21 Catequesis, Catequesis hoy Situación Las tres y
problemática etapas de la evangelización José María Pérez Instituto Superior de Ciencias Catequéticas. San Pío X
Foto: Parroquia Asunción de Ntra Señora de Torrent (Valencia)
En el anterior cuadernillo de nuestra colección hemos visto la situación en que se encuentra en estos momentos la catequesis en España. Podemos concluir, sin temor a equivocarnos que nuestro país sociológica y mayoritariamente no es católico. Los datos cuantitativos nos ayudan a tomar conciencia de que los cristianos estamos en una situación de minoría. Queda claro por tanto que ya no estamos en una época de cristiandad, sino en una época misionera.
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ero no nos engañemos. No podemos quedarnos sólo en los datos cuantitativos. En este sentido, dice G. Routhier, catequeta canadiense: «Lo que cambia no son simplemente los números: número de sacerdotes, de practicantes, de niños que vienen a catequesis, etc. Lo que cambia también es el concepto mismo de la relación de la Iglesia con el mundo o de lo que significa, para una Iglesia, vivir en el mundo e insertarse en la sociedad. Se trata igualmente de la imagen que se tiene de la Iglesia y de lo que significa ser católico» (AECA. Hacia un nuevo paradigma de la catequesis, 25). También los obispos franceses afirmaban: «Estamos cambiando de mundo y de sociedad. Un mundo desaparece, y otro está emergiendo, sin que exista ningún modelo preestablecido para la construcción» (CONFERENCIA EPISCOPAL DE FRANCIA. Proponer la fe en la sociedad actual, 46). Así, si queremos ser consecuentes con los resultados del análisis presentado, que da razón a los catequetas y pastores, no podemos continuar con la misma pastoral que ha servido para anunciar el Evangelio en una sociedad sociológicamente cristiana. El modelo de transmisión de la fe, utilizado entre nosotros durante siglos, para un tipo de sociedad y cultura ya pasados, está hoy agotado. La situación actual requiere por parte de la Iglesia otro modo de orientar la pastoral, y consecuentemente, otro modelo de catequesis y otra modalidad para iniciar a sus nuevos miembros. Es la catequesis misionera. En este sentido A. Rouet, arzobispo de Poitiers dice que: «Estamos en una situación de misión, que exige otras aproximaciones: no podemos seguir pensando en simples adaptaciones de métodos sin cambiar el marco, ¡aunque las más hermosas locomotoras de vapor hayan sido construidas precisamente cuando se estaba electrificando la red de ferrocarriles!». (Citado en: H.DERROITTE, Hacia una nueva catequesis, 14). Pero lejos de pesimismos, estamos convencidos de que el momento que vivimos se presenta
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como una oportunidad, un desafío apasionante. Caminar hacia una Iglesia donde lo “cuantitativo” se va a ir desplazando a lo “cualitativo”. La Iglesia del futuro, y ya la del presente como hemos podido comprobar, va a ser más minoritaria pero puede ser más fermento, con menos poder o presencia social, pero más testimonial. Podremos ganar mucho en presencia evangélica. Entonces nos preguntamos: ¿cómo transmitir la fe hoy? ¿cuál tiene que ser el modelo para iniciar a los cristianos? A lo largo de la historia han sido varias las modalidades que ha adoptado la Iglesia para incorporar a nuevos miembros. Tertuliano decía en el siglo II: “Cristiano no se nace, se hace”. En cambio, en la época de Constantino y la edad media no se podía no ser cristiano. Y en la época del Concilio de Trento ya se nacía cristiano: lo importante era saber bien en qué se creía y ponerlo en práctica. Por ello este Concilio dará mucha importancia a los catecismos, para combatir la ignorancia religiosa. Pero Henri Derroitte, profesor de catequética de Lumen Vitae (Bélgica) nos recuerda que el modelo tridentino ya no nos sirve hoy: «Esto indica claramente que nos encontramos en un periodo de cambio de modelo catequético. […] estamos cambiando de paradigma. Nos alejamos del modelo tridentino, de sus esquemas de pensamiento implícitos, de sus categorizaciones. Este modelo estaba fundado en la transmisión y la memorización del saber, la exposición de las verdades de la fe, reconocidas como punto focal del creer. Lejos de mí la idea de decir que hoy no tendría que haber conocimientos en el acto de creer, pero me parece que el lugar de la fe –el del nacimiento y su desarrollo- se ha desplazado». (Por una nueva catequesis, 10-11) La Iglesia en los años 60-70, para responder al nuevo contexto
