Boletín Página al viento-N°22

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Tiempo y voz

1990 y el inicio de la pos vanguardia A

gosto terminó, colmado de un gran acontecimiento: la celebración de los cien años del nacimiento del “cronopio mayor”, el argentino universal Julio Cortázar, a quien desde la Editorial Universitaria ya hemos homenajeado en ocasiones anteriores. De la misma forma, julio es la antesala de la celebración de otro centenario: el del nacimiento de otro latinoamericano universal, el padre de la antipoesía, Nicanor Parra, el cual tendrá lugar en los primeros días del mes de septiembre. Página al viento ha querido en este marco y por justicia, resaltar la producción poética joven de Honduras. Un grupo de poetas jóvenes, hombres y mujeres, que apuntalan y pulen la palabra día con día, comprometidos con el proceso de construcción de un corpus Taller “Casa Tomada”. poético generacional que, desde Foto: Colección Rubén Izaguirre la diversidad de voces y estilos se proyecte y se configure como piedra de toque, en el a veces doloroso proceso de edificar una generación que marque con hierro ardiente la historia de nuestra poesía y que por derecho propio reclame su espacio, su tiempo y su voz. Presentamos un breve escrito —“Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, reza el adagio— del poeta Salvador Madrid, quien con un estilo incisivo y avasallante, nos presenta un vistazo panorámico de la actual producción poética hondureña. Una entrevista con el En este número: poeta Fabricio Estrada, quien analiza la  Borrador antes de escribir sobre la nueva poesía poesía hondureña a partir de “Casa Tohondureña / Salvador Madrid / 2 mada”. Y para finalizar, una selección  Honduras, país de poetas / Entrevista a Fabricio de poemas que dan fe de la calidad de Estrada / 4 la nueva poesía hondureña.  Muestra poética / 7

Boletín informativo de la Editorial Universitaria Año III, No. 22 • Agosto de 2014

Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: editorial.univ@unah.edu.hn editorialUNAH @editorialUNAH

Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría


Borrador antes de escribir sobre la nueva poesía hondureña Salvador Madrid

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l golpe de Estado, en el plano cultural, nos dejó serias resacas: mala poesía, o más bien, un mal abordaje del género. Y digo esto porque es necesario desnudar la falacia o la arbitrariedad de intentar configurar o justificar ciertos discursos culturales a partir del último golpe de Estado de Honduras: a la falta de profesionalismo al escribir o de mostrar la brusquedad panfletaria se le buscan falsas justificaciones: la espontaneidad de la libertad, el caos creativo, la taras personales embellecidas. También se trasluce una poesía copia del llamado realismo sucio, de la Generación Beat, de Panero y de Bukowski, traslapados con el

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humor negro y los hallazgos personalísimos de poetas urbanos de los que se hacen malas copias en estos días. El panorama en el que creció la generación cúspide de poetas vivos de Honduras, giró de una vez para los poetas que hoy comienzan a consolidarse como relevo generacional (Fabricio Estrada, Rebeca Becerra, Samuel Trigueros, Heber Sorto, Mayra Oyuela, Roberto Becerra, Néstor Ulloa, Cardona Chapas, Tomy Barahona, para mencionar algunos nombres) y que en países tercermundistas poseen su fantasmagórica caracterización: las redes sociales eclosionan, el blog, la información fluye y no pide permiso ni tiempo para que se le considere desde una perspectiva más reflexiva, mucho menos aca-

Salvador Madrid

démica; las bibliotecas se digitalizan, los libros están en línea; el cataclismo social es abrumador y arde en la violencia, la marginalidad, la corrupción, la migración, la resaca de una posmodernidad que vomitó su asco sobre los oropeles de instituciones y nombres que ven el arte como estática naturaleza y a la belleza como campaña de alfabetización para el mal gusto de los consumidores de arte: llámesele público, receptores, burgueses, profesores de arte y literatura, clase media en ascenso o proletariado. La plataforma que alienta el nuevo imaginario ya no es “lo alternativo” ese calificativo que se impostaba a finales de los noventa y a inicios de este siglo para potenciar una producción surgida al margen de la vida académica, del canon, del lenguaje progresista de las “vacas sagradas” y del intento por visitar expresiones más urbanas o drásticamente marginales. En estos días comenzamos a saborear la nata de la contracultura, sin embargo tal fenómeno nos llegó tarde y de otro modo, un poco desde la invasión de los objetos de la vida contemporánea, otro desde la red. Y aquella idea del “arte trasgresor” es sólo reflejo que engañó a tantos, pues en la contemporaneidad hay cosas más trasgresoras que el arte, y en todo caso ese calificativo se restringe a un referente: trasgresor ante qué sistema o qué código o qué concepción; un calificativo que puede ser reaccionario y efecticista, tanto así que podría hasta opacar la naturaleza revolucionaria del arte que a veces es tan sutil y certera y no estruendosa como muchos creen.


