ANTONIO NARIテ前, Identidad y Memoria
2014
Antonio Nariño: identidad y memoria / Universidad Antonio Nariño, Fondo Editorial. -- Bogotá: Universidad Antonio Nariño, Fondo Editorial, 2014. 68 p.: il. ; 16,5 x 24 cm.
ISBN 978-958-8687-32-2
1. Literatura colombiana – Siglo XXI. 2. Poesía colombiana – Siglo XXI. 3. Ensayos colombianos – Siglo XXI I. Universidad Antonio Nariño
SCDD Co860
Sistema Nacional de Bibliotecas, Universidad Antonio Nariño – UAN
© Fondo Editorial, Universidad Antonio Nariño. Fondo Editorial Universidad Antonio Nariño. Carrera 3 este No. 47 A - 15 Bloque 4 piso 3 Teléfono 3384960 ext 140 www.uan.edu.co Primera Edición: Bogotá, D.C., abril de 2014 ISBN 978-958-8687- 32-2 (Rústico) ISBN 978-958-8687-33-9 (Digital) Marta Losada Falk Rectora Carlos Enrique Arroyave Vicerrector de Ciencia, tecnología eInnovación Lorena Ruiz Serna Directora Fondo Editorial Diseño y Diagramación: Héctor Suárez Castro Corrector Estilo: César Buitrago Impresión: Imagen Editorial SAS El contenido es responsabilidad exclusiva de los autores. Todos los derechos reservados. Esta obra no podrá ser reproducida sin el permiso previo escrito del Fondo Editorial de la Universidad Antonio Nariño.
Contenido Prólogo
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Cuento
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Nariño en el siglo XXI Nelson Rivera
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Una cita con la muerte, el último viaje del general Jorge Almansa Manrique y Andrés Correa García
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Poesía
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Antonio nariño, nuestra epopeya Oscar Alirio Ángel
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La muerte no mata el alma. Si la vida es libertad Javier Nova
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Oda a Don Antonio Nariño Héctor Páez
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Ensayo
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Representaciones particulares del sufrimiento en la persona de Antonio Nariño Eliana Bermúdez Cardona
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Antonio Nariño: la resiliencia, una de sus principales armas Luz Stella Henao
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I Concurso Nacional de Letras
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Prólogo Las formas de expresión del ser humano se constituyen como una necesidad para interpretar sentires y percepciones manifiestos en las prácticas de escritura; el ejercicio de escribir permite recrear la historia y mantener viva la memoria a través del tiempo; esa memoria que evoca personajes, acontecimientos y acciones que tienen su razón de ser para la sociedad. Escribir sistematiza la experiencia del paso del hombre y de la mujer por la vida misma y son, precisamente, ese sentir y esa historia los que nos convocan a hacernos partícipes del presente trabajo de producción textual. A partir del año 2013, se establece en nuestra Institución Educativa el primer “Concurso nacional de letras Antonio Nariño”, en los niveles de ensayo y de creación literaria, atendiendo a la necesidad de evidenciar a través de la escritura, el sentir de nuestra comunidad educativa frente a la vida y odiseas del prócer de la independencia, Don Antonio Nariño y Álvarez, quien inspira el nombre de esta Universidad. El concurso nace del interés que deja el análisis de las realidades políticas, sociales y culturales abordadas durante muchos años a través del espacio académico establecido en la Universidad como “Cátedra Antonio Nariño”; dicho interés se combina, por un lado, con la necesidad de evidenciar a través de la producción textual la identidad y el sentimiento que estudiantes, docentes y personas de la comunidad educativa, vivencian hacia este ilustre personaje que hace parte de nuestra historia como país y, por otro, el desarrollo de nuestro quehacer como Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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intelectuales y académicos frente a las dinámicas sociales de transformación de la sociedad del siglo XXI. Cada uno de los autores que aquí se expresan contribuyó a exaltar la vida que le permitió a este ilustre criollo de Santa fe de Bogotá de finales del siglo XVIII, mantener vivo el reto de la libertad y de la revolución enmarcada por una época de despojos culturales, de injusticias políticas y de discriminación de una sociedad cansada, avasallada y sin rumbo. En la categoría ensayo se presenta un análisis crítico argumentativo de las situaciones sociales y políticas de la época dentro de las cuales se hizo protagonista Don Antonio Nariño, considerando la importancia que cada acontecimiento tuvo dentro del proceso de independencia de la nación; de igual forma, se propician comparaciones con la sociedad de hoy en el marco del ejercicio de los deberes y de los derechos. Para esta categoría se hace valioso ver cómo desde diferentes ópticas este personaje se relaciona con el devenir de una sociedad que olvida sus luchas y se condena a repetir errores de nefastas consecuencias. En la categoría de producción literaria afloran sentimientos de admiración y de nostalgia ante una vida de héroe, esa vida que muestra el camino escabroso de un hombre sencillo con alto nivel intelectual que deseaba contribuir a la construcción de una sociedad transformada y justa, que cimentara su estructura en el conocimiento y ejercicio tanto de los derechos como de los deberes del ciudadano. Entre el cuento y la poesía desfilan creaciones que hacen parte de la literatura de una comunidad que representa a la sociedad colombiana actual que aún clama por que cesen las injusticias sociales, el abandono de sus comunidades, la desaparición de sus líderes, el dolor de los niños, la inequidad social y la muerte de una identidad cultural.
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Sin duda alguna, el presente ejemplar recoge todo un cúmulo de sentimientos y antologías sujetas a la libre interpretación por parte de los lectores, con la esperanza de que se puedan establecer vínculos de identidad con la realidad que nos acoge, vínculos de nostalgia y de reconocimiento hacia un personaje como pocos en nuestra historia y hacia unos lazos de consanguinidad en los cuales la fuerza de la raza prevalece a través de los tiempos. Patricia Hernández Capera Docente Facultad de Educación Universidad Antonio Nariño
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Cuento
cuento Primer Puesto Modalidad Cuento CategorĂa Estudiantes
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Nariño en el siglo XXI No sé porque resulta tan complejo ver una hoja en blanco, cuando mi mente está tan llena de ideas, bueno, tal vez, para eso se escribe, para organizar ideas que la mente no puede almacenar por siempre… Ya habían pasado cinco minutos desde el momento en que la profesora de Historia puso en el tablero las preguntas del examen: ¿Cómo sería la vida de Nariño en el siglo XXI? ¿Cómo sería su historia vista desde este siglo? y aunque había estudiado para el examen, mi hoja de respuestas estaba tan vacía como los discursos del presidente en la emisión de la noche anterior. Haber memorizado que Nariño fue un personaje importante en la independencia de la Nueva Granada, actualmente nuestro país, que nació en Santa fe de Bogotá en 1765, de padre español y madre criolla, que tuvo ocho hijos, que fue partícipe de la rebelión de los comuneros en 1781, que fue uno de los mayores comerciantes de quina y café en el país, que pasó una tercera parte de su vida tras las rejas por sus ideas revolucionarias, ¡ah y por cierto!, lo más importante, que tradujo y publicó la Declaración de los derechos del hombre resultaba interesante si la pregunta de la profesora hubiera sido por la obra y vida de Nariño, no obstante tales datos serían el referente para mi respuesta… Ramírez se veía impaciente, mirando a lado y lado de su puesto, se veía que estaba más perdido que yo, hecho que me confortaba un poco. Este examen era crucial para aprobar el curso de Historia de Colombia II, de manera que lo que tenía Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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que escribir debía estar ajustado a este siglo, a las costumbres, a la cultura y a la vida de la cual soy participe. Después de tantas interrupciones inicié mi escrito con la frase de: Si Nariño fuera de este siglo…Tal vez sería hijo de padres acomodados, tal vez su padre sería periodista y su madre contadora, hecho que lo deja posicionado en una familia de tipo burgués similar a las del siglo XVI, su formación estaría a cargo de los mejores colegios de Bogotá, por no decir los más costosos. Considerando que fue periodista en el siglo pasado y por su legado en la traducción y publicación de los derechos del hombre, en este siglo considero que su labor no hubiera sido distinta, no obstante su papel como político en esta época estaría contaminado por las rivalidades de la “verdad en la política”, es decir, que si en el pasado dio a conocer los derechos que se propagaban tras la revolución francesa, en el presente sus mayores logros serían denuncias de políticos corruptos, creación de políticas de inclusión e igualdad, y ahora que lo pienso, tal vez candidato a la presidencia, por no haber dicho primero que alcalde de Bogotá. En ese momento pausé mi escritura y noté que tal vez estaba idealizando demasiado al señor Nariño, y me pregunte, si tal vez en este siglo Nariño hubiera tenido la misma benevolencia que tuvo en el pasado. Bueno, benevolencia en cierto modo, ya que los criollos, como era el caso de Nariño también tenían cierto interés por recuperar el poder de manos españolas y así tener un mayor estatus político. De inmediato me surgió la duda acerca de la bondad de los políticos de nuestros tiempos, ya que para la época el rol de político es el más despreciable para muchos, pese a que son nuestros representantes, sin decir que es una de las profesiones mejor pagas. Sin embargo, ese tema partencia a otro lado, o bueno eso pensé creer… La vida de Antonio Nariño en este siglo hubiera sido similar a la del siglo XVIII en temas como su formación académica y sus
