E. A. Wallis Budge
MIKE papeles rescatados por gaby mena
SubpoesĂa
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E. A. Wallis Budge
MIKE papeles rescatados por gaby mena
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Mike, the cat E. A. Wallis Budge Edición y traducción: Gaby Mena Corrección de traducción: Emilia Barbieri Colección Papeles Rescatados Subpoesía Todos Leemos Buenos Aires, Septiembre 2015 Ilustración de tapa: Francis Lloyd Diseño de portada: Aldana Antoni Diagramación: León Pereyra www.subpoesia.com.ar
Gracias a Emilia Barbieri, por corregir la traducción al castellano y por todas sus sugerencias. Gracias a León Pereyra, mi hijo, poeta y editor, por el trabajo en el Poema de Mike, la corrección del texto y el maquetado de la obra. Gracias a Francis Lloyd, mi hijo menor, que realizó la ilustración de tapa. Gracias a Aldana Antoni, mi nuera, por su colaboración en el arte de tapa. Gracias a Martina Pereyra, mi hija mayor, que financió este sueño de su madre sin hacer preguntas. Gracias a Juan Quirno, porque gracias a su ayuda bondadosa, todos pudimos llevar adelante este libro.
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prólogo
por Gaby Mena Los gatos despiertan sentimientos claros en las personas: están quienes los aman y quienes los odian. Sin medias tintas, sin titubeos. Yo amo los gatos. Y mis hijos sienten el mismo amor por ellos que yo. Una noche encontré llorando a mi hijo menor en su cama… tenía entonces seis años y hacía poco que había llegado de estar viviendo con su padre en la costa. Mi primer pensamiento fue que lo extrañaba. “Extraño a mi perra Linka, mamá” me dijo entre lágrimas. El pequeño departamento en el que yo vivía con él entonces hacía imposible ni siquiera considerar la posibilidad de tener un perro. Así fue como llegó Mushka a nuestra familia, una siamesa azul pequeña y serena que dormía sobre la espalda de mi hijo, como una guardiana. Hace unos meses, cuando encontré la historia de Mike en el curso de una investigación para mi taller de lectura, me pareció que a cualquier amante de los gatos le encantaría conocerla.
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Cuando surgió la posibilidad de hacer una pequeña edición para presentar en sociedad la colección Papeles Rescatados, dentro de la editorial Subpoesía, no tuve dudas de cuál era la historia que quería publicar. Hubo que traducir el texto y luego trabajar por separado el Poema de Mike. Hubo conversaciones y reuniones y más reuniones. Finalmente, el texto quedó listo. Hace ya tiempo que Mushka partió “hacia lo Desconocido”. Pero el Gordo tiene catorce años y espero que alcance los veinte, igual que Mike. Y Minicat, la siamesa azul que reemplazó a Mushka, ronda mi mesa de escribir buscando a mi hijo menor… que ya tiene veinte años. He aquí la historia de Mike. Espero que les guste tanto como a mí.
mike
El gato que colabor贸 en la guardia de la Puerta Principal del Museo Brit谩nico desde febrero de 1909 hasta enero de 1929
El gato que colabor贸 en la guardia de la Puerta Principal del Museo Brit谩nico desde febrero de 1909 hasta enero de 1929
Este pequeño panfleto fue escrito a petición de muchos amigos de Mike, lectores pasados y presentes del Museo Británico, miembros del personal y admiradores de Mike en Europa y en América. F. C. W. Hiley (M. A.), guardián asistente en el Departamento de Libros Impresos del Museo Británico, fue un antiguo colega que escribió el mejor poema en homenaje a Mike, y se reproduce aquí con su consentimiento y aprobación. Las dos primeras fotografías de Mike son reproducciones de “instantáneas” tomadas por una dama-lectora cuyo nombre lamentablemente no conozco. La tercera ilustración está tomada del recorte de un vespertino londinense que desconozco. He asumido que su editor me permitiría reproducirla y le quedo agradecido. 48, Bloomsbury Street, Londres, W.C 1, 5 de febrero de 1929
E. A. Wallis Budge
impreso en gran bretaña por r. clay & sons ltd. Bungay, Suffolk
mike En aquellos días, el famoso e ilustrado Dr. Richard Garnett gobernaba el Departamento de Libros Impresos. Con frecuencia recibía la visita de un gato que empezó a conocerse entre el personal con el nombre de Black Jack. Una criatura negra y magnífica, con pechera y patas blancas y largos bigotes. Era afecto a sentarse en los escritorios de la sala de lectura y nunca dudaba en pedirle a algún lector que mantuviera abiertas las puertas vaivén cuando deseaba salir al corredor. Un domingo, al encontrarse encerrado en una de las salas de periódicos y sin tener nada para hacer, se entretuvo afilando sus garras en las encuadernaciones de los volúmenes y, debo confesar, causó enormes pérdidas.
