El cajon de los sentimientos

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Un filósofo en una comunidad terapéutica

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José Luis Cañas Fernández

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Prefacio de Manuel Cabada Castro

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uando el autor de este libro me pidió que redactase el prefacio del mismo, el subtítulo de su obra no dejó en principio de sorprenderme o intrigarme: Un filósofo en una comunidad terapéutica. Parecía como si la antigua propuesta platónica de los gobernantes filósofos retornase ahora, en los tiempos modernos, aunque con una finalidad más concreta y, si se quiere, modesta: el filósofo como sanador y educador, casi como sacerdote. ¿Qué ha pasado realmente con la filosofía? José María Pemán, desde fuera de la filosofía, en Mis almuerzos con gente importante decía que «el hombre es lo único que interesa al filósofo desde que los filósofos no interesan a la mayoría de los hombres». La verdad es que el interés por el conocimiento –directo, explícito y universal– de lo humano ocurre en el interior de la filosofía en épocas relativamente recientes. Baste solo recordar lo tardío de la introducción de los saberes antropológicos en las Facultades de filosofía. 7

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Y, a la verdad, si para algo debería servir la filosofía, sería para conocer y mejorar al hombre. Aquí tiene, pues, su lugar el filósofo como «terapeuta» y como educador de eso que llamamos lo humano. Porque el hombre es el lugar donde confluyen las dimensiones todas de la realidad en una sutil y frágil unidad. En él están lo material y lo cerebral-espiritual, lo empírico y lo fantástico, lo pasado y el futuro, la pequeñez de su origen individual y el todo de sus apetencias sin límite, lo dado por la biología y lo advenedizo pero esencial de la cultura, el yo de la propia soledad e interioridad y los otros –sin los cuales hasta el mismo yo sería incapaz de surgir–, la limitación de su propio ser espacial e histórico y la infinitud que le envuelve y en definitiva hondamente le des-finitiza... En fin, si en el análisis de estos extraños modos de ser del hombre la filosofía no se siente a gusto, no sé yo a qué otras disciplinas o saberes habría que recurrir. En este sentido, me parece que una de las excelencias de este libro es justamente la de haber acercado –de manera a la vez sencilla, directa e impactante– la complicada fenomenología de los afectados por la deshumanización de las adicciones a lo que podría ser la raíz última originaria de esta problemática. Al ser humano en su radicalidad, y de manera especial cuando se trata de desajustes profundos de los que el propio afectado ni siquiera es capaz de ser consciente, esclavo de sí mismo, no le valen fáciles recetas ni cómodos con8

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suelos. ¿Por qué? Porque, como bien pondrá de relieve el autor de esta obra, el ser humano no es una «cosa» más del universo. Es «persona», en toda su hondura y trascendencia. La persona participa, en efecto, de dimensiones que no están sin más a la vista. Que no son propiamente medibles o contables, ni vienen dadas por los genes. De aquí proviene la absoluta necesidad de la cultura, entendida en su clásico y específico sentido antropológico. Ahora bien, si aquí se da efectivamente la «posibilidad», no menos reside aquí también el «riesgo». Por eso el existir humano es siempre una posibilidad que se abre y al mismo tiempo un azar, cuyo desenlace al menos provisional no está siempre del todo en nuestras manos. Uno no decide, por ejemplo, ni quiénes son sus padres, ni el entorno íntimo y conformador de su infancia. En cierto modo tampoco decide sobre bastantes de las cosas con las que ha de habérselas en la vida. Y, a pesar de ello, esas «cosas» pueden introducirse de tal modo en la propia vida que se llegue a producir en buena medida una identificación con las mismas o se llegue a creer que no se puede vivir sin ellas. Ese es el poder y la fuerza de lo «cultural» en el hombre. Sin embargo, tal como nos muestra aquí el profesor Cañas, también en lo cultural y desde lo cultural pueden ocurrir transformaciones, incluso bien radicales, en las derivas culturales de signo negativo o deshumanización que acaecen en individuos concretos, 9

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que no dejan por ello de ser y seguir siendo personas. Y personas no solo en el tradicional sentido filosófico de Boecio, de posesión de una propia y particular «sustantividad», sino caracterizadas también, en lejano seguimiento del medieval Ricardo de San Víctor, por su «relacionalidad». Es decir, si el aprendizaje cultural ha conducido a la persona a la esclavitud de sí misma cuando entra en el mundo de las adicciones, por ejemplo, y con ello su sustantividad y su propia capacidad de decisión han quedado mermadas, no por ello ha quedado anulada sin embargo su relacionalidad. La función que al «terapeuta-filósofo» y al nuevo educador le corresponde es justamente ampliar ese limitado mundo de relaciones. Porque, como muy certeramente advertirá en algún momento José Luis Cañas, «el principal problema de los adictos no es la adicción, sino el desamparo humano». Este es, en el fondo, el secreto de esta «Escuela de Sentimientos», sobre cuyo interno funcionamiento nuestro autor nos ofrece páginas tan bellas y relatos tan desgarradores. Y no menos hemos de agradecerle también los lectores por haberse hecho aquí él mismo, de este modo, portavoz de historias trágicas, de miedos, deseos, desesperanzas y alegrías de unas personas a quienes les ha tocado en suerte tener que atravesar durante una buena parte de sus vidas un oscuro y angustioso túnel. Porque seguramente tiene él razón 10

