Boletín Página al viento-N°15

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Año Académico

“Lucila Gamero de Medina” C

on el inicio de este nuevo año académico 2014, el mes de enero ha conmemorado fechas de gran importancia en nuestro país: el Día Nacional de la Mujer Hondureña, establecido mediante Decreto N° 60 desde 1954 y el primer centenario del fallecimiento de Antonio Ramón Vallejo, el padre de los estudios históricos en Honduras. Nuevamente, las autoridades universitarias han decidido rendir homenaje a una figura destacada de las letras hondureñas. En esta ocasión le ha correspondido a doña Lucila Gamero de Medina, quién forjó un lugar fundamental en la historia literaria de nuestro país. Página al viento en su tercer año de circulación comienza dedicándole un espacio a través de un pequeño esbozo biográfico, además de un artículo escrito por Julio Escoto sobre la que fue, por mucho, su obra cumbre: Blanca Olmedo. Por otro lado, debido a la irreparable pérdida del poeta Fausto Maradiaga ocurrida el 22 de este mes, no podemos pasar la ocasión para recordar parte de lo que fue su gran legado como maestro, poeta y amigo. Igualmente, inauguramos una nueva sección que estará dedicada a recorrer lugares de nuestro territorio y arrancamos con Danlí, por ser la cuna de Lucila Gamero de Medina y del fallecido Fausto Maradiaga. El equipo de la Editorial Universitaria, impulsado por el amor a las artes, las letras y la cultura latinoamericana, ha comenzado este año con un plan de actividades y nuevas publicaciones que próximamente estarán disEn este número: ponibles para toda la comunidad  “La dama de las letras hondureñas” / 2 universitaria y para los lectores y lectoras, que cada vez son más,  Blanca Olmedo: una novela nacida para ser negada/ Julio Escoto / 4 de nuestro boletín. Bienvenidos y bienvenidas estudiantes y docentes de la UNAH.

 Danlí, parte de su legado / Rubén Darío Paz / 6  “Cuando mi voz los alcance...” / 8

Boletín informativo de la Editorial Universitaria Año III, No. 15 • Enero de 2014

Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: editorial.univ@unah.edu.hn editorialUNAH @editorialUNAH

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Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría

Néstor Ulloa


“La dama de las letras hondureñas” ¿Cómo no respetar, pues, a una voz que supo quebrar los muros de silencio en que su condición de mujer la colocaba? Además, en sus palabras –tal como hermosamente lo dice Alfonsina Storni– no está solo ella. Hablan, sobre todo, las mujeres que fueron tragadas por la vorágine histórica, implacable con quienes al no poder conquistar su derecho a la expresión, sepultaron su posibilidad de ser.” Helen Umaña

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ucila Gamero de Medina nació en Danlí en 1873, solo tres años antes de que en nuestro país iniciara la Reforma Liberal impulsada por Ramón Rosa y Marco Aurelio Soto, por ello “su primera infancia transcurrió, pues, dentro de una vivificante atmósfera cultural”1. En esa época, la ciudad de Danlí era más una zona campestre llena de haciendas en las cuales se cultivaba maíz, café y tabaco, y que pertenecían a familias de linaje español. Sus padres, el doctor Manuel Gamero y doña Camila Moncada, venían de las familias fundadoras de la ciudad. En 1897, Lucila contrajo matrimonio con Gilberto Lorenzo Medina y de la unión nacieron sus dos hijos: Aída Cora y Gilberto. Sus primeros trabajos literarios aparecen en la revista Juventud hondureña,

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dirigida por Froylán Turcios: ahí se publicó Amelia Montiel, que constaba de nueve capítulos cortos que pudieron leerse entre el 31 de marzo y el 30 de junio de 1892. Sin haber tenido una formación académica institucional, su vocación de escribir y la pasión por la lectura que traía desde la infancia, sumadas a un inquebrantable carácter, le abrieron paso en la palestra intelectual dominada hasta por ley por el género masculino. Feminista y defensora de los derechos de la mujer, fue la primera presidenta de la Federación de Asociaciones Femeninas Hondureñas (FAFH) en su filial de Danlí, representante de Honduras en la Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres celebrada en Perú en 1924, y figuró como socia delegada al Primer Congreso In-

teramericano de Mujeres de 1947, celebrado en Guatemala. Murió en Danlí en el año de 1964, ocupando un lugar histórico dentro de la literatura hondureña de su época, y con justa razón el crítico y escritor Luis Mariñas Otero la llamó “la gran dama de las letras hondureñas”.