Es probable que nuestros poetas tengan unos retos más individuales que como generación, pero eso apenas nos acerca a intereses culturales que en el contexto actual se ven afectados por las distancias ideológicas; la poesía en cambio seguirá siendo esa voz íntima, marginal y auténtica, esa otra manera de discursar que sobrepasa el calificativo de “reserva moral” y se inserta como realidad y material de la memoria y no de la historia, de la vida y no de la estadística, otra vez de la vida y no de la gestión cultural o de las políticas culturales recicladas y aprendidas como oferta de ocio y convivencia. La poesía a lo suyo, a la permanencia dialéctica, a reinterpretar la necesidad humana o más bien su naturaleza. Una opinión sobre el panorama de la poesía actual, requiere de cierta cautela, en todo caso sería la opinión de un lector enterado de cuanto se publica: tengo los mismos nombres que he venido repitiendo estos años: Leonel Alvarado, ese poeta de la diáspora académica que antes de partir nos dejó dos grandiosos libros Casa vacía y El reino de la zarza y que en los últimos años ha dado dos noticias maravillosas: Retratos mal hablados y Xibalbá Texas; José Antonio Fúnes y el libro compilatorio de su poesía Agua del tiempo; Marco Antonio Madrid con La blanca hierba de la noche y La secreta voz de las aguas; La poesía de Fabricio Estrada compilada en Imposible un ángel y su última publicación Sur del mediodía; Los espejos de Carlos de Néstor Ulloa y su libro inédito ya en galeras; Sobre las mismas piedras y Las palabras del aire de Rebeca Becerra, Animal de ritos de Samuel Trigueros, la poesía de Mayra Oyuela en Escribiéndole una casa al barco, el Noctámbulo de Roberto Becerra y los poemas de Heber Sorto en Todos los días, libros de años atrás como Los dobles espejos de Cardona Chapas y otros más, que sin duda merecen reconocimiento crítico.

civil a ser como uno desea; lo segundo es un reto estético que casi siempre queda como intento ante el hastío. A esa percepción cuantitativa o de tierra de muchos poetas, hay que anteponer la de país con una alta poesía: nombres de siempre, puntuales y definitivos. Una antología de la poesía contemporánea de Honduras sería un libro discreto y mayúsculo por su brevedad y no un ladrillo para matar hipopótamos.

Carátula de La hora siguiente, antología preparada por Salvador Madrid sobre la poesía joven de Honduras.

De los libros de poesía publicados en los últimos años en Honduras por quienes serían la generación más joven, hay muy poco que decir, más actitudes de rebeldía personal que buena pluma, pero lo primero es un derecho SALVADOR MADRID Poeta, editor y gestor cultural. Ha publicado el libro Visión de las cenizas y la antología de poetas hondureños La hora siguiente. Fue coordinador de Paíspoesible, ha trabajado de editor en docenas de publicaciones, realizado trabajos de crítica literaria y de artes visuales. Editor del proyecto “Leer es fiesta” que consistió en llevar la lectura a miles de personas a través de la edición masiva y gratuita de obras literarias. Escribe “Viceversas”, sección cultural de la revista Siempre de diario El Heraldo. Actualmente es el gestor del más grande evento cultural en Honduras : “Gracias convoca”, en Gracias, Lempira.