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cuando nos dice que tales relatos y testimonios «aportan mayor conocimiento sobre el ser humano que muchos tratados sistemáticos de filosofía y psicología juntos». Para el profesor Cañas, los seres humanos estamos felizmente siempre a tiempo de cambiar de rumbo, y avanzar hacia el conocimiento y experiencia viva de las raíces de lo personal. Tales raíces, en las que se oculta el germen de un nuevo modo de vivir, están en cosas aparentemente tan etéreas, pero a la postre imprescindibles, como el amor recibido y dado, la aceptación generosa de los otros, la libertad que de todo ello nace y que de todo es capaz, la búsqueda del sentido de la vida y la felicidad que plenifica. Solo si se atiende verdaderamente a tales «cosas», y se educa así a las personas, se puede comprender aquel paradójico dicho de R. Garaudy de que «en los países más ricos no se muere por falta de medios, como en los países del tercer mundo, sino por ausencia de fines». Sin duda, esta encomiable aportación de mi colega y amigo de la Universidad Complutense de Madrid corrobora ostensiblemente la verdad de tal dictamen. Manuel Cabada Castro

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Introducción

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is queridos lectores:

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«Resulta vano el discurso del filósofo que no cure algún mal del ánimo humano». (Epicuro)

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Este libro es fruto de mi encuentro con personas profundamente heridas por la deshumanización en sus vidas. Desde el año 1996 en que publiqué en Madrid el ensayo De las drogas a la esperanza, hasta el 2014 con la edición de Escuela de Rehumanización en Costa Rica, mi propuesta de prevención y sanación de las esclavitudes existenciales se ha afianzado a lo largo de este tiempo como un método educativo novedoso para enseñar a las personas a recuperar la felicidad perdida, tal vez la asignatura pendiente más importante y difícil de la vida. Jamás olvidaré una anécdota que me sucedió en el hotel Westin Camino Real de la bella Ciudad de Guatemala, en 2009, cuando presentaba la primera edición de mi manual Antropología de las adicciones. Entre la fila de personas que esperaban una dedicatoria se acercó una mujer de avanzada edad con un ejemplar en sus manos del libro De las drogas a la esperanza (San Pablo, Madrid 1996), y mirándome con ojos emocionados me 17

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dijo: «Gracias a esta obra mi hijo ha podido abandonar la esclavitud de las adicciones y recobrar las ganas de vivir…». Junto con un abrazo, naturalmente estampé en su «pequeño tesoro» una firma especial. Después no supe más de esa señora, y posiblemente nunca sabré cómo llegó a sus manos aquel ejemplar editado en España hacía entonces 13 años, pero solo por haber vivido aquel encuentro fugaz con ella mereció la pena haberlo escrito. En realidad, la necesidad de airear de nuevo mis «encuentros filosóficos» con un buen número de personas esclavas de sí mismas, con frecuencia resurge en mí como una obligación y como una gratitud. Obligación moral, porque seguramente estas personas en su situación son los seres más necesitados de ayuda; y deuda de gratitud, porque cuando experimentamos su humanidad a nuestro lado, codo con codo, cuando vemos que son de carne y hueso, reales, como cualquiera de nosotros, poco a poco se convierten en cercanas e íntimas, y al escribir y leer sobre su esperanza sale fortalecida nuestra propia esperanza. Siempre me es grato traer a la memoria el día lejano de 1993 en que me fui a vivir durante unos meses a la Comunidad Terapéutica de la Asociación Proyecto Hombre de Málaga (España), y cómo experimenté entonces algo similar a lo que cuenta Saint-Exupéry cuando aparece de súbito en la vida un Principito «a quien no es posible desobedecer»: me encontré con 18