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ideas de izquierda; me detengo a pensar en su accionar como militar en el siglo pasado, de manera que para esta época antes de ser periodista, tal vez sería reservista del ejército, sólo reservista ya que por su condición socioeconómica del presente su vida giraría más en torno a la política y al periodismo. Sin duda alguna, la obra de Nariño dejó un legado imborrable en nuestro presente, de modo que más allá de las connotaciones del presente siglo, su actividad para estos días sería la admiración de muchos, la noticia de varios encabezados y el comentario más aceptado en las redes sociales… Finalmente la hora de entregar el examen concluyó y al igual que mis otros compañeros la presión se hizo ver cuando aún no llegábamos al punto final; la profesora reclamó el examen de cada uno, acto seguido escogió una hoja al azar y sacó la mía, inició la lectura en voz alta, y entre la risa de muchos compañeros terminó preguntándome porque consideré que la historia sería similar y se repetirían algunos hechos, además de ultimar con que yo era un poco idealista. Ante la pregunta y el título que me otorgó la profesora, respondí que simplemente la historia de los hombres es el resultado de sus acciones y que Nariño hizo lo que muchos en el presente no harían, y fue el hecho de actuar en pro de la justicia sin medir las consecuencias, y mejor aún, usando como arma una imprenta y un papel, y en cuanto a lo de “soñador”, finalicé respondiendo que en mentes como la de los soñadores se guardan las ideas de la esperanza. Luego de esto, la profesora no emitió palabra alguna y el cambio de clase se hizo evidente con el caminar de los estudiantes en los pasillos. Nelson Rivera Estudiante Licenciatura Ciencias Sociales Universidad Antonio Nariño, Sede Sur, Bogotá. E-mail: nelry_@hotmail.com
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cuento Segundo Puesto Modalidad Cuento CategorĂa Docentes
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Una cita con la muerte, el último viaje del general El día 1 de septiembre del año 1823, cuando el General colocó su bota izquierda sobre el reluciente estribo de la cabalgadura, ya había tomado la decisión más importante de su vida: la de morir. Fue por eso que se despidió de cada uno de los miembros de su familia y de la servidumbre con agradecimiento, con dulzura, con abrazos estrechos y, como lo había hecho siempre a pesar de las vicisitudes, con un humor ácido que él mismo celebraba. Isabel, su hija le preguntó con tristeza, Padre, « y ¿hasta cuándo?» El sonriendo respondió «Hasta nunca». «No digas eso que esperamos visitarte en Villa de Leiva durante la navidad». «Hija mía, mi casa permanece con las puertas abiertas para recibir a quienes amo». Fue su respuesta. Luego, volteó la cabeza para buscar a su alazán y entonces Hilario, el hombre de confianza que lo acompañaría intentó asirlo por el brazo para ayudarlo. El General se detuvo, tomó la mano áspera de Hilario y la retiró con suavidad. «Hilario, hay viajes que los hombres deben iniciar solos». Entonces reconoció la sombra del corcel y con firmeza se dirigió hasta él. Buscó a tientas las riendas, colocó la bota sobre Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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el estribo y con un salto perfecto quedó en la altura de su montura. «Vamos Hilario», dijo. Miró hacia el cielo buscando la dirección de la luz y lentamente la pequeña caravana inició el viaje que los llevaría hasta Villa de Leiva. La mañana era fría, pero el sol nuevo brillaba en el oriente con la promesa de un día tibio y luminoso. Cuando se habían alejado unos cien metros de la casona de Fucha, volvió la cabeza para observar la hacienda, en realidad su avanzada ceguera tan sólo le permitía reconocer sombras que en su cabeza coloreaba con recuerdos. La recorrió minuciosamente, cada alcoba, cada ventana, cada corredor….cuantas palabras, cuantas emociones, cuantos recuerdos quedaban para siempre atrapados entre las altas paredes blancas y las flores innumerables del jardín y las macetas. El General había decidido morir como los hombres que lo han ofrecido todo por los demás, en soledad. Tal como había transcurrido su vida, lejos de sus afectos, de sus seres queridos, de sus amigos más cercanos, de su ciudad, de sus libros… Vestido de paisano, de sombrero alón y ruana, Nariño iniciaba en silencio el que sería su último viaje, acompañado de Hilario, su peón de estribo y unas cuantas mulas en las que transportaban un reducido menaje. Montaba la misma silla que muchos años atrás le regalara su padrino, con estribos de plata y cuero finamente repujado. El hombre que conocería la historia como el Precursor, de quien se diría que fundó la patria, que sería inmortalizado en cuadros y esculturas, embestido ya con el resplandor de la gloría empezaba a transitar el camino cuyo destino final era la muerte. El trayecto que los conduciría a la pequeña villa de Sopó, lo realizaron en silencio. Por primera vez en su vida sus pensamientos no se centraban en el futuro sino en el duro pretérito que lo había
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llevado a perderlo todo, su fortuna, su familia, sus bienes, sus amigos. Todo lo había cambiado por un intangible llamado libertad. Sin embargo, cuando pudo leer en la llamada Constitución del 21, que su patria era libre de la dominación de todo poder extranjero, sintió la enorme satisfacción del deber cumplido. Hilario, cabalgó tras él en silencio. Tan sólo se detuvieron un par de veces para dar de beber a los animales y comer algo de fruta, queso maduro, pan y jamón. Tomaron el camino que bordeaba la cuesta de los cerros orientales. Durante toda la tarde la caravana marchó, bajo un sol cálido y la brisa fría tan característica de la cordillera. Ya en la posada, el General tomó una sopa caliente, se despidió de Hilario y fue a su habitación para intentar descansar. Tras un acceso de tos, la mujer del posadero le preparó una infusión de yerbas, le dejó unas botellas con agua caliente envueltas en tela de lino para calentarle los pies, cuidados que le permitieron dormir con tranquilidad hasta la madrugada del otro día. Al despertar, el ánimo del general parecía renovado. Saludó con alegría a Hilario, desayunó con holgura y luego salió a caminar por la villa colonial. Visitó su iglesia, en la que se postró frente al altar para orar en recogimiento. Hilario, el campesino rudo y amable que había participado con entrega y valor en la campaña libertadora y, quien apenas cuatro años antes, bajo el mando de Bolívar había coronado la cordillera por el páramo de Pisba, el mismo que hizo parte de aquel ejercito de desarrapados que entró victorioso a Santa fe tras la batalla sobre el puente del rio Teatinos, que expulsó de una vez por todas a los españoles, caminaba con el General sin atreverse a romper el silencio. De pronto el General, comentó, « ¿Sabes Hilario? La vida es como las buenas novelas, cuando comienzas a entenderlas es porque el final se aproxima». « ¿Porque lo dice General?» Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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«Cuando empecé mi lucha intelectual por la libertad, en realidad tan sólo me indignaba la opresión a la que los españoles sometían a los hombres de estas tierras nuevas. Creía que ser libres era tan sólo no ser oprimido por otros semejantes. Poder dirigirnos a donde quisiéramos, esposarnos con la mujer amada, convivir en paz con otros seres humanos y optar a nuestro parecer en cada circunstancia de la vida. En uno de mis textos favoritos,” El contrato social”, se expresa con claridad, que los hombres nacen libres. Se dice que esa sola idea fue el inicio de “La revolución francesa”. Esa visión sin embargo, no me parece ahora completa. ¿Cómo puede elegir alguien que en realidad es un ignorante? ¿Qué puede argumentar para soportar su decisión? Fíjate en las luchas fratricidas que iniciamos quienes queríamos, tras la primera voz de independencia, un gobierno centralista y los que defendíamos uno de mayor autonomía regional. Al final, regresaron los españoles después de la retirada francesa y, al menos en el comienzo, fuimos una presa militarmente fácil y debilitada. Claro, habíamos perdido muchos hombres en una lucha que sólo después se nos reveló como estúpida. Cuando, finalmente tuve la oportunidad de conocer al Libertador, me habló con especial afecto de su maestro, Don Simón Rodríguez. Ese hombre forjado bajo la influencia de la ilustración era algo así como un fanático de la educación. Fue cuando pude ver con absoluta nitidez que sólo el conocimiento hace hombres verdaderamente libres. Cuando eliges una religión, un sistema ideológico cualquiera, o incluso, una manera de vestir estas coartando tu libertad ya que descartas de plano otras maneras de ver el mundo que podrían ser igualmente válidas y enriquecedoras. Pasa lo mismo con algunas cosas que aprendemos en el calor del hogar. Nuestros seres queridos nos hacen esclavos de su reconocimiento, de su aplauso, de su afecto. Luego, vamos por el mundo buscando lo mismo en otras gentes. Su amor, su aplauso, su reconocimiento…..
