Escuela Nacional de Bellas Artes,
75 años sembrando arte en Honduras
E
l segundo mes del año trajo consigo el lamentable deceso del intelectual hondureño Matías Funes Valladares. Morazanista y gran conocedor de la obra del prócer José Cecilio del Valle. Además de político fue docente universitario. De la misma forma, febrero registró la muerte del doctor Jorge Haddad Quiñónez, quien fuera un prestigiado médico y actor clave de la reforma universitaria, al frente de la comisión de transición de la UNAH. Sin embargo, no todo ha sido oscuro en este febrero. A las vísperas de lo que será el IX Festival Interuniversitario Centroamericano de la Cultura y el Arte (FICCUA), que va a realizarse en nuestra Ciudad Universitaria, queremos destacar las buenas nuevas de los primeros meses de 2015. La UNAH anunció para este año la creación de un Observatorio Cultural mediante el cual, entre otras cosas, se podrá gestionar y potenciar la investigación artística en nuestro país. Además, por primera vez, un escritor hondureño obtuvo el Premio Centroamericano de Novela “Mario Monteforte Toledo”; se trata del narrador y catedrático de la UNAH-VS, Raúl López Lemus, quien con su novela Sombra en el tinBoletín informativo de la Editorial Universitaria Año IV, No. 27 • Febrero de 2015
Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: editorial.univ@unah.edu.hn editorialUNAH @editorialUNAH
tero se puso al par de figuras como Maurice Echeverría, Carol Liliana Zardetto, Adolfo Méndez Vides y Jacinta Escudos, ganadores de este premio en el pasado. Página al viento en este número cede un espacio para referirse a la Escuela Nacional de Bellas Artes, institución que durante más de setenta años de historia ha regido la formación de artistas plásticos y visuales en Honduras. Presentamos un artículo de Carlos Lanza, quien resume los primeros años de gestión de la ENBA; dos entrevistas que se realizaron a Óscar René Portillo y Miguel Antonio Rodríguez, director de la Escuela y coordinador del taller de restauración, respectivamente y un importante estudio de la historiadora Leticia de Oyuela, quien detalla cuál ha sido el papel de la mujer en la pintura hondureña.
En este número: Escuela Nacional de Bellas Artes: los primeros años de su fundación / Carlos Lanza / 2 “El arte es la máxima manifestación de la conciencia humana” / Entrevista a Óscar René Portillo / 4 “Los restauradores somos los médicos del arte” / Entrevista a Miguel Antonio Rodríguez / 6 La mujer en la pintura / Leticia de Oyuela / 7 Director: Edición: Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández, Arnold Mejía Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría
Rubén Darío Paz Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa Carlos Aguilar
Escuela Nacional de Bellas Artes: los primeros años de su fundación
Carlos A. Lanza*
Formalmente, la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) fue fundada en 1940 bajo la administración y respaldo directo de Tiburcio Carías Andino. Hasta la fecha no se ha encontrado decreto de fundación y todo parece indicar que esta institución empezó sus labores amparada en el decreto de fundación de la Escuela Nacional de Artes y Oficios. Precisamente, la actual ENBA tiene su origen inmediato en la institución antes mencionada. En 1939, bajo la dirección del pintor Alfredo Ruiz Barrera, al interior de la Escuela de Artes y Oficios se creó la Academia Nacional de Pintura —también fue conocida como Academia Nacional de Arte—, esta acepción fue propicia para que en el año 1940 pasara a llamarse Escuela Nacional de Bellas Artes. La academia pasó a funcionar en “el hermoso edificio construido para la extinta municipalidad de Comayagüela, ahora el centro cultural cuenta con amplios espacios para exposiciones de arte…”(La Época, 1940). Efectivamente, la Escuela Nacional de Bellas Artes empezó su vida académica y administrativa en el antiguo ayuntamiento de Comayagüela el 1 de febrero de 1940, la vieja Escuela de Artes y Oficios ya no podía albergar a la pequeña sección de dibujo y pintura, era necesario dar el salto hacia una institución más especializada y que pusiera en práctica diversas modalidades creativas. El 4 de junio de 1940, Carías Andino en su condición de presidente de la república, acompañado de su esposa, doña Elena Castillo Barahona y del escritor Carlos Izaguirre, visitó los talleres y salones de la academia y anunció lo siguiente: “El edificio que ocupa actualmente sufrirá dentro de poco una completa transformación en cuanto a su propio acondi-
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La Escuela Nacional de Bellas Artes a inicio de los años cuarenta del siglo pasado.
cionamiento y amplitud” (Ibíd., 1940). Pese a la personalidad tosca, arbitraria y dogmática que la historia le atribuye al general, la fundación de la Escuela Nacional de Bellas Artes fue un proyecto bien pensado en el marco de la nueva política cultural. Detrás de Carías estaba la sensibilidad del poeta Carlos Izaguirre, el creador de la obra Desiertos y campiñas, más conocida como “el libro de los cien sonetos”.
