Facundo R. Soto - El cielo en la mesa - Parte 1

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FACUNDO R. SOTO

EL CIELO EN LA MESA

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Subpoesía





Facundo R. Soto

El cielo en la mesa parte I : El cielo en la mesa

SubpoesĂ­a


El cielo en la mesa - Parte I: El cielo en la mesa Facundo R. Soto Editorial Subpoesía Buenos Aires, octubre 2014 Edición y diagramación: León Pereyra Tapa por: Aldana Antoni www.subpoesía.com.ar editorialsubpoesia@gmail.com


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PARTE

1

EL CIELO EN LA MESA



la máquina de cortar pasto

La máquina de cortar pasto atraviesa la tarde. Corta la tarde en dos. Retazos. En cuatro, que se hacen ocho. En 10, 12, 14, 16, 18, 20, 22, 24, 26, 28, 30, 32. Hasta que queda un punto, que es un pasto, largo. El ruido continuo hace una musiquita que tiñe el aire, y lo pone verde. En un momento disminuye y se oye una chicharra. La chicharra canta, dice algo que no comprendo, y se va. Sigue el ruido de la máquina de cortar pasto, como un avión que no termina de pasar. Que va y viene, como enloquecido. Saltan mosquitos. Algunas tapitas. Pedacitos de chapas. Se hace de noche, y el ruido de la máquina de cortar pasto divide mi cabeza en dos. Dos amores. Aparecen caracoles pegados en los troncos de los árboles, con luz plateada. Ahora el pasto está corto, como una alfombra o una cabeza rapada. Pero el ruido continúa, yendo y viniendo. Salpicado por ladridos, y un cable enchufado al sol que no descansa, como la 9


raíz de los árboles. Me acuesto, sobre el pasto recién cortado, y me pregunto quién maneja la máquina de cortar pasto.

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las olas son perfectas

Los músicos buscan la canción perfecta, aunque no existe. Los surfers la ola perfecta; que se enreda en sus cuerpos en un rulero que los envuelve. Los bate como en una licuadora, con banana, leche y miel. Giran. Dan vueltas. Ven todo desde una cortina de agua transparente, hasta que salen a la superficie. Respiran parados en lo alto, como dioses de los dioses. Después navegan sobre el agua. Se deslizan haciendo mantras con los pies y el cuerpo. Y saben… Saben que la encontraron, y que se les escapó; porque todas las olas son perfectas. Lo imperfecto, lo roto, está en la tierra.

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cementerio de autos

Una planta crece en la alfombra del auto, salen tallos débiles, recién nacidos, finos y largos, hojitas de marihuana. Adentro del auto hay tierra. Afuera, más autos; unos sobre otros. Y otros sobre esos. Una pila forman. Una montaña forman. Un cementerio. El cuidador del lugar duerme, recostado en el capó, tierra seca bajo las gomas y una culebra que se acerca. Arriba, aves de rapiña sobrevuelan la cima. Por la ruta pasa uno destartalado. El motor hace ruido y el hombre se despierta. La culebra se aleja.

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musgo

Ahuyento a los mosquitos. Se van. Ya no zumban, ni apoyan sus patas en mi piel. Ahora siento la eternidad de la tarde. La pileta de la cocina llena de platos. Una tuca. Fútbol en la tele. Medias. Zapatillas en el suelo. Marihuana picada adentro de un libro. Una canción que entra por la ventana, recuerdos de Brasil. La cortina se mueve con la música. El olor a torta de vainilla se me pega en la ropa. Y el sol, intenso, cocina mi cuerpo estirado en el balcón, viendo allá abajo, con todo el cuerpo (el cuerpo es una antena) cómo pasan los años que estuvimos juntos. Allá abajo, en esa calle, juntando lo que se nos cayó. Y que ahora crece entre el musgo, por los adoquines.