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sin imaginarlo, nos hacen mendigos de esas cosas. Tras los muchos años de prisión que he debido padecer, aprendí a vivir sin ellas. Me salvaba el sueño de la libertad y el pensar que un día regresaría a estas montañas que adoro. Espero, en realidad, que el cielo sea tan grato como esta tierra de verdes imposibles». Hilario lo escuchaba en silencio, pensando que su patrón era presa de algún tipo de delirio causado por la enfermedad. La tarde terminó con una suave llovizna que los obligó a buscar refugio en la posada. Al día siguiente, tras despedirse y agradecer a los dueños de la posada sus atenciones y cuidados partieron con rumbo a Nemocón, pasando por las poblaciones de Tocancipá y Gachancipá. El General, amante desde niño de los caballos, montaba un castaño oscuro de cañas delgadas y ánimo nervioso que alegró la marcha de los viajeros. Hilario, animado también, se atrevió a iniciar una conversación. «Don Antonio», dijo, «ha estado usted muy silencioso desde sus reflexiones de ayer, y yo diría que hasta triste». El general intento mirar los ojos duros pero bondadosos de Hilario, antes de responder, pero tan sólo vio unas manchas brillantes sobre la cara morena de su sirviente: su ceguera empeoraba con el paso de los días. Entonces empleando el lenguaje de contador, que acostumbraba a usar en las tertulias con sus amigos y compañeros de libros le respondió. «Hilario, existen momentos en que los hombres deben hacer un inventario y un balance de su vida. Perdona si no he sido una buena compañía». «Don Antonio, discúlpeme Sumerced, no quise decir eso. Su compañía no sólo es grata, también me hace sentir muy honrado. Imagínese Sumerced, Yo, acompañando al más grande de los generales de la Patria». Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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Nariño lo miró con aprecio y sonrió de buena gana con las palabras de su recio compañero de viaje. «General», dijo Hilario, «no sé ni que es un inventario, ni un balance». «Lo que quiero decir, es que siento que se acerca el momento de mi muerte y repaso en mi mente lo que ha sido mi vida, lo que he logrado hacer con el aliento que ha latido en mi pecho todos estos años». « ¿Y que concluye Sumerced, si es que puedo preguntar?» «Claro que puedes Hilario. Pues veras, tuve una familia ejemplar, mi madre, mi padre y sobre todo mi abuelo, me prodigaron mucho afecto y cuidados. A mi abuelo, el viejo profesor de la Universidad de Salamanca, debo no sólo el amor por los libros y la verdad sino una rica biblioteca que me permitió conocer tantas cosas. Mi cuerpo, nunca ha sido realmente fuerte, a tal punto que de niño el médico recomendó que no fuera al colegio con mis hermanos mayores, sino que permaneciera en casa bajo el cuidado de mi madre. Eso hizo que mis lazos afectivos con ellos se fortalecieran más allá de lo que pudieras imaginar. La pasión por el conocimiento me llevó a fundar una imprenta. Quería que todos mis compatriotas pudieran tener acceso a esos mundos. La pasión y respeto por las leyes, hicieron que con apenas 16 años me enrolara en el segundo regimiento de infantería, con el grado de subteniente abanderado de los Caballeros Corazas. Queríamos defender la corona de la acción de los sublevados del Común. Debí presenciar las consecuencias sangrientas de la traición a que sometieron a los valientes del Socorro. Ese dolor infringido a los de mi pueblo, me llevó a cambiar la manera de pensar y desde entonces dedique mis esfuerzos al conocimiento y a la libertad. La imagen de Galán y de Berbeo, desmembrados, todavía hoy, después de tantos años y experiencias terribles, me producen escalofríos. Luego conocí a Magdalena, una mujer ejemplar, que no sólo me dio
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unos hijos maravillosos, sino que supo defender el honor y la familia a pesar de las duras pruebas que la mano de Dios puso en nuestro camino. Debo admitir que la vida ha sido generosa conmigo. Me dio afecto en abundancia, tanto, que pude soportar 17 años de prisión y el despojo de las cosas materiales, sin dejar de sentir que fui siempre un hombre afortunado». «Sus hijos lo quieren mucho General. Sienten que Sumerced es la imagen perfecta de un padre». «No he podido ser un buen padre, Hilario, pero Dios sabe cuánto he amado a mi familia». «General, otra pregunta imprudente: ¿Sumerced nunca tuvo miedo? » Sin pensarlo siquiera Nariño respondió: «La esperanza es una fuerza más poderosa que el miedo». Al atardecer, el cielo se cubrió de nubes negras que presagiaban lluvia. El gélido viento que corría entre la arboleda del camino, obligó a los jinetes a apresurar el paso. La tos regresó y el General, sentía que el pecho se le abría. En la noche, ya en Nemocón, la fiebre no le permitió descansar. La mañana llegó fría y otra vez lluviosa. Hilario entró a la alcoba, donde el General intentaba descansar, con un vaso de leche tibia. Era leche de burra, a la que tanta fe, le prodigaba el General. El estado de salud de Nariño decayó por tres días. A pesar de todo, el General saludaba con cariño a los campesinos que venían a visitarlo apenas se enteraban de su presencia. Todos llegaban con regalos para el fundador de la patria. Gallinas, pan, huevos, verduras, frutas… Él los recibía con agrado y humor. «Ustedes quieren engordarme como a un lechón…» Los cuidados y el tiempo permitieron que el cuarto día se reiniciara la marcha que los llevaría a Zipaquirá y a Pacho, en donde el clima tibio, el paisaje y la abundancia de frutas lo retuvieron Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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hasta los últimos días de septiembre. En octubre el camino los llevó nuevamente a Zipaquirá, Ubaté, Susa, Chiquinquirá y Ráquira, la estación que le brindó el reencuentro con viejos amigos, como los monjes agustinos recoletos que lo habían acompañado como capellanes de sus tropas y a quienes visitó en el convento de Nuestra Señora de La Candelaria. Todos se alegraron de verlo y estuvieron de acuerdo con que el clima de la Villa de Santa María de Leiva iba a ayudarlo a recuperar su salud. En realidad Antonio Nariño, a sus 58 años de edad tenía el aspecto de un anciano decrépito y enfermo. El Padre Fray Mariano Vargas, cercano a sus afectos desde hacía un tiempo, lo escuchó en confesión y lo reconfortó con palabras amables y piadosas. Luego de unos días, Nariño e Hilario iniciarían el tramo que los llevaría a entrar en la Villa de Leiva durante la segunda semana de octubre. La casona colonial, viejos amigos, las gentes que lo querían ver y conocer, y una servidumbre atenta y cuidadosa reavivaron su ánimo. Se le veía tan bien que todos quienes lo observaron lo consideraron curado. Hilario, siempre atento, cumplía sin chistar cada petición del General, lo acompañaba en sus caminatas y preparaba los caballos para sus largos paseos por los verdes paisajes que los conducían a las poblaciones vecinas. Un día reunió un grupo de amigos y sonriendo, como si lo dijera en broma les dijo: «Ahora que estoy bueno, voy a buscar y señalar el sitio en que quiero ser enterrado, porque pienso morirme pronto». Hilario, que estaba cerca le respondió, «señor, no diga esas cosas, mire que es Dios quien decide cuando uno debe morirse». «Hace tiempo que le ofrecí a Dios todo el sufrimiento que puso en mi camino, a cambio de que me dejara regresar a mi familia y a mi patria y decidir mi muerte. Yo cumplí con creces. Viví sólo, lejos y enfermo, a pesar de mi hermosa familia, de mis amigos, de mi hermosa patria. Estoy seguro de que él apoyará
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mi decisión. Antes era la fiebre y la tos las que atormentaban mis noches, ahora la ceguera me hinca sus espuelas…imagínate mi buen Hilario, lo que eso significa para alguien que ha amado con tanta pasión los libros». Los días siguientes, según sus propias palabras, hicieron que se mejorara el pecho pero que empeorara su vista en una misma pero inversa proporción. Y él la achacaba, recordando sus tertulias de Física con el sabio Caldas, a la refracción de la luz. Recibió cartas de sus familiares y amigos, en especial una del General Santander, Vicepresidente de la República, en que se declara su amigo y muestra preocupación por su salud. Cartas que lo reconfortaron grandemente. Pero el 8 de diciembre un acceso de tos que lo baño en sangre, puso de manifiesto su verdadero estado. El Doctor Manrique lo encontró recostado en una hamaca, brillante por la humedad que le producía la fiebre, y rodeado por varios pañuelos ensangrentados. Le ofreció palabras de consuelo y dio algunas instrucciones a los sirvientes. A pesar de su estado el general montó en una mula y dio un paseo alrededor de la Villa. El día 9 de diciembre arribó a Villa de Leiva el Doctor Juan Gualberto Gutiérrez Arenales, también poeta y periodista. Ese mismo día sobrevino otro fuerte ataque de hemoptisis, por lo que se administraron los Santos Oleos por sus amigos agustinianos. El médico recomendó un caldo de pollo, cebada y arroz, con gelatina de pata de cordero, que el General agradeció con una sonrisa. El médico sugirió también la sopa de cangrejos y la salsa de verdolagas. El 10 amaneció con más apetito, por lo que por su cuenta pidió caldo de huevos, que también consumió fritos y un reconfortante ajiaco de turmas acompañado con algunas frutas. Al día siguiente amaneció con mucha tos. Sin embargo, una vez calmados los síntomas gracias a los esfuerzos del galeno, pidió a Hilario que ensillara su yegua y, luego de que se le aplicara la extremaunción, salió al lomo del animal, seguido de su fiel compañero. Durante las 24 horas que siguieron, mostró gran mejoría. No tuvo tos y se Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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le vio otra vez sobre su cabalgadura. El 12 de diciembre, con aspecto muy desmejorado, se levantó de su lecho y luego de consumir algunas frutas y un vaso de leche de burra, montó nuevamente en la mula y salió a cabalgar un poco sin rumbo. Mientras lo hacía, lo alcanzó un sirviente del Doctor Camilo Manrique, quien quería saber sobre su estado. «Dígale, por favor, que mire que se le ofrece para el país de las almas, pues ya estoy en marcha». Al regresar, se sentó en un sillón y conversó largamente con los médicos y frailes que no lo desamparaban. El General, con aspecto cansado, continuaba reflejando el espíritu festivo de siempre. «¡Qué chasco les voy a jugar a los españoles: me voy al cielo antes que ellos!» Pero de pronto en medio de la tertulia, sus ojos recuperaron la claridad y, hablando como si lo hiciera para sus adentros, dijo clara y pesadamente: «Odié siempre por instinto a los tiranos: luchando contra ellos perdí cuanto tenía, perdí hasta la Patria. Cuando apareció por fin esa libertad por quien había yo sufrido tanto, lo primero que hizo fue tratar de ahogarme con sus propias manos. Es increíble que ya hubiera Audiencia o asamblea patriota, al parecer el día lo saludaba yo preso, amenazado o desterrado….. Me han dado cadenas todos: ¡Me han calumniado! Pero no he aborrecido ni a los que más me han perseguido»” Los presentes guardaron silencio. Luego el general solicitó: «Deseo que sobre mi tumba diga solamente: “Amé a mi Patria; cuánto fue ese amor, lo dirá algún día la Historia. No tengo que dejar a mis hijos sino mi recuerdo; a mi Patria le dejo mis cenizas». Luego se recostó sobre la cama sin conciliar el sueño. Cuando en la mañana del día 13 de diciembre los médicos lo examinaron, tenía un reloj entre las manos. « ¿Han notado que ya no tengo pulsaciones? Digo sonriendo… ¡He muerto ya! Ustedes hablan con un cadáver».
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Tomó algo de caldo, pidió que le llamaran a Hilario, a quien tomó de la mano y simplemente le dijo: «Gracias amigo, no olvides llevar una canasta de aceitunas para Isabel y Merceditas». Hilario entendió que su buen amigo el General, el que lo había perdido todo porque él y sus compatriotas fueran libres, se estaba despidiendo. «Hasta pronto Sumerced, respondió Hilario y una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla». Luego el General pidió que vinieran algunos músicos, quería escuchar los salmos penitenciales. Y entonces habló sobre la muerte y cómo la perciben los distintos pueblos y culturas. Su último confesor, el padre Buenaventura, párroco de Sáchica, se acercó a Don Antonio para hablarle de su próxima muerte. «General, ya está usted preparado. Pierda cuidado». A lo que el General respondió: «Nunca lo he tenido», y estalló en carcajadas. Hacia el medio día solicitó nuevamente a los músicos para cuando llegara la hora. A las cinco de la tarde revisó nuevamente su reloj y dijo simplemente: «ya es hora». Y con la certeza de quien tiene una cita irrevocable, cerró los ojos y expiró. Así, el “Andante caballero de la libertad”, con el cuerpo fruncido de sufrimiento y de marcas imborrables, daba el paso hacia la gloria. Jorge Almansa Manrique Andrés Correa García. Profesores Medicina Veterinaria, Sede Circunvalar, Bogotá. jorge.almansa@uan.edu.co y decano.veterinaria@uan.edu.co Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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poesía Primer Puesto Modalidad Poesía Categoría Docentes
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Antonio Nariño, nuestra epopeya 1. Introducción: Grecia tuvo su epopeya; Roma luego, la emuló. España cantó a Gonzalo1, y luego al Cid Campeador; Rama a Ravana venció, en el hindú Ramayana: y a estos héroes, hoy miramos, con religioso estupor. Pero, ¿por qué?, me pregunto, ¿tan lejos hay que buscar?... hojeemos nuestra historia y veremos cómo saltan de sus páginas doradas, tantas figuras, sagradas, llenas de gloria y valor. 2. Personajes patrios: Es Galán, el Comunero, al lado de la gran Manuela2, es la Pola, enamorada, de Sabaraín, valiente, pero, más enamorada de una Patria sin cadenas no importa que por lograrlo, se multipliquen las penas. Y Bolívar, y Rondón, Santander y el bravo Páez, con dos de los superhéroes: el Ricaurte y Girardot… páginas llenas de nombres que escuchamos con cariño, hasta encontrar, ¡qué alegría, al gran ANTONIO NARIÑO! Esta vida que admiramos, de nuestro gran Precursor,
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Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán. Manuela Beltrán, la heroína del Socorro. Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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puede muy bien compararse con la Ilíada o con la Eneida, pues en las tres encontramos, esfuerzos, luchas y penas incomprensiones, mazmorras: ¡el dolor, a manos llenas! 3. Datos biográficos: los padres: “Árbol bueno da buen fruto”, lo sentenció el Salvador; y en la familia del prócer, tuvo cabal cumplimiento, pues Don Vicente Nariño y la dulce Catarina3 engendraron por amor a Antonio Amador José4, cuyo nombre recortado, se escribe con caracteres de indeleble eternidad: este es ANTONIO NARIÑO, el glorioso PRECURSOR. 4. El hogar propio: La compañía femenina, como mandato divino, tuvo también en Nariño, la feliz realización: al lado de este gran hombre, doña Magdalena Ortega fue su esposa, confidente, su apoyo incondicional, “su otro yo” valeroso que frenteó con gallardía la terrible humillación. 5. Los empleos: La lúcida inteligencia y su cultura arraigada, hicieron que varios cargos, de importancia, él ocupara: tesorero de los Diezmos y Alcalde de Santafé,
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Así aparece en la partida de bautismo original, el nombre de la madre. Cfr. obra del profesor Ardila. Nombre tomado de la Partida de Bautismo del Precursor, según consta en la obra “Antonio Nariño”, del docente de la UAN, Benjamín Ardila Duarte, p. 21.
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abanderado y gran líder en hazañas militares, Presidente de Congresos y un egregio Senador, pero, superior a todos, ¡la misión de Precursor!5 6. La ideología y su aporte a la emancipación: Hay dos siglos inmortales, por los frutos obtenidos: el de Pericles, estadista incomparable en esa Atenas preclara; y ese “Siglo de las Luces”, por la grande ilustración con mentes privilegiadas de tesonera labor que irradió el planeta entero con ciencia y liberación. Pues Nariño, por su ciencia, su conciencia y su fervor no podía quedarse al margen de tanta revolución: le fascinaron los hechos del gran líder Robespierre, y apoyó el grandioso lema de “Liberté, Egalité, Fraternité”, realizando de “los Derechos Humanos”, la castiza traducción. 7. Un mártir en vida: Como el oro en el crisol, así el hombre en el dolor; la vida del Precursor fue sufrimiento continuo, desde la cuna a la tumba: acusaciones injustas, condenas a duro exilio y encierros en la prisión… todo soportó aquel héroe, por la Patria de su amor. -¡Que hubo desfalco en los Diezmos… - Que, en el Sur, con cobardía, se entregó… - Que era revolucionario, cohonestando a jacobinos… - Que a la Patria abandonó…!
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Ídem, pp. 17 y 18. Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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Estas y otras muchas y venenosas diatribas, con estoicismo sufrió acusaciones ajenas, en este caso, de España, eran claras, de esperar; pero ataques entre hermanos, frutos de rencor y envidias fueron duros de aguantar: con el gran Camilo Torres y el gallardo Santander, dolorosas divergencias, nunca imaginó tener. 8. Un descanso en el camino… En medio de la tormenta, hay a veces, un respiro, y Nariño lo encontró en otra persona egregia: en el Padre de la Patria, este gran Simón Bolívar que reconoció en Nariño al prohombre, luchador por una América libre del duro yugo español. 9. Un ocaso luminoso: 1821: en Cúcuta se celebra el Congreso que daría Constitución de primera, para esta nueva Colombia que acababa de nacer sobre el Puente del Teatinos; Nariño fue el presidente de esa tan grande Asamblea, por desgracia, salpicada de resquemores mezquinos. 1823: El genio ya declinaba, el cuerpo no respondía, pero aun así se enfrenta a otra prueba de su vida: la acusación de unos jóvenes que ni aún habían nacido cuando Nariño luchaba por la libertad de todos, incluidos, en esa lucha, quienes no lo habían querido. La Defensa de Nariño de unos tres cargos infames, quedó en los anales patrios como modelo grandioso de magnífica oratoria, de solidez judicial y demostró a todo viento
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que mientras su mente era ágil, la de aquellos que acusaban era pobre y muy mezquina, además de poseer un cerebro muy tortuoso. Y en ese año 23, entre el cariño de amigos, en nuestra Villa de Leyva, dijo a todos, ¡triste acento!: “A mi patria le dejo mis cenizas y a mis hijos, envuelto en gran cariño, les dejo mi recuerdo”: este fue su Testamento… Conclusión: El honor, el orgullo y la alegría, debemos siempre conservar erguidos, pues somos parte de una Institución Educativa que tiene como epónimo al gran Precursor y sigue sus postulados ideológicos. Honor, orgullo y alegría perennes porque, La Epopeya que llamamos hoy NARIÑO, es eterna, pues ante él nuestro espíritu se inclina, y con igual propiedad que al gran Bolívar, le repetimos con Domingo Choquehuanca: “Con los siglos crecerá tu gloria, como crecen las sombras cuando el sol declina”. Óscar Alirio Ángel González Profesor Especialista. Vinculación tiempo completo al Programa de Derecho Universidad Antonio Nariño, Seccional Neiva, Huila. E-mail: oscar.angel@uan.edu.co
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poesía Primer Puesto Modalidad Poesía Categoría Estudiante
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La muerte no mata el alma. Si la vida es libertad ¡Sí!, la puerta de la muerte lo alcanzó, pero de por vida su heroísmo quedará, no muere quien sus sueños entregó por procurar la justicia Arrebatada. Algún día tradujo los derechos, la libertad para el hombre reclamada, muchos días de prisión por esos hechos pues el santo oficio esas cosas condenaba. La libertad que para los hombres exigió fueron palabras que con filo proclamó, los barrotes no cortaron la esperanza aunque la injusticia auguraba la matanza. El cansancio del encierro y de la muerte a un pequeño pueblo alejado lo exilió, muchas tardes vieron cerrar sus ojos hasta que la noche por fin los apagó. Al final de una larga noche, sus ojos se dejaron seducir por el precioso amanecer, su mirada atónita no sabía de derroche… La vida es vida y le ha tocado renacer. Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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Eran sus mismos ojos, pero la forma de mirar había cambiado, al observar hacia lo lejos… De cercanía se había contagiado. Llegó presuroso y con los ojos llenos de esperanza, pues sabía que alguien anhelaba escuchar su voz, para él ya no había peso en la balanza, ya nadie más le debía decir adiós. Cuando todo parecía ser tristeza, el paraíso le dio la bienvenida, la alegría se desbordó con gran firmeza pues la muerte ya está muerta y ahora vive es la vida. Sigues viviendo y ahora con más fuerza en el corazón del hombre libre que por siempre te recuerda. Javier Nova Estudiante de la Facultad de Educación Licenciatura en Ciencias Sociales. Sede Sur. E-mail: janova@uan.edu.co
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poesía Segundo Puesto Modalidad Poesía Categoría Docentes
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Oda a Don Antonio Nariño Seguro estas letras serán pocas, para un homenaje bien rendir, a un personaje que en mi sentir, revivir en la historia provoca. Siendo ¨Nariño¨ un hombre prestante, de la alta alcurnia Granadina, dejándose de lujos, vida fina, del pueblo se hizo representante. Héroe de muchas luchas y batallas, que libró con pensamiento profundo, mostrando en ¨La Bagatela¨ al mundo, como España con saña al pueblo calla. Pensamientos de Voltaire y de Rousseau, en ¨La Bagatela¨ fueron plasmados, y así por ¨Don Antonio¨ predicados, los cimientos de la Libertad causó. Su Patria libre quería en derecho, igual criollo, negro o de España, que la tiranía Real deje la maña, que ¨Dios¨, iguales nos creó… es un hecho.
