), que llegaron después de los romanos, y que concertaron las entregas y ventas de estas tierras a los musulmanes. Vera, aparece en la Historia con el nombre romano de Baria en la costa, y de Bayra musulmana, ya como ciudad fortaleza, encumbrada en un cerro aislado en medio de los campos. Es una de las ciudades más antiguas, junto a Mojácar, del litoral almeriense. Ya en época romana, la vía costera que iba desde Cartagena a Abdera (Adra) Eadra en árabe por la evolución fonética, al igual que Bayra Vera (según Steiger), un ramal de la vía Augustea, pasaba por Vera al pie del asentamiento romano que ya existía en el Cerro del Espíritu Santo, dos puntos muy importantes de la zona marítima del S.E., en la época. Esta ciudad acoge las nuevas ideas de los orientales musulmanes, que se establecen en el cerro del Espíritu Santo, y se constituye la ciudad en centro administrativo de la comarca (Iqlim), y fue parte integrante del semillero cultural islámico dando a conocer poetas y escritores, guerreros... Aben Bucar (1294) alcaide de Vera, también Aben Kumasa (siglo XIV, 1343), igualmente Alfons y el aguacil Ibn Alfaqui (1435); también el poeta musulmán Muhammad Abi Bekre, oriundo de Vera (siglo XIV), según relación que da el autor Tapia Garrido en su “Historia de Almería” (1973). Concretando estos datos observamos ya que el mismo topónimo de “Vera” está delimitado por contrastes. Este topónimo conocido como Bayra (Barea o Baria en época clásica) puede tener su origen en la fundación romana, sobre un poblado ibérico y fundación fenicia. Como hemos referido, en la época del establecimiento musulmán se la llamó Bayra, y este topónimo, pues, coincide significativamente con la ciudad de Vera, camino de entrada hacia Almería de las rutas procedentes de Levante (antiguo ramal de la Vía Augustea romana), y situada también estratégicamente en las proximidades de antiguos poblados argáricos e ibéricos, a orillas de los ríos de la zona, especialmente en el Almanzora, localidad que fue fronteriza en todas las épocas y de reparticiones territoriales, con varios pueblos a su alrededor dirigidos administrativamente en época ya musulmana. Centrándonos en estos tiempos de la ocupación islámica, esta ciudad de Bayra perteneció a la Cora de Tudmir (coincidiendo prácticamente con la provincia de Murcia) como división territorial musulmana. Esta Cora se mantuvo durante mucho tiempo en el mismo marco político administrativo visigodo, hasta la ocupación total musulmana de Baly (por Capitulación). Estos datos inéditos nos lo aporta el profesor Molina, en su estudio “La Cora de Tudmir”, 1972. En cuanto al establecimiento de la distribución étnica, en el año 825 Abderramán II ordenó el asentamiento en Tudmir de unos grupos humanos de la tribu de los Mirs de Egipto, operándose cambios territoriales en esta región del SE, según su concepción político- administrativa y sus necesidades. Y también la ciudad fue asiento de importantes linajes guerreros como los Banu Asqilula y los Banu Kumasa. Bayra es el iqlim costero más meridional de la Cora, citado por Al-Udri como ciudad administrativa y financiera, puramente agrícola. Al-Idrisi da noticia de los últimos núcleos de la Cora: sobre el puerto (marsá) y castillo con referencia a Vera, que se supone ocuparía el emplazamiento del actual puerto de Garrrucha o zona de Puerto Rey (Almoraiz); también cita la isla Carboneras (yazira Qarbunayra)

Cerro del Espíritu Santo hacia los años 20 Cerro del Espíritu Santo hacia los años 20

El cerro-isla, un otero en el horzonte

y Mojácar (Áqaba Saqir). También este topónimo de Bayra aparece en la obra “Descripciones” de este mismo historiador musulmán, quien la menciona en dos ocasiones: en una de ellas como el río de Vera, y en otra poniendo de relieve su amurallado castillo. Según otro cronista, Al-Humaydi, nos dice de esta ciudad “se trata de una pequeña aldea o pueblecito (bulayda) próxima a la costa de Almería y Murcia”. Pero el mismo autor oriental

