CUADERNILLO SOBRE CATEQUESIS Nº6

Page 1

61 Catequesis, Catequesis hoy El despertar Situación y religioso en la familia problemática José María Pérez Instituto Superior de Ciencias Catequéticas. San Pío X

V

amos a abordar, a partir de este cuadernillo, la catequesis en las diferentes etapas de la vida. Y comenzaremos hablando de la catequesis de los niños. Sin embargo, no me voy a ocupar de la “edad clásica” de la catequesis, es decir, de los 6 a los 10 años sino que, por su importancia, voy a hablar principalmente de la catequesis de niños de 0 a 6 años en relación con la educación y catequesis en la familia.

En estudios de psicología actuales se está tomando mucho interés alrededor de las competencias y potencialidades que se observan en los niños más pequeños. Hace muchos años, ya el médico americano F. Dodson escribía que “todo nos lo jugamos antes de los 6 años”. Hoy se dice, más a menudo, que “todo se juega en los tres primeros años”. ¿Ocurre lo mismo en la educación religiosa del niño?

LA CATEQUESIS EN LAS FAMILIAS: ¿ÓSMOSIS, INCULTURACIÓN, TESTIMONIO? Las encuestas que han podido hacerse han aportado una iluminación nueva sobre las condiciones de la transmisión de la fe. Hay una idea muy coincidente: la calidad del entorno familiar es determinante para la expresión y el desarrollo de la interioridad de los hijos. No se trata solo de dar tiempo y atención a los niños, es necesario ofrecer una calidad de presencia, desarrollar un clima de estima y confianza. En el punto de partida, el pequeño se baña inconscientemente en el medio de la fe de sus padres. Camina progresivamente. Desarrolla su representación de Dios a partir de su manera de vivir y de comprender el universo religioso que se le ofrece. Vive su experiencia de fe generalizando su experiencia inmediata y concreta. El justo papel de los padres puede estar situado en un triple eje: Tener ellos mismos una relación filial con Dios, tener confianza en la acción de Dios, rodear al niño con el ejemplo y el testimonio. El despertar religioso consiste ante todo en “obrar” con el hijo, en un contacto de calidad con él, a través de gestos significativos, luego “hablar” abiertamente con él de su fe a partir de los múltiples elementos de la vida cotidiana. Se puede decir que en el despertar de la fe vivido en familia “lo vivido importa más que lo hablado y la manera de hacer predomina sobre el decir”. Los padres son sensibles a las condiciones de vida de sus hijos. Vigilan –cada vez más– su desarrollo integral. Es posible recordarles que su misión es la de asegurar que el pequeño crezca en un entor-

41

41


no favorable a su santidad física, mental y espiritual. Un elemento esencial en el crecimiento de un niño es garantizarle una estabilidad emotiva. Sobre este asunto, los adultos pueden ayudar de varias maneras: comprendiendo las características de la afectividad infantil; favoreciendo la expresión de esta afectividad (risas, lloros, enfados…) de una manera socialmente aceptable; desarrollando su confianza en sí mismo y su estima de sí mismo; animando a la creatividad. En este despertar, el juego ocupa un estatus específico e injustamente dejado por un buen número de adultos: el juego favorece la expresión personal, el crecimiento social y moral; permite al niño tolerar ciertas situaciones de rivalidad e incluso de agresividad; establece contactos sociales; da al niño la posibilidad de ser aceptado por los otros; lleva a la colaboración; lo introduce en los hábitos del medio. ¿Y el paso hacia una vida espiritual religiosa? Es necesario primeramente que una vida orgánica sea fecundada por una vida psíquica, también es necesario que en el origen de una vida interior sea fecundada por una vida espiritual.

CATEQUESIS Y/O ENCULTURACIÓN En lógica estricta, si se pone detrás de la palabra catequesis un contenido intelectual sistemático y riguroso, expresado en un lenguaje nocional, podremos admitir que eso no es lo que un padre y una madre deben hacer con sus hijos. Valdría mejor hablar de que para las actividades familiares se necesita un despertar a la vida de fe en familia. Esta manera de designar las cosas presenta la ventaja de poner el acento primeramente sobre la vivencia cristiana más que sobre el conocimiento de los contenidos. Despertar a la vida de fe, es vivir cosas con los hijos, probar, sentir, actuar, tocar… Hablar de la fe en este sentido, será evocar