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Su vida la entrego ¨Don Antonio¨ sin temor, a su Patria, que hidalguía, y del ¨Hombre los Derechos¨ traducía, un sueño de libertad el infundio. Si mirara la Patria en este día, inmenso dolor de Patria sufriría, no existe tal Patria en lozanía, ni paz, ni igualdad, ni armonía. Héctor Néftaly Páez. Estudiante facultad de Contaduría Pública. Sede Federmán, Bogotá E-mail: hen1167@hotmail.com
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Ensayo
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ensayo Primer Puesto Modalidad Ensayo CategorĂa Docente
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Representaciones particulares del sufrimiento en la persona de Antonio Nariño Resumen: En este ensayo se pretende construir una relación entre los momentos más significativos de la vida de Antonio Nariño asociados al sufrimiento y las representaciones que se enmarcan alrededor de sus comportamientos, experiencias y realidades a lo largo de su historia de vida, dándole una connotación desde el sufrimiento pleno o el sufrimiento con sentido. Palabras clave: Representaciones, sufrimiento, sentido, dolor.
Abstract: In this essay we pretend to build a relationship between the most significant moments of Antonio Nariño´s life, associated with the suffering and the representation that frame his behavior, his experiences and his reality throughout his whole life, giving character to his full suffering or meaningful suffering. Keywords: representations, suffering, sense, pain.
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La vida de Antonio Nariño se enmarca en un conjunto de experiencias límite o extremas que responden al fehaciente sentido de patriotismo y a la ferviente responsabilidad social que compromete a este prócer con la causa de su nación, con la conciencia de darlo todo por la lucha de la justicia, la igualdad y la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, dicha lucha se libró en medio de funestas consecuencias como las significativas diferencias con sus congéneres, las innumerables deslealtades de sus amigos, la ingratitud de aquellos a los que sirvió incondicionalmente y la permanente duda alrededor de su reputación y de su imagen personal. Lo anterior conduce a pensar en el conjunto de imágenes, de esquemas y de realidades sociales que se van tejiendo a lo largo y ancho de la vida de Antonio Nariño, constituyendo unas representaciones sociales concebidas como esquemas de conocimiento compartidos acerca de la realidad social, que orientan la conducta de las personas de un grupo social. Involucra la difusión y asimilación de conocimientos, el desarrollo individual y colectivo, la definición de identidad personal, la expresión de un grupo y las transformaciones sociales. (Rodrigo M, 1994, p. 21-46) O en las palabras de Moscovici cerca de los años ochenta “La representación social es una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. La representación es un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su imaginación” (Amador Silvia, 2004, p.64). El mencionado pensador considera además que, las representaciones permiten la inteligibilidad del mundo social y físico a través de esquemas que permiten su interrelación con otros.
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Ellas suelen circular, cruzarse y hasta se cristalizan en nuestro universo cotidiano a través de las palabras, los gestos, los encuentros. Afirma también, que la mayor parte de las relaciones sociales estrechas, de los objetos producidos o consumidos y de las comunicaciones intercambiadas, están impregnadas de representaciones. Ya en la primera década de este siglo es Abric quien devela la representación como una función social que permite al individuo, o al grupo, conferir sentido a sus conductas y entender la realidad mediante su propio sistema de referencias y adaptar y definir, de este modo, un lugar para sí” (Cegarra José, 2012, pp1-13). Tanto Moscovici, como Abric manifiestan que las representaciones regulan al individuo y al grupo, dándole sentido a sus conductas y a la realidad misma. Cabe anotar que Abric asigna algunas funciones a las representaciones. La primera, se sitúa desde el saber porque permiten entender y explicar la realidad; la segunda, se relaciona con lo identitario, esto es, definen la identidad y permiten la salvaguarda de la especificidad de los grupos; la tercera, es una función de orientación, dado que conducen los comportamientos y las prácticas, y la cuarta y última función, es de tipo justificadora porque llevan a justificar a posteriori las posturas o comportamientos. Las anteriores funciones de las representaciones facilitan la compresión de la realidad social por poseer un carácter informativo y explicativo, derivando a su vez las prácticas sociales. Para entrar a entender un poco el mundo, las realidades sociales y personales que rodearon a Antonio Nariño y en conjunto las representaciones, es preciso conocer hechos puntuales a lo largo de su historia de vida. Inicialmente y tratando de caracterizar un poco al personaje, se puede afirmar que al prócer en mención, le adornaron cualidades de buen porte, simpatía personal, temperamento alegre y mente abierta a Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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las novedades. Fue mimado por lo más selecto de la sociedad santafereña. Curiosamente, Nariño fue un niño y un joven con afecciones y quebrantos de salud. De niño no pudo asistir al colegio a recibir clases, de tal manera que sus padres se encargaron de las orientaciones pertinentes para suplir la educación formal. Desde los 16 años empezó a presenciar hechos atroces como el tormento y la ejecución de José Antonio Galán y sus compañeros en la Plaza Mayor de Santafé, situaciones que realmente movieron su corazón en ese entonces. El trato descarnado a los criollos, la travesía que se trazó de manera personal al incursionar en las traducciones de los derechos humanos y la búsqueda de la justicia necesaria para ellos, marca el comienzo de la ruina personal y los altibajos en su vida política. En su vida personal, no logró disfrutar de su esposa ni del acompañamiento en el proceso de crecimiento de cada una de sus hijas, por ejemplo, al nacimiento de Mercedes e Isabel, ya estaba preso (1794), luego sufrió un exilio que vivió como reo de alta traición y que lo llevó hasta las tierras de África (1795), posteriormente su fuga y el intento de refugiarse en París (1796), son eventualidades que lo sustraen de una vida familiar serena y típica de los pobladores del momento. En la historia de vida de Antonio Nariño el sufrimiento estuvo presente en numerosas ocasiones. Antes de entrar a nombrarlas, es necesario concebir que el sufrimiento se entiende como la carencia de bienestar. Cuando se logra convertir en alegría, en paz o al encontrarle sentido cambia su significado. En teoría, el verdadero sufrimiento se vive cuando no hay sentido vivirlo. Lo afirma Víctor Frankl al referir “El hombre está dispuesto a sufrir a condición de que el sufrimiento tenga sentido”. (Pifarré LLuís, 2005). Cuando el sufrimiento alcanza sentido se minimiza, se atempera, de lo contrario, puede conducir a la desesperación.
