No llegaras a Cascamorras [Extracto]

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NO LLEGARÁS A

CASCAMORRAS



NO LLEGARÁS A

CASCAMORRAS ANTONIO FCO. MARTÍNEZ

editorial SoldeSol



A Álvaro, Lucía, Yeray, Cecilia, Sara y Teté, las seis puntas de la estrella que guía mi vida. A mis abuelos, a mis padres, a mi hermano Sergio. A mis dos David, el de Girona y el del cielo.



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Gracias

El libro que tiene en sus manos es el fruto de varios años de trabajo y de muchas de las experiencias que han marcado mi vida. Es una trama policíaca de ficción, aunque en ella han influido vivencias personales, compromiso social, lo que pienso y lo que siento implicándome por mi tierra y por mi gente. Desde aquel zagalillo nacido en la bastetana calle Sierra de Cazorla, hasta el hombre actual con cuarenta y tantos años a mis espaldas, si hay algo que luzco con orgullo es haber intentado siempre no pasar en esta vida "de lado" sino tomando partido por lo que he creído justo. Los aciertos y desaciertos de la primera aventura literaria de este que os escribe van con el máximo respeto y humildad, salen directamente de mi cabeza y de mi corazón; no sabría decir qué proporción hay de la una y del otro. Mi abuelo me enseñó que es de bien nacido ser agradecido; yo tengo la fortuna de sentirme afortunado y agradecido por todo lo que estoy viviendo en mi vida. Vamos a ello. Mi reconocimiento a las hermandades de la Virgen de la Piedad de Baza y Guadix, a quienes se ponen cada año en la piel de Juan Pedernal, así como a los colectivos y a las miles de personas que cada año hacen más grande al Cascamorras, Fiesta de Interés Turístico Internacional. Gracias a la Asociación "Proyecto Sierra de Baza", por su trabajo incansable para proteger y fomentar esta joya medioambiental que tenemos aquí mismo.


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Gracias a la Asociación "Baza Histórica", por su labor imprescindible de conciencia crítica en una sociedad que debe poner en valor su rico, y sin embargo maltratado, patrimonio histórico, para que no se pierda "como lágrimas en la lluvia". Gracias al Grupo Municipal de Coros y Danzas de Baza, por difundir entre mayores, jóvenes, niños/as, el amor por nuestra cultura, a la vez que enriquecer el maravilloso acervo cultural de nuestra tierra. Al grupo de escritura creativa de los jueves: Tatjana, Peio, Miguel, Encarna, Marco, Mª José, Adrián, Susana, Mónica, Clara A los amigos y amigas del ferrocarril de Baza y comarca, por su lucha de décadas para lograr el sueño compartido de la vuelta del tren a nuestra tierra. Lo conseguiremos. A Paco de Lucía y a Camarón de la Isla, también a Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, U2, Antonio Vega, The Cure, Loquillo, Amaral, 091, Manuel Carrasco, Bruce Springsteen, Fito, Pereza, Ismael Serrano, por ser mucho más que la banda sonora de mi vida. Maneras de vivir. Agradecimiento especial a Manu Vidal por sus magníficas ilustraciones y a la editorial SoldeSol por su gran trabajo. Gracias por ser la luz que me ha guiado en este apasionante trayecto.


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Quiero agradecer a todas las personas, familia y amistades, que han hecho posible esta obra de una manera u otra. Vuestro apoyo, cariño y fuerza me han ayudado a ser lo que soy, a sentir lo que siento, a escribir lo que escribo. Gracias por convertir este sueño en realidad. Ramona Redondo Ricardo Martínez Julián Ortiz Montse Zuheros Conchi Guzmán Diego Quer Manuela Puertas Pablo Molina J. Ramón Arredondo Emi Gallardo Antonio Pérez María Luisa Polaino Jesús Daniel Laguna Irene Hurtado Manuel Estrella Antonio Cobo Rosa Sánchez Dolores M. Belmonte David A. Fernández Antonio Fco. Serrano José Manuel Vílchez Francisco Martínez Felipe Ballesta Elena Ordaz Mónica Rivas Ana Mª Daza Laura Mirón Francis Jiménez Juan Azor Belén Muñoz Patricia Mateos Juan Pedro Mancebo Raúl Mesas Silvia G. Burgos María Pilar Vázquez Juan Rodríguez Luci Hernández Tomás Navarro Virtudes Rodríguez Antonia Agudo Agustín Cánovas Rufi Fernández María Luisa Ortega Josefa Ortega Manuel Mochón Manuel Berruezo Pepe Sánchez (in memoriam)



"Los pueblos que cuidan su identidad, su cultura y su patrimonio histรณrico, tienen mucho avanzado para ganar su propio futuro"



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«La fuerza no proviene de la capacidad física sino de la voluntad indomable». Indira Gandhi

I ¡Y no se la lleva! ¡Y no se la lleva! —Así no se pinta al Cascamorras. Mira que no hay manera con vosotros, siempre igual con el puñetero aceite de motor usado. ¿No os dais cuenta de que os estáis envenenando? Antonio Samaniego se encaraba con un grupo de muchachos, totalmente embadurnados de pies a cabeza, que no le hacían demasiado caso. —Si ahora lo tenéis más fácil que nunca, con todas esas garrafas de pintura ecológica que suben del Ayuntamiento. Sabía bien de lo que hablaba, no en vano se había tirado muchos años yendo por los talleres mecánicos a recoger aceite para usarlo en el Cascamorras y ahora pagaba las consecuencias con secuelas en su cuerpo. Meneando la cabeza y con el gesto ensombrecido, encendió la mecha del primer cohete. Eran las seis en punto de la veraniega tarde del seis de septiembre, y el bastetano paraje de las Arrodeas era un hervidero con miles de personas impreg­nadas hasta las cejas de oscuro y líquido elemento. El bueno de Samaniego llevaba cuarenta años haciendo la misma rutina a la misma hora, del mismo día, un año


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tras otro. Era historia viva de la fiesta y la vivía con la misma pasión desde que era un zagal. Igual cuando era una celebración reducida a unas pocas personas del barrio de las Cuevas, que ahora que este evento se había convertido en todo un fenómeno de masas a escala mundial. Igual cuando subía con los amigos del barrio que ahora al hacerlo con sus hijos y nietos. El veterano cascamorrero solía contar que antes la gente se lavaba en la calle tras finalizar la carrera, aprovechando cualquier descampado o al lado de alguna fuente pública; sin embargo, ahora se hacía en las casas, dejando el cuarto de baño hecho un desastre tras pasar por él toda la familia. ¡Pero qué diantres, para eso era el Cascamorras! El segundo cohete coincidió con las primeras gotas de lluvia que caían desde un cielo que había estado todo el día encapotado, con un color gris metálico que nada bueno vaticinaba, un gris de tormenta, un gris de mal fario. —Maldita sea —farfulló Samaniego, santiguándose—. Se ha tirado “to” el año sin gotica de agua, tenemos los campos secos, y precisamente hoy le da por llover. Que sea lo que Dios, o lo que el Demonio, quiera. Unos pensamientos que se cortaron de cuajo cuando el estallido del tercer cohete desató la euforia y se inició la marea negra. Su familia le esperaba en una orilla de la curva. Esposa, dos hijos y tres hijas, dos nietas y un nieto, juntos esperaban al patriarca para hacer la carrera en familia. «Lo que se mama de chico, dura toda la vida», solía decir, y predicaba con el ejemplo, transmitiendo el amor que sentía por la fiesta no solo a su familia, sino a cualquiera con quien tuviera contacto. —El Cascamorras es la fiesta con más cultura del mundo. —Era otra de las frases descriptivas de Antonio Samaniego­­—. Cómo será de cultural, que los de Baza hemos aprendido que los de Guadix son “accitanos”, y los de Guadix han apren-


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dido que “bastetanos” se nos llama a los que somos de Baza —apuntillaba gozoso al periodista de la televisión francesa que grababa un documental sobre el popular festejo. —Somos fiesta de interés turístico internacional desde el año 2013, pero muchos sabíamos qué tipo de fronteras lleva saltando Cascamorras desde hace siglos. ¿Sabía usted que esta celebración está recogida en el Quijote de don Miguel de Cervantes? No ponga esa cara, es un hecho verídico. Se remonta a los últimos años del siglo xvi, coincidiendo con la estancia de Cervantes en esta zona en su condición de cobrador de impuestos. Debido a sus idas y venidas por los caminos de la comarca debió de ser testigo de la fiesta, de tal modo que hizo mención a ella en el capítulo décimo primero del libro segundo del Quijote, reflejando el encuentro del caballero de la triste figura con el demonio bailador de las vejigas, ataviado con ropajes multicolores ¿Cómo se le queda el cuerpo? Pues ale, tome nota —concluía orgulloso sonriendo a cámara, como el que hace un gran anuncio ante un auditorio que lo estaba esperando. No muy lejos de allí, Andalucía Directo establecía una conexión desde la calle del Ángel. La reportera entrevistaba a un muchacho de 18 o 19 años en la puerta de su casa. Acababa de llegar hacía cinco minutos de Granada, dado que estudiaba en la Universidad, y estaba agobiado porque llegaba tarde a “pintar” el Cascamorras. —No sé si este año es Antonio Vera, Escudero, Sama o el mismísimo Álex Baena, igual da, todos son geniales. Solo sé que este año no me pasa lo del año pasado, que cuando me dejó el autobús aquí ya había acabado todo, ya se había encerrado en la iglesia de la Merced. Así que me voy corriendo para meterme de cabeza en la carrera donde la pille —decía el joven con la voz entrecortada, andando cada vez más deprisa hasta que terminó por salir corriendo.


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Subida en unos peñascos de las Arrodeas, Piedad López no pudo reprimir las lágrimas. Cumplía veinticinco años subiendo “a pintar” al Cascamorras, pero se seguía emocionando al comprobar que Juan Pedernal volvía a fallar en su misión de llegar hasta la plaza de la Merced sin una sola mancha en su atuendo: era el inicio de la carrera y ya iba completamente manchado de negro, puesto que los más avezados se habían encargado de “pintarlo”. Se cumplía la tradición, la Virgen de la Piedad seguiría en Baza, no se la podría llevar hasta la vecina Guadix. Pensaba Piedad que era muy difícil transmitir a quien no está dentro de la fiesta lo que esta significa, pero que resultaba muy fácil comprobar la satisfacción de quienes participan en esta celebración centenaria, transmitida como puro sentimiento de generación en generación, piel con piel, alma con alma. Con su cabeza recordando la promesa hecha a la Virgen en la cuneta de aquella carretera, y con el corazón en la garganta quebrando su voz, Piedad gritó: —¡Y no se la lleva, y no se la lleva! —lo que actuó como una espoleta entre los miles de participantes en esta popular celebración. Miles de corazones se lanzaron al unísono a una desenfrenada carrera que mezclaba lo divino y lo humano, que saboreaba lo dulce y lo amargo, que palpaba lo real y lo imaginario, que unía el “ahora” con el “siempre” llevando en volandas al Cascamorras. Nunca una derrota había sido más dulce: el sucesor de Juan Pedernal se sabía fracasado a las primeras de cambio en la encomienda que le hizo la población accitana la noche anterior, y sin embargo era el más entusiasta en este internacional evento. En un suspiro la algarabía alcanzó la zona de la plaza de toros, la carretera vieja de Granada y la avenida Atleta José Luis Martínez. Poco importó que las lágrimas de alegría y


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los hilos de sudor se estuviesen mezclando con una lluvia que arreciaba por momentos. Poco importó que el cada vez más escurridizo firme hubiese propiciado gotas de rojo sangre en la paleta de colores del festivo día. Poco importó la caprichosa meteorología cuando la cita con la historia estaba servida. La vía pública era un bullicio de niños, jóvenes, personas mayores, vibrando al son del tamborilero. —Agachaos, coño —gritaron desde la comitiva cascamorrera cuando en la mítica rotonda del Ferrocarril se dispusieron a llevar a cabo una de las más esperadas juras de bandera. Las cámaras de televisión y los fotógrafos profesionales tenían reservados desde primera hora los enclaves más estratégicos ante la blanca figura de mármol para lograr las mejores imágenes posibles. Los voluntarios de asociaciones sociales como Jabalcón, Cáritas, Protección Civil o Cruz Roja, también situaron con antelación a sus usuarios con movilidad reducida, aprovechando la amplitud de aquel cruce de caminos entre la calle Ferrocarril, la carretera de Ronda, el comienzo del recinto ferial y la Mancoba. Muchas familias con bebés, niños pequeños o mayores a su cargo, con imposibilidad de hacer la carrera, también buscaron allí un buen emplazamiento. Nadie quería perderse los emotivos momentos que en aquel lugar se vivían cada año. Aprovechó el séquito cascamorrero la leve tregua en la batalla junto al monumento a la vuelta del tren para coger aliento con el que continuar. En ese breve interludio de tiempo consiguieron hacer llegar en volandas hasta el Cascamorras a una niña de 7 u 8 años. La abrazó para que no cayera y la tranquilizó porque estaba llorando a lágrima viva. Ella también le rodeó con sus brazos, unió su cabeza a la de él y le dijo algo al oído. Cascamorras hizo callar al gentío con sus gestos y sus palmas hacia abajo. Ante el estremecedor silencio, lanzó un grito:


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—Esta va por ti, Jose, tu familia y tus amigos siempre te recordarán. ¡Que viva la Virgen de la Piedad! — ¡Viiivaaa! —respondieron los presentes. —¡Que viva Baza! —¡Viiivaaa! Y comenzó a ondear la bandera negra de un lado a otro, realizando unas filigranas imposibles que provocaron el éxtasis colectivo. Unos «oé, oé, oé» cada vez más rápidos respondieron a cada paso de la bandera por sus cabezas. Manos ennegrecidas que se alzaban al cielo pidiendo que se detuviera el tiempo y que esa felicidad efímera se hiciera eterna. —¡Esto sí que es un Cascamorras! ¡Esto sí que es un Cascamorras! —retumbaba desde el paso a nivel, llevando el eco por todos los rincones de la ciudad. En lo alto de un balcón, alejada de la calle y oculta a la mayoría de las miradas, una madre emocionada dijo «gracias» en el momento en que creyó que Cascamorras posaba su mirada en ella, un momento que se le hizo eterno y que guardó en el lugar más bonito de su memoria durante toda su vida. Ni a los corredores ni al público asistente parecía afectar la auténtica tormenta que se había desatado, de modo que la marea negra avanzó empapada en agua de lluvia por la plaza de San Antón y la avenida de Andalucía hacia abajo, deseosa de alcanzar los Caños Dorados. Grupos de jóvenes vibrando con su primera vez cascamorrera, grupos de amigos que se reencontraban cada año solo este día y que venían de distintos lugares del mundo, grupos de veteranos de la fiesta que hacían valer sus galones en la carrera, padres y madres con sus hijos pequeños a hombros para que viviesen la celebración desde bien chicos... La pintura negra utilizada por bastetanos y visitantes para que el Cascamorras no se llevara a la Virgen de la Piedad


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“igualaba” a todos durante las horas entre las que discurría la carrera por las calles de la ciudad; daba igual rico o pobre, venir de un lugar u otro, el cargo que se tuviera, la raza, el credo, etc.; daba igual, tan solo eran miles de personas unidas por el sentimiento, la pasión y el amor por esta fiesta, que vibraban con cada una de las “juras de bandera” y que se convertían en una sola voz, una sola garganta al gritar: «¡Y no se la lleva!» y «¡Esto sí que es un Cascamorras!» con toda el alma. Al día siguiente volvería la normalidad a sus vidas, cada cual volvería a ocupar su rol social. «Vuelve el pobre a su pobreza y vuelve el rico a su riqueza», como cantaba el gran Joan Manuel Serrat; pero nadie les podría quitar jamás que por unas horas fueron “héroes” viviendo la aventura de sus vidas. En plena vorágine fiestera, junto a los emblemáticos Caños Dorados, la negra marea se paró, los gritos callaron, los relojes se detuvieron, los corazones dejaron de latir, el viento dejó de soplar, incluso la lluvia pareció dejar de caer. Fue como la imagen congelada de una película muda en blanco y negro. El trueno más estruendoso que recuerdan los viejos del lugar no pudo callar los gritos de pánico que siguieron cuando apareció el cuerpo.



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índice

Agradecimientos 9 I. ¡Y no se la lleva! ¡Y no se la lleva! II. Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé III. No culpes a la lluvia IV. Bésame, bésame mucho V. ¿Por qué lloras, cariño? No te preocupes, será que soy feliz VI. La Dama pa Baza VII. Entre esos tipos y yo hay algo personal VIII. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida IX. El tren de los sueños X. Cadillac solitario XI. Lanzando un SOS desde la sierra de Baza XII. Tres, dos, uno... contacto XIII. Debajo de las piedras XIV. Día de Fiesta XV. La vida qué mala es XVI. Requiem Aeternam XVII. La muerte no hace mejores (ni peores) a las personas XVIII. Tres cositas tiene Baza que no las tiene Graná XIX. Cuando pierdo mi equilibrio XX. Campanadas en la noche XXI. De las vías para arriba, de las vía para abajo XXII. A la luz de las velas XXIII. Para el hambre no hay pan duro XXIV. Se nos caen a pedazos los monumentos XXV. Como el agua XXVI. Esto sí que es un Cascamorras [Epílogo]

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Este libro se envió desde almería a imprenta un día a finales de marzo de 2017, satisfechos por haber aprendido parte de la cultura e historia de un pueblo vecino tan maravilloso como Baza.

¡Larga vida al Cascamorras!


NO LLEGARÁS A CASCAMORRAS Antonio Fco. Martínez

Editorial SoldeSol www.editorialsoldesol.com

© Texto: Antonio Fco. Martínez © Ilustración de portada: Manuel Vidal © Diseño y maquetación: Sol Ravassa

Marzo 2017 dl: al 473-2017 isbn: 978-84-945119-7-4 Impreso en España

Los derechos de este libro quedan reservados a sus autores. Puede dirigirse a ellos para solicitarles autorización si desea utilizar alguna parte de su contenido.




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