51 Catequesis, Catequesis hoy Un nuevoy Situación
paradigma (II) problemática José María Pérez Instituto Superior de Ciencias Catequéticas. San Pío X
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niciamos en el anterior número de la revista Cooperador Paulino los pasos y cambios que, a mi entender, se deben dar en la catequesis actual. Continuamos y terminamos estas transiciones con los cinco últimos.
PASO DE UNA CATEQUESIS CONFIADA A ALGUNOS CATEQUISTAS A UNA CATEQUESIS QUE CONCIERNE A TODOS En una concepción tradicional de la catequesis, cada grupo tiene su o sus catequistas. Una señora se ocupa de los niños de primera comunión, una pareja tiene a su cargo el grupo de confirmación, etc. El catequista es el responsable de su grupo y debe asumir todos los servicios: enviar las comunicaciones, preparar los locales, animar las reuniones, tener listos todos los materiales, asegurar la dinámica del grupo y la disciplina, prever alguna salida o fiesta, acoger a los padres que vienen a recoger a los niños, quizás también contactar con los que no han podido venir… La catequesis funciona aislada de la parroquia. Así, para los niños y jóvenes de la parroquia otra persona distinta al catequista le resulta extraña y desconocida. Al párroco sí que lo conocen porque se acerca de vez en cuando al grupo y porque lo ven presidir la misa dominical. Esta situación provoca en algunos catequistas desánimo y desilusión porque se encuentran solos, porque tienen que cubrir muchas tareas a la vez. Pero la catequesis es un asunto de toda la comunidad cristiana. Cada uno está llamado a colaborar a la misión catequística. Hablamos de cuatro niveles de responsabilidad, todas indispensables y complementarias. Un primer nivel de responsabilidad son los que “vigilan” la misión. El obispo, en una diócesis, siendo el primer catequista, debe velar para que en cada comunidad cristiana puedan tener los medios eficaces para cumplir las tareas catequéticas al servicio del Pueblo de Dios. Otras personas ejercen igualmente la responsabilidad de vigilancia: es el sacerdote y el equipo de pastoral local. Un segundo nivel lo constituyen aquellos que tienen la tarea de la organización de la catequesis a nivel local. Son personas que se han especializado en catequesis. Conocen las tareas, saben el cómo y el por qué de la cosas, buscan personas competentes para animar la catequesis, proporcionan el material, eligen y adaptan los métodos, buscan lugares de reunión, construyen un programa para el año, hacen progresar la catequesis al ritmo y según las necesidades de la comunidad local.
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Un tercer nivel de responsabilidad es el de las personas que animan efectivamente uno o más encuentros de carácter catequético. En el modelo tradicional, cada uno sería el responsable de cada uno de los grupos a lo largo del curso escolar o en todo el tiempo de preparación. Pero se están realizando nuevas formas o maneras de llevar a cabo esta responsabilidad. Contrariamente a los catequistas clásicos, estos responsables de grupo no deben asumirlo todo. Con el equipo o consejo parroquial comparten la tarea de contactar a otras personas competentes en las diversas tareas útiles para la animación de la catequesis. Algunos prepararán un juego, otras animarán un taller de expresión, otras asegurarán la parte musical, otros trabajarán el aspecto litúrgico, otras acompañarán en una excursión, otras organizarán una fiesta, etc. Estás personas no serán permanentes, intervendrán cuando sea necesario. El Consejo parroquial o el equipo de catequesis tendrá una base de datos con las personas competentes en tal o cual misión y se les llamará cuando se les necesite. En diversos encuentros parroquiales se invitará a que las personas se apunten a estos servicios. Dos últimas recomendaciones: jamás presionar a las personas para que hagan trabajos que no están preparados y dejar total libertad a las personas para decir que “sí” o “no” a la invitación. El cuarto nivel de responsabilidad catequética es el conjunto de la comunidad cristiana. Cada uno somos catequistas para los demás miembros gracias a nuestra atención, compromiso, calidad de vida cristiana, vida de oración, nuestra participación, nuestra disponibilidad. Cada uno puede enriquecer al otro gracias a la apertura de espíritu, comprensión, el compartir cuestiones, el hablar…