y viajero, nos aporta algunas noticias más sobre ello recogidas por otro autor y geógrafo oriental, Ibn al-Faqih: “Bayra está en al-Andalus, es una isla (Yazira) en la que se hayan doce ciudades; su rey es un musulmán llamado en ese tiempo Sudan b. Yusuf. Está en poder de los musulmanes. Sus habitantes atacaron y saquearon a los cristianos y lo mismo hicieron éstos con los musulmanes. Pero no conozco esta isla, y nunca he sabido otras noticias de ella más que éstas”. Estos datos que nos presenta el profesor Molina de sus transcripciones de los escritos árabes, como narración está ciertamente en desacuerdo con la realidad geográfica de la ciudad de Vera; pero si nos atenemos a una interpretación observamos que, en cierto modo, no está descaminada porque efectivamente la ciudad estaba enclavada en el cerro- isla del Espíritu Santo en medio de la llanura del amplio valle litoral, justamente en el centro geográfico y estaba totalmente aislada e inaccesible, y dominando a doce pueblos de la comarca, como distrito administrativo... Al-Udri la cita como uno de los iqlim de la Cora de Tudmir, como distrito agrícola y ciudad administrativa y financiera. Estos datos, pues, serían lo suficientemente claros como para confirmarlo. Además como referencia clave de que fue una ciudad importante tenemos las noticias de la existencia de una mezquita. El escritor Al-Udri dice en el siglo XI, que la mezquita mayor aljama de la ciudad de Vera fue construida por Muhammad b. Muslima al-Hiyari, originario de Guadalajara, en el 868, describiéndolo de esta manera: “En Bayra hay una Mezquita aljama no hallándose otra igual por su gran perfección técnica dentro de su pequeñez. Esta Mezquita fue construida por Muhammad b. Muslima al-Hiyari; terminose su construcción en el mes de Yumadá del año 254/28 de abril 868 al 28 mayo del misma año”. Existen algunos datos curiosos acerca de la mezquita: “Su mihrab tiene siete columnas de mármol veteado de blanco y negro que no las hay igual. En las dos puertas meridionales hay también seis columnas parecidas Idealización del interior de mezquita a las anteriores por su perfección y belleza artística... Y hay 14 columnas todavía más grandes; tres de ellas son blancas y poseen una belleza inigualable y las restantes están veteadas de blanco y negro. No se conoce algo parecido en el territorio...” Además, en estos tiempos de la dominación musulmana, Vera adquiere importancia según se desprende de la cita del geógrafo árabe Yacub, quien nos dice que Almería y Berja pertenecen a la “Regencia de Vera”. Así pues, con estas referencias históricas se podría decir que la Bayra musulmana, la Vera vieja del Espíritu Santo y la Vera ya cristiana después de las Capitulaciones, fue centro importante a lo largo de su tiempo histórico. Cueva-silo en el barrio extramuros noreste durante el Campo de Trabajo Arqueológico 1984 Paño de la muralla de sillarejos durante el Campo de trabajo Arqueológico de 1984. En la actualidad se ha desmoronado la mitad.

LA HISTORIOGRAFÍA DEL CERRO Y SUS ÚLTIMOS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN

Ya en el verano de 1984 se desarrollaron una serie de trabajos de investigación en las antiguas ruinas de Bayra. Esta campaña fue la primera que se ha llevado a cabo en este yacimiento arqueológico, a raíz de la petición que hicimos a la Delegación Provincial de Cultura de Almería, para la realización del III Campo de Arqueología, que se venían llevando a cabo en Vera, que ha sido pionera en este tipo de campamentos arqueológicos en la provincia. La laboriosa organización de este Campo de trabajo estuvo a cargo con la Dirección de los trabajos por los arqueólogos Ángela Suárez, Lorenzo C. Barrionuevo y Domingo Ortiz Soler por resolución de 28 de junio de la DGBBAA. El objetivo, en principio, fue realizar la limpieza, documentación y conservación de las ruinas de la antigua ciudad de Vera, con recogida de material cerámico en superficie para su estudio, aprovechando para realizar un primer contacto de investigación inédita con los problemas que plantea este tipo de investigación de análisis superficial, de un despoblado medieval, recogiendo documentación de prospección y de archivo, en el que estamos todavía inmersos. Y de hecho, con esta comunicación presentada son aportes de dichas investigaciones desde aquellos momentos, con la actualización de datos y aportación de nuevos, sin ningún apoyo institucional (todo hay que decirlo). A pesar de la importancia y extensión del cerro y sus ruinas, lo hasta ahora descubierto ha evidenciado el gran valor que guarda el yacimiento para el conocimiento del establecimiento musulmán en la comarca, sin olvidar otros niveles de asentamientos humanos prehistóricos y romanos acumulados.