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Esto hizo que recayera sobre él la ira de los jefes a cargo, que ordenaron su destierro de la Biblioteca: se le pidió a uno de los empleados deshacerse de él. A pesar de su intento, no lo logró: Black Jack había desaparecido misteriosamente. Lo cierto fue que dos de los miembros del personal lo escondieron en un lugar seguro, donde proveían al gato de leche y alimento. Se escribió un informa oficial al efecto, en el que se declaraba que Black Jack había desaparecido y que “se lo presumía muerto”. Se repararon las encuadernaciones de los volúmenes y la conciencia de los jefes volvió a estar en paz. Algunas semanas después, Black Jack reapareció y todos estuvieron encantados de verlo de nuevo. ¡Los jefes no hicieron pregunta alguna! A principios de la primavera de 1908, el guardián de las momias de gatos egipcios bajaba las escaleras con uno de sus residentes, cuando vio a Black Jack acercarse llevando en la boca algo bastante grande. Al llegar a la escalera, Black Jack depositó su carga a los pies del guardián, dio la vuelta y se alejó solemnemente.
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Era un gatito al que luego se conocería con el nombre de Mike. El gatito fue criado y cuidado, y creció sano y robusto. Por fortuna, los dos gatos que ya se encontraban en la casa lo adoptaron como compañero y todo anduvo bien. Cuando Mike fue un poco más grande, se hizo amigo del bondadoso portero de la entrada principal, y comenzó a frecuentarlo. Noche y día, él se sabía bienvenido y, así, fue el feliz poseedor de dos hogares. En las mañanas de domingo, el gato de la casa le enseñaba a perseguir palomas en la galería: Mike se ponía en actitud de caza mientras el otro, poco a poco, las acorralaba en una esquina. Aturdidas, las palomas caían en la trampa y, entonces, cada gato se apoderaba de un ave y se la llevaba indemne a la casa. El portero se las quitaba y les daba una lonja de carne de res o de cordero y leche a cambio. Luego llevaba a las palomas a una pequeña habitación lateral donde comían un poco de maíz y bebían agua y, después, salían volando por la ventana abierta, sin perjuicio alguno por el previo transporte gatuno.
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El hecho era que a los gatos no les gustaba comer presas sucias y con las plumas tiznadas de hollín; ellos preferían la carne limpia y cocida. Y así pasó el tiempo para Mike, activo en las horas de la noche, lejos de la crítica de los suyos, prefiriendo las galerías al hogar, donde finalmente se animó a asentar su morada. Dormía en una repisa que colocaron para él en una esquina, y, así, pudo ir y venir a su antojo tanto de día como de noche. El guardián de las momias de gatos egipcios se encargó de alimentarlo durante los magros años de la guerra, y Mike no llegó a notar la escasez que el país sufría. Durante los últimos dos años de su vida, tuvo dificultades para comer a causa de sus dientes, pero una dieta blanda que alternaba carnes y pescados le permitió seguir adelante. Prefería el lenguado a la merluza, la merluza al abadejo y las sardinas a los arenques. El bacalao le era indiferente. Mucho quedó debiendo a los tres porteros que lo alimentaron, y que lo trataron como hombre y hermano.
Mike en un benevolente estado de ĂĄnimo (ÂĄdespuĂŠs de almorzar pescado!) posando para su retrato.
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El siguiente artículo apareció en el Evening Standard del 1° de enero de 1929: EL FALLECIMIENTO DE MIKE Sir Wallis Budge dice acerca del gato del Museo Británico: Veinte Años su Amigo Sir Ernest A. Wallis Budge, desde 1924 guardián de las Antigüedades Egipcias y Asirias del Museo Británico, escribió al The Londoner lo siguiente desde el 48, Bloomsbury-street, W.C.: Estoy seguro que muchos lectores de su diario, quienes por placer o negocios hayan tenido que frecuentar el Museo Británico, se condolerán con sincero pesar por la muerte de Mike, el ya conocido gato que por cerca de 20 años ayudó a custodiar la entrada principal de nuestro gran museo.
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Mike apareció en escena a comienzos de 1910, y se sintió unido al guardián de Antigüedades Egipcias, tal vez, debido al aprecio que les otorgaba a los gatos momificados que había entre ellas. Mike ayudaba al gato del guardián a perseguir a las palomas que se pavoneaban en el porche. Fue alimentado por las camareras del cuarto de refrigerios, quienes le daban leche y sobras cada tarde. Con frecuencia, se entretenía en la casa de algunos de los porteros residentes. El terror de los perros A su retiro en 1924, el guardián de los gatos egipcios lo llevó con él, y Mike lo recompensó con su cariño. Tomó entonces gran interés por todo lo que ocurría en el jardín de la casa y fue extremadamente útil para ahuyentar a los perros vagabundos que se escabullían en el lugar. Los perros, que se burlaban de los policías y de los guardias, huían aterrorizados ante el ataque de Mike, que se lanzaba sobre ellos levantando su lomo. En esas ocasiones realmente era “una bestia salvaje”.