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La catequesis postridentina privilegió una dimensión (el conocer y la doctrina) sobre las otras tres (actuar, celebrar y orar) que, más o menos, quedaban satisfechas en el marco de la parroquia y la familia secularizado que emergía, dejó de preocuparse tanto por el contenido del mensaje catequético y dedicó muchos esfuerzos para atender al catequizando. Nos lo recuerda Jesús Rojano: «La catequesis postridentina privilegió una dimensión (el conocer la doctrina) sobre las otras tres (actuar, celebrar y orar), que más o menos quedaban satisfechas en el marco de la parroquia y de la familia. A lo largo del siglo XX, sobre todo a partir de los años 60-70, al constatar el desequilibrio introducido por la situación de la secularización, el movimiento catequético procuró fomentar lenguajes no doctrinales-intelectuales y tener en cuenta elementos pedagógicos, psicológicos (¡adaptarse al catequizando!), bíblicos, litúrgicos, experienciales… […] Sin embargo, en palabras de Adler, “como por un efecto pendular, tanto pegarse al catequizando corría el riesgo de insistir menos en los datos objetivos de la fe”. Estos bandazos de la catequesis (o adoctrinamiento sin vivencia o vivencia experiencial con poco contenido doctrinal) tienen mucho que ver con el desconcierto y la sensación de fracaso actuales».(¿Por qué fracasan los itinerarios de educación de la fe?, Misión Joven 376,49-50). Hoy estamos en otro momento. Ciertamente la transmisión de la fe no es automática. La persona no nace cristiana,
sino que llega a serlo por la gracia de Dios, mediante la fe y los sacramentos de iniciación, que suponen la decisión libre de la persona que se convierte al Dios vivo y verdadero. No podemos descuidar el contenido, por supuesto; pero tampoco podemos dejar de escuchar al interlocutor: al hombre y la mujer de hoy. Quizá debemos tomar conciencia de que la crisis actual es mucho más profunda. Quizás esta crisis de la socialización religiosa no es simplemente una crisis de eficacia ni una mera consecuencia de la modernidad. Se trata sobre todo de una crisis de Dios, como decía Metz. Una carencia de experiencia profunda de Dios, de pasión por el Evangelio… Esto supone que no se puede superar “arreglando” un poco las cosas, sino asumiendo que las estructuras pastorales actuales no provocan experiencias de fe en las mayorías, y que se hace necesario un ejercicio de imaginación de futuro eclesial. Se trata de abrir nuevos espacios que reclaman nuevas formas de presencia. Es por ello que decimos que hoy necesitamos partir de un nuevo paradigma para la iniciación cristiana, que busque encontrar el equilibrio entre el conocer, celebrar, orar y actuar. Y por supuesto, el nuevo paradigma de iniciación cristiana necesariamente implica un nuevo paradigma pastoral. Nuestro gran desafío, como Iglesia, se puede concentrar en tres preguntas: ¿cómo nacer hoy a la fe cristiana? ¿Cómo engendrar creyentes –discípulos de Jesús- en nuestra sociedad actual? ¿Cómo crear comunidades cristianas en el siglo XXI? Si este es nuestro gran reto pastoral, es evidente que no nos podemos quedar en una mera renovación de contenido y método. Tendremos que ir más allá de una simple renovación de la catequesis. Intuimos que estamos caminando hacia un giro histórico en el modelo de transmisión de la fe. Deberemos pensar y poner en práctica, sin precipitación, sin dramatismo y con ilusión, este nuevo paradigma en la transmisión de la fe. Los catequetas españoles definen el nuevo
Se trata de sustituir la transmisión de la fe como mera repetición, por la transmisión de la fe en forma de propuesta, dirigida a la persona, que debe acogerla y hacerla suya paradigma como «un paso de la reproducción a la recomposición, sustituyendo la transmisión de la fe bajo la forma de herencia o mera repetición, por la transmisión de la fe bajo la forma de propuesta, dirigida a la persona, que reclama de ella no sólo una acogida sino una aprobación personal mediante una elaboración personalizada sin pérdida de los rasgos característicos de un cristiano fiel”. Sin embargo, en la Iglesia nos encontramos con inercias tan fuertes que hacen difícil cualquier intento de renovación. En muchas ocasiones cuando se presenta un proyecto innovador, éste es condenado de antemano. Antes de adentrarnos en este nuevo paradigma, vamos a definir brevemente lo que es la evangelización y a partir de ahí ver las tres etapas del proceso evangelizador entendidas desde este nuevo paradigma. LA EVANGELIZACIÓN Pablo VI define la evangelización como «un paso complejo con elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado» (Evangelii Nuntiandi, 24). Desde aquí podemos afirmar que la evangelización es un proceso rico, complejo y dinámico, que integra todos estos elementos. Algunos autores nos recuerda que «el anuncio evangélico no es una tarea o función entre otras, dentro de la misión de la Iglesia: es su identidad más profunda, su misión esencial. La Iglesia existe para evangelizar. Y lo hace -lo debe hacer- con sus palabras, con sus acciones, y sobre todo con su ser. Toda ella debe ser anuncio».