Salvador Posadas (titular del taller de madera y escultura religiosa), Ernestina de López Rodezno (profesora de Artes Aplicadas), Miguel Velásquez (ayudan-
Los docentes fundadores En el año 1940, el personal administrativo estaba conformado de la siguiente manera: Arturo López Rodezno (director), Samuel Salgado (subdirector), Roberto M. Sánchez (secretario), Raúl Fiallos Salgado (inspector general), Emilia Cáceres (inspectora), Ricardo Aguilar (guardalmacén) y Gabriel Cortés (conserje). El personal docente lo conformaba Maximiliano Euceda (profesor de Dibujo y Pintura), Samuel Salgado (profesor de Escultura), Arturo López Rodezno (profesor de Decoración Industrial),
Arturo López Rodezno nació en Santa Rosa de Copán el 12 de marzo de 1908, cursó tres años de pintura en la Escuela San Alejandro, de La Habana, luego estudió pintura al fresco en la Academia Juliane, de París. Finalmente se capacitó en el dominio de las técnicas del esmalte con grandes maestros de este arte en Roma, Italia.
* Docente de la ENBA. Ha publicado una serie de artículos y libros relacionados con la crítica de arte en Honduras.
te del profesor de Cerámica), Francisco Prats (profesor de Dibujo Constructivo y Diseño), Serafín Santamaría (profesor de Alfarería).
La naturaleza del primer plan de estudios La orientación curricular estaba centrada en el desarrollo de destrezas manuales con fines utilitarios pero que ya empezaban a ser tratados con diseños estéticos, característica que hacía a la ENBA cualitativamente distinta a la Escuela Nacional de Artes y Oficios, donde seguramente lo ornamental estaba subordinado a la utilidad práctica inmediata. López Rodezno administró un plan de estudios que buscaba equilibrar la producción artesanal con el desinteresado cultivo de las facultades espirituales: la Escuela se movía entre la estatuilla de venta fácil y el gusto por la proporción clásica y refinada. Un comentario de un talentoso periodista sintetiza la dualidad curricular de la ENBA de los años cuarenta: “Cuando a un hondureño se le pide como presente de amistad un pequeño regalo que sea típicamente nuestro, nacido de manos nativas y con inspiraciones locales, la dificultad que se interpone es insoluble, porque no tenemos todavía las bases de un arte popular. La industria hondureña no tiene preocupaciones estéticas. Tampoco poseemos un arte que pueda industrializarse. El núcleo de ambas cosas ha nacido en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde funciona una clase de decoración que ha dado frutos estupendos” (El Cronista, 1942). Queda claro que la ENBA no nació exclusivamente como una academia de arte, desde un inició se perfiló como un centro educativo con fines industriales en el ramo de la artesanía; una exaltación hacia ese interés quedó registrada en la crónica del diario La Época: “Nos resulta imposible contener nuestro entusiasmo con algo que significa una nueva industria nacional y que el año entrante será algo real y definitivo que hará que se re-
Instalaciones interiores de la ENBA en la actualidad. Destaca al centro una pieza escultórica del maestro Mario Zamora. Foto: Rubén Darío Paz.
duzca la importación. Nos referimos a objetos de loza, para servicio de mesa y también para ornamentación. En la Escuela de Bellas Artes, sección de alfarería, los alumnos han progresado mucho en la industrialización del barro” (1940). La producción en serie de objetos industriales permitió que en 1942, Charles P. Bloome, prominente industrial y vicepresidente ejecutivo de Wearing Apparel Board of Trade de Filadelfia, luego de quedar impresionado enormemente por la exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes del año 1941, le propusiera al presidente Carías la posibilidad de un negocio con productos de la ENBA. Textualmente, le planteó a Carías lo siguiente: “Me llevo algunas muestras para la propaganda. Creo que, producidos en grande escala, estos objetos de la exposición fundamentan un negocio que para Honduras representa miles de dólares.” (El Cronista, 1942). No hay indicios hasta ahora de que ese proyecto se haya concretado, pero deja claro una posibilidad de autofinanciamiento que aún sigue siendo vigente y más ahora que la ENBA cuenta con un sólido reconocimiento internacional.
López Rodezno, el primer guía Arturo López Rodezno fue el primer director de un proyecto que más tarde
evolucionaría hasta convertirse en la rectora de la cultura plástica hondureña. Las preocupaciones por sentar las bases de una enseñanza que evolucionara de lo artesanal hacia una práctica artística especializada se puede observar en una carta del 11 de septiembre de 1942, dirigida al señor Fredrik de Coste, director del Comité de Coordinación para Honduras, a quien de urgencia le solicitó apoyo para hacerse de “una colección de obras de arte de consulta para los alumnos, incluyendo tratados de dibujo y pintura, escultura, cerámica, talla en madera y decoración. Asimismo, una colección de figuras clásicas de yeso para la clase de Escultura, incluyendo láminas para estudios anatómicos. En general, estamos faltos de material plástico como pinturas, papel para dibujo, pinceles y, especialmente, óxidos metálicos para cerámica, los cuales sólo se pueden obtener en Estados Unidos”. Esta carta expresa no sólo la necesidad de renovar la experiencia estética con materiales apropiados, sino también el histórico problema de la enseñanza artístico-plástica en Honduras: la aspiración de ir más lejos teniendo tan poco o casi nada. Desde López Rodezno hasta la actualidad, la ENBA ha edificado nadando contra la corriente.