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Sus amistades eran pocas, y le desagradaba la atención de los extraños, en particular si provenía de damas que le golpeaban las costillas con sus parasoles. En cuanto a ser acariciado… muchas desprevenidas manos habían visto sus guantes rasgados por el raudo golpe de las garras de Mike. A la espera de una invitación Algunas semanas atrás, su viejo amigo, el exguardián, se cruzó casualmente con Mike cuando iba de camino a cenar con un directivo de la HOUSE DUTY, y lo encontró bien. Durante la cena y mientras conversaban, le contó que Mike había llegado desde la casa del portero y ¡que estaba aguardando en el umbral para ser invitado a entrar! Cuando su salud empezó a decaer, se hicieron arreglos para alimentarlo, de forma alternada, con carne tierna y pescado, pero al final ya no podía masticar y fue llevado al Refugio para gatos donde pasó los últimos días de su larga vida.
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Será profundamente extrañado por los porteros, quienes no escatimaron esfuerzos en bridarle sus cuidados, así como por una multitud de amigos y conocidos que apreciaban a este flemático gato británico que sabía ser amigo de sus amigos.
Mike expresando su opinión acerca de un perro que acaba de espantar fuera del patio del Museo.
[ 25 ] A la memoria de
MIKE
-el gato del Museo-
fallecido el 15 de enero de 1929, a la edad de 20 años.
Todos ustedes, que aprendieron a engañar las horas en los pilares sucios del Museo y que a diario atravesaban sus portales y señalaban al gato sobre la hierba sentado -¡ay, ya no lo hace más!denme su oído un momento, les ruego, y lamenten la suerte del pobre y viejo Mike. ¿Cuándo veremos a otro como él? Ningún destino inoportuno arrebató a este gatito Matusalén: cuando la Muerte se lo llevó tenía casi veinte años cumplidos. Desde ya, somos un equipo instruído en el Museo - Michael sabía de Argos, el famoso y viejo sabueso que atravesó el hambre, el calor y el frío y cuando su amo volvió al fin al hogar,
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pasados veinte años casi imposibles alzó su mirada, sacudió la cola y murió. Pero Michael, henchido de orgullo felino juró que no sería vencido por un perro y se dispuso, al menos, a empatar la hazaña. Él se sentaba y se asoleaba erguido, ni la Esfinge ni Sejmet parecían tan majestuosos. Poco le importaban personas, pájaros o bestias: dejaba que las palomas comieran hasta saciarse; no se sabe de que haya matado alguna pero asustaba a las descarriadas que se le acercaban con el terror único de su mirada. Al público, y también a los funcionarios del Museo les mostraba el desprecio que era debido: y si por casualidad alguna muchacha descarada se atrevía a subir y acariciar la Esfinge, su mano regresaba cubierta de arañazos de las garras del ofendido Michael. Y aquel que escribe estas líneas, un día se aventuró a hacerle una caricia y por respuesta recibió un mordisco. No dudo que dirán “lo tenía merecido”. Entre todos los hombres
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nadie le importaba- excepto dos: para ellos ronroneó, para ellos jugó por ellos se dejo acariciar y yació dejando de lado su rencor anti-humanoSu dueño -¡y Sir Ernest Budge! un maestro del saber egipcio, sin duda, Sir Ernest tenía todo un almacén de encantos y hechizos descifrados en viejas momias felinas y, por arte de magia, encontró un camino para ganarse aquel salvaje corazón gatuno. Cada mañana Sir Ernest, sin recelo, levantaba a Michael en sus brazos; y siguió siendo su más devoto amigo, quien consoló su tardío final. ¡Viejo Mike! ¡Adiós! Todos te lamentamos, aunque no nos dejaras domesticarte: de los gatos el más sabio, el más viejo, el mejor gato, este será tu lema -¡Descansa!1
1 N. del T.: Aquí el original usa el término requiescat, haciendo un juego de palabras entre cat (gato), el significado del vocablo en latín (descansar) y el mismo en inglés (plegaria para el reposo de las almas de los muertos).
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Guardianes del Tesoro Extraído del Evening Post (fecha desconocida): El gato del Museo Británico Uno de los pequeños espectáculos que pueden apreciar aquellos que atraviesan el patio del Museo Británico en el momento justo, es el encuentro entre Mike, el anciano gato, que pasa la mayor parte del día durmiendo en el mejor parche de sol que encuentra disponible, y Sir Wallis Budge, último guardián de Antigüedades Egipcias del Museo. Ellos han sido mejores amigos por muchos, largos años. Mike tiene diecisiete o dieciocho años; y han pasado ya treinta y cinco desde que Sir Wallis comenzó a gobernar los tesoros egipcios del museo. Cabría suponer que las investigaciones del gran egiptólogo podrían haberle otorgado particular veneración hacia los gatos.