Por lo pronto, sobre la historia de este emplazamiento existen datos de archivo y los arqueológicos que hemos realizado confirmando que este cerro estuvo poblado desde tiempos prehistóricos y que en época romana, por lo menos con la existencia de un torreón o castellum, y quizá sobre una base anterior oppidum ibérico. Con la seguridad que también durante el establecimiento bizantino durante setenta años en este litoral aprovecharon las infraestructuras de este enclave como recinto militar.

Domingo Ortiz Soler

Museo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Vera

EL TORERO ROQUE HARO “ARITO”

Las novilladas taurinas antiguas en las fiestas patronales veratenses solían ser la máxima atracción a las que se acudían masivamente cada año, aún a sabiendas de propios y extraños que estos eventos taurinos solían ser un verdadero fracaso. La gente asistía a las novilladas o corridas de Vera en un ansia desmedida de sensaciones nuevas. La plaza solía llenarse año tras año de un público homogéneo y colorista. La merienda en los toros, la bota de vino compartida, la gaseosa fresca y la música, junto a la presencia de amigos y conocidos en las gradas del viejo coso veratense, suponía para el vecindario y visitantes de pueblos limítrofes un aliciente difícilmente superado por los demás actos públicos de las ferias y fiestas en honor al santo patrón “San Cleofás”, al que por cierto no conocíamos de nada. Mi pequeño relato está basado en la realidad taurina que los vecinos y vecinas de nuestro pueblo vivían cada año y a veces fuera de las fiestas patronales, como en esta ocasión, con la memorable novillada que tuvo lugar en la plaza veratense el domingo 18 de abril de 1954. Se lidiaron cuatro novillos de la ganadería herederas de Alfonso olivares de Córdoba, encabezaban el cartel los novilleros ROQUE HARO “ARITO”, según decían del vecino pueblo de Antas, RAFAEL GARCIA apodado “GARZAITO” Y RAFAEL GONZALEZ de apodo ”PESCADERITO”. Vamos a hacer hincapié en el cabeza de cartel, el tal ROQUE HARO, que según aseguraban la inmensa mayoría de los antusos era del pueblo sin “ninguna duda”, aunque nadie lo había visto nunca por el pueblo. Aquel mozo torero, al que casi todos consideraban de la familia, apareció de pronto envuelto en un alo de misterio taurino, de la misma forma que desaparecería tras el desafortunado debut en la plaza veratense, machacado por los revolcones del novillo o como comentaba la gente “maceado como un pulpo”, sin embargo en la mente de algún desaprensivo iluminado había visto la forma de ganar dinero explotando la ingenuidad y buena fe de las gentes. Casi un mes antes del comienzo del evento taurino ya estaban repartidos los programas de mano y los carteles. Estos corrían de mano en mano, sobre todo en el pueblo de Antas, que en dichos de mucha gente el que no era primo hermano del torero era primo segundo o había vivido cerca de la familia. Aquel ROQUE HARO apareció de improviso como torero e hijo del pueblo vecino y había causado una verdadera revolución, sobre todo en el medio rural campesino donde se contaba entre los huertanos verdaderos maestros en los cultivos agrícolas, más aún en aquellos que se adjudicaban un parentesco con el torero: - “Quien nos lo iba a decir, un torero en la familia”. - “Ya verá usted, tío Fidel como se hace de cuartos y no como nosotros que somos esclavos de la tierra, pa mal comer”. En todas partes surgían las conversaciones en torno al torero de Antas. En los lavaderos de las acequias donde las mozas suspiraban por que llegase el ansiado día de la novillada para ver actuar aquel mozo antuso que había aparecido de improviso como caído del cielo convertido en todo un artista del toreo y como decían casi todos dentro de poco, “cargado de millones”. No era menos nuestro pueblo, sobre todo en el mentidero público el lavadero de los “cuatro caños”, las lavanderas, criadas o mozas de servicio de los señoritos de la localidad, mientras restregaban calzoncillos y camisones, debatían sobre la posibilidad o conveniencia de poder ir a los toros a ver al que ya consideraban muchos como el mejor torero de todos los tiempos. - “Pos si mi señora me paga la quincena, cosa que dudo seguro que voy, aunque seis duros que vale