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El primer aprendizaje será aquel que permite a los catequizandos darse cuenta de la novedad radical de la persona de Jesucristo y de su mensaje, de tocarlo por el Espíritu, a través de las narraciones y de la reflexión que provoca En la imagen, jóvenes que se confirmaron en el 2010, de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Honduras
PASO DE UNA CATEQUESIS AISLADA DE OTROS SECTORES PASTORALES (LITURGIA Y DIACONÍA) A UNA CATEQUESIS QUE INICIA EN TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA CRISTIANA Cuando la catequesis se considera como una enseñanza, es bastante normal pedir a los catequistas que presenten y expliquen el conjunto de los aspectos de la vida cristiana. Así, por ejemplo, es suficiente un libro para dar un curso de catequesis: se habla de las grandes fiestas y tiempos cristianos, de las narraciones bíblicas, de las actitudes morales, de los sacramentos, de los puntos del Credo, de la oración, etc. Con un catequista que conozca estas cosas y unas buenas ilustraciones que apoyan estas exposiciones, la materia se presenta capítulo a capítulo. Así ha funcionado y funciona la catequesis. En muchos lugares los catequistas, el párroco y los responsables de la catequesis no se imaginan otra fórmula distinta de catequesis. Pero este tipo de catequesis, ¿permite una aproximación global a lo que es la liturgia, la oración, la confrontación de la Biblia con los elementos de la vida concreta, el compromiso cristiano con sus hermanos y hermanas? La experiencia muestra que no. Los conocimientos son indispensables, pero no suficientes. Muchas veces los catequizandos han estudiado en los libros aspectos que no ven en la realidad. Es esencial proponer el pasar de una catequesis aislada de otros sectores pastorales mayores a una catequesis que quiere iniciar a todos los aspectos de la vida cristiana. ¿Y cuáles son esos aspectos? Una imagen fácil es la de la silla con sus cuatro patas. La vida cristiana reposa en estos cuatro elementos: la inteligencia de la fe, la dimensión litúrgica (educación y oración), el compromiso y la fraternidad evangélica en el seno de una comunidad.
La catequesis debe permitir que los cristianos tejan lazos claros y sólidos entre la liturgia y la diaconía (servicio al mundo y en particular, a los más desfavorecidos)
Inteligencia de la fe no quiere decir intelectualismo. El primer aprendizaje de la inteligencia de la fe será aquel que permite a los catequizandos darse cuenta de la novedad radical de la persona de Jesucristo y de su mensaje, de tocarlo por el Espíritu, a través de las narraciones y la reflexión que provoca, de vibrar con el descubrimiento y la meditación de la persona de Jesús y su mensaje, de conocer los desafíos de su acción en la cultura judía de la época y en nuestra cultura de hoy. Esta aproximación a Jesús no es solamente intelectual, es una inteligencia más global. André Fossion, un excelente catequeta belga, dice lo siguiente: “¿La catequesis tiene por objetivo también el iniciar a la lectura de la existencia humana bajo diversos aspectos a la luz del mensaje cristiano? Sí, la catequesis deberá introducir a los catequizandos a la capacidad de interpretar, y por consiguiente vivir, los acontecimientos de su propia vida y los del mundo en una mirada de fe que pueda aclararlos, darles sentido e inspirar las acciones”. La dimensión litúrgica. Esta dimensión comporta la iniciación a la vida de oración y la iniciación a los ciclos del año litúrgico y el arte de celebrar. Podemos decir que orando se aprende a orar y celebrando se