El valor de su obra Lucila Gamero, con todo y las limitantes que tuvo, fue capaz de reivindicar para el género femenino -para las mujeres escritoras en sí- la posibilidad de ser admitidas y valoradas, en una cultura y en una sociedad de marcado carácter patriarcal.

Casa donde nació y vivió la novelista en su natal Danlí. 1 Umaña, Helen (1990). Narradoras hondureñas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, p. 39


Hay una carta que envió al poeta Juan Ramón Molina, en la que se lee: “(…) lo poco que he producido ha sido arrastrado por mi vocación: exuberancia de ideas y de pensamientos que en un terreno cultivado tal vez hubieran dado buenos frutos (…)”

muestra un paisaje y un claro testimonio de lo que fue la Honduras de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Es una de las novelas más conocidas dentro e incluso fuera del país, y forma parte del canon nacional.

Helen Umaña ha sido una de las que, en sus publicaciones, ha realizado un estudio concienzudo de la obra de Lucila Gamero.

“La médica de los pobres”

Sobre Aída (1912), Umaña explica cómo un cierto romanticismo de tipo social es el eje temático de la obra: “(…) revelando con ello una sensibilidad social fuera de lo común, la escritora hondureña ha dejado el testimonio de avanzadas concepciones ideológicas que, en aspectos medulares, no han perdido vigencia (…)” y expone cómo esta novela -a pesar de haberse escrito en una época en que los dogmas religiosos iban aparejados a todo-, proclama la necesidad de una educación laica. Igualmente, en El dolor de amar (1955) “dentro del marco de una historia de corte romántico, la autora supo engarzar suficientes elementos que apuntan –sin idealizaciones- hacia aspectos del quehacer cotidiano del pueblo hondureño”. No obstante, Umaña de forma muy objetiva señala los desaciertos en la obra de Lucila Gamero. En relación a La secretaria (1954), explica que “es una novela que, en el argumento, en el tratamiento de las situaciones y en el tipo de lenguaje empleado, no difiere mucho de la que -en forma bastante inapropiada- se califica como subliteratura” y no duda en considerar esta novela como “ un lamentable error en la bibliografía de Lucila Gamero de Medina”. En esta misma línea, al hablar de Amor exótico (1954), dice: “la inverosimilitud en la línea argumental hace de la obra una especie de subproducto literario, en donde el valor artístico se esfuma por completo.” Blanca Olmedo, su obra cumbre, dentro de una historia de amor trágico nos

No puede obviarse todo el trabajo que Lucila Gamero realizó en el área de salud: desde muy joven fue una apasionada de la medicina y siempre estuvo a la orden de los enfermos que llegaban en busca de su ayuda. Aprendió asistiendo y observando a su padre y, junto a él, en 1894 viajó a Tegucigalpa donde laboró en el Hospital de Sangre. En 1936, fungió como jefa del Hospital de Sangre de Danlí. Además de eso fue delegada de Sanidad en el departamento de El Paraíso; laboró en la clínica del doctor Llenera, un médico guatemalteco que residía en Honduras; y se sabe que participó en múltiples campañas contra el alcoholismo y la sífilis. Por su dedicación abnegada, el doctor Manuel Zúniga, decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNAH, le extendió el título honoris causa de Médico Cirujano.

Doña Lucila con sus nietas y don Ángel Sevilla Ramírez.

Bibliografía consultada Argueta, Mario (2004). Diccionario de escritores hondureños. Tegucigalpa: Editorial Universitaria. Gold, Janet (comp.) (1998). Volver a imaginarlas: Retratos de escritoras centroamericanas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. Martínez, Juan Ramón (1994). Lucila Gamero de Medina: Una mujer ante el espejo. Tegucigalpa: Editorial Universitaria. Umaña, Helen (1990). Narradoras hondureñas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras.

“Lucila Gamero de Medina continúa siendo un símbolo permanente de nuestra literatura y hondureñidad, en estos momentos que un profundo desequilibrio social abate los distintos estratos de nuestra fraterna Honduras.” Darío González C.

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Blanca Olmedo: una novela nacida para ser negada

Julio Escoto*

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l retratista español Ramón de Mesonero Romanos, en “El romanticismo y los románticos” (Escenas matritenses, 1837), se quejaba, con justificadas razones, de las actitudes, poses y gestos estereotipados que despertó entre los jóvenes del siglo el movimiento literario citado. Sobre todo protestaba “el curioso parlante” por la continua negación del pasado español (en lo superficial del Romanticismo) y por la admiración que provocaban autores como Víctor Hugo, quienes, según Mesonero, habían bebido sus elíxires temáticos precisamente en las fuentes del siglo de oro de la literatura española. No es esta una actitud novedosa por cuanto responde a un natural mecanismo de defensa ante la ignorancia por falta de estudio. Sucede en toda región, en todo tiempo. De allí que, en la actualidad, cuando preguntamos a alguien si ha leído Blanca Olmedo de Lucila Gamero de Medina nos responda con una sonrisa indulgente y no matizado con vapores de suficiencia (hablo, desde luego, de individuos que apenas sí conocen a los Beatles o que suponen que Balzac es un plagiario de García Márquez). Mas, ¿cuán razonable es tal actitud? Sinceramente debo decir que tiene cierta justificación, aparte de la nefasta escuela que nos ha enseñado a negarnos a nosotros mismos. En efecto, Blanca Olmedo, como obra literaria responde a los cánones estéticos de una época romántica que, en su tiempo, era atrasada ya. La obra fue escrita en 1903, escasamente ocho años antes de que Enrique González Martínez

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Portada de la primera edición de Blanca Olmedo.

difundiera su libertador grito de “tuércele el cuello al cisne”, es decir, cuando el Modernismo llegaba a su puerta final. Ilógico es, desde todo punto de vista, que en el siglo XX se continúe elaborando literatura con patrones románticos. Se repite, de esta manera, el endémico atraso en cuanto a información literaria, típico en Hispanoamérica. Para la generalidad, pues, Blanca Olmedo es lo que comúnmente se califica como “obra dulzona” o con cualquiera otra forma despectiva. Mas, en su exacta dimensión histórica el texto tiene razón para existir y, como se verá después, encierra muchos valores que no pueden ser despreciados. Por otra parte, todos los pueblos tienen entre sus monumentos literarios algunos con pedestal de terracota y a pesar, sabiéndolo, mantienen su estu-

dio, difusión y valoración continua. España incluye en sus antologías e índices literarios esa falla técnica que se llama La gaviota (Fernán Caballero, 1849) y no se avergüenza de ello, debido a la representación, al testimonio que la obra lleva. Chile conserva, con dignidad, narraciones un tanto famélicas, como Martín Rivas (Alberto Blest Gana) o Alsino (Pedro Prado, 1920); Perú ha visto traducciones abundantes de El mundo es ancho y ajeno (Ciro Alegría, 1941) y, sin embargo, la novela no oculta visibles defectos de elaboración. Venezuela considera como una de sus producciones literarias cumbre a Las lanzas coloradas (Arturo Uslar Pietri, 1931), aunque una crítica severa podría descubrirle faltas. Estos y muchos otros relatos forman parte de lo clásico dentro de las fronteras en que fueron producidos, bien por su carácter de representatividad, por el valor histórico, por la denuncia o la crítica social, o simplemente porque forman la herencia cultural de sus naciones, el patrimonio legítimo indestructible. Entre nosotros, ¿qué importancia se concede (se otorga, más bien) a novelas como Prisión verde, Blanca Olmedo o a libros de poemas, ensayos o cuentos?... Lastimosamente poca, más por desconocimiento que por verdadera inteligencia. Este desprecio se acentúa, misteriosamente, con Blanca Olmedo, una obra literaria que creó escándalo, admiración, rencillas, anatemas y discusión continua y que, aparte de ello, está muy bien escrita. Tanto en el momento de su aparición, en 1903, como ahora, se le niega, se abomina de ella. ¿Por qué?

✳ Narrador, ensayista y crítico literario hondureño. Este artículo fue publicado en la revista APORTES de 1974, pp. 21-23.


Costillares Blanca Olmedo consta de cincuenta capítulos divididos entre doscientas cincuenta y tres páginas. En su organización interna, la estructura es perfectamente reconocible: presentación de ambiente y personajes, centro o nudo de la trama y el funesto desenlace. La parte central de la obra sirve para describir escenas felices o ligeramente dubitativas: reticencia de Blanca, pasión de Gustavo, secreta ayuda de Adela,

Julio Escoto

compromiso amoroso establecido y época de felicidad en los protagonistas. Puede deducirse de ello que la obra obedece a un plan previa y claramente establecido. La anécdota, la historia, se desarrolla perfectamente en forma paralela a la extensión real, física, del libro. Así, Blanca arriba a la casa de doña Micaela en las páginas iniciales (cual una entrada a amplio escenario), recibe el ofrecimiento de amor de Gustavo en la página ciento veintiuno (primera edición), exactamente a la mitad de la obra, y llega al final de los protagonistas, sin falsas prolongaciones, en las últimas líneas. La acción moldea los límites de la naturaleza, según el característico procedimiento romántico. Las flores son frescas en el instante del dulce concierto humano, revolotean las mariposas y se oye el canto de los pajarillos; en cambio, el primero de septiembre de 1900, fecha de la partida del Dr. Moreno, quien es enviado a la revolución, es “día triste, día helado, día brumoso con amenazas de lluvia…” (pág. 178), y cuando doña Micaela injuria a Blanca hay también “un aire frío, húmedo, y una lluvia menuda” (pág. 224). En contraste con otros testimonios románticos esta obra evita la insistente aparición de presagios. Solo en un momento el tono

Retrato de Lucila Gamero en su juventud.

“Cuando Blanca Olmedo se escribe, en Honduras, el campo de la novelística equivale a un desierto.” Helen Umaña semeja ser repetición de algo funesto escrito en el futuro. Si en María es un animal el que anuncia las desgracias (o el cuervo en Poe), en Blanca Olmedo el vaticinio arriba con la música, lo que es una elaboración más estética: la protagonista canta un aria de La traviata y Gustavo pide la interrupción porque “eso es muy triste (…) tiene para mí algo extraño, algo temido como un fatal presentimiento…” (pág. 127). Páginas después, cercano el debilitamiento de la agonía, Blanca volverá a cantar el mismo fragmento. El ciclo se cierra, se completa la imagen, los espejos vuelven a cubrirse de pátina, el futuro deja de existir para convertirse en presente. Finalmente, hay un instante en que esta novela alcanza y supera las fronteras de Angelina. Tal parece que Lucila Gamero llegó al estadio narrativo en que se quedó Carlos F. Gutiérrez y logra una visión más amplia del tema, con lo que produce una solución alternativa. He aquí: Gustavo teme que Joaquín le robe el amor de Blanca. Al preguntar esta qué hubiera hecho él si tal cosa sucediera, Moreno responde: “Arrancarlo de tu lado, dejarlo muerto a tus pies y cogerte y llevarte lejos, a un mundo que no conoces, y estrecharte en mis brazos, delirante y loco, y hacer que me amaras, que fueras mía…” (pág. 124) ¿Similitudes literarias o sorprendentes analogías mentales en los escritores hondureños? Eso es algo que jamás llegaremos a saber…

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Danlí, parte de su legado

Rubén Darío Paz*

Vista panorámica de la ciudad de Danlí, El Paraíso. Foto: R. Paz

Más conocida como la “ciudad de las colinas”, Danlí es una de las tres principales ciudades del departamento de El Paraíso, que constituye un importante polo de desarrollo para la economía de la región oriental. Se localiza sobre un pequeño valle, denominado desde tiempos inmemorables, como Cuscateca, sin embargo, esta toponimia indígena apenas conocida, cobra vida en una de las aldeas aledañas a la ciudad. Los cerros que la rodean forman parte de la sierra de Dipilto, algunos como el cerro San Cristóbal se acentúan por su altitud (casi 1,544 m) y otros por su irregular forma, como el cerro de la Piedra Apagüís, del que se cuentan innumerables leyendas que engalanan nuestro folklore. Resulta impresionante la amplia vista panorámica que desde el mencionado cerro de Apagüís se tiene de la ciudad. A finales del siglo XVIII, Danlí se convirtió en el centro su-

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ministrador de carnes, tabacos y granos básicos del Real de Minas de San José de Yuscarán, pues para esas fechas se consolidaba su esplendor minero. Obtuvo el título de ciudad el 12 de abril de 1843, durante la presidencia de Francisco Ferrera y en el último periodo presidencial de José María Medina (1869) se creó el departamento de El Paraíso.

Un centro urbano digno de conservarse Esta animada ciudad tiene calles y avenidas que siguen un plano renacentista, por lo que algunas familias de abolengo conservan bellas casas de arquitectura colonial provistas de considerables extensiones de terreno, jardines interiores, altas y amplias puertas con dinteles algunas veces irrepetibles, aposentos para la servidumbre y dilatados corredores. Aunque algunas edificaciones

han sufrido cambios bruscos en sus techos y fachadas, aún se está a tiempo para realizar un proyecto de conservación y restauración del centro histórico de la ciudad. Su iglesia parroquial es sobria y elegante, dedicada a la Inmaculada Concepción, se empezó a construir a finales del siglo XVIII, siguiendo pautas de la arquitectura colonial efervescente para aquellos años. Es una construcción de estilo neoclásico que recuerda a las magníficas edificaciones realizadas en otras ciudades importantes del país e incluso a algunas de la vecina Nicaragua. Otro patrimonio nacional lo constituye el edificio de la pequeña iglesia de San Sebastián, que aún conserva un impresionante retablo mayor de estilo barroco, dedicado al patrón del mismo nombre. Singular importancia reviste el antiguo edificio que ahora alberga el Museo

*Director de la Editorial Universitaria en la UNAH. Docente del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”.


Municipal, cuya construcción es de dos plantas, provista de amplios corredores, y que para la época en que se construyó, sin duda fue un ejemplo de la pujanza económica de la ciudad. Fue construido en 1857 y en sus inicios se le conoció como la “casa del ayuntamiento o casa consistorial”. Al llegar a los umbrales del siglo XX, la ciudad de Danlí experimentó cambios significativos en su desarrollo urbano: se trazaron nuevas calles, surgieron otros barrios y los servicios básicos se modernizaron. La actividad económica se fortaleció con el surgimiento de sucursales de capital extranjero como los Rossner, Sierke, Kohncke, Doborow. La agricultura se extendió hasta el fértil valle de Jamastrán, con el cultivo del tabaco que se tecnificó y alcanzó niveles importantes de exportación. Los grandes hatos ganaderos y la producción cafetalera complementan la actividad económica.

Talentos literarios Las páginas de la historia y la literatura hondureña reconocen el talento de personajes ilustres como don Pedro Nufio, Cornelio Lazo, Antonio Lazo Arriaga, Lucila Gamero de Medina, Manuel Gamero Idiáquez, Ibrahín Gamero, Manuel de Adalid y Gamero, Federico Gonzales, Luis Hernán Sevilla, Nery Alexis Gaytán, Carlos Molina y Darío González, solo para citar algunos. De todos ellos el que logró trascender por sus ideales pedagógicos y que se convirtió en un innovador en el campo de la educación fue don Pedro Nufio Martínez, guatemalteco de nacimiento, pero su legado transcurrió en Honduras. Llegó a Danlí en 1883 para trabajar en el colegio del pueblo y en 1906 fundó en Tegucigalpa la Escuela Normal de Varones. Por su aporte a la educación nacional, varias instituciones educativas llevan su nombre. El parque central, construido en el lugar que ocupó la plaza de armas de la incipiente villa de Danlí, se le conoce como Parque “Pedro Nufio”. De hecho, un busto en mármol de carrara fue elaborado, en 1954, por el connotado escultor hondureño don Mario Zamora Alcántara, que pro-

longa la admiración y el reconocimiento de la sociedad danlidense. Particular interés despierta al centro de este mismo parque un monumento al maíz, símbolo de identidad nacional. En las afueras de la ciudad se encuentra el viejo acueducto más conocido como “los arcos”: una construcción colonial que sirvió para guardar y distribuir agua para los habitantes de Danlí. Se construyó en 1770, ahora es un monumento histórico que alcanza seis metros de altura y quince metros de largo. Actualmente, ya casi abandonado, sufre un proceso de deterioro acelerado.

Centros educativos La “ciudad de las colinas” cuenta con excelentes centros de enseñanza de reconocimiento nacional, como la otrora Escuela Normal España de Villa Ahumada, fundada en 1952, durante la administración de Juan Manuel Gálvez Durón. Esta Normal se convirtió, por muchos años, en referente educativo, ya que de sus aulas egresaron miles de profesionales de los más apartados lugares de Honduras; ahora sigue funcionando ya con nuevas modalidades. Vale destacar que desde hace unos pocos años funciona en la ciudad de Danlí el centro regional de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, que se desempeña con buen suceso.

