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Donec Formetur: Regenerados por el Padre

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Gloria al padre - vía de purificación Regenerados por el padre misericordioso

Es convicción absoluta que “nuestra transformación en Dios” no es fruto de la iniciativa humana, sino de una fuerte atracción del Padre. Con razón el P. Alberione, queriendo resumir en pocos trazos y explicar, a la vez, todo el proceso de conversión, introduce el interesante párrafo titulado Misericordia.

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En él trasluce, en filigrana, la parábola del hijo pródigo. Al referirse aquí al episodio narrado en Lc 15,11-32, el P. Alberione apoya en la Sagrada Escritura su razonar y clarifica de, manera ulterior, que esta primera etapa es ciertamente la Teología del Padre: es notable, en efecto, como el P. Alberione lee e interpreta toda la vicisitud del “hijo pródigo” a partir de la óptica del Padre. “Nadie viene a mí si no lo atrae el Padre” (Jn 6,44), nos recuerda Jesús: el Padre del que el evangelista Lucas describe la mirada y, sobre todo, el corazón. El encuentro con el Padre misericordioso constituye siempre una experiencia fuerte para el espíritu, a veces un momento decisivo. ¡Se da una verdadera regeneración! En la medida en que este evento genera profundas convicciones en el hombre y mueve la voluntad, florece el propósito personal, determinado y concreto: “las primeras resoluciones”.

La primera “resolución”, el propósito principal de la etapa Gloria al Padre, es por ello, la conversión. Esta consiste, como aquí se describe, en la decisión de abandonar el pecado (notar: el pecado, la mala raíz de la que proceden todos los pecados), que encuentra su expresión concreta

Es convicción absoluta que “nuestra transformación en Dios” no es fruto de la iniciativa humana, sino de una fuerte atracción del Padre. Con razón el P. Alberione, queriendo resumir en pocos trazos y explicar, a la vez, todo el proceso de conversión, introduce el interesante

«El retorno del hijo pródigo» por Murillo. Galería Nacional de Arte (EE.UU)

en la confesión sacramental, hecha “con disposiciones profundas”.

Componentes estrictamente conectadas con la primera resolución son: - la elección, o sea la elección del estado de vida, operada, no a partir del instinto o del capricho, sino discerniendo según “la óptica de Dios y nuestras ventajas eternas”; -la decisión fuerte –“determinación especial”– a vivir “bien” la voluntad de

Dios, según el estado de vida abrazado, la voluntad de Dios, o sea el proyecto amoroso del Padre, el crecimiento en nosotros de su Hijo, hasta la divinización. ¡De modo que todo lo que somos y hacemos sea plenamente apostólico!

Para conseguir tal fin, continúa el Fundador, es necesario: -

“Sentir la voluntad de Dios”, donde, además de discernir para conocer la voluntad del

Padre, hace falta que la persona sienta del proyecto de Dios, lo que equivale a decir que el proyecto se percibe con el sentimiento, como una realidad que hace vibrar fuertemente las cuerdas del corazón; - que calle del todo la voz externa de las riquezas, honores y placeres…”: mediante la conversión, Dios toma verdaderamente el primer puesto en la vida, por lo que todo lo demás, precisamente todo, se va relativizando gradualmente; - utilizar bien los “tres medios” que Dios nos pone a disposición: un cualificado estilo orante, “oración humilde, constante, confiada”; la referencia constante al Cristo Eucarístico;

“pensar ante el tabernáculo”; el recurso a la dirección espiritual, “aconsejarse bien, con una persona docta, piadosa, prudente”.

Éxito que califica la “vía purgativa” – Teología del Padre – es, por lo tanto, la conversión como actitud de vida. Esta, lo sabemos, es la vuelta a Dios, es Alégrate 15

«El retorno del hijo pródigo» por Rembrandt. Museo del Ermitage de San Petersburgo

cambio de mentalidad, es rechazo de orientaciones exclusivamente intramundanas, es decisión seria de poner los cimientos de la propia vida, el hoy y el ahora, solo en los valores que acrecientan la gloria de Dios y nos preparan para la eternidad dichosa. Dicho en el léxico del beato Alberione: pensar y obrar como Dios, en Jesucristo, nuestro Maestro, por su Santo Espíritu.

Cada plan de acción o itinerario progresivo exige, por rigor de método, un tiempo de verificación. Es indispensable, no sólo tener claro el objetivo al que se quiere llegar, sino que también hay que controlar, de cuando en cuando, si el camino iniciado es el justo y si responde a la realización de los objetivos.

Secreto eficaz para caminar rectamente y de manera expeditiva por los caminos de Dios es la diaria “encuesta sobre el estado del alma”, o sea el examen de conciencia, que ha de hacerse todos los días y “tres veces al día con método”, como el P. Alberione ya ha precisado (DF p. 11). Hay que advertir, una vez más, la óptica amplia y propositiva del Fundador: los ámbitos del examen de conciencia no se reducen a un recuento de “faltas” o incumplimientos, sino que se extienden a todos los aspectos de la persona: “actitudes, gracias, peligros, deberes, pecados, lucha, méritos, victorias”.

En tal sentido, el examen llega a ser “el reloj del alma”, en cuanto que tiene el alma sincronizada con las llamadas del Padre. Por otra parte, más allá de “cada una de las culpas”, nos garantiza “el estado de salud y de enfermedad”, o sea que es un cuadro general, muy oportuno, de las condiciones de salud espiritual. No es, por lo tanto, el simple detenerse, el hacer casi un elenco: de gestos, pensamientos, acciones pormenorizadas, sino que es una especie de chequeo del alma que da la justa medida de nuestra configuración con Cristo Señor.

Don Guido Gandolfo, ssp

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