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Esta valiosa premisa, de corte existencialista, es visible en Antonio Nariño al pasar por una serie de eventualidades que descompensan emocionalmente a cualquier ser humano, no obstante, las adversidades las iba manejando en torno al propósito de vida que se había trazado encarnado en la defensa de los derechos humanos, aun estando largos años en prisión. A propósito de ello, la historia demuestra que el prócer prefirió en ocasiones, ante la presión de sus familiares, entregarse voluntariamente (1797). Su estado de privación de la libertad se extendió por varios años hasta que el virrey accedió a mejorar sus condiciones, temiendo que pronto muriera, le permitió ir a su casa a una de las haciendas de Santafé de Bogotá, donde tuvo reclusión domiciliaria hasta 1809, pero para su infortunio nuevamente fue tomado preso por presentar conspiración contra el gobierno. Trasladado a Cartagena fue confinado a prisión hasta 1810, fecha en la que le permitieron salir bajo fianza. Fueron casi 16 años de prisión. Nuevamente en 1814 tras múltiples batallas en el sur del país, donde en más de una oportunidad le dieron por muerto, es llevado preso con uno de los dolores y sufrimientos humanos más grandes, la ingratitud de sus guerreros, le habían abandonado, dejado completamente solo en medio de las montañas del Nudo de los Pastos, sin comida, absolutamente decepcionado, pero en un acto de valentía prefiere entregarse a huir. En Pasto pedían enérgicamente su cabeza, sin embargo, logró el respeto de los Nariñenses quienes lo despidieron en un ceremonioso silencio y gesto de admiración antes de ser enviado a Quito y luego a Cádiz, para ser recluido en la cárcel hasta 1820. Gozó del cariño y reconocimiento de muchos de sus congéneres santafereños, sin embargo, el Cristo se volteaba Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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con cierta regularidad. Después de ser tan venerado se encontraba a la vuelta de los años que las cosas cambiaban de manera abrupta, enfrentándose, por ejemplo, en 1790 a la confiscación de todos sus bienes y al desconocimiento de sus amigos, le tocó presenciar, además, la pobreza de su familia y, en varias oportunidades, la calumnia. Su suerte fue adversa, sufrió prisiones, humillaciones, tristezas severas por espacio de 30 años, aun así, no dejaba el inmarcesible amor incondicional por sus compatriotas ingratos y descarnados. Nariño fue un hombre que pudo renunciar a su dramática existencia para seguir trabajando incesantemente por la independencia de su patria. Pero no renunció, perseveró en sus objetivos. Postura que refleja el haber experimentado el sufrimiento pleno, el cual alcanza su máxima expresión cuando toca lo moral, en otras palabras, cuando deja huellas indelebles que continúan siendo objeto de pesar. De tal manera que cuando una persona mantiene una moral muy alta, es posible que su nivel de sufrimiento disminuya. En la persona de Antonio Nariño el sufrimiento, aunque quisiera evitarlo, más bien procuraba llevarlo de manera natural, asumiéndolo como un acontecimiento que hace parte de su vida, no como un evento destructivo, o tal vez, causante de verdadera desesperación y tristeza. Es importante citar que existen una serie de dolores que producen real sufrimiento y son los del alma, siempre se llevan consigo, causan especiales efectos en la persona, a veces hasta daños irreparables. Nariño fue víctima de la ruina, hambres, enfermedades, cadenas que le llevaron hasta la tumba. Abandonó los honores, la gloria, la felicidad, abatido pasó por encima de su dignidad y orgullo para llevar adelante sus ideas. Esperaba que algún día su amor a la patria lo revelase la historia.
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Vivió la realidad que acompaña a los pueblos que no agradecen la buena voluntad de los que alcanzaron a ser vencidos por su mala fortuna y cayeron a mitad del camino. Posiblemente muchos ni se dieron cuenta de tanta sangre derramada, de los afectos perdidos, las amistades desechas y la traición, el olvido y el dolor de aquellos que lo dieron todo por una idea y no consiguieron el pináculo de la gloria. Fue criado amando el suelo patrio con verdadera pasión, las prácticas de piedad católicas constituyeron las estrategias de las que se asiría en sus últimos dolores y en medio de la agonía de los sufrimientos. Fue la religión la que consoló sus amarguras y le regaló la ejemplar resignación de la que hizo honra hasta el último de sus días, a todas estas circunstancias se les puede encerrar desde el Exordio. Sufrió al ver que con pasos desconsiderados, se le hizo parecer como un criminal, se cuestionó su fidelidad. Aun en cama gravemente enfermo, extenuado y nervioso clamaba por la justicia, buscando su defensa y esperando que se reconsideraran las circunstancias. Abogó por los derechos de la humanidad y también los propios, en su defensa, luchaba porque le devolvieran su honor, su libertad, sus hijos y su esposa. Le dolían las sensibles lágrimas de su cónyuge derramadas tantas veces al pie de los altares, clamó benevolencia al Virrey para lograr estos nobles beneficios, pero su voz y su clamor no siempre fueron escuchados. El sufrimiento entonces, se instala como una reacción psicológica provocada por un hecho doloroso sea físico o no, puede ser de duración variable y depende del significado que para el sujeto tenga el hecho que lo provoca. A veces, basta solo el recuerdo para que surja el sufrimiento. Los dolores relacionados con la vida afectiva y emotiva, suelen ser más complicados y requieren de todo un trabajo asociado a la esfera psicológica. Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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Desde la óptica de Nariño, parecería que el sufrimiento se constituye como un hecho que duele pero que existe como otro evento más en la vida, un aspecto del desarrollo, un proceso a través del cual se puede también mostrar el poderío, la fuerza, el valor y la grandeza para enfrentar la realidad con verdadero optimismo. Tal vez como lo afirmaba Nietzsche, en la vida es esencial el dolor, o como lo concebía Aristóteles, el dolor es lo que aleja de la condición humana de forma violenta y, por tanto, es ajeno a la necesidad y a los intereses de los vivos. El alma de Nariño, al parecer, se sintió realmente convulsionada, se experimentaba como combatido por todas partes, las enfermedades llegaban a atacar hasta su espíritu y, a partir de ello, se acentuaban las aflicciones. Lo que más le dolía era dejar su nombre en execración, una herencia de infamia y miseria a sus hijos. Hacia 1823 inicia un real padecimiento con su salud, debía trasladarse a un clima cálido, sus pulmones cada vez más frágiles le llevaron a la muerte en 1823 a los 58 años. Su enfermedad, en los últimos años lo llevó a estar en reposo y realmente aislado de todo lo que amaba hacer. El prócer pudo mostrarse sabio al no rebelarse ante su enfermedad y las posibles consecuencias que pudiera traerle, no se dejó hundir ni atrapar por ella, evitó la experiencia del fracaso y sumirse en el doloroso sufrimiento como si hubiera descubierto el metasentido de todo su proceso. Nariño murió en la mayor pobreza y abandono de sus hijos, de su familia y de los pocos amigos que tenía. En la risueña Villa de Leyva, tierra de buenos amigos, se despidió de cada uno de ellos, con un abrazo. Sintiéndose un poco mejor quiso señalar el sitio donde quería ser enterrado, pues sentía que
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la muerte pronto lo acecharía. Su salud sufría innumerables bemoles, todo ya sonaba a muerte, las campanas que repicaban los difuntos, lograban impresionarle. Hacia el 7 de diciembre esputaba sangre, se prendía en fiebre, pero trataba de seguir en pie, levantado, el 11 de diciembre se sentía tan mal que ya no quería ni abrir las cartas que no dejaban de llegarle, le aplicaron la extremaunción. El 12 de diciembre se hizo poner el santo óleo anunciando que luego de tener este amigable acto con Dios, iría a tener actos amigables con los hombres. Discutía con su médico sobre el fin que le esperaba, a los que se veían afligidos por su calamitoso estado, les consolaba con palabras festivas “Qué chasco el que voy a jugar a los españoles” les decía “me voy a ir al cielo antes que ellos”. En vida tuvo que soportar la envidia, la mala voluntad de sus compatriotas. Aunque se sentía realmente enfermo, se buscaba la forma de romper con la quietud que le reclamaban sus médicos. Luchó contra los enemigos que le atacaban vehementemente por la prensa y por los anónimos insultantes que llegaban a causarle verdaderos disgustos. Casi hecho un anciano por los vejámenes de la enfermedad y muy a pesar de la incalificable ingratitud de sus compatriotas, con un cuerpo débil, bajo en vigor y fuerza, aún conservaba un espíritu tan grande, tan noble, tan fuerte como en su juventud, siempre lleno de elocuencia para hacer electrizar, para conmover y turbar a otros hasta el fondo del alma. Correcto e implacable en su proceder, solicitaba el peso de la ley sobre su conducta “Que el hacha de la ley descargue sobre mi cabeza, si he faltado alguna vez a los deberes de un hombre, a los deberes de la patria, a los conciudadanos.” En la aurora del 13 se alegraba por el buen día que le iba a hacer para su muerte, observaba el reloj en su mano, vigiAntonio Nariño, Identidad y Memoria
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lando el estado de su pulso, alcanzó a señalar a sus médicos que ya no tenía pulsación “He muerto, ya ustedes hablan con un cadáver”. Pidió que le trajeran músicos y le cantaran los Salmos penitenciales, mientras llegaban con una última petición, hablaba de la muerte, de las creencias y costumbres de los pueblos alrededor de la misma. Sufrió paroxismo, entró en agonía y no dejaba de hablar: “odié siempre por instinto a los tiranos, luchando contra ellos perdí cuanto tenía, perdí hasta la Patria cuando apareció por fin esa libertad por quien yo había sufrido tanto, lo primero que hizo fue tratar de alejarme con sus propias manos. Me han dado cadena todos, me han calumniado, pero yo no he aborrecido ni a los que más me han perseguido, pónganme este epitafio: “Amé a mi patria: cuánto fue este amor lo dirá algún día la historia”. No tengo que dejar a mis hijos sino mi recuerdo… a mi Patria le dejo mis cenizas. Mirando el reloj, suspiró ya es hora, ya es tiempo, soltando el reloj de mano se hizo la señal de la cruz sobre su frente, dobló la cabeza reverente ante la majestuosa muerte que se aproximaba e iba llevando su alma delante del tribunal de Dios. Cuenta la historia que ni siquiera después de la muerte, se libró Nariño de la mezquindad e indiferencia de sus enemigos. Verbigracia, sus huesos estuvieron abandonados por largo tiempo, hasta 1857 cuando sus nietos le exhumaron, Colombia no se ha dignado dedicarle un monumento en el cementerio de su ciudad de origen: Bogotá. El odio sobrevivió a la muerte, ni siquiera sus hijos tuvieron derecho a hacerle una oración, unas dignas honras fúnebres, porque si se daba alguno de estos gestos, circundaba la amenaza de una paliza. Sus émulos temían que se elogiaran los
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méritos de un hombre que estaba ya en la tumba pero que les hacía sombra (Fray J. Guerra de Mier, p.598). En la memoria de muchos de sus admiradores quedaron palabras realmente llenas de profundo significado, como “Es tal el concepto que tengo del buen sentido y magnimidad del General Antonio Nariño- escribía Don Pedro Fernández Madrid de que me imagino que si pudiera conversar con usted le diría como Cronwell al insignie pintor que le retrataba: “pínteme usted como soy; si me quita usted las arrugas y cicatrices que tengo no quedaría contento”. (Fernández Pedro, 1876, p.186). Para otros, Nariño constituyó un patriota cuya memoria debería conservarse en todos los corazones colombianos. Aún no se ha borrado la profunda impresión de la poderosa voz del decano de los próceres de la independencia de Colombia: Antonio Nariño -lo afirmaba Don Mariano Ospina-. Es pues Nariño un fiel representante de la posibilidad de reunir las realidades sociales, las manifestaciones injustas de otros, los vejámenes de la guerra, la enfermedad y la proximidad de la muerte, los dolores del alma derivados de la traición, de la duda, de la pérdida de la dignidad en una representación del sufrimiento que se equipara fácilmente con el sentido del mismo o del sufrimiento pleno.