“la entrá” son munchos duros, pero si no, iremos al último toro como hacemos cada año, contando con que el portero no tenga “mala follá” y le de por no abrir la puerta a los pobres pa que veamos algo”. Otros comentarios versaban sobre la conveniencia de guardar los tres duros que costaba la entrada de las mujeres y las diez pesetas de los niños porque como cada año las corridas solían ser una “birria”, “un saca cuartos”, un invento del “chinche “ y compañía para medrar acosta de los demás. Así entre comentarios positivos y negativos, carteles anunciadores, ilusiones de las mozas y sacrificios económicos de las madres para poder “mercarle” el vestido a sus hijas, llegó el ansiado domingo 18 de abril de 1954. Todos estábamos ilusionados con ir a los toros pero para el pueblo de Antas era el deber de acompañar a un paisano, un familiar, un ídolo del toreo aunque desconocido y misterioso. El camino de en medio de Antas a Vera era un hervidero humano las gentes del pueblo y las pedanías antusas montadas en sus burras, andando o en bicicleta ponían una nota de colorismo primaveral y humano acompañando las conversaciones con voces de sus protagonistas: - “Vamos a Vera a ver torear a mi primo ROQUE”. - “Nosotros también somos familia”, comentaban otros. Familia o no, todos los que asistimos a la novillada aquella tarde caliginosa del mes de abril llenamos hasta la

bandera el graderío de la maltrecha plaza de toros veratense. Un servidor contaba diez años de edad, mi madre, no sin antes echarme un largo sermón sobre mis obligaciones y deberes, pagó mi entrada, diez pesetas, no pude comprarme ni una gaseosa de las que vendían los burros y los matalahúvas, fabricadas por Juan y Ginés García, puestas en bidones con barras de hielo. A las cuatro de la tarde comenzaron a llegar la gente de los pueblos limítrofes, Turre, Garrucha,… que venían en camiones habilitados esa tarde para el trasporte de personas. Gerónimo Lloret “el chocolatero”, “los silventes” o “el plaga”, habían colocado para sentarse tablas y banastas de la fruta de Vera, los coches de los hermanos bodegas Ginés y Miguel apodados los “chinitas, “la rubia” de Pedro Baraza, un coche con carrocería de madera dorada, que trasportaba a las mozas ataviadas con mantones de manila. A las cinco en punto de la tarde la banda municipal de música atacó un brioso pasodoble en la puerta de cuadrillas, apareció nuestro amigo y paisano Pedro Cano montado en su jaca peliblanca vistiendo pantalón y chaleco negro, tocada la cabeza del caballero con sombrero de ala ancha, detrás los tres novilleros montera en mano con sus respectivas cuadrillas y en último término las mulas de arrastre de Juan “el cucaraña”, con “los manilas”, Salvador y Juan, expertos en la faena de arrastre. Una larga ovación, como quizás no se había escuchado en mucho tiempo, atronó cielo y tierra en aquella tarde de abril, después un silencio expectante. Las llaves de