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“El arte es la máxima manifestación de la conciencia humana”
Entrevista a Óscar René Portillo*
rra, Pastor Sabillón, Miguel Ángel Ruiz Matute, Dante Lazzaronni, Gregorio Sabillón, Mario Castillo, entre otros.
Foto: Rubén Darío Paz.
¿Qué significa ser director de la Escuela Nacional de Bellas Artes?
¿Cuáles son algunos logros que ha tenido la ENBA a través de su historia? OP: Bueno, el haber nacido como una institución de enseñanza especial de las artes plásticas ya es un gran logro. Mantenemos la calidad educativa con la que fue pensada la institución y la calidad de los egresados, que son artistas consagrados a nivel nacional e internacional. Es notable el hecho de que hay mucho reconocimiento a nivel internacional para la calidad del arte que se produce en Honduras; son muchos los artistas hondureños que han participado en exposiciones internacionales o que han ganado concursos internacionales de arte. Eso es un gran orgullo para la ENBA, ver triunfar la creatividad y la calidad de egresados como Armando Lara, Virgilio Guardiola, Julio Vizque-
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OP: Significa asumir una gran responsabilidad profesional porque el Estado solamente paga las planillas de los docentes y del personal administrativo y de servicio; los demás gastos de funcionamiento y de materiales didácticos se obtienen a través de la gestión por parte de la institución. A la vez, es una gran responsabilidad pues con la casi ausencia de presupuesto, nos vemos obligados a no sólo resolver los problemas administrativos, sino también los económicos para la sobrevivencia de la institución. Procuramos mantener y, sobre todo, desarrollar la calidad de los egresados de la escuela. ¿Qué retos enfrenta la ENBA actualmente? OP: Con nostalgia expreso que es extremadamente necesario sacar la escuela de este lugar en donde nació, porque la demanda para los estudios en las artes plásticas ha aumentado increíblemente y el espacio físico no ofrece las condiciones para albergar una población estudiantil mayor a los trecientos alumnos. Es lo máximo que en las condiciones actuales puede albergar este edificio histórico en el cual nos encontramos. Con el espacio actual, no podemos ofrecer estudios especiales de artes plásticas a partir de la educación básica (de primero a noveno grado), que ya a 75 años de fundación nos parece que ha sido una gran limitante para ofrecer mayor progreso en la producción artística. Actualmen-
* Director de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
te, sólo ofrecemos estudios en artes plásticas en el nivel de diversificado, distribuidos en tres carreras que son: Bachillerato en Ciencias y Humanidades con Orientación en Educación en Artes Plásticas, Bachillerato en Diseño Visual, y Bachillerato en Artes Plásticas. Estamos gestionando la compra de un terreno y la construcción de un nuevo edificio que reúna las condiciones apropiadas para desarrollar aún más la enseñanza de las artes plásticas en el país. A nivel institucional, ¿cuál es la situación actual? OP: Como la escuela es una institución perteneciente a la Secretaría de Educación, nos regimos por las leyes educativas estatales; en consecuencia y como la gran mayoría de las instituciones educativas oficiales, necesitamos mejorar el equipo técnico-didáctico, así como el espacio físico para la impartición de clases y talleres. La escuela forma a sus estudiantes académicamente en el nivel de bachillerato, pero también se forman como artistas, ¿cuál es el perfil del artista al momento de egresar? OP: Como la educación que desarrollamos es teórico-práctica, el egresado de la escuela tiene fundamentos técnicos, metodológicos y científicos para materializar sus creaciones, de una manera estética y con alta calidad. Eso ha permitido que muchos sean aceptados en academias y universidades de arte en Europa y Estados Unidos, así como otros lugares que tienen muy desarrollada la educación artística.
Muestras de artes experimentales elaboradas por estudiantes de la Escuela de Bellas Artes y que forman parte de una exposición permanente en sus instalaciones. Fotos: Rubén Darío Paz.