42

un encuentro, una acogida y una posesión intelectual de un saber establecido. Es en familia, a través de todos sus sentidos, que el niño participa en lo que los adultos que le rodean habitualmente viven. Prueba sin tener necesidad de explicación. Viendo como viven, aman, perdonan, etc. el niño aprende a vivir, amar, perdonar. Probando lo que sus padres viven de su fe, el niño se introduce naturalmente en la práctica cristiana del amor, se pone así en el camino del encuentro con Jesús. Es pues, primeramente, viviendo con los pequeños en coherencia con lo que creen, que los adultos evangelizan su vida en profundidad. La “catequesis familiar” si se continúa llamando así no se nutre de largos discursos, sino del testimonio de la vida cotidiana. Es necesario pararse un instante para profundizar en las consecuencias de esta lógica. Con niños pequeños, ¿es correcto hablar de catequesis? Esta palabra, para esta edad ¿no es equivalente a un “proceso de enculturación? Efectivamente, con los pequeños estamos más en un proceso de enculturación: el niño vive en contacto con una comunidad creyente, con su vida ritual, su vida hecha de experiencia y su vida en el mundo. Vive en el corazón de las interacciones entre personas de todas las edades que descubren, comparten y celebran la vida. El despertar a la vida creyente de los pequeños, es una enculturación (una socialización) basada en la experiencia de fe de la comunidad donde se comparte percepción, conciencia y signo. Para comprenderlo, es mejor la formación (=enculturación, socialización) que la educación (=enseñanza).

CATEQUESIS POR ÓSMOSIS Hace ya muchos años, el gran especialista francés en catequesis, el Padre Joseph Colomb, hablaba con gusto a propósito del despertar religioso de los pequeños (0-3 años) “de una catequesis que procede por ósmosis” por la influencia del ambiente. Hablando de los 3-7 años, otros autores hablarán para el despertar de la fe de una “pedagogía de la atmósfera”.

CATEQUESIS Y/0 TESTIMONIO Los cristianos han vivido durante mucho tiempo un contexto de cristiandad. Se tenía el sentimiento de que todo el mundo era cristiano. Se pensaba incluso que los que no creían eran pura y simplemente por mala fe. Por ejemplo, se hablaba mucho de las conversiones “in extremis”: los no-cristianos volvían al momento crucial de su vida hacia lo que habían vivido secretamente. Durante mucho tiempo la mentalidad era que “tener fe, era lo normal”. Desde los últimos años, los cristianos han comprendido la importancia de la increencia. Se ha entendido que nuestros contemporáneos, entre los cuales están los más activos y más comprometidos, estaban los increyentes. Durante mucho tiempo no se ha hecho caso al indiferentismo y a la increencia, cuando estaban apareciendo de manera patente. Hoy, la increencia es cada vez más visible. En ciertos me-


En el hogar, la transmisión de la fe no pasará por una reflexión metafísica, ni por la experiencia mística, pasará por el testimonio dios esto está muy marcado: mundo obrero, mundo intelectual, el mundo de la enseñanza, el mundo de la juventud. Es decir, podemos hablar que son los grupos más activos de nuestra sociedad. La importancia de la increencia desborda incluso los datos estadísticos. Frente a estos descubrimientos, la reacción de muchos cristianos ha sido una toma de conciencia de sus responsabilidades en el anuncio de la fe. Viendo la bajada de la práctica, era necesario anunciar la Palabra, sobretodo de manera verbal. A pesar de las numerosas conversiones individuales, a pesar de la inmensa buena voluntad y el saber hacer, se constata que esta hemorragia no ha cesado. Se dice: “La Iglesia es un obstáculo”. Ciertamente muchos aspectos de la Iglesia deben ser reexaminados. Pero corremos el riesgo de equivocarnos ya que la Iglesia no ha estado nunca tan cercana a los hombres como durante estos últimos 40 años, pero la bajada de creyentes continúa. Entre las numerosas causas, tres merecen aquí nuestra atención, y nos va a servir para nuestro estudio de catequesis familiar: El lenguaje: El vocabulario del cristianismo proviene de un contexto de civilización totalmente extraño al nuestro. La Biblia utiliza las imágenes de un universo pastoral totalmente diferente. La teología, los textos litúrgicos, los textos del Papa y de los obispos, son para la mayor parte de las personas, en parte, incomprensibles. La asimilación no es inmediatamente posible. La cuestión religiosa: Cuando el cristianismo nace y se difunde en el mundo antiguo, se sitúa en un universo religioso que está en búsqueda religiosa. El mundo actual es un mundo donde no hay demanda religiosa fundamental, por la mayor parte de las personas. Debemos suscitar la pregunta a la cual debemos responder. El post-cristianismo: Las gentes que vamos a evangelizar son mejor descritas por la cua-