descubre la liturgia. Pero estas actitudes no son realmente posibles si no se tiene la fe, es decir que nuestro corazón así como nuestra inteligencia conciben que Dios pude ser una persona con la cual podemos entrar en relación. Esto trae una serie de consecuencias. a) No se deben transformar las liturgias en catequesis verbales y explicativas, la prioridad es la acción. No se habla de la oración, se ora. b) Hacer descubrir antes y después de la oración y las celebraciones que la iniciativa viene del Señor y que la oración lo mismo que nuestros actos y gestos litúrgicos son respuestas a su iniciativa. c) Iniciar al lenguaje
simbólico y progresar en su comprensión y dominio. El compromiso al servicio del mundo. Para unir la dimensión litúrgica con el compromiso recordamos que toda celebración litúrgica se concluye con un envío que hace prolongar la celebración en el compromiso concreto de cada uno al servicio del colectivo humano. La catequesis debe permitir que los cristianos tejan lazos claros y sólidos entre la liturgia y la diaconía (servicio al mundo y en particular hacia los más desfavorecidos). El compromiso de los que quieren seguir a Cristo debe ser hoy no solamente en la vida privada, sino también en los temas de derecho y justicia social. La fraternidad evangélica en el seno de la comunidad. El cuarto pilar es la calidad interna de la comunidad cristiana. Si acabamos de recordar que los cristianos no solo se deben ocupar de ellos mismos y que no deben estar sordos y ciegos a las llamadas del mundo y a los compromisos sociales que debe emprender, es obvio que también se deben ocupar de las personas que forman parte de la comunidad. En todas las comunidades cristianas hay hombres, mujeres y niños golpeados por la vida, con dificultades de todo tipo (familiares, financieras, profesionales, de salud…) y que necesitan comprensión y acogida. Si tenemos en cuenta lo que hemos dicho, los cambios en la catequesis serían los siguientes. a) Dar a conocer en las actividades catequéticas todas las acciones llevadas por los grupos de la comunidad cristiana. b) Poder crear experiencias diversas para que los catequizandos puedan encontrarse con las personas que están comprometidas en los diferentes servicios de la comunidad cristiana. c) Ciertas sesiones de catequesis se pueden desarrollar en los lugares donde se realizan estos servicios comunitarios. Ejemplos se
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Es necesario establecer y conservar contactos entre los responsables de la catequesis y de las escuelas, los movimientos, las asociaciones y los grupos que están comprometidos en organizaciones sociales, culturales y de animación pueden dar muchos: Ir a preparar una celebración junto al grupo de liturgia, unirse a un grupo bíblico, visita con las personas que se ocupan de “Cáritas”, etc. d) Permitir a los catequizandos tomar parte, con corresponsabilidad, en las actividades de la comunidad donde ellos serán animadores y animados. Lo importante, es construir un programa de catequesis con acción, reflexión y celebración que permita a lo largo del curso catequético tener una aproximación a la totalidad de la vida cristiana.
PASO DE UNA CATEQUESIS QUE IGNORA A LAS FAMILIAS Y LA ESCUELA A UNA CATEQUESIS QUE FAVORECE LAS RELACIONES ENTRE LOS DIVERSOS LUGARES EVANGELIZADORES Durante muchos años la escuela, la familia y la parroquia han vivido situaciones conflictivas. Recordamos ejemplos: algunos catequistas hacen mención a la escuela quejándose de la poca formación religiosa que los maestros dan a los niños. Estos reproches son prácticamente los mismos hacia las familias. Podemos también contar con casos en que los calendarios de la catequesis no tienen en cuenta las realidades familiares y provocan gran malestar en los padres algunas fechas de reuniones y encuentros. Estos
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En la imagen,una reunión de la catequesis de adultos de la parroquia Inmaculada Concepción, de Maipú.