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En el decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II, (AG 11-15), encontramos con mucha precisión la descripción de la dinámica de todo el proceso de evangelización, mostrándonos al mismo tiempo la lógica interna que conecta los distintos elementos: testimonio cristiano y presencia de la caridad (nn. 11 y 12); primer anuncio del Evangelio y llamada a la conversión (n. 13); catecumenado e iniciación cristiana (n. 14); formación de la comunidad cristiana y apostolado (n. 15). En el Directorio General para la Catequesis (DGC) se concibe la evangelización como el proceso por el cual la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio por todo el mundo: impulsada por la caridad, impregna y transforma el mundo; da testimonio de su estilo de vida; proclama explícitamente el Evangelio; inicia a la fe y a la vida cristiana, mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación; alimenta constantemente el don de la comunión a través de la educación en la fe, los sacramentos y la práctica de la caridad (DGC 48). Por tanto, en la dinámica del proceso evangelizador podemos distinguir tres fases o etapas sucesivas: acción misionera o primer anuncio de la fe (con los no-creyentes), acción catequéticainiciática (con los convertidos de poco) y acción pastoral (con los fieles de la comunidad cristiana).
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La Iglesia, toda ella, debe ser Anuncio. La catequesis ha de inculcar en los discípulos las actitudes propias de Cristo Jesus, el Maestro
Estas tres fases las tenemos que entender más que como etapas temporales que se suceden unas a otras, como momentos dialécticos que establecen la relación dinámica que las diversas acciones evangelizadoras guardan entre ellas . Definido ya el proceso de evangelización, procederemos a analizar y definir las tres fases o etapas, para que en sucesivos cuadernillos analicemos con más detenimiento cada una de las etapas. PRIMER ANUNCIO En La catequesis de la comunidad (CC), documento de la Comisión Episcopal de Enseñanza y catequesis de la CEE, encontramos una definición de primer anuncio: «El primer anuncio del Evangelio está en el corazón de la acción misionera de la Iglesia. Esta, que se realiza mediante el testimonio de los cristianos en medio de todos los ambientes y estructuras de la sociedad, no es completa si no lleva consigo un anuncio explícito de la buena noticia del reinado de Dios, un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús »(CC 40). El primer anuncio se refiere, concretamente, a la proclamación del Evangelio, al anuncio de Jesucristo y su mensaje. Se trata de anunciar lo que Dios nos ha revelado a través de Jesucristo, su proyecto de salvación. En este mismo sentido, Pablo VI ya afirmaba: «La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser, pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios»(EN 22). La finalidad del primer anuncio es triple: despertar inicialmente la fe, provocar una conversión inicial y despertar el deseo de una adhesión global al Evangelio. Así, el primer anuncio intenta conseguir, bajo la influencia del Espíritu Santo, esta adhesión inicial, radical y global al Reino de Dios, es decir, al mundo nuevo, a la nueva manera de ser y de vivir que el Evangelio inaugura. Esta conversión al Evangelio es siempre una decisión libre, una respuesta a la iniciativa gratuita de Dios que llama personalmente al
hombre. El hecho de haber nacido en una familia o en un país de tradición cristiana no dispensa al creyente de hacer una opción libre por el Evangelio. Después del primer anuncio viene la catequesis y el proceso de iniciación. Parten de este descubrimiento alegre de la fe. El hombre que ha descubierto la Buena Noticia del Reino - tesoro escondido en un campo - quiere conocer el misterio de este Reino, quiere vivir sus valores, celebrar con otros cristianos, en comunidad, la presencia salvadora del Señor Jesús y el don del Espíritu y prepararse para anunciarlo a otros hombres que viven en la oscuridad. Es imposible, por tanto, la renovación catequética si no se