Las cosas están claras: unos poetas mayores de años que siguen escribiendo con buen suceso, y los poetas que comenzaron a publicar a finales del siglo pasado y modulan su obra a principios de este siglo con un lenguaje universal, una poesía alentada por el pesimismo existencial, los descubrimientos de la edad adulta, de la ideología, la política, el ostracismo o más bien la marginalidad del creador, la deriva del género, el redescubrimiento de la tecnología; una poesía a veces silenciosa o reflexiva, una poesía que profundiza en las preguntas. ¿Y el poeta?, de él podemos decir mucho como figura: académico, gestor, publicista, viajero, explorador desde las márgenes de su tiempo de toda la información posible, editor, presta sus servicios como maestro o como un técnico; ya no es el eterno bohemio, sino más bien un sobreviviente ilustrado que se asume como poeta y entiende que puede vivir de ciertas habilidades de su condición u optar por otras donde la creatividad también forma parte de la oferta de servicios en el tercer mundo. En la contradicción, “Nadie asciende con una mancha de limo/ en su costado.” escribe Marco Antonio Madrid; es, en todo caso, la generación de relevo de la nueva poesía hondureña, sin optimismo que aliente, dará sus mejores libros a partir de esta década; eso es certeza y no esperanza.

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Honduras, país de poetas entrevista a Fabricio Estrada*

Allá a principios de los años noventa participaste en el Taller “Casa Tomada”, del cual surgieron muchas de las voces que revitalizaron la poesía contemporánea en el país. Hablanos un poco de eso. FE: “Casa Tomada” fue una iniciativa de ahogados, de asfixiados, porque los noventa fue una época en la que se empezó deconstruir el compromiso político de todo el sector artístico. Había una gran ausencia de poetas jóvenes que estuvieran comprometidos políticamente, o retomando la tradición de las generaciones anteriores, donde están los nombres de Pompeyo del Valle, José Adán Castelar, Óscar Acosta, Rigoberto Paredes, etc. Es precisamente uno de ellos, José Luis Quesada, quien accede a conjuntar “Casa Tomada”, bajo la iniciativa de Rebeca Becerra, Alfredo Poujol, Rubén Izaguirre, Roberto Tinoco y Víctor Saborío, inicialmente. También Luis Méndez, Lorena Depienne, Gema Estrada, Diana Vallejo, Francesca Randazzo, Roberto Becerra, Óscar Flores, Edgardo Florián, Lety Elvir y yo. Hubo muchos nombres que entraron y salieron. Al inicio fue como una especie de juego. Cuando yo entré en 1993, un año después de su conformación, teníamos una dinámica de lecturas y revisiones, quitarse el peso de no ser escuchados. Así, cada sábado, se fue haciendo más precisa la crítica dentro del taller, leyendo cosas nuestras y de otros poetas de preferencia. Hasta que desembocó en 1995 con la antología de “Casa Tomada”, que patrocinó la Alcaldía Municipal bajo la revisión de José Luis Quesada.

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A tu criterio, por qué se dará el fenómeno de que muchos autores y autoras que formaron parte de estos grupos literarios no siguieron publicando. Y en muchos casos, luego de aparecer en antologías — como “Casa Tomada” o “Los novísimos”— desaparecieron del mapa. FE: Porque lo que inicialmente se busca es compañía. Como te decía al principio, había asfixiados, pero unos los estábamos de la poesía y otros más del ámbito cultural. Los asfixiados literarios encontramos oxígeno y eso nos ha permitido vivir hasta ahora dentro de la literatura. Los demás encontraron la compañía de un buen grupo; voy a tener que decirlo, pero a veces son condiciones esnobs de las agrupaciones: existe gente que llega, se nutre, crece a nivel de sensibilidad y se vuelven público cautivo de la poesía, en este caso, pero no se vuelven autores. En toda agrupación se da el caso, que igual es positivo, porque llenan de vida y abren mayores espacios; son fundamentales. Yo, por ejemplo, no puedo imaginar “Casa Tomada” sin la presencia de compañeros que nunca publicaron

Aunque no precisamente se trate de haber nacido en tal ciudad, el centrar las actividades en cierta zona, da a entender que la estás representando. Y siempre se ha hablado de la rivalidad poética, por así decirlo, entre Tegucigalpa y San Pedro Sula. ¿A qué se debe?

FE: El sentido regionalista, provincial. El arte siempre va punzando la dinámica económica de una región y sus nichos de producción; en la mayoría de los casos es algo inevitable. Por ejemplo se miraba en Estados Unidos, los autores sureños como Faulkner y John Steinbeck frente a los del norte. Hay una forma de escribir la geografía, o más bien el espacio semántico de la literatura desde la geografía. Aquí, por ejemplo, no es por cómo se escribe o qué estilos se manejen. Es la actitud hacia la poesía y cómo asumirla como un instrumento para algo. En su momento, los de San Pedro Sula dijeron que la poesía no servía para cambiar socialmente a un país, sino que solo para sí misma, para crear. Aquí en Tegucigalpa, bajo un proceso coherente que viene desde los cincuenta y los setenta en Tegucigalpa, con Clementina Suárez sobre todo y Pompeyo del Valle, respectivamente, se vive la actitud de la poesía respecto a lo social. Nosotros nunca nos llamamos víctimas de la tradición, sencillamente seguimos una línea lógica de lo que ha sido la poesía en esta parte central del país. En el norte, sobre todo los de mi generación, han tenido un alto valor hedonista por la poesía, la ven como algo que está hecho por y para la creación literaria como tal, y así entra el desenfado y el desmarcarse de razones sociales. Ese provincianismo, que llegó a pugnas bastante fuertes, es una iconoclasia intergeneracional, algo como un canibalismo intrauterino, que creo que está bien, es perfecto que sucediera eso, porque hay autores como Darío Cálix y Gustavo Campos actualmente, o como Giovanni Rodríguez, Murvin Andino y Otoniel Natarén, que vienen

* Poeta y gestor cultural. Ha concedido esta entrevista de manera exclusiva para este número de Página al viento.


chas combinaciones, era muy adelantada para lo que se estaba haciendo. Creo que ese libro y Viaje al paraíso, que vino un poco después, son el parteaguas de lo que había sido la tradición y lo que debía continuar con nosotros. Para mí son fundamentales y representan la bisagra del rompimiento y el desmarque de lo que era la tradición de vanguardia, y paradójicamente no son muy conocidos.

Fabricio Estrada. Foto: Colección personal.

de más atrás, que son nombres que ahí están, produciendo con calidad. Con esa pugna, de buena forma marcamos una dinámica muy diferente a lo que manejaba Helen Umaña, Sara Rolla, Julio Escoto, Armando García, escritores racionalizados en el canon de lo que se traía como consecuencia histórica. Había que quitarse el corset de ejes tradicionales. Si bien es cierto, se llegó a extremos de ceguera en algunos momentos: porque aquí han existido poetas y demostraciones poéticas escritas, que son súper agresivas en cuanto al rompimiento del canon. Está la obra de Florián, íntegra, que en medio de todo su desastre personal, mantiene su ebullición; se dio allá por 1997 el caso Óscar Ordóñez Lastra, con Sombra y carne, haciendo un libro potentísimo, de alto intimismo urbano, muy desaforado. Con esto quiero explicar que al final no se hace poesía para matricularse a la región en la que se pertenece, pues mientras más se sale y se rompen fronteras, mucho mejor.

¿Cuáles fueron las diferencias más fundamentales entre la poesía que surgió de los autores

de las décadas del sesenta y setenta —Sosa, Acosta, Quesada, Castelar— y tus contemporáneos? ¿Se puede hablar de vanguardia y pos vanguardia? FE: Las lecturas que tuvieron ellos y las nuestras. Nosotros, por ejemplo, leíamos mucha novela. Veíamos mucho cine; la entrada del videoclip fue fundamental para entender el porqué de las imágenes y la plasticidad de ciertos poemas y ciertas autoras y autores. Además, teníamos de por medio el lirismo de Antonio José Rivas y Jaime Fontana, la crudeza de Nelson Merren; luego José Luis Quesada, José Adán Castelar y Rigoberto Paredes que eran los más cercanos; y, por supuesto, la presencia permanente de Roberto Sosa, quien con su obra nos mostró qué era la poesía y cuáles fueron las formas que crecieron hacia el exterior. Así, para 1997, Víctor Saborío publicó De magos y seres naturales en un formato muy novedoso para la época, con fotografías de él mismo al interior, haciendo un performance. Ligado a ello, su poesía es muy cinematográfica, con un ritmo totalmente diferente y de mu-

Esa época es importante también por la forma en que se empezó a publicar el objeto-libro, con nuevas formas de diseño, nuevas formas de transferir la poesía; se rompe con la idea de lo que debería parecer un libro. Sextos de lluvia en 1998, que se publica en un formato pequeñito y largo. Y después un nuevo salto en 2001, con Blanco de Rubén Izaguirre: un libro cuadrado, con una portada al centro, totalmente negra, abstracta, y su poesía epigramática. Al principio causó risas y se cuestionaba lo que se estaba haciendo, porque se tenía sacralizado el formato de media carta. Pero dimos un salto preciso.

Vos que participaste en diversos colectivos —”Casa Tomada”, “Paíspoesible”, “Artistas en Resistencia”— tenés la experiencia de que no siempre terminan de la mejor forma. ¿Creés que el organizarse en esos grupos sea lo más adecuado para proyectar el trabajo de los integrantes o pensás que hay otras plataformas más efectivas? FE: La época es la que organiza. ¿Quién nos organizó en los noventa?: la soledad. ¿Quién organizó “Paíspoesible”?: la necesidad de crear y gestionar espacios paralelos a lo que se daba en el resto de Centroamérica, con grupos como “Octubre azul” en Guatemala. Y Artistas en Resistencia surgió de la necesidad de hacer

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la revolución. Estamos condicionados a la presión de la psique colectiva. A veces terminarán mal las cosas, pero empezaron muy bien y, realmente, terminaron cuando debían terminar. Todo duró lo que debía durar.

¿Qué opinás de lo que se escribe por las mujeres? FE: Es un trabajo genial. Siempre se maneja el discurso de que la poesía femenina sigue otra ruta y otro estilo diferente, pero no creo que sea así. De cierta forma hay una unidad en lo escrito por hombres y mujeres y es lo que otorga el nombre de poesía hondureña. Por otro lado abundan los comentarios de que en Honduras las mujeres solo escriben poesía erótica o que son feministas, que a mi juicio no es así, pero si así fuera no vería el problema. Tenemos autoras como Rebeca Becerra, con una obra fuerte e indefinible, muy consciente, y a mi juicio, similar al trabajo de Nelly Sachs, la poeta alemana. Francesca Randazzo, con una obra enteramente pos vanguardista, donde encontrás cambios de códigos semióticos y un manejo del lenguaje extraordinario. Mayra Oyuela tiene un trabajo impresionante y único, que personalmente admiro mucho: su poesía roza entre lo surrealista y lo lírico y seguramente va a trascender. Diana Vallejo, sobre todo cuando empezó. En la actualidad me gusta lo que hace Ingrid Ortez y Venus Mejía, con una poesía muy erótica pero existencialista a la vez; Nincy Perdomo y Karen Valladares que ya se han ido encaminando muy bien. Y por supuesto, está Amanda Castro que es un referente y no solo de la poesía de mujeres, sino de todos nosotros: ella pervive en cada línea, cruzándola, con la diversidad que tenía su estilo.

¿Sentís que ustedes, los y las autoras que arrancaron en los noventa, están en deuda con la generación pasada?

FE: Sí, por supuesto. Sabemos que tenemos nuestro espacio, pero hay nombres que ahí están y van a seguir. Por eso, cuando inició “Paíspoesible”, realizamos homenajes permanentes a Nelson Merren, Jaime Fontana, Pompeyo del Valle. Hicimos nuestras cosas pero estuvimos pendientes de cómo eran las voces de nuestros antecesores inmediatos. De hecho, con “Paíspoesible” logramos acercar a muchos poetas que no se llevaban desde hacía tiempo, y relanzamos la idea de que había que unirnos generacionalmente. Aquí se engloba, también, el esfuerzo de “Pez Dulce”, que fue el eslabón que siguió inmediatamente a “Casa Tomada”; ahí estábamos Rubén Izaguirre, Gabriel Vallecillo, Evaristo López, Enrique Ponce Garay, Lito Herrera y yo. “Pez Dulce” impulsó tres proyectos maravillosos: la biblioteca ambulante y las lecturas itinerantes; “Hondureños para llevar”, un bolso con boletines que contenía seis poetas de renombre histórico; y la publicación de toda una línea editorial con alrededor de veinticinco autores publicados, como Yolani Martínez, Livio Ramírez, Roberto Sosa, Francesca Randazzo, incluso un autor que decidió publicar anónimamente, pues dijo que “no quería ser poeta, pero quería sacar ese libro”. Luego en 2004 arranca la iniciativa de Fausto Maradiaga con el taller “Edilberto Cardona Bulnes” del cual surgió el grupo literario Máscara Suelta, que concretaría su trabajo en la antología Caballo verde; ahí están los nombres de Ludwing Varela, Magdiel Midence, Euclides Valdés, Armando Maldonado, Manuel Martínez, Josué Molina, Lázaro Murillo, entre otros. Ellos estuvieron trabajando muy cerca de “Paíspoesible”. Igualmente en esos tiempos conocimos a Dennis Ávila —un lúdico de marca—, Tomy Barahona, y Carlos Ordóñez, y a otros nombres como Dark Barahona, Guillermo Brune, Carlos Palma, que se reunían en el Instituto de Cultura Hispánica, como entusiastas de la literatura, y que ahora los ves a todos como poetas muy serios. En San Pedro Sula, se gestó el movimiento de “Los novísimos”:

Giovanni Rodríguez, Otoniel Natarén, Murvin Andino, Nadia Díaz, entre otros, que gracias al padre Fausto lograron publicar su antología. De esa raíz surgen Gustavo Campos, Darío Cálix, Karen Valladares, y todo lo que siguió a los movimientos de San Pedro Sula ya en los últimos años. En fin, no podemos hablar de “superar” otras cosas, porque ni siquiera buscamos eso, pero sí hubo una permanente y lógica gestión poética a partir de los años noventa.

Nombres ineludibles: Heber Sorto: Si hay un cimiento en nuestra poética generacional es Heber. Para mí es un santón de la poesía, que ha sido fundamental. Muchos hemos ido a su lado, pero logramos aprender con su lógica lo que es vivir la poesía. Edgardo Florián: Siempre celebro el hecho de que Florián continué ahí, escribiendo, y compartiendo todo cerca de nosotros. A él lo entienden pocos, así como pasa con su obra, pero en su momento el circuito va a tener que rescatarlo como poeta de culto. Salvador Madrid: Tiene un trabajo no muy prolífico, porque se ha decantado más por la gestión cultural, pero cuando escribe, lo que sale es de alto nivel. Visión de las cenizas, su único libro, nos presenta una poesía muy sarcástica, cruda y tierna a la vez. Néstor Ulloa: Logró re entender la desolación en la que estamos sumidos por vivir en Honduras. Decidió venir de Comayagua, sin cursilerías ni falsas humildades. Lo hizo con propiedad, cuando, dichosamente estuvimos ahí el día que presentó su libro. Y descubrimos que era un poeta. Samuel Trigueros: Es como una especie de delfín oscuro que nos ha acompañado, pero que se esconde y luego salta todos estos cambios de la época. Es un tipo muy consciente del quehacer poético.


Muestra poética a ser atinada con los seres que de antemano sospecho comenzaré a amar, aunque no sepa hablar de amor y tampoco quiera aprenderlo. Aprendí que la intimidad no existe, las ideas novedosas son el principio o el final del diálogo entre los transeúntes que rozan tu hombro en medio del camino. No hay nada nuevo en este mundo y eso debo aprenderlo porque aunque sé, que cada individuo es un evento irrepetible, el ser es como una mancha en el techo al que se le hallará todo tipo de formas. Mayra Oyuela

Índole Deja que respiremos el velo que nos oculta el uno al otro. Paul Celan Aprendí de la nostalgia la parte más oscura del camino, cuando la luz es un vuelo cegador que no permite pasos firmes, ni huellas hundidas para dar de beber a la fiera que camina tras cualquier errante. Aprendí: la palabra es el suceso, la circunferencia, el átomo que respira tras la tinta en el papel. Aprendí a creer no sólo en lo sensorial y evidente la poesía es lo que está dentro del guante, el pabilo sumergido una y otra vez en la parafina para luego abrirse en luz en una casa de bajareque, en pleno noviembre, en plena madrugada. Aprendí a asumir un tembloroso no en los dedos, a entender lo lúcido del miedo cuando la enfermedad llega a la cama de la madre. Aprendí, que no he de aprender a decir adiós y mucho menos cuando se trata de esos huidizos poemas que delibero y nunca he de escribir. Aprendí a no llamarme poeta en el primer encuentro,

Murvin Andino

Homenaje Sólo he querido morirme, díselos tú Rey Lagarto en tu silencio, tú que llegaste a las alturas y volaste como cuervo entre las nubes del olvido mientras París fingía dormir para ti. Díselos tú Hemingway inmortal eternizador de soledades, tú que alzaste el vuelo cuando todos aprendimos a sufrir. Yo que sólo he deseado unas copas, lluvia y tener la certeza de marcharme al tiempo esperado y a la orilla de los héroes venerados, les recuerdo.

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Dialéctica

Salvador Madrid

Y está el hombre joven frente al hombre viejo de mi tierra. Y el hombre joven ve que la única ventana a la que puede aspirar en su vida es el agujero en el pecho del hombre viejo. Y porque así es el tiempo, hoy soy de los hombres jóvenes de esta tierra, pero sólo siento un sabor a ranciedad en estos años nuevos; nada más palpo en la gran claridad del vértigo la deriva de una moneda que cae por una escalera infinita y arrastra en sus giros lo poco de alma que le quedan a esas cosas que nos pertenecen. No ha sido fácil tomar este camino por donde nos señalaron que se llega al amor. No ha sido fácil decidirse a perderlo todo para ganar un poco. Y está el hombre joven viendo al hombre viejo, y puede que alguien se acerque a dar una lección, a decirnos que debemos ser así, mansos, de modales dulces y que el hombre viejo es un ejemplo de vida. Yo he sabido que no es mansedad la del hombre viejo sino pesadumbre. He sabido que su silueta es un pesado martillo que para nada sirve. No es necedad, ni asunto de conciencia, pero poco vale este agujero por donde quieren que vea la vida y poco vale la vida si uno necesita un agujero para verla.

La ventana

Heber Sorto

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Nunca pensé en sacar el rostro a la calle; una lluvia desafiante como un árbol cerró las ventanas dentro de mis ojos, el presente entonces, era sólo un chorro de palabras que goteaba de la fuente de mi mano. Siempre amé las ventanas aunque nunca tuve una para compartirla, pero alguien me habló, que a ratos el paisaje se mira a través de paredes o de lágrimas, que el horizonte llora de espaldas como el océano, que los niños golpean el río para deshacer las tormentas, que hay que cruzar muchas calles para llegar a otros ojos, que el silencio se hace de borrones, que el espejo de pronto se abre y nos traga, pero yo siempre abrí la ventana que no tuve y tengo árboles y calles y lunas y también tengo aquello que siempre quise encontrar; la ciudad que no conozco donde recojo mis pedazos.


Imperfecta dama Él quería tener mujer con día y noche mañanitas de aderezo domingos de pastel una cocina blanca paredes sin agenda mujer de azúcar ovejita de algodón. Sabihonda en medidas exacta al caminar puntual en la cita precisa en el acierto perfecta en el orgasmo sin amor. Lety Elvir

Pero ella solía ser metáfora al ajillo ambigüedad al tiempo agua entre las manos punto de fuga en el retrato del despiste sexo y amor imperfecta dama mujer entre perro y lobo.

El lenguaje verdadero De esos días en que me levanto y despliego el velamen pulmonar y ardo de una fiebre redonda y el sol abre la puerta y achica los ojos al no poder verme a la cara, y los planetas todos, a una sola voz cantando estridentes en los patios, despertando a los ríos que habían quedado a medio camino del mar. De esos días en que todo me induce al abrazo e intuyo que vos, allá, en tu canto me incluís en la vida, me hacés ser la vida y las alas del ángel en que no creo y las promesas más audaces que ambos renegamos. De esos días son los que hablo, cuando tu nombre irrumpe en medio de cualquier palabra que a todos pronuncio.

Fabricio Estrada

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Sólo tu cuerpo, solo, entrando en la sangre de la tierra, acumulando las huellas que se le escapan al sol. Sólo tu cuerpo, solo, conociendo las raíces, el silencio, persiguiendo el llanto de la lluvia. Sólo tu cuerpo, solo, entregándose, repartiéndose, explotando, consumiendo la madera.

Rebeca Becerra

Sólo tu cuerpo, solo, alimentando cambiando de piel, nutriendo la luz. Sólo tu cuerpo, solo, danzando con las horas que escapan del reloj dormido en tu muñeca. Sólo tu cuerpo, solo, solo solo.

Recuerdo cuando tu boca se iba sin pronunciar palabra. También recuerdo tus ojos en blanco, tu pecho abierto junto al mío en aquella rutina de sangre envenenada. Tuvimos la oportunidad de cruzarnos para siempre, de quedar impuestos el uno al otro en el reino indócil de nuestro dios de revista. Pero te fuiste a morir a otro lado.

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Quisiste hielo puro en vez de un torbellino de cenizas. Luego, no sé si han pasado nubes, pero mi corazón aún escupe sangre que no le pertenece. Tal vez vaya a morir por allá cerca, tal vez encuentre hielo o fantasía barata, pero tus ojos blancos, tu boca virgen, tus huesos incómodos, caramba, eso sí es difícil de olvidar.

Rubén Izaguirre


Retrato de quien espera un pájaro

Gustavo Campos

Nunca me conmovió el dolor de un desconocido. Egoístamente hice mis retratos de hombre atribulado; había algo bello en desanimarme, en ignorar, ¿pero qué es el bien? ¿cuál el egoísmo? Nunca me conmovió el dolor de un desconocido. Vi sueños borrándose en las calles, como pavimento cubierto de tendidos cuerpos fríos y destruidas cajas. Caminé sin inmutarme, borracho, pensando en mis fracasos, esperando que uno de ellos reclamara mis entrañas, mi sangre, y se fuera sonriendo, amargo, como yo, a esperar un pájaro, una llaga, un llanto.

Las horas Las horas son el viento del espacio. Lo rasgan, lo cubren, lo llenan de cárcavas irremediables; ponen en su corazón un torrente de granos de carcoma. Las horas son un chorro de ira, una ampolla de incendios. Nos llenan de cadáveres vivientes, nos asesinan desde adentro de nosotros mismos. La transparencia que vemos (o no vemos) es la repetida fulgurancia de las horas y su vertiginoso movimiento: una caída atroz de la navaja, la desnudez del vacío, el vidrio de los sueños, la velocidad de la arena erosionada, la fosforescencia del parpadeo, el cuerpo del abismo, la estela de un sol errante, el descenso infinito de una gota. Las horas tajan en dos el velo de la perpetuidad, muestran el alma sin ropajes, cortan la realidad en partes irreales, hacen del mundo una inmensa playa de cenizas.

Samuel Trigueros

Cada hora es un guerrero victorioso. Su escudo se hincha de luz, su lanza nos traspasa, su vaho mortal hiere la carne, aja el odre rojo de la sangre, dispersa el polvo de los huesos, nos otorga el favor de su encono y, finalmente, nos da la brasa de su abrazo, una y otra vez, tan tierna e implacablemente.

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Instrucciones para la hora señalada Asomar a la orilla el peso de uno mismo. Dejar que caiga, pájaro extenuado hecho de papel y tiempo. Luego esperar con la mirada ausente. Oír el eco del golpe imaginado contra el suelo. Dejar pasar el día, la noche, la vida que sea necesaria. Y descansar ahí, cerca tan sólo del sonido lejano de las cosas tristes /oyendo el aire abrirse, oyendo cuanto cae de uno mismo.

Giovanni Rodríguez

Se me han agotado las palabras Y de nuevo me quedo vacía. Pienso en todas las tardes, en todas las noches, en todas las mañanas en el único nombre que mi boca pronuncia. Y lo pronuncio sin ninguna prisa. Hay algo que voy acumulando dentro de mí. Hay tantas cosas que me vuelven nostálgica. Pero solo observo todo. No tengo nada que escribir, las manos se me han paralizado por completo mis manos entonces también se vuelven vacías, mudas. Parapléjicas. Se me han agotado las palabras. Que alguien me diga que decir entonces. Para no morir en absoluto silencio.

Karen Valladares

Hoy mis pies pesan hoy mis pies pesan tanto que a cada paso —con la tierra al cuello— el cielo es ahora el único horizonte. hoy mis pies pesan tanto que en vez de huellas van dejando tumbas.

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Rolando Kattán


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