toriles pasaron de las manos de Pedro Cano, sobrero en mano, a las del torilero mayor de la plaza de Vera, el tío Andrés Alonso apodado “el curro”. Y apareció en la arena el primer novillo de la tarde correspondiente a ROQUE HARO “HARITO”. Éste, capote en mano, se dirigió al toro en su primer pase con tan mala suerte que el pobre torero voló por los aires cayendo sobre los lomos del toro y de allí a la arena. Un clamor se escuchó en los tendidos mientras el torero era auxiliado por sus compañeros, ni un rasguño sufrió HARITO en esta y en los sucesivos revolcones, que uno tras otro fueron los protagonistas en la lidia y muerte de novillo. Ni un pase pudo dar el pobre HARITO que convertido en la pelota de juego del novillo y con el traje de torear hecho “mistos”, revolcón tras revolcón, unas veces volando por los aires y otras arrastrando su maltrecho cuerpo por la arena, llegó a la suerte de matar, más bien diría a su mala suerte, pues pinchó al novillo en el cuello teniendo que ser finalmente estoqueado por el sobresaliente de la lidia ANTONIO ALBACETE. Los dos novilleros componentes del trío de toreros, tampoco mostraron el arte del toreo por ninguna parte. Aquella tarde que pretendía ser memorable no sólo para los anales del toreo sino también para un pueblo como el de Antas, resultó ser un estruendoso fracaso. Al final uno de los novillos no pudo ser rematado por los compañeros de ROQUE HARITO, teniendo que ser rematado a tiros por la guardia civil una vez desalojada la plaza. Como suele ocurrir siempre, alguien sale beneficiado en estos desastres. Se comentaba en el pueblo que al frente de la trama había estado un comerciante veratense que enterado de la afición de aquel joven, de vínculos antusos y residente en Córdoba, el cual no conocía de nada a los antusos y viendo este señor un posible negocio económico, había sido el que montó el tinglado de la novillada y la presentación del novillero como hijo del pueblo de Antas. Como resultado de aquella novillada, cierto vecino de Vera se hizo cargo de una abultada maleta con la recaudación de taquilla que según contaban algunos había ascendido a cuarenta mil duros (doscientas mil pesetas), toda una fortuna en aquel tiempo, desapareciendo custodiado por la guardia civil. En cuanto a la tremenda desilusión de los antusos por el engaño, la respuesta a preguntas de algún curioso o bromista sobre cómo había estado la corrida de su pariente de Antas, era siempre la misma: - “No, si no era pariente nuestro, yo creo que ni era del pueblo siquiera” Otros daban rienda suelta a su particular disgusto componiendo algunas cuartetas alusivas al fracaso de aquel desconocido y misterioso joven llamado ROQUE HARO “HARITO”: “Si a Roque pa ser torero, le falta valor y cuajo, venga a la huerta de Antas; A aprender a sembrar ajos. Lástima de los seis duros, gastaos en los toros de Vera, los hubiera echao en estiércol, pa, sembrar las tomateras”.

