4 minute read

LA EDITORIAL Pago de impuestos ¿Son justos?

PAGO DE IMPUESTOS

¿son justos?

Advertisement

Por: Dr. Adrián Gómez Oyanguren. Doctor en Ciencias de lo Fiscal

Pagar impuestos es una acción que a nadie le agrada, primero porque significa desprendernos de un recurso ya ganado, seguido por una perpetuidad que se mantendrá mientras obtengamos ganancias; para algunos representa una erosión en sus finanzas personales y/o familiares más que para otros, sin embargo, esto es así desde las primeras comunidades humanas.

La forma de tributar también ha cambiado, pasando desde el pago a monarquías, el tránsito de mercancías entre territorios, preferencias en sociedades estamentales, épocas de guerras, posesión de esclavos, número de ventanas por casa, trueque, pago en especie y otras muy diversas, que han obedecido a las características y necesidad de cada lugar, época y tipo de gobierno, pero ninguna ha gozado de la simpatía de los pagadores de los impuestos.

El pago de impuestos implica una reciprocidad entre el sujeto activo y el pasivo. El contribuyente debe pagar el impuesto bajo un supuesto justo, entendiéndose éste de forma equitativa y proporcional a su capacidad de contribuir y el Estado lo debe devolver de manera colectiva, de acuerdo con las necesidades del momento –a veces de cara a un futuro a corto o mediano plazo– con los requerimientos que solo de manera conjunta serían eficaces, como la seguridad y la paz de la sociedad, la cobertura sanitaria, los servicios civiles, la regulación y protección de las interacciones entre las personas a través de las leyes y juzgadores, y muchas otras necesidades que la sociedad requiere colectivamente.

Al reflexionar sobre esas necesidades sociales colectivas, si tomamos como ejemplo la necesidad de la protección del Estado para tener seguridad y gozar de paz, es innegable que todo ciudadano, contribuyente o no, debe recibir la misma prestación, pues resultaría imposible categorizar el servicio por cualidades o diferenciaciones entre la sociedad.

Casi todos los servicios que recibe la sociedad por parte del Estado son indivisibles para unas u otras partes de la sociedad y todos damos por sentado que así debe ser, pues demandamos los servicios por igual, los usemos o no de manera individual, parcial o total, por tanto, la cuestión deviene con las preguntas ¿son justos los impuestos que pago?, ¿es justo que unos paguen más que otros si todos reciben lo mismo del Estado?, ¿los diferentes tipos de impuestos son justos para toda la sociedad? No es fácil dar una respuesta, hay

divergencias de opinión, algunas incluso se basan en ideologías más que en situaciones reales y concretas, sin embargo, lo que parece que tiene mayor consenso es que no hay un resultado que indique que el pago de impuestos es justo.

Aun cuando la mayor parte se incline a que el pago de impuestos no es justo, hay una línea de menor o mayor aceptación, que va en función de qué tanto nos sentimos satisfechos con los servicios que recibimos del Estado a cambio del impuesto pagado. En una sociedad donde los servicios públicos y colectivos son de mayor alcance y calidad, el ciudadano tendrá mayor aceptación y empatía con su respectiva contribución; lo contrario sucederá donde no se reciba un servicio con suficiencia, el pago de la contribución se sentirá indebido y aborrecido.

Cada país, de acuerdo con sus circunstancias específicas, transita entre diferentes gobiernos, aceptando o rechazando políticas en función de la eficiencia existente entre impuestos/servicios; sin embargo, la medición y calificación es muy prolongada en el tiempo, para decidir si se continúa o se corrige con la selección del gobierno, y al ciudadano le pasa demasiado tiempo en corregir los servicios recibidos. En ciertos países, incluso, puede que nunca sientan y perciban un cambio para recibir mejores servicios por el tributo que pagan.

En países con democracias sólidas, la correción de la política fiscal puede tomar menos tiempo que en democracias débiles, sin mencionar a los países con gobiernos totalitarios. Por eso, es fundamental que las instituciones del Estado tengan cada vez mayor sólidez, autonomía de decisiones, pluralidad de ideas para su propio crecimiento, innovación y adaptación a cambios en la sociedad, donde la ciudadanía tenga la facilidad de votar y decidir un gobierno que sea eficaz de devolverle con más y mejores servicios los impuestos que paga.

Desafortunadamente, en algunos países, la débil ética en los políticos crea en la opinión pública ideologías en los ciudadanos, para que en vez de calificarlos por sus resultados concretos, los sigan respaldando en función de argumentos subjetivos, ideológicos y, sobre todo, falaces.

En México, llevamos mucho tiempo transitando en diferentes gobiernos, sin duda ninguno obtiene una calificación satisfactoria, por lo que debemos continuar exigiendo mejoría en los servicios que recibimos a cambio de los impuestos, pero en lo que debemos reflexionar, es en que esa exigencia no tendrá buen puerto si antes no exigimos un gobierno y sus instituciones con mayor solidez, pluralidad de opiniones y decisiones, una democracia cada vez más fortalecida y, sobre todo, resultados positivos sin lugar a la retórica populista.

Dr. Adrián Gómez Oyanguren.

This article is from: