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Editorial: Que el verano sea tiempo de oración
Que el verano sea tiempo de oración
Hace solo unos días que hemos dado comienzo a la estación veraniega, en la que esperamos -gracias a las vacunaciones masivas de la población- dar un paso adelante en la lucha contra el COVID-19. Que podamos vivir estos meses entregados a las tareas de cada día, pero dejando espacios para recuperar el abrazo a los familiares y amigos e incrementar las relaciones fraternas, disfrutando, todo lo que podamos, de la naturaleza.
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Pero al lado de todo esto, no nos olvidemos de hacer espacios y, a ser posible, más amplios y sosegados que durante el año, a la oración cotidiana. La oración es el pulmón del espíritu que bajo ningún pretexto podemos dejar que se atrofie, ni siquiera en estos días del verano.
Todos sabemos la importancia que el P. Alberione siempre ha dado a la oración. Y no solo por lo que de ella ha dicho y ha escrito, sino por haber hecho de su vida “un estado habitual de oración”. He aquí solo unas palabras que sobre este tema tan vital ha publicado el 20 de agosto de 1937 en el boletín interno San Paolo:
«La oración para el hombre, el cristiano, el religioso, el sacerdote es el primero y máximo deber. Ninguna contribución mayor podemos dar a la Congregación que la oración; ninguna obra más útil para nosotros que la oración; ningún trabajo más provechoso para la Iglesia en un sacerdote que la oración. La oración, por lo tanto, antes de todo, sobre todo, vida de todo. Puede asediarnos la tentación: tengo mucho, demasiado trabajo: pero el primer trabajo para ti, el máximo mandato para un sacerdote, la primera aportación a la Congregación es la oración. Con ilusión, alguno tal vez trate de excusarse de la falta de oración diciendo que está muy ocupado. ¿Pero es precisamente esta la verdadera razón? ¿O más bien se nos hace excesivo el trabajo porque no precede la oración, mediante la cual fácilmente se despacharían las otras ocupaciones?»… ¡Que nuestro verano sea también tiempo de oración!