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Por otro lado, puede entenderse que los sentimientos de Mike están relacionados con las exquisiteces que Sir Willis le prepara a su amigo favorito. Cualquiera sea la razón, está muy claro que hay un sentimiento profundo entre ellos. Como lo expresa el portero, Mike “hace un gran escándalo” cuando Sir Wallis aparece. Creo que Sir Wallis ha asumido la tarea de mantener a Mike y satisfacer sus necesidades. No creo que haya ningún otro gato dentro de los límites del Museo que sea oficialmente reconocido, como lo es Mike. Puede que algún que otro gato callejero aparezca en uno de los sótanos y entable una amistad con los empleados; pero ningún visitante o estudiante que frecuente el Museo verá gato alguno.
Mike, el gato atigrado del Museo Británico, que acaba de celebrar su catorceavo cumpleaños, tiene un honorable récord como oficial de la ley contra los ladrones que doma y mordisquea
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Extraído del diario Star, 21 de julio de 1927
MIKE, EL GATO DEL MUSEO un famoso gato londinense Hasta el momento, ningún gato ha vivido una vida tan pública como Mike, el enorme gato atigrado que vigila la puerta del Museo Británico. Día y noche, invierno y verano; por dieciocho años Mike ha estado con el portero, el policía y el alto auxiliar de librea, cuyo cuello escarlata y banda dorada de seda dorada proclaman su rango de Mensajero del Rey –reliquia de la época de la fundación del Museo como colección privada de Jorge IV, tiempos en que la Guardia hacía de centinela en la calle Bloomsbury-. Si usted tiene un ticket para la Biblioteca del Museo y se une a la gran fila de estudiantes que esperan cada mañana la campanada de las nueve para cruzar las rejas e incluso correr por el patio
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para tener el honor de ser el primero en entrar en la Sala de Lectura, encontrará allí a Mike, agazapado y satisfecho. Él mira a los eruditos -hombres famosos de todos los países- tan filosóficamente como a una simple sarta de cazadores de curiosidades. Muchachas de preparatoria con ajustados uniformes, pilletes de las calles de Londres que hacen del pórtico su patio de juegos, monjes de negras sotanas, señoras hindúes con coloridos saris, pequeños visitantes japoneses, turistas con gafas de hueso, todos lucen igual para él. Este gato londinense ha visto a millones entrar y salir, desde su arribo como cachorro en la pequeña portería de piedra. Ellos cuentan con orgullo cómo ayudaron a Mike -ahora corpulento, como corresponde a alguien de tan avanzada edad- a atravesar los rigores del último invierno a sus diecisiete años. Ningún estudiante puede ser tan inteligente como Mike, el gato del Museo. Él acepta la vida de un modo tan filosófico que hace años ya abandonó la esperanza de que algún día una gorda paloma pueda recompensar sus primitivos instintos salvajes.
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En las tardes calurosas, cuando los guardianes cierran la puerta este y cruzan hacia el lado oeste en busca de sombra, Mike los sigue. Pero él no es feliz allí: los turistas pueden verlo, exclaman ¡“Oh, mira ese gato!” y se inclinan para acariciarlo. Mike aborrece que eso suceda. En cambio, en su puerta habitual- la más cercana a Southampton-row – él tiene escapatoria. Dos saltos y está a salvo en el frontón de la puerta de de entrada, a resguardado de manos molestas. Se puede ver cómo el duro granito del porche está aquí liso y desgastado por el impacto de su cuerpo y de sus patas a lo largo de los años. Debido a las circunstancias, Mike es un gato con recursos. Hace tiempo se ganó el respeto de Sir Wallis Budge, el guardián de las antigüedades egipcias del museo. El famoso egiptólogo está ya retirado, pero una vez a la semana vuelve para dejar 6 peniques que llenen la alacena de Mike. Asumiendo su proverbial número de vidas, Mike bien podría ver el próximo eclipse solar. Pero a los dieciocho años, la vida declina len-
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tamente y una mañana habrá tristeza en Great Russell-street, cuando Mike se vaya hacia lo Desconocido, donde durante 3000 años, han residido sus amigos de las galerías egipcias.
El gato que colabor贸 en la guardia de la Puerta Principal del Museo Brit谩nico desde febrero de 1909 hasta enero de 1929
Este libro fue impreso y armado en los talleres de la editorial subpoesĂa BUENOS AIRES Septiembre, 2015