son dos ejemplos a los que podríamos añadir alguno más. Un nuevo cambio en la catequesis tendría que ser que los responsables de la catequesis descubrieran que no poseen el monopolio de la iniciación, la formación cristiana y la preparación de los sacramentos. Deben considerar que otros medios aportan efectivamente una contribución sustancial a la construcción de los itinerarios de personas en sus dimensiones espirituales y religiosas, sea de forma voluntaria porque forma parte de su misión, sea de manera involuntaria. Partimos de la idea de que todos los lugares pueden aportar una contribución real a la catequesis. La familia es y queda como un gran lugar posible de primer anuncio, de iniciación y de profundización de la vida cristiana. Como dicen los obispos franceses: “la familia es el primer lugar de contacto con el Evangelio y la vida cristiana. Los padres aseguran la educación cristiana de sus niños ofreciéndoles los medios para empaparse del Evangelio”. Al hablar del tema de la familia destaco tres aspectos de los últimos tiempos: En muchas ocasiones es la participación de los hijos en ciertas catequesis de sacramentos la que hace volver a los padres a su labor evangelizadora; no podemos olvidar que al hablar del concepto de familia es algo más amplio y global ya que nos referimos también a los abuelos que en muchas ocasiones son los verdaderos catequistas de los nietos; también tenemos que respetar y tolerar que algunas de las familias que van a tener contacto con la parroquia no son el modelo tradicional de familia cristiana sino que pertenecen a otros tipos de familias surgidas en los últimos años. No es cuestión de condenar ni juzgar, sino, sobre todo, acoger. La escuela. El medio escolar es un lugar que sostiene magníficamente el trabajo catequístico emprendido en la comunidad cristiana. Cuando en el centro escolar hay un cuidado curso de religión católica, puede dar una información de base muy importante que puede abrir el gusto por profundizar la fe. El curso de religión no se confunde con la catequesis, es complementaria. Pero existe una segunda manera por la cual la escuela puede sostener y completar el trabajo catequético, es la
pastoral escolar. En las escuelas confesionales católicas esta pastoral se puede realizar y debe alcanzar una prioridad absoluta. En las escuelas públicas esto no es posible. Aquí los profesores de religión y algunos otros miembros d e l a c o m u n i d a d e d u c a t i va comprometidos pueden realizar un trabajo sensible en este sentido. La familia y la escuela son dos lugares importantes y válidos para la catequesis. Podemos añadir otros lugares como son los relacionados con el mundo de la cultura y el ocio (teatro, cine, literatura, televisión, juegos, exposiciones, iniciativas pastorales del turismo religioso…) que ofrecen a las comunidades cristianas la posibilidad de aproximaciones espirituales y religiosos apreciables. Para que se produzca esta mayor relación entre la catequesis parroquial y los otros lugares de catequización se deberían dar diversos pasos. Es necesario establecer y conservar contactos entre los responsables de la catequesis y de las escuelas, los movimientos, las asociaciones y los grupos que están comprometidos en organizaciones sociales, culturales y de animación… Tener en cuenta la opinión de las familias a la hora de programar la catequesis. Por último, la comunidad cristiana debe estar atenta a las fiestas, aniversarios, celebraciones de las diferentes escuelas, movimientos y asociaciones de su entorno para participar y ofrecer su testimonio de vida y dar un signo de unidad en la misión.
DE CATEQUESIS OBLIGATORIA, UNIFORME, PREESTABLECIDA A UNA CATEQUESIS DEL CAMINO QUE DA LUGAR A LA LIBERTAD Y A LA RESPONSABILIDAD Actualmente, en muchos casos, los equipos de catequesis se constituyen al comienzo del año escolar (septiembre u octubre).