lificación de post-cristianas. Nuestros contemporáneos han oído hablar de la cuestión religiosa y la respuesta cristiana, pero han pasado ese momento. Es una cuestión que no les interesa más, es una cuestión superada. No son ni por, ni contra, sino más allá. Ayer la religión cristiana se transmitía automáticamente de generación en generación, por presión social. Esto no quería decir que se llegaba a ser automáticamente discípulo activo de Jesucristo, pero uno se convertía en católico. Hoy, el paso de una generación a otra se ha convertido en algo aleatorio. En el cuadro familiar, es, en la lógica del testimonio, donde la transmisión se da. Las condiciones actuales del testimonio son las de una gran gratuidad, de una gran pureza. Por primera vez desde Constantino, la adhesión de fe se hace con la máxima libertad. El testimonio está en oposición completa con toda forma de proselitismo. Siendo respetuoso del otro, el testimonio no disimula la segunda intención. No se trata de ser el testigo de una ideología o una moral, se trata de ser el testigo de Cristo. Esta idea lleva automáticamente a una segunda; solo el que vive del descubrimiento del Otro puede testimoniar. La oración personal tiene una plaza decisiva. En el hogar, la transmisión de la fe no pasará por una reflexión metafísica, ni por una experiencia mística, pasará por el testimonio. Solo, en efecto, la presencia del testimonio permite que un acontecimiento pasado, lógicamente consagrado al olvido y a la desaparición, salte en el presente y pueda ser comprendido de forma actual y accesible. Esto que es verdadero para todos los creyentes, se debe dar más en la relación padres-hijos. Juan Pablo II, en su mensaje del nuevo año de 1996 aborda también este aspecto: “Los pequeños aprenden bien pronto a conocer la vida. Observan e imitan el modo de actuar

43


de los adultos. Aprenden rápidamente el amor y el respeto por los demás, pero asimilan también con prontitud los venenos de la violencia y del odio. La experiencia que han tenido en la familia condicionará fuertemente las actitudes que asumirán de adultos. Por tanto, si la familia es el primer lugar donde se abren al mundo, la familia debe ser para ellos la primera escuela de paz. Los padres tienen una posibilidad extraordinaria de dar a conocer a sus hijos este valor: el testimonio de su amor recíproco. Al amarse, permiten al hijo, desde el comienzo de su existencia, crecer en un ambiente de paz, impregnado de aquellos elementos positivos que constituyen de por sí el verdadero patrimonio familiar: estima y acogida recíprocas, escucha, participación, gratuidad, perdón. Gracias a la reciprocidad que promueven, estos valores representan una auténtica educación para la paz y hacen al niño, desde su más tierna edad, constructor activo de ella. El comparte con sus padres y hermanos la experiencia de la vida y de la esperanza, viendo cómo se afrontan con humildad y valentía las inevitables dificultades, y respirando en cada circunstancia un clima de estima por los demás y de respeto de las opiniones diversas de las propias. Es, sobre todo, en casa donde, antes incluso de cualquier palabra, los pequeños deben experimentar, en el amor que los rodea, el amor de Dios por ellos, y aprender que Él quiere paz y comprensión recíproca entre todos los seres humanos llamados a formar una única y gran familia”.

LA FE DE LOS PADRES Y LA DE LOS HIJOS Un antiguo profesor de “Lumen Vitae”, el padre André Godin ha publicado mucho a propósito “del Dios de los padres y el Dios de los hijos”. Resalto algunas ideas:

44

• No es necesario ni maximizar ni minimizar la influencia paterna en educación religiosa. Se conocen padres que han dedicado todas sus fuerzas en convencer a su hijo de la importancia de la fe cristiana y de la práctica religiosa y no han logrado grandes resultados. • Es nefasto tratar a Dios como un medio, para conseguir una causa educativa. Dios no existe para que los niños sean sabios y obedezcan a sus padres. “No metemos a Dios al servicio de nuestras metas educativas, incluso loables”. Dios no está más de lado de los padres que de los hijos. • Importa favorecer una relación personal entre el niño y Dios. Desde ese momento, es necesario admitir que hay que apartarse progresivamente. Los padres se borran para dejar paso a Dios. • Los padres deben evitar jugar con el miedo, incluso si es lo más fácil. No hay que presentar a Dios como el que da miedo y que está próximo a sancionar sus faltas. Los padres que lo hacen de esta manera corren el peligro de hacer crecer en ellos una mala representación religiosa. • La mejor y más duradera de las influencias paternas viene cuando los padres viven su propia relación con Dios: “Lo que el niño debe aprender sobre la autoridad de Dios, sobre los cuidados que Él toma por nosotros, sobre sus dones ofrecidos, no le vendrá de manera abstracta, ni por una enseñanza doctrinal. Si todo funciona bien, todo esto será vivido, visto, sentido por él. Los atributos de Dios se descubren en la vida con el padre, en la vida con la madre”. • En la manera de contar la Historia sagrada, es peligroso insistir sobre la dimensión maravillosa de las narraciones ocultando su dimensión religiosa.

EL PAPEL DE LOS ABUELOS Los abuelos están cada vez más involucrados en el despertar en la vida creyente de los nietos. Encuestas serias muestran que son el principal medio para la transmisión del cristianismo. Los padres a menudo aceptan el ver cómo sus propios padres cuentan a sus hijos el Evangelio. Monseñor Albert Rouet, obispo de Poitiers, dice, por ejemplo, que el papel de los abuelos es crucial cuando se trata de “encontrar sus raíces” y de “hacer memoria” de la aventura de la fe en la historia familiar. De manera más global, indico brevemente algunos subrayados sobre el papel de los abuelos en el despertar religioso: • Los abuelos no tienen la responsabilidad primera en relación al despertar religioso. • No pueden forzar la mano de los padres, no pueden comenzar un chantaje afectivo a propósito de la religión • Su papel debe ser a la vez, más discreto y más


fundamental, ser testimonio. Teniendo claras las convicciones y teniendo clara la manera de actuar, dejarán rasgos y trazos cristianos en el espíritu de los nietos. • Es esencial respetar la libertad de los niños y las convicciones elegidas por los padres. • A veces, abuelos y nietos se encuentran en un terreno original: la oración.

CATEQUESIS E INVERSIÓN DE PAPELES Los niños, con sus preguntas, por su capacidad de depurar las cuestiones teológicas de sus capas de pintura que finalmente las obstruyen y encontrando lo más puro, por su sed de aprender y de orar, los niños son ellos mismos los evangelizadores de los adultos. En el bautismo, reciben el Espíritu Santo, Dios habita en ellos. Están incorporados con plenos derechos en la comunión eclesial. Desde estas palabras, se revisten y reciben una vocación misionera que ejercen primeramente cerca de sus propios padres. El papa Juan Pablo II creía en el potencial evangelizador de los niños. Cuando hizo su viaje a México en el año 1990, evocaba la figura de tres niños mexicanos, Cristóbal, Antonio y Juan. Desde muy jóvenes, fueron atraídos por el Evangelio y por el testimonio de misioneros, al punto de convertirse en colaboradores. “Son, dice Juan Pablo II, un ejemplo sublime e instructivo de la manera por la cual la evangelización es una tarea de todo el pueblo de Dios, ninguno debe ser excluido, incluso los niños son llamados a la evangelización”. Florence Bruce tiene, ella también, bellas palabras sobre este potencial: “los niños nos enseñan a maravillarnos. Nos muestran el camino de la vida, el de la confianza en medio de las pruebas. Nos enseñan