¿Cuál sería el escenario ideal para la ENBA? OP: Lo ideal sería brindar formación en artes plásticas desde la educación básica, es decir, a partir del primer grado. Si fuera así, nos permitiría una mejor formación para los alumnos. Aun formando a los alumnos sólo en el nivel de diversificado, Honduras es el primer país de Centroamérica en calidad de las artes plásticas. Pero, como dije, todo esto pasa por poseer una infraestructura física que aporte las condiciones necesarias para que esto pueda convertirse en una realidad. ¿Es necesario poseer habilidades artísticas para ingresar a Bellas Artes? OP: Esa es una pregunta muy importante. Por mi experiencia como artista comprendo a profundidad que todos los seres humanos nacemos con un talento artístico, con una vocación; unos para la literatura, otros para la música, otros para las artes visuales, etc. La diferencia estriba en que son pocos aquellos que buscan o que encuentran la oportunidad de desarrollar técnica y científicamente esa vocación. Entonces, cuando coincide el talento o la vocación, más la formación que va a pulir ese talento, es cuando surge el
artista, el creador en su dimensión total. Ahora bien, existen personas que no tienen mucho talento pero sienten una determinada inclinación al arte, entonces, si ingresan a una institución académica donde tengan contacto con los principios y reglas artísticas o estéticas para ser conscientes de la producción artística, pueden mejorar y potenciar esa inclinación, quizá no a la altura de un gran artista consagrado, pero la experiencia sí puede contribuir al mejoramiento de su apreciación y sus habilidades artísticas. Entonces, ¿el artista nace o se hace? OP: Como dije, todos nacemos con un talento o una vocación artística que si no se pule o se desarrolla a través de la academia, se queda a nivel primario, a nivel básico y no se va a desarrollar a niveles de alta calidad estética. En conclusión, talento y academia son imprescindibles. Se nace artista y se hace artista; no son excluyentes en lo absoluto, son complementarios. ¿Por qué es necesaria la formación de artistas? OP: En un país como el nuestro y en todo el mundo, el arte es la máxima manifestación de la conciencia humana. En el arte se resume el desarrollo
técnico, científico, moral y espiritual del ser humano. Los artistas son como las flores en la naturaleza, sería incoloro el mundo sin las flores, al igual que sin los artistas. El arte es lo que le pone la sazón a la vida y es una tuerca necesaria para el funcionamiento de la sociedad. ¿Qué labores de extensión realiza la ENBA? OP: La escuela realiza talleres públicos con el programa ENSEÑARTE, que consiste en llevar a los estudiantes y su equipo de producción artística a espacios libres, tanto en Tegucigalpa como fuera de Francisco Morazán. El estudiantado produce al aire libre, para que la gente observe el proceso. También cooperamos con el Centro de Arte y Cultura de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en todas sus actividades de promoción. Preparamos exposiciones con instituciones oficiales y no gubernamentales. Además de las exposiciones personales, se prepara la gran exposición anual de la ENBA al finalizar cada año lectivo, en la cual participa toda nuestra población estudiantil.
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“Los restauradores somos los médicos del arte” Entrevista a Miguel Antonio Rodríguez*
¿Qué objetivo persigue un taller de restauración? MR: Las obras pueden mantenerse estables por muchos años, pero se van deteriorando por factores como el cambio climático o desastres naturales. Por ejemplo, el huracán “Mitch” dio un gran golpe: el taller se inundó y quedó un sedimento de lodo de más de un metro. Las pinturas estaban allí y la labor de rescate duró varias semanas. La escuela no tiene un presupuesto para esto; yo soy maestro de la clase de Restauración y mi salario se limita a eso: no recibo una remuneración por el trabajo de restauración, todo lo hago por amor al arte y es algo que disfruto. A pesar de que ya tengo mis añitos, me mantengo en un ambiente puramente artístico, y a los estudiantes que vienen acá se les da asesoría; además, a ellos les encanta venir, soy como el “papá”, y eso me mantiene firme. ¿Cuántas obras se recuperaron después del huracán Mitch? MR: Se lograron recuperar casi todas, excepto una que debido al material con la que fue elaborada, era imposible. Todas las obras sufrieron estragos por la humedad: hongos, problemas de desprendimiento de pintura. Gracias a mis estudios en Alemania pude tener contacto con el director de los laboratorios de restauración del Museo de Berlín, uno de mis maestros. Le
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informé sobre la situación y a través de la embajada de Alemania se nos brindó ayuda. Se pudo crear el taller de restauración y se equipó con lo necesario, incluyendo un sistema de seguridad. ¿Forma restauradores la ENBA? ¿Qué tipo de formación reciben? MR: La clase se llama Fundamentos de Restauración de Bienes Culturales. Se transmiten los conceptos generales y esto se lleva a la práctica en muchos casos, por ejemplo, cómo limpiar un cuadro, qué hacer si tiene un agujero, cuál es el procedimiento que se realiza para cada problema, etc. Los restauradores somos los médicos del arte, cuando las obras están en nuestras manos nosotros tenemos una tarea similar a la de un doctor: buscamos el tratamiento más adecuado para el paciente, en este caso, una obra. Hay normas internacionales para hacer este trabajo, son principios fundamentales que todo restaurador debe conocer. Usualmente, llaman de varias partes del país para consultarme por algún problema o trabajo y en muchos casos incluso se les facilitan algunos materiales para el proceso de restauración. Restaurar cualquier obra de arte es importante, ¿pero cuáles son las más importantes que se han restaurado? MR: A nivel de la escuela, todas. Pero el taller cuenta con pinturas muy va-
* Encargado del taller de restauración de la ENBA.