hace sobre la base de una evangelización misionera profunda. Si no se hace sobre la base del primer anuncio. En este mismo sentido en el DGC (Directorio General para la Catequesis) leemos: «El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar participa del “id” que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir, adelantarse, proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que el mismo Jesús indicó: “el que crea”, el que se convierta, el que se decida. Las dos acciones son esenciales y se reclaman mutuamente: ir y acoger, anunciar y educar, llamar e incorporar»(DGC 61). De todas maneras, en la práctica pastoral no es tan fácil establecer los límites de estas dos acciones pastorales: el primer anuncio y la catequesis. «Frecuentemente, las personas que acceden a la catequesis necesitan, de hecho, una verdadera conversión. Por eso, la Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esté dedicada a asegurar la conversión»(DGC 62). CATEQUESIS Y PROCESO DE INICIACIÓN CRISTIANA La catequesis y el proceso de iniciación cristiana corresponden
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La Iglesia desea que, ordinariamente, una primera etapa del proceso catequizador esté dedicada a asegurar la conversión a la segunda fase del proceso evangelizador. Va después de la acción misionera y prepara los fundamentos de la comunidad cristiana para que la acción pastoral que tenemos que desarrollar consiga todos sus frutos. Así, los que por medio de la acción misionera se han convertido al Evangelio, por el proceso de iniciación entran a participar en la comunidad. Veamos qué dicen al respecto algunos documentos. El DGC nos presenta la catequesis de iniciación en estrecha relación con el primer anuncio y la acción pastoral: «La catequesis de iniciación es, así, el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella, la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio» (DGC 62). El DGC considera la catequesis como el «momento esencial del proceso evangelizador al servicio de la iniciación cristiana» (DGC 67), es decir, el momento esencial del proceso global que supone la iniciación cristiana. La catequesis al servicio de la iniciación cristiana tiene una serie de características: —Es una formación orgánica y sistemática de la fe: Esta formación orgánica es más que una enseñanza, es un aprendizaje de toda la vida cristiana, “una iniciación cristiana integral” (CT 21) que propicia un auténtico seguimiento de Jesús.
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—Es una formación básica esencial, centrada en lo que es nuclear de la experiencia cristiana. La tarea propia del servicio de la catequesis consistirá en la educación de las diferentes dimensiones que integran el camino de la iniciación cristiana. La catequesis al servicio de una iniciación cristiana integral estará abierta a todos los ámbitos de la vida cristiana. En tanto que la fe quiere ser conocida, celebrada y vivida, la catequesis tendrá que cultivar cada una de estas dimensiones. Así la catequesis tiene las siguientes tareas fundamentales: Favorecer el conocimiento de la fe. La adhesión a la fe y exige también el conocimiento de los contenidos. Ofrecer una educación litúrgica. La catequesis, además de favorecer el conocimiento del significado de la liturgia y los sacramentos, ha de educar a los discípulos de Jesucristo para la oración, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada, el sentido comunitario, la correcta interpretación y el significado de los símbolos. Dar una formación moral. La catequesis tiene que inculcar en los discípulos las actitudes propias del Maestro. Enseñar a rezar. Aprender a rezar con Jesús es rezar con los mismos sentimientos con los que él se dirigía al Padre. Educar para la vida comunitaria. Iniciar a la misión. En cuanto a los contenidos del mensaje cristiano a presentar en la catequesis, debemos seguir el criterio de la esencialidad, la organicidad y la progresión. Desde ahí ofrecemos algunos objetivos f u n d a m e n t a l e s a s u b r a ya r especialmente en la transmisión de contenidos: —Ay u d a r a d e s c u b r i r l a centralidad de Cristo: conocer más de cerca su persona y vida, sobre todo hacer descubrir a Jesucristo como centro de la