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gentes desestructuradas al límite en sus vidas por las esclavitudes de las adicciones, pero tan ilusionadas por «nacer de nuevo» y con unas ganas de «volver a ser persona» tan grandes que me fueron revelando al ser humano mucho mejor que en mis estudios pasados en las universidades donde me formé. De suerte que aquel descubrimiento inicial mío con el paso del tiempo iba a ser completado y enriquecido con otras muchas vivencias similares, hasta convertirse en la actualidad en un modelo antropológico y en un método eminentemente educativo. Recuerdo también que por entonces leí a Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido, un psicólogo en un campo de concentración, y me lancé a indagar sobre la salida de la esclavitud psicológica y espiritual que atenazan al ser humano en cualquier tiempo y lugar, y cómo sería factible recuperar la felicidad perdida. Me di cuenta de que la deshumanización y las esclavitudes existenciales en general eran bien estudiadas y analizadas por las distintas ciencias y técnicas contemporáneas, pero no la recuperación de las personas que las padecen. A dicha liberación o recuperación integral de la persona la llamé rehumanización. Por desgracia vivimos inmersos en sociedades deshumanizadas, y el pesimismo antropológico está instalado en el pensamiento y la ciencia contemporánea con una preponderancia creciente pero, como veremos aquí, este pesimismo epistemológico puede ser superado por una 19

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antropología esperanzadora y realista. Es evidente que el mejor camino para salir de cualquier esclavitud existencial es no caer en ella, pero cuando uno ha quedado atrapado en sus redes tiene que haber alguna posibilidad de salir de verdad, por remota que sea, y recobrar la felicidad perdida. A esa filosofía de vida rehumanizadora que la hace posible en la actualidad la llamo Escuela de Rehumanización, tal vez un nuevo topos ideal donde curar las heridas del alma provenientes de la falta de sentido y la infelicidad profundas del ser humano actual. Yo había escrito mi tesis doctoral sobre el pensamiento del filósofo y dramaturgo francés Gabriel Marcel, un pionero de la rehumanización, que me marcó hondamente. Pero solo después de experimentar la verdadera esperanza encarnada en unas personas concretas, es decir, de carne y hueso, descubrí que mis conocimientos acerca de la naturaleza humana aún eran bastante abstractos, y que en realidad siempre sucede así: la lectura de lo que otros han dicho sobre la vida humana no suple lo que uno experimenta por sí mismo. El expiloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Richard Bach, escritor de relatos deliciosos como Jonathan Livingston Seagull, o There´s no such place as far away, decía que en un tiempo de su vida investigó religiones, estudió a Aristóteles, a Descartes, a Kant, y que leyó tantas letras microscópicas para llegar al final a esta sabia conclusión: «Tienes que arreglártelas solo, Richard. ¿Cómo quieres que sepamos lo que es válido para ti?». 20

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Es fácil constatar cómo a lo largo de la historia muchos pensadores y sistemas filosóficos han interpretado al ser humano desde teorías abstractas y alejadas de humanidad. Y, al contrario, también comprobamos cómo de experiencias personales comprometidas han brotado escuelas y corrientes de pensamiento fecundas. Pretender conocer al ser humano desde teorías abstractas fue la vivencia inicial de Dominique Lapierre, según manifestó a un prestigioso rotativo internacional: «Yo era un escritor de best sellers con mucho éxito editorial. Conocía Calcuta porque había pasado allí un tiempo durante la elaboración de mi novela Esta noche, la libertad, pero solo había visto la ciudad desde la habitación de un hotel de cinco estrellas. Es decir, no me enteré de nada en absoluto». Solo años después, fruto de su encuentro y compromiso durante mucho tiempo con personas reales de carne y hueso, pudo decir en La ciudad de la alegría: «Entonces descubrí personas extraordinarias, gente que me daba cada día lecciones de amor y de coraje. Gente que me enseñó lo que era la vida con una V mayúscula». Que se puede salir de las esclavitudes infrahumanas cuando se ha tocado fondo es algo bastante incomprensible y misterioso para mí. Pero en «el cajón de sentimientos» es tan palpable y visible como para Lapierre el encuentro con la belleza en los arrabales de las grandes ciudades de la India, o para Frankl salir con vida de los campos de concentración nazi. Aquí los conceptos de 21

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libertad, verdad, amor, comunicación, esperanza y belleza, estructura antropológica fundamental de todo ser humano, no son conceptos teóricos ni palabras retóricas, son vocablos que se llenan de sentido como en pocos espacios sociales. Estamos en un ámbito educativo privilegiado donde las personas analizan los procesos que les han llevado a la esclavitud de sí mismas, pero sobre todo donde aprenden y experimentan que pueden volver a llenar su vida de sentido y recobrar la libertad perdida, y que por muy desestructuradas que estén pueden volver a ser felices. Por todo ello, doy a la imprenta de nuevo Escuela de Rehumanización, título de la primera edición en español (San José de Costa Rica, 2014). Me gustaría ahora personalizar, y dirigirme a todos mis lectores por vuestro nombre, y a todos los educadores y voluntarios que ayudan a cambiar de vida a quienes gritan desde lo más profundo su infelicidad y su dolor, sabiendo que las generaciones venideras agradecerán eternamente vuestros esfuerzos. Pero también quisiera dirigirme a quienes creen que no necesitan cambiar nada en sus vidas aunque «su mal aliento apeste al universo», como diría Paul Claudel, porque en verdad todos necesitamos cambiar cosas en nuestra vida. En realidad solo el cambio personal es la situación humana de esperanza en estado puro, y, como veremos aquí a través de magníficos testimonios, la clave de la rehumanización también. Antes de abrir esta auténtica «caja de amor», os 22