Los abuelos tienen un papel discreto y fundamental en el despertar religioso de sus nietos: han de ser testimonio para ellos. Abuelos y nietos encuentran un terreno único donde comunicarse: la oración a ser como niños, es decir a creer lo imposible, a creer que Dios puede revolver la vida como puede cambiar el mundo”. Citemos además a Ulrich Becker que invita a los adultos a comprender qué significa cuando definimos a los creyentes como “niños de Dios”. ¿Se trata de una simple fórmula o de una manera de ser? ¿Y quién puede saber mejor qué significa ser un niño de Dios? Uno de los mejores especialistas actuales de la pedagogía catequética de los niños N. Mette, escribe esta paradoja: “En educación religiosa, no hay tantos problemas en los niños como los podría haber con los adultos”. Cuando un adulto quiere transmitir alguna cosa a un niño, él se implica: Se plantea inmediatamente cómo situarse él delante de la pregunta religiosa. Enseguida los niños verán la posición que el adulto toma. Si el padre o la madre responden a una de estas cuestiones teológicas de su hijo con una banalidad insípida que no le compromete, este niño comprende que la pregunta no es importante para el adulto, y que sus padres rehúyen simplemente el reflexionar seriamente. El trabajo de despertar la vida creyente de los niños llama pues inevitablemente y correlativamente a un trabajo con el adulto, con el fin de que este pueda reflexionar y afirmar sus posiciones y sus actitudes. No se tratará tanto de que el adulto sepa decir qué es la religión; se tratará más de ayudar a decir cómo esta religión es vivida en su propia vida. Una cuestión inicial para los padres que quieren un despertar religioso de sus hijos podría ser: “Decidme lo que es importante y precioso en vuestra vida para poderlo transmitirlo a la generación siguiente”. Si entra en este camino, el adulto será conducido él mismo, a reflexionar sobre las cuestiones esenciales de la vida: ¿Qué es lo que será mejor para mi hijo? ¿En qué entorno me gustaría que viviera? ¿Cómo me sitúo frente al dinero y al poder? Si mi hijo me interroga sobre este tema, ¿en qué sentido le voy a hablar? Como se ve, estos interrogantes sitúan la cuestión religiosa en el corazón mismo de la vida.

45


Cuestiones Este cuadernillo está dedicado a los niños. Son “pequeños teólogos” y con sus preguntas claras e inocentes nos despiertan nuestras propias preguntas. A continuación tienes una selección de algunas de las preguntas hechas por niños/as de infantil y primaria. Están agrupadas por temas. El responder a cada una de ellas puede ser un buen ejercicio de debate, diálogo y una buena catequesis

¿Quién es Dios? -¿Dónde estábamos antes de existir? -¿Quién apareció primero, Adán y Eva o el mono?

morirme? -¿Podemos tener varias vidas? -Mi abuela murió hace tiempo y mi abuelo acaba de morir: ¿Están juntos? -¿Cómo es posible que resucitemos si nos han incinerado? -¿Por qué tenemos miedo de la muerte si sabemos que vamos a resucitar? -¿Van al cielo los animales?

Dios, ¡escúchanos! -¿Nos oye Dios cuando rezamos? -¿Qué podemos hacer para escuchar a Dios? -¿Por qué decimos En el nombre del Padre… y no Buenos días, Padre…?

La vida, ¡un misterio! -¿Por qué tenemos que morir un día? -¿Por qué no podemos elegir cuándo vamos a nacer y cuándo vamos a morir? -¿Por qué nadie es igual?

Y entonces, ¿Quién es Dios? -¿Soy yo importante para Dios? -¿Por qué no vemos a Dios? -¿Qué tenemos que hacer para querer a Dios?

Creer, ¡qué aventura! -¿Para qué sirve creer en Dios? -¿Por qué hay gente que no cree en Dios? -¿Por qué se dice que amar a los demás es amar a Dios?

El veneno del mal -La vida a veces es cruel, ¿por qué Dios no hace nada? -¿Por qué Dios, que es perfecto, deja que elijamos ser buenos o malos? -¿Por qué hay personas que tienen de todo y otras se mueren de hambre? -Y después de la muerte, ¿qué pasa? -¿Qué me ocurrirá después de

46

ORACIONES INFANTILES Padre bueno, danos un corazón atento; que nada nos aparte de ti. Padre Bueno, danos inteligencia para conocerte Deseo de buscarte, sabiduría para encontrarte. Padre bueno, danos un corazón Grande y misericordioso, capaz de comprender, de disculpar, de perdonar y, sobre todo capaz de amar _________ Dios Padre, cada día voy creciendo un poco más y me voy haciendo mayor. Con mis ojos puedo ver las flores bonitas que cuidas. Con mi boca puedo cantar y hablar con quienes me quieren y contigo también. Con mis oídos escucho lo que me dicen. Con mis manos pinto, ayudo y abrazo. Con mis pies camino, salto y corro. Todo mi cuerpo es una maravilla y te doy gracias por ello. Amén


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.