La riqueza del lenguaje a través de la palabra
ESPONTÁNEO PREGÓN
RELATOS
A VERA Y SUS FIESTAS DE SAN CLEOFÁS Ilmo. Sr. Alcalde, D. Félix M. López; dilecta Primera Dama de esta villa, Dña. Elisabet Ricart; Primera Teniente de Alcalde, Dña. Isabel de Haro; dignas Autoridades y Concejales; queridos/as veratenses y estimados/as visitantes. Disculpad que me haya lanzado al “ruedo” como antaño hacían los “maletillas”, pero sin la pretensión de darme a conocer; sino, más bien, para hacer un elogio a esta villa y sus fiestas, tal y como yo concibo un pregón: Vera, gran villa bendecida por el suave y cálido sol invernal del Mediterráneo. A veces compleja y con laberínticas y estrechas calles en su casco antiguo que ciñen su alegre carácter y que es promesa de unas escenas eclécticas: singular diseño de su rectangular Plaza Mayor y el armonioso edificio de su Excmo. Ayuntamiento en ángulo recto con la original Iglesia de la Encarnación que preside dicha plaza; sus bares, cafeterías, restaurantes y hoteles; teatro, danza, música y deportes; jardines y glorietas exuberantes, y paseos de ensueño como el Paseo Marítimo, por poner un ejemplo; sol, playas y arena. Su grandeza y sublime elegancia. Pero la belleza de Vera explota en los últimos días del caluroso estío cuando los ígneos rayos del sol metamorfosean los colores ocres, amarillos, rojos y verdes, con el azul del cielo, decorando con vibrantes matices el incipiente otoño, convirtiendo el paisaje en un maravilloso y esplendoroso edén quedando impresionado en la retina de todos los que habitamos este bello lugar y de aquellos que lo visitan. Donde estar presenciando esa panorámica sin igual es un privilegio, sin duda alguna, que impregnará y embelesará nuestra memoria consciente, con un atractivo aire de majestuosidad, paz y tranquilidad. Ahora bien, el encumbramiento de todo eso se plasma en las Fiestas de San Cleofás que, como siempre,
se vienen celebrando en un enclave privilegiado y señorial, en un entorno sublime e idílico lleno de esbeltas, majestuosas, elegantes y magníficas palmeras; y que no podría llamarse de otra manera: El Palmeral de Vera que saluda y acoge a los que lo visitan todos los días del año, pero sobre todo en estos esplendorosos días de la celebración de su santo Patrón, invitando a “digerir” con placidez las numerosas atracciones de feria, sus atractivas casetas y puestos feriales que con su particular y bello entorno, embelesa todos nuestros sentidos. Todo lo que pueda ornar la más risueña perspectiva y crear el punto de vista más agradable está en estas Fiestas, en su entorno idílico, en su oasis de placidez absoluta, como he referido en el párrafo anterior, y suntuoso tapiz de vivaces colores que es escenario de intensas emociones para nostálgicos fiesteros y para los que no lo son tanto, también. Insisto: es el Palmeral de Vera, que es una bella y magnífica cotidianidad de la filosofía de vida de los veratenses y los foráneos que vivimos en armonía con ellos. Tiene algo de particular, algo tónico, algo vigorizante por cuanto nos llena con ese candor de la felicidad del momento. La simple felicidad que brota como una parte más de nuestras vidas en un centenar de latidos, dejando al descubierto todo lo que ha sido importante para nosotros. Vivimos intensamente esos momentos porque, aunque muchos seamos mayores, nuestro espíritu aún no se ha percatado de ello y se siente todavía joven y libre; y, porque lo más seguro es que la felicidad sea, o mejor dicho, es una abstracción mental que depende de cada uno de nosotros y, por ende, cada uno es feliz a su manera; por supuesto. Pocos acontecimientos fiesteros son tan espectaculares como estas Fiestas de San Cleofás. Son deslumbrantes, pues reflejan el sentir
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del pueblo, donde se participa con alegría y te dejas llevar por lo maravilloso de su magnífico ambiente y la sincera emoción de sus ciudadanos: alegría, celebración, música, luces multicolores, paseos con un toque poético-romántico por el recinto ferial,… dentro de un embrujo mágico que nos hechiza y maravilla. Y como un valor añadido a sus inmejorables actos fiesteros (elección de mises juveniles e infantiles, festejos taurinos, pasacalles con la Banda de Música Municipal, tracas anunciadoras y final de fiestas, actividades infantiles y para la tercera edad, etc.), está la rica y variada cocina tradicional que desde sus fogones se elabora de forma artesanal en los bares y restaurantes de esta estupenda localidad, donde poder degustar unas exquisiteces sin parangón alguno, deleitando a todos aquellos que las prueban. Es un momento ideal para relajarse con familiares y amigos, y para todos aquellos que quieran y deseen disfrutar de ese ambiente divertido, distendido y ameno, que permite que las tardes soleadas y las noches estrelladas, con su argente luz de luna, inunde nuestra imaginación constantemente. Una admiración total que llena de placer y satisfacción nuestro ser. La Feria del Mediodía nos “enharina” como calamares y boquerones fritos. Nos “aliña” con aceites y vinagre para ensalada. Nos convertimos en helados y dulces glaseados. Todo se suma, se aglutina, se apila: los sentimientos, el calor, la refrigeración del aire acondicionado o climatizado en los bares y cafeterías, o el frescor natural del aire de los ventiladores; o, incluso, el alivio pasajero, intermitente y secuenciado de un abanico abierto y cerrado, con grácil delicadeza etérea, por cautivadoras manos expertas, como gorgonia de mar. El sombrero, la pamela o la gorra; la ropa ligera, sutil y
Feria de Vera 2018