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Además de favorecer el conocimiento de la liturgia y los sacramentos, se ha de educar a los discípulos de Jesucristo para la oración, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada, el sentido comunitario, y la correcta interpretación de los símbolos
salvación. Esto implica un conocimiento de la historia de la salvación. —Evidenciar el misterio de la Iglesia y en ello el puesto y significado de los Sacramentos, sobre todo de la iniciación cristiana, la vida litúrgica, los diversos ministerios y responsabilidad de los laicos. —Dar espacio a la formación de la conciencia, a la presentación de la moral cristiana, introducir el sentido del pecado y sobre todo el significado de la conversión y la reconciliación. Juntamente con los grandes temas de la fe, iniciar a los niños y jóvenes en poner atención a los grandes hechos y situaciones de la vida para aprender a hacer una lectura cristiana. En este proceso global de iniciación cristiana se trata de que el catequizando practique la vida cristiana. Más que aprender qué es ser cristiano, el proceso de iniciación tiene que ser una experiencia de praxis de la vida cristiana. No sólo que la vea, la palpe y sea informado sobre ella, sino que la ejercite. Tiene que aprender a vivir, a desarrollar su vida en la escucha del Señor y en el amor fraterno, ha de aprender a practicar obras de caridad; ha de adquirir en este proceso formativo el hábito de la oración; ha de poder expresar en su vida diaria el cambio de mentalidad y costumbres. Para entender mejor la iniciación como proceso de aprendizaje para la vida cristiana nos sirve la metáfora del taller artesanal. De la misma manera que un joven iba a un taller artesanal para aprender un oficio y era iniciado en aquella
arte, del mismo modo también hoy el proceso global de iniciación se puede explicar como un taller en el que el catequista y los padres son los artesanos y el niño el aprendiz. El artesano ama su trabajo y suscita la pasión en el joven aprendiz. Lo mismo pasa con la fe. Cuando el padre, el catequista, la comunidad ama la fe, la Iglesia transmite al niño, este amor y esta pasión. El artesano es competente en su trabajo, conoce las leyes, se informa, está al día, porque no basta el corazón, necesita conocer, y este proceso nunca acaba. De la misma manera, en la iniciación cristiana, los padres, catequistas y la comunidad, además de suscitar la pasión en el niño, tienen que animarlo a buscar el pensamiento de Dios, a través del conocimiento de la Palabra y la lectura de los signos de los tiempos. Se trata de un conocimiento siempre en camino porque nunca terminamos de descubrir plenamente el rostro y el pensamiento de Dios. El artesano acompaña al joven aprendiz. Está a su lado, lo observa, intenta comprender sus problemas, su sensibilidad, su capacidad de aprendizaje. Debe ser exigente y al mismo tiempo animarlo en la dificultad. También en la iniciación cristiana, el niño y el joven tendrán que ser acompañados al ritmo de sus pasos, de sus preguntas. Tendrán que ser sostenidos y animados. La familia, la comunidad cristiana, el grupo de catequesis, tiene que ser el taller artesanal, como el mismo taller de Nazaret, donde el niño descubra la pasión por la vida, que es un don que Dios le ha regalado. ACCIÓN PASTORAL La última etapa es la dirigida a los fieles de las comunidades cristianas que han sido iniciados en la fe. Esta acción pastoral se debe o bien porque la catequesis no busca más que una iniciación básica en la vida cristiana y esta debe ir madurando y creciendo después, progresivamente en la vida de la comunidad, bien porque, a lo largo del proceso, se han observado lagunas importantes en algunas de las tareas catequéticas que es preciso subsanar. La acción pastoral abarca todos aquellos medios que sirven a la maduración integral de los cristianos. Entre ellos sobresale la catequesis permanente o educación permanente en la fe, en sus diversas formas: catequesis ocasional, lectura cristiana de nuevos acontecimientos, el estudio y profundización de la Sagrada Escritura, la renovación de los sacramentos recibidos apoyándose en los tiempos fuertes litúrgicos,