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Frankl, V. (1979), El Hombre en busca de Sentido: Conceptos básicos de Barcelona. Logoterapia, Ed Herder. p 158 Carta del Doctor Fray J. Guerra de Mier a los hijos del General Antonio Nariño, en El Precursor. p 598. Carta de Don Pedro Fernández Madrid al señor José María Vergara- Véase Repertorio- Septiembre de 1876- p 186 Webgrafía Amador, Silvia. (2004), recuperado en: http://catarina.udlap. mx/u_dl_a/tales/documentos/mce/amador_p_se/capitulo4. pdf: 2004 Acosta de Samper, S. (2006), Biografía del General Antonio Nariño, recuperado en: http://.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/bigan/indice 2006 Cegarra, José. (2012), Fundamentos teórico epistemológicos de los imaginarios sociales, recuperado en http://.facso. uchile.cl/publicaciones/moebio/43/cegarra.htmlpp 1-13, recuperado: 2012 Artículos de Revista Aguirre García, J. C. (2010), Sufrimiento, verdad y justicia. Alpha sección Bicentenario- 169-180 Popayán, Colombia. Cabrera M., Lluch A. (2008) Reflexiones sobre dolor no físico y sufrimiento desde la perspectiva de enfermería. Reflexión y Debate Cuba. Porta, Ml. (2010), El sufrimiento del dolor: cuerpo, ser y sociedad. Gac Sanit. 24(3): 263-264 Instituto Municipal de Investigación Médica, Universidad Autónoma de Barcelona, España.
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Zamora Marín, R. La enfermedad y el sentido del sufrimiento. Reflexión y debate. Centro de Bioética Juan Pablo II. Mayía Rodríguez No. 804, esq. a Espadero. La Víbora 10500. La Habana, Cuba. Eliana Bermúdez Cardona Psicóloga, Licenciada en Ética y Desarrollo Humano, Especialista en Docencia Universitaria. Máster en Psicología Clínica Infantojuvenil. Coordinadora programa de Psicología UAN, sede Pereira. Vinculación Tiempo completo. E-mail: coordinador.psicologia.pereira@uan.edu.co
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Antonio nariño: la resiliencia, una de sus principales armas Resumen: La vida de Antonio Nariño es un excelente ejemplo de resiliencia, esa habilidad que nos permite reponernos de la adversidad y seguir adelante, lo que se hace evidente al recorrer la historia del precursor, quien demostró gran perseverancia y fortaleza a pesar de perder a su padre y a su abuelo, ser encarcelado en repetidas ocasiones a raíz de la publicación de los derechos del hombre y enfrentar la muerte de su esposa, quien siempre estuvo a su lado como su compañera incondicional. Es así como en este breve ensayo se presenta y se resalta cómo nuestro héroe logró salir avante de cada una de estas adversidades, y con la firmeza de sus ideas, las cuales se fueron fortaleciendo con el tiempo. Palabras claves: precursor, resiliencia, adversidad, fortaleza, perseverancia.
Abstract: Antonio Nariño’s life is an excellent example of resilience; that ability allows us to recover from adversity and move on. What becomes evident when we take a look at the history of this precursor who demonstrated great perseverance and fortitude in spite of losing his father and grandfather, was imprisoned on many occasions because of his publications on human rights and confronted his wife´s death, who always was by his side as his unconditional partner. Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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In this way, this brief essay presents and highlights how this hero was able to succeed in the face of these adversities convinced of all his ideas which became stronger as time passed. Key words: precursor, resilience, adversity, fortress, perseverance ¿Quién no recuerda de niño las historias contadas por sus maestros de aquellos personajes, casi míticos, que dieron su vida para hacernos libres y recuperar nuestras tierras, nuestra identidad, nuestra dignidad? Esos personajes que fueron descritos por los libros de historia como héroes en algunos casos, como villanos en otros, pero que al fin y al cabo lograron la tan anhelada libertad. Uno de estos grandes héroes es el recordado Antonio Nariño, quien nace el 9 de abril de 1765 en Santa Fe, “Hijo de don Vicente de Nariño y Vásquez, contador oficial de las Cajas Matrices del Nuevo Reino de Granada, y doña Catalina Álvarez del casal, criolla, hija de don Manuel Bernardo Álvarez, Fiscal de la real Audiencia.” (Perozzo, 1988) Los primeros treinta años de su vida transcurrieron de la mejor manera que podía esperarse de un criollo dentro de la administración colonial: se casó en 1785 con doña Magdalena Ortega, tuvo tres hijos, desempeñó la alcaldía de la ciudad; tuvo grandes y prósperos negocios de comercio; fue tesorero de diezmos y encabezó un centro literario de mucho renombre en la historia de nuestras letras (Ministerio de Educación Nacional, 1936). Sin embargo, no todo en su vida durante esta época fue tan sencillo, pues a los nueve años de edad pierde a su abuelo don Manuel Bernardo Álvarez, quien fue una figura muy importante para su vida y, un año más tarde, sufre el duro golpe de la muerte de su padre don Vicente, después de una corta enfer-
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medad. Y en estos primeros acontecimientos es que empieza a vislumbrarse algunas características de la resiliencia. La resiliencia es definida por Cardona (2002), como la forma en que se viven y se superan situaciones adversas en la vida. Dicha condición permite profundizar en todos aquellos aspectos que afectan la existencia humana y que pueden ser superados. La resiliencia por lo tanto se relaciona con la forma en que se logra superar situaciones adversas y hacer de éstas un pilar o motor para salir adelante (González y Guardia, 2011). En este mismo sentido, puede decirse que la resiliencia permite, a las personas, tener una capacidad de adaptación cuando hay circunstancias muy adversas, puesto que más que rechazarlas se trata de asumirlas. De esta manera se logra restaurar el equilibrio entre la situación y la forma positiva de ver las cosas (Kimelman, 2001). Y precisamente es lo que puede evidenciarse al seguir el curso de este personaje, pues a pesar de la enorme pérdida que debió significar para él, la muerte de su abuelo y de su padre en tan corto tiempo y, a una edad en la que a veces no se cuenta con los mecanismos para afrontar este tipo de situaciones, logró sobreponerse y continuar superándose. Algunas referencias históricas describen a Nariño como un hombre que desde pequeño tuvo interés por su formación intelectual, pues al no poder ingresar a alguno de los dos colegios de la época por problemas médicos, dedica parte de su tiempo a la lectura lo que lo fue formando, además aprendió Francés con los escritos de Voltaire y un diccionario, libros con los que contaba en la biblioteca de su casa (Ruíz Martínez, 2004). Tal actitud da muestras de autoconfianza, la que permite que una persona pueda verse a sí misma como alguien con capacidades y fortalezas, además de curiosidad, que es otra característica importante en las personas resilientes, pues se constituye en un impulso para las personas al tratar de conoAntonio Nariño, Identidad y Memoria
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cer más allá de lo que se tiene o lo que el medio le ha ofrecido, y la autodisciplina la cual está relacionada con el esfuerzo, la dedicación y la perseverancia en todo aquello propuesto (Kimelman, 2001). Esta perseverancia y tenacidad fácilmente pueden identificarse en toda su historia, especialmente desde el momento en que decide traducir y publicar la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, hecho que sucedió en enero de 1794, y que marcó no sólo el resto de su vida, sino el destino de su nombre a través de los tiempos, al ser llamado a partir de entonces como el precursor. Ese mero acto le valió el paso a la historia como el primer americano que incorporó las ideas y los principios de la Revolución Francesa en las colonias de España, gestando importantes ideas revolucionarias (Santos, 1972). Pero esta hazaña que le valió en la historia tan importante reconocimiento, también cambió su vida para siempre, pues a partir de ese momento fue uno de los hombres más perseguidos de su época, lo que le costó estar varias veces en la cárcel, la primera de ellas en agosto de 1794, fecha en la que el oidor Joaquín Mosquera, junto a un capitán y unos hombres, ingresaron a la casa de don Antonio Nariño a registrarla para encontrar una de las declaraciones que serviría como cuerpo del delito. A pesar de no encontrar nada Nariño es apresado y enviado a cárcel del Peñón en África, sin embargo, en el transcurso del viaje a Europa, mientras que la gente saluda a la tripulación en el puerto de Cádiz, él escapa entre la muchedumbre, se encamina a Madrid, hacia la Secretaría de Estado para solicitar la revisión de su proceso, pero la contestación de Carlos IV es que lo apresen de inmediato para que se cumpla la sentencia. Después de su estadía durante un corto periodo en Europa, Nariño regresa a su casa el 12 de junio de 1797, pero no tar-