Festividades danlidenses Don Félix Roldán Castillo alcalde de Danlí en 1984, con el apoyo del Instituto Hondureño de Turismo, acordó que el tercer sábado del mes de agosto daría inicio el Festival Nacional del Maíz, hoy convertido en un evento de prestigio nacional e internacional. Durante esta festividad, las actividades culturales son abundantes; la gastronomía a base de maíz, exquisita; los desfiles de carrozas, exposiciones, concursos de baile, música y juegos tradicionales son muy entretenidos. En diciembre de cada año, los danlidenses celebran las fiestas en honor a la Virgen de Inmaculada Concepción, festividad religiosa donde participan “los viejos del ocho”, personajes muy queridos en la ciudad. Se disfrazan con trajes y máscaras coloridas y bailan entre ellos o con los transeúntes. Esta tradicional festividad cultural es vigente en el país. Danlí cuenta con buenas condiciones para invertir en el turismo, como infraestructura hotelera, medios de comunicación, transporte fluido, recursos humanos competitivos y los suficientes atractivos naturales y culturales para incorporarse a un amplio proyecto de desarrollo nacional. Mientras tanto, es importante destacar el entusiasmo, la competencia y la amabilidad de los danlidenses.

Acueducto del siglo XVIII en las afueras de Danlí. Foto: R. Paz


“Cuando mi voz los alcance…” G

racias a Fausto, todos los que pertenecimos durante tres años al Taller Literario “Edilberto Cardona Bulnes” aprendimos mucho sobre poesía, pero más que eso, nos enseñó sobre la vida, sobre el amor a la vida y el valor que se requiere para continuar con ella, dando la batalla en un país que parece recordarnos a cada instante que nuestra misma existencia no vale nada. Contrario a la línea general de la literatura hondureña, sumamente depresiva, acostumbraba citar que “si el arte se desentiende de la vida, la vida se desentiende del arte.” Fausto Maradiaga nos formó y en cada uno de sus discípulos se va a continuar su legado, esa es su victoria, la de los grandes maestros. Manuel Martínez Galeano Toluca, México, 22 de enero de 2014

El poeta Fausto Maradiaga con algunos de los miembros del taller “Edilberto Cardona Bulnes”.

Fausto Maradiaga 1947-2014 * Para Nizán

Una miga de pan es más grande que un sueño de agua donde lentamente muere un pez; chisporroteando, escamas desprendidas iluminan el silencio donde agoniza. Huyendo del invierno, cruzó sendas estrechas entre corrientes fabulosas; multiplicó los giros de mortales contorsiones alimentándose con todos los anzuelos. Cada cardumen le obstaculizó el paso recibiéndole con la cortesía de las dentelladas. Supo resumir las innumerables caricias del suplicio en el filo de una sola treta y jamás llegó a utilizarla. Fue verdugo del alma en medio de tormentas y dentro del deshielo, apiadado únicamente de una infinita soledad. Ignorando la muerte un crepúsculo suspendido relampaguea.

La lluvia emprendió su regreso esta mañana dejando los caminos dispuestos a futuras hendiduras. La playa larga y sola inundada por el tedio escucha el chasquido que produce la sequía. Una rama seca pelea contra su sombra en el polvo y las golondrinas no vienen más bien van.

*

Cuando mi voz los alcance han de saber que los tuvimos presentes que realizamos eventos para darles la bienvenida que todo el mundo abrió los brazos para recibirlos y que anudamos los pañuelos y bailamos en grupo; que nos hemos querido hasta no poder más que horneamos juntos el deseo con levadura de Violeta Parra con esencias infinitas de Neruda y con todo el universal dolor de Vallejo. Altas voces que nos esperan seguir adelante.

Imago –istmo

Herida la raíz el verso de sangre abierta busca restituir a borbollones esta ternura que amenaza el silencio. Aquí el tenedor de la tierra es la cuchara del hambre. Por eso está la semilla levantada en el claroscuro del momento frente al rechinar de la pólvora y su dentadura de violencia.

Sábado

En la calle, un viento sube por las espaldas de la mañana. En la plaza el Níspero recoge su sombra que columpia en silencio. Por donde cruzo, las piedras me saludan con brillante alegría. Definitivamente hoy encuentro un rastro del amor a cada paso.


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