Todos los lugares pueden aportar una contribución real a la catequesis. La familia es y queda como un gran lugar posible de primer anuncio, de iniciación y de profundización en la vida cristiana Las reuniones de padres, situadas en esta época, permiten a los catequistas exponer los programas e inscribir a los participantes. En este contexto, los padres que han faltado a esta reunión inicial tienen grandes dificultades para poder inscribirse. Por otra parte, se fijan normas muy claras para formar parte de los grupos. Normas referentes, por ejemplo, a la edad. Si en una parroquia la catequesis de primera comunión se hace de los 7 a los 9 años, resulta embarazoso y no se tiene respuesta cuando un adolescente de 14 años pide la primera comunión. También podemos contar casos de niños que por motivo del traslado de sus padres estaban en una parroquia donde se exigían dos años de preparación y en la nueva se exigen tres y cómo no hablar de un señor que descubre su fe en la edad adulta y decide bautizarse. Estamos acostumbrados a que los equipos de catequesis funcionan por grupos de edad. Todo lo que escapa a las estructuras previstas muchas veces no se entiende, es mal recibido y no se le acompaña suficientemente. Consideramos la catequesis como el acompañamiento en la fe y en las búsquedas de las personas. Un doble movimiento se debe favorecer: por una parte la comunidad cristiana organiza encuentros de catequesis, pero debe al mismo tiempo prever encuentros con cada uno para ayudarlos en su camino espiritual y religioso. Los temas tratados deben ser amplios, los talleres suficientemente variados para que cada uno sienta que avanza y que va mejorando en su ser cristiano. Por otra parte, desde el punto de vista de las personas que se dirigen a la comunidad cristiana, deben sentirse autorizadas y animadas a comenzar un camino en el plan espiritual y religioso, tenga la edad que tenga. Los encuentros se conciben como el acompañamiento de un itinerario permanente. Es decir que no importa quien puede hacer el camino y no importa el momento. Recordamos que el objetivo de la catequesis permanente no es
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la preparación a un sacramento o a una etapa particular. Cuando el objetivo es el sacramento el punto de referencia de la catequesis es el curso escolar, cuando el objetivo es el acompañamiento el punto de referencia es el año litúrgico. El año litúrgico comienza por el Adviento. Sería lógico que también nuestras catequesis comenzaran en ese momento, pero puede haber una persona que entra en la comunidad en Pentecostés, por ejemplo, y descubrirá en ese momento muchas cosas del cristianismo, seguirá el año litúrgico e irá descubriendo los grandes temas de la fe. También para las personas de la parroquia que están en catequesis permanente el aprovechamiento de los tiempos litúrgicos puede ser una buena catequesis. Un punto sobre el que hay que insistir es la libertad y la responsabilidad de cada uno en relación a su propio itinerario espiritual y religioso. Para promover una catequesis así debemos dar lugar a la libertad y a la responsabilidad, y decir claramente que las personas tienen nuestra confianza, que se trata de su vida, de su itinerario y que la comunidad está a su servicio.
PASO DE UNA CATEQUESIS DE MANTENIMIENTO A UNA CATEQUESIS MISIONERA Y DIALOGADA Terminamos con el último paso que resume las anteriores. La acepción clásica de la catequesis es que después de un tiempo de iniciación viene la catequesis de mantenimiento. La catequesis mantiene y desarrolla la fe de los que ya están ya iniciados. Esto no está obsoleto. La misión de mantenimiento queda, en efecto, como una de las tareas esenciales de la catequesis. En régimen de cristiandad, esta función de
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La catequesis de mantenimiento, sostiene y desarrolla la fe de los que ya están iniciados; así, en las parroquias se continúa preparando como si los niños ya estuvieran iniciados por sus otros entornos, pero la realidad es que no es así