La familia, la comunidad cristiana, ha de ser el taller artesanal, como el de Nazaret, donde el niño y el joven se sientan acompañados, sostenidos y animados en el descubrimiento del don de la fe
el estudio teológico para crecer en la inteligencia de la fe, etc. La comunidad cristiana en esta etapa tiene una gran responsabilidad pues debe ayudar en la maduración de aquellas dimensiones de la fe en que se han iniciado. Es la gran pregunta de: “Y después, ¿qué?” La comunidad debe ayudar en cuatro grandes dimensiones: 1.Suscitar experiencias de fe. 2.Tener una vivencia de la celebración adecuada al nivel de fe de estos iniciados. 3. Proporcionar espacios y relaciones cálidas de amistad, oración, compartir y fiesta dentro de la comunidad. 4. Presentar ofertas que les ayuden a crecer, por
una parte, en conciencia e ilusión misionera, y por otra, a canalizar su deseo de compromiso. En definitiva, en esta etapa de acción pastoral la persona debe encontrar en la comunidad la forma de desarrollar y crecer en todas las dimensiones de la fe en que han sido iniciados. Emilio Alberich, catequeta dice: “La experiencia habla claramente del fallo de una catequesis que sólo presenta la experiencia cristiana como debería ser, es decir, en abstracto, sin confrontación visible y constatable con la realidad vivida en la comunidad”(Catequesis y praxis eclesial, 194).
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Cuestiones para la reflexión personal y grupal Indica aquellos aspectos que han aparecido en este artículo con los que estás de acuerdo o en desacuerdo. La Iglesia existe para evangelizar. ¿Crees que los cristianos tenemos claro esta prioridad? ¿En qué se nota? Se dice que muchas veces los niños y niñas que vienen a la catequesis de primera comunión lo que necesitan es un primer anuncio. ¿Estás de acuerdo? ¿Y los niños que acuden a la clase de religión de los colegios? Analiza la situación. ¿Cuál de las tres etapas que aparecen en el artículo: Primer anuncio, Catequesis, Acción pastoral, se cuida más en la parroquia? ¿Y cuál menos? Comparte con tu grupo el por qué y cómo revitalizar estas etapas.
ORACIÓN DEL CATEQUISTA Como un sencillo instrumento para hacer llegar tu voz, quiero seguir este intento de echar la semilla al viento y vuelvo a empezar, Señor Recorrí las plazas voceando tu pregón: Grité la esperanza, la paz, la vida, el amor. Pero el ruido de las calles es mucho más fuerte que yo. Por eso ahora te pido recomenzar la labor con el corazón contento solo como un instrumento que deje llegar tu voz. Que no vuelva tu Palabra vacía al caer, Señor que empape como la lluvia, que corra como el rumor, que sacuda como el viento, que llegue a todo lugar. Yo quiero ser solo el eco, el arado precursor para abrir al sol y al viento la tierra en que me encuentro. Como un sencillo instrumento que haga resonar tu voz.
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TEXTOS PARA COMENTAR “Con el respeto que me merecen, tengo que decir que cuando oigo las declaraciones de los misioneros o misioneras del Tercer Mundo, me sorprende su lenguaje absolutamente laico, la descripción laicista y exclusivamente asistencial de sus tareas, de manera que uno no sabe si son misioneros de la Iglesia católica o asistentes sociales enviados por la UNESCO o por la FAO. Sin duda que estos misioneros hacen todo eso por amor a Dios, pero no lo dicen, y de esta manera Dios queda nuevamente silenciado” (F.SEBASTIÁN, Hablar de Dios en la Iglesia del futuro, 255). “Los católicos hemos de invocar y hablar de Dios en nuestra sociedad secularizada, pero no de un modo precipitado. Buscar el momento y contexto oportuno es una cuestión decisiva para no usar el nombre de Dios en vano. En el contexto social en el que fe en Dios no hace a los cristianos más humanos que a los demás, hablar demasiado pronto de Dios suele suscitar una imagen caducada de Dios” (E. SCHILLEBEECKX, Los hombres, relato de Dios, 32)