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invito a parar en la introducción (Primera parte) y reflexionar despacio sobre la «mentalidad esclava» y la infelicidad de nuestras sociedades, para situar correctamente el fenómeno adictivo actual y comprender por qué hoy día ya no tiene sentido hablar de adicciones, mucho menos de drogas, ni de ludopatías, ni de trata de personas, ni de explotación sexual, ni de corrupción política o económica, ni de violencia en general: simplemente debemos hablar de deshumanización. Los lectores más impacientes, generalmente los jóvenes, ya podéis empezar directamente a recorrer los entresijos de la Escuela (Segunda parte), y «dialogar» con las gentes que se crucen en vuestro camino. Advierto que os vais a encontrar con personas que luchan a brazo partido por salir de sus esclavitudes interiores. Personas cuyo «paisaje del alma» en otro tiempo de su vida quedó tan desfigurado como disuelto en la nada, pero ahora tienen el coraje y la esperanza de recuperar el brillo de la felicidad perdida y testimoniar su victoria sobre la muerte. Al final (Tercera parte) propongo una breve «teoría de la rehumanización» basada en la que denomino «estructura personal trascendente» de los seres humanos, es decir, la filosofía de vida o fundamentación antropológica que hace posible la espléndida realidad educativa de esta Escuela, tal vez una nueva filosofía de la educación cuya oportunidad y eficacia el tiempo venidero dirá. 23

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Quisiera recordar aquí a tantas personas cuyo solo nombre renueva mi felicidad: Pilar, mi querida mamá, presente ya desde el Cielo para siempre; Teresa María, mi compañera del alma y madre de mis maravillosos hijos; Modesto Fernández, guía y consejero desde mi juventud; Alfonso López Quintás, mi mejor maestro de la Universidad; el P. Benito Gil, mi querido amigo escondido ahora en una silla de ruedas, sanador de heridas profundas en muchos jóvenes de Málaga y del resto de España; Juan José Soriano, actual Director de la comunidad terapéutica Proyecto Hombre de Málaga; y al Director y primer profesor de esta Escuela en Costa Rica, Ramón Vega Sánchez. Tengo muy presentes a quienes me han invitado en estos últimos años a difundir mi obra en sus instituciones y universidades, tantos buenos colegas y amigos que temo dejar a alguno fuera de este espacio. Estoy muy agradecido al magnífico filólogo Javier del Hoyo, de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha tenido la amabilidad de corregir el estilo. Y a todas y cada una de las personas de la Fundación Costarricense para la Rehumanización-FUCOPRE, encabezadas por su presidenta Dª Olga Martha Martínez, puente de entrada en América de esta Escuela que inmerecidamente lleva mi nombre. José Luis Cañas 24

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Índice

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Prefacio (Manuel Cabada Castro) .......................................... 7 Prólogo a la primera edición costarricense (Olga Martha Martínez) .................................................... 13 Introducción ................................................................................... 17

Primera parte

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El fenómeno de la deshumanización y las esclavitudes actuales 1. Mentalidad adictiva y definición actual de las adicciones ................................................................. 2. Los jóvenes, las familias y las esclavitudes modernas .............................................................................. 3. La etapa escolar y la calle ................................................... 4. De la deshumanización a la rehumanización ..............

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Págs. Segunda parte Un filósofo en una comunidad terapéutica rehumanizadora

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I. Génesis de la Escuela de Rehumanización ................... 67 II. Escuela de Acogida ............................................................... 75 1. Los familiares ..................................................................... 83 2. Los seguimientos y los codependientes .................... 87 3. Los grupos de encuentro ................................................ 92 III. Escuela de Comunidad ....................................................... 113 1. Organización comunitaria ............................................ 115 2. Estructura dialógica comunitaria ............................... 134 3. Los sentimientos en la comunidad ............................. 174 4. Las recaídas ......................................................................... 186 IV. Escuela de Reinserción ........................................................ 189 La graduación ......................................................................... 199

Tercera parte Ideas básicas para una filosofía de la rehumanización 1. Estructura personal trascendente del ser humano ..... 207 2. Libertad y esclavitud ............................................................ 213 3. Verdad y mentira .................................................................. 219 254

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Págs. Amor y desamor ................................................................... 225 Comunicación e incomunicación .................................... 230 Esperanza y desesperación ................................................. 236 Y belleza ................................................................................... 242

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Epílogo: Cartas para soñar ......................................................... 245 Referencias bibliográficas ........................................................... 251

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