mantenimiento era la que convenía al mayor número. Pero ya no estamos en una sociedad de cristiandad. Sin embargo, a pesar de los cambios notorios y profundos de la sociedad y de las comunidades cristianas, la catequesis más normal es una catequesis de mantenimiento. La catequesis, en numerosos parroquias, continúa preparándose en la práctica como si los niños estuvieran iniciados, desde su más tierna infancia, por la vivencia cristiana en la familia, como si los padres y los niños son asiduos a la eucaristía dominical y otras actividades parroquiales, como si las escuelas y los movimientos juveniles cuentan todavía con un gran grupo de cristianos dentro de sus responsables. Existe pues, en todas las comunidades cristianas, una distancia que provoca un gran malestar. La catequesis no ha evolucionado a la situación nueva y ese malestar provoca en muchos casos la crítica de párrocos y catequistas a las personas que piden estos sacramentos. Es pues necesario cambiar de esta catequesis únicamente de mantenimiento a una catequesis que tiene en cuenta las realidades de hoy. Estamos hablando de una estructura global más que de una respuesta puntual. La dimensión misionera de la catequesis es más bien la dimensión misionera de la Iglesia, porque por naturaleza la Iglesia es misionera. La labor misionera de la Iglesia nos abre una perspectiva, bastante nueva para algunos. El trabajo misionero de la catequesis es un trabajo de paso, de unión, de relación entre Dios y las personas. Es un trabajo pastoral que se debe cumplir con humildad. El catequista misionero debe saberse instrumento para favorecer las condiciones propicias para el encuentro de las personas con Dios. No es el o la catequista que inicia, es Dios mismo el que inicia, que se comunica. El catequista contribuye a preparar el terreno, pero es la acción de Dios y la respuesta de aquel o aquella que quiere acoger al Señor que constituye la realización efectiva de la obra catequética.
L o s n u e vo s c a t e q u i s t a s d e b e n s e r “nuevos misioneros” que deben cultivar especialmente el testimonio cristiano. De esta manera habrá que formar y acompañar a los catequistas para que adquieran ese espíritu misionero. Algunas ideas para este acompañamiento y esta formación: -Ser testigo no es ser el juez del comportamiento de los demás. No hay que clasificar a las personas entre “buenos” y “malos”. -Ser testigo es cultivar la humildad y la espiritualidad, humildad frente a sus propios fallos y sin pensar que los resultados dependen de mi acción. -Ser testigo es también no ponerse como modelo, y menos todavía como modelo único. El testigo es consciente que su testimonio personal forma parte del conjunto, el de la comunidad de los discípulos, testimonio colectivo de la Buena Noticia. -Ser testigo nos lleva a poner de acuerdo nuestra vida con nuestra palabra. El testimonio nos hace progresar a nosotros mismos. En este sentido, el testimonio se sabe siempre llamado a la conversión. Procura tomar esta llamada en serio en su propia vida. -El testigo está en contra de toda forma de proselitismo. No busca las conversiones. Se abre a la libertad. -En definitiva, y esto es lo esencial, el testimonio cristiano no lleva el testimonio de una ideología o una moral. Es una Persona. Es el testimonio de Jesús, muerto y resucitado. Termino este cuadernillo con unas bellas palabras de André Fossion: “En este tiempo de cambios que conocemos hoy, los catequistas pueden sufrir la tentación de la amargura, de la nostalgia, de la ideología de la decadencia que es tan común hoy idealizando el tiempo pasado. Demonizan entonces el mundo como si todo fuera negativo, culpabilizando a la comunidad cristiana. De ahí surgen reacciones diversas: crispaciones integristas, repliegues identitarios, proselitismo conquistador o todavía testimonios de fe muy afectivos que llaman a la emoción más que a la razón. Todas estas actitudes manifiestan una profunda inseguridad al mismo tiempo que una necesidad de control sobre los procesos de comunicación de la fe. Es más evangélico que los catequistas vivan en la confianza y la alegría que la situación histórica actual no tiene control. Recordamos algunos textos evangélicos:
Hnas Misioneras de la Restitución.org
Los nuevos catequistas deben ser “nuevos misioneros” que deben cultivar especialmente el testimonio cristiano, así, necesitarán ser acompañados y formados en este espíritu misionero Visita pastoral a la catequesis de adultos y mayores, en la parroquia María Auxiliadora, de la Diócesis de Celaya.
“No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos” (Mt 6,34) “Uno siembra, el otro siega” (Jn 4,37).“Así es el Reinado de Dios, como cuando un hombre siembra la simiente en la tierra; él duerme de noche y se levanta por la mañana y la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo” (Mc 4,26-27). “Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “No somos más que unos pobres criados, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10). Estas perspectivas evangélicas nos recuerdan útilmente que la transmisión de la fe no es jamás la meta de nuestro esfuerzos”. Hasta aquí, la presentación de estos diez pasos en el nuevo paradigma de la catequesis. Para el próximo número nos centraremos en la catequesis de los niños y la importancia del llamado despertar religioso.
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Cuestiones para la reflexión personal y grupal 1. Indicar aquellos aspectos d con los que estás de acuerdo o en desacuerdo. 2. Una de las propuestas que se hace en el texto es organizar la catequesis en torno al año litúrgico y no en torno al curso escolar. ¿Qué te parece esta propuesta? Ventajas e inconvenientes 3. ¿Cómo se vive en tu parroquia la relación entre los diversos catequistas? ¿Hay intercambios entre los diferentes grupos? Valora la relación que existe entre la catequesis y los otros aspectos de la vida parroquial y comunitaria (liturgia, compromiso con los pobres…) 4. En último punto se habla de las características del catequista en este nuevo contexto misionero. ¿Qué aspectos te resultan más interesantes?
ORACIÓN DEL CATEQUISTA Señor, haz que yo sea tu testigo, para comunicar tu enseñanza y tu amor. Concédeme poder cumplir la misión de catequista con humildad y con profunda confianza. Que mi catequesis sea un servicio a los demás, una entrega gozosa y viva de tu Evangelio. Recuérdame constantemente que la fe que deseo irradiar la he recibido de Ti como don gratuito. Ayúdame a vivirla con responsabilidad, para conducir a Ti a los que me confías. Hazme verdadero educador de la Fe, atento a la voz de tu palabra, amigo sincero y leal de los demás, especialmente de mis compañeros catequistas. Que sea el espíritu santo que conduzca mi vida; para que no deje de buscarte y quererte para que no me venza la pereza y el egoísmo, para combatir la tristeza. Señor, te sirvo a Ti y a tu Reino unido a tu Madre, María, que como Ella, yo sepa guardar tu palabra y ponerla al servicio del mundo. Amén
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TEXTOS PARA COMENTAR “Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” (Lc 18,8). ¿La encontrará en estas tierras de nuestra Europa de antigua tradición cristiana? (...) Se puede decir – como ha subrayado en el Sínodo – que tal desafío consiste frecuentemente no tanto en bautizar a los nuevos convertidos, sino en guiar a los bautizados a convertirse a Cristo y a su Evangelio”. (Juan Pablo II, Ecclesia in Europa 47). “La primera cualidad del evangelizador es la de entrar en conversación, mezclarse en la charla de la gente, ponerse a charlar con las personas con las que nos encontramos, interesarnos en lo que les interesa, poder hablar de cosas comunes, dejarse también interrogar. Y a esto a ejemplo del mismo Jesús en el camino de Emaús: “De qué vais discutiendo por el camino” (Lc 24,17). No hay evangelización posible- ni inculturación de la fe- sin esa aptitud para el diálogo amistoso con cualquiera sobre todo lo que forma parte de la vida misma. A veces decimos que nuestros contemporáneos son indiferentes al discurso cristiano, ¿pero al revés no es también verdad? ¿No somos indiferentes para las cosas que les ayudan a vivir, incapaces de hablar con ellos de lo que les apasiona en lo concreto de su vida, sus aficiones, de su trabajo o de sus amistades? La Constitución “Gaudium et Spes” del Vaticano II, en una frase admirable, nos indica cuál es el camino a seguir: “Las gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón (n.1)” (A. Fossion, Quince nuevos caminos para la catequesis hoy, 2008)