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dó mucho en que esta noticia se difundiera, lo cual trajo su arresto en 19 de julio de 1797, este encierro duraría 6 años, hasta que el virrey autorizara a una junta médica para evaluar su estado de salud, encontrándose que tenía tuberculosis pulmonar en segundo periodo (Perozzo, 1988). Este diagnóstico le dio la posibilidad de una especie de prisión domiciliaria en la estancia sabanera de “Montes” en la sabana de Bogotá, por lo que Nariño comienza una vida dedicada a la agricultura junto a su esposa y su familia. Como puede apreciarse hasta esta parte de la historia, podría inferirse de nuestro precursor, una adecuada autoestima, la cual cumple un papel importante en los momentos de crisis y adversidad, ya que se debe tener una aceptación propia y un sentido de ser capaz, para poder seguir adelante. La resiliencia es un conjunto de factores que se mezclan entre sí, entre los que se pueden destacar, para este caso particular, el tener buenas relaciones, el ser abierto a los demás y el tener una capacidad para socializar. La persona resiliente evalúa la situación por la que pasa, da posibles soluciones y genera estrategias, hace una serie de reflexiones internas y creencias personales que lo llevarán a pensar en mejores tiempos, en que la vida vale la pena y tiene un significado y no se tiene por qué desfallecer (Lorenzo, Ladero y Leza, 2009). Y estas características las podemos observar en Nariño, quien a pesar de haber perdido su libertad en varias ocasiones, de perder sus bienes exponiendo a su esposa e hijos a privaciones, siguió luchando por sus ideales, a los cuales no renunció a pesar de las adversidades, lo que nos da cuenta de su tenacidad y perseverancia, sobreponiéndose en cada momento difícil y volviendo a empezar cada vez que era necesario, pues su sufrimiento no terminaría allí. Después de transcurrir un periodo de relativa tranquilidad, de casi 6 años Nariño fue nuevamente apresado por su afición Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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a las tertulias, en las cuales se discutió acerca del noble movimiento comunero, de las posibilidades de libertad, etc. Y uno de los asistentes a una de estas reuniones hizo llegar al virrey la información, razón por la que Nariño es privado de su libertad el 23 de noviembre de 1809 (Acosta de Samper, 1910). Luego de ser apresado es conducido hacia Cartagena a la prisión del Castillo de Bocachica el 20 de enero de 1810. En esta ocasión don Antonio Villavicencio es el encargado de que Nariño sea puesto en libertad provisional en los primeros días de junio. Nariño regresa a Santa Fe el 8 de diciembre de 1810 y trata nuevamente de rehacer su vida. Sin embargo, al poco tiempo debe enfrentar otra situación muy dolorosa para él, la muerte de doña Magdalena Ortega, que se produce el 16 de junio de 1811 (Llano Isaza, 2002). Después de esto, fundó su propio periódico, “La Bagatela”, que tuvo su primera edición el 14 de julio de 1811, y que sirvió como medio para atacar, de forma dura, al federalismo, denunciando la debilidad en la que se encontraba el país y la necesidad de un gobierno centralista fuerte. Lo anterior ratifica de nuevo la resiliencia como una característica importante en la vida de Nariño, pues se puede evidenciar la capacidad de extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad y la capacidad de comprometerse con valores, tal como lo plantea Cardona (2002). La autora agrega que trascender a las circunstancias y darle sentido al dolor y al sufrimiento son factores que hacen resilientes a las personas que por diversas circunstancias tienen que enfrentar situaciones de pérdida significativa u otro tipo de conflictos. Y si continuamos recordando su historia, una y otra vez, se puede reconocer como la resiliencia fue una de las grandes fortalezas en la vida del precursor, quien después de hacer
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realidad la fundación de su periódico, volvió a perder su libertad en 1814. Luego, fue elegido senador para el Congreso de Cúcuta en 1821, cargo que ocupó hasta el día de su muerte en Villa de Leyva, en 1823. Entonces el legado del precursor va mucho más allá de su lucha por la libertad, pues nos dejó una enseñanza de vida, de fortaleza, de cómo ser fuertes en la adversidad, del valor de la vida, en fin, de cómo la resiliencia es una herramienta fundamental para llevar adelante un proyecto de vida.
Bibliografía Acosta de Samper, Soledad. (1910). Biografía del general Antonio Nariño. Pasto. Imprenta departamental. Tomado biblioteca virtual Luis Ángel Arango. Giraldo, Dora. (2003). Resiliencia en la vida cotidiana. Estudio de caso Pereira. Impresión gráfica Lucero. González, Rosa y Guardia Susana (2011). Alumnado en situación de riesgo social. (Resiliencia y educación). Editorial Irief. KImelman, Andrea (2001). La adolescencia robada. Una vida de resistencia, resiliencia frente a la adversidad. Editorial Lom. Llano Isaza, Rodrigo (2002). Hechos y gentes de la primera república colombiana (1810-1816). Bogotá. Edición original. Boletín de historia y antigüedades N°789, p. 501-523, 1995 Ministerio de Educación Nacional (1936). Antonio Nariño, F. de P. Santander y Julio Arboleda. Selección Samper ortega de literatura colombiana. Bogotá, editorial Minerva. Ladero, Lorenzo y Leza, J. C. (2009). Libro Drogodependencia Farmacología, Patología, Psicología. 3ra edición. Editorial Médica Panamericana. Perozzo, Carlos (1988). Forjadores de Colombia contemporánea: Antonio Nariño. Bogotá, editorial Planeta. Antonio Nariño, Identidad y Memoria
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Ruiz Martínez, Eduardo (2004). Antonio Nariño y Álvarez. Biblioteca Virtual del Banco de la República. Santos Molano, Enrique (1972). Antonio Nariño, vol. 2. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, contraportada. Luz Stella Henao García Psicóloga. Licenciada en educación especial. Magister en educación. Docente Facultad de Psicología, Sede Pereira E-mail: stellahenao@utp.edu.co
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I Concurso Nacional de Letras Universidad Antonio Nari単o
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Presentación Durante el segundo semestre de 2013, la dirección de Bienestar Universitario de la UAN con la colaboración de las oficinas de Comunicaciones, Publicidad y Fondo Editorial, tuvieron la iniciativa de impulsar dentro de sus líneas de acción, la promoción de las escrituras creativas como parte de las actividades propias de su dependencia, para ello se apoyó en la Cátedra Antonio Nariño para juntos planear e implementar un espacio en el que los diversos estamentos de la universidad: estudiantes, docentes, administrativos y egresados se lanzaran a la tarea de escribir creativamente en torno a temas de importancia para el desarrollo institucional de la UAN. Fue así como se diseñó e implementó el I Concurso Nacional de Letras UAN en el que participaron estudiantes y docentes de todas las regiones del país con un tema que sirvió para despertar el interés institucional por el personaje que adoptó la institución como propio: Antonio Nariño. Se abrieron tres modalidades: cuento, poesía y ensayo en cuatro categorías: docentes, administrativos, estudiantes y egresados. El resultado de esta primera experiencia se puede resumir en las siguientes cifras: Tipo de escrito
Estudiantes Docentes Administrativos
Egresados
Total
Ensayo
53
7
0
0
59
Cuento
5
1
0
0
6
Poesía
10
2
1
0
13
Total
68
10
1
0
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Los escritos llegaron de todos los puntos cardinales en donde la universidad tiene presencia, tales como: Neiva, Pereira, Manizales, Ibagué, Armenia, Barranquilla, Cali, Cartagena, Cúcuta, Duitama, etc., lo que potenció la identidad institucional. Finalmente, los escritos fueron evaluados por docentes del programa de Licenciatura en Lengua Castellana e Inglés de la Facultad de Educación de la UAN, mediante una forma que se diseñó para tal fin, y se escogieron como ganadores los siguientes escritos:
Ganadores Primer Puesto Modalidad Poesía: Oscar Alirio Ángel (Categoría Docente, Neiva) Javier Nova (Categoría Estudiante, Bogotá Sur) Modalidad Cuento: Nelson Rivera (Categoría estudiante, Bogotá Sur) Modalidad Ensayo: Eliana Bermúdez Cardona (Categoría Docente, Pereira)
Ganadores Segundo Puesto Modalidad Poesía: Héctor Páez (Categoría estudiante, Bogotá Federmán) Modalidad Cuento: Jorge Almansa y Andrés Correa Modalidad Ensayo: Luz Stella Henao (Categoría Docente, Pereira)
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Salón Teatrino en la sede Circunvalar durante la Cátedra Antonio Nariño 2013.
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A la izquierda Profesor Jhon Jairo Cárdenas, coordinador Catedra Antonio Nariño y un invitado especial, del evento.
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Este libro se termin贸 de imprimir en los talleres de Imagen Editorial SAS en abril de 2014.