3 minute read

Catequesis Paulina: Causa de nuestra alegría Instituto Santa Familia:

Next Article
Calendario

Calendario

Causa de nuestra alegría

Seguros de que con la Virgen Santísima el camino hacia Jesús es más seguro, rápido y perfecto, queremos dedicar esta reflexión que abarca el tiempo estival a Ella; porque nada puede agradar más a un hijo que conozcan y alaben a su madre.

Advertisement

Cuando María aparece en escena, según lo menciona san Lucas en su Evangelio al ser visitada por el Arcángel Gabriel, era apenas una jovencita, pero con madurez para asumir el proyecto divino de ser Madre del Hijo de Dios hecho Hombre. Pronuncia el “SÍ” de manera totalmente libre y lo irá reiterando como -”peregrina de la fe”- a lo largo de toda su vida. Por ejemplo, cuando José, sumido en las dudas ante el misterioso embarazo de su prometida, y está a punto de abandonarla, Ella sufre en silencio pero sigue aceptando la voluntad divina; o cuando son rechazados y no encuentran lugar en el mesón, debiendo Ella dar a luz en una cueva que sirve de refugio a los animales; o cuando se sorprende por lo que dicen del Niño los pastores, los ancianos Simeón y Ana, o los Magos de Oriente; al tener que huir precipitadamente con José y el Niño a Egipto, para evitar que den muerte al pequeño.

A veces María no entiende, pero no reniega de su “Sí” absoluto y total, todo lo guarda y lo medita en su corazón. Y no olvidemos los tres días buscando a Jesús, que se había quedado en el Templo, y el dolor y sorpresa en la respuesta de Jesús al encontrarlo. Inicialmente María y José se esmeran en educar al Niño, mas, paulatinamente, ellos irán siendo educados por Jesús. De José no sabemos mucho: por ejemplo, cuándo murió; de María se habla más: ella seguirá a su Hijo, como fiel discípula, hasta la cumbre del calvario y permaneciendo al pie de la cruz.

Mucho tenemos que aprender de María para ser también nosotros discípulos y testigos de Jesucristo. María es la mujer fuerte, que acepta totalmente los planes de Dios y se entrega a su Hijo para la salvación de todos.

En María encontramos todos el Regalo del Hijo que nos salva, y a

Ella misma: como Madre que nos acompaña, según lo dijo Cristo desde la cruz. María ha asumido esa misión que le confió Jesús y así lo ha manifestado en sus numerosas apariciones, en diversos lugares y tiempos:

El 12 de diciembre de 1531, se apareció al indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac y le mandó que le dijese al obispo de México, fray Juan de Zumárraga, que le erigiera un templo. Allí se presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Dios verdadero».

En 1858, a una campesina de 14 años llamada Bernadette Soubirous se le apareció la Virgen en Lourdes (Francia), en una especie de gruta rocosa, y el 25 de marzo de 1858 (decimosexta aparición) le dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Siguen viéndose los efectos de estas Apariciones en los cuantiosos milagros en cuantos necesitados acuden con fe a Lourdes.

En la Cova da Iría, Fátima (Portugal), el 13 de mayo 1917 (siguiéndose cinco apariciones más), se aparece a los tres niños pastores: Lucía dos Santos, Jacinta y Francisco Marto, quienes afirmaron haber presenciado estas apariciones marianas, certificadas por los prodigios que las acompañaron y los milagros que siguen sucediendo en ese lugar. En estas apariciones la Virgen dijo a los niños: “Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.

María es ideal y manantial de sabiduría. En ella encontramos el ejemplo y el ideal para el camino si queremos andar con sabiduría y acierto, con santidad. En ella encontramos quien nos enseña a vivir siempre atentos a la Palabra de Dios, acogida y llevada a la vida, a vivir junto al Hijo, que es fuente de amor misericordioso y de gracia hacia todos los hombres, mientras ella actúa como consuelo y amparo de sus hijos amados, porque “una Madre nunca se cansa de esperar”, así es María, ¡Madre!, en toda la acepción y amplitud de la palabra.

Es hora de volvernos a Ella. Es hora de mirarla e invocarla para que aliente nuestro trabajo evangelizador. Recemos a la Virgen María y, acompañados de Ella, contemplemos el rostro de Cristo Jesús, su Hijo y nuestro hermano, el consumador de nuestra fe. Que Ella nos conceda la sabiduría de verla a nuestro lado como Madre y modelo de vida; verla profundamente arraigada en la historia de la humanidad.

Maite Ballesteros, isF

This article is from: