Revista Alégrate nº 195

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Donec Formetur

Gloria al padre vía de purificación

Dios, mi altísimo fin

D

espués de las meditaciones sobre Dios Creador y Padre Providente, el Fundador lleva al ejercitante a considerar al Padre como el último fin, el altísimo fin. El tema está ampliamente desarrollado: comienza por nuestro fin, después pasa a la reflexión sobre el fin de las creaturas, hasta llegar al más alto destino: el fin es el mismo Padre, al que hemos de conocer y seguir en esta vida para gozar de él en la otra. El hombre ha sido creado por Dios para darle gloria en la tierra y ser partícipe, después de la muerte, de su misma felicidad. La “gloria” es de Dios, que se manifiesta con prodigios en la historia de la salvación y que se ha revelado plenamente en Jesús, manifiesta, sobre todo, su presencia en medio del pueblo que se ha constituido. Esta presencia la anuncian los ángeles cantando en la gruta de Belén el “Gloria a Dios en los cielos…” (Lc 2,14): el nacimiento de Jesús procura gloria a Dios en cuanto que Él demuestra así su amor al hombre y la fidelidad a sus promesas. “Dar gloria a Dios” significa contribuir a hacer evidente su presencia manifestando la bondad o las grandezas.

Alégrate 15


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