Pedro Contreras Salas

TIENDAS DE ALIMENTACIÓN, TEJIDOS, ZAPATOS, ALMACENES…

En aquella por mi renombrada década de los años 40, nuestro pueblo disponía de un buen plantel de tiendas regidas por una legión de comerciantes hechos, así mismos, con todos los pros y los contras de la época que les tocó vivir. Fueron tiempos de escasez, poco dinero y miseria. Estos negocios eran abastecidos en parte por una “infantería” de camiones nativos que con sus valientes propietarios al frente, se jugaban la libertad, buscando y trayendo las mercancías, que en nuestro pueblo escaseaban. A aquel trajín se le llamó estraperlo, porque estaba prohibido, lo que originó, que en varias ocasiones aquellos hombres fueran encarcelados en la prisión que existía en el edifico del Ayuntamiento esquina a la calle Mayor. Afortunadamente estas detenciones, eran efímeras, pues rápidamente las fuerzas vivas de Vera, removían cielo y tierra para que sus paisanos fueran puestos en libertad. Igual que en el relato anterior hablaba de los caños y fuentes de allí arriba y allí abajo, ahora invierto el relato de negocios en sentido contrario: en la calle Mayor esquina a calle la Salud, la tienda de María “La Nuña” dedicada al comestible. En esta ultima calle esquina a la calle Soledad, estaba la tienda de “las Canosas”, eran dos hermanas que hacían honor a su apodo, en su local recuerdo un determinado número de sacos con las bocas remangadas ofreciéndose; garbanzos, arroz, habichuelas, azúcar, harina para amasar pan y de panizo para hacer jugosas tortas de avío y todo lo necesario para cocinar las exquisitas comidas de cuchara tan propias de la renombrada gastronomía de Vera y que, queridos paisanos, se qué vais a mantener. Los complementos para los guisos de cuchara procedían en muchos casos de los corrales de familiares o amigos que disponían de conejos, pollos, gallinas, huevos… En ocasiones existía el “trueque” yo te doy una caja de naranjas y tú me das un pollo o un conejo - aparte de que en la plaza de abastos un antiguo edificio, tristemente desaparecido, estaban instalados los puestos de dos reconocidos carniceros como “Pedro el Churrasca” o “José el Carnicero”. En la nave de la izquierda, lindando con la aduana, se encontraban unos cuantos vendedores de pescado como; Juan “el Pipa”, Antonio García “el Gurullo”, el “Tío Minuto” o “el Tío Berruga”, todos ellos veteranos expertos en pescado que exponían en mesas de gruesa piedra y acompañados por aquellas centenarias balanzas de pesas y platillos de metal –yo conservo una que perteneció a mi abuela Manuela Ballesteros de una tienda de comestibles que puso cuando mi abuelo José Carmona emigró allá por los años 20 del pasado siglo a Argentina. La gente de nuestro pueblo siempre ha sabido lo que era pescado fresco, estaba acostumbrada a que estos esforzados pescaderos bajaran a diario a la lonja de Garrucha y se subían las cajas de madera con el pescado recién desembarcadas en carrillos de doble ancho, como los de acarrear el agua de los caños a las casas pero con dos varales verticales, con unas ruedas de cojinetes grandes en cada uno y uno de ellos orientable para conducirlo y maniobrarlo mejor. En los casi 12 años que yo viví en Vera no recuerdo haber visto jamás la celebérrima y exquisita gamba roja de Garrucha, ¿es que no existía? O es que ¿la gente les tenía miedo por el color y las patas? Me decía mi amigo Paco Berruezo, ¨¨antes el personal se comía aquellos terrosos garabullos, de pan de cebá y ahora la gente se despacha con fuentes de marisco´¨, ¡vivir para ver! ¡Que aproveche! Calle Mayor arriba y frente a la casa de los Núñez vivían y trabajaban la extensa familia Silvente, en los bajos de la casa fabricaban, vendían y reparaban calzado. En la esquina de la Plaza Mayor, frente a la cámara, estaba la confitería de Bernabé que con sus ricos productos originaba que a los “galgos” nos relamiéramos sin probarlos. Justo enfrente, en donde hoy está el despacho de lotería que regenta mi viejo amigo Pepe Alonso y Paquica la Vegara, se encontraba la tienda de comestibles de Juan de Haro Carmona, “el Chispo”, en Navidad, en su escaparate, lucía y ofrecía los exquisitos mantecados, tortas reales, rosquillos de anís…, todo de elaboración casera. A continuación estaba establecido Antonio el de la Ermita. Frente a la sombrerería Ruiz, antes tuvo la tienda frente a la Ermita de la Patrona de Vera. Continuamos por la calle Mayor y a la derecha, esquina a la calle Tesoro, estaba Sebastián Carmona “el Chinita”, siempre acompañado por alguien de la familia, en su tienda vendía de todo aunque estaba especializado en artículos relacionados con la mujer. A continuación nos encontramos con la tienda de Juan Mulero “el Ceacero”, Juan tenia uno de los establecimientos comerciales mejor situados, también tenía un buen surtido de géneros. Hace unos años le compré unos alpargates de “cara corta”, los conservo sin estrenar pero con mucho cariño. Ya, en la Plaza de Fernando V, se situaban varios establecimientos de tejidos y derivados del vestir. La de Miguel Alonso, “Miguelillo” para los

íntimos, la de Juan Ramírez, la de Andrés Gómez, frente a la “multidetodo” de Emilio Alonso y junto al bar de la “Pichi” y Paco “el Relojero”. En la acera de enfrente estaba la también la tienda de tejidos de Diego Rodríguez y junto a esta se encontraba la tienda de comestibles de Juan Jeréz “el Mauro” con dos grandes reclamos a la entrada de “Pastas Gallo”, entre este ultimo negocio y el familiar estanco de “las Panchelas” se situaba el almacén de frutas y frutos secos de mi abuelo Antonio Caparrós Orozco que gestionó en su última y dilatada etapa de negociante. Estamos en una de las calles más comerciales de nombre Alfredo Almunia, a la derecha estaba la tienda de Paco García que por aquella época se prendió fuego, las llamas sobrepasaron con creces todas las casas del entorno. Subiendo a la izquierda se encontraba uno de los establecimientos más grandes; era el Comercio, La Catalana, cuyo propietario era Diego Caparrós especializado en tejidos. A continuación estaba la tienda de Antonio Morata también especializada en artículos afines a la mujer. Al final de la calle y frente a la desaparecida Plaza de Abastos, nos encontrábamos con la tienda de “José el Pancho” que era también un negocio muy diverso ya que podías comprar una carterilla de azafrán del Aeroplano o un puñado de púas. A pesar del buen surtido de los negocios dedicados al vestir y al calzado, las mujeres de Vera, cuando se aproximaban fiestas, solían formar grupos y siempre acompañadas por algunos hombres, organizaban desplazamientos a la vecina Cuevas buscando variedad en sus comercios, tanto la ida como la vuelta, las hacían andando entre cantos ocurrencias y sobretodo risas. Girando hacia la calle Isabel la Católica “El Barrio” nos encontrábamos con la tienda de calzados de Pepe Samper. A la izquierda la tienda de tejidos David. Barrio abajo, esquina a la calle Reconquista, “Escarramar” para los íntimos, nos encontramos con la tienda de comestibles de Pedro “Chimenea” justo enfrente había un horno de pan y al lado, vivían dos hermanas que las llamaban “las Antusas”. Volviendo un poco sobre nuestros pasos, entrando por la calle José Gómez, y a continuación del Hotel Siglo XX (La Fonda) estaba la tienda de Iluminado, también de tejidos, frente a la casa de Paco “el Moro”. Al final de esta calle en el chaflán frontal podíamos visitar la tienda de Bernardo Gaitán que, arropado en su bata, despachaba sus comestibles “haciendo camino al andar” como diría el poeta, seguimos por la calle la Zanja y creo que era esquina a la calle Almacenes (hoy Garcilaso de la Vega) llegábamos a la tienda de comestibles de “los Gallineros”, de este establecimiento recuerdo una anécdota imposible de olvidar; mi madre me da los cuartos para comprar una docena de huevos, cuando me preguntó la mujer de uno de los “gallineros” que quería no me acordé de los huevos y le pedí media libra de chocolate, por el camino no se me ocurrió otra cosa que darle un bocado a la tableta en cada una de sus esquinas, cuando llegué a la “Fonda” mi madre muy enfadada me dijo que me había encargado huevos y que fuera a devolver el chocolate, al pasar por la calle del caño Jumera (Nueva), estaban dos amigos jugando a las bolas en la puerta de la casa de Pepe Campos ¡juega con nosotros! Y a mí que me encantaba jugar a las bolas me enganché con ellos, la media libra de chocolate la puse en la ventana, al rato llegaron otros dos amigos y al poco los veo comiendo chocolate ¡joé, qué estáis haciendo!, les dije, se echaron a reir, nosotros también nos contagiamos y acabamos con la tableta. Cuando llegué a mi casa sin los huevos y sin la media libra mi madre me espetó ¡qué te ha pasado!, que cuando iba a cambiarla pasaron dos chiquillos corriendo y me la quitaron de la mano, salí corriendo detrás de ellos y no pude alcanzarlos ¿Quiénes eran esos chiquillos?, me preguntó mi madre, era el “Joseucho” y el Segundo, que vivían por la calle Almería y eran temidos por la mayoría de los zagales. El castigo que mi madre me impuso fue negarme la peseta que me había prometido para ver en el recordado y añorado cine Cervantes una película que yo tenía mucho interés en no perdérmela que se titulaba “El Sargento York” protagonizada por un jovencísimo Gary Cooper. El personal de nuestro pueblo y de parte de su comarca, se abastecía en buena parte de aquellos ya de por si famosos mercados que cada sábado se vienen celebrando desde tiempos inmemorial, tanto aquellos como los actuales (que se han triplicado en extensión), siempre han estado bien abastecidos, pero se han perdido el charlatán que actuaba junto a la posada de El Currucante. Las videntes que ejercían su labor junto al quiosco de Molina y sobre todo aquellas reatas de carros y bestias que venían cargados con los mejores productos de la comarca. Si algún lector o pariente se siente ofendido por los apodos vertidos en estos relatos sepan que es debido al olvido de sus nombres o apellidos y significarle que los hechos que relato tienen más de 70 años y que de todos los nombrados guardo mi mayor respeto y cariño. Por último no puedo cerrar este relato sin mencionar los nombres de entrañables personas que han abandonado la vida, como José Carmona, José Flores, José Antonio Ruíz y su primo Manolo Ruíz, que descansen en paz y sus respectivas familias reciban mis abrazos de condolencia. Pero paisanos, la vida sigue entre llantos y alegrías y ahora toca divertirse en familia y con los amigos en esa espléndida feria que el Excmo. Ayuntamiento de nuestra ciudad celebra en honor de su patrón San Cleofás. ¡FELICES FIESTAS!

Antonio Caparrós Carmona

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