liosas, por ejemplo cuadros de Pablo Zelaya Sierra, Ruiz Matute, Julio Vizquerra, entre otros. Estamos planeando hacer una exposición junto al CAC-UNAH próximamente. ¿Ha influido el CAC-UNAH en la ENBA? MR: El CAC para nosotros es muy importante. Antes la escuela estaba aislada, con todo el problema de inseguridad que hemos tenido ya casi nadie quería visitarnos, pero luego de la creación del Centro de Arte y Cultura las cosas cambiaron. Incluso circulamos por el parque sin nin-
Maestro Miguel Antonio Rodríguez por muchos años ha tenido bajo su responsabilidad el taller de restauración de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Foto: Rubén Darío Paz.
gún temor, ya que la seguridad del CAC beneficia toda la zona. ¿Hay obras que están en restauración actualmente? MR: Hay algunos cuadros todavía en proceso de restauración. Poco a poco se van rescatando. Hay que darle mantenimiento a todo, no sólo a las pinturas, sino a las esculturas y murales. Además, siempre llegan cuadros y trabajos por parte de la población. ¿Cuánto tiempo lleva funcionando el taller y cuáles son las deficiencias que tiene? MR: Se instauró en el 2000, así que ya son 15 años de funcionamiento. Antes no existía nada parecido, los cuadros estaban guardados junto a pupitres rotos, llantas viejas y otras cosas. Entre las deficiencias, en primer lugar, están los materiales y el personal. Hay dos personas que me ayudan pero no son asalariadas, reciben dinero por las obras que restauran, pero si el gobierno se encargara de contratarles sería mejor. En una ocasión, tuvimos la visita del ministro de Educación: se impresionó con la colección y prometió ayudarnos. El año pasado, recibí el Premio Nacional de Arte de manos del mismo ministro y públicamente manifesté las necesidades que el taller y toda la escuela presenta. Y es que desde que se prohibió cobrar la matrícula, aquí no cae ni un sólo centavo. En este momento, lo que está salvando son los cursos libres que se dan los sábados. A mí, sinceramente, me parece muy injusto que el gobierno no tenga una partida especial para nosotros. El arte se descuida demasiado, y aunque se esté diciendo siempre que es una de las prioridades, no existe ayuda en lo más mínimo.
La mujer en la pintura
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Leticia de Oyuela
Durante todo el período colonial se desconoce el hilo en que la mujer pudo expresarse a través de la creación visual. De las múltiples investigaciones realizadas parece que la mujer dirigió sus esfuerzos constructivos hacia la supervivencia económica, colaborando con el hombre en el proceso productivo de la colonización, que la llevó a ser la forjadora de la chacra o granja. Fue ese instinto creativo lo que impulsó a desarrollarse la estancia de ganado mayor, concedida por gracia real, en los sistemas jurídicos de entrega de tierras o por composición (pago a la Audiencia respectiva, o a la municipalidad, de la tierra concedida previamente por gracia real). El límite indefinido en que la estancia se convierte en hacienda es cuando surge el “obraje”, que consiste en la racionalización de los excedentes de la ganadería, en la que la mujer es la principal promotora, con el surgimiento de las industrias lácteas, tales como la fabricación de quesos, jabones derivados de la grasa animal, etc. Posteriormente y en el período independentista y postindependentista, la mujer se expresó como grupo de opinión en lo relativo a la transmisión cultural de una generación a otra, e inclusive se aproximó a degustación de las bellas artes y la música, accediendo a las artes visuales por el camino de la copia del dibujo y la reproducción de grabados tomados de libros y revistas, como ornamentación y no como capacidad de expresión.
Después de la Reforma Liberal acaecida en el último cuarto del siglo XX es cuando la mujer empieza a practicar el dibujo, la acuarela y la aguada, que se institucionalizan “como un arte femenil o de señorita”. En aquella idea permanente de la educación como adorno las mujeres llenaban el espacio de la decoración de los hogares, en un instinto cultural que las hacía desde ornar su propio papel de carta hasta las reproducciones de retratos de los seres amados. Una tradición impenetrada1 en el prejuicio fue la que les negó por muchos años el acceso a escuelas de arte y a círculos de socialización en que pudieran expresarse con libertad. Teresita Fortín fue un ejemplo clásico de esa dependencia del prejuicio cultural. Cuando ella obtiene su beca para estudios superiores en París, su padre -hombre letrado y culto- le regala una maquina de fotografía para consolarla de la negación del permiso para ir al viejo continente. Luisa Xatruch de Lardizábal y Luisa Valdez son posiblemente las primeras mujeres fotógrafas en esa necesidad interior de aprisionar la realidad del entorno vivido. Hasta 1935, en que se funda la Escuela Nacional de Bellas Artes, es que la mujer empieza a expresarse, no directamente en la línea de la pintura, sino en lo que se llamaba “artes aplicadas”, donde se ubicaban el dibujo, el modelado, la xerigrafía y el pirograbado. Anteriormente la pintura había sido vista como parte de las llamadas manualidades, que era una forma de arrojar a las
* Oyuela, Leticia de (1995). La batalla pictórica. Síntesis de la historia de la pintura hondureña. Litopress industrial. 1 Así, en el original.