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el hombre en la azotea

Mira. Abajo, la profundidad, donde el aire parece agua, y los recuerdos yacen como ropa sin cuerpo. La reminiscencia dejó su sabor. En la lengua muerta. En los brazos cansados. En las piernas dormidas. En el ano abierto. El hombre en la azotea oye. El ruido de los autos le dice algo, que él no entiende. Un helicóptero da vueltas. El hombre de la azotea lo ve en llamas -siempre le gustó la ficción, lo real era una experiencia para él-. El hombre en la azotea se sirve limonada. Se purifica. Busca claridad. En el cielo, que es una nube. En su cabeza de lino. En su sueño áspero, que es de plástico. El hombre en la azotea escribe. Piensa. Mea. Absorbe los últimos rayos de sol. Oye cómo la ciudad baja de revoluciones, parece un MP3 que se queda sin batería. La gente migra, de la ciudad a la periferia. La ciudad se vacía. Su mente florece. Relee lo que escribe y se acuesta. En la azotea. Rejuvenece. Acostado en la azotea. Espera la noche, que lo envuelva. Y resplandece mirando 14


la profundidad, donde el aire parece agua y los recuerdos siguen muertos. En la azotea. El hombre. Ya es el hombre de la azotea. Un nene, desde abajo le grita a su mamá: “Mirá, hay un monstruo ahí arriba”. Confusión. Eso es. El hombre. En la azotea.

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laverap

Sentado en el Laverap, espero, mirando cómo las ropas giran en del lavarropas. Los colores se mezclan. Se desintegran. Pierden la forma. Se hacen manchas. Otro color. ¿Dónde van los colores? El olor es limpio, claro, transparente, celeste, y está por todos lados. Afuera el sol de la tarde me espera para ir con él. Pero la ropa gira y gira, me hipnotiza, y parece no terminara nunca de sacar su mugre, su mal. ¿Será que el mal no acaba nunca?

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arco iris plateado

Mientras me daba un mate la vi. Se levantó el delantal, en el paraíso que se inventó, y empezó a correr a las gallinas, para comerlas. ¿Alguna vez viste un arco iris plateado? Eso vi mientras las acogotaba, a las gallinas. Y ellas, sin cuello, corrían y se perdían en el monte, chocándose entre sí. Un arco iris plateado, lleno de gallinas sin cabeza, bailando música electrónica es lo que sueño después de ese día, cuando como pollo.

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alivio

Saber que hay alguien que piensa en mí cuando yo pienso en él. Telepatía. Aquaman y las ballenas. Llegar a casa y saludar a los grillos que cantan. La música de los cuerpos entra por la piel. La piel absorbe la cerveza, que transpira en la vereda, bajo las estrellas. Respirar. El aire que pasa por el cuerpo se va. Sin nostalgia. Escucho a Los Ramones, Chopin y Morrissey. Descorcho un vino, en el living, rodeado de libros, con amigos y grillos. Abro un libro. Abro a un amigo. Corto la carne macerada con queso y batatas. Conecto con el universo. Después fumo porro hasta perder la razón. Y encuentro otra razón mientras levito. Me levanto y hago sopa de pollo. Veo cómo el humo se expande por el aire. Recibo plata mágicamente y vivo eternamente de vacaciones. Me meto en la cama. Encuentro tu cuerpo estirado bajo las sábanas y siento alivio. Alivio. Alivio. Alivio. 18


oxitocina

La oxitocina tiene su origen en el griego, que significa “nacimiento”. Es llamada la molécula del amor. Se trata de una hormona que relaciona los patrones sexuales con la conducta maternal y paternal. ¿O sea que el primer amor es mamá y papá? Actúa como un neurotransmisor en el cerebro. ¿Habrá mercado negro, algún día, de oxitocina? (Gracias Wikipedia)

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transmisores 1

Todos somos transmisores. Todo el tiempo. Cuando nos callamos, el cuerpo habla. Los gestos dicen. Transmisores. Cuando nos tocamos, la piel habla. Baila. Dice. Suelta mĂşsica. Transmisores. Alguna vez te dije que nuestros cuerpos son como antenas. Ahora tengo la percepciĂłn ardiente. Abierta. Erecta. Mis poros se abren y algo entra. Tus poros se abren y algo sale. Intercambio de energĂ­a. Fluidos. Transmisores. Transmisores. Dejemos afuera a los virus.

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transmisores 2

Envueltos por la niebla azul de la mañana veo a los transmisores, como evangelistas, golpear las puertas de las casas. Tocan timbre tratando de convencer a la gente para que compre oxitocina. A la noche veo personas sacándose la piel con un cúter. Coladores en el piso. Y ellos elevándose. Elevándose. La oxitocina que tenían que intercambiar se la comieron. Y ahora pintan sus cuerpos con lo que queda.

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el brillo de tus brackets

Leer a Carver me pone bien. Escribir un texto me pone bien. –Ahora me olvidé lo que iba a escribir ¿Qué iba a escribir? ¿Qué iba a escribir? Bueno, ya fue-. Escuchar la voz de Morrissey me pone bien. ¿Pondré bien a alguien, alguna vez? Pero antes de ser escritor quiero ser humano, un mejor humano. Con brackets. Y que brillen. Y que choquen con el brillo de tus brackets. Hasta que estallen.

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nubes de colores

BĂşnker. Sala de comando. Palancas. Botones. Planeamiento. Giros. Desde arriba vemos las plantas carnĂ­voras. El mar turquesa. Algunas nubes se disuelven al vernos. Las oĂ­mos. Las nombramos y atravesamos como flecha. Aterrizaje. Placer. Placer. Placer al verte en la isla. Sobreviviendo.

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comprar

Cereales Cuadraditos de avena Papel para armar TĂŠ rojo Un vino con etiqueta blanca, bordes dorados y un escudo antiguo Pan de salvado Chocolate con almendras Leche Nesquik Tomates frescos, y con olor a tomate. O tomates cherry Kiwis, medio kilo Peras, bananas Miel y jengibre Un pulĂłver negro, porque tengo frĂ­o.

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pescar

Salí a pescar con los amigos de mi papá, pero mi papá no está. Los pescados pegan aletazos, para un lado y el otro, en el muelle; pero en verdad se pelean con la muerte. Quieren vivir. Extrañan el agua. Cierro los ojos. Veo a un pirata manco. Recuerdo los libros de la colección Billiken, con tapas amarilla, que leía en verano. Pestañeo. Abro los ojos. Flasheo con el agua plateada. Quieta. Parece que agoniza. Los peces saltan. Caen al agua. Se sumergen. La vida vuelve a ellos y desaparecen. El agua pierde oxígeno y se seca. Ellos crecen y, ahora fuertes, gobiernan la tierra.

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despegar

Mientras espero en el aeropuerto que el avión despegue, siento su energía. Ella me percibe cuando estoy mal. Mientras un policía aeronáutico que se parece a un personaje dibujado por Tom de Finlandia, escanea mi ticket aéreo con una pistola con rayos láser, rojos, en la punta, observo el aeropuerto, como si no hubiese tiempo. El tiempo se para y me detengo en sus manos de limón. A través de ellas veo harina y un huevo roto, en el centro de la montaña blanca. Las manos amasando un engrudo. Los dedos decorando una torta de cumpleaños. Los dedos son los de ella; la que me percibe. Cuando avanzo, en la manga, la manga se transforma en un camino de tierra; donde ella riega las plantas, al atardecer, esperando que su marido llegue de trabajar. Subo al avión y me siento. El asiento es acolchonado, pero incómodo. Ella camina con el desabillé hasta mi cuarto, después entra al de mis hermanas. Cierra las ventanas y tira fly. El fly forma una nube que me gusta observar 26


cuando se desintegra. Veo los átomos sueltos que quedan flotando en el espacio. Ella nos da un beso y desaparece. Pongo música. Me abrocho el cinturón y cierro los ojos. Hay otro mundo detrás de los párpados. Ella cocina cerca de la ventana. De vez en cuando mira la lluvia por el vidrio. Se lava las manos y ayuda a mi hermana a hacer la tarea para el cole. El cuaderno tiene hojas lisas. Los marcadores son tibios, como si hubiesen perdido la fuerza, el vigor. Ya no escriben. Parecen témperas al agua. El avión arranca. Se arrastra. Acelera. Despega. Y a ella le agarra un temblor que se transforma en convulsión. El avión se pierde entre las nubes, levantando velocidad. Ella se tranquiliza cuando estoy llegando a la tierra.

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Subpoesía

Este pliego se terminó de armar e imprimir en Taller Ambulante Subpoesía en el año 2015





ue q e j i d te z e v o a m n o u c g l n so “A s o p r e cu s o r go t s n e e t nu a r o h . A e . t s a n e n i e t d an ción ar

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