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mujeres en el amplio cesto del decorativismo, del trabajo de finas manos y no de la expresión del pensamiento.
trasladó su propio sentimiento interior frente a la problemática del amor y del sexo, en esas flores solares que proclamaban existencialmente no sólo su vida recóndita sino también las pulsiones de las cuales se sentía víctima.
Permanentemente, conflictuadas en la inmensa carga que las sociedades les imponía como destino, las mujeres hondureñas no opcionaban por una visión crítica del mundo y permanentemente se dividían entre el papel de reproductoras y su capacidad de ente social.
Años después, en Guatemala, renovó su impulso estético con las clases que recibió del conocido artista Xipacná de León, arrancando una línea totalmente diversa a la anterior, en la que concluyó hermosos juegos dentro de la gama cremosa pastel, en las que redescubrió las escenas de la vida cotidiana impresas en el paisaje de casas blancas, de calles soledosas, en admirables juegos de utilización de los tonos oscuros y brumos, para marcar los elementos de luz y sombra.
Sin embargo, la Escuela de Bellas Artes creó un clima donde las mujeres se convirtieron en piezas fundamentales de la formación de ese ambiente. Los maestros pintores que surgen de esa primera generación de la Escuela de Bellas Artes recuerdan con afecto cómo sus compañeras más queridas eran las que proporcionaban una fuerte sensibilidad proclive al desarrollo artístico. María Elena Casanova, Esperanza Bonilla, Célica Orellana, de la misma manera que Trinita Luna, fueron no sólo las auspiciadoras emocionales de esa primera generación sino que le dieron el necesario aliento para la formación crítica del universo artístico. Sin embargo, casi todas ellas se quedaron sin el desarrollo de una obra personal, pues cambiaron su destino artístico para seguir la tradición, como era el matrimonio y la familia. Presas de su propia emotividad, renunciaron dolorosamente hasta dividirse internamente, cuestionándose a sí mismas sus niveles de autorealización. María Williams de Talavera, nacida en el Departamento de Valle y formada en la Universidad de San Francisco California, es una de las pioneras del avance profesional de la mujer en la pintura.
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Tras esos rudimentos de iniciación pictórica en el ex-
El padre ausente. Óleo sobre tela, Celsa Flores.
tranjero se empieza a denotar como discípula del “Estudio de Arte” que funda el maestro cubano Gelasio Giménez, de donde obtiene la orientación pictórica muy proclive al hiperrealismo crítico, que deja plasmada en la primera exposición que realiza en el Instituto Interamericano de Cultura, en la que presentó una serie de sus “maniquíes”, que era la representación crítica de los personajes humanos de su propio ambiente, en una evocación plástica de los olvidados motivos escultóricos de los santos coloniales, degradados, abandonados y mudos, sin pelucas y ornamentos exteriores, que simbolizaban aquellos seres sin alma y sin carácter de su propio entorno de trabajo e inmersos en la tradición nacional. Posteriormente, laboró el tema manido de las flores, recreando también una colección de sus “girasoles”, donde realizó con gran audacia una proclamación de la intimidad femenina. En ese período María Williams
En esa misma época pinta algunos lienzos figurativos religiosos, reproduciendo imágenes de Jesús de Nazaret obtenidas de una visión de autorreproducción interior, mediante iconografías hieráticas, donde vuelve a utilizar las flores como símbolos transcendentes ya no de su propia interioridad y angustia, sino como elementos mágicos de pureza y sacrificio. En la última fase de su vida, atormentada por la implacable enfermedad que la llevó a la tumba, realizó intentos decorativos, en los que utilizó para bodegones y naturalezas muertas, objetos de la alfarería tradicional centroamericana en hermosas combinaciones con frutas y flores y en las cuales se destacaban aquellos componentes de la tierra primigenia como una transposición de ese agónico yo interior que busca autoproclamarse en el minuto final que es la espera cristiana de confundirse con el inicial elemento: la tierra. Gozó de grandes plenitudes y enormes desencantos. Al final de su existencia la poeta Clementina Suárez, quien la comprendió tanto en vida como vivió su muerte,
la acompañó generosamente hasta ese gran ingreso final que puede ser la prolongación de esta experimental y previa antesala a la vida eterna. Carmen Maradiaga de Valenzuela, es alumna del taller del maestro Mario Castillo, también en la década de los años sesenta, y se destaca sobre todo en la excelente factura de la composición de bodegones y naturalezas muertas que atrapa ópticamente en la delicada reproducción de los espacios traslucidos de cristales, vidrios y cerámicas. Carmen es una pintora dentro de los lineamientos de un lenguaje postimpresionista, con un magnífico oficio en el cual trasciende su capacidad de sensible inspiración y donde, a través de la composición del uso y manejo de colores finamente mixtados, nos permite ver una interioridad de gran exquisitez y pureza. Maradiaga de Valenzuela nunca ha intentado ser en realidad una pintora profesional sometida al intenso rigor de la presentación ante el gran público. Pinta en su propio taller, por una necesidad interior de autorrealizarse
y con un gran temor a la crítica y a la competitividad. Su pintura es por lo tanto un ansia, una especie de catarsis donde ella a base de un excelente oficio plasma su realidad íntima, en una especie de privado ensueño. María del Carmen Durón, conocida como la Chiqui Durón, es una personalidad de las más jóvenes y más extrovertidas, que plantea en la forma pictórica la rebeldía y la inconvencionalidad de su propia vida. Ubicada en un medio social que le ha permitido viajes y oportunidades de formación profesional, no se preocupa mucho por perfeccionar su lenguaje. Tampoco posee la constancia como para desarrollar hasta agotar una fase pictórica o un tema. Una necesidad interna de expresión la lleva a realizar exposiciones cada vez que puede y donde puede. Posiblemente en ella se representa mejor una generación femenina que interpreta su propia realidad interior en un desafío constante, no sólo de descubrir ese intento femenino por ser, por evidenciar un peut-etre, procla-
mar una constancia de poder ser mujer irradiando constantemente mensajes simbólicos que expresan no sólo esa rebeldía interna, sino que se transforman codificando esos mensajes de inconformidad del papel que la sociedad entrega a la mujer a través de una manera específica de ver el mundo. María Elena Carrasco (Nicky) se forma en la Escuela Nacional de Bellas Artes y posteriormente accede a un curso para restauración de cerámica en Santa María, La Antigua, Panamá, en donde colabora con algunos pintores colombianos, entre ellos Jorge Olvera Flores, con quien realiza el mural exterior del Hotel Fiesta de Balboa, Panamá. Propone su primera exposición individual en 1978, en la Galería de la Editorial Nuevo Continente, con treinta y cinco lienzos de diversos formatos, y en la cual se expresa en el lenguaje posimpresionista, neofigurativo de construcción, por el color. De fuerte raigambre popular, Nicky Carrasco recogió la búsqueda de los temas populares impregnados del realismo mágico en el cual entremezclan visiones de la tradición, como por ejemplo la urdimbre interna que va del amor a la muerte, dicha como en los temas de las floristerías en que mujeres estereotipadas ofertan al público desde las piñatas tradicionales para la alegría infantil hasta las coronas y palmas fúnebres. Actualmente reside en Nueva York, donde ofrece al público algunas exploraciones del arte simétrico y sobre todo del arte conceptual, muy comprometido dentro de la línea del posmodernismo norteamericano. Alma Sagrario Flores (Salma), graduada en Letras por la Universidad Nacional Autónoma, es nominada en 1980 para el Premio Banco Central de Honduras,
Indias de Guajiquiro. Óleo sobre tela, María del Carmen Durón.
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en donde surge como pintora con un estilo muy propio y que nos ofertó una nueva visión de paisaje deconstruido del concepto tradicional costumbrista. Sobre grandes espacios de tonos oscuros, Salma, que es su nombre artístico, creó una colección de cerca de cincuenta lienzos, en donde expuso dentro de ese lenguaje -aparentemente desarticulado- visiones interiores no sólo de esos paisajes urbanos sino del mundo interior por medio del cual la mujer se acerca objetivizando en forma directa los cuestionantes de ese orbe femenino. Las visiones religiosas, las concepciones sobre la maternidad y la búsqueda de un rostro para el amor, se plasmaron en la obra de Salma. Actualmente se ha retirado un tanto de la pintura y ejerce la docencia en la ciudad de La Ceiba. Julia de Carías, graduada también en la Escuela de Bellas Artes, es quizá una de las pintoras hondureñas con una gran formación estética y una sensibilidad exacerbada que la conduce a una dispersión de los lenguajes de expresión, ya que Julia de Carías no sólo pinta sino que hace cerámica y modelado, labores que alterna con la docencia. Gran admiradora del catalán Joan Miró, Julita ha incursionado inclusive en algunas técnicas del diseño de tapices, alfombras y materiales decorativos, en un lenguaje extra convencional en el que los colores en espectrales contraste cromáticos ofertan excelentes visiones no sólo de su propio mundo interior sino que llegan, inclusive, a la búsqueda de una estética purista. Mujer de familia y de gran responsabilidad en el campo doméstico, no asfixia su creatividad sino que la maneja paralela a esa opción volitiva de poder compaginar su función de reproductora con su necesidad de realización.
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Julia Padilla Valenzuela es quizá la pintora más profesional de esta generación nueva de mujeres que busca expresarse a través del arte. De muy joven realizó estudios en París y en Roma, donde se aproximó al aprendizaje de la escuela posimpresionista. Ella misma confiesa que esa época no fue propicia exactamente ni para su propio desarrollo en el arte, sino más bien el detonante que la sensibilizó hacia una vida propia que le permitía expresarse. Durante ese período en que incluso se casó, alcanzó la maternidad y vivió experiencias dolorosas como la muerte del padre, de varios hermanos, y fue como encontró esa necesidad interna de comunicarse con el gran público a través de la realización de una obra. Por circunstancias anecdóticas tiene que vivir en Washington, donde realiza con más seguridad y precisión estudios de arte que la llevan a otros lenguajes y técnicas, como el collage y las creaciones op y los ensayos del visualismo gráfico. Así es como fue ganando seguridad y confianza en sí misma, para luego iniciar exposiciones individuales que han permitido
que el público pueda ir apreciando las diversas fases de su obra. Una estadía en Nueva York, por razones familiares, la hizo cambiar totalmente su concepción del arte, que es lo que actualmente desarrolla. Cierto compromiso con el arte conceptual, que entremezcla con su raíz postimpresionista, en que el dibujo continúa siendo el soporte básico y cierta visión expresionista en el colorido, que se convierte en el elemento vital sin llegar a ser fauve. Julita Padilla, como se le llama en el ambiente, ha logrado crearse un propio público y nos entrega en ciclos alternativos anuales gran parte de su producción muy inspirada en esta escuela neoyorquina que prepara el espacio de un arte nuevo de la posmodernidad y que evoca la intención de las mujeres del mundo de mostrarnos frente a un nuevo patrón estético no sólo las imágenes interiores de su propio universo sino aquellas otras críticas del entorno social en que las relaciones humanas de la cotidianeidad ofertan nuevas ideas necesarias y precisas para el establecimiento de una nueva visión de las relaciones, los derechos y los deberes de un mundo mejor.
Nuestras serranías. Óleo sobre tela, Teresa Fortín.
Aun cuando no existe una conexión directa entre muchas de las mujeres de la Escuela de Nueva York, el lenguaje que Julita Padilla Valenzuela realiza en su obra nos deja evocar el compromiso que otras mujeres integradas a esa escuela neoyorquina realizan a partir de los conceptos estéticos de Arpen, en la obra “Chris Phillips” y de Angela Weyersberg, dos triunfadoras de esa tendencia norteamericana, que al final nos abre la puerta de una nueva estética y de una era por venir.
desarrollo total de una labor artística más profesional. Podemos también mencionar el esfuerzo de trabajo de Celsa Flores y de María Ofelia García Casanova (Mafela), quienes intentan con cierta sinceridad obtener un lenguaje profesional, debatiéndose la primera en la búsqueda de una expresión propia y, la segunda, entre la realización de un oficio de vida y el plano purísimo de la expresión. En la última década de los años noventa la mujer está convencida de que el ambiente sexista que impregna el medio evita que su obra sea definitivamente apreciada, razón por la cual han pensado en la creación de sus propias academias y en la integración de un círculo femenino del arte, con gran peligrosidad ya que las lleva a reducirse a un ghetto mental.
Esta búsqueda constante dentro de un plano de amorosa humildad hace de Julita Padilla una pintora de gran categoría y con mucha universalidad. Nury Reina de Toffee podemos decir fue una de las grandes pioneras de las mujeres pintoras. Nury marcó su vida en dos etapas: la de recién egresada de la Escuela de Bellas Artes, en que se expresó con cierta timidez dentro del lenguaje del impresionismo, muy comprometida con su generación dentro de cierto movimiento que se desarrolló en la Escuela, donde se seguía viendo la pintura como un oficio para ganarse la vida.
La Venus. Óleo sobre tela, Nury Reina de Toffee.
un autorretrato, construido a base de tonos azules en una gama de colores sombríos que se convierten en una visión premonitoria de su propia vida y actuar, así como en el presentimiento vago de una existencia corta.
Posteriormente accede al lenguaje del expresionismo, donde establece ya una idea más comprometida con su yo interior y codifica la expresión no sólo en visiones de su proclamación personal sino también en evidencias críticas del entorno social.
Por su matrimonio con el dramaturgo Santiago Toffee, Nury fue además de excelente pintora, integradora de un grupo que propuso e impulsó la creación de un gran clima cultural, por lo cual participó en la realización de reclames, afiches y carteles para la promoción de teatro, cine, etc.
Una de las obras de Nury Reina de mayor validez es una figura titulada “Gato”, en que podemos aceptar ese gesto del expresionismo casi como
Desgraciadamente su integración a la vida docente, en la cual descargó todo ese sentimiento creativo en una visión de comunicación, le impidió el
El paso por Honduras de dos excelentes pintoras -una peruana y otra brasileña: Mónica Luzza y Sonia Ribeiro- sirvió para que en derredor de ambas se estableciera este taller, de donde surgieron algunas personalidades muy propias de la “pintura femenina”, como Xenia Mejía, que es hasta el momento, si no la más joven, una de las más audaces promesas del arte posmodernista que se inicia en esta década y que precisa al público de observadores de la batalla pictórica que libran los hondureños cotidianamente para la realización de un arte universal, que emane definitivamente sus efluvios positivos dentro de las visiones universales, que son las únicas valederas para la expresión en que se cimentará el tránsito del milenio.
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Algunos referentes de la ENBA
Armando Lara
Gabriel Zaldívar
María del Carmen Durón
Mito Galeano
Carolina Carías
Rolando Caballero
Ezequiel Padilla Ayestas
Dino Fanconi
Ernesto Argueta
Julio Vizquerra
Teresa Fortín
Mario Castillo
Miguel Ángel Ruíz Matute
Virgilio Guardiola
Víctor López
Víctor Hugo Cruz